Partida Rol por web

El callejón se encontraba en silencio, interrumpido solamente por vuestras respiraciones entrecortadas por el esfuerzo del combate.

La niña se acercó con una sonrisa en la cara. Era una sonrisa de auténtica felicidad. Seguramente creía que el resultado de la contienda sería otro más desagradable.
Se acercó a uno de los mutantes y señaló uno de sus brazos. En él había tatuada una calavera con colmillos los exageradamente largos. Después señaló la pared.

Allí, en medio de la penumbra, a dos metros y medio había un dibujo de una calavera con unos colmillos exagaradamente grandes. La misma marca que tenía el mutante.

Sin duda, la niña sabía acerca de las desapariciones.

Había sido un duro rival. Acabar con aquella bestia no había sido fácil, pero lo habían hecho. Él principalmente y también Grunda. Los otros dos, aterrados como estaban no habían colaborado demasiado, pero por suerte todo había acabado y había acabado bien. Por eso no los reprendería.

- ¿Qué dices pequeñaja? - Le preguntó Xahzum a la niña. - Pensar no es mi fuerte. - Dijo. - Ya habéis visto que es lo que se me da mejor. Actuar bajo presión y con muchas balas. - Sonrió. - ¿Alguno sabe que quiere decirnos la cría?

Mientras decía aquello sacó el cargador de si rifle e introdujo uno nuevo en el mismo. Luego recogió su pistola y también la cargo guardándola en la funda y por último si cuchillo. Acto seguido se dispuso a comprobar cuánta munición le quedaba y a volver a llenar los cargadores vacíos. Nunca se estaba lo suficientemente preparado, ni lo suficientemente armado.

- Buen trabajo con el bicho. - Le dijo entonces a Grunda a la vez que le guiñaba un ojo y se fundía por un momento con si mirada azul. - Y tú puedes llamarme Xaz...

Me encontraba un poco mareado, pero todavía funcional, por lo que termino de recargar mi arma y tras ello continuamos, pero al fijarme en la niña como señala una marca del mutante y otra que esta en la pared, empiezo a atar cabos, "esta marca tiene pinta de ser de una banda criminal o de un culto, lo mas probable es que sean los causante de las desapariciones" ya estábamos en territorio de esas abominaciones, algo que demostraban los mutantes.

Crassus, todavía temblando, trataba de asimilar su primer combate. La pierna le dolía como nada nunca le había dolido antes, pero no era nada comparado con la conmoción que le había causado la visión de aquella criatura. Hasta le costaba encontrar las palabras para definirla. Con la tosca arma de la que se había apropiado bajo el brazo, comenzó a recargar lenta y torpemente el revólver. Parecía que le había costado menos impactar a los mutantes con él que introducir las balas una a una en el tambor. 

Cuando la niña les mostró el tatuaje y la marca, sacó su placa de datos y comenzó a hacer una copia, dibujándola. No se había olvidado de lo que la niña había hecho tan solo unos minutos antes, trayéndole de vuelta, pero no era el lugar ni el momento para ponerse sentimentales. Xazhum no opinaba igual y seguía erre que erre, intentando conquistar a la bárbara, arrancando otro suspiro exasperado a Crassus, tras el cual este se sintió mucho mejor. Necesitaba un descanso. Por su parte, Marcio hizo unas observaciones a las que él asintió. No era un experto en este campo, pero eran obvias.

Abrió la boca para hablar, pero todavía le faltaba el aire. Se tomó unos segundos más para retomar el aliento, y entonces sí, dijo:

—Evidentemente estas marcas —y señaló la de la pared con la autopluma, que todavía llevaba en la mano— designan a quienes lo llevan como miembros del culto, y a este callejón como su territorio. No soy ningún experto, y quizás por eso me he dado cuenta, pero creo que no pretendían matarnos. Al menos, no al principio. Sospecho que nos querían con vida.

Entonces se volvió hacia el mutante que Grunda y él habían tumbado, y que todavía respiraba.

—Supongo que nuestro amigo podrá sacarnos de dudas.

Por el rabillo del ojo, sin embargo, podía ver el cadáver del gigante, de la mole que había aparecido al final. Si eso era un grado de amenaza Hereticus Inconclusus 1, ¿qué otros horrores podía albergar la galaxia?

Aún respirando rápidamente, intentando rehacerse tras el duro combate, durísimo, Grunda apenas cruzó la mirada con el granuja, que le estaba... ¿dando permiso para llamarle Xaz...? 

A su pesar soltó una risotada. Así que el hombre tenía un ego enorme. Quizá todo estuviera en consonancia, estaría bien comprobarlo.

Pero no fue a él a quien la salvaje se dirigió. Se fue directa hacia la pequeña, que estaba feliz, y la abrazó, la achuchó en silencio, feliz ella también.

-Te lo dije, no nos iba a pasar nada... -por poco, esa era la verdad, pero no iba a reconocerlo ahora- y gracias, me dijiste que eran cinco. Y lo eran. Eso ayudó, y también le ayudaste a él -señaló de un cabezazo a Crassus- ¡Eres grande!

Sin embargo había que seguir. Tenían una pista, más que eso, una clave diáfana. El tatuaje, y el dibujo en el muro. Se levantó, y se acercó a observar.

-Tenéis razón. Esto es un lugar especial para esa... gente. Un territorio de caza, o un santuario, o yo qué sé...

La niña devolvió el afectuoso abrazo de Grunda feliz de que estuviérais con vida. Ante los apuntes de todos, tironeó de la mano de Grunda y señaló hacia la calavera de la pared y seguidamente hacia la salida del callejón, esperando que la comprendiérais.

- Todo lo que decís tiene lógica... - Afirmó el granuja después de escuchar todas las teorías que sus compañeros acababan de formular.

Acto seguido se acercó a donde se encontraban Grunda y la niña. Miró a la mujer de los ojos azules con cierta complicidad. Le gustaba esa muchacha y no solo como le solían gustar, para un polvo y poco más. Tenía cojones, era valiente y tenía determinación. Entonces de agachó junto a la niña.

- ¿Quieres que vayamos hacia allí? - Le preguntó Xazhum a la niña. - ¿Están allí los hombre malos?

Aquél ángelito asintió sonriendo y comenzó a correr aferrada, como siempre, a su fiel osito. Salió del callejón giró a la derecha y embocó una calle principal cruzándola sin mirar. Salís detrás de ella, corriendo hasta alcanzarla.
¿Acaso era la única vez que realmente creía que podría detenerse esa maldad o simplemente la movía su corazón gentil?. No podéis por menos que preguntaros cuánta gente habría intentado salvar aferrándose a sus piernas para que no saliera al callejón. Y cuantas patadas habría recibido a cambio.

Torció por una serie de callejuelas tapiadas recientemente donde, dibujado con espray negro, se encontraba la calavera con los colmillos desproporcionados.Era el subnivel más bajo de la colmena. La ley del Arbites no llegaba allí abajo y cuando lo hacía, se desplegaba un ejército con maquinaria de guerra incluída. Sin embargo esa niña había permanecido ahí, en el bar, intentando que nadie saliera al horror de ese callejón.

Tras casi diez minutos de carrera pasáis calles y cruces, plazas, escaleras e incluso por el interior de alguna vivienda. Una vez os veis obligados a dar un rodeo debido a un tiroteo entre bandas rivales. Aflojáis el ritmo siguiéndola. Ahora que estáis más descansados os fijáis que en una de cada tres esquinas existe pintada con espray negro, una calavera con los colmillos exageradamente grandes. Es el camino correcto. Os esta guiando hacia el mal, hacia la guarida de aquella banda o secta, una tarea que seguramente jamás habríais podido hacer por vosotros mismos.

Continuáis caminando guiados por la niña. Las calles se ensanchan y cada vez están más desplobadas. De hecho hace un rato que no veis a nadie, tan solo oís a lo lejos los disparos intermitentes o alguna voz alzada discutiendo con otra. Sin embargo las calaveras siguen apareciendo. Cada vez lo notáis más. Cada vez estáis más convencidos de que os acercáis a algo oscuro y siniestro. Sin duda esta misión tiene más de lo que en un principio aparenta. Os preguntáis si vuestro inquisidor sabía más acerca de las desapariciones o por el contrario os proporcionó una misión en teoría fácil, para unos novatos como vosotros. Entonces llegáis. La zona está casi a oscuras salvo por alguna farola situada cada bastantes metros. Sin duda, como habéis experimenetado en aquél callejón, los mutantes han desarrollado algún sentido especial para guiarse en la penumbra.
Una valla oxidada medio tumbada os da paso a unas instalaciones de varios locales apartamentados. Debía ser una zona residencial para los obreros de las minas, abandonada cuando la producción descendió y finalmente ocupada. Una calavera negra de tres metros de diámetro se encuentra en la primera pared, desconchada, iluminada por una farola.
Es aquí y no hay nadie vigilando.

La niña os hace de guía introduciéndoos entre los cascotes, restos de botellas, muebles y trozos de pared esparcidos por el suelo hasta llegar al apartamento número 6.

Allí dentro huele a muerte. Pero no es el hedor de los muertos lo que hace que se os erice la piel, sino la sensación palpable de un siniestro mal. La puerta está rota y tiroteada colgando de uno solo de sus goznes. Avanzáis cautelosamente, sentís la tensión, oléis la adrenalina, notáis como el sudor recorre vuestra frente. El bello de la nuca se os eriza frente a un boquete en la pared del salón, más negro que la propia oscuridad, del cual emana el mal. La niña lo señala mientras retrocede. No quiere acercarse más a ese pozo de maldad quedándose atrás y sujetando su osito contra el pecho. Os indica con dedo tembloroso el agujero mientras en sus inmensos ojos se lee el terror.

El recorrido por las infectas callejuelas de la oscura zona dejada de la mano del Emperador y de todo aquel que tenga sentido común fue de vértigo.

La pequeña sabía muy bien hacia dónde iba, y ellos la siguieron corriendo literalmente, sorteando obstáculos, incluso evitando un encontronazo entre bandas que, de no haberlo hecho, hubiera sido funesto para su misión. La Calavera de colmillos enormes, esa era la marca, y la siguieron sin pestañear.

Hasta que llegaron. La chiquilla había cumplido, y se retiró atrás. Su expresión volvía a ser de terror, de desesperación.

Y no había para menos.

En ese agujero inmundo la sensación de maldad era tan sólida que aplastaba los pulmones. Grunda pasó por delante de la niña, y se acercó al boquete del que parecía que emanaba toda aquella bocanada tenebrosa, deteniéndose ante ella.

La oscuridad era profunda, y se concentró para ver si notaba algo, antes de adentrarse en lo que parecía la puerta del infierno...

Había corrido tras la pequeñaja durante un buen rato. Aquella niña parecía inagotable y en cambio él, casi había perdido el aliento. Por suerte, tras muchas inscripciones en las paredes, llegaron hasta el foco de todo aquel mal. No es que se alegrara de estar allí, pues creía sinceramente que aquella misión les venía grande, pero si se alegraba de haber podido parar de una vez a respirar aunque solo fuera por un momento.

Aquella criaja les había hecho de guía inesperada. Algo que agradecía, pero que por otra parte, le hacía levantar sospechas. ¿Cómo una niña tan pequeña sobrevivía sola en esas calles tan peligrosas? ¿Cómo conocía tan bien aquel camino? Algo no cuadraba, sin duda alguna aquella niña sabía mucho más de lo que decía, o más bien de lo que enseñaba, pues decir no decía mucho. Muchas eran las sospechas que Xazhum tenía en mente para responder a aquellas preguntas, pero al fin y al cabo, sus ojos no parecían estar engañándole. La niña no era más que una niña...

- Bueno... - Dijo al fin el granuja al recuperar minimamente el aliento. - Parece que hemos llegado al centro de todo ésto. Sólo espero que no sea una emboscada... - Afirmó. - Marcio, tu que vas acorazado. ¿Te apetece ir delante? - Le sugirió. - Tengo ganas de acabar cuanto antes con esta mierda y sacar el culo de este subsector de mierda.

La niña nos guía hasta un apartamento, el numero 6, donde supuestamente se encuentra la base de los monstruos, por lo que compruebo mi arma antes de entrar dentro del edificio y enfrentarnos a lo que haya dentro.

La oscuridad del túnel no parece ser producto de las energías disformes, no obstante, si se siente la palpable esencia del caos. Un fuerte olor a ozono inunda el ambiente.

Crassus observó al mutante que yacía en el suelo, rendido y rodeado por quienes habían sido sus camaradas. La sangre que manaba del extinto brazo del que había muerto a su lado amenazaba con mancharle. El adepto guardó el revólver y sostuvo con firmeza aquella maza improvisada con la que le habían herido y con la que él los había herido a ellos. Lo que acababa de hacer le resultaba impensable. Jamás se habría creído capaz de matar a nadie, no porque la idea le disgustara, sino por pura y llana inocencia. Incluso él se sorprendió, al recordar como se hizo con aquel revólver por protección y ni siquiera concebía la posibilidad de dispararlo. Lo había hecho por instinto, y el resultado lo tenía delante.

Tomó aire, pensando cómo iniciar el interrogatorio, pero el resto salió corriendo tras la niña. Parecía que sabía algo más, pero continuaba tan muda como siempre. Apretó la mandíbula, contemplándole. No le gustaba dejarle ahí, sin más, y temía que pudiera perseguirle… pero al mismo tiempo le faltaba la sangre fría necesaria para ejecutarle. Podía considerarse afortunado. Crassus salió corriendo detrás del resto.

Recorrieron otro gran trecho de ese infierno que era la base de la colmena, pero lo hizo con una actitud muy distinta de la que había tenido al entrar. En cuestión de unos segundos, se había transformado en otra persona. No le había perdido el miedo a la muerte —es más, incluso había sucumbido a él—, pero, con todo, el enfrentamiento había resultado… liberador. El camino terminó delante de la puerta de un apartamento. Crassus sintió un escalofrío, y antes de darse cuenta se encontró otra vez con un arma en cada mano. 

—Que el Emperador nos proteja —dijo, mientras los miraba uno por uno. 

Después se concentró, buscando alguna pista, tratando de escuchar lo que fuera que podía estar ocurriendo al otro lado. La idea de entrar por allí le disgustaba sobremanera. 

La oscuridad que emanaba de ese oscuro lugar os erizaba la piel. No habíais sentido nunca una sensación como esa y es posible que nunca volviérais a sentir nada.

Una inmensa ola de poder psíquico destella como si de un flash se tratara justo delante de vuestros ojos, sin aviso y sin poder reaccionar mientras un ensordecedor ruido casi hace estallar vuestros tímpanos.

Crassus se agachó, llevándose de una manera sumamente torpe las manos a la cabeza. Con ambas ocupadas, no pudo cubrirse ni la vista ni los oidos, y trastabilló contra una de las paredes, confuso y mareado, mientras trataba de encauzar sus sentidos. 

La sensación de que algo se estaba metiendo en su mente era muy fuerte y en cierta medida aterradora. No poder controlar lo que le estaba rodeando era sin duda alguna una mala noticia y entonces un extraño fogonazo le nubló la vista a la vez que le ensordecía por momentos.

Xazhum cerró los ojos y se llevó las manos a los oídos. No sabía que estaba sucediendo, pero desde luego que era algo malo, muy malo. Definitivamente había sido mala idea adentrarse en la guardia de aquella secta.

A pesar de estar concentrada intentando detectar la naturaleza de esa sensación tan conectada con el Caos, o precisamente por eso, Grunda no llegó a verse afectada por la oleada psíquica que barrió a su paso cuanto encontró en su camino.

Vio y escuchó el fogonazo acompañado del estruendo, claro, pero pasó a través de ella. 

La salvaje agarró con fuerza su hacha, como si el arma maldita pudiera protegerla de algo inmaterial. Aunque quizá lo que viniera después de esa andanada, sí tuviera un cuerpo, después de todo...

Antes de entrar, un ataque psíquico nos sorprende y de repente pierdo la vista.