Partida Rol por web

Logró bloquear con habilidad el golpe de aquella cosa. Hans contraatacó entonces pero desequilibrado o quizás todavía confuso, erró su golpe con el mangual. Podía sentir la maldad que irradiaban aquellas criaturas. Inmensa y poderosa ¿A que se enfrentaban?   ¡Por Sigmar! se unió al arengo del mercenario. Iban a necesitar de todas las fuerzas posibles para sobrevivir a aquello. 

El elfo podía sentir como su consciencia volvía a tomar control de si, la lucidez de pensamiento y el vigor de sus reflejos. Observaba como Marius se hacia cargo de la bestia, pero no veía movimientos claros, aun se sentía entumecido de manera general.

Al Darse cuenta de la situación en la que estaban, se movió rápido en sus pies y lanzo un ataque con su lanza -Atento!- dijo cuando la lanza pasaba entre las aperturas de la posición de Marius, aprovechando la extensión del instrumento y la sorpresa de un ataque realizado por un enemigo, así como desde un angulo poco visible e inesperado.

 Deseaba con gran pasión que el acero mordiera la carne de aquella criatura... Sabia que alguna vez fue un ser limpio, sin ser manchado por el caos, pero ya hoy esto que tenia adelante solo conocía la destrucción y poco valía tratarle con buen deseo.

La lanza de Eldillor se cuela entre los guecos expuestos de Marius pillando por sorpresa al demonio. Cuando el acero penetró en su carne, una biscosa sensación abría paso al arma. Con un gorgoteo, como si la criatura se estuviera ahogando, desapareció dejando una nube fétida de gas y un montón de moscas en su lugar. Los otros portadores ni siquiera se inmutaron y siguieron atacando con sus infectas manos y tentáculos.

Mas allá del combate...

El tambor continúa con su rítmico golpeteo. En el centro del campamento, iluminados por el calor de una gran hoguera, una orgía de hedionda maldad está a punto de comenzar. Antes no os habíais fijado, pero un gran cráneo, mayor que el de cualquier bestia que hayais imaginado se encuentra en lo alto de un putrefacto árbol, vigilando como un guardián, mientras preside el espectáculo.
El chamán hombre bestia echa un polvo al fuego y la hoguera cambia a una tonalidad verde enfermiza. El chamán se acerca a uno de los orcos que intenta resistirse y le hace beber algo. El orco grita, gime, se retuerce hasta que su carne comienza a descomponerse y mutar. Uno a uno, el chamán obliga a los cinco prisioneros a beber agua del pantano y todos acaban mutando en horribles criaturas de pesadilla. Más portadores de la plaga.
Las criaturas son liberadas de sus ataduras a los postes alrededor de la hoguera. Putrefactas y deformes comienzan a pasearse por el campamento, arrastrando sus pies en una forma continua y predefinida.

Lejos, muy lejos de allí, la mente de Vasile luchaba por recuperar el control sobre su cuerpo y ser de ayuda a sus compañeros.

Marius combatía espalda contra espalda con Ellidor. Quien le hubiera dicho que aquel insoportable elfo iba a ser su mayor aliado en el definitivo combate de aquella extraña cacería de bestias del caos, pero así estaba siendo.

El gladiador, estaba cansado pero aún así decidió atacar de nuevo, de nuevo contra otro de los monstruos del pantano. Por desgracia erró en su ataque. Aquel combate iba a ser complicado de vencer. Lo cierto era que Marius lo veía realmente complicado. Igual deberían retirarse antes de que fuera demasiado tarde.

- ¡Vamos hermanos! ¡Debemos luchar todos juntos o será imposible vivir un día más! - Alzó la voz.

Se revolvió y recobrando fuerzas, consiguió detener el golpe recibido* y después cargó contra aquella bestia inmunda. No. No desfallecería. Nunca. Aunque muriera allí, en aquel pantano infernal, antes se llevaría lo que había venido a buscar ¡Sangre! ¡Sangre! ¡Sangre y muerte! Esa era la unica redención por sus pecados pasados.

Al estar lejos de los demás, Eldilor deja caer las dos armas, toma su ballesta, apunta y dispara un virote contra la criatura que atacaba a Hans, pero no vio el destino del virote.

Sus ojos revelaron frustración, sin perder tiempo, toma nuevamente su lanza dispuesto a salir corriendo a atacar a esta.

El aprendiz de hechicero se esmeraba en detener los ataques sin mucho éxito, impactando de nuevo el engrendro en el.

Con un portador de plaga menos los esfuerzos de Marius y el elfo se centraron en el que estaba más cercano. Hans, a pesar de estar defendiéndose bien, recibió la ayuda del gladiador y de Eldillor. Entre los tres el flagelante pudo asestar un terrible golpe con su mangual a la criatura en el pecho, la cual, al igual que antes su compañero, se conviertió en una nube de gas verde que olía a huevos podridos.

Albert estaba abrumado por la superioridad del enemigo. Recibió un golpe en la cabeza que lo desorientó y seguido otro en el estómago que lo dobló dejándolo sin aliento. Parecía que el destino estaba sellado para el hechicero.

Más allá.....

Las criaturas de la plaga creadas por el chamán gor parece que terminan de deambular por el campamento. El chamán les indica con la mano y lentamente caminan hacia el pantano, hundiéndose poco a poco, sin siquiera pestañear, hasta desaparecer completamente.
Es entonces cuando el fuego verde de la hoguera estalla y la tierra comienza a supurar pus. El suelo se llena de una neblina que inunda el lugar. El chamán gor levanta su retorcido bastón y el tambor comienza a acelerar el ritmo. Los hombres bestia patalean el suelo berreando y comienzan a bailar una discordante danza, bestial y repugnante. Un grupo de dos gors abren la jaula donde están las mujeres, llevándolas delante del enorme cráneo. Allí, una a una, las desnudan obligándolas a tumbarse delante de la calavera.

Muyyyy lejos...

Marius no estaba teniendo mucha suerte en sus ataques. Se defendía con maestría, pero no lograba asestar un buen golpe ni a la de tres.

Volvió a intentarlo, pues un gladiador nunca deja de muchas y está vez obtuvo una suerte muy diferente. El mangual impactó en sí objetivo.

- ¡Vamos destruidles! - Gritó.

Con un grito de dolor Vasile logró salir de su estado de pánico, había apretado tanto los dientes que uno de sus incisivos se rompió y sangró de la boca al lanzarse con el escudo por delante contra el monstruo.

El hechicero estaba sin aire, intentando no desmayarse a merced de cualquier cosa que quisiera atacarle. Sus compañeros parecía que habían reaccionado, pero si no acababan ya con esa criatura, sus posibilidades de sobrevivir serían nulas.

Era el momento. La última de aquellas criaturas estaba a su merced. Hans dio un paso al frente para poyar todo el peso en la cadera. Luego giró el brazo del mangual e hizo girar la cadena. Cuando la bola estaba en lo más alto agarró el mano con la otra mano y con las dos descargó el golpe hacia abajo.