Partida Rol por web

Robert gira tan rápido la cabeza que casi derrama su copa al escuchar la presentación de la de blancos cabellos.

-La puta Targaryen...quien haya imaginado ponernos en el mismo lugar tiene un gran sentido del humor o ganas de ver el mundo arder. Aún así estemos donde estemos yo sigo siendo el puto Rey de los siete reinos y tú eres la hija de un loco. Cuando esté mal sueño termine mandaré a que acaben contigo para ver si así no vuelves a importunarme.

-Gracias Lord Stark, me vendría bien refrescarme la garganta.- Con la mirada Jaime sigue los movimientos de Daenerys Targaryen mientras le da un sorbo a la cerveza.

-No lo sabría con certeza Lord Stark, solo puedo decir que esa mujer tiene el mismo color de cabello que solía tener la casa de los dragones, y la misma arrogancia que Aerys II, si en verdad es su hija por lo visto ha heredado un poco de su locura al presentarse de esa manera frente a Robert. - Jaime vuelve beber de sus cerveza mientras el torneo sigue su curso habitual.

Me meso la barba un momento dando por buena la opinión de hermano de la reina.

Tengo curiosidad por si realmente es quién dice ser, y si Robert me destituye de mano lo celebrare. Si Catelyn continúa empeñada es que es un honor que pida el cargo para ella. Yo prefiero la simplicidad de administrar justicia en el Norte con Hielo que todos los malabarismos cortesanos sureños. “– Debemos aprobar esta ley a favor, pero poniendo unas tasas que hagan que no puedan hacerlo, mi señor mano. Así la casa que lo ha pedido estara contenta, y la que no quería dejara de protestar.” – Negando con la cabeza. – ¡Es una auténtica locura!

Me inclino hacia mi interlocutor. – Ha despertado mi curiosidad, iré a hablar con ella. Me han eliminado de las dos fases del torneo y la Mano debe estar informada de lo que sucede, por lo que me han dicho.

Camino hacia la que se ha presentado a si misma como Daenerys Targaryen buscando su mirada aguardando que me indique si acepta o no que me aproxime a ella.

Al parecer, la joven dama había levantado un revuelo sin precedentes en la tribuna. Por las miradas de los presentes y las palabras del rey, ante mi estaba ni más ni menos que Daenerys Targaryen, Madre de dragones. Era la única que podía disputarle la corona a Robert Baratheon. Estaría atenta para ver qué ocurría, pero ahora mismo entraban en liza Ser Loras y Ser Barristan. Su justa estaba siendo digna de elogiar, dadas las vueltas que llevaban...

La joven de los blancos cabellos parece disfrutar de forma elegante de ser el centro de atención y dedica suaves miradas a todos los que la miran y a ella se dirigen, de manera directa o indirecta.

-Si esto es un sueño, Baratheon Usurpador, debo ser una gran preocupación para vos, quizás lo suficiente como para no dejar que durmais tranquilo. Esa es mi pequeña victoria. Esperad a que llegue la grande.- responde, altiva.

Luego su mirada se encuentra con la de Ned Stark; no le pasa desapercibido a Daenerys la insignia de la Mano en el pecho del norteño, pero asiente suavemente con la cabeza, con un gesto que hace pensar en una reina concediendo audiencia a un leal subdito.

Por otro lado, el torneo continuaba viento en popa, el público aplaudía y gritaba enloquecido ante las hazañas de los héroes de Poniente. Todos contuvieron la respiración cuando ser Loras fue derribado, y todos aplaudieron y gritaron de emoción cuando ser Jaime desmontó al desleal Jorah. Y volvieron a hacerlo cuando este fue doblemente derrotado al caer ante la espada de Brienne de Tarth.

La mujer se estaba convirtiendo en la revelación del Torneo, incluso tenia ya su pequeño grupito de admiradores en una de las bancadas del graderío, un grupito de niñas y niños que, comandados por Arya Stark, coreaban incansablemente su nombre.

Aún se disputaba la contienda entre ser Barristan y Oberyn y todas las miradas ahora estaban puestas en ellos, ya que del resultado de su liza saldría el nombre del caballero que habría de luchar en la final contra la Doncella de Tarth.

Me acerco a ella realizando una inclinación, como con cualquier dama, aunque claramente insuficiente para una reina. Por lo que se tampoco la Cersei esta nunca satisfecha de mis gestos, por mucho que mi esposa intente corregírmelos. No me salen naturales que es como deben aparentar ser.

– Señora Daenerys Targaryen, una verdadera sorpresa conoceros en persona. – Mi tono evidencia que lo estoy.

Negando con la cabeza. – No sé qué pretenderán los Dioses, estas ultimas horas no dejo de rememorar el Torneo de Harrenhal el año de la falsa primavera y a mi hermana en la Torre de la Alegría.

Me quedo en silencio consciente de que sin contar los pajaritos de Varys muchos oídos estarán pendientes de mis palabras.

Me complacía aquel reducido número de admiradores, capitaneados por la pequeña de los Stark. Cuando terminé el combate contra Jorah Mormont y fui a saludar a los reyes, me pasé después por al lado de ell@s para dedicarles el triunfo.

Ya lavada y cambiada de ropa, estaba sentada en un asiento un poco más al medio de la tribuna. Mis meritorias victorias me habían granjeado cierto respeto entre la gente y ahora me dejaban sitios más cercanos al rey. No quería estar tan cerca de ellos, así que me senté más o menos por el medio.

La Targaryen hablaba con la Mano, mientras la gente a su alrededor susurraba. En la arena combatían frenéticamente la otra semifinal del combate a pie. Por ahora iba ganando el príncipe de Dorne, con su peculiar estilo de lucha. Si llegaba a la final, me iba a costar vencerle.

Ser Jaime no puede evitar una sonrisa al ver como el caballero de las Flores queda fuera del torneo al ser derribado por Ser Barristan.

Da un breve sorbo a su copa y estira su cuerpo al escuchar a Ned Stark mencionar el torneo de la Falsa Primavera un poco incómodo tras recordar los sucesos que esa justa derivo en una terrible guerra por la sucesión al trono de hierro.

El griterío y ovación del público no se hace esperar cuando Brienne de Tarth derriba nuevamente de un solo tajo a su contrincante.

Jaime sonríe para sí al rememorar que cayó en su turno de contienda ante la revelación de la justa, seguía pensando que algún día si ella se lo propusiera conseguiría el título de caballero sin duda alguna.

Pues parece que mi contrincante iba a ser el escurridizo príncipe de Dorne. Ser Barristan comió más tierra que en todos sus años de vida. Estuve muy atenta a las tácticas empleadas del dorniense. Iba a ser un combate muy difícil, dado la habilidad de mi adversario. A Ser Barristan seguro que no le había gustado perder así.

Una amplia sonrisa pudo verse en el rostro de Jorah, una sonrisa que aumentaba con cada caida del viejo Barristan.  Al parecer alguien había sido capaz de cerrar la boca al miembro de la guardia real y no  solo eso si no que había dejado en evidencia de todo el reino de la debilidad del desagradable guerrero.

La rendición de Ser Barristan no hizó más que confirmar su incapacidad de luchar contra un hombre al que podía doblar en edad, aquella pesada armadura parecía pesar demasiado para el cuerpo del caballero.

Ser Barristan volvió a las gradas. Tras haber concedido la contienda a las malas artes de la Víbora necesitaba quitarse el mal sabor de boca.

Observó la mirada torcida de ese tratante de esclavos fugado y pueblerino de Mormont pero lo ignoró. Para alguién acostumbrado a las bajezas las explicaciones eran ociosas. Solo esperaba que el siguiente duelo que Jorah perdiese no fuera contra ese espantajo transvestido si no contra Ser Ilyn.

Iba a comenzar la final de la justa. El combate se antojaba épico. En la tribuna, había más gente de lo normal, nadie se lo quería perder. Miré a un lado y vi cómo llegaba el cuarteado líder de la guardia real. No se me pasó por alto las miradas de desprecio que echaba por doquier, sobre todo a ser Jorah. Había que reconocer que era un guerrero espectacular, pero como persona, era un misógino a todas luces.

-​​​​​​-Vaya...ni yo mismo hubiera apostado por este final. Bueno la técnica de Oberyn era más que previsible, ser Barristan, habéis sido un incauto por no adelantaros a ello.- el gnomo camina entr las gradas saltando de bancada en bancada hasta situarse junto al viejo soldado y le ofrece una copa rebosante de vino mientras otra igual permanecía en su mano- claro que la única forma de adelantaros hubiera sido pagar a todas las putas de desembarco del Rey para ver si entre todas lograban tumbar a la Víbora Roja.-  se lo piensa un momento- quizás habríais tenido que pagar a todas las putas de Poniente para ello, en Dorne no es costumbre dejar a las damas sin satisfacción.

El hermano pequeño de los Lannister hizo acto de presencia. Pequeño de edad y de estatura, ya que no medía más de un metro y poco. Le apodaban el Gnomo o el Mediohombre en la corte. Se decía que era cliente vip de todos los prostíbulos desde Lanza del Sol hasta el Muro y que bebía por cien hombres. Al verle allí, todos estos pensamientos vinieron a mi mente. Se podía decir muchas cosas de él, pero era indudable que era muy inteligencia y sagaz. Siempre tenía unos comentarios mordaces para aquél que se metiera con él y sus ojos denotaban una gran sabiduría.

Una vez recuperado del gran golpe que se había llevado en la justa contra Ser Barristan Loras acudió a la tribuna. No planeaba perderse la final por nada del mundo, y aunque la cabeza le dolía muchísimo y aun estaba algo mareado, su determinación por alentar al Lord Comandante era más fuerte. 

Cuando estaba llegando aprovechó para exaltar a la plebe  a animar al bravo caballero. -¡Vamos, gritad en apoyo a Ser Barristan El Bravo, el mejor caballero en los Siete Reinos! 

-​​​​​​-Vaya con la Doncella de Tarth... Las pelotas de Oberyn nunca habrán estado en un aprieto tan grande delante de una dama...y eso que todos conocemos la fama de Ellaria Arena como buena toca genitales. Bueno...todo Dorne lo sabe.-dice y ríe mientras vacía alegremente el vaso y busca otro mozo que rellene su copa.

-​​​​​¿Mi fama es acaso la mitad de grande que la vuestra, medio hombre? -​​​​​​-interrumpe la gélida voz de la hermosa dorniense, quién parece que acaba de hacer acto de presencia en lo alto de la grada, un poco más arriba que Tyrion Lannister- diría que hasta los beodos de las calles de Dorne juran haber metido su pene vuestro diminuto trasero.