Partida Rol por web

Expediente 3748-288.
2 horas antes del último reconocimineto de la 7ª escuadra.

Oficial al mando: Sargento Price Ragund
 

El toque Imperialis os despierta como cada mañana. Formáis a la puerta de la compañía, uniformados, para después acudir a la misa habitual por el emperador y el discurso mañanaero que se repite del Orador del cuartel, encargado del Ministrorum, para sobrellevar vuestras almas.
Aunque no lo creais pronto echaréis de menos esos sermones, pues tan solo queda una semana antes de vuestra graduación y entonces el 13º regimiento de Sozoman volará hacia la guerra. No volveréis a ver vuetstro planeta en mucho, mucho tiempo.

Como veteranos disponéis de una hora, después del sermón, antes de comenzar vuestra última patrulla de reconocimiento. Todos estáis nerviosos por la grduación. Vuestra familia quedará a mucha distancia y es posible que no volváis a verla. Pasáis vuestro tiempo libre tumbados en vuestros camastros, otros leeis el codex imperialis, jugais a las cartas o repasais vuestro equipo esperando que llegue la hora.

- ¿Sabéis? -pregunta Bianchi tumbada en su litera, mirando unos naipes boca abajo- He oído que ha llegado una carta en blanco a la estafeta de la compañía. Por lo visto es de la mujer del teniente: ¡Como hace un año que no le habla!...

Bianchi se ríe de su propio chiste, sin esperar a que nadie más lo haga. 

Vale, ese era malo: pero por los dientes del Emperador: ¡en este barracón los nervios se pueden cortar con un cuchillo! Piensa ella. Luego lanza un naipe al cajón de abajo:

- ¡Envido!

¿En blanco? Pero porque...- Yulia levantó su mirada y el rostro que tenía oculto tras las hojas de uno de sus libros de anatomía. Estaba absorta en sus pensamientos o mejor dicho en sus nervios por partir al frente, a la verdadera guerra - Jajaja Ahora lo pillo- Comenzó a reír. Laura le caía bien y siempre lograba que sacase alguna sonrisa, algo difícil en demasiados momentos para Yulia.

¿Estáis nerviosas? Yo me voy a quedar sin uñas. Muchos de los que conocemos morirán o quedarán mutilados- Se puso de pie incorporándose de la litera al pronunciar esas aciagas palabras. Era algo común cuando la médico no estaba con la mente presente y divagaba en sus pensamientos.
Lo siento, yo no quería...- Se tocó con ambas manos la goma elástica con la que anudaba su trenza hasta pegarse un pequeño tirón. Un tic que realizaba en demasiadas ocasiones y siempre para recordarse que era una estupida y una bocazas. Su lenguaje corporal no podía ser más claro, hombros hundidos y la mirada al suelo mientras que cualquiera que le pudiese leer la mente escucharía ”tierra trágame”.

El 13º regimiento era su nueva familia y ella debía cuidarlos tanto en las ocasiones en las que estaban enfermas como en las peores heridas. Esas heridas llegarían pronto, estaba segura de ello.

De la litera de abajo una mano salió disparada y cogió la carta de Laura al vuelo. Metiéndola en su cubiculo y dándole vueltas a la misma entre los dedos índice y anular, mirándola bailar pero con los ojos lejos de allí. Si oyó el chiste, no le hizo gracia sufienciente para reirse.

- Yo me conformo con matar a 10 enemigos antes de morir yo- decía la soldado raso katarina, respondiendo a las tristes palabras de Yulia, con un tono de voz que siempre parecía estar hastiada de todo. Es una frase muy antigua que escuchó de holocintas de Terra que tenía que ver con unas criaturas muy pequeñas y asquerosas- oí que si todos hicieramos eso, eliminaríamos a todos los enemigos de la humanidad en un sólo día, nosotras hagamos nuestra parte como mínimo, además- se interrumpió y le ladró a su compañera médico- por el amor del emperador Yulia, se supone que tu tienes que ser la más tranquila.

Se quejaba, y no sin razón, pues cortar la carne es más fácil que coserla.

Grenda estaba montando y desmontando su rifle. En ésta ocasión con los ojos vendados. No era la carabina laser reglamentaria del pelotón, pero le habían dejado llevarla cuando vieron lo que hacía con ella. Lo importante es que matara, no con qué. Se conocía hasta el más mínimo detalle del arma y lo cuidaba y protegía como si fuera su hijo.
De hecho uno de los soldados le había gastado esa broma una vez en el comedor, y ella le había estampado la bandeja de comida en la cara una y otra vez hasta que partió la bandeja metálica. Le costó dos semanas en el calabozo y quince latigazos, pero podía haber sido peor si el comisario hubiese estado en la base.

No sé qué decirte. Yo espero matar muchos más de diez, y si puedo elegir sin palmar.

- Me sé uno con amputaciones -salta Laura impertérrita- A un piloto de un bombardero lo derriban en territorio rebelde y le hacen prisionero para interrogarlo. El tio no suelta prenda, asi que le cortan un brazo durante la tortura. Pero consigue que le hagan el favor de que la aviación rebelde lo lance sobre suelo imperial. Así igual con otra pierna y un brazo. Pero cuando toca el último miembro le dicen "lo siento esta vez no se puede: ¡Creemos que pretende fugarse!"  

Con este si que se destornilla y casi se cae de la litera.

- ¡Ay! Ya paro, ya paro. Pero en serio: cuidado con esos comentarios, que los carga el diablo de Fak. Ademas ¿no vivimos en la Guardia, el gran supermercado de las prótesis?

-Me parto contigo Laura.- Mallory se acercó a tu litera. -¿Seguro que no tienes un novio que te eche de menos en todo el planeta?.- El tío había sido modelo y se había alistado por devoción a la iglesia del emperador, costumbre en su familia. No levantaba muchas simpatías entre los compañeros del género masculino.

Laura levanta un dedo y pone voz fingidamente seria:

- ¡Muchos! ¡Uno en cada puerto, como los marineros! Pero tuve que alistarme después de dejar a uno embarazado. Su Madre no se lo tomó a bien.

Más risas, antes de dejar de engolar la voz:

- ¿Y tú, soldado? ¿No has dejado a algún desconsolado maniquí llorando en el escaparate? 

Vuelve la atención a las cartas. Se estira para recuperar una del mazo y luego arroja dos sobre el baúl: "¡Arrastro!"

Katarina imita la voz de un servocráneo de propaganda, algo metálica y con muchas pausas.

-[...] Y así, mientras la lucha se lleve a cabo en el otro confín del universo, nuestras familias, vivirán a salvo, henchidas de orgullo ante el deber cumplido por los guardias imperiales, que con su coraje y determinación, y llevando la luz del emperador con ellos, mantendrán encendida la esperanza de la humanidad usando el fuego de sus armas y el filo de sus cuchillos[...]

No es del todo exacto, pero esa es la ídea. Echar de menos está bien, será porque está vivo. Gracias a nosotras. Le guiña un ojo a Mallory, no es mal tio y también se sabe muchas de esas mierdas de memoria.

-Por el suelo te voy a arrastrar como sigas tirando cartas- refunfuña para sí, mientras sigue recogiendo los naipes que lanza su amiga jugando a algo en su mente.

(Engolando la voz otra vez, con un deje que quiere ser mecánico)

- "... forjados en el santo odio y la justa ira del Emperador y sus acólitos." Concluye la cita. Las florituras son para los que se nieguen a entender que el argumento es lógico. Un profesor de mi orfanato lo explicaba muy bien: (pone ahora voz grave de hombre serio y un tanto aburrido) "la base real de la supervivencia humana es el constante sacrificio formal". No sabía dictar apuntes, pero tenía razón el pobre señor Nemiel.

Parece quedarse pensativa unos instantes: 

- Cualquiera que se queje de tener que ir a la guerra mientras otro se queda en casa se merece ser disparado en el sitio por capullo y egoísta. 

Laura deja de fingir que juega a algo e intenta hacer trucos con las cartas: pero solo consigue tirar media baraja y verse por fin obligada a bajar a recogerla. 

- ¡Ups! ¡Bueno! ¡Mi futuro en la pretidigitación está des-cartado!

El sargento volvió un poco más tarde a los barracones, se había quedado viendo unas cuestiones del papeleo sobre el equipo: tediosa pero necesaria burocracia... Y por supuesto, el también estaba nervioso. En el Astra Militarum no había cabida para el error y cualquier desliz podía costarle algo más que el puesto.

Escuchó risas conforme se acercaba a la puerta y entró en la habitación justo para escuchar la imitación de la propaganda imperial de Katarina y los trucos de cartas de Bianchi, que arrancaron una sonrisa del sargento sin más comentarios.

El pequeño Sargento se tumbó en su litera sin interrumpirles, tenían la confianza como para que la tensión no subiera cuando el sargento entraba por la puerta... Por ahora el Sgt. Curce era probablemente de lo mejor que te podía tocar en una escuadra. No era gruñón, al revés, era un tío que sabía reírse. No parecía malo en el mando y se preocupaba por sus hombres-o más bien mujeres-...pero eso era por ahora. En combate ya veríamos. Si es que llegaban alguna vez.

-Esta espera se me va a hacer eterna-no dijo mucho más desde su camastro, la ansiedad le empezaba a afectar.

De un empellón la puerta del barracón se abrió de repente.
-¡Compañía en pie!.- La voz del sargento en funciones Price Ragund hizo que vuestras miradas convergieran en él. Era de la academia, un novato que se había unido a vosotros hacía unos meses. Era un tipo terco y metódico que se leía el códex cada noche. Laura Bianchi bromeaba diciendo que se metía en el culo una vara para estar más recto delante del capitán. No era como los demás promocionados a sargento, más veteranos, que os consentían ciertas libertades. No en vano todavía no era sargento, por lo menos hasta dentro de una semana donde se comprobaría su temple, asique no lo tomásteis en serio amparándoos en el resto de sargentos que tampoco le hicieron caso, siguiendo a lo vuestro.

Sin embargo, la persona que entró a continuación hizo que se os erizaran los pelos de la nuca y saltárais de las literas, literalmente. Durante el último mes había sido vuestro padre, madre, abuelo, confesor, examinador, juez y verdugo todos juntos a la vez. El Comisario Víctor Scheriman se os quedó mirando, con esa cicatriz, durante unos interminables instantes hasta comprobar que todo estuviera en orden. Detrás de él un adepto con túnica roja, autopluma y un rollo de pergamino se adelantó hasta quedar por delante del sargento Ragund, al lado del comisario. 

Era sin duda del administrtum y las arrugas de su piel denotaban que llevaba en activo mucho más tiempo que el ajado pergamino que tenía en sus manos.

Cuando comenzó a hablar podía verse la rabia interna que sentía. ¿Acaso le habíais hecho algo?. Decían que todos los comisarios eran el diablo, pero este os parecía el mismísimo dios del caos con su espeluznante cicatriz. Ni siquiera Bianchi hacía bromas al respecto. Pero había algo en él que os impulsaba hacia adelante. Bien por miedo o por orgullo, en el último mes habíais mejorado notablemente como unidad.
-Compañía. Pronto seréis miembros de nuestra numerosa familia. En una semana las alas del imperio os darán acogida en el Astra Militarum, Martillo del Emperador y segador de enemigos.- No sabéis como lo hacía, ese hombre podía meterse en vuestros sueños como una pesadilla cada noche, pero ahora un sentimiento de orgullo recorrió vuestros rostros y se adentró en vuestros corazones.- Por eso, por sus hijos predilectos, el Comandante Fidelius ha tomado la decisión de recompensar a los hombres y mujeres que pronto pasarán a ser miembros activos de nuestra familia, la guardia imperial.-  El mismísmo comandante se acordaba de vosotros y además, os recompensaba. Era un gran honor del que esperábais ser dignos.

-Por esa razón hoy no tendréis esa hora de libre disposición, sino que, por escuadras, competiréis por el premio del comandante.- El adeptus desenrolló el pergamino delante del comisario para que lo leyera. Era casi imposible distinguir sus dedos del arrugado y amarillo pergamino. Con temblorosas manos sujetó el pergamino como si de garras se tratara y no de huesudos dedos. Como si tuviera miedo de que se lo quitárais de las manos.

-¡Escuadra primera asignada al Sargento en promoción Richmond!. Gent, Farham, Dubein, Marshall...- nombre a nombre el comisario Scheriman iba formando las distintas escuadras. La segunda, la tercera... a medida que el coomisario leía, el adepto desenrollaba más pergamino que caía lacio hacia el suelo.
-¡Escuadra séptima asiganada al Sargento en promoción Cruce, Randall!. Molkov, Bianchi, Macmardiggan, Ivaz, Kutznekova, Mallory, Brich, Grant, Ferdel Daniel, Ferdel James.- Según os llamaban os poníais al lado del vuestro sargento como la séptima escuadra.
Tres escuadras después, el pergamino llegó a su fin. El adepto lo enrolló como si contuviera alguna fórmula mágica antigua y valiosa guardándolo bajo las mangas de su túnica. El comisario os examinó con la mirada, juzgándoos.

-El comandante,- la pausa duró demasiado. Era como si no quisiera decirlo, incluso se le veía molesto. -ha decidido que aquella escuadra que gane en la competición no tendrá que hacer la patrulla a pie. Podrá hacer su último reconocimiento en un transporte tipo Quimera y, desde luego, acabará antes que las demás patrullas.-

Rápidamente todos pensásteis lo mismo. Aquél que acabara antes, tendría cerca de tres horas de tiempo libre para hacer lo que le diera la gana, hasta la hora de comer en la cantina, donde podíais celebrarlo y empalmar con las horas libres de la tarde porque, el rumor se había corrido como la pólvora, el Comisario Scheriman tenía que ausentarse del cuartel hasta mañana.

-Ni se os pase por la cabeza,- dijo el comisario en tono bajo y amenazante, como si os leyera la mente. -que por mi ausencia del cuartel vais a comportaros como una banda de orkos salvajes.-

Nadie osó moverse un milímetro. Ni siquiera se oyó como el soldado Mallory tragaba saliva, a pesar de poder verlo claramente.

-¡COMPAÑÍA FIIÍRMES!.- La voz del sargento, aunque innecesaria, retumbó por todo el barracón. A punto estuvo de soltar un gallo por querer impresionar al comisario. Rápidamente le abrió la puerta y la sostubo hasta que salió el decrépito viejo del administratum. Una fina sonrisa se dibujó en sus labios.

-Tenéis treinta segundos para ir a la pista. La escuadra que llegue la última no tendrá el favor del comandante.- La puerta de la compañía se cerró tras el sargento.

La pista. Solamente a una mente retorcida como la del comisario se le podía haber ocurrido esa prueba. La pista de obstáculos no era una pista normal y corriente. Entre sus pruebas escondía sospresas que nadie imaginaría. Minas con descargas de mil voltios, cepos para lobos, concertinas en vez de alambre de espino y más.
Os miráis entre vosotros con la misma cara desencajada, hasta que toda la compañía comenzáis a correr hacia la puerta para llegar a la pista los primeros.

Solo una cosa rondaba vuestra mente, esas tres horas de tiempo libre.

Algo dentro de Bianchi se despertó cuando oyó la palabra "Chimera". Tan violentamente que salió del barracón con el casco del revés y un tirante colgando, habiendo dejado la baraja desparramada al buen tun-tun cerca de los camastros del 3er escuadrón. 

"¡Laura, Mujer!" le reconvino su inconsciente "¿Cómo piensas pasar la mitad de esas pruebas? ¡Si hasta os dan botas metálicas en vez de las de caucho para que esas estúpidas minas hagan efecto!" 

Laura no escuchaba. Ya encontraría quien la ayudase a saltar el muro. Los demás la necesitarían para salir de los túneles. Por ella y por los demás, debía llegar a ellos cuanto antes. ¡Y por las tres horas libres! 

El intento de simular unas duras facciones se fue desmoronando al escuchar la prueba -Mierda, voy a pastar al equipo. Por mi culpa seguro que tenemos que ir a pie- En cuanto pudo observó los rostros de sus compañeros porque estaba segura de que todos pensarían lo mismo ¿Que culpa tenían ella de no ser una súper atleta como los hijos del Emeperador? Ella era una simple mujer, una doctora.
La sola idea de pensarnos en todo lo que tenía que superar hizo que su estómago se revolviera. No había entrenado lo suficiente en esa condenada pista y ahora le gustaría tener una pareja de carrera pero no podía dar el primer paso, no siendo tan lenta. Abrió la boca para pedir ayuda pero no salió ni una sola palabra de su garganta. La lucha real no había comenzado y Yulia ya se estaba arrepintiéndose de alistarse. Ayudaría en todo lo que pudiese y la mejor forma era tratar de ser el menor lastre posible

El “compañía en pie” activa una respuesta automática impuesta durante todo el entrenamiento y la guardia imperial se pone de pie de un salto y se cuadra al lado de su litera junto a sus camaradas. Miró de reojo sin mover la cabeza para saber quién venía. Era el comisario. De repente no pudo evitar que le sudaran las manos de expectación.

Durante todo el discurso el pecho de Molkov se subió unos centímetros, pues sentía todo aquello que decía el comisario y hacía un mohín con la boca y casi vislumbrando a sus enemigos muertos bajo el imparable avance de la humanidad.

El premio de ese tiempo libre, el último que podríamos tener en nuestra vida, era muy tentador, quería escribir una carta a su madre, de repente le pareció que no le había dicho todo lo que pensaba y tenía que ganar esa prueba. Y además montar en una Quimera siempre era un privilegio para la infantería.

No sólo no teníamos que quedar las últimas, tenemos que ser los primeros. Empiezo a atarme las botas a toda velocidad y correr hacia la salida mientras se mete un par de barritas energéticas en la boca y sale corriendo masticando a carrillos llenos, mientras anima a sus compañeras de escuadra.

-Chicas, chicos, nos esperamos unas a otras en la quinta prueba, tenemos que entrar todas juntas y salir juntas de esa prueba y luego a máxima velocidad para coger buenas plazas- creo que esa es la clave porque nos perderemos de vista, allí estaremos en mano de las más habilidosas.

Grenda se levantó como con un resorte en cuanto escuchó la voz del comisario y se puso firmes. Como los demás. Todos sabían que no era nada bueno soliviantar a un comisario.
Aunque lo que dijo la sorprendió. No se esperaba aquello. Demasiado bonito para ser verdad.
Al menos eso es lo que pensó hasta que cayó en la cuenta de que iba a ser una masacre. Todo el mundo iba a pelear por aquellas tres horas como si los demás fueran el enemigo. Mala cosa. Algo le decía que no iba a salir nada bueno de aquello.

Menudo desperdicio y desgaste. No van a llegar todos. Como si lo viera.

Aún así se calló sus pensamientos y se vistió a toda prisa. Estaba fuera y preparada con los demás, lista para empezar las pruebas.
Miró a la doctora. Y tras percatarse de que el comisario, o alguno de sus chivatos, no estaba cerca, susurró a Yulia, Katarina, Laura y Nastya que eran las que tenía más cerca.

No os volváis locas con la prueba. Lo que hay que hacer es acabarla. Nada más. No importa si somos los primeros o los últimos. Tenemos que acabar la pista todos.

Cuando empezaron a avanzar a la primera prueba, Grenda resbaló nada más empezar y cayó a uno de los hoyos. Era un buen principio desde luego. Y final.

Randall se sorprendió mucho de la presencia del viejo en los "ingratos" barracones. Vino a vomitar esa rabia con la que empujaba la unidad ...y nada mejor que hacernos competir entre nosotros. Escuadra séptima. Curce hizo un recuento mental de sus efectivos que se alineaban con el. 

Cuando el mermado de Ragund dio la voz de firme se cuadró como exigía la norma.. Randall hace rato que se temía algo malo, así que cuando el sargento explicó lo de la Pista lo aceptó con abnegación. Miró a sus hombres y mujeres y los arengó:

-Vamos, vamos... todos a la Pista...no abandonad a nadie, nuestra puntuación total será la peor de la de toda la escuadra! -fue dándoles un ligero golpe en la espalda mientras salían y esperó a ser el último antes de echar a correr. Cuando salió por la puerta miró hacia atrás una vez más. 

La primera en llegar había sido la tiradora selecta Grenda Macmardiggan que tropezó dándose de bruces contra el suelo:

-¡Macmardiggan! ¡Arriba!No existen entrenamientos para hacerse la muerta, vamos, en pie. - gritó el sargento.

Todas las escuadras corrían hacia la pista sacando una nube de polvo por el camino. Al llegar, varios sargentos estaban preparados para vigilaros de que no hiciérais trampas.
Grenda apremió de más el paso y se metió en la pista antes de tiempo. Gracias al emperador, cayó en el primer hoyo y los sargentos lo tomaron como que no había frenado a tiempo... o habríais acabado antes de comenzar.

Sin embargo los que si acabaron antes de comenzar fue la tercera escuadra, la última en llegar, quedó fuera del desafío.

Solo nueve de diez escuadras. Los rivales menguaban antes de empezar. Un disparo dió la salida acelerándoos el corazón.