Partida Rol por web

El Estaliano vio como una línea defensiva formada por hombres comenzaba a repeler el ataque. Su contrincante y él habían danzado el vals del acero demasiado tiempo sin llegar a imponerse ninguno de los dos. Era hora de cambiar eso.

En un ágil movimiento se desembarazó de su oponente y salió corriendo para unirse a filas.

El ungor había sobrepasado su defensa y le había golpeado en la cabeza, que de no ser por su yelmo, seguramente no lo hubiese contado.
El elfo intentó mantenerse firme pero el golpe en la cabeza le había atontado más de lo debido.

La lucha a muerte comenzaba a mellar las fuerzas de ambos bandos. La resistencia de la línea defensiva, el ataque por sorpresa, las tiendas ardiendo y los berridos mezclados con gritos humanos.

Otra andanada de fuego acabó con dos hombres bestia. Las lanzas y picas trinchaban y hacían retroceder mientras espadas y hachas daban cuenta de los Gors que quedaban atrás.

En la puerta, varios ungors la mantienen abierta por si hay que retirarse. Una táctica muy humana y hábil.

El ungor ataca de nuevo al elfo pero este mantiene la distancia con su lanza y escudo deteniendo sin problemas los golpes. Por otro lado, el hombre bestia que combate con Vasile y que ha sido mordido en la pata, berrea cabreado blandiendo una oxidada maza que se acerca peligrosamente a Vasile.

Cerca de la puerta el carnero berserker arremete contra Marius el cual toma impulso descargando su mangual casi al mismo tiempo. La bola impacta contra el brazo del ser doblándolo en una postura antinatural destrozando arterias, músculos y hueso. El berserker suelta la pesada hacha a dos manos retrocediendo unos pasos por el dolor, sin embargo, su fortaleza sobrenatural es tal que lanza una poderosa patada al gladiador. 

-¡Hacedles retroceder hasta la empalizada! ¡Recargad las pistolas! ¡Picas y alabardas al frente. Lanzas en los flancos! ¡AVANZAD, AVANZAD!-

La voz del capitán Gruydemer, el segundo hijo de un noble de Wissenland, comenzaba a oirse sobre el estruendo del caos de la batalla. Era de familia noble y se había visto obligado a entrar a formar parte del ejército cuando el nuevo emperador, Karl Franz había exigido tropas para la guerra contra Norsca. Bajo previo pago, ostentaba el rango de capitán. Tan solo por debajo del mismo comandante.
Antes no habríais dado ni un penique por él. Era pomposo, mimado y egocéntrico, ahora lideraba la defensa y contraataque del campamento. Dicen que la guerra cambia a las personas.

Recuperándose del golpe, sin daños aparentes, procede a lanzar una serie de ataques rápidos, buscando asestar con el hierro la débil piel y abrirse paso entre sus músculos a un órgano vital, mas no consiguió asestar golpe alguno, mas si le dio tiempo a posicionarse nuevamente para estar preparado y bloquear cualquier ataque.

Tras parar el porrazo Vasile determinó que no podría ganar aquel combate sin que le diesen un desagradable susto, pues aquellos monstruos estaban por doquier y en cuanto uno le viese ocupado seguro se apuntaría a flanquearle.

- Así se te atragante este momento, desgraciado -dijo fingiendo como que fuera a atacar de nuevo para, en realidad, picar espuelas hacia la resistencia organizada- ; perro, ¡Vamos! ¡Corre por tu vida! - le vociferó al animal.

El humano huía para ponerse a salvo lo cual le permitía al perro lidiar con aquella amenaza como era su deber, habiendo ya mordisqueando tobillo volvió al ataque con sus zarpas por delante. Entre arañazos y dentelladas el fiero animal sentía que protegía a su camada igual que ellos hacían por él desde cachorro.

- ¡Grouf, grouf, grouf! -ladró con vozarrón grave y rasposa.

Tras el último impacto del mangual sobre aquella bestia, el berseker lanzó un fuerte patadón directo hacia Marius. Con gran frialdad, el gladiador dio un paso lateral esquivando el golpe con gran facilidad.

Acto seguido, viendo lo débil que estaba aquel enorme hombre cabra, trató de asestarle un nuevo golpe que le dejara totalmente fuera de combate. Sin embargo, en esta ocasión falló.

- ¡Tsch... mierda! - Dijo tras no lograr impactar.

El berseker estaba debilitado. Tenían que aprovecharlo. Hans lo flanqueó  y le lanzó un poderoso golpe que impactó en el brazo izquierdo.

El elfo y el hombre bestia intercambiaban golpes, maniobras, mantenían las distancias y volvían al ataque en una serie de contraataques que los mantenían ocupados sin arriesgarse demasido.
Vasile optó por la retirada después de detener su ataque, aunque el perrazo salido de vete tu a saber dónde, enfurecido se puso de pie, abrió su gran boca y desgarró la garganta del hombre bestia. Después, como si no entendiera lo que había pasado, se quedó mirando a Vasile con esa cara lánguida y tontorrona.

Marius consiguió detener la patada del hombre bestia con su escudo, lanzando su mangual hacia delante pero no llegó a golpear. Antes de que pudiera reaccionar, el fanático Hans asestó un duro golpe en la cabeza de carnero del hombre bestia, aplastándole el cráneo. Aquellos Gors que estaban cerca comenzaron a mirarse unos a otros con duda.

Por otro lado las lanzas, picas y alabardas avanzaban en columna mientras el capitán continuaba dándo órdenes e insuflando energías a los humanos. Luis detuvo una maza desviándola de su trayectoria, pero al contraatacar, su arma se trabó con la del enemigo cayendo al suelo. 

-Por la maldita suerte de Vasil- dijo mientras seguían intercambiando golpes, fallando algunos y casi asestando otros, bloqueando algunos.

Su atención estaba enfocada en su formidable enemigo, mas crecía la ansiedad de no poder ayudar al grupo debido a estar enfrascado en una batalla sin sentido contra esta bestia que alguna vez fue humano.

Luego de fallar un ataque, procedió a realizar un movimiento certero contra la criatura, deseando realizar algo de daño a este ser.

Tras la caída del berseker, Marius sabía que la batalla empezaba a decantarse de su lado. Había hecho un buen trabajo con aquella bestia enorme. Ahora la tropa del caos perdería efectividad una vez había muerto ay líder, pero debían aprovechar la oportunidad y no flaquear, porque la mínima muestra de flaqueza podía volver a cambiar más tornas.

Y el mangual voló por encima de su cabeza trazando círculos en el aire, para cuándo tuvo a tiro a una de aquellas bestias, lanzar la bola contra ésta. El impacto fue brutal. Destrozó a aquella bestia y aunque Marius no sabía si sería suficiente para acabar con ella, por lo menos la dejaría fuera de combate, o eso esperaba.

- ¡Vamos soldados del Imperio! - Alzó la voz. - ¡No es momento de flaqueza ni retirada! ¡Caegaaaaad!

Hans saltó sobre el cuerpo de lider de los hombres bestia que yacía sobre el suelo con la cabeza abierta y sus sesos y sangre desparramados sobre la tierra. ¡Por Sigmar! gritó  lanzándose contra los desmoralizados Gors. ¡Era el momento de rematar la faena!

Tras el carrerón por la huída de aquel monstruo el tripón de Vasile le pasó factura en forma de un flato agonizante que le dobló por la mitad. Angustiado miró a sus espaldas temiendo la persecución del ungor pero lo que correteaba hacia él a trote ligero era aquel estúpido perro que no le dejaba en paz.

- ¡Fuera de aquí, bicho! -trató de espantarlo con un gesto de mano- ¿no ves que...?

Mientras se colocaba en formación, su alabarda al frente, se fijó en las fauces ensangrentadas del animal y sus ojos buscaron en la lejanía el lugar de donde había salido corriendo para atisbar el cuerpo tumbado e inerte del hombre bestia. Miró alrededor, buscando al héroe que hubiese lidiado con él, después al perro y luego buscó una última vez antes de que su sesera aceptase ambos elementos como evidencias de un hecho.

- Hmmm... Buen chico- le palmeó el cuello antes de echar un pie adelante junto a sus compañeros, cuando un mozo imberbe le miró mal por formar con un perro, ocupando parte del espacio que él necesitaba para cerrar formación, el estirlandés le sururró mostrando todos sus dientes-. Mi perro ya ha matado uno, ¿Cuál es tu excusa, pelagatos? 

había perdido mi estoque, pero ya lo recuperaría, ahora solo tocaba sacar mi hacha de mano que siempre llevaba por si apremiaba la necesitadad, algo que ya estaba pasando y cargue contra el primer hombre bestia que vi.

Edariel por fin encontró una buena oportunidad. Tras un contraataque lanzó su afilada punta de lanza en un ataque que atravesó el hombro derecho del hombre bestia, provocando un regero de sangre al sacarla. El ungor cayó de inmediato al suelo con algún espasmo de agonía mientras la pérdida de sangre le arrancaba poco a poco la vida.

Marius y Hans gritaron, se abalanzaron sobre los hombres bestia y el efecto causado les conmocionó. El mangual de Marius parecía vibrar con una energía mística propia y el fanático descargaba bola y cadena mientras recitaba salmos a Sigmar.

La línea iba engrosando a más y más hombres mientras el capitán ordenaba y repelía en la contraofensiva. Tanto Vasile como el Estaliano luchaban frenéticamete por hacer retroceder a los hombres bestia, cortando, trinchando, empujando y golpeándoles hasta erca de la puerta.

WUUOOOOOOMMMMM......!!   WUUOOOOOOMMMMM......!!

El sonido de un cuerno resonó varias veces. Las miradas entre humanos eran significativas y muchos preguntaban si eran refuerzos. Pero los hombres bestia perdieron de repente las ganas de luchar y comenzaban a retirarse.
Las pezuñas comenzaron a abandonar el combate, pocos al principio, para abandonar claramente a aquellos últimos enfrascados en combates que no podían o no querían irse.

Poco a poco los últimos hombres bestia fueron abatidos. Los hombres estaban cansados, abatidos. Una dura lección de la guerra.

El olor a quemado era asfixiante. No os habíais percatado de ello hasta comenzásteis a respirar de nuevo, descansando del combate. La mitad de las tiendas estaban ardiendo o habían ardido. La atalaya había sido destruída y quemada. Habría que volver a construirla. Los parapetos del río, las carretas de las mujeres....

Cdáveres sembraban el campamento por doquier. Pelos, cuernos, pies y pezuñas. Miembros amputados que no sabíais a cual de los dos bandos pertenecería y tanta sangre que había teñido de rojo la tierra. Pero lo peor era el olor a quemado de los cuerpos y los gemidos de los heridos.

La amenaza había pasado de momento. Un nuevo enemigo acechaba al imperio del hombre entre el follaje del bosque. Orcos, ahora hombres bestia... la guerra nunca acabaría.

Los músculos comienzan a enfriarse y se resienten de los esfuerzos y los golpes recibidos. Paráis a descansar mientras los dos únicos sanadores del campamento se mueven de uno a otro cuerpo bendiciendo sus heridas y tratándolas con aceites y vendajes. Unos heridos vienen por su propio pie, otros apoyados en camaradas o amigos y algunos los traen en volandas.

Todo rastro de la euforia anterior, ha desaparecido.

-Woorf?

Luego de ver caer al bicho, observo tranquilo todo lo que pasaba a su alrededor y veía la huida, volteo su mirada con intensidad al ser que yacía a sus pies -Me has dado una buena lucha mi estimado- levanto su lanza nuevamente y clavo en el corazón de la criatura para poner fin al dolor.

-Que los dioses nos ayuden a limpiar esta plaga de este mundo- se dijo a si mismo en su idioma.

Tras pasar esto, sondeaba el campo para ver que podía extraer de valor.