Partida Rol por web

Ya estáis reunidos en el claro, sin saber a quien le toca la lección de esa noche, comentando cada cual sus asuntos... cuando llega vuestro instructor

- ¡Buenas noches, damas y caballeros! - un tono enérgico, siempre enérgico y con una sonrisa a sus labios - Hoy tenemos una lección interesante, esa pizquita de sal... el partirle la cara al colega. Siempre habrá alguien que quiera quedar por encima de vosotros o... que cojones, quizá vosotros queráis quedar por encima de otro y luego le podéis decir "Eh, Hierro me enseñó... pringao"... importante que mencionéis eso último. Vamos a hacer una práctica... y la teoría al final que sino me aburro mucho... - asegura - ¿Tenéis alguna preferencia para emparejaros... o lo hago yo? - por la peligrosa sonrisa que acompañó a la pregunta, la cosa no pintaba bien si decía él

Adam aguardaba cruzado de brazos, con la chaqueta, camiseta y pantalones puestos. Al escuchar de lo que iba a ir la lección —y también tenía que ver quién se la iba a impartir— el joven esbozó una sonrisa taimada. Alzó la mano como si estuviera en clase e intervino:

—A mí me gustaría ir con la india, señor maestro —aseguró con tono burlón, mirando a Tsintah de reojo. 

Me llamaba la atención los tipos de enfrentamiento, pero el que más era el duelo, una batalla de igual a igual siempre sienta genial.

Mire a Hierro FríoA mi me da igual, por mi puedes elegir tu las parejas le indicó a Hierro Frío

La tercera noche fue la de los desafíos. Tenía claro que los mismos serían una constante en mi futuro. Sin duda, perdería algunos; pero yo me impondría en el último. Adam eligió a Tsintah y me quitó mi primera opción. Perder ante ella sin duda no sería un deshonor. Tampoco lo sería ceder ante Boris, un muchacho por el que empezaba a sentir simpatía. Alexis, por otra parte, me despertaba una quizá equivocada compasión. Casi me arrepentía de ese sentimiento. En cualquier caso, yo prefería el mayor de los retos.

No me gustaba Hierro Frío y seguro que yo no le gustaba a él. No esperaba que fuese el encargado de un acto que yo consideraba de Honor. Sin embargo, así era.

—¿Qué clase de duelo será? —pregunté.

Miró a Brenda y no pudo evitar sonreír burlón

- ¿Acaso tienes miedo gatita? ¿Necesitas que te lo pongamos fácil? - sugiriendo que quería escoger su pareja de la forma que mejor asegurara su victoria

—En absoluto —contesté sin alterarme—. Necesito que me lo pongas difícil. —Lo miré con mayor seriedad aún—. Solo quiero saber qué tipo de enfrentamiento me espera. Puedes elegir el contrincante que más miedo me dé. —Sonreí yo también—.

- Cuidado con lo que pides, o quizá sea yo quien juegue contigo... - ríe, estaba claro que no iba enserio

-Oh ¿en serio? ¿Vamos a pelear? Fantástico.- dice Cristine, visiblemente emocionada y mira a sus compañeros pensando en si le apetece pelear con alguno de ellos. Sonrie socarrona y señala a Alexis mientras hace su rutina de los saltitos para un lado y para otro- me pido al pequeñajo- obviamente estaba siendo irónica, en lo de "pequeñajo", que no en su convicción de pelear contra él, fuera cual fuera el desafío. 

Su cuerpo ya echaba en falta un poco de acción y aunque pareciera delgada y menuda, ella practicaba varios deportes, todos ellos de contacto, así que no tenía miedo de rivales grandotes.

- No os animéis tanto, que por ahora solo será un duelo de miradas... las garras quietas... venga, ¿quien más?

"Un duelo de miradas". Pensé en la mirada más imponente a mi parecer. Tsintah. "Maldito Adam". Cassandra tenía una mirada que cortaba el aliento, pero el mero hecho de pronunciar su nombre me parecía una falta de respeto. Erik. Sí. El Fenrir era parco en palabras; sin embargo, su expresión era digna del presumible ímpetu que debía albergar.

—Erik.

- Bueno, pues yo elijo al rival mas fuerte.-

Se gira y mira a la chica rubia.

- Samantha. ¿Haces los honores?.-

Y le hizo un gesto para que se reuniera con ella.
Porque la llamaba la rival mas fuerte. Era una duda para todos que aun quedaría en el aire algunos días. 

- Muy bien, el asunto no es muy complicado en la práctica... Quien lanza el desafío lo inicia gruñendo a su oponente y mirándolo a los ojos sin pestañear. El primer hombre lobo que retira la mirada pierde. Un desafío simple, pero aun así potencialmente peligroso. Cuando un hombre lobo se enfurece, puede entrar en Frenesí y atacar...

El rostro de Tsintah se posicionó frente al de Adam. La mirada entornada de ella, se centró en la de él. La concentración para guiar la Rabia que bullía en el interior era tal que los ojos todavía entreabiertos apenas mostraron violencia o agresividad, quedando en un sencillo vistazo a los ojos de éste.

Un leve gruñido empezó a salir desde la garganta, tan leve que apenas era audible.

Ya habían tenido este duelo antes, solo que ahora era "oficial". El joven hizo gala de una mirada tranquila, ligeramente entornada, con sus ojos plácidamente burlones y desafiantes. Parecía que ni se estaba esforzando, tan solo... pasando el rato.

El gruñido ajeno le hizo sonreír.

—Hey, Tsintah, un pez le pregunta a otro: ¿qué hace tu padre? Y le responde: nada. Entonces el otro dice: ¡el mío nada también! —su sonrisa se acrecentó.  

Alexis le sonrió a Crhisty con confianza y se paró, acercandose lentamente hasta parase frente a ella, mirándola desde arriba - Esto durará poco, a uno de los dos le terminará doliendo el cuello. - movió sus hombros y crujió el cuello - Cuando quieras - dijo sentándose y clavando la mirada en sus ojos

Cristy, muy ufana y divertida se acerca hasta Alexis y le sonríe ampliamente y entonces procede a sentarse con las piernas cruzadas en el suelo y espera a que el gigantesco chico haga lo mismo. Luego imita una especie de gruñido, aunque solo es porque forma parte del ritual y hacerlo en forma homínida pues es bastante ridículo pero la galliard parece encontrarlo divertido.

Las primeras palabras de Adam sólo lograron dejarla dudosa, sin ganas de escuchar sus palabras. Volvió a observarlo quedando unos segundos concentrada, pero una voz interna le susurró algo que la enloqueció hasta el punto de lanzarse a por el cuello del que había insultado su inteligencia con tan terrible humor.

Un mordisco en la yugular era lo que deseaba propinarle, para librar al mundo de esos chistes, y también del que los contaba.

Súbitamente la ira desbordó sus sentidos, el gruñido de su oponente desató al lobo y en instantes un enorme monstruo de casi tres metros y pelaje negro azabache rugía en la cara de Christy.

Continuó mirando a la navajo, buscando una reacción a su último chiste, pero como no la encontró, lanzó otro:

—Hey, Tsintah, ¿sabes dónde van las pulgas cuando mueren? Al "pulgatorio" —Necesitó contener su propia risa, pero no dejó de mirarla.