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Si, eh... ¿señor Nicasio, verdad? Lo cierto es que este lugar es escarpado -dijo el hermano-, pero ¿no siendo más alta la cumbre y más escarpado el camino estaremos sino más cerca de Dios y más expensos a abrazar su grandeza una vez a su derecha?

Con una leve sonrisa concluyó.

Por aquí, señores, que se les nota en la voz que quieren descansar, comer y beber.

Los otros dios hicieron una reverencia ante la presentación del de Lara, de alta alcurnia, y su descripción del resto. Por extraño que parezca, no rehusaron al ver a Hermán con malos ojos, pese a casi deducir que era judío y aquello no era sino un convento cristiano. Se limitaron a apartarse y dejar que pasaran en el bonito paraje. Por cierto: unas vistas espectaculares.

Entrásteis en el monasterio y lo primero que vísteis (y por donde avanzásteis), fue una enorme extension de huertas de todo tipo, donde había sembrado numerosas hortalizas, algunos árboles frutales y muchas plantas decorativas (sorprendente a esas alturas). A la derecha de las huertas había como una choza con una pequeña chimenea humeante, a la cual acompañaba numerosos golpes de metal: probablemente sería una pequeña herrería.

Al entrar propiamente en el edificio, los hermanos os dejaron esperando en un recibidor en el que había algunas imágenes de santos muy elaboradas esculpidas en las columnas que había en la estancia. También había en las paredes algunos cuadros de escenas religiosas y numerosas velas encendidas.

Enseguida vendrá el Abad -dijo-. Descansad esta noche, hijos.

Tras una espera de casi cinco minutos, apareció un tipo de avanzada edad y de aspecto jovial. Era otro hermano.

Bienvenidos, viajeros -dijo mirando con algo de recelo a Herman-. Soy el hermano Cosme, encargado de guiar el monasterio, con la ayuda de Dios, por supuesto, en ausencia del actual Abad.

Os miró de arriba a abajo y asintió insistentemente con la cabeza. Ya era de noche.

No me digan más: están cansados y hambrientos. Acompañadme por aquí, por favor.

Dando una vuelta por el interior del monasterio, cruzásteis un pasillo junto a un patio interior bastante bonito y llegásteis a una sala cuadrada, algo tenue, donde había una gran mesa y casi dos docenas de sillas.

Éste es el comedor. Enseguida les traeremos algo de comer. Poneos cómodos.

Luego os dejó solos y desapareció.

Muy agradecidos, hermano Cosme -Dijo Rodrigo con tono respetuoso.

Una vez hubo salido el monje se desamarró la funda de la espada del cinto y la apoyó en el borde de la mesa, al lado de la silla donde se dejó caer con un leve resoplo disimulado.

"Opulento monasterio este, aún más para estar perdido de la mano Dios". Pensó para si mismo.

Era la primera vez que Herman entraba en un recinto monacal cristiano y optó lo que consideraba como la actitud más sabia: no tocar nada y decir una palabra a no ser que fuese del todo necesario. El distendido tono con el que se dirigía a sus compañeros de viaje se tornó silencio y gesto serio. Cabeza gacha y manos enlazadas a la espalda.

Tomando las últimas palabras del padre Cosme, se sentó a la mesa, algo retirado del resto, atento a cualquier entrada para incorporarse en cuanto algún fraile hiciese acto de presencia.

Pero ¿no siendo más alta la cumbre y más escarpado el camino estaremos sino más cerca de Dios y más expensos a abrazar su grandeza una vez a su derecha? Había dicho el cura Pedro.

Nicasio – extrañamente -, se guardo de responder ante la respuesta del cura, lo cierto era que estaba cansado y tenia hambre y por ese motivo se dedico a seguirlo por los pasillos internos de aquel monasterio.
No pasan penurias estos curas, se dijo a si mismo el muchacho, si el pueblo llano se enterase de la abundancia de comida que hay aquí, probablemente este lugar estaría a reventar de novicios.

Una vez en la sala y junto a sus compañeros, Nicasio no pudo contener su lengua mordaz, y casi sin miramientos le lanzo a sus compañeros lo siguiente:

-(Parado con postura gallarda, una mano a la cintura y la otra “dibujando” florituras mientras habla mirando “el horizonte”).-
No he podido dejar de observar la buena vida que llevan estos legos, con tanta comida y comodidades varias al alcance de la mano.

-(Camina unos pasos sin un rumbo fijo pero quedando de espalda al grupo y en silencio, por unos breves momentos, luego comienza a hablar de nuevo impostando un poco la voz, y aun de espaldas).-
Por otro lado no soy un “pio”, pero nunca había escuchado hablar de “san Marcelino” como beatitud cristiana, quizás me equivoque ¿que pensáis vosotros mis compañeros?.

-(Se gira con gracia de frente a sus compañeros, mientras pone una de sus manos en la cintura, con la otra se soba ligeramente la barbilla. Tiene el entrecejo fruncido y una expresión curiosa en la mirada mientras los mira a todos de uno en uno).-
no les parece…¿un poco extraño?

El judío continuó sentado en tensión. Se notaba que no estaba nada cómodo con la situación, aún así se permitió contestar al noble: 

-"No comprendo qué te parrece extraño"

Herman continuó pensando en qué hacer o decir si llegado el momento le mandan a dormir con los cerdos o con las gallinas. Duda entre si aceptarlo y dormir así caliente y bajo techo o tratar de ser digno y rehusar el hospicio.

Nicasio miro visiblemente contrariado a Herman, estaba claro que había intentado regar su soliloquio con un poco de “misterio”, condición a la cual era proclive en demasía al igual que otros miembros de su familia.

No lo había logrado según escuchaba, por lo menos con Herman.

Aun así, trato de no ser “derrotado” por el parco hombre en este “duelo” gramatical.
Le mostro su mejor perfil a Herman entonces, parado en una pose que buscaba emular dignidad y sabiduría, y sin mirar al hombre sino sobre el a un punto distante, acompaño sus palabras, con las ya típicas “volutas” que dibujaba en el aire con la mano libre.

Mi querido señor, bien sabéis que las ordenes monásticas suelen estar siempre relacionadas con sus feligreses en lo que respecta a la manutención económica del recinto y los gastos de sus miembros.
Por lo que veo aquí, no ha de haber muchos feligreses a los cuales solicitarle diezmos o impuestos.

La pregunta en este caso pues seria entonces - dijo dejando un silencio un tanto largo a continuación, mientras volvía su mirada de soslayo hacia Herman -:

¿Cómo se mantiene esta enorme casa de la fe sin dicho sustento económico?

-Se mantiene sola, buen Nicasio-Dijo Rodrigo con tono didactico, aún algo desconcertado por los recelos del noble caballero- Como en la mayoría de estos conventos cultivan lo que necesitan para alimentarse y fabrican lo que necesitan para cultivarlo. 

Debéis haber vivido en algún lugar aun más apartado que estas buenas gentes para no conocer las costumbres y formas de los monasterios señor de Juvenal.-Dijo mirando inquisitoriamente a Nicasio, para luego reír de forma breve y comedida, como era propio en la gente de su clase. No estaba seguro de si el joven les estaba tomando el pelo, o realmente ignoraba cosa tan común.

Carambas se dijo Nicasio, probablemente otra vez su mente le estaba jugando alguna pasada como de costumbre.
Debía hacer algo con esos diremes que su alocada cabeza a veces le provocaba, pero hasta el momento no había encontrado una solución.
Nicasio era así, haber crecido bajo el ala protectora de una madre por demás convencida de cuanta tradición y mito andaba dando vueltas por el mundo, había impregnado la cabeza del joven muchacho hasta volverlo aun mas proclive a los desvaríos de ese tipo.
Pero aun así, era noble, y como tal no podía quedarse callado cuando otro se le reía a la cara.

Aprovecho pues que Rodrigo se había equivocado al mencionar su procedencia y aplico un fondo por ese lar.

En verdad que no suelo relacionarme mucho con los seglares buen señor, paso mi tiempo entre los gentiles o practicando el fino arte del esgrima.

Y si bien estáis en lo cierto que no se de estos temas en demasía, si se por el contrario mi procedencia, y esta es Ponferrada, no Juvenal puesto que es mi segundo nombre.

Le dijo “cortés y comedidamente”, imitando al otro, al tiempo que lanzaba una media sonrisa picaresca y acompañando todo con una postura acorde a la situación.

Casi diez minutos después llegó don Cosme y se internó en el comedor donde estábais. Tras él llegaron varios monjes con bandejas cargadas de alimentos y algunas jarras de barro. Sobre ellas había varias clases de comidas que no hacían sino agasajar a vuestros ojos y sobre todo a vuestro paladar. Luego fueron desplegadas sobre la mesa que rodeábais.

Viajeros -os dijo-, daré las gracias a Dios por vuestra presencia. Ahora comed y saciad la sed. Luego vendré a veros.

Don Cosme y el resto de hermanos os dejaron solos para que comiérais tranquilamente, como así hicísteis. Casi una hora más tarde regresó y os habló.

Ahora os enseñaré vuestras habitaciones, pues seguro que querréis dormir y descansar, sobre todo después del asalto que me contásteis... Venid por aquí.

Después anduvísteis por el monasterio, pasando por diversas salas y dejando atrás algunas puertas. Aparecísteis enseguida en unas celdas.

Es aquí -Don Cosme os señaló dos habitaciones con dos camastros en cada una. Espero que estas modestas habitaciones no sean poco para ustedes, pues son las mismas que las nuestras, las del resto de hermanos. Descansad, pues mañana tengo que contaros algo con más calma, pues ya es muy tarde. Por cierto, les ruego silencio durante la noche, aquí nos levantamos muy temprano.

Vísteis cómo los hermanos iban de un lado a otro. Parecía que todos se "recogían" a sus habitaciones para dormir. Os dejaron allí, delante de las dos puertas. Tan sólo debíais decidir las parejas de habitación. Al menos teníais ahora el estómago bien lleno.

Herman pensó un instante y señalando las puertas dijo en voz casi susurrante, para no importunar a algún monje que ya se encontrase encamado:

-Señor Nicasio, Señor Rodrigo, dispongan ustedes.

-Está bien, señor de Ponferrada-dijo riendo amistosamente- Más disculpad que errara con vuestro nombre, no era esa desde luego mi intención-concluyó zanjando el asunto con cordialidad, aunque aún miraba con perspicacia a Nicasio.

Acto seguido pasó el hermano con una gran cantidad de viandas y bebida. Lo cual agradeció Rodrigo como buen caballero cortés y hambriento que era en ese momento. Y aún le volvió a agradecer el hospedaje, explicándole que eran más que suficientes esas habitaciones para estos viajeros.

-Buenas noches, señores. Espero que disfruten del descanso tanto como yo, sin duda, lo voy a hacer.-Dijo con una sonrisa internandose en una de las estancias sin preocuparse demasiado por quien le siguiera. Pronto caería en un sueño profundo, en cuanto se librara del peso de aquella cota.

Si algo bueno podía decirse de los hermanos, era que sabían cocinar.
Nicasio comió y bebió hasta saciarse sin prestar atención a sus congéneres.
Luego cuando toco el turno de irse a dormir Rodrigo se interno en una de las celdas sin siquiera responderle a Herman.
Quizás no le había oído, o no quiso responder.
Como sea, a él no le molestaba compartir celda con nadie y de esa manera se lo comunico a Herman:

- Mi buen, no tengo inconveniencias a la hora del descanso, decidme pues quien de ustedes gusta dormir conmigo en esta celda aun vacía. -

Yo mismo dijo creyendo excesiva tanta vuelta para repartirse las habitaciones. Por lo que a él respectaba iba a dormir a pierna suelta tras tanta fatiga. Se coló en la celda y se acomodó tranquilamente en uno de los camastros, dejando sus pocas codsas bajo el susodicho.

Viendo una habitación ya completa, quizás no como Herman esperaba, señaló a la que aún quedaba sin ocupar.

- Si no le imporrta, Señor Rodrigo, comparrtirremos celda por esta noche. Aguardarré fuerra si desea rezar antes de dormir.