Partida Rol por web

Rodrigo se mantuvo en silencio, escuchando las explicaciones y las quejas del viejo carcamal, y estudiando su manera de hablar y el contenido por si encontraba alguna incongruencia, mientras manejaba la azadilla.

Sin duda que no miente. Has visto demasiados mentirosos en tu vida, muchos de ellos de buen porte, talante y familia, los cuales casi no mentirían, pero lo hacían. Sin embargo, éste monje claro y "verdadoso" era, todo él y todas sus palabras.

Apoyó su mano derecha en el hombro izquierdo de Jimeno en señal de fraternidad

- Agradezco la advertencia, de veras. Pero ya sabes la respuesta, aprovecha la hora de la misa para escabullirte sin ser visto. Creo que lo que menos conviene ahora es que te vayas cuando puedan verte... eso minaría la moral de la comunidad todavía más.

Al cabo de un rato, y sabiendo que no podía sacar nada más de aquel anciano, Rodrigo dejó la azadilla.

-Perdonad, hermano, pero debo seguir con mis pesquisas. Me temo que se me dan mejor que este duro trabajo que vos hacéis todos los días, y al que sin duda, a pesar de vuestra venerable edad, estáis más acostumbrado que yo. Quedad con Dios.

Y Rodrigo se alejó en dirección a la entrada delantera, donde hacía ya dos días les había recibido el hermano Pedro.

Ve con Dios, hijo... -le dijo Rodrigo el fraile-. Entonces te dirigiste hacia la entrada. Allí estaba el hermano Genaro, agachado (una rodilla al suelo), mientras que hacía o manipulaba algo con las manos, a la altura de la cerradura. Tras acercarte, comprobaste lo que hacía: estaba revisándola. Los otros dos guardeses, Matías y Pedro, estaban por los alrededores (en el interio), haciendo la ronda.

¿Te lo puedes creer? -te dijo tras ver que un par de sombras (tu y Herman) se acercaban por detrás-. Dicen que Jonás, el joven novicio, se ha ido; y cierto es que por más que intente averiguar cómo abrió la puerta, no se ven marcas de ello -te contaba esto como alguien que tiene un problema y habla con el primero que pasa para "desfogarse"-; En fin... -resopló-. Quizá saltó la tapia, aunque los muros de estos son bastante altos -y cierto era, que no era monasterio cualquiera, que los muros del patio inicial eran altos ciertamente...-.

Son ya las 9 horas.

Como gusteis. Jimeno dejó a Nicasio y se marchó con paso firme. Parecía que tenía algo en la cabeza porque el jovenzuelo lo escucho rumiar algunas palabras para si mientras se alejaba.

Dejó atrás a Nicasio y se dirigió a la biblioteca. Allí podría escribir la nota que habia pensado. Quizás aquello le daría la oportunidad de salvarse. Jimeno sabía muy bien lo que iba a pasar cuando llegaran los monjes inquisidores. Sabía que los dedos de esos investigadores iban a acusarles a ellos directamente. La huida por ahora quedaba descartada. Si huía en solitario sería sospechoso a sus ojos. Rezó porque su artimaña sirviera para salvar su pescuezo.

Fuiste a la biblioteca, mirate a Timoteo, el traductor, que estaba enfrascado en sus libros, como siempre, y saludándole levemente te sentaste aparado en un rincón. Mientras pensabas bien qué escribir, se hicieron las 9 horas.

Jimeno se fue rumiando algo, y se internó por los pasillos hasta desparecer. Mientras, tú seguías allí, en la habitacion de Jonas. En éstas que se hicieron las 9 horas.

Incrrreíble... -dijo Herman observando bien los muros de la entrada-, Ese muchacho debía ser extrrrremadamente ágil.

Así que aquellos eran los hechos: Jonás había esperado a la noche para fugarse y lo hizo saltando la tapia. Tampoco era muy descabellado, el monje era muy joven y podría ser lo suficientemente ágil como para trepar los muros y salir pitando de allí. Pero el monasterio estaba en mitad de la nada; ¿a dónde podría ir aquel muchacho por la noche? El riesgo era demasiado grande, ya que podría ser pasto de los lobos y otras alimañanas nocturnas. Por tal razón, la deducción a la que llegó Rodrigo es que seguramente tenía a dónde ir, o con quién ir. No cabía duda de que Jonás tenía algo que ver en todo aquel asunto, y cada vez tenía mayor certeza de que en estos momentos se encontraba en compañía de don Damián.

Llegaste a la biblioteca, y el hermano bibliotecario-traductor te saludó. Allí, con severo cuidado y delicadeza de no ser visto o sospechado, escribiste la nota y luego hiciste como que buscaba algún libro, para disimular. Acto seguido te marchaste y esperaste pacientemente la hora de la misa. No obstante decidiste ir una media hora antes a la puerta del torreón.

Rodrigo de Lara, después de hacer unas pesquisas por la mañana, esperó junto a Herman un rato antes de la misa de la tarde y se dirigió a la puerta del torreón. Allí se encontró con Nicasio y también con Jimeno, que había sido el primero en llegar. Entonces pareció que se ponían a hablar*. Son las 16.45 horas.

Podéis intentar, por última vez, forzar el torreón. Tenéis un malus del 40% para intentar abrirlo. Podéis tirar Forzar Mecanismos (HAB) (Lo contaré como tirada de grupo, así tenéis más posibilidad de abrirlo).

Rodrigo se reencontró con sus compañeros con un aire ausente. La inminente llegada de los fráteres del Filo Sagrado le preocupaba sobremanera, y nunca antes como en aquel momento había encontrado tanto sentido a aquella sentencia latina grabada en los relojes de sol.

-Aquí estamos de nuevo -no se le ocurrió nada más que decir; volvían a encontrarse ante el que creían el mayor obstáculo para desentrañar el misterio, una cerradura que protegía los secretos de la torre del abad con más competencia que la muralla que impide el saqueo de los sarracenos-. Sigamos el plan de antes: esperemos a que comience la misa y actuemos cuando empiecen a cantar, para que mejor podamos disimular el ruido que habremos de provocar -susurró, señalando su palanca-. Mientras tanto, pongamos en común lo que hemos averiguado. Por mis pesquisas, estoy seguro de que Jonás sigue aquí dentro, o al menos no se encuentra muy lejos. Estas son mis razones: la última vez que fue visto fue ayer por la noche, y los muros del monasterio son demasiado altos para que los haya trepado. Aún suponiendo que lo haya conseguido, pues joven es y tiene miembros ágiles, ¿a dónde podría ir? El monasterio se encuentra en mitad de la nada, y ahí fuera el frío y las alimañas darían buena cuenta de un monje que nada sabe de los peligros del exterior. Por tal pienso también que don Damián sigue aquí, y que Jonás ha huido al ver que hacímos preguntas, para reunirse con él y contárselo todo.

Rodrigo dejó pasar un tiempo para que las conclusiones a las que había llegado recalaran en sus compañeros.

-Aunque tal vez habéis averiguado algo que no cuadre con mi teoría -añadió, invitándoles a hablar antes de que la misa diera comienzo y procedieran con el allanamiento de la torre.