Partida Rol por web

Habíais oído hablar del momento en el que la milicia de la ciudad nombraba a sus miembros. Ya los habíais visto pasar varias veces por los salones, y les habíais visto estar en las dos grandes tabernas que alberga la ciudad. El cuerpo de guardia y los que servían a las fuerzas de Khâzad Felek eran conocidos por tener un rol a caballo entre guarda de ciudadela y mercenario, ya que debido a la juventud de la avanzadilla, muchas veces se requería de pequeños trabajos para llevar oro extra a casa.

Había pasado el tiempo, y no veíais el momento en que vuestro nombramiento llegara. Tras semanas de entrenamiento , trabajo y formación sin casi descanso en la ciudadela, aquella mañana sucedió algo nuevo. Un pequeño enano barrigón y bastante feo entró en los barracones en los que os encontrabais con vuestros compañeros. Se plantó en la puerta, se cuadró, alzó el mentón, y tomando aire gritó:

- ¡¡¡BORZOS, KROGGAR Y TORIL ALTOROCA!!! SE OS CONVOCA EN EL PATIO DE ARMAS ¡YA!

Seguidamente, se dio media vuelta y desapareció tras las grandes puertas que diferenciaban aquél espacio de otros. Fue bastante imprevisto, no teníais claro si os habíais metido en un lío o qué estaba sucediendo. Os mirasteis entre vosotros tres, ya que habíais pasado cierto tiempo juntos en la formación con otros reclutas y os teníais claramente localizados. El silencio se hizo, y sólo os quedó que actuar.

Borzos nunca se había encontrado cómodo entre la disciplina de la vida militar. Al bárbaro le costaba enormemente cumplir órdenes sin rechistar y no decirle lo que pensaba de él al oficialillo de turno. Pero en esta ocasión estaba consiguiendo el pasar desapercibido y no ganarse la expulsión. La petaca que había escondido tras un ladrillo suelto de los barracones había ayudado pero también la amistad que había establecido con sus dos compañeros. Aquello empezaba a parecerse algo a lo que ansiaba: encontrar un lugar al que llamar hogar.

En eso estaba pensando el pelirrojo cuando un enano desgarbado y barrigón entró pegando voces. A punto estuvo de llamarle la atención por sus malas maneras pero luego se escuchó a si mismo eructar y sintió como le temblaban las barbas ante el sonido (más propio de un cuerno de batalla) y se calló. Borzos estaba orgullos de sí mismo.

-Vaya, vaya, ¿Qué os parece, compañeros? Nos buscan a los tres truhanes. Me pregunto en cual nos habremos metido ahora!

Kroggar alzó una ceja al oír su nombre. Y luego alzó la otra al escuchar a Borzos.

—Habla porr ti Borrzos—replicó malhumorado—. Ni soy un trruhán ni me he metido en ninguna.

El enano posó sus manos en su oronda barriga que era menos oronda gracias a la sujeción de su cota de mallas. No era del todo correcto que Kroggar no se hubiera metido nunca en ningún lío (aunque por supuesto él no lo veía así), pero en su caso no era un problema de disciplina, sino de intransigencia. El sacerdote era un extremista de cuidado y nunca daba su brazo a torcer. Si la orden venía de un superior la aceptaría, pero no dejaría de rezongar quejándose. Por suerte en las semanas que llevaba en Khâzad Felek, no había tenido ningún episodio excesivamente extremo.

—Bueno, vámonos—dijo levantándose de la mesa—. A verr que quierren.

Sin que Kroggar lo vea, Brozos imita sus gestos y, mirando a Toril, vocaliza como si repitiera la frase de "habla pro ti, Borzos", mofándose del disciplinado enano.

Toril le caía mejor, por su afinidad por la naturaleza salvaje.

Al fin algo de movimiento, pensó Toril. Las primeras semanas convaleciente se le hicieron llevaderas entre los efluvios de las hierbas medicinales, algunos tragos de reponedora cerveza  y la distracción que le proporcionaban los dolores de sus herida, pero después… Empezaba a perder la cuenta del tiempo que llevaba esperando algún movimiento , no estaba acostumbrado a permanecer tanto tiempo en el mismo lugar y por más que estuviera agradecido y se sintiera afortunado, incluso se podrá decir que estaba congeniando con algunos compañeros, no podía dejar de pensar en volver a los caminos en busca de acción. Pero esperaba paciente.

Ahora pasó por alto las bromas de Borzos, el tipo le caía bien, era un poco inadaptado como él, un asalvajado decía el mismo entre risas, pero por todos los dioses, no sabía como podía sobrevivir allá fuera siendo tan ruidoso y descuidado, quizás aun no lo conocía lo suficiente. Bromas a parte estaba claro que algo ocurría, y que, con suerte, había llegado el momento de ponerse en marcha. Eso era todo lo importante.

Se levantó como un resorte y se dirigió tras sus compañeros en silencio, observaba a Kroggar, de él nunca sabía cuando hablaba en serio y cuando no, realmente siempre parecía dispuesto a partir a alguien por la mitad en nombre de su fe, le envidiaba en secreto por eso, no sabía mucho de la fe desde que lo había perdido todo, bien estaría que otro les ayudase a estar a bien con los dioses cuando todo se pusiera difícil.

Por el rabillo del ojo vio las burlas de Borzos, era como un crio indisciplinado, no podía evitar reírse un poco, sabía que no tenía malicia. Pero aparte de una leve sonrisa no quiso darle más motivo de chanza y en seguida recuperó su gesto taciturno.

Cruzáis los túneles que diferencia el barracón rubí al que pertenecéis, del resto. Son túneles estrechos pero rectos y bien formados. El va y ven y trasiego del resto de miembros de la milicia hace que por el camino os deis algún que otro encontronazo con algunos enanos que están pasando. Para cualquier humano o hijo de la montaña acostumbrado a la superficie y grandes espacios puede resultar bastante angosto, pero no cabe duda de que su fin defensivo es del todo indiscutible.

Finalmente las grandes puertas que dan al patio de armas se abren ante vosotros, y veis la gran explanada que este supone. Los pelotones están formando y realizando diversos entrenamientos, y el griterío de los responsables de cada pelotón se convierte en la banda sonora del lugar. Al fondo, en las enormes estalagmitas que pueblan toda la ciudad podéis distinguir pequeños grupos de enanos que están haciendo ejercicios de escalada cargando con enormes barriles de rocas a sus espaldas. Rememoráis con ello los duros entrenamientos de los pasados días, incluido este mismo al que os habéis tenido que someter, y que se hizo especialmente famoso por ser incorporado de Khâzad Grondall, una fortaleza enana situada mucho más al sur.

A un lado de las puertas se encuentra el mismo enano barrigón que os había dado el aviso. Y con otro grito bastante desagradable os proporciona las instrucciones a seguir.

- ¡RESPONSABLE DE PELOTÓN IVOR BARBABRONCE!

Tras ello, saca un pequeño papiro en el que parece tener una lista de nombres, realiza tres marcas y mira un instante buscando. Tras esto os asiente y sale disparado de nuevo hacia dentro de los barracones. Parecía que el momento había llegado, Khâzad Felek contaba con vuestras fuerzas para formar parte de la milicia de la ciudadela enana. El protocolo parecía bastante estricto, y acababais de empezar vuestra segunda prueba en la que debíais demostrar vuestra valía.

Por un instante vuestro entusiasmo se disparó al ver que la acción comenzaba. Este sentimiento se vio rápidamente apagado conforme avanzabais por el patio de armas en busca de vuestro responsable quien os esperaba a un lado del mismo. Haciendo memoria de los rumores de los compañeros de barracón, recordáis el renombre de Ivor, famoso entre los reclutas por su severidad y su mal genio. Esto acababa de complicar soberanamente la situación.

Responsable de pelotón. Eso sólo podía significar una cosa y es que realmente iban a pasar a la acción. Eso era un alivio, estaba cansado de la instrucción y su cuerpo empezaba a pedirle luchar por los suyos. Quizás con la gloria en sus manos Breda se replanteaba su decisión. Aunque lo hubiera traicionado, Kroggar estaba dispuesto a perdonarla.

—Bueno compañerros—dijo con tranquilidad mesándose la barba—. Parrece que ha llegado la horra de entrrrarr en acción. ¿Estáis prreparrados?

Entonces el enano cayó en la cuenta de la mala fama que tenía Ivor Barbabronce. Los que habían servido con él habían tenido muchas quejas. Todos hablaban de él como alguien intransigente, malhumorado y de malos modos. Pero para Kroggar todo eso eran paparruchas. Sonaba a como debía de ser un líder enano. Si un soldado quería a un líder blandito que hubiera nacido humano, o peor aún, elfo. No te podías fiar de alguien que perteneciera al pueblo élfico. Algunos le decían al enano que eso era racismo, pero para el clérigo de Bargenta todo era mucho más simple. No puedes fiarte de alguien que tiene las orejas de forma extraña.

—Todos somos novatos perro, ¿habéis matado alguna vez?—les preguntó antes de que Ivor hiciera acto de presencia.

Kroggar estaba más que preparado para un combate a muerte, pero lo cierto era que todavía no había arrebatado ninguna vida. No le preocupaba que su mano le fuera a temblar a la hora de arrancarle la cabeza a un orco o a un trasgo, sentía por ellos un odio visceral. Pero si tenía que luchar contra uno de sus hermanos, eso era harina de otro costal. Por suerte, los tiempos en que los enanos luchaban con otros enanos parecían haberse quedado atrás.

El bárbaro bufó y se puso una mano en la cara al oir aquel nombre. Ivor Barbabronce era malas noticias. Si había alguien aún más serio y malencarado que Kroggar era ese tal Ivor, por lo que había escuchado Borzos. 

-Ahhh, mierda de troll... Claro que estamos preparados, Kroggar. Y, lo de matar... supongo que lo dirás de broma, no? He matado casi todo lo que se puede matar en mis viajes. Lobos, osos, buitres... (a uno, de hecho, lo maté sólo con mis manos y mis dientes)

Pero, si te refieres a enanos... no. Les he pegado tan fuerte a algunos que, probablemente, desearían que los hubiera matado pero, al menos que yo sepa, ninguno ha acabado bebiendo con Moradin en el mas allá.

Espero que tengáis razón y empiece la acción, porque si tenemos que seguir con el entrenamiento, estamos metidos en un tonel de pescado podrido hasta las orejas. De todos modos, si no es acción verdadera por lo menos que nos saquen de aquí, necesito recorrer mas de 100 pie sin tropezarme con nadie y no se si podría aguantar al “bueno” de Ivor encerrado en estas galería por mucho tiempo sin darle un puñetazo en su dura cabeza.- Por un momento se dio cuenta de lo que había dicho, y deseó que nadie se lo tomará muy en cuenta, lo del puñetazo cualquier enano podría entenderlo sin darle importancia, aunque fuera un superior, cosas así se decía continuamente en un lugar tan duro como este, pero echar pestes de las galerías enanas, por más que todos deseasen emprender la marcha en busca de aventuras, no estaba bien visto, al fin y al cabo antes de que él llegara, esas galería habían sido hogar de su pueblo por más años de los que el vería en esta tierra.

Continuó caminando taciturno junto a sus compañeros hasta que, para cambiar de tema le contestó Kroggar -claro que he matado y cazado a numerosos Orcos y algunos Kobold asquerosos en las entrañas de estas montañas, pero te puedo asegurar amigo, que no los suficientes.

Tras un corto pero intenso recorrido hasta la posición de vuestro responsable, os posicionasteis delante suya, cuadrados como marcaba el protocolo. Allí se encontraba el enorme Ivor, con su cara de perro, y su enorme barba adornada con trenzas y anillas. Sus dos brazos se situaban entrecruzados, apoyados sobre su hacha gigante, la conocida como “Mata gigantes”. Esta reposaba su filo curvado sobre el suelo elevando con ello el mango.

El silencio hizo acto de presencia durante un instante, resultando más incómodo que otra cosa, mientras os repasaba con la mirada. Después inspiró tomando aire profundamente, y se dispuso a hablar, aun que por un momento pensasteis que ibais a recibir alguna clase de grito, adornada con alguna que otra vejación como indicaba la tradición.

- Hemos recibido órdenes de llevar un cargamento hasta la avanzadilla sur. Está situada en uno de los picos que marca el final de la cordillera. - comentaba relajadamente con voz grave. Entre tanto sacaba un pergamino donde estaban las indicaciones.

<< Tenéis un carro tirado por un carnero en la salida de la ciudadela, en el portón de los establos. Llevaréis el carromato junto con su contenido hasta allí y volveréis. El responsable del puesto firmará estos papeles, y los traeréis de vuelta entregándoselos al jefe de cuadras.>> - decía aproximándose a Borzos para entregarle la documentación. Seguidamente se paró en seco, entrecerró los ojos mirándole fijamente con gesto de sospecha, y cambió de opinión ofreciéndole los papeles a Kroggar. - Cuando hayáis acabado, volveréis a la ciudadela a vuestro puesto en el barracón rubí, y esperaréis instrucciones. ¿Alguna pregunta?

Formuló para terminar, cuadrándose de nuevo delante vuestra con gesto serio. El encargo parecía bastante sencillo, y había dado unas instrucciones claras y concisas. No cabía lugar a dudas o a segundos entendimientos. Ivor hacía honor a su fama en este instante.

Borzos se quedó un tanto sorprendido de aquel desplante por parte de aquel estirado y no fueron pocas las ganas que sintió de plantarle un puñetazo en su fea cara. Pero, como ya estaba tornándose habitual, se contuvo, apretó los dientes y se calló  muy fuerte.

En cuanto Ivor cesó de hablar, se cuadró y se preparó para ponerse en marcha si nadie decía nada más. Estaba deseando salir del condenado cuartel.

Por unos segundos, cuando vio el desaire de Ivor a su compañero Borzos, contuvo el aliento y cerró los ojos, deseando que su amigo mantuviese la calma. Era lo único que podía hacer si querían salir de ahí, cumplir esa misión, por muy humíllate que fuera hacer de carreteros y ganarse la confianza de la milicia de cara a futuras gestas más acordes a sus capacidades.

Ya estaba a punto de darse la vuelta y dirigirse a los barracones para coger el equipo y salir hacia los establos cuando sin saber porque soltó -Llevaremos el carromato y estaremos de vuelta lo antes posible, señor, conozco esos picos como la palma de mi mano - Por todos los dioses, porqué había dicho semejante estupidez, se sentía ridículo, pero aún le ponían nerviosos todas esas situaciones tan protocolarias. Sería mejor apresurar el paso.

Kroggar escuchó atentó las órdenes del jefe de pelotón. Una misión sencilla, casi aburrida, pero una misión al fin y al cabo. Al menos disponían de carneros y no tenían que usar para el carromato esos caballos que tanta alergia le producían. Caballos. ¿A quién le podía gustar esos animales? Estaba claro que a un auténtico enano, no.

Se sintió orgulloso al coger los papeles que Ivor le tendió. Él era un sacerdote del dios enano de la guerra, si había alguien en quién se podía confiar en asuntos militares, por supuesto que era él. No dudaba un ápice de la valía de sus compañeros de pelotón, pero ambos tenían un punto poco enano en ellos que obligatoriamente tenían que levantar suspicacias. Por suerte sus orejas eran normales, sus barbas lo suficientemente largas y no vestían de color amarillo. Aunque extraños, eran auténticos miembros del Pueblo Enano.

El clérigo de Bargenta, como sus compañeros, se cuadró para después responder:

—Ninguna prregunta señorr. Puede darr ese carrgamento porr entrregado.

Ivor asintió con firmeza a los tres miembros de ese pequeño pelotón. Seguidamente descruzó los brazos, tomó aire y levantó la enorme hacha de un solo movimiento cargándola sobre su hombro derecho.

- ¡Barrûk Khâzad! - gritó el jefe de pelotón para dar por iniciada la marcha con el grito enano propio de los inicios de ataque en caso de guerra. Finalmente se giró, y se marchó en dirección a los barracones, probablemente tuviera algún que otro grupo al que atender.

Vete y no vuelvas - pensó Borzos al verlo marchar. 

Cuando hubo desaparecido de la vista, el bárbaro se relajó, sacó su petaca y le dió un trago.

-Bueno, camaradas, ¿Qué me decís? ¿Vamos a por ese carro? Habrá que comprar víveres para el viaje y cualquier cosa que considereis útil para el mismo pero considero que podríamos salir hoy mismo.

Tomasteis las riendas de vuestro carruaje, donde os esperaba Rim a las afueras de la cueva y aquél pico que ocultaba un mundo bajo los Picos Grises. El camino de regreso fue bastante cómodo ya que sólo eran un par de horas hasta finalmente llegar a la fortaleza enana una vez más.

Al poco esta asomaba en el horizonte, y cruzasteis sus puertas, entregando de nuevo el carruaje que os habían preparado y con él el informe de entrega completo, vuestra misión estaba completada, pero con dos días de retraso. El mozo de cuadras sólo tenía instrucciones de recibiros, tomar los papeles que le ofrecisteis y volver a colocar al animal y al carruaje en su lugar, así que no hubo preguntas de momento.

De nuevo en casa, allí estabais los tres, en el hall principal de los salones de Khazad Felek, preguntándoos cuál iba a ser vuestro siguiente paso.

Borzos entregó a regañadientes a la cabra. Al final le había cogido cariño. El enano esperó a que todos estuvieran listos y luego se dispuso a acudir a informar a su superior. Borzos hubiera preferido rascarle los huevos a un dragón antes que eso pero, afortunadamente, el "líder" de la expedición era Kroggar, asi que le tocaría a él dar las explicaciones.

Por más que quisiera retrasarlo lo mejor sería quitarse cuanto antes el mal trago de enfrentarse a Barbabronce. Iban a  tener que dar muchas explicaciones, y además tendrían que conseguir que se tomara en serio la amenaza de los Kobolds en sus montañas. Después de dejar sus pertenencia a buen recaudo y asearse un poco, había llegado el momento.

Kroggar inició la marcha para ir al encuentro con Barbabronce. El enano sabía que habían hecho un gran trabajo, y que Bargenta estaba con él. Cualquier tipo de reprimenda que pudieran recibir de su superior no le importaba. Un buen soldado no era sólo el que obedecía, sino el que en las ocasiones importantes tomaba las mejores decisiones.

Una vez frente al responsable de su pelotón el enano comenzó a contar los detalles de su misión: el encuentro inicial con los kobolds, la enfermedad de sus camaradas, el veneno de sus aguas, la plaga de ratas del sótano. El enano se reprimió para no criticar las acciones del jefe de la avanzada. Su acciones ya hablaban por sí mismo.

Después continuó narrando el combate final con los kobolds y el brujo y entonces le mostró a Ivor el extraño martillo que habían encontrado.

—Eso es todo señorr—dijo estoicamente—. No sé que es este arrtefacto, perro si de algo estoy segurro es de que esta mejorr en las manos de nuestrro pueblo que en las de ese apestoso kobold.