Partida Rol por web

Me siento tranquilo. Aunque tengo mis dudas de que hacemos aquí, y que haya dos tronos de Hierro, no las tengo de que quien nos habla es Robert Baratheon y el resto de sus títulos. De joven no le gustaban, pero ahora no quiero arriesgarme a dejar de nombrar alguno u otorgarle uno que no posea.

– Majestad pensaba que algún asunto inaplazable os retenía y por eso no estabais en el banquete. Me alegro de que no fuera así. – Levanto mi jarra de cerveza. – Brindo por ello.

Un brindis que espero no me granjee muchos enemigos en la corte. Me gusta mas el estilo más directo del Norte, menos de los Bolton. Si una discusión es lo bastante intensa se resuelve con los aceros. No con cuchicheos e insinuaciones como aquí en el Sur.

Los reyes se sentaron y con ellos el resto de los comensales. No se me pasó por alto la mirada de desprecio de la reina hacia mi persona y hacia Jorah. Ella era tan... tan guapa. Todos los hombres caían rendidos ante su belleza. Seguro que al mirarme solo veía a una horrible mujer enfundada en cuero. Mi rostro no se podía comparar al suyo, ni tan siquiera el cuerpo. El mío era alto, basto, de grandes proporciones. Mi rostro era pálido, hinchado, de ojos azules como zafiros y el pelo pajizo y del color del trigo. Nunca me habían dedicado un piropo o me habían adulado por mi belleza. Agaché la cabeza y me quedé sumida en mis pensamientos.

Ser Barristan arrugó la nariz al ver entrar al tambaleante Rey. No le agradaba ver como los años y el vino habían derribado la antaño orgullosa figura del Baratheon. Pero el deber lo obligaba a seguir sirviendole por mucho que este insistiera en rebajarse.

Hizo un gesto a los músicos para que empezaran a tocar y para que le sirviesen algo de comer al Rey. Que el vino como mínimo no cayese en vacío.

Jorah estaba más que acostumbrado a las miradas de recelo hacía su persona así que tampoco le dio importancia a la actitud de la reina pues sin duda el desprecio era mutuo.  Con los reyes en el salón la cena podía empezar por lo que Jorah trato de relajarse lo más que pudo dadas las circustancias pues sabía que cualquier atisbo de amabilidad acabaría a la mañana siguiente con el inicio del torneo.

Momornt sirvió su copa y la de Brienne a quien deseo suerte con la mirada pues sin duda entre todos al igual que el mismo la guerrera tenía mucho que ganar en el torneo y poco que perder pues pocos eran los que apostarían por ella.

Jorah Mormont me sirvió una copa de vino y brindó conmigo. Cogí mi copa y la levanté, pero solo le di un pequeño sorbo. No quería embotar mis sentidos. No solía beber mucho y, aunque hoy era un día especial, no sucumbiría al placer del buen yantar y buen beber del cuál hacían gala en la corte. Miré de reojo al rey, hinchado de comer y beber hasta reventar. ¿Qué me depararía la mañana? ¿Saldría victoriosa en mis lides? Solo los Antiguos y Nuevos dioses lo sabrían.

-No digas bobadas, Ned. Por nada me perdería ver cómo algún mequetrefe muerde el polvo mañana. Para gobernar ya tengo al consejo, que trabajen un poco, ya está bien de vivir a mi costa...y hablando de sanguijuelas que viven a mi costa...¡MataReyes!- se ríe alegremente por su propia ocurrencia- no te veo nervioso, es la primera vez que te veo tan lejos de mi culo o del culo de tu padre. ¿Seguro que te ha dejado venir o no sabe que estás aquí?

-​​​​​​-Vamos Robert, no empieces o le harás sonrojar, ya sabes que nadie se atreve a contestar tus estúpidas bromas.- le responde Cercei, torciendo el gesto por las palabras del rey pero se notaba que su ánimo era impedir que Jaime contestará alguna imprudencia.

-No tendría porque, majestad.- Sin perder la calma y con una risa despreocupada y burlona, Jaime asiente brevemente en señal de respeto mas por guardar las formas que por estimar a su cuñado real. -Mañana ondearán en alto los colores Lannister, y al final de la justa seré yo quien me lleve otro triunfo dedicado especialmente a mi amada hermana, ni osos, ni flores ni huargos detendrán el rugido del Léon en esta justa...-Jaime le sostiene la mirada a Cercei disfrutando el nerviosismo que le causa la plática. -Por cierto, es una lástima que Renly no se haya dignado a presentarse aún, esperemos que mañana tengamos representante Baratheon, sería una lástima que el venado rampante fuera borrado de la competencia sin siquiera haber tocado la arena.- Jaime se rasca la barbilla un momento de manera dubitativa para luego encogerse de hombros y beber lo que resta en su copa de vino.

Es evidente de que Robert no venía de las habitaciones de la reina en el estado que está, pero ni yo me atrevo a decírselo ahora tal como se ha vuelto desde que se sienta en el Trono de Hierro.

Miro a ver si traen ya la comida, si se fija en el príncipe Oberyn las cosas se pueden complicar. Se sienten aun menos de los Siete Reinos que nosotros o los Hijos del Hierro. Ni siquiera mis fortificaciones enarbolan el estandarte real, a menos que aguardemos visitas del sur. Deberían haberse dado cuenta de que están en muy buen estado siempre.

El intercambio entre los Lannister y el rey resultaba impropio. Tales palabras no deberían dirigirse entre esposos ni por parte de un miembro de la Guardia hacia el soberano. Incluso personas más centradas como Lord Stark parecían moverse con ciertas dudas y precauciones alrededor del Rey.

No sería la primera vez en que un torneo desembocaba en algo mucho más sangriento pensó el anciano Lord Comandante.

Aunque estaba sumida en mis pensamientos, no se me pasaban las cosas que ocurrían o se comentaban a mi alrededor. Los comentarios sarcásticos entre los reyes y ser Jaime eran la comidilla en muchos lugares. Había uno que era muy intrigante, por las repercusiones que podía tener en la corona y la sucesión real. Se decía en algunos círculos que el rey era un borracho y un putero, cosa que saltaba a la vista, y que había esparcido su semilla por doquier. Hasta ahí, no era una cosa descabellada. Pero lo que era raro era que con la reina casi no yacía y aún así tenía varios hijos, todos rubios como los Lannister... como Cersei y Jaime... hermanos que estaban muy unidos. Tanto, que se decía que el Matarreyes era el que ponía la simiente en la reina. ¿Sería verdad esa historia? Las miradas entre ellos eran de amor y devoción mutua...

Vuelve a detenerse la música y suena un nuevo toque de cornetas. El mayordomo que presentó anteriormente al rey y a la reina se adelanta para hacer una nueva presentación:

-Lady Catelyn Stark y Aria...-​​​​​​-su pequeño discurso se ve interrumpido por la entrada atropellada de una pequeña mocosa de cabello castaño y mirada brillante que se dirige directamente hacia lord Stark.

-¡Padre, padre, padre! ¿Es verdad que vais a combatir en el torneo? ¿Vais a derrotarlos a todos? ¿Yo también puedo participar? ¿Puedo conocer a Brienne de Tarth?- el avasallamiento con infinidad de preguntas y tirones de la manga es incansable e inagotable en la pequeña loba, parece que nadie puede detener su verborrea.

Justo cuando me llevaba la jarra a los labios el anuncio del mayordomo de que entra mi esposa y una de mis hijas me desconcierta aun más que todo lo que ya ha sucedido.

Apenas he tenido tiempo de dejar la jarra en la mesa para prepararme para la llegada de mi hija.

– Arya, que sorpresa… – Mientras la espero con los brazos abiertos. Como siempre no me da tiempo a decir mucho más.

Busco la mirada de mi mujer para saber de que humor esta. A menos que este ella detrás de todo esto, no creo que este de muy buen humor.

– Tranquila, pequeña, tranquila. Si participare en el torneo, aunque me has tenido que oír decir varias veces que no me gustan. – Bajando la voz le susurro. – Cuando podáis entenderlo hablare sobre eso contigo y tu hermana. Y creo que todo será capaz de entenderlo antes que Sansa.

Tengo que esperar que tenga que volver a coger aire. – No, no puedes eres pequeña todavía y necesitarías entrenarte muchos años. – No puedo evitar que se me escape alguna lagrima. Volviendo a susurrarle. – Eres como mi hermana Lyanna, quieran los Antiguos Dioses que no os tengan reservado el mismo destino. – De nuevo con el tono normal. – Tu hermano Rob todavía tendrá que entrenarse duramente para llegar a ese nivel. ¿Y cuántos años lleva haciéndolo? – Finalmente le señalo a la dama de las Tierras de la Tormenta. – Ella es por quién me preguntas, pero tendrás que pedirle permiso para preguntarle cosas.

La pelirroja e imponente mujer del norte cruza el amplio salón con una compostura y unas formas que nada tienen que envidiar a los andares de la reina Cercei, quizás los de lady Stark eran aún más dignos y señoriales, pues no era cosa suya continuarse ni lanzar aviesas miradas.

En su lugar y, quizás para compensar las maneras de su pequeña, Catelyn se detiene ante cada uno de los participantes del torneo, intercambiando unas amables palabras con todos ellos 

-Lady Brienne, que grata sorpresa veros aquí, espero que dejéis en buen lugar a la vuestra casa.

-Ser Jorah...espero que la fortuna os sonría mañana.

-Principe Oberyn, ¿Cómo va todo por las tierras de Dorne? Espero que bien, es un honor conoceros al fin en persona.

-Ser Barristan cuánto me alegro de veros, qué sería del reino sin su espada y su coraje, debemos estar agradecidos a los dioses porque aún haya hombres como vos.

-Ser Jaime...buenas noches, suerte en la contienda.

-Ser Loras, vaya sois un hombre de lo más apuesto, a Samsa le habría encantado veros combatir de nuevo, pero no ha podido ser esta vez. Me pidió que le mandara recuerdos de aquella vez que le disteis una flor en el Torneo de la Mano.

-Majestad, Cercei...espero que la cena sea agradable y disculpen los modales de Aria, me temo que aún tengo mucho que enseñarle sobre las refinadas maneras del sur.

Finalmente y tras intercambiar algunas palabras con los más allegados, lady Stark se sitúa junto a su esposo, esbozando una bella sonrisa para él. 

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Al sonar las trompetas anunciando nuevos invitados, giré rápidamente la cabeza esperando ver a Lord Renly. Era la mujer y la hija pequeña de la Mano: Catelynn y Aria, sino me equivocaba. Avanzaron hacia donde estaba su marido, saludando a todos los invitados.

-"Gracias mi señora, espero hacerlo y dando un buen espectáculo." La dije poniéndome de pie y haciéndole un saludo con la cabeza.

Aria le estaba preguntando a sus padre que si podía conocerme. Eso me hizo sacar los colores, dado que yo era la menos famosa de todos los que estaban sentados a la mesa. Incluso había algunos que no deseaban verme en el torneo o vestida como guerrero. Miré a la pequeña y la hice un gesto de asentimiento a Eddar Stark.

-"Por supuesto que puede acercarse a conocerme. Yo estaría encantada de conocerla también a ella."

Me levanto al llegar mi esposa a mi lado. – Sentados señora, ¿habéis tenido buen viaje?

No puedo creer que una Tully, tan orgullosa de su casa, halla dejado a los pequeños en Invernalia para hacer un viaje, no.

Indico, con un gesto, a los sirvientes que se acerquen a ofrecerles alguna bebida a mi mujer y mi hija. A continuación, asiento ante las palabras de Brienne.

Mientras llegan le digo en la voz más baja posible. – ¿Que sucede Catelyn? Nunca habrías dejado al resto de tus hijos sino fuera por alguna cosa grave.

Aguardo preocupado su respuesta.

Jorah saludó cortesmente a los miembros de la familia Stark conforme hacían acto de presencia, no añadió más pues sabía de sobras que no levantaba simpatias entre los Stark y que si se mostraban como si no pasara nada era solo por el protocolo que la ocasión merecía.

En cuanto pudo Jorah desvió su atención nuevamente hacía la mesa pues verdaderamente no era un lugar donde alquien como él podía sentirse comodo, lo mejor era pasar la noche lo más rápido que pudiese para centrarse en el torneo que tendría lugar a la mañana siguiente.  Aquella tregua no duraría mucho y más valia irse rápido una vez acabara el espectáculo.

Suenan las ya conocidas cornetas. Parece que alguien más va a llegar a la cena. ¿Quién sería esta vez?

-Lady Olenna y lady Margaery, de la Casa Tyrell.- anuncia el mayordomo y entonces la señora de la casa de la rosa aparece junto a su hija, la hermosa hermana de ser Loras. 

Cogidas del brazo la una de la otra, caminan por el gran salón, Lady Olenna mantiene una expresion amable pero neutra con todo el mundo mientras que Margaery saluda con una grata sonrisa a todos, dedicando un gesto personalizado a cada uno, todos muy amables, corteses y encantadores. Finalmente se sitúan junto al caballero de las flores.

Al sonido de las trompetas, me levanté de mi asiento para saludar cortesmente a Lady Olenna y a Margaery. Los Tyrrel eran una familia poderosa, orgullosa y rica. Pocas se podían comparar con ella. Lady Margaery era una muchacha joven y hermosa, con unos ojos vivaces. Agaché la cabeza en señal de respeto cuando pasaron al lado y me volví a sentar. Ellas hicieron lo propio al lado de Ser Loras. Ya casi había las mismas mujeres que hombres en la mesa...