Partida Rol por web

El sol ya caía, y su cercanía con las altas y puntiagudas copas de los árboles que poblaban el bosque de Uranthor anunciaba que en pocas horas su luz se extinguiría, abriendo a vuestros ojos el hermoso manto de estrellas que todas estas noches de viaje os había acompañado y alumbrado en vuestro camino hasta Reeilar.

Desde la colina en la que os encontrabais podíais ver que aquel pueblo estaba a pocos kilómetros de vuestra posición. A vuestra mente acudió la reunión con el propio Ferdon Lacly en persona.

- Esta es una misión de vital importancia para Gorgol - Os dijo casi al comienzo de la conversación - Si estáis aquí es porque; o bien me habéis servido con eficacia, o bien lo habéis hecho con algunos de mis consejeros más fieles y de máxima confianza - Quizá detectaseis la mirada de aquel que os reclutó para el encargo, quizá alguna de esas miradas fueran de orgullo; puede que de temor ante la responsabilidad que dejaban sobre vuestros hombros; no tanto para con Gorgol, como afirmaba el rey; sino con ellos mismos y sus influencias en la corte. 

- Esto - Dijo señalando el sobre cerrado con el sello real - Esto es posiblemente lo que defina el futuro de todos nosotros de aquí a unos meses. Es una misiva dirigida a los elfos del bosque de Uranthor. - Recordáis perfectamente como nada más pronunciar aquello levantó su mano haciendo un aspaviento y negando con su mano y cabeza - Que no vengan a vuestra mente los cuentos e historias de trovadores y juglares. Existen, son reales y los necesitaremos a tenor de los acontecimientos venideros... - 

La conversación no fue muy larga; aunque quizá un poco pomposa. En ella que quedó claramente remarcada la vital importancia del encargo, la gran recompensa en monedas de oro a vuestro regreso y la fama que os otorgaría el propio rey en una carta de su puño y letra; una para cada uno. El resumen era claro y sencillo. Viajar hasta Reeilar; entrar al bosque de Uranthor, encontrar a los elfos, entregar la misiva y volver con una respuesta.

Una suave brisa os devolvió a aquella colina. El pueblo de Reeilar era más grande de lo normal, al menos para lo que eran los asentamientos de la zona. Había una gran edificio central que destacaba sobre los demás; de su chimenea salía una columna de humo que se alargaba hacia el cielo y que poco a poco se iba difuminando hasta hacerse una con el firmamento. Sin duda sería la taberna "El Árbol de los Deseos". Todas las calles conducían a aquel lugar. Había además una buena cantidad de casas más pequeñas a su alrededor; algunas con chimeneas encendidas, otras apagadas. El bullicio de las calles llegaba en forma de susurro hasta donde os encontrabais, traído por un agradable viento que os daba la bienvenida....

Desde donde se encontraba podía disfrutar de una buena vista del pueblo de Reeilar, la primera etapa de su viaje.

Había sido toda una sorpresa ser convocado por Ferdon Lacly a la capital. Recordaba haber realizado alguna pequeña misión para él, pero casi siempre las había previsto con antelación ya que, a fin de cuentas, había servido como explorador del reino muchas veces.

Esta misión no se diferenciaba de las que ya le habían encomendado. Entregar un mensaje, localizar y capturar un forajido o un animal salvaje, obtener información de algún paraje remoto eran misiones comunes y que, por lo general, requerían poco trabajo. Ometar amaba los bosques y la soledad que le proporcionaban y en ese aspecto era feliz con su trabajo.

Pero éste era muy atípico. De primeras se había formado un grupo de cuatro. Ometar estaba acostumbrado a ser un lobo solitario y normalmente evitaba ir con más gente ya que generalmente solo le ocasionaban retrasos. Además, había que localizar a los elfos... ¿elfos?.

En todo el tiempo en el que Ometar había ejecutado sus misiones jamás se había cruzado con uno. De hecho, la mayor parte de la población, él mismo incluído, consideraba los elfos como una figura del pasado, algo extinto que solo aparecía en los libros de historia.

En fin... la paga era buena y el trabajo no parecía complicado. Echando un vistazo a sus compañeros, sus ojos expertos podían comprobar que eran gente muy válida. Posiblemente eran tan buenos en lo suyo como él mismo lo era, o incluso mejores.

Hecha la primera parte del viaje quedaba llegar a la posada y tomar un merecido descanso antes de internarse en el bosque a buscar los elfos. Continuó caminando junto al grupo sin decir una palabra.

Esperaba que Ferdon Lacly no estuviera equivocado y hubieran elfos a los que encontrar.

De nuevo la luz se iba extinguiendo en el horizonte, pero esta vez podrían descansar en alguna taberna. Grimwald, a diferencia de algunos de sus compañeros detesta dormir a la intemperie, en un suelo de tierra y con tantos sonidos amenazantes en los bosques. 

No se sorprendió cuando el Rey le convocó a la misión, pues bien conocidas son sus dotes para la diplomacia y nobles y señores han depositado su confianza en él varias veces. No, lo que le sorprendió fue el contenido de la misión, desde luego no es algo que se hubiera imaginado. ¡Elfos! Eso le excitaba, puede que incluso más que el dinero, por ver elfos cruzaría todos los bosques que hicieran falta. No sabía nada de ellos, salvo las historias para ambientar festines, y dudaba que fueran ciertas. 

Entendía que el encargo era muy delicado y se sentía orgulloso de ser la primera opción del Rey para esta singular tarea. Además, Grimwald sentía que estaba en buenas manos pues durante estas noches se iba percatando del grupo con el que iba viajando y parecían muy preparados para cualquier ocasión. 

Entre sus dedos sujetaba una monada con la que estaba jugando.

-Es hora de ir a la taberna y mañana planear el siguiente tramo de nuestra misión: internarnos en el bosque de Uranthor.

Tras un viaje relativamente cómodo y bastante tranquilo - hasta casi el aburrimiento en opinión de Wrugger parecía que tenían la primera etapa de su misión al alcance. El bosque de Uranthor les esperaba impasible. No podía ser de otra manera, era un bosque, no un ente pensante con actitudes propias como las personas.

- Bueno, pues ahí está. Me refiero al bosque, no a la posada - añadió mirando a Grimwald.

Conocía a Grimwald de verlo en la corte junto a su padrino, aunque nunca hasta este viaje había hablado con el. Wrugger era más lo que llamaríamos un tipo de acción, un ejecutor de órdenes. Mientras que Grimwald, aunque no le había parecido mal tipo en estos pocos días que llevaban juntos, era más de dejarse ver por la corte y a menudo en el mismo círculo -en segundo plano, claro está - que Osvhald.

Sí, el mismo Osvhald que le proporcionaba el sustento, que había recomendado a Wrugger al rey asegurando que sabía ser expeditivo y llegar hasta el final para cumplir las órdenes. Y el mismo al que había servido bien hasta ahora, aunque nunca en misiones encargadas por el mismo rey. Esperaba ser digno.

- Pero creo que sí es a la posada donde deberíamos dirigirnos. cenemos algo caliente y veamos como son las mujeres locales y si han visto alguna vez elfos o también gente de la capital.

Bajando la colina ya, arengó a Harald y a Ometar.

- Fijaros al pasar quien puede trabajar en los bosques para pedirles indicaciones. Igual tienen hasta una guardia forestal por el tamaño del lugar.

Lo que quedaba de camino hasta el pueblo lo hicisteis con ánimos renovados. La perspectiva de dormir en una cama mullida, con el estómago lleno de una buena comida caliente y quizá un buen vino o una cerveza era maravillosa. Incluso se diría que mientras los últimos rayos de sol pintaban el cielo de colores anaranjados y fugaces destellos rojos aumentasteis el ritmo que habíais llevado estos días.

Para cuando llegasteis a Reeilar, la noche ya se había adueñado del cielo y las estrellas y la luna iluminaban junto con las antorchas aquel pueblo. Un pueblo lleno de vida para vuestra sorpresa. La gente caminaba por la calle, algunos algo achispados andaban seseando agarrándose donde podían para no caer, otros simplemente hablaban entre ellos amigablemente comentando trivialidades del día.

Lo que primero llamó vuestra atención, o mejor dicho vuestro sentido del olfato; fue el delicioso olor que sin duda provenía de aquella posada; "El árbol de los deseos". Desde lejos parecía más grande que el resto de las casas, pero no era hasta que no estuvisteis  frente a ella que os percatasteis de su tamaño. La planta baja parecía un gran salón, y sobre ella se alzaban dos pisos llenos de ventanas, la mayoría con las luces apagas. Varias ventanas abiertas de la planta calle permitían escuchar que en el interior una hermosa melodía sonaba acompañada por una dulce voz.

Un rápido vistazo al interior os mostró la gran sala que era. Una hoguera mantenía caliente un gran caldero. Había bastantes mesas, casi todas llenas de gente que atendía en silencio la actuación de aquella mujer. Era delgada y de cabellos rojizos. Tocaba un instrumento de cuerda a la par que cantaba mientras se balanceaba ligeramente al ritmo de la música.

En la barra, el posadero aprovechaba el momento para con cuidado de no hacer mucho ruido limpiar algunas jarras y preparar algunos platos de lo que aparentaba ser un delicioso cordero con miel y verduras.

La posada estaba en la misma plaza del pueblo. Frente a ella se encontraba una casa también de buen tamaño, probablemente sería el alojamiento del alcalde. De allí salían varias calles hacia diferentes direcciones. Una hacia el norte, dos hacia el este, una hacia el sur y la del oeste, que era por la que habíais entrado.

Harald seguía al grupo... sus andanzas le habían llevado hasta allí por su maestría, poco podía contar de su vida que no fuera batidas echas junto a su señor que en honor siempre le dejaba instruirse en el castillo como si fuera un soldado más. Ahora estaban en una posada de un pueblo, a Harald no le gustaba aquello pues suponía gastos que él no tenía. Miró a la muchacha tocar y sonrió en aquel ambiente aunque le hubiera gustado no estar en una misión. Después se encaminó al posadero y le preguntó: - Señor vamos de paso no disponemos de dinero somos viajeros, ¿hay hospitalidad en esta posada para pasar la noche?

EL largo día llegaba a su fin y ya tenían el merecido descanso al alcance de su mano. La posada tenía un aspecto mucho más que recomendable, lo que agradaba sobremanera a Ometar. Escuchó a uno de sus compañeros preocuparse por el gasto que una estancia aquí les podría acarrear.

- Tranquilo, - respondió - en estos casos el estado acostumbra a cubrir este tipo de gastos, siempre y cuando seamos moderados con los mismos. Prometo ser moderado, pero en absoluto tacaño.

Observó los platos de cordero con miel que el posadero estaba repartiendo. Ciertamente uno de esos y una buena jarra de cerveza era más que suficiente para él. Por otra parte una agradable melodía acompañada por una dulce voz femenina acompañaba el ambiente de la posada.

El cielo no debería ser algo muy diferente a esto.

Se adelantó ligeramente a sus compañeros y seleccionó una mesa no muy lejos de donde la muchacha cantaba su dulce melodía e hizo un gesto a sus amigos y otro al posadero.

- Si cenamos pronto aún tendremos un buen rato para dar una vuelta por el pueblo o conversar con los paisanos en la posada. - Ometar casi susurraba, no queriendo interrumpir el dulce canto - Propongo reservar nuestras habitaciones y cenar ya.

En cuanto el posadero se acercó, le indicó igualmente en voz baja.

- Necesitamos habitaciones para pasar la noche, somos cuatro - a él personalmente le daba igual habitaciones individuales, dobles o comunales, se adaptaba a cualquier cosa - y para mi será un plato de cordero de esos y una pinta de cerveza.

- ¿Vais a pedir? - Una vez hecho su pedido, Ometar se recostó ligeramente sobre la silla mientras disfrutaba del canto de la muchacha.

Wrugger se aposentó junto a Ometar, aunque más bien de lado al escenario.

- ¡Que canción tan melancólica para una taberna como esta! Espero que la cosa vaya a más y podamos pasar un buen rato * - dijo en voz alta, ignorando las miradas de algunos parroquianos.

Echó un vistazo alrededor, evaluando a los clientes. Buscaba gente que acudiera frecuentemente al bosque, incluso trató de escuchar algunas conversaciones de cacerías o trabajo con leña.

- Para mí lo mismo, pero tenme preparada otra pinta porque pienso beberme la primera de un trago. - dijo al posadero al escuchar a Ometar

Tras dar buena cuenta de la cena y localizar en una mesa cercana a un par de trabajadores pobres, que habían pasado el día en el bosque a juzgar por el barro de sus botas y las agujas de pino que había aún en sus toscos pantalones miró lo que bebían y pidió tres en la barra.

- Buenas noches compañeros. Dejadme invitar a una ronda, pues voy a pediros un pequeño favor. - sin esperar respuesta se sentó en la tercera silla y bajó la voz, inclinándose hacia adelante.

- Veréis, vengo de la capital y mi patrón, un hombre rico pero caprichoso ha tenido una absurda idea. Resulta que ha leído de más y ahora está obsesionado con los elfos. Yo particularmente dudo hasta de que existan, pero no me ha contratado para pensar, sino que me ha pedido, ¡¿Podéis creerlo?! Que le encuentre algún objeto de artesanía élfica, alguna prenda de vestir, o incluso alguna historia si no hay nada mejor...

Hizo una pequeña pausa, cogió la jarra y apuró la mitad de su contenido esperando a que asimilaran lo que acababa de decir para continuar.

- Yo no soy muy listo pero si trabajáis en el bosque podréis ayudarme, contarme alguna pista de donde encontrar rastros élficos. A lo mejor hasta habéis visto alguno. ¿Que me decís?

Por fin un lugar en el que Grimwald se sentía más a su gusto. En cuanto posó su culo en una silla y pidió su pinta de cerveza, sacó un cuaderno que llevaba consigo a modo de diario. Se dispuso a relatar el día acabando con un dibujo de la taberna, cual faro iluminado en la noche. El ambiente no era como en las grandes ciudades, aquí se respiraba tranquilidad, había ajetreo si, pero la gente parecía en paz. La música sonaba, la comida se cocía, todo como debe ser.

-No estoy muy seguro de qué perfil deberíamos adoptar por aquí, nuestro encargo es secreto. -dijo mientras veía a Wrugger dirigirse a otros campesinos.
Volvió la vista a su diario y le dijo a Ometar: -Quizás deberíamos fingir todos que solo buscamos pistas sobre elfos para entretener a nuestros señores. No sé hasta qué punto los asuntos del Rey inportan aquí.

Grimwald cerró su diario, tomo un trago de cerveza y empezó a fumar de su pipa larga.

Ometar atacaba sin piedad su plato mientras la primera cerveza llegaba a su final, con un gesto de la mano pidió otra al tabernero.

- Siempre es bueno ser discreto, pero también necesitamos obtener información. Las leyendas locales suelen ser una buena fuente de información.

EL tabernero llegó con la nueva pinta y la situó en la mesa al lado de la que ya había acabado. Ometar sacó una moneda y se la ofreció.

- Por favor, dele esto a la dama que está cantando junto con una petición. Me gustaría que pudiera interpretar alguna canción que hable de los bosques y las gentes de este lugar. Me crié en un sitio como este y siempre me ha agradado conocer las leyendas locales.

En cuanto el tabernero se retiró, guiñó un ojo a sus compañeros.

- Veamos que nos cuenta.

Reanudó su ataque sin piedad sobre el plato y la nueva pinta.

El posadero tomo buena cuenta de las peticiones y las atendió con presteza, sirviendo a cada uno un plato de comida con una abundante ración junto a las bebidas solicitadas.

- Disponemos de las habitaciones que deseen. Mandaré preparar una para los cuatro si les parece bien. En la segunda planta. La número 3. Cuando esté lista les acercaré la llave - 

Os dedicó una sonrisa y se retiró a la barra a seguir con su quehaceres después de comentar algo a una mujer que se fue por las escaleras hacia la planta superior.

Weugger fue el que cargó con la iniciativa, y tomó asiento junto a unos hombres que no parecieron demasiado contentos con su interrupción. No obstante cuando llegaron las bebidas parece que su disposición a la charla cambió considerablemente. 

En ese momento la muchacha terminó su canción y miró a Ometar dedicándole una amplia sonrisa junto con una reverencia de la cabeza. Colocó sus dedos sobre las cuerdas y comenzó a cantar una nueva canción.

El cambio del tono se notó enseguida, pues el ambiente de la posada pasó a ser mucho más distendido, las conversaciones volvieron a su tono habitual, y aunque se escuchaba la canción perfectamente, también lo hacían las conversaciones. La nueva canción hablaba de una muchacha llamada Sera que se adentró en los bosques una noche de luna llena. Corría sumida en la tristeza, pues había visto a su amado Carl con su hermana. A pesar del comienzo, que era eminentemente triste, el tono de la canción era alegre. Pronto cobró sentido. Sera pasó perdida en los bosques más de dos semanas, hasta que una mañana, al alba, apareció caminando sumida en un estado de desorientación profundo. Iba cubierta de las joyas más hermosas que nadie había visto y lo único que decía era que había estado con los elfos en sus hermosas casas en los árboles, uno especialmente apuesto había intimado con ella y había olvidado por completo a Carl. Su rostro era felicidad; y aunque su viejo amado intentó volver con ella, Sera nunca lo quiso. La canción terminó relatando como, cada determinado tiempo, volvía a desaparecer en el bosque unas cuantas semanas, volviendo siempre de la misma forma que la primera.

Mientras tanto, el humo de la pipa de Grimwald se unía al del resto de los fumadores del local, y curioso escuchaba como avanzaba la conversación de Wrugger.

- Jajaja - Los tres se rieron al unisono al escucharlo, pero fue el de más edad de los tres el que tomó la palabra - ¿Es la primera vez en Reeilar verdad? - Golpéo con firmeza el homoplato del matón. - Si queréis ver a un elfo solo tenéis que ir a la cabaña del viejo Eli´r. Suele acostarse pronto, así que tendréis que ir por la mañana. - 

El más joven negó cuando preguntó por los rastros - Lo siento señor, pero no nos adentramos demasiado en el bosque. Para la madera que necesitamos solo lo bordeamos. De todos modos es Cod el que sabe más historias. - Dijo señalando con la barbilla al posadero - Al fin y al cabo es aquí donde vienen todos los que se adentran en los bosques en busca de los elfos. Y donde cuentan sus historias a la salida del bosque - 

Asintió a Omerta y le siguió viendo como reservaba mesa y habitación y pedía la cena, Harald le secundó diciendo que pedía lo mismo mientras se dejaba llevar por el canto de sirena de la mujer. Harald escuchó con atención la nueva canción, era increíble pero esa mujer sabía del bosque y de los elfos. Cuando terminó Harald aplaudió y se levantó para hablar con la mujer... - Señora déjeme agradecerle por su historia en el canto me ha entrado la curiosidad, ¿qué tal una copa de vino y se sienta con nosotros para contarnos más del bosque y de los elfos?

Al término de la canción, Ometar aplaudió la dulce interpretación de la muchacha. Harald ya le estaba ofreciendo un asiento en la mesa, Ometar sonrió a la muchacha mientras secundaba a su compañero.

- Por favor, señorita, permítanos invitarla. Es lo mínimo ante la historia que tan gentilmente ha interpretado.

Grimwald miró con observación los movimientos de sus dos compañeros, intentando cortejar a la señorita de cabellos rojizos. 

-Mmm- gruñó para sí- que forma de desperdiciar el dinero.

Se acercó a la barra, junto al posadero, soltó las monedas correspondientes a su pedido y le dijo: 

-Disculpe buen señor, dicen que usted conoce historias sobre los elfos del bosque y también un tal Eli'r. Ya habrá notado que tenemos cierto interés en conocer esas historias, y qué de cierto hay. 

En verdad, Grimwald solo hacía tiempo hasta que les preparan la habitación, la verdad es que se sentía cansado y no le importaba subir y sumirse en un reparador sueño mientras la mujer seguía cantando

Los tres hombres que hablaban con Wrugger se terminaron sus jarras y puesto que aquel hombre parecía no tener nada más que decir se levantaron agradeciendo la invitación y marcharon. 

- Mañana tenemos que madrugar de nuevo amigo. Gracias por las copas pero nosotros nos vamos a descansar - 

El posadero por su parte se encontraba secando una de las jarras que habían sido devueltas por los parroquianos. Miró a Grimwald y asintió con la cabeza.

- Todo el mundo conoce a Eli´r. Es un viejo elfo que vive en una cabaña a las afueras del pueblo. Antes del bosque - Dijo dejando la jarra bajo la barra y cogiendo otra mojada para seguir secándola - Si, mucha gente viene al pueblo a probar suerte como ustedes, pero hasta ahora nadie ha vuelto habiendo encontrado a los elfos - Negó con la cabeza, y se agachó para susurrarle al oído. - Algunos pocos aparecen por la noche o al amanecer semanas después de adentrarse, perdidos y desorientados... y sin recordar nada. Otros afirman haberlos encontrado, pero cuando les preguntas no son capaces más que de decir cosas como... son hermosos, o me prohibieron hablar de ello. Memeces para conseguir algo de fama y sacar los cuartos a los pobres diablos como ustedes. No se dejen engañar por ellos -

Dejó la jarra seca junto a la otra y la mujer bajo. - Ya está lista la habitación 3 querido - El hombre asintió y recogió la llave de la mujer para dejarla sobre la barra a mano de Grimwald. - Se sube por allí - Dijo señalando las escaleras. 

- Si van a adentrarase en el bosque tengan cuidado, últimamente algunos que lo intentan salen a los pocos días días diciendo que los elfos se han vuelto violentos. Y que los atacan, les roban y los mandan de vuelta. -  Tras eso, el hombre se dio media vuelta y cogió un plato limpio que llenó con más cordero. Salió de la barra y lo llevó a otra mesa.

La posada aplaudió cuando la joven terminó. Agradeció con una reverencia a su público mientras guardaba el instrumento en una vieja funda de cuero duro. Se acercó a la barra y recibió algunas monedas además de algunas palabras y una sonrisa del posadero. Entonces se acercó ante la invitación de Harald.

- No es necesario, además. Todas las historias que se de los elfos son solo canciones y cuentos - Dijo la joven mujer. - Mañana tengo que ir a ayudar a mi madre con la panadería y no debería quedarme más. Es tarde - Sonrío levantándose de la mesa.

- Muchas gracias por su generosidad - Dijo sin perder la sonrisa y preparandose para marchar.

Wrugger se acercó a la barra cuando los hombres se levantaron. Se colocó junto a Grimwald, pues le pareció que hablar con la cantante sería excesivo, ya tenía demasiada compañía. Escuchó las palabras del posadero y repitió un gesto de sorpresa al escuchar que había un elfo viviendo en el pueblo.

Cuando pudo comentó con Grimwald en voz baja...

- Vaya, llegamos pensando que los elfos serían escurridizos, casi leyendas y resulta que aquí son bastante populares. Yo creo que Eli'r debe ser una especie de exiliado o renegado. Tendremos que tener tacto al hablar con él.

También le sorprendía que los elfos parecían haber cambiado de actitud, de protegerse mediante ocultación y discreción a mostrarse violentos.

- Vaya, no sé si es propio de los elfos- dijo al posadero - comportarse violentamente. ¿Sabe si han recibido algún ataque? Sería una mierda que ya estuvieran cabreados encima de tener que darles la misiva*. No sé lo que tiene pero igual les cabrea más.

- Sí, realmente es tarde. - sonrió Ometar a la muchacha sin insistirle demasiado - Muchas gracias por su interpretación.

Se levantó y se acercó a los compañeros que estaban con el posadero. Ciertamente habían avanzado bastante confirmando la existencia de los mismos, de hecho había uno viviendo en el pueblo.

- Creo que mañana, antes de internarnos en el bosque, sería una buena idea visitar a ese Eli'r a ver si nos puede dar una pista. Por mi parte, es hora de retirarme. Mañana será un día intenso, sería buena idea no trasnochar mucho.

Pero será bocazas! Grimwald no pudo evitar poner una mueca en su rostro al escuchar a su deslenguado compañero nombrar la misiva. Se supone que es una misión secreta!

Rápidamente, Grimwald tomó la llave que le dejó el posadero y agarrando del brazo a Wrugger intentó hacer que se callara.

-Bueno ya es tarde! No sabes lo que estás diciendo, se nota que hace tiempo que no disfrutas de una buena cerveza. Gracias por todo señor- hizo un amable gesto hacia Cod- Nos retiramos a descansar. 

Acto seguido comenzó a subir las escaleras, acompañando a Omertar.

-Si, será mejor que le hagamos una visita a ese Eli'r. No quiero más sorpresas de las necesarias cuando entremos en el bosque. Más vale ir precavidos.

Grimwald se dirigió a su cuarto.