Partida Rol por web

La cápsula atravesó la atmósfera planetaria al rojo vivo dejando tras de sí una estela de fuego en el cielo. Como un cometa. Como una señal divina. Durante toda la caída fuísteis zarandeados con violencia y sometidos a fuerzas gravitatorias que podrían dañar gravemente a un ser humano...

... sois mucho más que eso.

Con un estallido sordo, la cápsula golpeó el suelo, expulsando esquirlas de piedra en todas direcciones. Los arneses se soltaron de inmediato y las puertas del transporte se abrieron al instante, rompiendo el aislamiento térmico. Y fuisteis arrojados a la realidad por el ruido de los gritos, las ametralladoras y los disparos de láser.

Habéis aterrizado en el interior de una capilla imperial, llevándoos el techado por delante. A vuestro alrededor sólo hay estatuas derribadas en posturas que sugieren gloria. Los bancos se han hecho astillas por vuestro aterrizaje y la mayoría de las losas son ahora poco más que gravilla. Una lluvia ligera cae sobre vuestras servoarmaduras a través del hueco del techo, y al frente, a través de una puerta cosida a disparos llegan sonidos de una batalla en ciernes

Sin esperar a las órdenes del hermano apotecario, Elyas desenfundó su pistola bolter y preparó su puño de combate, y comenzó a avanzar hacia la puerta de la capilla; el sitio de un marine de asalto estaba en primera línea.

- Necesitaremos fuego de cobertura -fue lo único que dijo a sus hermanos, confiando en que Sepheram y Skold harían bien su trabajo

¡¡Acción!! Apenas sin tiempo para acostumbrarse a la nueva atmósfera, con los órganos todavía revueltos por el descenso, con el sabor de la bilis en la boca... de repente acción. Los designios del Emperador son inescrutables... válgame el Trono.

Skold se levanta, sale por la escotilla tras el hermano Elyas, prepara su bolter y se lanza a la carrera - No será un león el que le arrebate la gloria del combate a un lobo. Ah no, hoy no será ese día!! - Ruge mientras se ríe - ¡Espera bribón!, o el carnifex que tanto ansías podrá contigo fácilmente sin mi ayuda.

...Far giv mig styrke i kamp...

El descenso es fiero, como siempre lo ha sido el entrar en un planeta, pero aunque me moleste mucho la idea de morir en una cápsula y no luchando por la gloria del Imperium, resisto estoico el ingreso atmosférico y no digo palabra alguna acerca de uno de mis temores:

"¡Y no conoceremos el miedo! Bueno, es temor a estos malditos sistemas de vuelo espacial, siempre llenos de errores y problemas de mantenimiento. Prefiero mil veces ser devorado por la horda tiránida y matar a todos los que pueda antes que morir en un impacto... inútil y en vano. Ese es mi miedo: No servir incluso con mi último aliento."

Pero no lo demostraría y jamás lo diría porque por más infundado que sea el temor, temer no es digno del Adeptus Astartes, mucho menos de la Deathwatch y mis compañeros jamás sabrán de ello.

Cuando el impacto sucede y las protecciones se sueltan, dos de mis compañeros salen de inmediato por el sonido de los disparos. Saco al instante mi pistola y mi espada de sierra y camino detrás de ellos. Veo la capilla destruida y las estatuas derribadas. Veo la puerta y escucho que los sonidos provienen de allá, donde se dirigen mis compañeros. A medida que llego detrás del Hermano Elyas les voy hablando:

 - "¿Están todos bien? ¿Ningún herido? Hermano Sepheran, encárguese de cubrirnos como solo usted sabe hacerlo. Hermano Skold, cubra por el otro lado."

Me pongo al otro lado de la puerta y le hablo al Marine de Asalto para salir junto con él:

 - "Vamos, Hermano Elyas. ¡Ahora!"

A la señal, abro la puerta y salgo junto con el Hermano Elyas, apuntando con mi pistola bolter. Cruzo el umbral y me pongo junto a la pared para no interrumpir la línea de tiro de los hermanos que nos cubren. Apunto siempre a donde mi vista va y miro bien la situación para entender lo antes posible el caos de sonido que nos está llegando.

Y no sera de otra forma -asintio Sepheram a las ordenes del lider de la escuadra Deathwatch. Por fin habian aterrizado. Vivos, indemnes. Y en medio de una batalla a juzgar por los sonidos de explosiones y el olor a ozono quemado de los laseres. El elemento en que mas a gusto se encontraba un Astartes, sin duda. Sepheram empuño con ambas manos su arma, aquel monstruoso cañon que podia dedintegrar enemigos con su municion, y se aposto en la entrada de la capilla dispuesto a cubrir a sus hermanos de batalla costara lo que costara...

Con pasos imponentes os dirigís hacia la salida de la capilla. Las puertas se abren de par en par con un solo empujón y en vuestras servoarmaduras pulimentadas se refleja la luz rojiza de las llamas: Lordsholm arde... A lo lejos se distinguen decenas de edificios semiderruidos y el fuego parece propagarse aquí y allá sin control, como danzando ante el espectáculo que se despliega ante vosotros... y que no es el que esperábais

Atrincherados y avasallados, unos seis centenares de efectivos de lo que reconocéis rápidamente como la Fuerza de Defensa Planetaria luchan sin apenas esperanza contra más humanos. En efecto, habéis caído en medio de lo que parece una rebelión, o una guerra civil, es imposible saberlo. La Fuerza de Defensa Planetaria, ampliamente superada en número, ha improvisado de malas formas una posición fortificada alrededor de la capilla. La fortificación no es más que muros de escombros salpicados de cadáveres (en una proporción aproximada de 1:1) y los restos de un tanque Chimera. Tras estos, se extienden apenas 50m de tierra de nadie a través del cementerio anexo y más allá, las filas rebeldes.

La batalla parece desesperada y haberse extendido durante varias horas. Los soldados de la Fuerza de Defensa Planetaria parecen exhaustos, muchos de ellos están heridos y sin esperanza de ver un nuevo día, pero aun así, luchan con orgullo. Sin embargo, la fuerza numérica de los rebeldes es muy superior y, sin vuestra intervención, decantará definitivamente la balanza en unos pocos minutos

El escenario que tengo enfrente de mí es un escenario de guerra, donde la defensa del planeta, que lucha en nombre del Imperium de la Humanidad está siendo diezmada por unos rebelder, probablemente motivados por herejía y caos. Busco con la mirada al líder de la Fuerza de Defensa Planetaria, pues debo hablar de inmediato con el comandante de aquel grupo.

Hablo a mis hermanos rápidamente para no perder ni un valioso segundo:

 - "Hermanos, debemos reunirnos con el comandante, pero no podemos permitir que esta escoria rebelde destroce a los soldados del Emperador. ¡Fuego a discreción contra los insurrectos!"

Me preparo para disparar también mientras decido qué ruta tomar hacía los defensores del planeta además de ver cuanta oposición tenemos y pensar en la mejor forma de acabar con los enemigos.

- Traidores -masculló Elyas entre dientes, con un tono repleto de asco y desprecio. Pocas cosas le inspiraban más repugnancia que la traición. Estaba en la naturaleza del Caos y de los xenos el ser traicioneros e indignos de confianza, y los enfrentaba con el estoicismo propio de un Ángel Oscuro, pero que los humanos se levantasen en armas contra la Luz del Emperador y traicionasen a aquellos que velaban por su seguridad era algo que encendía en él una cólera gélida como los rincones más oscuros del vacío estelar. No le importaba si una insurreción estaba instigada por los poderes del Caos o fuerzas xenos; el Emperador les pedía que fueran fuertes y vigilantes ante esas tentaciones, y el mero hecho de fallar en esa vigilancia ya era una traición hacia Él. Aceleró el paso, buscando el momento de lanzarse contra las fuerzas rebeldes y castigarlas por sus pecados.

La triste visión de hermanos de raza combatiendo me apesadumbra. ¿Qué razones pueden llevar a los seres humanos a exterminarse entre ellos? Es en este preciso momento cuando siento el orgullo de ser Astarte, de ser algo más que humano... Claro que siendo justos nosotros también hemos tenido lo nuestro... malditos Mil hijos, mil veces malditos.

Hay que actuar!! No me siento especialmente dispuesto a participar en una batalla de la que desconozco sus motivaciones, sus objetivos - Hermano Lucian, date prisa en aclarar la situación, por el Trono. No quiero contribuir a más muertes entre estos desgraciados. Nosotros mantendremos la linea.

Acto seguido superviso rápidamente la posición fortificada observando las zonas más débiles, las más difícilmente defendibles, con la intención de mandar a Sheperan con su arma pesada - Sheperan!!, encuentra una posición comprometida y demuestra de lo que eres capaz.

Giro en redondo y avanzo tras el hermano Elyas - necesito encontrar una buena posición, una posición que me permita cubrir a mi compañero en caso de que se lance al asalto

Rebeldes. Junto a los entregados voluntariamente al Caos, la peor de las escorias surgidas del alma de la humanidad. Una lacra que no debia y no seria tolerada.

Sepheram ya se encontraba en movimiento, en busca de la mejor posicion posible para dar apoyo pesado a sus hermanos de armas. Tal vez no tuviera respeto alguno por el humano medio, pusilanime y pueril. Pero cuando uno de aquellos seres se volvia contra la justa y sagrada lealtad al emperador, cuando traicionaban la devocion a sus hermanos... no habria piedad ni perdon. Sepheram se encargaria de ello.

La batalla se recrudece. Aquello que durante unos instantes había parecido una pausa se ha desvanecido por completo. Algunos integrantes de la retaguardia de la FDP se han percatado de vuestra presencia y os miran atónitos como si fuerais un sueño o una aparición. Pero son los menos, pues la mayoría están demasiado ocupados conteniendo la nueva ofensiva rebelde.

En efecto, podéis observar que éstos han iniciado de nuevo la ofensiva. Por todos lados se oye el monótono y repetitivo sonido del fuego de supresión. El frente de la FDP flaquea pero se mantiene a duras penas y difícilmente puede responder al interminable fuego enemigo. Aquí y allá zumban balas perdidas, pues aún estáis a unos metros de la línea principal de combate, pero las balas perdidas matan igual y podéis ver como a un soldado cercano le estalla el hombro derecho en un reguero de sangre.

Elyas puso en marcha sus retrorreactores y se dispuso a elevarse por encima de la chusma traidora que atacaba a las Fuerzas de Defensa Planetaria. Una vez proyectado a los cielos, visualizó una zona donde caer y arrojó una granada de fragmentación para cubrir su aterrizaje.

El Ángel Oscuro puso en marcha sus retrorreactores y se elevó con elegancia unos metros por encima del campo de batalla. Desde ahí pudo ver claramente el curso de la batalla y el inminente exterminio de las tropas de la FDP si su intervención no inclinaba la balanza a su favor.

Unos instantes después, el familiar tintineo de una granada de fragmentación al caer precedía la mortal lluvia de metralla al rojo vivo. Inesperada, abrió un hueco visible en las filas de los rebeldes causando la muerte o la incapacitación de un buen puñado de ellos. Pero aún quedaban muchos. Muchos. Y su ansia asesina no iba a decaer por una simple granada de fragmentación.

Mientras tanto, Sepheram y Skold habían buscado una buena posición de disparo refugiados tras los escombros, con buena visibilidad y a cubierto.

Sepheram apoyó el bolter pesado en un grupo de escombros particularmente lisos que encontró. Apuntó con precisión a aquellos malditos traidores y, tras una honda respiración y un instante para apuntar descargó sobre ellos toda la ira del Emperador de la forma que mejor sabía: con una rafaga inacabable de proyectiles bólter.

El resultado fue brutal, y toda la fila frontal de la carga rebelde fue masacrada con proyectiles sólidos. Aquí y allá reventaron cabezas como sandías maduran, y decenas de cuerpos caían al suelo sin haber apenas conseguido avanzar unos metros

El grupo de rebeldes no esperaba eso. Esperaba los vanos intentos de supervivencia de un grupo de soldadetes de la Fuerza de Defensa Planetaria. Un grupo de desesperados que luchaban por sobrevivir, no por unas convicciones plenas.

No esperaba Marines Espaciales. Y por un instante, dudaron.

Fue solo un instante. La plebe es, ante todo, cabezona, y el número da una seguridad muy importante. A fin de cuentas... ¿qué eran 4 amenazas más? Así que, casi ignorando este hecho, los rebeldes abrieron fuego con sus oxidados rifles sobre todo cuanto estaba a su alcance.

No sin cierta sorpresa, Sepheram y Elyas vieron como todo el aire a su alrededor se llenaba de balas... al menos a 10 m de distancia de sus cabezas.

En medio de la nube de metralla y fuego, Elyas aterrizó haciendo un picado, triturando por completo a un rebelde al aplastarlo con su puño de combate. Estaba en mitad de la refriega, y ese era su sitio. Confiaba en que la lluvia de proyectiles de bolter de los hermanos Sepheram y Skold abrieran una linea en mitad de aquella horda de traidores, mientras él daba buena cuenta de ellos con su puño y su pistola bolter. Alzándose con solemnidad en mitad de la humareda, pronunció una única advertencia con voz tranquila.

- Los Ángeles de la Muerte del Emperador han llegado. Arrepentiros, y vuestra muerte será rápida.