Partida Rol por web

Irré con fos -dijo Herman-, perrro a mi da que ese hombrrre no tiene nada que verrr... de paso intentarrré buscarrrr porrr si se ha escondido ese Jonás...

Y se fue con Rodrigo de Lara.

En cuestión de poco tiempo, llegásteis hasta donde estaba Jacinto, que era uno de los hermanos con más edad de todo el monasterio.

Hola hijos... -dijo al veros y saber que le íbais a preguntar, como habíais hecho con el resto hasta ahora-. ¿Habéis visto a Jonás? Hoy no apareció por la misa del alba...

-Pues mucho me temo que ha desaparecido, hermano -dijo Rodrigo con tono despreocupado, como si la desaparición de Jonás la tuviera ya prevista-. Por eso vengo a preguntaros, pues he notado que pasábais tiempo con el joven. ¿Habéis notado en él algo extraño últimamente?

- Voy a echar un vistazo a la celda de Jonás. ¿ Vienes conmigo Jimeno?. Quizás hallemos alguna pista entre sus pertenencias. Si es que tiene alguna claro.

PNJOTIZADO.

Iré contigo, veremos a ver qué encontramos en la celda de ese muchacho.

La verdad es que no, es un muchacho jóven y cauteloso, poco hablador y muy disciplinado, cualquier cosa que le mandes la hace -dijo el monje-. Si me disculpas no gano para tiempo, muchacho...

El hermano Jacinto se puso a trabajar en lo suyo, sin hacerte demasiado caso. Son las 8 horas.

Fuísteis a las celdas, y la del hermano Jonás estaba abierta (no de par en par, sino que su puerta estaba cerrada pero se podía acceder). Su cama estaba desecha y la austeridad, como en el resto de celdas, reinaba por doquier. en una pequeña mesita con un cajón ruinoso, encontrásteis, tras rebuscar, trocitos de un metal... ¡era oro!, pero muy pequeño, trozos más pequeños que una uña. También, junto a estos, había como restos de algún polvo oscuro, como si hubiera sido extraído de alguna piedra, y también había cordeles muy bonitos (eran como hilos trenzados y anudados entre sí, fruto de algún tipo de elaboración artesanal... muy trabajados, vaya).

Por lo demás, no encontrásteis mucho más. Son las 8 horas.

Rodrigo estaba seguro de que el muchacho había huido al ver que él y sus compañeros estaban haciendo preguntas. Quiso indagar un poco más sobre Jonás, pero para ello tendría que seguir hablando con aquel monje tan esquivo. Así que decidió, por una vez, rebajarse a hacer los trabajos manuales, propios de bestias y plebeyos, que a él por su condición no les atañían; era lo que más odiaba de la vida monástica, y una de las razones por las que se alegró de salir del monasterio en el que se crió.

-Hermano Jacinto -dijo, siguiéndole-, ahora que Jonás ya no está, no tenéis quien os ayude. ¿Me permitís que lo haga yo? Me crié en un monasterio y sé cómo funcionan las cosas aquí.

Dicho esto, sin dejar que le respondiera, Rodrigo se puso a la faena, junto a él. Por poco sociable que fuera aquel anciano, agradecería tener a su disposición unas manos jóvenes. Mientras trabajaba, como el que no quiere la cosa, Rodrigo siguió preguntando:

-Decidme, hermano, ¿a dónde fue Jonás ayer cuando terminó de ayudaros en las huertas? ¿Y cuándo fue la última vez que lo visteis?

¡¡¡Oro!!!! exclamó Jimeno de lo más sorprendido al encontrar el preciado metal en la celde de un monje con promesas de pobreza. Estudió con cuidado los restos de lo que parecía ser oro así como el misterioso polvo oscuro. Lamentó no haberse centrado más en sus sospechas inciales cuando habló en el huerto con el hermano Jonás. Sin embargo había poco que hacer ya.

Negando con la cabeza mientras miraba el polvo

- Ese poco oro no vale tanto como parece. No soy muy entendido pero... ¿ Puede ser que ese hombre lo usara para algún tipo de... no sé para un maleficio o algo del estilo? da la sensación de que el hermano Jonás haya practicado la brujería.

Nicasio veía la brujería siempre por doquier. Pero quizás esta vez hubiese acertado. Miró en derredor en busca de un libro en cuyas páginas pudieran guardar los polvos sin perderlos.

Conocimiento mineral sí, no alquimia.

Jimeno estuvo largo tiempo observando aquellos polvos como negros y las pequeñísimas pepitas de oro, intentando comprender qué era lo primero y pensar para qué valdría lo segundo... Sin éxito. Por su parte, Nicasio, no encontró absolutamente nada, y no porque estuviera algo oculto, sino porque en lo lúgubre y minimalista de la estancia el registro se hacía fácil, y no encontraron ni siquiera ropas colgadas de un pequeño gancho de la pared... Nada: Jonás al parecer, se había esfumado sin dejar rastro.

Son las 8 horas.

Gracias, jóven -te dijo algo malhumorado porque ya empezabas a parecérsele un tanto pesado-, ten, la azadilla, que pronto será la siembra y hay que tener bien preparadas las tierras... ¡Ay, mis huesos! -se quejaba llevándose la mano a la espalda mientras se reincorporaba y se la sujetaba-.

Herman seguía allí, impasible, no comprendiendo que al menos querías llevarte bien con el monje para facilitar las pesquisas.

Pues nosé... -respondió Jacinto-, ayer me echó una mano, y siguió su vida normal, supongo, pues nos cruzamos alguna que otra vez por aquí, en diferentes horas. En cuanto a que cuándo lo ví por última vez... pues seria ayer, como te digo, pues esta mañana no ha ido a la misa del alba, y tras buscarle nadie le ha encontrado... Es harto extraño la verdad, que se haya ido sin decir nada... ¡qué digo! ¡es severamente increíble! Ojalá no piense en cosas pecaminosas y fuera de los votos por ser jóven, que a mi me tentó de joven el vino y las mujeres, pero aguanté en la vereda del Señor, con gran recompensa... bueno casi: mis huesos... ¡ay mis huesos!

Y continuó mirándote mientras trabajabas la tierra.

Al ver que no había ningún libro ni nada en dónde poder guardar los polvillos, decidió guardarlos directamente en su zurrón y con mucho cuidado hizo un montoncito y se lo pasó a la otra mano para de ahí meterlo tal cual en el zurrón.

Una vez hubo terminado y aunque no estaba para nada satisfecho con el resultado, se dirigió a Jimeno

- Vamos a ver cómo les ha ido al resto. Echemos un vistazo en las huertas a ver si están por allí.

Vayamos pero antes dejadme que os comente algo. Jimeno bajó el tono acercandose a Nicasio. Escuchad. ¿Qué nos ata a este monasterio? Aqui está pasando algo muy extraño y cuando vengan esos monjes radicales no dejarán titere con cabeza ¿Creeis que si descubren algo echarán las culpas a los monjes? Yo creo que no. Creo que nos usarán de cabeza de turco. ¿Por qué no nos marchamos de aqui antes de que sea tarde?

Decidme ¿Vendreis conmigo? parecía totalmente convencido de que era la mejor solución.

¿Por qué hablaba Jimeno en plural? era todo un misterio.

- Yo dí mi palabra de que ayudaría a esta comunidad y lo pienso hacer. Además fíjate bien lo que te digo, lo haré antes de que lleguen esos monjes, hoy vamos a desentrañar el misterio y descubrir la verdad. Si quieres irte eres libre de hacerlo, nadie te retiene aquí. Pero yo al menos, me quedo.

Sois muy decidido o quizás demasiado necio  para ser un simple vasallo respondió Jimeno algo contrariado por aquella respuesta que al parecer no esperaba. Las palabras de honor y promesa en vuestra boca son de apreciar pero permitidme que os diga que no os darán de comer y mucho menos os ayudarán si sois juzgado por un trubunal eclesiastico. Pero al igual que yo, vos sois libre de hacer lo que gusteis amigo Nicasio. Eso si recordad que mis palabras de advertencia os las he dedicado como si fuerais un amigo o incluso un hermano