Partida Rol por web

Ulfe os ayudó a terminar los preparativos y a elegir equipo y material adecuado para viajar campo a través. Cargasteis vuestros pertrechos en la caravana de Glimgmar e iniciasteis vuestro viaje en pos de las niñas desaparecidas retomando el curso del Surbrin. Sus aguas frías corrían serpenteando sin fin, impasibles a vuestros desvelos. Ulfe permanecía más tiempo fuera de la carreta que dentro, examinando toda la orilla achaparrado, con movimientos felinos, de forma que parecía más una bestia cazando que un hombre. 

Os detuvisteis a comer a medio día sin haber hallado menor rastro de las crías o de sus captores. El uthgardt mantenía un silencio hosco que Nanthleene llenaba con quejas agoreras y gimoteos sobre la incomodidad de la carreta. Reanudasteis la marcha después de un breve sueñecito y viajasteis durante toda la tarde. Parecía que sólo estabais dando palos de ciego cuando Ulfe encontró una pequeña barca de remos entre la vegetación que rodeaba el río.

—No deben andar lejos —dijo Ulfe, escudriñando las colinas cercanas.

—Ni siquiera sabemos si esta barca pertenece a esos bellacos —dijo la elfa, arropada en una manta, desde las profundidades de la carreta.

El uthgardt resopló.

—Se está haciendo tarde de todas maneras. Acamparemos por aquí cerca, desde donde podamos ver esa barca. Y mañana deberíamos explorar las colinas.

Remontasteis una colina desde donde poder divisar la orilla del Surbrin y os encontrasteis con una escena inesperada. 

Allí había una mujer joven encadenada al suelo con un enorme grillete oxidado cerrado en torno a su cuello. Estaba prácticamente desnuda: sus ropas estaban hechas jirones y estaba descalza. Le habían pegado una paliza de espanto pero aún así, permanecía de pie blandiendo una roca. Por como estaba de torcida parecía que le habían roto un par de costillas o tres. Tenía el cuerpo lleno de hematomas y heridas por las que sangraba profusamente. Respiraba con dificultad, lenta y entrecortadamente. Un ojo lo tenía cerrado, pegajoso por la sangre seca.

Con el otro no perdía de vista...

...a las dos fieras enormes que, atraídas por el olor de su sangre, describían lentos y perezosos círculos a su alrededor. Eran parecidas a lobos, pero eran mucho más grandes que ellos, con el pelaje negro e hirsuto y las fauces repletas de dientes afilados como puñales.

—Colmillos Largos —decretó Ulfe, mientras encajaba una empenachada saeta en su arco recurvo—. Como los lobos, pero mucho más grandes, fuertes y agresivos. Unos depredadores muy peligrosos. No dejéis que os tiren al suelo o estaréis muertos.

Ulfe identifica las criaturas como una pareja de lobos terribles.

El joven paladín compró una mula, unas alforjas, algo de comida y algún objeto más para el viaje antes de salir. Cuando le preguntaron por el animal respondió que en todas sus salidas como aventurero siempre habían sido muy útiles, aunque él mismo no se llevaba nada bien con los cuadrúpedos. Cosa que demostró varias veces durante el camino, tirando del tozudo animal mientras éste se resistía. No quiso dudar de Ulfe, evidentemente era buen rastreador, pero le parecía que hacía previsiones precipitadas, a fin de cuentas la barca podía pertenecer a cualquiera. Calló y dejó que los acontecimientos hablaran por si solos, desde luego el no lo haría mejor que el bárbaro.

Al subir la colina todo cambió. La cara de Ánder se transformó en una de determinación. No había terminado de ver la escena cuando ya estaba soltando las riendas de su animal y echando mano a su arma.

-La que va a estar muerta es esa pobre mujer como no hagamos algo. ¡Quien ha podido ser tan animal!.

Tabin soltó una exclamación de sorpresa y no tardó en imitar a Ulfe cargando su arco con una flecha.

-¿Pero qué le han hecho a esa pobre mujer? ¡Ulfe! ¡Hay que espantarlos antes de que le hagan daño!

Sin pensar, la pícara soltó la flecha dirigida hacia el lobo más cercano a la mujer herida.

Kayle parecía bastante ajena a las constantes quejas de Nanthleene, es más, hasta se la veía más animada tras salir de la ciudad. La genasí disfrutaba del paisaje porque adoraba la sensación de libertad que provocaban los grandes espacios abiertos... y para colmo hacía tanto tiempo que no salía de Nesmé que dicha sensación casi parecía el doble de fuerte.

La maga caminaba por el sendero mirando los alrededores y dando brincos de vez en cuando sobre las rocas cuando encontraba un afloramiento. De hecho, resultaba curioso verla porque era como si en cada salto el aire la "sostuviera" durante un par de latidos de corazón, o cayese ligeramente más despacio de lo que debería, o algo así (incluso en ocasiones daba un suave giro sobre si misma mientras caía) Parecía que si se descuidaba pudiera echar a volar.

El descubrimiento de la barca fue bastante revelador... y más aún lo fue el de la mujer apaleada. A la genasí no le daban miedo los lobos, ni si quiera los lobos terribles. Lo que hizo que se quedara un instante congelada en el sitio sin poder hacer nada más que mirar fue otra cosa, fue el sudor frío que le produjo la visión... de aquella mujer encadenada. A Kayle no le gustaban las cadenas.

Pero fue sólo un momento. Al siguiente latido de corazón había sacudido la cabeza y estaba metiendo rápidamente la mano en su saquillo de componentes de conjuro.

No hacía falta que Tabin lo dijera dos veces.

- ¡Que me aspen si esos lobos no son los más grrandes que he visto en mi vida!

 Espetó el enano.

Había estado extrañamente en silencio durante el viaje, fumando en su pipa enana con runas bien talladas, una obra de artesanía, y degustando entre sus labios de aquel vivaz humo que luego brotaba por las fosas nasales como un geiser y de su propia boca dibujando hermosos círculos que le llevaban a pensar en la profundidad de una mina...

 Quizás fuese por tener las riendas de la mula bien aferradas con una mano, la hierba de pipa...y sus ensoñaciones por lo que no podía evitar que sus pequeños y pícaros ojos buscasen la imagen de la elfa que tanto se quejaba. Para Glimgmar no eran sino quejas justificadas, y deseó haber tenido algo más cómodo para alguien de su linaje.

 Sorprendiendose de aquellos pensamientos que le eran impropio, bramó haciendo sonar un labio contra el otro y negó con fuerza tratando de echar a un lado aquella especie de pinchazo en el pecho.

 ¡Una elfa! ¡Que Morradin me prrroteja!

 Se dijo muy consciente de cuales habían estado siendo sus pensamientos y sus inclinaciones en las últimas horas.

 Pero todo cambió cuando había dejado de lado la pipa y ascendían por aquella colina.

 - ¡Dejadmelos! ¡Dejadmelos a mi!

 Gritó el enano con furia y emoción ardiendo en su corazón como una roca fundida en lava. Su expresión de asombro sólo era superada por la de querer medir sus fuerzas con aquellas bestias, impulsado, no obstante, por el deseo de ayudar a aquella mujer...que por otro lado, no le daba demasiadas confianzas.

  ¡Deberría estar muerrta! No lo deseaba, pero era la evidencia de la situación.

 Serría mejor no prejuzgar los acontecimientos...o no hacerlo demasiado pronto.

 Saltó de la carreta sintiendose más alto que cualquiera de ellos por un instante, y cayó entre la hierba, de pie, con el hacha de guerra enana en una mano y el escudo en alto, dispuesto para avanzar. Era muy poco diferente a una roca en medio del camino.

 - ¿¡Perro que les dan de comer a esas cosas!? - preguntó anonadado, casi indignado.

 Esa mujeerr...¿No serrá una trampa?

 - ¡Los ojos bien abierrtos!

 Aconsejó con autoridad el enano mientras avanzaba todo lo que le permitía su armadura y su estatura, un defecto parra la mayorría, pero erra el diseño que Morradin les había dado, forjandolos como enanos, como crriaturras hermosas y rudas que erran letales en las distancias más cortas.

 A la carrera evitó la zona con peor acceso para ascender. Aquella muchacha estaba condenada, perro quizás hoy fuese su día de suerte.

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Iniciativas

1. Ánder
2. Tabin
3. Ulfe
4. Nanthleene
5. Lobo A
6. Lobo B
7. Kayle
8. Glimgmar

Lo más sensato sería acribillaros a flechazos, pero mi deber es salvar a esa mujer.

-¡Eh colmillitos! ¡Aquí, aquí!-gritó Ander y avanzó a paso firme hacia los enormes lobos mientras desenfundaba su espadón.

-¡Meteros con alguien que pueda responderos!.

Torm, si esto no es lo más idiota que ha hecho alguien por tí nunca, estará bien alto en la escala.

El paladín se quedó delante de las bestias, sabiendo que tenía pocas posibilidades si venían a por él.

La flecha de Tabin voló hasta el lomo del lobo más cercano y allí se clavó profundamente. La pícara soltó un suspiro de alivio. Ulfe sabía tirar muy bien y después de recibir sus consejos quería demostrarle que había aprendido de él. Esperaba que eso sirviese para que el lobo dejase a la mujer y se centrase en ellos.

El bárbaro dio un brinco y se metió entre los matorrales. Extrajo un par de flechas de su carcaj y las disparó en rápida sucesión al Colmillos Largos que Tabin había acertado antes. Una de las flechas dio en el blanco, pero el bárbaro gruñó por el tiro que había fallado.

—¡Vamos a morir! ¡Vamos a morir todos! —chillaba, histérica, Nanthleene—. ¡Oh Corellon, ayúdanos en este trance!

Las manos de la elfa solar brillaron con una luz dorada. Nanthleene miró a su alrededor como si no supiera qué hacer con aquello, hasta que se acercó a Tabin y la tocó como quien toca a un apestado.

Nanthleene: lanza gracia de gato sobre Tabin (+4 Destreza).

La treta de Ánder funcionó. Funcionó a la perfección, pues los dos enormes lobos gruñeron enseñando los dientes a aquella inoportuna criatura que les disputaba el festín. Ambos se lanzaron sobre el paladín como si fueran uno, pero las dos flechas que le enviaron Tabin y Ulfe haciendo que la criatura trastabillara.

El otro, en cambio dio un salto en aire y se clavó los dientes afilados como púas entre los resquicios de la armadura. Trató de usar su hercúleo peso para hacer caer al paladín al suelo, tal y como Ulfe había avisado que harían...

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Ánder: recibe 11 puntos de daño. Le quedan 15. Hazme la tirada enfrentada de derribo  (CD 10) para ver si te caes.

Turno de Kayle.

¿Glimgmar, haces lo que habías comentado antes, desenvainar y moverte? ¿A qué casilla?

...y el joven aguantó contra todo pronóstico, con una oración en sus labios, aunque apretó los dientes al recibir el mordisco del animal.-¡Maldita criatura! ¡Torm está conmigo! ¡No puedes derribarme!.