Partida Rol por web

-Es realmente increíble. Los sonidos que escucharon cuando los tres volvieron a la explanada, ¿provenían de las catacumbas? si no vieron bajar a Don Damián, ¿ saben cuándo pudo bajar? ¿ cuánto tiempo llevaba en las catacumbas? . La investigación va por buen camino, muy pronto esperamos esclarecer el misterio. Gracias en gran medida a la colaboración de todos los hermanos.

Hermano, usted era aprendiz de Don Damián ¿verdad? preguntó no sin antes agradecer a Jonás su amabilidad con un gesto.

Verá. No acabo de entender como Don Lucas apresó a Don Damián, como lo llevó al torreón y como después lo arrojó por la ventana. Algún motivo debería tener. ¿No? ¿Don Lucas nunca dió una explicación? Usted era su aprendiz, seguramente pasaron mucho tiempo juntos...

...pues que últimamente oigo bastantes ruidos en una de las salas que da a las celdas de los monjes -continuó-, realmente no se en cuál. Yo me suelo desvelar bastante, ¿uno ya es muy viejo, sabe? Y no se si es por la humedad que ya me entra hasta en los huesos o por esos ruidos que casi cada noche oigo... como muebles moverse o frascos romperse, ¿qué se yo?

Terminó de hablar con un gran suspiro de duda. Entre ciertas conversaciones acerca de libros y anécdotas que te cuenta el monje se hacen las 4.00h de la tarde.

Lo sé, señor, si usted hubiera visto a don Lucas..., era un hombre muy portentoso y fuerte, y sin duda debió agarró a don Damián contra su voluntad. Soy novicio, ¿comprende usted? No hay más espacio que el de la obediencia, y tan siquiera el de la duda se le concede a un fraile de este convento, como para yo poder preguntar algo. Fui asignado a Damián: escuchar y obedecer, poco más. Si me permite, vamos un poco retrasados, si no le importa no damos a basto en el huerto...

El pequeño fraile tomó de nuevo la azadilla y continuó eliminando malas hierbas. Fue en éstas que increíblemente se hicieron las 4.00h de la tarde.

Es un alivio oir eso, esperemos que todo se resuelva -dijeron los monjes-. Pues no lo sabemos, hijo. Cualquier paso que damos unos y otros no está oculto a los ojos de los demás, todos tenemos nuestras tareas y con ayuda de Dios las cumplimos, poco más le podemos decir. Lo que si es cierto es que, lo que es "colarse" en las catacumbas... "se coló", pues le hubiéramos al menos preguntado para qué bajaba. No se si podemos ayudarle en algo más...

Entre tanta explicación, se hicieron sorprendentemente las 4.00 horas de la tarde.

-Ha sido agradable conversar con vos, hermano Timoteo -dijo Rodrigo-. Iré a dar un paseo antes de la misa de vísperas. Supongo que nos veremos allí.

Muebles que se mueven y frascos que caen. Aquello le recordaba a las viejas historias sobre las ánimas de los difuntos que mueven las cosas para hacerse notar. Pero, ¿ánimas, y además en un monasterio? Muy descabellado. Esos ruidos debía hacerlos alguien. Había que encontrar la manera de salir a investigar por la noche. Por lo pronto, lo que podía hacer era buscar una habitación con muebles y frascos. ¿La cocina?

- Bien hermanos, han sido de gran ayuda. No queremos molestaros más ni que descuidéis vuestros quehaceres. Nos veremos más tarde -dice despidiéndose.

- Herman, sígueme. Vamos a intentar salir del monasterio, aún nos queda tiempo hasta la misa y quizás podamos ver el lugar en el que cayó el cuerpo del curandero, del hermano Damián. Veamos si nos da tiempo...- dijo mientras se alejaban de los hermanos.

Una vez cruzaste los pasillos del monasterio, llegaste a la cocina, la cual se encontraba en la otra punta del mismo. Una vez allí, víste la puerta entrebierta y alguien moviéndose en su interior. Parecía el hermano Carlos, yendo de un lado para otro.

- No se me ocurre qué otra cosa podemos hacer de momento, quizás no nos dé tiempo a bajar y subir antes de reunirnos con el resto, lo cual lo considero prioritario, de manera que sino se te ocurre nada, volvamos con el resto- dice desmotivado.

Rodrigo entró a la cocina con decisión, buscando con la mirada esos muebles y frascos a los que había aludido el hermano Timoteo. Mientras, intentaba disimular su atento escrutinio conversando con el hermano Carlos.

-Buenas tardes, hermano. Así que sois vos a quien debemos la pitanza diaria. Y por vuestra figura veo que no habéis caído en el pecado que más tienta a quienes andan a menudo entre fogones: la gula. ¿Sabéis? Yo fui criado en un monasterio, y el cocinero era un gordo seboso que no hacía más que aprovechar su oficio para sisar pan y queso de la ración diaria que había de servirse en el refectorio. Lo descubrí un día que lo observaba a escondidas mientras cocinaba: el muy ladino se había cosido un bolsillo interior en el hábito, y allí depositaba su ración adicional. Mas veo que en este monasterio los hermanos sois distintos, más comprometidos con el riguroso ora et labora que prescribe la Regla. Celebro que sea así.

En el tiempo de toda aquella cháchara, Rodrigo había estado moviendo los ojos con disimulo para observarlo todo.

-Perdonadme, hermano, no quisiera importunaros, pues veo que estáis ocupado y yo hablo en demasía.

Jimeno se marchó del huerto algo contrariado por la falta de colaboración de los monjes. Eso si había llegado al menos a la conclusión de que iba a sacar poco de ellos. Eran demasiado herméticos. En la idea que Jimeno tenía d elo que había acontecido seguía habiendo una pieza que no encajaba. ¿Qué habia hecho Don Damián para que el abad le apresara y tirara por la ventana? Debió ser algo terrible. Una posible respuesta podría estar en las catacumbas... pero los otros no habian encontrado nada de interés al parecer. ¿Habrían buscado bien?

Yo crrreo que no, señorrrr Nicasio -dijo Hermán-, antes de llegar fi el acantilado desde la entrrrada, y... crrréame que erra prrofundo... -comentó-. Puede que tenga rrazón, deberríamos folver con el rresto. ¿Quierre que nos separremos para cubrrir más lugarres del monasterrio, señorr?

Desde luego, ese hermano no era sino un bribón, -repuso el hermano Carlos-, ¿o es que acaso me estáis acusando de algo? No entiendo esa ironia, hijo, si es que lleva algo de ello vuestras palabras... No se si habla usted en demasía, pero don Cosme nos comentó que investigábais, y se que por eso estáis aquí. Pero yo tengo mucho que hacer... los hermanos trabajan demasiado y en sus horas de comida quieren... el almuerzo y las cenas a sus horas, y medianamente elaboradas... No se si me explico... -quizá no lo entendiste, probablemente sí, el caso es que tras acabar de hablar continuó el trajín de la preparación de las comidas, moviéndose de un lado para otro y cocinando como si no estuvieras allí-.

Pese a que era un fraile, no todos íban a ser tan carismáticos y elocuentes, obviamente, como ocurre con todos los hombres (ellos por supuesto también lo eran): algunos son más frios y otros más extrovertidos.

Era muy extraño que aquel monje se pusiera a la defensiva, cuando Rodrigo solo había tratado de ser amable; lo cual le hacía sospechar de él. Su maestro ya se lo solía decir: excusatio non petita, accusatio manifesta.

Por otra parte, mandaba huevos ese don Cosme: les pide que sean discretos y no alboroten a los monjes con la investigación, y resulta que él mismo ya había puesto al corriente a todo el monasterio sobre ella. Pero mejor, pues los culpables, sabiendo que iban a ser investigados, se pondrían nerviosos y cometerían errores; como tal vez podría ser el caso de este hermano Carlos.

Así que, habiendo observado la cocina, Rodrigo decidió pinchar un poco más al monje.

-No os investigaba a vos, hermano, solo me apetecía conversar con vos un rato. Pero veo que estais algo nervioso y os soliviantáis con suma facilidad; deberíais procurar dormir bien por las noches, a Nuestro Señor no le es grata la vida nocturna -añadió, esta vez sí, como una velada acusación de que algo trajinaba cuando todos dormían.

Por supuesto que quería separarse de aquel tipo que al fin y al cabo no estaba aportando nada a la investigación, así que asintió con la cabeza y dijo diplomáticamente

- Mejor que nos separemos sí -y perdió de vista a aquel hombre. Haría la guerra por su cuenta...

Mientras buscaba algun candelabro o vela con la que bajar a las catacumbas le seguia dando vueltas al asunto. En verdad no le agradaba ni medio pelo bajar allí abajo y mucho menos solo, pero Jimeno estaba convencido de que podria encontrar algo que le revelara el motivo por el cual el abad habia apresado a Don Damián. Por alguna razón Jimeno pensaba que debía ser algún asunto turbio, algo poco religioso y a la vez muy grave. Algo que le diera algun motivo a Don Lucas para hacer lo que hizo.