Partida Rol por web

Perdición de Trolls.

Así os había dicho el Sargento Hakkon que se llamaba la compañía de escoltas de caravanas donde trabajaba Tabin. La propietaria de la empresa era una mediana con buen ojo para los negocios, pero quien llevaba todo el trato con el cliente era la popular semielfa. 

La Perdición de Trolls tenía su sede en un pequeño edificio de ladrillo con un almacén anexo y un pequeño muelle. Un par de mercenarios ataviados con coletos de piel claveteados condujeron a Ánder, a Kayle y al Sargento Hakkon al interior. Allí os esperaba Tabin, que ya había sido avisada de vuestra presencia.

La estancia tenía un ambiente bastante caldeado gracias a la chimenea que crepitaba al fondo. Pese a aquello, Tabin se frotaba las manos rojas por el frío. Había llegado no hacía mucho y aún estaba congelada. La semielfa que según todo el mundo era alegre lucía la expresión máxima del desánimo. Tenía los ojos enrojecidos, evidencia de que había estado llorando. De todos modos, se compuso en cuanto los vio aparecer allí.

-Hola -dijo con tono desvaído-. ¿En qué puedo ayudaros?

Stel, la jefa, estaba escribiendo alguna factura en una mesa baja adaptada para su tamaño y no había reparado en el estado de Tabin aún. Uno de los mercenarios se encontraba junto a ella, diciéndole algo sobre su último encargo. No había ni rastro de Ulfe, el bárbaro reconvertido en guía, y cómo sentía Tabin su ausencia...

El Sargento Hakkon observó a Tabin durante unos momentos.

—Buenos días, Tabin —dijo al fin—. Te presento a Ánder de Torm y a Ciclón.

Mientras hacíais las pertinentes presentaciones, Stel, la mediana que regentaba la Perdición de Trolls saludó al Sargento. 

—Tengo algo para ti. La guardia está investigando un asunto delicado. Nos harían falta un par de personas, que ayuden a los demás a moverse tanto en el campo como en la ciudad. De confianza. ¿Crees que podrías ayudarnos?

Has oído hablar de Ánder. 

Nació en un burdel, y por lo que sabes, llevó muy mala vida rodeándose de compañías aún peores. Abandonó la ciudad enrolándose en un grupo de aventureros de gente bastante turbia. Y de improviso, un buen día regresó convertido en paladín. Qué ocurrió, no lo sabes, pero hoy día parece ser un hombre distinto del que partió.

Tabin se acercó para estrecharles las manos.

-Es un placer -En sus ojos se pudo ver un brillo de reconocimiento al saludar a Ánder, pero a la genasí no terminaba de ubicarla-. Nosotros colaboramos con la guardia siempre que nos es posible. Tengo a las personas perfectas para ello, creo, pero me gustaría saber más primero. ¿Qué es lo que ha pasado, si puedo saberlo?

Por más que le gustase la idea, no podría llamar a Ulfe. El bárbaro y la ciudad no pegaban muy bien. Aunque, por otro lado, sería lo mejor...

A Kayle le encantaba algo en especial y eran las expresiones de desconcierto iniciales que siempre ponían quienes la rodeaban cuando se daban cuenta de que, pese a encontrarse en un lugar cerrado, soplaba una suave brisa. Pero es que aquello siempre pasaba en presencia de la genasí.

Había detectado alguna de esas expresiones ya pero a decir verdad la decepcionó un poco el saludo tan "normal" de Tabin, aunque enseguida sonrió y le estrechó la mano (una mano algo fría).

—Igualmente—Dijo. Ante la pregunta miró primero a Hakkon pero como parecía estar siendo interpelado por otra persona, decidió decirlo ella—. El... sargento Hakkon nos contó que están desapareciendo niñas en la ciudad. Van seis en dos dekhanas. Crías, sin ninguna relación entre ellas. Dijo que necesitaríamos la ayuda de un rastreador para que que os ayudase afuera y que esa persona podías ser tú.

-Salve, Tabin.- dijo Ánder, estrechando la mano de la mujer sin fuerza, ya que estaba embutido en una armadura completa. Contempló con curiosidad el lugar, la compañía cobraba bastante más que él por el negocio de las escoltas, pero claro, también tenían mucha mejor reputación.

"Si yo pudiera recibir a los clientes en un sitio así, también podría cobrarles más. ¿Pero, cuánto sería ético cobrarles?. " -pensó.

Trató de observar como trabajaban los profesionales mientras escuchaba a Kayle. Después de todo ya sabía que trabajo era.

-Vaya -Tabin torció el gesto al escuchar lo de las niñas mientras se frotaba la mano que le había dado a Kayle-. Qué cosa más horrible. Y qué raro no haber oído nada.

Puso los brazos en jarras mientras pensaba. Sí, Ulfe sería la mejor opción. Si había que hacer algo en la ciudad, se podía encargar ella misma. No le vendría mal algo de trabajo en lugar de recluirse en casa mirando cómo caía la nieve y lloriqueando como una tonta.

-Ulfe nos ayudará. Es el mejor rastreador de la zona. Decidme algo más sobre el trabajo. ¿Qué sospechas tenéis? ¿O es un tiro a ciegas?

—Pues casi... los Jinetes tienen indicios de que se las pueden estar llevando fuera de la ciudad, de noche y por el río. Hacia el Norte pero no tienen ni idea de a dónde.

Kayle se encogió de hombros con gesto apesadumbrado.

—Antes comentábamos que un destino posible podría ser Luskan pero francamente espero que no. Y de todos modos, es sólo una de muchas conjeturas...

-Oh, por la Diosa, eso sería espantoso -dijo Tabin llevándose una mano a la boca. Olía a vainilla. Maldita fuera Morgan-. ¿Vendidas como esclavas? ¿Podría ser posible?

Disimuladamente aspiraba el olor de la vainilla que aún quedaba en la palma de su mano. ¿Podría volver a oler ese aroma sin pensar en la muerte? ¿Siquiera unas galletas? Maldita fuera Morgan.

Y otra vez el estómago del revés.

El Sargento Hakkon le echó a Kayle la mirada de un padre que animara a su hija a decir por si misma su edad en vez de hacerlo él.

—Podría ser —admitió Hakkon—, lo que me pregunto es ¿por qué sólo niñas y no niños también? Han sido seis, no puede ser casualidad.

El Sargento hizo una pausa.

—Una de las madres de las niñas raptadas os acompañará. Es una elfa solar, corellonita para más señas. Es una mujer... difícil de tratar. Pero me dijo que podría localizar a su hija si la acercáis lo suficiente. Es por ese estado que los elfos llaman Ensoñación. Son capaces de sentir lo que sienten otros elfos, incluso a través de la distancia si el sentimiento es lo suficientemente fuerte.

Ánder y Kaile: podéis tirar Saber: Nesmé CD 19 para haber oído hablar de Ulfe.

Kayle le devolvió a Hakkon la mirada inocente de una hija que se pregunta el por qué tenía que hacer tal cosa si ya estaba él allí para ello.

Tres segundos después esbozó una sonrisita traviesa y levantó las cejas.

—Me suena haber oído ese nombre, ¿un bárbaro uthgardt?—dijo entonces girando la cabeza para mirar a Tabin con inexplicable aire optimista—. Creo que no podría haber nadie mejor para guiar las caravanas y esquivar las emboscadas de los otros bárbaros.

Ulfe es un bárbaro uthgardt exiliado de su tribu, aunque nadie sabe exactamente cuál fue su crimen. Hizo unos cuantos trabajos como guía de aventureros y viajeros y a la postre entró en la Perdición de Trolls. ¿Quién mejor que un uthgardt para guiar las caravanas y esquivar las emboscadas de sus compatriotas?

-Sí.-continuó Ánder las palabras de Kayle.-Yo también he oído hablar de él.¿Creéis que aceptará la propuesta? No es escoltar una caravana, sino investigar un crimen. No sabemos cuánto podemos tardar.- No hablaba en tono despreciativo ni dubitativo, sino solo expresando sinceramente sus pensamientos acerca del rastreador.

-Otra cosa que se me ocurre y me da algo de esperanza es que si la mujer puede percibirla es que su hija sigue viva. ¿O me equivoco?.

-Tenemos que ver entonces a Ulfe, al enano que mencionaste y a la elfa solar, ¿Qué orden propones, Hakkon?

-¡Aceptará! -aseguró Tabin-. Esto es una cosa muy seria, claro que aceptará...

A la joven no le quedaba duda de que Ulfe se implicaría en el caso. Sus habilidades tendrían mucho peso en él, y además estarían evitando algo tan grave como lo que se imaginaba. Esas pobres niñas, vendidas como esclavas a piratas de Luskan... Tabin se estremeció. Cada vez le quedaba Morgan más lejana en el pensamiento, aunque de pronto aparecía de nuevo y la apuñalaba en el estómago.

Kayle levantó un dedo con gesto recordatorio.

—Percibirla en cuanto esté lo suficientemente cerca.

Lo que a Tabin se le antojó un tornado en miniatura con dos ojillos de chispeante color azul (y de hecho, eso era) se asomó sobre uno de los hombros de la genasí, medio escondido entre la ondulante melena blanca.

—Si sigue viva.

Céfiro se asomó sobre uno de los hombros de la genasí, medio escondido entre la ondulante melena blanca.

—Si sigue viva.

Kayle giró la cabeza y lo miró ceñuda.

—Lo tuyo es tacto, ¿eh?

El pequeño elemental se limitó a mirarla inocentemente.