Partida Rol por web

Ser Barristan arrugó la nariz. 

Exscusaré las palabras de la doncella de Tarth pues en ella la juventud y la doncellez son coartada de una mente poco formada. Dijo mirando fijamente al Martell. Pero en vuestro caso Príncipe Oberyn me temo que esas excusas fallan.

De la misma manera que el Dorne tiene sus tradiciones las tierras civilizadas tienen las suyas. Dijo remarcando lo de civilizadas para hacer escarmiento de los dos salvajes norteños. Así que os conmino a medir vuestras palabras. Y a vos doncella de Tarth si en tan poco estimais vuestra honra me veré obligado a trataros sin la consideración a vuestro sexo durante la justa. Solo espero que no lamentemos males mayores.

El viejo caballero tomó un trago mientras seguía murmurando sobre los tiempos modernos, la falta de decoro y la general decadencia de Poniente.

Mirando fijamente a Ser Barristan, solo veía a un pobre viejo que soltaba estupideces debido a su edad. Un fósil de otra época, en la cual las mujeres solo eran amas de casa. Una mentalidad obsoleta, la cual esperaba cambiar en este torneo que había reunido a los mejores guerreros de Poniente... y yo estaba entre ellos.

-"Tranquilo, pero no tiene que excusarme de mis palabras. Me reafirmo en ellas y más, viendo que la chochez ha hecho mella en usted, viejo senil. Mi mente está tan bien formada, que he tapado muchas bocas desde mi niñez, como comprobará en el torneo. Espero efusivamente que tengamos la oportunidad de enfrentarnos en él, y entonces, me veré obligada a trataros sin la consideración de vuestra edad.

Cogí el vaso de al lado y me eché un poco de vino. Alcé la copa para el brindis, mirando con desprecio a este misógino carcamal.

-"Brindo por ustedes, compañeros." Dije, mirando al Príncipe Oberyn y al resto. -"Creo que el que tiene que medir las palabras es usted, ser." Le dije a Ser Barristan, volviendo la cabeza hacia él.

Bebí de un trago el espirituoso licor, que bajó dulce y caliente por mi gaznate. No me gustaba nada comportarme así, pero había aprendido que ante los ataques verbales, era mejor contraatacar y no ser una mojigata callada. Odiaba a los hombres machistas, que pensaban que tenía que quedarme en casa procreando y cuidando de los retoños. Sin voz ni voto. Enjaulada entre cuatro paredes sin nadie que me comprendiera. Mi padre me comprendió y me dio a elegir. Pude entrenarme y llegar a ser lo que soy ahora, una mujer autónoma, capaz de labrarme mi propio destino. Callaría muchas bocas en este torneo, o eso esperaba...

Me senté de golpe y volví a echarme un poco más de vino.

Había quedado claro que Brienne de Tarth se sabía defender sola y que mañana temprano habría de comprobarlo por lo que dejo de lado aquella ridícula discusión, las armas hablarían y demostrarían la valía de cada uno de los presentes.

Jaime Lannister toma asiento nuevamente dando por zanjado aquel asunto no así el comentario de aquella delicada florecilla de jardín. -Hablando de hermanas Ser Loras, ha de disculpar mi breve confusión al verle llegar pensé, que Lady Margaery había tomado su lugar... ustedes son tan parecidos en su andar.- Jaime da un sorbo a la copa en medio de una divertida media sonrisa.

Oberyn entonces miró a Ser Barristan, que aunque no dudaba de su habilidad, sí lo hacía de sus lealtades.

- Ser Barristan, disculpadme pero, quizás fuerais el mejor candidato a contar a los presentes alguna de vuestras gestas en combate, ya sabéis, para animar la fiesta. - Expuso al Bravo con su peculiar tono burlesco. - Quizás pudierais hablarnos sobre la batalla del tridente, aquella en la que junto al príncipe Rhaegar Targaryen y otros dos miembros de la guardia real, uno de ellos mi tío, os enfrentasteis al ejército de Robert Baratheon. 

Todo el mundo conocía aquella batalla en la que las tornas de la rebelión habían cambiado a favor de los rebeldes, pero el verdadero objetivo del príncipe de Dorne era otro. 

- Me gustaría que hicierais especial hincapié en cómo de aquellos grandes guerreros sólo sobrevivisteis vos, para luego ser nombrado por el supuesto usurpador al que enfrentasteis Lord Comandante de la guarida real. - Anunció haciendo especial énfasis en el título de ser Barristan. - Algún ingenuo que dudara de vuestro honor podría pensar que vendisteis a vuestros compañeros de armas y a vuestro príncipe al rey Robert, que luego os recompensó con el mayor cargo al que puede aspirar un soldado. 

Oberyn siempre había tenido dudas sobre alguien que cambiaba de lealtad tan a la ligera y creía que era un buen momento para recibir una explicación. 

- Perdonad, pensaba en voz alta. Nunca se ha otorgado un cargo de poder a cambio de traicionar su lealtad en toda la historia de poniente. - Ironizó para luego volver a su bebida alegrandose de que la cena estuviera siendo fructífera en lo que a entretenimiento se trataba. 

Las palabras de ser Barristan contra el Príncipe Oberyn me desconciertan hasta que recuerdo que es de Las Tierras de la Tormenta, enemigos de Dorne desde siempre. Mi hermano me lo ha recalcado muchas veces que ocurre en la Guardia de la Noche, por muchos juramentos que lo digan prácticamente nadie olvida donde ha nacido.

No puedo dejar de intervenir ante las alusiones a la princesa Elia y sus hijos. – Príncipe Oberyn, lamento la muerte de vuestra hermana Elia y sus hijos. He lamentado muchas veces no haber llegado antes a la Fortaleza Roja. Ya le dejé claro a Robert que tenia que castigar esas muertes, no premiarlas.

Le digo a quién está a mi lado. – Ser Jaime sé que no tomasteis parte en ellas. ¿Estas tensiones son habituales antes de los torneos? No soy un habitual de ellos, será el primero en que participare. Y el otro en que estuve seguro de que lo recordáis perfectamente. Fue el de la Falsa Primavera.

Al escuchar las venenosas palabras de La víbora roja demuestra que su lengua puede ser más afilada que su espada, Jaime se limita a beber su copa de vino, sabe que tocar el tema de la batalla de Tridente es entrar en terrenos demasiado sensibles para la mayoría de los presentes incluyendo su bien ganada reputación de Matarreyes.

Lord Stark se dirige a Jaime Lannister tratando de encausar la conversación a una más amena, quién sabe si lo logró o no. El Lannister deja su copa sobre la mesa en espera de que sea vuelta a llenar.

-A veces son peores Lord Stark.- Jaime se aclara la garganta una vez que le han llenado la copa y continua la charla.

-Si se refiere al Torneo de Harrenhal Lord Stark, yo tendría apenas 15 años y al tercer día de la justa fui nombrado hermano juramentado de la Guardia Real. Recuerdo muy bien que el príncipe Rhaegar Targaryen se coronó campeón de ese torneo.- Jaime da un sorbo a su copa de vino sin despegar los ojos de la copa la regresa a la mesa.

-El acto del heredero Targaryen de coronar a su hermana Lyanna Stark como reina del amor y la belleza aún cuando este estaba casado con Elia Martell, hermana del aquí presente príncipe de Dorne- Jaime señala con la barbilla a Oberyn.

-Fue uno de los principales actos que desencadenó la rebelión contra la Casa Targaryen y su inminente derrocamiento...- Jaime da otro sorbo al vino como queriendo borrar aquella conversación pues sabe perfectamente todo el peso que conlleva el sobrenombre de Matarreyes.

Las palabras de respuesta de ser Jaime, que yo mismo he provocado. – Negando con la cabeza. – Sabes que no sirves para las intrigas Ned, no sirves. – Hacen que una amargura y dolor inmenso vuelvan a mi recordando todos aquellos acontecimientos, y más aun los que acontecieron después.

Intentando controlar mi voz para que nadie crea que estoy culpando a alguien por lo que digo. – Entenderéis entonces todos lo presentes el porque de mi rechazo a los torneos. Realmente no se como aparecí aquí, no lo sé. Lo que si se es que no es el cumplimiento de un sueño anhelado.

Pasados unos minutos, la tensa conversación pasó a otro lado de la mesa; en concreto del lado del príncipe Oberin y ser Barristán. También saltó entre el Lannister, el Stark y el Tyrrel. La cena, estaba claro, no iba a ser aburrida. Cada casa tenía sus tiranteces con las otras casas, ya fuera por la guerra que destronó al Rey Loco, ya fuera por rivalidades de otra índole.

Las dos copas de vino que me había servido me estaban haciendo efecto. Notaba un ligero rubor en las mejillas, me notaba algo deshinibida y algo en mi interior bullía, esperando la llegada de Lord Renly. ¿Qué le habría entretenido para faltar a la cena de gala del torneo? No era una persona que soliera faltar a estos eventos sociales, dado su gusto por ellos. Cada vez que pensaba en él, algo en mi interior afloraba en forma de explosión de adrenalina.

Me centré en las conversaciones de los demás, intentando mitigar el calor que empezaba a sentir. Me eché un vaso de agua y me lo bebí de un trago. El frescor recorrió mi garganta hasta llegar a mi estómago y sentí enfriar un poco ese ardiente sentimiento que pugnaba por salir...

Medid vuestras palabras joven principe Oberyn. Si no fuera por creer que hablais llevado por el impetu de la juventud alguien podría pensar que no sois más que un bravucón de taberna. Dijo con severidad el anciano caballero. 

Realmente la Vibora hacía honor a su mote con sus palabras cargadas de veneno. Ya le llegaría en el campo de batalla el momento de demostrar si tanta malicia se veia respaldada por las armas.

Los reproches no se hicieron pasar y con más o menos estilo los ataques verbales se sucedían  entre los invitados.

Si las espadas están la mitad de afiladas que las lenguas en esta mesa nos esperan grandes combates.

Aun así todavía había una silla sin ocupar, al parecer Renly Baratheon se retrasaba, ya hacía rato que debía haber hecho acto de presencia pero al parecer todavía tocaría esperar.

Jorah se sirvió algo más de vino, pues la noche prometía  aunque intentó poner algo de calma.

Veo que las cosas no han cambiado demasiado en todo el tiempo que llevo fuera de poniente, quien sabe quizá con el próximo rey o reina, dijo esto con un tono especial,  lleguen cambios de verdad.

Un estruendo de cornetas que parecen venir de todas partes gracias al eco de la sala interrumpen las conversaciones. Los trovadores enmudecen unos instantes.

Un mayordomo vestido con ricos ropajes aparece en umbral de la puerta. 

-​​​​​​-Les anuncio la entrada del Rey Robert Baratheon de la casa Baratheon, el primero de su nombre, rey de los Ándalos y los primeros hombres, señor de los siete reinos y protector del Reino. Y de su esposa la reina Cercei de la casa Lannister.

Los músicos hacen un cambio de registro y tocan solo los instrumentos de percusión, una suerte de marcha solemne.

Rápidamente me puse en pie, por respeto a los reyes. Robert Baratheon era bastante basto en las formas, además de estar totalmente desfondado y gordo. El tiempo acaecido desde que cogió la corona, las excelsas fiestas diarias y el exceso de bebida y comida, habían hecho mella en él. No se parecía en nada a Renly, más delgado, más favorecido de aspecto y con mejores modales. Eran muy distintos el uno del otro, al igual que entre ellos con su hermano mayor, Lord Stannis.

La reina Cersei era el prototipo de una Lannister: altiva, guapa, sabía moverse como pez en el agua en la sociedad, etc. Sin duda era una de las mujeres más poderosas de todo el mundo conocido. Su hermano Jaime, aquí presente, se parecía a ella terriblemente. Sus miradas de complicidad se cruzaban en todo momento mientras los reyes se dirigían hacia el estrado donde estaban los tronos. Al pasar junto a mi, agaché la cabeza en señal de pleitesía y aguanté de pie estoicamente hasta que se sentaran y nos dieran permiso para volvernos a sentar.

Jaime Lannister no puede evitar más que sonreír ante el anuncio de la pareja real a aquel banquete previo a la justa a celebrarse el día siguiente, lentamente deja su copa sobre la mesa y se levanta junto con todos los demás presentes ante el arribo del rey Robert Baratheon y su incestuoso amor la reina Cercei Lannister. Al pasar junto él, Jaime asiente brevemente la barbilla en señal de respeto y también un dejo de complicidad sin desviar la mirada de los verdes ojos de la reina.

-La noche mejora a cada momento...-

Loras estaba por responder tanto a Oberyn como Jaime cuando un estruendo lo interrumpió. El rey Robert había llegado y era momento de presentar sus respetos, aunque por su apariencia hacia dudar que los mereciera. Loras había escuchado las historias del gran Robert Baratheon y su maza, quien mató al príncipe Rhaegar en el tridente y le costaba imaginar que aquel magnífico guerrero se hubiera convertido en un hombre obeso y borracho. Una pena, pero a fin de cuentas era el rey y esos pensamientos era mejor guardárselos para él mismo. 

Por otro lado, no pudo evitar ver la sonrisa del matareyes cuando su hermana o mejor dicho su amante apareció. El joven Tyrell también sonrió divertido y buscó a Jaime con una mirada burlona. Se moría de ganas de decirle algo, pero por respeto a Robert se contuvo. Ya tendría oportunidad para molestar al único hombre de los siete reinos que rivalizaba en cuanto a vanidad con él. 

Jorah se levantó al escuchar el limpio sonido de las cornetas, desde luego los reyes no eran santo de su devoción pero el protocolo exigía ciertas formalidades que Jorah no  tenía problemas en seguir.

Momornt siguió con la mirada a la pareja según avanzaba haciendo una reverencia con la cabeza en señal de respeto cuando le llego su turno.  Renly seguía sin aparecer pero con la llegada de los reyes su llegada parecía que no se iba a producir.

Ser Barristan dejó la copa y reposó la mano en el pomo de la espada. Con la entrada de sus majestades este era el momento ideal para que se revelasen traiciones y complots contra ellos. Era conocido que varios de los invitados al torneo eran gente poco de fiar, invertidos u otra clase de degenerados.

Había que permanecer vigilante.

Si habían llegado los reyes, eso indicaba que Lord Renly ya no aparecería. Mi corazón retumbó, golpeando intensamente mi cabeza, una debilidad me invadió haciendo que me tambaleara un poco, un sudor frío perlaba mi frente... ¿Le habría pasado algo? Mi preocupación era tal, que estuve a punto de salir del salón inmediatamente, en busca de Renly. Pero mi entrenamiento marcial me frenó, quedándome sumida en mis pensamientos catastrofistas, esperando a que pudiéramos sentarnos. Debía quedarme y combatir, ganar el torneo y optar a entrar al servicio de Lord Renly. Ese era mi sueño y por los Siete, que lo conseguiría.

Oberyn se inclinó ante el rey más por ser el único hombre que rivalizaba con él a la hora de beber que por respeto a la corona. Cada mirada hacia aquella mole que antaño fue un gran guerrero le recordaba lo que había perdido la familia Martell en la guerra, así que sólo mantuvo las formas estrictamente protocolarias.

Al mirar a la reina recordó cuando de niño estuvo a punto de tener un acuerdo concertado de matrimonio con ella y se le erizó la piel, cayendo en la cuenta que el también presente matarreyes pudiese haber sido el marido de su fallecida hermana. Intuía que la familia Lannister había sido la mente pensante tras el asesinato de su Elia y, aunque quería satisfacer su curiosidad, esperaría al día siguiente para asaltar a Ser Jaime durante el combate. 

Rodeado de traidores al anterior rey y por ende a su propia familia, observó que el ambiente de la fiesta había decaído a causa del recién entrado y se mimetizó con la solemnidad de la sala, imaginando cuántos de los allí presentes debieran ser asesinados para que la balanza de la justicia se equilibrara. 

La llegada de Robert me sorprende en un primer momento, de siempre ha sido el primero a la hora de comer y beber. Eso de los modales de la corte nunca ha ido con él. Al ver que va acompañado de su esposa, una de las mujeres más bellas del continente no puedo más que esbozar una sonrisa mientras me levanto como los demás, aunque sin postrarme ante él.

Cuando no aparecía en un banquete los asistentes buscaban rápidamente donde se hallaban sus esposas, hijas y otras mujeres que estuvieran con ellos. Especialmente Lord Stanis sabe de lo que es capaz su hermano.

-Joder ¿esto es un Torneo o un a reunión de damas? No hacéis otra cosa de cacarear como gallinas en un corral...tenéis suerte de que me hayan convencido para no cruzar espada con cobardes como vosotros.- farfulla el rey cuando llega al estrado donde le espera su trono. Cercei permanece a su lado mirandoos a todos con extrema arrogancia, pero tuerce visiblemente el gesto cuando su mirada de encuentra con la de Lady Brienne y Jorah.

Por su parte, Robert agarra un enorme cáliz de vino y da un gran trago, obviamente algo del líquido se le derrama por la barba. Lo cierto es que aunque esté gordo y viejo por llevar una vida de excesos había algo en su presencia que seguía siendo admirable y que inspiraba respeto. Al menos cuando estaba sobrio, claro 

-Dejad esas estúpidas fanfarrias y tocad algo decente u os haré vestir el negro más rápido que lo que tardaron vuestras madres en haceros en un mal polvo. ¡Tocad, maldita sea!