Partida Rol por web

Un extraño ambiente se abría ante vosotros. La entrada era angosta, las escaleras empinadas e irregulares, y un enorme túnel oscuro como la boca de un dragón os esperaba. Comenzasteis a caminar en la más absoluta oscuridad, al poco Adrik encendió su bastón para dar algo más de claridad al lugar y poder apreciar detalles que de otra manera no se podrían  ver.

Extraños sonidos provenientes del correr de un aire rancio y amargo que rozaban con las paredes adornaban vuestro tenebroso paseo. A los pocos minutos de iniciar vuestra marcha la primera señal de alerta apreció.

De pronto, una decena de antorchas, que inicialmente estaban apagadas, y guardaban el lugar a ambos lados en las paredes se encendieron. Un fuego azul, extraño y tenue coronaba la punta de cada una de ellas.

Adrik se paró en seco durante unos segundos al ver la escena. Emitió un profundo gruñido de alerta y preocupación, y tras esto abrió la boca.

- Estad alerta. – dijo sin más, era obvio pero fue lo primero que al clérigo le salió decir.

Kroggar que se había tenido que volver cuando los demás decidieron descansar, se despidió hasta el día de sus compañeros con un «Nenazas» dicho entredientes que no dejaba muy claro lo dicho. Al día siguiente el enano seguía todavía malhumorado. Así que no dijo nada. Necesitaba patear algún trasero. Quizás así mejoraría el día.

Borzos levantó la vista hacia las antorchas cuando se encendieron solas. El bárbaro era tan valiente como el que más pero esas cosas le daban algo de yuyu. La magia era una cosa completamente ajena a su experiencia y solía ponerlo nervioso.

-Toril, si eres tú con tu magia, no tiene gracia! Déjate de gracias y haz de explorador, que tú tienes mejor vista que yo!

Toril dio un salto hacia atrás cuando se encendieron las antorchas,

—Te aseguro que no he sido yo, ¡antorchas! Qué tontería, vamos, intentad no hacer ruido a ver que encontramos.

Camino abriendo la marcha, mirando a mi alrededor con los sentidos bien alerta y en sigilo

El grupo avanzó extremando las precauciones por aquél angosto túnel. Las antorchas presenciaban el avance de los enanos, que liderados por Toril en este caso, ponían sus ojos en el final de aquél sombrío lugar en busca de un peligro que intuían acechaba en la oscuridad.

Toril pudo percibir cómo el túnel se iba haciendo cada vez más estrecho, hasta llegar a una zona donde las paredes habían cedido y la roca de la propia montaña presidía el lugar con una bóveda de dimensiones ridículas. Continuasteis caminando y caminando, internándoos en la profundidad de aquellas ruinas. Cada vez era más difícil respirar y el aire estaba cada vez más enviciado debido a la escasez de ventilación durante tanto tiempo.

Finalmente llegasteis a una extraña sala, una entrada a otro lugar. En la entrada pudisteis apreciar dos estatuas que guardaban el pórtico de la entrada. Dos seres humanoides, acuclillados, que sostenían unas runas similares a las que tenía el martillo entre sus dos manos, mientras las alzaban a modo de ofrenda.

Borzos se aproximó con cautela a las estatuas. Las miró muy de cerca y luego se giró hacia Kroggar.

-Oye, ¿No serán de esas que cobran vida y te intentan pegar un martillazo en la cara, no?

Por muy enano que uno fuera aquel ambienta le hacía a uno encogerse. Las palabras de Borzos no tranquilizaban a nadie, desde luego resultaban inquietantes y era difícil saber a que atenerse, por si acaso, sus manos acariciaban el mango de sus hachas, mientras miraba a Adrik, el clérigo que los acompañaba en busca de alguna respuesta o explicación…

—¿Qué hay al otro lado de estas puertas?

—Aparrtáos un momento—ordenó Kroggar avanzando hacia las estatuas.

Estaba claro que había magia en el lugar, pero nunca era un mal momento averiguar cuánta y de dónde procedía. Si la magia era intensa en esas estatuas tendrían que prepararse para lo peor.

—Barrgenta, Señorr de las Hachas—llamó el enano a su deidad tomando el medallón de su abuela—. Rrevelame los secrretos de los arrcano, muestrra la obrra de lo divino.

En efecto había bastante magia en el ambiente. Pero no una magia normal, una magia intensa, fuerte, casi se podría cortar con un cuchillo. Cualquier hechicero se habría vuelto loco en aquél lugar. Bargenta había querido que fuerais vosotros los que descendierais a las profundidades de la tierra en busca de sus secretos.

Alrededor de las estatuas había un poderoso conjuro que cerraba una puerta, y se arremolinaba alrededor de las manos de las estatuas, donde sostenían las runas. Aquél sitio era peligroso, y debía guardar un gran secreto por la cantidad de hechizos protectores que podías percibir en algún lugar en la profundidad de aquella sala.

Adrik miró a Toril y seguidamente las puertas. Pasaba la mano sin tocar absolutamente nada como si acariciara el aire en busca de alguna pista. El gesto del clérigo se arrugó frunciendo fuertemente el ceño.

- No sé lo que hay al otro lado la verdad. Pero esas runas de las paredes parecen tener alguna clase de propósito. – seguidamente se giró a Kroggar quien iniciaba sus plegarias.

Toril esperaba en silencio, mirando de vez en cuando a Borzos mientras Kroggar entonaba sus plegarías.

Fuese lo que fuese lo que había allí abajo, estaba seguro de que los tres se habían metido en algo serio, y que no serían grupos de ratas lo que tendrían que enfrentar al otro lado de esa puerta.

¿Serían importantes esas runas? Toril se fijó en ellas intentando entenderlas o encontrar algo que le fuera familiar.

Borzos estaba esforzándose muy, MUY fuerte en no abrir las puertas e una vez.

Sus ojos seguían los patrones de las runas mientras buscaba en lo más profundo de su mente, dónde se alojaban todas las historias que sus padres le contarán sube su pueblo, dónde descansaba todo el conocimiento enano a través de las eras y los tiempos… ¿qué eran aquellas runas? ¿por qué le llamaban tanto la atención?

Podrías haber descifrado fácilmente aquellas runas si realmente tuvieran una relación próxima con el pueblo enano que conoces. Tal vez se trataran de runas de otra era, otros tiempos o simplemente no fueran enanas. Esta segunda hipótesis era más plausible ya que la lengua enana, al igual que sus costumbres cambiaba muy poco a lo largo del tiempo, y había sido lo que principalmente les había permitido establecer relaciones y nuevas colonias en prácticamente cualquier lugar del mundo.

—Quietos. Hay magia en la puerrta y en esas rrunas. Embestirrla no va a serrvirr de nada.

El enano puso sus manos en su oronda barriga.

—Estoy segurro de que esas rrunas son las que mantienen la puerrta cerrrada. Tendrremos que tomarrlas.  Que el padrrenano y a todos el Morrndinsamman nos prroteja parra que ningún mal caiga sobrre nosotrros.

El clérigo miró a Kroggar quien acababa de dar informe de lo que había sentido con el lanzamiento de su conjuro. Seguidamente asintió conforme con sus palabras y miró a una de las estatuas que tenía delante suya y agarró la runa con su mano derecha sin miramiento alguno.

De pronto el enano se quedó paralizado durante unos instantes. Sus ojos se abrían mucho, mientras sus pupilas se reducían lentamente. La respiración se aceleraba, y en ese instante visteis cómo poco a poco empezaba a convertirse en piedra.

La impresión de la escena os hizo quedaros apenas un segundo o dos petrificados, para posteriormente daros cuenta de que las estatuas comenzaban a transformar su piedra en carne, habiendo intercambiado su situación con el pobre Adrik.

La extraña criatura se erguía lentamente, crujiendo sus huesos y estirando una encorvada columna vertebral que sobresalía de su espalda. Su piel estaba demacrada, su mandíbula desencajada y carente de labios, haciendo que un conjunto de afilados dientes se dejara entrever sin dificultad.

De pronto abrió el ojo, si, su único ojo, un enorme ojo de color verde que se quedó mirando al petrificado Adrik. Con un sonido viscoso giró este y os observó, clavando su mirada en Borzos directamente.

- ¿Tenéis miedo? - dijo sin más mirando al bárbaro, como si pudiera leer perfectamente en el interior de él.

La segunda criatura despertó apenas unos segundos después de la primera, abriendo el ojo del mismo modo, pero en este caso de un extraño color naranja. Su piel, a diferencia de la primera era pálida, y tenía un estado mucho más demacrado.

Tras pasar su mirada uno por uno acabó mirando a Toril fijamente.

- Yo veo curiosidad… - contestó a las palabras de la primera criatura – él quiere saber qué esconde la montaña, y hacerse valer por lo que le debe a sus hermanos enanos cuando le salvaron la vida. - dijo lentamente, descubriendo ante vosotros que eran capaces de conocer cosas que tal vez otros no conocían.