Partida Rol por web

Este es un buen lugar, tranquilo y huele bien, voy a encender un fuego - recoge ramas y un grueso tronco, lo apila convenientemente y lo señala - Namarië tenna enomentielma! - unas chispas saltan de su dedos y prenden la hoguera. 

Lisse oloori, Laitale - Laitale relincha satisfecho y se pone a triscar hierba despreocupadamente no muy lejos del grupo.

Sonríe a sus compañeros de viaje y les invita a sentarse - Es el momento de contar historias, Aldtyr, como van las cosas por el bosque de Fangorn? tengo entendido que se perdieron algunos ents jóvenes.

Se sienta cómodamente, saca su libro y empieza a leerlo - Tranquilos, os escucho igual, sólo estoy repasando cosas básicas. De todas formas ya sabéis que no necesito dormir, así que no os molesteis en organizar guardias, descansad tranquilos, Laitale y yo vigilaremos toda la noche.

-Hummm... es una triste historia, mi querida Laurel. Muy triste. Las estrellas brillan en el firmamento, el bosque todavía respira esplendoroso y el padre invierno todavía no asoma. Una historia muy triste... hummm -Niega con la cabeza y echa un tronco al fuego, que chasca y crepita.

-Son jóvenes, sienten ira al ver disminuir las lindes del bosque. Fuego y acero oscuros. No, no el talar del leñador necesitado. No. Los viejos árboles caen bajo el hacha del orco y del trasgo que bailan en torno al fuego celebrando la muerte del bosque. Como todos los jóvenes creen poder vencer todo, se encienden rápido, carecen de la experiencia de sus mayores, desoyen sus consejos. Hummm... una historia triste.

-¿Sabéis? -Se recuesta en su enorme morral- Quisiera que el ancho mundo deparara todavía hermosas historias más temo que una mano oscura está despertando. ¿Una criatura amenazante aquí tan cerca de la Comarca?

Da una poderosa palmada.

-Hablemos de cosas más alegres. Mañana ya enfrentaremos los malos presagios. Thodak, alégranos los corazones con esas visiones de vetas, joyas y fraguas que tanto os gustan a los enanos. Nunca entenderé vuestro amor por las cosas muertas pero la alegría que despierta en vuestros corazones de piedra es contagiosa. Además, los maestros enanos me dejaron esta poca hidromiel a cambio de mi vino añejo. Servirá para calentarnos.

Tarandil, fiel a su costumbre de no perturbar con sus palabras la escasa calma que pueda haber en los parajes naturales y no interrumpir las historias de sus amigos, se queda sentado con las piernas cruzadas escuchando. Ya ha escuchado en otra ocasión la historia de los Ents jóvenes que murieron por no saber ser como los más ancianos. La naturaleza de la juventud, una naturaleza que poco a poco se escapa de la vida de Tarandil Saucealba.

El fuego del campamento calienta los huesos de Tarandil mientras espera que su amigo Thodak, quizá el más querido de todos, con su costumbre de ocultar la alegría que le inunda al recordar la belleza del hogar natal del que se marchó y la nueva vida que descubrió, en parte, gracias al amigo común de todos, el mediano Odo. Sus historias acerca de la piedra y el metal no tienen parangón por la pasión que sabe poner en ellas y el tono calmado y profundo con la que los cuenta.

Tarandil se relaja sin perder de vista su entorno, y escucha...

-Hablemos de cosas más alegres. Mañana ya enfrentaremos los malos presagios. Thodak, alégranos los corazones con esas visiones de vetas, joyas y fraguas que tanto os gustan a los enanos. Nunca entenderé vuestro amor por las cosas muertas pero la alegría que despierta en vuestros corazones de piedra es contagiosa. Además, los maestros enanos me dejaron esta poca hidromiel a cambio de mi vino añejo. Servirá para calentarnos.

- "Cosas muertas" ¡Ja! Esas cosas muertas esconden la verdadera belleza que nos ofrece la Tierra - dijo el enano espoleado por el Beórnida. - No hace falta entender nada, pues cualquier raza, por muy veneradora de vida que sea, no puede evitar estremecerse ante la majestuosidad de un mineral precioso o un filo de metal trabajado con maestría. ¡Poder y distinción! ¡Riqueza! ¡Orgullo! El honor del guerrero y la presencia del príncipe nacen de las entrañas de la montaña, no lo olvidéis - el rostro del enano se encendía de emoción. - Lo que es verdaderamente extraño es vuestra idolatría por la naturaleza y los seres vivos. ¿Qué aportan esas bestias? Algunas son útiles sí, alimentan, tienen algunos comportamientos inteligentes... ¿pero qué belleza hay en ello? Las plantas se extienden como plagas destruyendo viejas construcciones gloriosas si no se les detiene. Los animales son máquinas de comer, dormir y fornicar. Matan continuamente sin conciencia ni honor, casi como Orcos. ¿Cómo os pueden inspirar para la poesía? Oíd y os contaré temas realmente dignos del trabajo de los bardos.

Thorak comenzó orgulloso a hablar del Reino bajo la Montaña de Erebor, empezando por el hallazgo de la Piedra del Arca, que ya había relatado mil veces con el mismo ímpetu, siguiendo por la desolación del malvado dragón Smaug y la gloriosa reconquista emprendida por la compañía de Thorin "Escudo de Hierro", formada a instancia del mago Gandalf y compuesta de varios héroes enanos y el valiente hobbit Bilbo Bolsón.

Les relató los trabajos que habían estado realizando desde entonces, los metales, las piedras preciosas que se fundían en trabajos de orfebrería excelente.

- Tendríais que ver los canales del valle, amigos, y las fuentes! ¡Tendríais que ver las calzadas de piedras de distintos colores! ¡Y las salas y calles subterráneas con arcos tallados como árboles y las terrazas y torres que se alzan en las faldas de la montaña! Veríais entonces que no hemos estado ociosos -  relató, alabando la grandeza de la próspera nación enana.

Aldtyr escucha con ojos atentos y una sonrisa en sus labios, cuando termina Thodak suelta una risotada y se palmea los muslos:

-¿Veis? Capaces de alegrar incluso al corazón más insensible. ¡Brindo por ti, por los enanos y sus riquezas bajo la montaña! No me quedará más remedio que ir a verlas, todo es hermoso en el ancho mundo. Disfrutemos antes de que la sombra lo engulla.

—Dicen que una sombra se alza en el oeste —murmura Tarandil—. Lo llevo escuchando desde hace algún tiempo, pero no quiero concederle ningún crédito por las implicaciones que eso podría tener.

Sonríe a sus amigos en un gesto que parece una mueca.

—Lo siento —se disculpa al tiempo que borra ese esbozo de sonrisa—. Siempre he creído que era mejor escuchar lo que los demás tengan que decir que abrir yo la boca y estropear el momento. No dejéis que mis temores os afecten en lo más mínimo.

Se sienta de nuevo y cae en su habitual mutismo mientras no deja de escuchar a su alrededor los sonidos de la naturaleza.

La noche larga del ocaso del otoño avanzaba.  La hoguera humeaba más de la cuenta por el mal estado de las ramas, pero poco a poco se cogieron con fuerza llegando a pedir el insaciable fuego más ramas y troncos, la luz que reflejaba en los rostros de nuestros aventureros era sombría debido al movimiento danzarín de las llamas que las hacía moverse el  frío viento de la noche.

( Los enanos llevan bien las temperaturas, o al menos mejor que los humanos, y los hobbit, y a los elfos no les molesta nada en absoluto el intenso frió o el calor extremo.)

Entre historias y demás el tiempo pasaba

(descontar en el el equipo: digamos que se ha cogido provisiones para una semana pues la del primer día de viaje).

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La noche vuestra de descanso hubo un suceso curioso pues un grupo de elfos comenzaron sus cánticos no muy lejos de vuestro campamento ...

... cánticos en Quenya idioma de los altos elfos sobre historias pasadas en la tierra media, se escuchaba sonidos de instrumentos, hogueras, olor de algún tipo de asado no cárnico, risas y bailes. 

Si alguno de vosotros durante su guardia se aproximaba o le picaba la curiosidad los cánticos cesaban, todo se hacía oscuro, las hogueras y olores desaparecían como si nunca hubiesen existido o como si de una ilusión se tratase.

Pero  a los minutos aparecía justo en el lado opuesto los olores, cánticos y hogueras de nuevo.

                        "   No habrá forma humana  de ver aquello o participar. "

Y así estuvieron esos vecinos molestos hasta el amanecer. 

El día apareció nublado, tal vez con amenaza de lluvia o quizás de agua nieve. 

¿QUe haceis? 

El cielo cargado de amenazantes nubes. Un bonito amanecer (_{para las ranas :)})

Hermosa noche, con mis hermanos cantando y bailando, hacía mucho tiempo que no escuchaba a los Altos Elfos de camino a los Puertos Grises, pronto dejarán esta tierra rumbo a Aman para no regresar jamás, así ha sido desde que Eru destruyó Númenor y no está lejos el tiempo en que parta el último de la Antigua raza y la Tierra Media nunca vuelva a escuchar sus dulces cánticos : 

Ai! Laurië lantar lassi súrinen!
Yéni únotimë ve rämar aldaron,
yéni ve lintë yuldar vánier
mi oromardi lissa-miruvóreva
Andúnë pella Vardo tellumar
nu luini yassen tintilar i eleni
ómaryo airetári-lírinen.
Sí man i yulma nin enquantuva, Galadriel ?

Tristes y lejanas sonaron las primeras estrofas del lamento de Galadriel, antes de partir hacia la última morada. Los ojos de Laurel estaban vidriosos, su voz se fué apagando, y un silencio sepulcral acogió sus últimas palabras.

Sin mediar palabra subió a su caballo y se alejó lentamente hacia el oeste.

Aldtyr suspiró. Su corazón animoso querría aliviar a Laurel pero sabía del sufrimiento del pueblo hermoso; el ancho mundo ya no era el suyo y debían aceptarlo, dejar que los otros pueblos y el Hombre alcanzaran su destino, fuera cual fuera.

Una sombra cruzó su rostro. Si no fuera por su compromiso con Odo y por ese trío de inconscientes hobbits daría media vuelta hacia horizontes más risueños.

-El destino es el destino. Huir no tiene sentido -dijo para sus adentros en un tono que fácilmente podría haber sido oído en Bree.

Al ver las miradas interrogantes de Thodak y Tarandil se acarició la profusa barba, cuya longitud no envidiaría la de ningún enano, aunque no pudiera competir en cuidados. Parecía un brezal agitado por el viento.

-Hummm. No hagáis ningún caso. Partamos con el corazón alegre, la mirada larga y la mano presta a rescatar a esos inconscientes hobbits. Indaguemos y tranquilicemos lo antes posible a nuestro buen Odo.

-En marcha.

Sin más palabras, se colgó el enorme morral del hombro y echó a andar con unas prodigiosas zancadas, que al poco le pusieron a la par de Laurel.

-Vieja amiga del pueblo hermoso, cuéntame las maravillas del ancho mundo que han visto tus ojos de elfo e ilustra a este pobre montés ignorante. ¡Arriba ese corazón!

Dado que Aldtyr había escogido la compañía de la bella Laurel para alegrarle el camino a caballo, Tarandil se situa junto a su amigo Thodak, con el que, pese a que poco hablaban, se encontraba muy unido a él por razones que sólo los que sienten la soledad y la lejanía comprenden. Probablemente ni siquiera Aceronegro le contempla de la misma forma, pero las amistades no siempre tienen que ser confluyentes para ser sinceras.

—Thodak, noble amigo, ¿has pensando en regresar en algún momento a alguno de los más grandes enclaves enanos, como Minas Anor? —pregunta Tarandil con aire despreocupado—. Estoy convencido de que tu entusiasmo en las descripciones está parejo a tu arte con la piedra.

- A decir verdad, desde que me aficioné a la vida de trotamundos, no he pensado demasiado en mi residencia fija. Erebor, Arnor... todos son buenos lugares para asentarse. Cambiar de lugar simplemente sería cambiar la compañía de unos enanos por la de otros, y todos son igual de apestosos y ruidosos - dijo con indiferencia al dúnedain. - En mi hogar estoy bien, lo valoro más desde que la disputa con Smaug y la Guerra de los Cinco Ejércitos. En Arnor hay más enanos, lo que quiere decir más molestias. Ojalá los de mi raza se parecieran más a ti, Saucealba. Sabes cuándo hablar y, lo más importante, cuándo callar. Eso es lo que me gusta de ti. Todo el mundo habla de más, todo el mundo -  negó con la cabeza bamboleandose ligeramente sobre su yegua.

Thodak dio un vistazo al cielo rojizo, donde se arremolinaban las nubes en un movimiento amenazador.

- No me gustan esas nubes, más vale que aligeremos el paso - dijo a todo el grupo. - No quiero empaparme la barba y el bosque no es el mejor lugar para resguardarse de la ira del trueno. Si no da tiempo a llegar a nuestro destino, un refugio temporal nos podría resguardar de la parte más violenta de la tormenta que se avecina.

La mañana se mantenía, las nubes no dejaban ver caer sus lagrimas a los viajeros; el silencio era más profundo, tal vez por la amenaza del mal tiempo, abandonado sobre la orilla del  camino se ve un carro sencillo tal vez de hobbit, tiene una rueda destrozada por completo y la otra salida del eje, tal vez del choque con alguna enorme roca al salirse del camino.

hay gotitas de sangre de varios días en la parte donde tira el animal. también parece que el contenido del carro era capazos y cestos de fruta y verdura, ahora totalmente estropeados y llenos de insectos.

Decir que no es zona de rio es interior, pero cuando llueve en las montañas cercanas, el agua que baja de estas se abre paso, para estas molestias, los viajeros han puesto troncos y puentes resistentes para poder continuar el camino sin que las crecidas les atrase. 

Es decir más adelante a unos 200 metros se vera una cosa como esta, que hay que pasar para continuar el camino. 

Mirando al suelo con el corazón encogido Laurel escucha las palabras de solidaridad de Aldtyr, suspira profundamente y deja perderse la mirada en la lejanía.

Si que he visto cosas maravillosas y otras crueles ...y creo que el equilibrio es imposible de evitar, eso lo aprendí del peregrino gris, que pese a ser humano tiene el alma vieja...muy vieja. Pero fué Iarwain ben-adar, conocido como Tom Bombadil entre los humanos, y su inspiración y cónyuge , Baya de Oro, quiénes me contagiaron del amor a la naturaleza, a la vida y a la existencia misma, de todo lo que es, ha sido y será, y aunque algunas veces mi alma débil se vea sometida a emociones difíciles al final siempre recuerdo a Tom y a su frase favorita : "Sólo somos un punto de vista del Universo"... cuando por fin entendí su profundo significado todo se aligeró y entonces comprendí que penas y alegrías son sólo contrapesos del equilibrio del Todo.

Y tras mi sermón matinal deja que te cuente mi participación en la batalla de los cinco ejércitos, sembrando el caos y el terror entre los enemigos de la existencia !

Y Laurel comienza a hacer gestos grandilocuentes acompañándolos de frases en élfico con voz poderosa, agitando en alto su bastón y sus ojos chispean enrojecidos y su caballo relincha excitado, hasta que, de repente, para.

Que es eso? un carro...hobbit quizás ? Vamos a mirar mejor.

Baja del caballo y se acerca a mirar con atención - No me parece que podamos sacar nada de provecho de aquí, un desafortunado accidente, no veo más.

Parecía que Laurel, enfrascada en recuerdos hermosos, había dejado atrás la tristeza con la que había empezado el día. Aldtyr se sonreía satisfecho cuando llegaron al carro. Por un momento, sintió el puño de la aprensión cerrarse sobre su pecho: el sobrino de Odo, pero fue un instante. Llevaban meses desaparecidos, no iban a encontrarlos volviendo de su expedición para salirse del camino así como así. Y desde luego no llevando frutas y verduras.

-Humm... extraño, extraño. No veo rocas capaces de destrozar así un carro. Muy imprudentes tendrían que haber conducido, ¿huyendo tal vez? Veamos las rodadas. No, no me lo parece.

Se rasca su enorme cabezón y mira a su alrededor poniendo los brazos en jarra.

-¿Qué opinas, Laurel, un simple accidente?

Al ver a la elfa asentir, Aldtyr se gira y brama:

-¡Tarandiiiiiiil! Trae acá tu flaco cuerpo y mira con esos ojos montaraces tuyos. Los míos puede que estén nublados por la preocupación... o tal vez sea ese último tiento que le di a la hidromiel.

Tarandil y Thodak acudieron a la llamada del beórnida, que se hallaba inspeccionando el accidente junto a Laurel, con éxito relativo. El perspicaz enano se tomó aquello como un reto personal, una oportunidad de darle en los morros a la graciosa elfa, siempre deslumbrante con su gracilidad y sus artes mágicas.

- Humm... así que un desafortunado accidente... - rumiaba con ironía. - Ay, despreocupados elfos, para qué tanto y tanto estudio. Para qué tanta poesía, si no sois después capaz de ver lo que hay delante de vuestros ojos. Fijaos... - aleccionó con sonrisa maliciosa.

Thodak se apresuró a explicar todo lo que deducía de los rastros de aquel desastre, convencido de que Tarandil no tardaría en darse cuenta de todo aquello y más.

Ante la llamada de la elfa, Tarandil se acerca silencioso y solícito para explorar con detalle aquello que ha encontrado su compañera de la Compañía. Sangre, sangre y carro averiado como si hubiese sido atacado. El montaraz se agacha ante la seca mancha de sangre, que aún conserva algo de su desagradable color rojo rojizo y trata de descubrir todo cuanto pueda sobre ella para comunicársela a sus compañeros. Mira el trayecto que siguió el carro antes de terminar allí y trata de establecer los hechos que pudieron ocurrir.