Partida Rol por web

PRÓLOGO
El puesto avanzado del valle de Hergoff, situado entre los pueblos de Reinsfeld y Erlach, es uno de los campamentos situados a lo largo de la línea que delimitan las montañas grises al norte. Situado a una veintena de metros del vado del río Erlach, el puesto avanzado ha sido colocado para proteger los pueblos de Reinsfeld y Merxheim. Al otro lado del río, el bosque se extiende por la ladera de las Montañas Grises coronado por sus picos nevados.

Es en este puesto avanzado donde comienzan vuestra primeras escaramuzas con los orcos. El verano llegó y el calor hace que se trabaje más y mejor. Las alargadas horas de luz también contribuyen a que la vigilancia de la otra orilla sea posible durante más tiempo.
Desde hace dos meses vivís aquí, en medio de un destacamento de cien hombres compuesto principalmente por mercenarios y comandado por varios oficiales imperiales que os dirigieron desde Carroburgo. Apostados en este lugar, sois el freno del avance de las tropas orcas que asolaban la zona. Desde entonces el puesto avanzado ha sufrido tres incursiones y muchas escaramuzas, sobre todo con flechas desde la otra orilla. Aunque varias veces la torre de vigilancia y parte de la empalizada ha sido quemada y/o destruida, las constantes reparaciones por parte de los mismos soldados y mercenarios ha mantenido a buen recaudo a los pueblos limítrofes, algo que Reinsfeld agradece llevando cada dos semanas, durante una noche, varios carros con chicas para los valientes que les protegen… a un módico precio de 10 peniques por chica y hora.

Middenland. Año 2503 del cómputo imperial.
Día 15 del mes del Cosechario. Valle de Hergoff.
En algún lugar a orillas del Río Erlach.

El graznido resonó en el bosque acompañado del apresurado despegue de los cuervos que zarandearon las ramas de los arboles al otro lado del rio. Un escalofrió recorrió vuestra espalda, como si la mismísima muerte os tocara con su helado dedo. De inmediato soltáis las herramientas para cambiarlas por armas mientras os agazapáis detrás de los parapetos de madera que vosotros mismos habéis construido para protegeros de las flechas enemigas. Escudriñáis la orilla opuesta del rio en busca de colmillos, orejas puntiagudas y pieles verdes. Nada. Volvéis a escrutar a fondo la orilla en busca de las hordas orcas. Pero no hay nada.

Poco a poco los músculos se relajan. Las espadas vuelven a sus fundas y los arcos se destensan. El sargento da una voz para volver al trabajo, pero veis como la pistola sigue armada en su mano mientras mira de reojo la otra orilla.
No ha habido ataques o escaramuzas desde hace dos semanas. Sabéis que es solo cuestión de tiempo que la mano de Morr caiga en vuestro campamento y la sangre corra de nuevo por el río Erlach. Rezáis a Ranald para que no sea esta noche. La noche semanal de las chicas.

El sol va cayendo y el trabajo se deja para el día después, hoy toca peinarse, limpiarse las calzas y, algunos más afortunados, ropa limpia. La llegada de las chicas es esperada por todos, soldados, mercenarios y oficiales. Unos lo disimulan más que otros pero el ambiente está cargado de adrenalina.
Algunos se distraen jugando, otros se acicalan para estar más presentables y el resto pasáis el tiempo como mejor sabéis. Diez hombres están apostados en la línea de defensa y uno en la atalaya. Un poco más allá de media noche, se ha establecido turno para ser relevados por otro grupo de diez hombres, donde estáis asignados.

Entonces el centinela de la torre da la voz. -¡Vienen las chicas!.

Algunos se ponen de pie de un salto esperando esas dos carretas cargadas de mujeres perfumadas y de blanca piel. Otros cogen sitio cerca de las puertas para ser los primeros en darlas la bienvenida... mientras otros no salen de su asombro y los más viejos continúan con sus quehaceres. 

Tocaba noche de chicas. Esa siempre era una buena noticia que alegraba a la tropa. Una transacción económica en la que todos sin excepción salían ganando. Las profesionales se llevaban la pasta y los clientes satisfacción y alivio. ¿Qué más se podía pedir? ¿Había algo de malo en todo eso? La respuesta para María era evidente. No había nada de malo mientras la chica ofreciera su flor por voluntad propia, al cerdo que se ma quisiera comer. Marius sabía que muchas de esas chicas se vendían intimidadas por el proxeneta que las tenía sometidas o pies dueño. Pues como había gladiadores propiedad de gente rica, también existían mujeres esclavas que eran usadas como juguete sexual. Pero ese no era el caso. - Nunca he estado con una pelirroja... - Le dijo Marius a Dieter, uno de sus compañeros con el que había hecho bastante amistad. - Me gustaría saber a qué saben sus sexos. ¿Deben tener pelo pelirrojo también abajo? Sólo de pensar en aquello le sobrevino un escalofrío y su miembro se enfureció. Marius no era un experto en ese tipo de quehaceres. Había estado con pocas mujeres y casi todas desde que escapara de su vil amo. No había visto muchas pelirrojas en su vida. En el sur eran casi todas morenas. Pero cuando regresó al norte de Viejo Mundo, supo que esas diosas de pelo anaranjado existían de verdad y desde ese momento se propuso tener su verga dentro de una de esas zanahorias. - ¡Vamos a vera mercancía! - Soltó una risotada y apresuró el paso para recibir a las chicas.

El joven elfo, meditaba y recordaba las tantas luchas que ya habían pasado, sobreviviendo a ellas, haciendo alianzas y dejando partir a los desdichados.

Más que grandes entre mortales, consideraba que aquellos que sobrevivían a estos encuentros, eran más por la fortuna que la pericia –Va usted a saber que es enfrentarse contra 3 de esos animales a la vez- pensó recordando la muerte de un compañero en el último enfrentamiento.

Eldillor no ha dejado su jovial trato, más si se ha visto algo cambiada su percepción a algo más melancólico.

Miro a su compañero el ex gladiador y al escucharle expresar sus dudas, en sus finos labios se asomó una sonrisa; el elfo yacía enfrente a una fogata puliendo su lanza y con la armadura puesta, casco y escudo a su costado.

Arqueo la ceja, al dar razón a la necesidad expresa en los bullicios de júbilo de los soldados, más tocaba trabajar, ya que estos debían sustituir la línea de defensa –Una más una menos- pensó descartando la idea de estar con alguna de estas chicas y recordando las mellizas que tomo de la zona que protegían, cuando caminaba por las periferias y encontró a estas dos lindas criaturas, hijas de un posadero que se vieron dispuestas a sonsacar al pobre elfo –Fui una víctima- recordando con una sonrisa más amplia aún, mientras se ponía en pie y movía su lanza con pericia para escuchar el zumbido del aire cortado por la misma.

Recordó como estas lo indujeron (secuestrando la espada que tanto atesoraba y que no puso nada de oposición), a entrar a la cabaña, mientras su padre estaba distraído con la clientela... 

Sin más, recogió con su mano izquierda su escudo, ajusto la lanza en este, quedando agarrada al mismo y preparada para ser desenfundada, con la mano libre tomo el yelmo, por lo que su rostro de rasgos afilados quedo al descubierto, así como su larga trenza rubia que estaba unida por un conjunto de hilos metálicos (imperceptibles al ojo no entrenado) que sostenían toda la estructura, pero daban la flexibilidad de poderse movilizar como cualquier trenza.

Estaba en el suelo frente al fuego comiendo aquel asqueroso puré de patata y zanahoria que daban de cena cuando escuchó las voces. ¡Habían llegado las mujeres! Mierda. Justo en el cambio de guardia. Justo cuando le tocaba ir a la zanja. ¡Maldita sea! A Hans le quedaban pocas cosas en la vida con las que disfrutaba. Una era matar. La otra eran las mujeres. Entre matar y mujeres, se quedaba con matar pero los orcos llevaban dos semanas o así atreverse a asomar su verde y asqueroso pellejo así que lo de la caravana de prostitutas, pues le hacía ilusión. Incluso se había lavado la barba y los bajos en el agua del río. ¡En fin! Hans se levantó resignado. Miró al cielo. Luego escupió al suelo, se rascó el sobaco y fue hacia la línea de defensa. Era inútil quejarse.

ya llevaban un par de meses, y lo único interesante era la noche de chicas, algo que al soldado estaliano visitaria mas si le aumentaran el sueldo, por lo que solo había ido el primer dia de noches de chicas y luego había pasado, podría haber ido hoy, pero tenía que vigilar, por lo que prefería el estar vigilando si los sucios pieles verdes de estas montañas aparecían y nos daban algo de guerra, aunque no sabía si eso era posible, ya que llevaban dos semanas sin saber nada de ellos, y por lo que había odio sobre los orkos como raza que le encanta el combate propiamente dicho, no me gustaba nada, "voy a la linea defensiva" le digo a mis compañeros

- ¡Jejejeje! Todos la queremos meter en caliente hasta que algo aparece en el horno, eh, ¿yo? Tres, y todos de la misma mujer, pero se me murió el mediano durante las plagas, una lástima porque era buen chico- le comentaba Vasile a una anciana que vendía carne asada de dudosa procedencia-. Deme, deme, que cuando terminen de ordeñarles las mozas estos van a querer pastar ¿cuánto le debo?

El estirlandés pagó y se llevó el papeo hacia la primera línea mientras un perrazo que llevaba días siguiéndole le atosigaba cada pocos pasos, tratando de llevarse algo a la boca, se lo hubiera ganado o no.

- ¡Quita denmedio, chucho! ¿Será posible? ¡Ay!- con algo de apuro procuraba esquivar al can, después de todo había sido algo parecido a un regalo y los regalos no se rompían o pateaban.

La espectación es máxima. Las chicas en las carretas comienzan a saludar mientras estas enfilan el camino de entrada al campamento. Vosotros os quedáis mirando casi hipnotizados como sus sonrisas cautivan más que cualquier hechizo. La entrada está bloqueada por una veintena de mujeres que sonríen, saludan, cruzan las piernas, lanzan besos y enseñan escote.

Gritos y vítores se alzan al aire para recibirlas. Alguien lanza un fardo desde algún lado que cae cerca de las carretas y entonces el grito de una mujer, luego otra y otra os hiela la sangre cuando comprendéis que el fardo no era otra cosa que el vigía de la atalaya. Una flecha atraviesa su garganta de parte a parte y entonces lo oís.... el sonido del acero entrechocando, de los gritos de alarma, de dolor, de rabia mezclados con el olor de la sangre en el aire, berridos, balidos y mugidos acompañan las pezuñas golpeando la tierra y entrando en tropel por las puertas abiertas, bloqueadas por las carretas, en busca de gargantas humanas.

La alarma se desata y la sorpresa también, pues no son pieles verdes los que atacan el puesto avanzado, sino hombres bestia, Gors y Ungors que aprovechando la ocasión atravesaron el vado dejando atrás la lucha para entrar en el campamento. Todo es caos y muerte. Los oficiales dan órdenes que se pierden entre la matanza y los gritos.

Se giró y los vio. Hombres bestia. Sus siluetas animalescas  enormes y oscuras. Sus cuernos y sus ojos que brillaban rojos y amarillos. Avanzaban a grandes saltos cruzando el vado. Pronto estarían allí. Hans sacó el mangual y se parapetó en la línea defensiva buscando algo de protección. ¡Vamos! ¡A las armas! arengó a los desgraciados que estaban allí con él mientras se preparaba para recibir la carga de aquellas criaturas infernales

Aquellos malnacidos les acababan de aguar la fiesta. La noche de chicas se iba a convertir irremediablemente en una noche sangrienta. Marius nunca había combatido a aquella calaña del caos, pero parecían enemigos duros de roer, aunque estaba preparado para lo que fuera necesario. - ¡Vamos a formar! - Gritó. - ¡Todos juntos! ¡Por separado no somos nada! ¡Debemos aguantar la embestida! Marius no era oficial. Ni estaba al mando, ni le tocaba dar órdenes, pero la situación requería que alguien pusiera un poco de orden en todo aquel caos. Si querían sobrevivir, tenían que mantenerse juntos, debían mantener la línea para superar aquella carga. Mangual en mano y protegido por su armadura y su rodela, Marius aguardó la embestida de aquellas Canarias del diablo. En cuanto tuviera ocasión descargaría el primer golpe de mangual contra el primero de aquellos seres que se le acercase.

La noche de chicas iba a empezar y estaba a punto de llegar a la línea defensiva cuando veo el flechazo al guardia de la atalaya, por lo que sacó mí estoque "nos atacan" grito a mis compañeros para que se preparen.

- Por las muelas de Taal, ¿será posible? -gruñó extremadamente molesto el estirlandés cuando se vio obligado a soltar al suelo aquella parrillada para delicia de aquel perrazo sin nombre- ¡Bicho traidor! No te lo comas que lo podemos recoger del suelo luego.

No había nada que hacer, el papeo estaba perdido, las chicas en desbandada y no veía a priori a ninguno de sus colegas, de manera que sacó el pistolón de Hlüger de Nuln, lo amartilló y apuntó con cuidado mientras que con la otra mano se protegía el rastro del fogonazo.

- Mascad plomo, cabrones...

Sabeis, a parte de las leyendas del hombre bestia del saco que os contaba vuestra madre, que la estructura esta gerarquuzada tanto o mas que la de los humanos. Basada en la propia fuerza y el rastro que el caos haya dejado en el cuerpo, esta esta compuesta por;
Ungors:la tropa, carnaza de primera linea. Aquellos que no son gors (todavia) o demasiado debiles para ser gors. Normalmente no tienen cuernos o son pequeños.
Gors;los soldados. Aquellos que aspiran aser lideres algun dia.. Si les dejan. Todos tienen cuernos de cabra o carnero.
Bestigors;iguales en aspecto a los gors pero miden cerca de los 3 metros de altura y su fuerza y ferocidad son legendarias.

De momento podeis ver a gors y ungors (los que mas) atacando.
Como marius ha sacado un exito tiene la opcion de formar una linea de defensa. Para eso necesitas sacar una tirada de mando.

El campamento caía. Los hombres luchaban sin coherencia ni unidad, tan solo por su instinto y supervivencia. El abrumador ataque habia pillado por sorpresa las defensas. La primera linea de defensa situada en el vado habia caido abrumada y superada en numero. El campamento, con sus puertas bloquedas por las carretas de las mujeres dejaba paso franco a las criaturas. Hasta una procesion de viejas santurronas podria tomar el campamento sin oposicion alguna. Las tiendas de campaña, vuestro hogar desde hace meses, comenzaban a arder pasto del fuego alli donde los hombres bestia no encontraban tanta resistencia. El fuego iluminaba el campo de batalla, brutal y desmedido, lleno de sangre, visceras y los balidos de los asaltantes.

¡Klak-PÚN!

Un gran estruendo, una cegadora explosión y humo para tumbar una colmena de abejas pero ninguno de los monstruos cayó muerto, al contrario, parecieron caer en la cuenta de quién les había disparado y ahora tocaba pelear. En ese momento vio al conocido de Eldillor, el sureño de poco pelo, cargar al ataque con ganas de sobra - habría que hacerle compañía.

Hans se lanzó al combate. Los dientes apretados y los ojos abiertos y sedientos de sangre. Como un demonio surgido de aquel infierno cubierto de los reflejos rojos y naranjas que producía el fuego. Alzó el arma sobre su cabeza e hizo girar la cadena hacia un lado para después descargar el peso sobre la primera bestia que pasó a su lado ¡Era hora de matar! ¡Matar! ¡Matar! ¡Matar! Espumarajos blancos empezaron a salir por su boca. 

Eldilor, escucho los gritos y agudizo la vista, poca atención presto a la llegada de las jóvenes, pero estos gritos sacaron lo mejor de el en un instante.

Sin dilatarse mucho, procedió a correr para socorrer a todo el que pudiera salvar de serle arrebatada la vida.

Observo a Marius y se coloco junto a el, con el escudo en mano frente a el, lanza posada en las hebillas del escudo, mas en ella se sentía la tensión de la letal disposición del elfo a arrebatar las vidas de toda bestia que se deje morder del frío acero. 

Los hombres bestias venían a por nosotros y no iba a dejar que se fueran con las manos vacías, por lo que atacó al primer bicho que se me acerca