Partida Rol por web

Eres un fantasma que conduce un esqueleto recubierto de carne muerta hecha de los atardeceres de un millón de eones de historia perdida en busca de distracciones sin sentido ¿Qué habría que temer?

Ya hace un buen rato que el motor del coche había decidido pararse en seco en medio de esa carretera secundaria rumbo a ninguna parte. Tras barajar distintas opciones, o mejor dicho, tras descartar las pocas alternativas que tenéis en ese remoto lugar sin cobertura, os ponéis camino a Gallesvile a pie, deshaciendo con cada paso la niebla otoñal que descansa lánguidamente sobre el asfalto.

Nadie se atreve a romper el silencio de la marcha cuando divisáis a lo lejos el alumbrado de una estación de servicio.

La gasolinera está desierta. Hay 4 mangas rojas perfectamente alineadas y un par de latas de cerveza vacías en el suelo, no muy lejos de donde se encuentra el cubo de basura, como si alguien hubiera tratado de hacer puntería sin éxito.

El suelo está mojado por la humedad de la madrugada y las últimas lluvias.

Una luz azulada se proyecta des del interior de la puerta abierta de la tienda, cuyo cristal lleno de carteles antiguos y pegatinas no permite ver si hay alguien dentro.

En mitad de la noche y nos quedamos tirados.

Mi mente sigue dándole vueltas a ese pensamiento todo el camino hasta la gasolinera. No me puedo creer que nos pase esto. Decido tomármelo con más calma una vez llegamos a la gasolinera. Todo tiene solución al final.

*Voy a comprar algo.

Entro en el establecimiento, buscando a ver si encuentro algo que llevarme a la boca.

Aunque las cámaras no ayudan.

Aquella carretera parecía ir a ninguna parte, una aburrida línea recta que parecía incombustible con el paso de los kilómetros.  El silencio de la carretera inquebrantable hasta el momento, se rompió cuando el motor del coche sucumbió sin fuerza.  El camino debía hacerse a pie o al menos de momento, el horizonte mostraba unas luces, señal equivoca de la civilización.

Los 4 cainitas caminaron por la oscurra carretera mientras las luces de la lejanía se acercaban.  Una estación de servicio parecía una etapa obligada en su viaje, quizá un lugar donde conseguir un nuevo vehículo o algo de utilidad. 

Conrad asintió a Neil, mientras, el brujah permanecía fuera del establecimiento junto a la cristalera que parecía arrojar algo de luz del interior.  Echo un vistazo al interior del establecimiento por el cristal mientras disfrutaba del silencio del exterior.

Angelica duda si seguir a Neil y entrar en la tienda o quedarse esperando junto a Conrad. Está fastidiada, suspicaz de hecho, con el percance del coche. Se acerca a los surtidores con las manos en los bolsillos de la chaqueta. Se queda embobada mirando los botes de cerveza en el suelo. Le pega un fuerte puntapié a uno y lo manda al medio de la carretera. Mira hacia la aldea. La niebla no deja ver nada. Sí, parece una mala película de Halloween. Muy apropiado.

"Tendríamos que conseguir un coche", piensa. Vuelve sobre sus pasos y decide entrar también en la tienda. "Si hay alguien, puede que nos ayude", sonríe ante la escasa probabilidad. "Además, hay que averiguar dónde está el maldito sanatorio".

Pasa junto a Conrad y entra en el establecimiento.

Cuando traspasas el umbral de la puerta, por una décima de segundo tus sentidos se embotan como si se parara el tiempo, y escuchas con una definición imposible el sonido de una gota cayendo. Sientes como salpica y todo vuelve a la normalidad.

Cuando traspasas el umbral de la puerta, por una décima de segundo tus sentidos se embotan como si se parara el tiempo, y escuchas con una definición imposible el sonido de una gota cayendo. Sientes como salpica y todo vuelve a la normalidad.

Neil se dirige rápidamente al interior de la tienda y tras dudar unos segundos desquitándose con la lata del suelo, Angélica hace lo propio y sigue los pasos del primero.

La puerta a pesar de ser bastante endeble, se queja al abrirse. Al fondo del establecimiento, detrás del mostrador, un hombre mayor aparta la mirada de la pantalla que tiene delante con desinterés y se os queda viendo con los ojos celeste cansados de trabajar aunque con expresión serena.

Un hilo de humo conecta la ceniza a punto de desplomarse del cigarrillo que tiene en la punta de los dedos con las luces fluorescentes que alumbran con un incesante zumbido la desaliñada tienda que ya ha acumulado un cierto vaho de tabaco bajo el techo.

Se oyen gemidos des del televisor que queda a apenas unos palmos del rostro del trabajador. Éste no se molesta en detener la proyección de pornografía que sigue emitiendo.

El hombre no dice nada.

Tus pasos suenan con fuerza sobre el asfalto con el absoluto silencio que te envuelve. ¿Cuánto llevabas sin salir de la ciudad: Años, décadas? El viento que sopla entre las ramas lejanas y el olor que trae te recuerda que un día creciste en el campo, pero aquellos tiempos ahora quedan muy lejos.

Te inclinas un poco para que tus ojos se alineen con una franja descubierta del cristal lateral, entre un anuncio de cerrajería y una oferta de coche de segunda mano que por el color amarillento del papel debió colgarse hace una década por lo menos.

Durante una décima de segundo tus sentidos se embotan al mirar hacia el interior del establecimiento. Es solo un instante, pero escuchas en tu cabeza resonando el sonido de una gota salpicar.

El interior de la tienda esta desierto y des de tu ángulo solo alcanzas a ver estanterías con aceite de coche y tus dos compañeros cruzando el umbral. 

Echando un vistazo a la parte trasera de la gasolinera, ves un furgoneta antigua mal aparcada. No sabes si lleva allí averiada años o si realmente pertenecerá a algún vecino. 

Te quedas esperando a tus compañeros cerca de los surtidores. Dos de ellos: Neil y Angélica, se dirigen al interior del establecimiento y cruzan la puerta sin dificultad. Mientras tanto, Conrad da un rodeo por un lateral y le ves mirando a través de la cristalera.

Entonces pasa algo extraño. Solamente por una décima de segundo tus sentidos se embotan como si se parara el tiempo, y escuchas con una definición imposible el sonido de una gota cayendo. Sientes como salpica y de repente todo vuelve a la normalidad.

Aquel lugar parecía estar tan desierto como la carretera que habían dejado atrás, sin embargo la electricidad del lugar no encajaba con un sitio abandonado.

Conrad echo un vistazo a la parte de atrás mientras dejaba el interior a sus compañeros.  Una vieja furgoneta parecía dar una alternativa para el camino, siempre que aquel cacharro funcionará.

Se acercó tocando la chapa del motor para comprobar si aún estaba caliente o si aquel vehículo llevaba tiempo allí, que aquel lugar estuviera vacío no tenía ningún sentido y cuando las cosas no encajaban era mejor no darles la espalda.

Decido pillar un par de bolsas de patatas y unos refrescos.

Buenas noches - saludo cuando me acerco a pagar -. Estamos de camino al pueblo y creo que hemos debido equivocar algún cruce. ¿Se va por aquí a la calle (calle cerca del sanatorio)?

Un sonido sobrenatural perturba la mente de Angelica durante un segundo. Se para en seco y mira a su alrededor sin mover la cabeza. Se lleva las manos a la misma, con los dedos en la frente y los pulgares en la mandíbula. Levanta la mirada y ve a Neil delante del mostrador. Se dirige hacia él. Un hombre muy mayor los mira con total indiferencia entre gemidos de porno. "Un simple sorbo mataría a este hombre", se dice a sí misma, sorprendida. El hambre empieza a dar punzadas en el pecho. Han pasado varias noches desde la última vez que se alimentó. Hay problemas con los envíos. ¿Por qué se ha metido en esto en lugar de averiguar el motivo? Ya es demasiado tarde. Puede que haya que improvisar en la Caza. Al lado de Neil, con los brazos en la cadera, hacia atrás, espera la respuesta del anciano con poco convencimiento.

El hombre tarda unos segundos en responder, como si tuviera toda la noche. 

- El siguiente cruce hacia el oeste. Cuatro millas.

Deja el cigarrillo apoyado en una lata de cerveza vacía al lado de la caja

- para Galesville seguid recto

El vehículo no parece tan viejo como para no encenderse y las ruedas estan gastadas pero en su sitio. De todas formas podrías comprobar si todas las piezas están en su sitio o incluso si serias capaz de arrancarlo con un análisis más detenido*

La furgoneta aparentemente no mostraba señales de no funcionar, sin duda estaba más que usada como indicaban sus desgastadas ruedas pero si el motor arrancaba no tendrían problemas en recorres los kilómetros que restaban hasta su destino.

Conrad abrió la puerta de la furgoneta y la examinó con más detenimiento en busca de las llaves y ver si arrancaba.

"Cuatro millas. Hora y media". Angelica contrae los músculos de la boca. Se pone la mano en la frente como si le doliera la cabeza. "Es muy poco probable que este hombre nos alquile algún vehículo... si es que lo tiene". Opta por no preguntar. "Tampoco Neil ha querido revelar que estamos sin medio de transporte". Cambia el gesto y pone los dedos en el mostrador un breve instante.

—Gracias —dice y se esfuerza por esbozar una tenue sonrisa.

Mira a Neil con apremio y se gira hacia la salida.

Efectivamente encuentras la puerta abierta y el olor a tabaco de la tapicería te indica que no hace tanto que alguien ha usado ese trasto viejo. Desafortunadamente las llaves no están puestas en el contacto, tampoco en el salpicadero ni en ningún rincón del asiento. Solo cuando despliegas el para sol donde se encuentra el espejo interior, una larga llave dentada cae sobre la alfombrilla. Escuchas como en la parte delantera alguien sale por la puerta, debe tratarse de tus compañeros.

- Seis con setenta.

El hombre le cobra a Neil las patatas y los refrescos y cuando estáis saliendo por la puerta os despide con un:

- cuidado con las gotas.

mientras le da una última calada al cigarrillo.