Partida Rol por web

Wrugger no quería irse aún. No era por la fiesta, pero es que estaban en el lugar donde más rápido podían obtener información. Mientras quedara gente con la que hablar sería interesante.

Antes de que Ariel saliera de vuelta a casa se dirigió a ella y le pidio:

- Si eres también panadera y la mitad de buena que cantante, mañana pasaremos a buscar algo para el viaje. El bosque nos dará hambre.

Cod os hizo un gesto con la cabeza a modo de despedida. Ariel le dedicó una sonrisa a Wrugger asintiendo ante la idea de ir a por un poco de pan antes de ir al bosque. Lo que os llamó la atención es que una pareja de hombres, sentados en una esquina con poca iluminación os miraban fijamente. No retiraron la mirada cuando se dieron cuenta que los visteis. Tan solo bebieron un largo trago y luego parece que volvieron a sus cosas. Os percatasteis también que iban armados. Portaban sendas espadas ocultas bajo sus ropajes[1]. 

Grimwald, Harald y Ometar subieron a la habitación, mientras Wrugger se debatía entre quedarse quizá encontrando algo más de información y subir a la habitación, para comenzar el día descansado y con todas sus fuerzas.

La habitación era grande, había dos literas pegadas una en cada pared, y varias sillas al rededor de una pequeña mesa circular. La ventana, también grande daba a la calle principal; y tenía unas buenas vistas a la misma y los edificios de enfrente.

- Gracias, me comprometo a acompañarla a su casa, mientras quédese un poco más y cuénteme algo de vos, y de sus historias y canciones, parecen sacadas de un bardo, ¿donde la escuchó? No se preocupe, soy un ágil luchador y no tendrá mejor acompañante hacia su casa tampoco estaremos mucho tiempo solo lo que dure una copa. 

Le sonrió con un rostro amigable.

Ometar subio las escaleras sin mirar atrás ni preguntarse quien iba a dormir y quien no. La experiencia le había enseñado a no desperdiciar ningún momento de descanso y menos si era en una cama.

Eligió una de las literas y se situó en la cama de arriba. Se quitó la ropa, se acostó y al cabo de un rato ya estaba profundamente dormido.

Los demás que hicieran lo que quisieran.

- Oye, Cod, ¿quienes son aquellos que parecen tan interesados en nosotros? En realidad lo que más me llama la curiosidad es porqué van impunemente armados dentro de tu taberna.

Al estudiarlos un poco más vi que seguían sin apartar la mirada, así que decidí que lo mejor era preguntarles a ellos directamente:

- Y también ponles un par de lo que estén bebiendo.

Cuando el posadero les hizo llegar las bebidas, les hizo un gesto como para que se acercaran.

Para cuando Harald quiso darse cuenta Ariel ya había tomado la decisión de irse sola. 

- O, muchas gracias. Pero mi casa está justo en frente. Además, ¿Quien me dice que no es de usted de quien debería de protegerme?- Una sonrisa pícara surgió en su rostro. Dió media vuelta y levanto la mano a modo de despedida tanto para ti como para el resto de la posada.

- Son guardaespaldas - Dijo sin mirarlos. - El bosque es peligros estos días y ofrecen su protección a quienes la solicitan. Suelen venir a la taberna a ver quien puede estar interesado en dar un paseo por el bosque o adentrarse en él varios días. Y respecto a las armas. Ustedes también portan sus armas. No es ilegal mientras no las usen aquí dentro - Se encogió de hombros y al ver que los hombres se acercaban se marcho, dejándoos solos para hablar de negocios no sin antes poner sendas jarras de cerveza.

Los hombres se acercaron. Tomaron la jarra y se bebieron la mitad de su contenido de un trago. 

- Una moneda de oro al día - Dijo el más grande de ellos sin dejarte decir nada. - No es negociable y no os recomiendo entrar a buscar a los elfos sin protección. El bosque no es seguro. - 

La noche pasó tranquila, el ruido de la posada fue descendiendo poco a poco y finalmente quedó en un silencio tan solo roto por los ocasionales ronquidos de los diversos huéspedes del lugar. El olor a pan recién hecho entró por la rendija de la ventana, y el calor de un radiante sol os despertó como la caricia de una mujer...

Ometar se despertó temprano, había dormido profundamente y ni siquiera había sido consciente de cuando habían llegado el resto de compañeros.

Bajó de la litera sin hacer mucho ruido, aunque era bueno madrugar y aprovechar bien el día. Al fin se decidió y despertó al resto del grupo.

- ¡ Arriba, gente ! - gritó con una sonora carcajada - Si queremos ver al elfo ese antes de internarnos en el bosque, hemos de bajar ya a desayunar. Además, sería una buena idea pasar por la panadería de la cantante, Ariel, a ver si recuerda alguna leyenda más y de paso compramos algo de comer.

Sin esperar a nadie, tomó su ropa y se dispuso a asearse para desayunar.

Grimwald estaba despierto cuando Omertar empezó a levantar a sus compañeros. Estaba imaginando como serían esos elfos, pues parece que realmente existen. Por otro lado se temía el tener que entrar en ese bosque, no es su terreno predilecto.

-Venga muchachos, haced caso. No hay que perder tiempo. - Se calzó sus botas, agarró su bolsita de monedas, balanceandola en el aire, conocía el peso exacto que debía tener. Una vez satisfecho dijo: -Y por favor, no malgastéis el poco dinero que tenemos, no sabemos a cuantas personas habrá que sonsacarles información o que peajes habrá que sufrir durante lo que queda del viaje. 

Se dispuso a bajar las escaleras y sentarse con Omertar para desayunar. 

-Creo que iré primero a ver al viejo Eli'r. A mi las mujeres no se me dan tan bien.

Mientras desayunaba iba rellenando las primeras líneas en una nueva hoja de su diario.

- Creo que por ese precio no compensa, pero lo consultaré con mis compañeros. Decidme donde os encuentro mañana por la mañana.

Dicho esto se fue a la habitación a descansar tratando de no hacer ruido.

A la mañana siguiente se levantó y puso al día a sus compañeros de lo hablado con todos.

- Yo no los contrataría, pero es decisión de todos. Hablemos con el elfo ahora, pero pasemos por la panadería y si podemos llevarle algo a lo mejor nos lo ganamos.

El desayuno estaba preparado cuando bajasteis. Disponía de cerveza, vino caliente y leche de cabra recién ordeñada. Además tenía unos panes dulces que desprendían un delicioso olor.

- Directamente traídos de la panadería de Ariel. Esa muchacha y su madre son una bendición - Dijo Cod.

No había demasiada gente, pero los que estaban disfrutaban de algo de comer antes de partir a sus quehaceres. Una vez fuera se cumplieron los pronósticos de temperatura que la noche anterior auguraba. Un sol radiante lucía en el firmamento y una suave brisa hacía que ese fuera sin duda, un gran día.

La panadería de Ariel estaba en la misma plaza. Justo haciendo esquina con una de las calles. Nada más entrar os encontrasteis con la muchacha de ayer por la noche. Vestía ropas cómodas y atendía a quienes entraban. El lugar expulsaba un delicioso olor al exterior que invitaba sin duda a entrar. Dentro la temperatura aumentaba, aunque no hasta el punto de estar incómodos.

- Vaya, al final si que habéis venido. Espero que a por algo para llevar al estómago. - Señaló un buen surtido de diferentes panecillos recién horneados. Los había con mantequilla, con vino, con diferentes frutos secos y de variadas texturas. 

- Hola Ariel, nos llevaremos unos de mantequilla y un par de esos con vino. Y si tienes algunos con algo de carne también, el viaje al bosque puede ser duro y que nos mate un bicho o un elfo, pero no el hambre, jajajaja.

Metió los panes directamente en el petate, en un apartado exterior que parecía impermeable y añadió.

- Por cierto, nos disponemos a visitar a Eli´r antes de partir, para ver si nos puede ayudar en el trato con los elfos, ¿sabes? No sé si es cliente habitual y si tiene algún pan favorito, pero si sabes qué le gusta, nos gustaría llevarle algo como obsequio.

- Grimwald yo iré con vos, la verdad que la mujer me defraudó no me contó nada más de sus canciones y leyendas y se fue tan rápido que no me dio tiempo a despedirme. - Además estoy seguro que donde vive ese elfo estará en una cabaña aislada quizás alrededor halla animales salvajes, iré con vos y le ayudaré, ¿pero sabemos la ubicación exacta? 

Harald desayunó con los demás lo que le pusiera el tabernero, o pediría lo más común y barato para poder llenar el estómago y pasar el día sin debilidad.

Tomó cuatro de los panecillos sin quitar a nadie del grupo su bocado, y bebió leche de cabra evitando beber alcohol por la mañana ya que no era un borracho. Cuando el posadero elogió a la panadera, Harald asintió enseñando el segundo pan que se iba a comer tras el primero.

El grupo fue hacia la panadera antes, Harald vio el interior y se quedó mirando sus productos, - yo me llevaré un panecillo de mantequilla y otro de frutos secos en una bolsa para comerlo más tarde, gracias.

El desayuno era tan bueno como se podría esperar de la grata hospitalidad que derramaba su dueño. Ometar no se privó de nada. Acostumbrado a la vida al aire libre era hombre de aprovechar cualquier momento para comer, descansar y, en resumen, acumular fuerzas. Nunca podías saber cuándo volverías a poder comer algo.

Una vez fuera, acompañó al grupo sin mediar palabra. Sabían lo que iban a hacer y no parecía que hubiera ningún desacuerdo. Wrugger había comentado el ofrecimiento de unos mercenarios para protegerlos a lo que Ometar declinó.

- La misión es confidencial, podemos decir que buscamos a los elfos ya que parece que es bastante normal por aquí que la gente los busque, pero nada más. De hecho no me gustan nada los mercenarios, no sería la primera vez que se convierten en asaltantes, llevemos cuidado cuando estemos en el bosque.

Al llegar a la panadería, Ometar sonrió de nuevo a la muchacha.

- No solo tienes una preciosa voz sino que ademas tienes manos de angel. Ya hemos podido probar tus panecillos en la posada, muy buenos. - comentó señalando los que tenía expuestos - Me llevaré unos cuantos, variados, dejo que los elijas por mi a tu gusto.

No le preguntó nada más, estaba más o menos convencido que si pudiera añadir algo a lo que dijo la noche anterior, lo haría.

- Y lleva cuidado por el bosque - dijo ya a modo de despedida guiñándole un ojo - dice una leyenda que los elfos pueden enamorar a las chicas bonitas. - haciendo alusión a la balada que cantó en la posada.

-Estoy de acuerdo, los mercenarios podrían complicar las cosas. Tampoco sabremos si los necesitaremos o no hasta que hablemos con Eli'r. Pongámonos en marcha.

En cuanto salieron a la luz del sol, Grimwald se cegó momentáneamente. Luego recuperó la orientación y echó un vistazo alrededor. Sabía que la cabaña del viejo estaba en la periferia, pero no demasiado lejos, después de todo este lugar no era tan grande. Lo encontrarían sin problemas.

- No perdamos tiempo,- dijo mientras le preparaban la bolsa con los panecillos a Harald- Cuando hablemos con él, lo primero será comprobar que no sea un loco, y luego, ya veremos cuanta información podemos sacarle...y cuanta intentará sacarnos a nosotros. Pero me remito a lo dicho anoche, mantengamos un perfil bajo, aunque si es cierto la curiosa "naturalidad" con la que tratan el asunto de los elfos en este sitio. Nadie parece del todo sorprendido por nuestras preguntas.

Grimwald se dispuso a llegar a la cabaña del viejo Eli'r, en cuanto la localizó, fue zigzageando por las calles hasta que halló la salida de la zona principal. Escudriñó la mirada hacia todos lados hasta que localizó el lugar de interés. Se disponía hacía allí y tocar la puerta...

La joven muchacha os facilitó todo lo que pedisteis. Incluso os dio unos panecillos con unas especias hechas de flores y semillas que según ella eran los preferidos de Eli´r. Con las mochilas llenas.

Con cierto rubor sonrío a las palabras de Ometar. - Solo son canciones. Lo cierto es que además del propio Eli´r nadie ha visto un elfo en años que llevamos aquí. Y los que dicen haberlo visto no parecen saber describirlos muy bien - Se rió y le ofreció varios de los productos preferidos de la muchacha.

El camino hasta la casa de Eli´r era sencillo, una calle por aquí. Otra por allí y al final del pueblo un pequeño camino de no más de cien metros hasta llegar a una casa más bien de aspecto antiguo. Hecha de madera y paja. Con un pequeño jardín que tenía varias flores y hierbas plantadas de forma ordenada y cuidada.

La puerta de la valla estaba abierta y asegurada con un pequeño hierro. Era una clara invitación para que entrara quien quisiera. La puerta de la casa si que estaba cerrada, y una pequeña aldaba colgaba en la misma con la forma de la cabeza de un caballo. La golpeasteis y esperasteis. No tardasteis en escuchar una voz del interior.

- Adelante... esta abierto. - Era una voz experimentada, su dueño sin duda estaría entrado en años. Un tanto ronca y sin duda con cierta profundidad.

Harald se despidió de la panadera con una reverencia y dándole las gracias... siguió a Grimwald pues lo vio muy decidido y sus convicciones le resultaban firmes y certeras a Harald. Así que siguió al diplomático cruzando calles y callejuelas hasta dar con la casa del elfo que estaba en los limítrofes de la aldea. Se metió en su jardín, ya que la puerta estaba abierta invitando a pasar a cualquier viandante y se quedó mirando las plantas que tenía por si reconocía alguna... 

Wrugger se dirigió con los demás a la casa del elfo. ¡Sólo un elfo en años! La cosa pareció ponerse muy fácil por momentos y ahora volvía a parecer complicada. ¿Qué habría hecho que Eli'r viviera entre los humanos y apartado de su gente?

- Mejor será que hables tú con él - dijo a Grimwald mientras le entregaba la bolsa con los panes especiales que les había dado Ariel.

Tras despedirse de la muchacha y agradecerle la selección de panes que había hecho para él, Ometar guardó silencio. La verdad es que no tenía nada que decir, conocerían al elfo y posteriormente entrarían en el bosque.

Ometar era una persona con la que era fácil hacer amistad. Era la típica persona que no buscaba peleas ni discusiones, que iba a la suya y ayudaba a los demás en su justa medida. Se sentía más a gusto en los bosques y con la gente de las poblaciones rurales que en medio de la gran ciudad. Ciertamente estaba en su salsa en el pequeño pueblo.

Iba un tanto ensimismado caminando junto sus compañeros cuando casi sin pensarlo ya estaban en la casa del elfo.

Ometar siguió a sus compañeros a través de la cancela abierta que invitaba a entrar a la propiedad. Una voz profunda, curtida por la edad les animaba a entrar en la casa.

Dejó que Grimwald le ofreciera los panes que le traían y que tomara la iniciativa en la conversación.

Antes de entrar en la casa, Harald pudo fijarse en que las plantas y flores que había en el jardín estaban especialmente cuidadas y ordenadamente colocadas. Hubo muchas que no reconoció, aunque si las más comunes. Todas ellas tenían algo en común, se podían emplear para hacer diversos tipos de unguentos y pócimas de diversa índole; curativas, para ayudar a dormir, para reducir el dolor, ...

Empujasteis la puerta de la vivienda de Eli´r, y ante vosotros se abrió una única y amplia estancia. A la derecha había una pequeña zona en la que había varias ollas a fuego lento en cuyo interior borbotaban líquidos de variados colores. Estaba bastante limpio, aunque todo estaba repleto de recipientes e instrumental diverso. A la derecha había una mesa pequeña con dos banquetas y justo a su lado una mesa más grande y alargada con hasta 8 sillas. Al final una escalera daba acceso a la parte superior de la vivienda.

Bajando esas escaleras, a paso lento y agarrándose a la pared con una mano descendía un hombre de aspecto mayor. Sus ropas eran de buena calidad, aunque al igual que su aspecto parecían tener unos cuantos años. Su cabello y barba eran blancos, demasiado blancos se podría decir; y sin duda, lo que más os llamó la atención fueron sus picudas orejas que sobresalían por los laterales del pelo.

- Buenos días - Dijo llegando al final de la escalera. - ¿En que puedo ayudaros jóvenes muchachos?  - Su paso era pausado, al igual que sus palabras. Su voz profunda y ciertamente aquejada por el paso del tiempo que no parecía perdonarlo. 

- ¿Es pan de la joven Ariel eso que huelo? - Dijo a llegar a la mesa grande mostrando una amplia sonrisa.

Grimwald sonrió mientras dejaba la cesta con el pan en la mesa.

-Buenas señor. No nos conocemos, venimos de lejos. Soy Grimwald, un humilde escriba. Verá, tenemos cierta curiosidad por las historias de elfos, estamos recogiendo historias, ya sabe, y nos han dicho que en este bosque se les ha visto. Además el posadero nos recomendó venir a visitarle, confía en que usted nos pueda aclarar más cosas, que hay de verdad sobre la existencia de los elfos. 

Acto seguido Grimwald se sentó, y sacó su diario. Además golpeó deliberadamente su bolsita con monedas para que se escuchara, intentado hacer que el viejo Eli¡r comprendiera el mensaje de que no se irían de ahí hasta sonsacarle todo.