Partida Rol por web

El dealer estaba repartiendo con calma las cartas de póker bajo la atenta mirada de todos los jugadores que vigilaban estrechamente cada movimiento intentando detectar un atisbo de trampa. La tensión flotaba en un ambiente cargado de presión que se traducía en varias gotas de sudor en la frente de los jugadores. Uno de ellos se trataba uno de los protagonistas de la historia que voy a contarles, y juro por mis viejos huesos reumáticos que todo lo que cuento es verdad. Al menos la verdad que a mí me contó uno que me juró por la Santísima Trinidad que aquello era cierto. Ningún rayo lo partió ahí mismo.

El tipo del que les hablo se llamaba Billy Heart. Llevaba aquel tahúr un par de días en aquel pueblo de California, días que aprovechó para ir poniéndose en situación y confirmar que en aquel lugar merecía la pena quedarse. Su experiencia anterior fue como mínimo peligrosa así que debía escoger con cabeza, sin embargo Billy también era un aventurero de los que buscaba dar el gran golpe que le permitiría hacer realidad, ¡el sueño americano! 

Cotton Moore, así se llamaba aquel pueblo de California, era un polvorín a punto de estallar. Sin embargo, todos sabéis lo que dicen los tramperos: "a río revuelto, ganancia de pescadores", Billy era de esos, y eso es lo que iba a hacer:

La partida de la que os hablaba, era de altos vuelos: apuestas gordas y ganancias mayores. Ya se habían retirado un par de perdedores antes de poner en empeño su propia vida y quedaban en la mesa los tres más aguerridos: nuestro Billy Heart; Roland jr. hijo de Roland McDouglas, el puto dueño de las minas de plata que trajeron la fiebre a Cotton Moore; y Pete Mulligan, el dependiente de la tienda más lucrativa del pueblo. Las cartas eran repartidas con una calma que los tenía a todos de los nervios, y es que estaban todos los testigos a unos cuatro pasos para no delatar las cartas se repartían, también estaban los Moore por allí y no era menos pues aquella partida había empezado como un pique que se encargó el cabrón de Billy de azuzar hasta que todos acabaron por sentarse allí.

El barman mientras tanto limpiaba la barra, ya os podéis imaginar cómo estaba la partida, que nadie quería distraerse para probar un cuartillo de whisky.

—Toca subir las ciegas. ¿A cuánto tocaba ahora? —preguntó buscando confirmar la cifra que tenía en mente.

Allí estaba Billy. Sentado en la silla. Como de costumbre esperó a recoger sus cartas a que sus dos contrincantes cogieran las suyas y les dieran un vistazo. Al verlos sonrío, y mantuvo aquella fachada hasta que se hubo asegurado que ambos le habían mirado.

Llevó sus dedos primero al fajo de billetes que tenía desperdigado sobre la mesa y entonces escuchó las palabras de Mulligan. Sonrío y su mano continúo el movimiento hasta el chato baso de whisky. Lo cogió y le dio una vuelta, olisqueando aquel bebedizo al que el barman tenía la valentía de llamar whisky.

- 20 - Dijo secamente levantando el cuello y revisando el montón de dinero delante de sus dos oponentes. - No será demasiado, ¿verdad? - 

Fue entonces, exactamente en ese momento cuando levantó las esquinas de sus cartas, observando  aquella jugada. Tres jotas un ocho y un dos. No era una mala jugada... para una primera ronda. Allí y ahora probablemente iba a tirar los 20 dólares. Pero todo formaba parte del juego. Si no le fallaba la cabeza tanto Mulligan como Junior habían registrado que con aquella mano volvía a mirar sus cartas por una evidente falta de confianza en ellas.

Aquello le serviría más adelante. Estaban en las rondas finales... ahora comenzaba el juego.

Al levantar con suavidad la esquina de sus cartas Mulligan se delató con una mueca de decepción que ocultó rápidamente pero ya era tarde. El tiburón Heart había olido la carnada y sabía por dónde apretar. Por su parte Roland mantuvo un perfil más bajo. 

Las apuestas subieron para pedir cambio de manos y el asunto mejoró algo para Billy, seguía teniendo trío de jotas pero sus dos cartas eran más altas que el ocho y el dos. Antes de pensar en nada Mulligan se lanzó a subir las apuestas para hinchar las ciegas. Billy olía su sangre e igualó la apuesta, el joven barbilampiño de Roland sin embargo, optó por salirse de la partida.

Tocaba levantar cartas.

—Joder... Menos mal que me he salido. Definitivamente has tenido una buena mano eh Billy.

—¡Joder! —maldijo al ver el trío de jotas que mostraba su rival —. A tomar por culo, me abro que no estoy para perder más pasta por hoy.

Contestó Pete levantándose con brusquedad provocando que su taburete cayese al suelo. Dio un par de tumbos como si estuviese a punto de caer en redondo hasta que finalmente logró estabilizarse. Entonces se colocó su sombrero y miró al barman para quién parecía que el negocio estaba a punto de volver.

—Apúntame lo que te debo Adam, mañana te lo traigo.

Al ver que le hacía un gesto de confirmación empezó a dirigirse al exterior en dirección a las puertas bamboleantes, con cada paso torpe que daba la vida iba volviendo al Saloon, comentando primero la partida para finalmente empezar a hablar de otros temas que se prestaban a ser convenientemente acompañados de alcohol.

—Joder, se ha lanzado con una pareja de ases pero tío... Estaba alta la apuesta —. Dijo Roland al mirar las cartas que había arrojado Mulligan furibundo antes de marcharse. No sé si los lingotazos le hicieron ver doble... Eso explicaría un par de cosas jajaja.

—Definitivamente Billy piensas a lo grande como dijiste. Me has convencido en serio. ¿Buscas curro? Porque tengo algo que vendría bien para alguien con tu coraje.

Billy dejó caer las cartas al montón justo antes de recoger los varios billetes que ahora le pertenecían. No las tenía todas consigo... pero una vez más la suerte sonreía a los valientes. Miró a McDouglas elevando su ceja derecha, parando un único segundo de recoger al escuchar lo que parecía una nueva proposición de trabajo.

- Si te soy sincero más que curro busco... - movió los dedos haciendo el símbolo del dinero - Ya me entiendes. - 

Terminó de guardarse el dinero y lo miró de nuevo. 

- De que estamos hablando y sobretodo... ¿De cuanto?

Ante aquella pregunta el chaval se abalanzó sobre su interlocutor y le sujetó la cabeza con firmeza pero sin hacerle daño, aproximándola suavemente.

—Shhhm, que están los Moore por aquí. Esos jardineros llevan tiempo amenazando a mi familia. Ganamos una pasta con la plata y nos vienen jodiendo los cabrones con que les jodemos las cosechas. Buscamos gente capaz, esto huele a guerra porque al viejo le jode que mi padre haya sido más espabilado y le haya ganado la partida así que quiere arrebatarnos la plata.

Le soltó entonces y sin alejarse añadió unas palabras más.

—De donde vienen esos dólares, puedes encontrar muchos más si te unes. Es posible que no pasa nada, pero si pasa... Nos gustaría contar con tu Colt.

Entonces se echó atrás y habló esta vez en un tono audible para cualquiera que pudiera estar escuchando:

—Pago en plata, dólares si lo prefieres. Tendría que hablarlo con mi padre pero 50$ semanales más un suplemento si se dieran las circunstancias, ya me entiendes. ¿Te hace?

Sin mediar respuesta hizo una seña a la camarera que estaba atendiendo en aquel momento otra mesa, en cuanto tuvo su atención la pidió un par de vasos de whisky.

—Para celebrar, ya sabes.

Billy sabía que si le había ofrecido 50 podría pedir por lo menos el doble, pero también era consciente de que estaban todos mirando y no estaría bien dejar en mal lugar a su nuevo patrón. Miró a la camarera y asintió con la cabeza al recibir su pequeño vaso con whisky.

- Me gustan las cosas redondas, cosas de supersticiones ya sabes. 60$ por semana y lo subimos a 100$ si se dieran las circunstancias - 

Miró a McDouglas, sonrío y levantó su vaso antes de beber nada ofreciendo un brindis a modo de acuerdo...

Por su mente no pasaba otra cosa que averiguar quienes eran los tales Moore. Sin duda ahora tenía nuevos enemigos en la zona.

—¡Estupendo, venga esos whiskazos que estamos de celebración por esa gran partida y esas nuevas amistades! ¿Dónde va la bebida, qué tiene que hacer uno para ser atendido?

—Tener un poco de paciencia Roland, que es el tiempo que tardo en ir a la barra, servir y traérselas —contestó inmediatamente la camarera.

En ese momento apareció la camarera, Tiffany era el nombre por el que la habían llamado algunos clientes según pudo haber constatado el Tahúr. Podía dar fe de que su belleza era cosa seria y seguro que más de uno estaría dispuesta pedirla matrimonio y currar el doble para que tuviera buena vida.

Depositó las dos bebidas y sin esperar a que mediase disculpa fue dos mesas más allá porque la habían vuelto a reclamar.

—Joder... Escúchame, eso sí es una mujer. Una pena que mi padre no la aprobaría. Quiere que sea del viejo continente, de sangre irlandesa ya sabes. Manías del viejo. Bueno, por los nuevos momentos —hizo amago de brindar pero como si de golpe cayese en algo, añadió algo más—, y por la partida.

—Venga, vámonos que te voy a presentar a la gente. ¡Vas a conocer el Rancho de los McDouglas!

Empezó a enfilar hacia el exterior, en dirección a las puertas bamboleantes cuando entró alguien en ese momento. Un hombre de avanzada edad, con rostro adusto que vestía chaleco y abrigo sobre el mismo. Al reconocer a Roland jr. se plantó en el medio sin dejarle pasar.

—Maldito pelirrojo, ¿cuántas veces tenemos que deciros que dejéis de desviar el maldito agua para vuestra maldita mina?. Hay días que sale negra y si la beben mis vacas mueren al poco. Id andándoos con ojo a ver si un día de estos os hacemos beber esa mierda para que sepáis lo que es bueno.

A Billy no se le pasó por alto aquella belleza que había llevado el whisky. Durante la partida había estado concentrado; en ese estado en el que nada más importa salvo, la mano, el dinero y los rivales; pero ahora. Oh, vaya que si. Sus ojos la recorrieron de arriba abajo, imaginando los trucos que haría con ella. Le guiñó un ojo antes de que se fuera, pero no hizo ni caso. Por las prisas de atender a la otra mesa, pensó Billy.

- ¡¡ Vámonos !! - Dijo bebiendo de un trago el bebedizo y levantándose junto con McDouglas.

Pensó en sacar su revolver primero, luego en colocarse al lado del irlandés y ofrecer quizá sus servicios a cambio de ese bono. Finalmente decidió esperar a ver la reacción de su nuevo patrón. Por ahora pasar desapercibido sería la mejor opción; y no era cuestión de darse a conocer tan pronto ante todo el maldito pueblo.

—¿Me estás amenazando porque tu cachorro perdió al póker¹? —resopló, sin dejar de mirar amenazadoramente al recién llegado susurró unas palabras a su acompañante antes de volver a la carga:

—Tranquilo Billy, éste no lo merece. Moore, no te creas que sólo los ingleses tenéis al ayudante del Sheriff a sueldo, así que tal vez quieras que lo hablemos fuera. Así me gusta, que te apartes —dijo al verle que enseguida se apartó, aquellas palabras estaban vacías y eran las propias de un perro.

Una vez salió al exterior tomó uno de los caballos, un mustang marrón con una mancha blanca en la cabeza y calcetines en las patas delanteras, y se encaramó a éste. Una comprobó que Heart hacía lo propio con su montura, extrajo su arma y gritó al interior del Saloon. 

—¡Viejo! ¡Supéralo, a tu muerte ésto se llamará Silver Douglas! —gritó disparando un par de tiros al aire. Entonces espoleó a su montura y enfiló hacia el rancho².

Billy no pudo sino poner un gesto de hastío al ver el comportamiento de los tiros al aire y chulería. No distaba de lo que hacía él durante las partidas, pero en esos momentos fuera de la mesa donde la vida de uno estaba más pendiente de un hilo no le agradaban aquellas actitudes.

Tras montar y ver como McDouglas iniciaba el camino Billy saludó a los presentes que habían salido al exterior del saloon negando con la cabeza y tocándose el ala delantera de su sombrero. Seguidamente inició un suave galope hasta que se puso parejo con Roland.

El camino fue silencioso, Roland farfullaba viejas rencillas con los Moore que a Billy tampoco le interesaban demasiado, aunque ponía en evidencia el motivo de la rivalidad. Cruzaron el pueblo, dejando atrás primero el banco, el pequeño local del servicio postal que tenían en el pueblo, la comisaría del sheriff  y por supuesto la pequeña casa donde las damas de la noche ofrecían sus económicos servicios.

Tras un período indeterminado de tiempo en el que Billy se dedicó a observar el árido paisaje hasta que finalmente apareció la valla de madera que delimitaba el rancho de los McDouglas. Desde allí se podía ver las tres edificaciones que lo componían. La primera y mas grande era sin duda el granero. Después se encontraba la vivienda. Una casa de dos plantas y una buena cantidad de ventanas. Finalmente una pequeña caseta donde probablemente guardarían los utensilios de trabajo más caros.

- Bonito lugar - Dijo Billy, observando también el pozo alrededor de donde dos jóvenes canes corrían jugueteando. Otro claramente más viejo descansaba en el porche de la casa. Un poco más alejado pudo observar una buena cantidad de terneros que los miraban con la curiosidad que una gato mira cualquier cosa que ocurre a su alrededor...

—¡Ya estoy aquí! —gritó dando el aviso al llegar, un par de personas le saludaron a las que le devolvió el gesto. 

Decidió entonces Roland, dirigir a la nueva incorporación por varios pasillos hasta que llegó donde estaba su padre Roland senior, un adusto irlandés que descansaba en una cómoda butaca mientras miraba por la ventana.

—¡Papá! Ha llegado otro forastero al pueblo, te presento a Billy Heart —dijo colocándose a su lado, éste por su parte inclinó la cabeza para ver al recién llegado—. Le conocí en la timba, pedazo partida, tenías que haberlo visto. Va a trabajar con nosotros en la mina.

—¡Bienvenido joven! —dijo levantándose y acercando su mano para estrecharla, a diferencia de su hijo, su actitud era pausada y serena.

—Empiezas mañana, tenemos unas máquinas que aprovechan la presión del agua para ayudarnos con la extracción de la roca. Tú te encargarás de una de ellas, mientras que otros estarán filtrando el agua para sacar toda la plata— suspiró y metió su mano en el bolsillo de su chaleco interior extrayendo un reloj de bolsillo de superficie dorada.

—Es la hora, hay que moverse Junior. Que paren los trabajos por hoy, además hay que comprar aceite que acabo de descubrir que se ha terminado... Y unos puros ya que bajas.

—Señor Heart, usted quédese esta noche con nosotros. Mañana le enseñarán dónde se podrá hospedar los próximos días. Voy a decirle a mi esposa que hable con el servicio para que te preparen un baño que estoy seguro de que desearás quitarte el polvo del camino.

Billy dio la mano a aquel hombre, pero se le quedó mirando sorprendido al escuchar cual sería su trabajo. Tenía en mente algo menos físico. Quizá pasear para velar por que todo estuviera en orden y si se terciaba pegar algunos tiros al aire para asustar a alguno de esos Moore. Incluso quizá podría aprovechar para desplegar sus encantos con alguna de las hermanas de Roland... aunque hasta ese momento no había visto a ninguna mujer en la hacienda.

Billy miró a Roland levantando una ceja, pero sin decir nada por ahora. Ya hablaría con él cuando no estuviera su padre. Por ahora tenía cama, comida y seguramente bebida gratis. No era poca cosa...

- Muchas gracias señor McDouglas, le agradezco su hospitalidad - Dijo de forma educada - Y sin duda ese baño será más que reparador -