Partida Rol por web

La misteriosa figura encapuchada que os dijo donde ir no se prodigó mucho en detalles, pero aquí estaís. Un pequeño grupo de salvajes delincuentes aventureros dispuestos a dejarse las tripas arrastrándose por un agujero infecto y lleno de gusanos.

Las habladurías de los aldeanos no ayudaron a convenceros de venir, a no ser que las historias sobre dragones escupefuego comegente, chacales cambiaformas asesinos y maldiciones omniosas hayan activado ciertas glándulas en vuestros primitivos cerebros de primate.

Por eso os sorprende un poco la tranquilidad del lugar. Tras subir una suave pendiente, llegáis a lo alto de una pequeña colina. Hay un tajo en la ladera, la piedra blanca destacando sobre la hierba verde, los pajaritos cantan y el sol acaricia vuestras espaldas mientras oleis el aroma de la tierra mojada y las flores de primavera.

Todos dais una gran bocanada de aire, disfrutando y saboreando el momento. A saber cuando volvereis a hacerlo, si lo haceis.

Después de esos maravillosos instantes de placer, os adentrais en una grieta de la pared. A ambos lados veis un par de nichos, donde probablemente se encontraban el control de accesos y la máquina de fichar. El techo se vuelve roca sólida sobre vuestras cabezas a medida que avanzais por un corredor que acaba en una gran puerta de doble hoja, madera y metal combinados en una gran obra de artesanía.

Lástima que esté totalmente podrida, aunque la cabeza de un enano todavía se puede observar en el dintel. Alguien a pintado una palabra con un liquido de color oscuro que ha impregnado la pared.

Bienvenidos

Sin embargo, un examen mas cuidadoso revela la ilusión: los churretones resbalando por la pared han deformado las letras pero todavía se puede leer el mensaje original

Vais a morir todos

Llegar a la entrada de una antigua mina enana abandonada, cuyo letrero daba la bienvenida al grupo con un funesto mensaje añadido... ni siquiera eso hizo que Lixue cesara de tararear una suave y exótica canción. Ella iba ataviada con sus cosas, caminando a paso ligero para seguir el ritmo marcado por el resto de aventureros notablemente más altos que la joven (a excepción del enano, al que superaba ligeramente). Su mano derecha estaba enfundada en un guante de cuero negro en el que destacaba especialmente unas uñas largas y afiladas de acero. Su otra mano permanecía resguardada en un guante largo de color negro como el carbón, preparada para asir el mango de la ballesta que descansaba amarrada en su espalda a la menor señal de peligro. Obviamente, en aquella entrada poco había que supusiera un peligro, así que la chica caminaba alegremente observando los alrededores tras su máscara, pero sin prestarse a posar sus manos en la podrida puerta que daba paso a la mazmorra.

Poco sabía de sus acompañantes. La única cara conocida que había visto días antes en el pueblo era la del elfo de los bosques, quien le había ofrecido algo de comida... tal vez pensando que era una niña perdida. ¡A saber! Del resto, era la primera vez que les veía...

Tras el rápido vistazo, Lixue cesó su tarareo, ladeó su cabeza y observó el letrero en misterioso silencio. Luego miró a los demás... y señaló hacia la entrada.

—Educados —dijo en voz suave y con un extraño y marcado acento que denotaba que, como era de esperar, provenía de una tierra lejana.

Era la primera vez que pronunciaba una palabra en todo lo que llevaban de viaje desde que se habían reunido hasta ahora. Obviamente, ella había entendido la palabra «Bienvenido». Los taberneros lo solían pronunciar cuando alguien entraba en su establecimiento, así que había sido una de las primeras palabras aprendidas. El resto de la frase tal vez escapaba de su conocimiento del idioma... o tal vez no. De lo que no se podía dudar es que era la primera vez que le daban la bienvenida antes de entrar en una mazmorra supuestamente plagada de seres horrendos y peligrosos.

Finalmente, volvió a mirar la entrada, centrándose en esta ocasión en la cabeza del enano que reposaba en el dintel...

El mensaje del misterioso encapuchado le había empujado hasta allí. La promesas de aventura y peligro eran suficiente acicate para un hijo de los páramos que buscaba su lugar en el mundo... busqueda por medios expeditivos, todo sea dicho.
En las sagas que, oralmente, se pasaban de generación en generación, había alguna referencia a mundos subterráneos, llenos de peligros y fuerzas misteriosas, lo cual no hizo sino atraerle más.
De modo que he aquí al bárbaro, Ursus, ante las puertas sobre las que algo había escrito... algo que no le interesaba...
-Puerta! Abrir!
Embrazó el escudo, y empujó con el hombro la citada puerta,presto a avanzar.., siempre avanzar.. hasta la muerte si era preciso,y a llegar aún más allá...

La joven guerrera no había sido traída hasta allí por más sino por su autoinfundida responsabilidad, su deber; su sangre. Recuperar dicha reliquia era necesario, una deuda con su pasado. Sin embargo, por más que su orgullo lo quisiese, sabía que era una travesía no podía encarar sola. Se vio obligada a realizarla en compañía un grupo de aventureros... Peculiar. Pero eso no importaba. No podía permitirse morir aquí, como el letrero ordenaba. Debía aceptarla.

- Adelante... - Soltó fríamente, sin ánimos de detener al bárbaro, quien demostró cero dudas en avanzar. Aunque su expresión no lo demostrase, reconocía valor en el mastodonte y eso, era algo que respetaba.

Ella aguardó detrás de él, mientras desenvainaba suavemente la espada corta reposando en su cinto. Sobre la otra sostenía su escudo mediano, que junto a su armadura, no eran suficiente metal para ocultar su esbelta figura. No se la veía tan dura como Ursus, pero sí igual de decidida.

Se le hizo un nudo en la garganta al ver la cabeza del enano clavada en el dintel y al leer los mensajes de advertencia.  Pensó en darse la vuelta, en salir por patas de allí.  Él no era un hombre de armas, tampoco sabía hechizos tochos. Él era un vividor. Le gustaba el vino, la buena comida, las mujeres… ¿Qué diablos hacía allí? Entonces recordó las palabras del encapuchado.

El bardo tragó saliva, se ajustó la armadura de cuero, comprobó que el hacha estaba en su sitio y repasó los conjuros que conocía.

—Venga— se dijo a si mismo.

—Sólo es una cabeza y unas palabrejas. Si la mitad de lo que dijo el tipo de la capucha es cierto, de ésta me retiro. Me compraré un castillo con su torre, tendré sirvientes y haré fiestas de tres días seguidos.—

Además, toda esta gente parecía de lo más competente. Miró a sus compañeros. Había un bárbaro y un enano. Ellos darían leña en primera línea. Luego había un viejo con barba. Seguro que conocía un montón de hechizos chungos. Hasta había elfos con arcos y flechas. Con un poco de suerte ellos se encargarían de todo.

LLegamos a la entrada de la mina de la cuál me había hablado el misterioso encapuchado. Parece ser que le había  hablado a un gran grupo de gente de este lugar puesto que estabamos varios aqui en la entrada. Vemos unas inscripciones y algunos dibujos, como el de la cabeza de un enano. Esto me resulta más que familiar. Esta mina habia estado explotada por hermanos enanos. De repente un de ellos, el que parecía ser un bárbaro derriba la entrada y entra sin perder más tiempo, lo cuál era lo oportuno, si estabamos aquí era para entrar, así que porque esperar. 

Con arma en mano sigo al grupo según van entrando.

- Entremos, al fin y al cabo para eso hemos venido todos aquí. Asi que porque esperar. 

Si todos estos años de aventurera le habían enseñado algo a Lixue, era que por norma general en casi el 90% de las entradas a las mazmorras solía haber una trampa escondida. Así que, cuando el bárbaro decidió abrir a las bravas la puerta principal, ella observó desde fuera como aquella masa de músculos entraba.

—...

Era difícil que alguien se percatase de que Lixue apenas se había movido de su sitio, pues poco destacaba salvo por su extraña vestimenta. Tampoco de su semblante serio y concentrado tras la máscara. Estaba preparada para cualquier tipo de trampa, ya fueran dardos, foso tras un suelo oculto o empalamiento por lanzas del techo.

De hecho, cuando había estado observado la cabeza del enano, trataba principalmente de vislumbrar algún tipo de cuerda o similar que uniera el pomo de la puerta con la cabeza y que activara ésta ante el más mínimo movimiento. Es decir... básicamente, cualquier tipo de trampa asociada a la puerta y la cabeza.

Por desgracia, no le había dado tiempo antes de que el bárbaro decidiera entrar...

La figura enmascarada se había presentado de repente, en silencio y con noticias interesantes para mi. Escuché todo lo que me dijo y valoré la información. Echaría un ojo a esa mina abandonada, pero tendría que encontrar compañeros que me acompañaran en esta empresa. Encontrarlos no fue difícil, ya que el mismo extraño personaje habló con más personas acerca de la mina. ¿Qué interés tendría él en que fuéramos a ese sitio?

Cogí mi petate con mis escasas pertenencias y salí al exterior de la posada. Allí se unieron los demás aventureros y me presenté.

-"Hola, me llamo Barrik Medianoche."

Después de las presentaciones, partimos hacia la mina. Mi aspecto destacaba del resto por diversos y variados motivos: mi piel era morena, como si estuviera tiznada con carbón; el pelo lo tenía recogido en rastas, las cuales llevaba atadas en una trenza, y la perilla perfectamente recortada; no usaba armadura, sino que llevaba unos extraños ropajes, lo cual denotaba que no era un guerrero ni un explorador, ni era de la zona; una capa con capucha me resguardaba del frío y la lluvia; un trabajado bastón me ayudaba a andar por los caminos; pero por encima de todo esto, destacaban mis ojos de color púrpura, incisivos y vivaces.

Llegamos ante la entrada de la mina. Nuestro dispar grupo enfiló hacia dentro. Un mensaje de bienvenida estaba escrito en la pared.

-'Vais a morir todos'. ¡Qué original! Me imagino que el que lo escribió pensaría que con eso ahuyentaría a los niños de la zona o a algún incauto pastor que se refugiara del mal tiempo. Supongo que con cierta gente, tenga su utilidad.

Me acerqué al escrito y lo observé para saber con qué tipo de pigmento lo habían pintado. Justo en ese momento, el armario cachas de tres por tres derribó lo que quedaba de la puerta doble y entró, seguido por alguno más. Yo hubiera preferido entrar sutilmente y no delatar nuestra presencia, pero el grupo no se había detenido a dialogar sobre una estrategia de entrada, un orden de marcha, designar a una especie de líder, ni nada por el estilo. Seríamos como un rebaño de ñus entrando en manada en la mina, sin orden ni concierto. Observé el dintel de la puerta destrozada, la efigie del enano, a mis compañeros que se adentraban en la oscuridad sin luz alguna, y una pesarosa sensación de impotencia me invadió. Puede que saliera bien después de todo... Bajé la cabeza, hice algún gesto de negación con ella y miré hacia adelante. Agarré con fuerza mi bastón, me concentré y conjuré mentalmente la palabra de activación.

-"Shirak".

Mi bastón empezó a iluminarse con una tenue luz blanquecina. Respiré hondo y me adentré siguiendo a los demás. Me quedaría por la mitad o al final del grupo, dado que no era bueno en el combate cuerpo a cuerpo, ni experto en encontrar trampas y cosas similares. Lo mio era ver, pensar y actuar en consecuencia.

Menuda comitiva ¡qué comparsa! aquello era mejor de lo que había llegado a imaginar y soñar Fungus en mucho tiempo, y eso que el viejo druida soñaba y dormía casi tanto como se mantenía despierto, pero lo que realmente llamaba la atención a Fungus eran esas caderas que se contoneaban delante suya de forma sensual ¿Karlynn se llamaba? Bueno, para él era casi una diosa... aunque a decir verdad él venía en pos de la elfa macizorra que le habían dicho que por allí rondaba ¿acaso era aquella su morada?  De ser así no tendría muchas visitas con aquel cartel de bienvenida tan funesto, aunque claro, si no cuidaba un poco quien entraba todo el mundo iría allí para admirarla

Se encogió de hombros y volvió a encenderse la pipa con un chasquido de dedos, prendiendo una pequeña llama sobre las hojas instaladas en la cazoleta "Ignis!", dando unas grandes caladas seguidas de un satisfactorio "Aaaaah", que acompañó de un enorme anillo con un olor muy característico que dejaba volar la imaginación a mundos más satisfactorios

- Tú debes ser el portero, encantado, aunque no deberías ser tan serio- añadió mirando la cara del enano haciendo caso omiso a que fuera solo eso, una cabeza - Id con ojo con las setas. Si las hay claro, que viendo lo oscuro que está esto... no se yo... para no pisarlas!, no me miréis así, sería un gran desperdicio- concluyo barbotando a nadie en particular mientras observo los alrededores* con minuciosidad encorvándose hasta que su barba toca el suelo

Pero allí no se veía nada, todo oscuro, todo sucio, y con el bruto de Ursus pisando como si quisiera demoler la cueva a zapatazos... por suerte alguien encendió una tea y la luz se hizo, haciendo que el anciano se alzara de golpe, sorprendido, topándose con Karlynn frente a frente, no pudiendo evitar que su mirada bajara a su pecho

-¡Vaya, esto si que es suerte! Tenemos luz y me topo con esta belleza frente mí- prosiguió sin levantar los ojos, notando como la sangre coloreaba sus mejillas y una risilla bobalicona afloraba en su rostro - Vos primero, mi bella damisela- añadió echándose a un lado dejando pasar a la mujer solo para poder seguirla con la mirada, con los ojos fijos en sus posaderas, antes de proseguir junto a Barrik

- Útil ese truco, vamos a tener que charlar sobre artes místicas... ¿una caladita?

Justo antes de que Barnaby bloquee las puertas un elfo de los bosques portando las espadas gemelas más raras que hayais visto nunca se cuela en el interior.

Parece tan soprendido de veros como vosotros a él, pero con ¿quién desprecia a un aliado cuando lo encuentra?

Al igual que Barrik me preparó para lo que nos pueda devenir de aquí en adelante. Visto lo visto asumo que íbamos a seguir sin precaución ninguna, así que por si acaso vayamos preparados para combatir. 

De repente, un elfo entra en nuestra estancia. ¿Quien demonios era y de donde venía? 

- Ey tu, orejas picudas, ¿quien eres y que haces aquí? Esto no es un lugar muy común para los de tu raza. Espero que no pretendas atacarnos. 

El fumador misterioso le puso las manos sobre los hombros... una sensación extraña le embargó por unos momento... y el bárbaro frunció el ceño, pensando si querría "algo raro" con él... que lo mismo le molaban las experiencias extremas cercanas a la muerte, como intentar sobetear a alguien como él... pero no, parecía que era algo bueno lo que hacía...

... lo mismo no había sido consciente de lo cerca que había estado de ... bueno... convertirse en dos mitades más o menos parecidas...

-Tu hacer cosas raras; próxima vez... avisar antes de tocar... Ursus poder reaccionar por instinto... Y tu no gustar reacción de Ursus. Otra cosa ser si mujer hacer eso...

En estas, y antes de que pudiese describir qué pasar si hembra a Ursus tocar con intenciones... interesantes... apareció un nuevo personaje...

-¿Mandar encapuchado que prometer cosas a todos menos a Ursus? -Le soltó, así, de sopetón... empezaba a sumar cuentas pendientes con el encapuchado de las narices... De momento,... llevaba dos... porque no sabía sumar hasta mucho más allá...

... Pero como pensar da dolor de cabeza, y sumar, un poco más... no perdió el tiempo; se acercó a la puerta de las narices... esa en la que se perdía el rastro de sangre seca, y la soltó un patadón, que más bien podría catalogarse de coz mulera.

... Eso antes de preguntarse si habría trampas, claro.

Cuando llegó el extraño, Lixue dejó de buscar trampas y levantó la mirada... comprobando que se trataba del elfo que días antes le había ofrecido comida tal vez pensando que era una pobre extraviada o algo por el estilo. Ella, por supuesto, nunca rechazaba comida, así que habían pasado algunos instantes juntos en los que se había limitado a comer y a asentir o negar con la cabeza ante alguna pregunta del elfo.

Por eso, cuando le vio aparecer, lo primero que preguntó fue:

—¿Trae... comida?

Por supuesto, pregunta que se la hacía directamente a él. Lixue no podía negar que aquella comida de elfo que le había ofrecido en su día estaba realmente deliciosa. Mucho mejor que la bazofia rancia, y en mal estado en la mayoría de casos, que ofrecían en las tabernas.

Al finalmente llegar a la mazmorra me pareció algo... Raro. Tal vez debí haber venido con un grupo de aventureros en lugar de hacerlo yo solo, pero primero se me ocurrió hacer un poco de reconocimiento por mi parte, pero al ver la puerta principal abierta de par en par solo me fui acercando. Paso por un puente donde nada más queda una cabeza en el medio, y finalmente doy a una habitación con ruido, donde me encuentro un variado grupo ya adentro, y claro, también a aquella niña a la que le ofrecí comida la otra vez. Sonreí con ligereza, antes de darme cuenta a que los demás se habían percatado de mi presencia, siendo el primero aquel Enano.

-Me llamo Kaladin, y no, el encapuchado vino a mi para darme a conocer que aquí habita una criatura la cual vine a cazar... Pero, si todos nos mandó un encapuchado, creo que eso es muy sospechoso, ¿No lo creen?- Luego de responder a sus dudas escucho la voz de Lixue haciendo aquella pregunta, a lo cual no puedo evitar soltar una corta risa, para luego hablar en el idioma normal de mis tierras donde suponía que venía ella. Es decir, sus ropas al menos lo delataban un poco.

El recién llegado y la misteriosa enmascarada parecen hacer muy buenas migas, ante el recelo de Manos de Hierro, tal vez porque elfos y enanos nunca se entendieron demasiado bien. Sin embargo, el elfo de espadas afladas pronto se enzarza en una cháchara insustancial en un dialecto del común cargado de acento. Si alguien prestara atención, descubriría que lo que tan apasionadamente discuten esos dos son recetas de cocina a partir de restos de criaturas vilmente asesinadas en sus guaridas. Parece que el grupo ya tiene chef.

Mientras tanto, una escena con tensión se desarrolla al lado de la puerta. Ursus no sabe si reventar la madera o la cabeza de Fumus pero afortunadamente (para la pipa) decide enfocar su furia asesina y su recién adquirida dureza mágica para arrearle un patadón a la puerta que la desgobierna. Una pena, parecía que ese tablón remachado había realizado su función más que correctamente durante mucho tiempo.

Cuando la nubecita de polvo vuelve a asentarse, atisbais una sala bastante más pequeña que en la que estais. Sin embargo, está atestada de cosas, con una gran piedra negra reluciente en el centro formando una mesa algo bajita para un humano y algo alta para un enano. Parece que aquí están todos lo muebles que faltaban en la otra sala, a pesar del poco espacio, hay varias sillas y contais al menos cuatro sacos de dormir y un montón de utensilios que podrían ser de utilidad. A simpe vista, a parte de los petates, hay un par de grandes mochilones, un pico y una pala.

Todo esta cubierto de una ligera capa de ceniza gris que revolotea suavemente mientras vuelve a caer al suelo. Parece que alguien trató de encender un fuego con las patas de una de las sillas y un montón medio quemado de trapos, sin mucho éxito. Hay un charco parduzco justo donde acaba el reguero que estabais siguiendo y bastantes manchas de lo mismo, secas por el suelo, pero, excepto un ligero olor a humo, nada huele a muerto en los alrdedores.

Una tía buenorra nos salió al paso justo antes de que Ursus destrozara el portón, haciendo que una sonrisa peculiar aflorara en mi rostro ... que duró lo justo que tardó la recién llegada en abrir la boca ¡Pero si era un tio!¿¡Qué clase de brujería era esa!? Mirándola, bueno, mirándolo con cierto recelo vuelvo a colocarme tras el bárbaro mientras mascullo entre dientes varios epítetos sobre la falta de masculinidad de los elfos, sus modales amanerados y sus largas cabelleras lacias... si es que solo hacen que confundir a los hombres de bien!

Obviando por el momento su conversación sobre comidas y recetas intento centrarme en lo que ahora descubrimos, viendo como la sangre desaparece en un charco mientras las cenizas lo ocupan todo... por inercia miro hacia arriba, casi esperando ver el cadáver de algún desdichado colgando del techo, antes de intentar discernir si toda aquella ceniza procedía del intento de hoguera con las patas de la silla pseudocarbonizada

Pero los petates allí dispersos me llaman la atención y no puedo evitar ir a mirar en su interior por si encontrara algún útil para mis propias "recetas" o algo que explicara quien era el propietario de la sangre, con mucho tino de no caer en alguna trampa camuflada hábilmente entre los enseres allí diseminados

Su instinto inmediatamente se disparó al notar el repentino acercamiento de una silueta por detrás de ellos. Su espada inmediatamente se puso delante de ella para apuntar al elfo que, al parecer, parecía ser una allegada de Xiao... Vaya alarma innecesaria. No envainó su espada, ni relajó su postura, puesto que habían otras cosas para las que prepararse y Ursus nuevamente ya se estaba encargando de derribar el siguiente obstáculo.

Aguardó, atenta, ante la presencia o aparición de cualquier figura hostil del otro lado, o cualquier emboscada al acecho. Nuevamente... Nada. Una sala vacía. - Hmph... - Soltó entre sus dientes, con cierta decepción. El rastro también parecía terminar allí. O iniciar allí. No le interesaba, no estaba ahí para investigar, por lo que se lo dejaría al Druida. Mientras más lejos lo tenga de encima, mejor.

Karlynn se dedicó a aguardar justo del otro lado del dintel de lo que antes era una puerta, vigilando. Atenta a cualquier enemigo o acecho, que pudiese aparecer tanto de frente como por detrás, mientras el resto del grupo hacia lo suyo dentro.

Cuando aquel sujeto gigante y musculoso abrió de una patada la puerta me fui acercando al grupo, charlando un poco con Xiao sobre como los Goblins no valían tanto la pena por el horrendo sabor que tenía su sangre a pesar de que algunos si llegaban a cocinarlo, solo que sin prepararlos como me enseñaron de lavarlo en agua por horas hasta que no tenga tan mal olor y sabor. Sujetando las espadas con algo más de fuerza que lo normal me fui acercando a aquella habitación que abrieron, observando aquella mancha en el suelo además de los muebles, sacos de dormir y mochilones.

-¿Creen que veremos más cuerpos de los mineros por aquí abajo?- Pregunté en voz baja, alerta, permaneciendo justo en la puerta junto a aquella hermosa mujer de orejas puntiagudas, la que obviamente podría de ser una elfa o semielfa. -Apuñalen los sacos de dormir por si hay alguna criatura adentro, y cuidado al abrir los mochilones, o mejor dicho cuidado con cualquier cosa que toquen aquí adentro.-

Cuando Kaladin le comentó lo de los goblins, Lixue asintió con la cabeza conforme. Parecía saber de lo que estaba hablando aquel elfo.

—Goblin como... ¿caracoles? —dijo, dudando si aquella palabra era la correcta.

Sí, lo era. Los caracoles necesitaban muchos lavados antes de ser comidos... si no, corrías el riesgo de contraer una enfermedad o, en el mejor de los casos, llenarte la boca de apestosas babas de caracol. Nada suculento, pero una delicia si se lavaba y cocinaba bien.

Pero, la pregunta era... ¿de verdad estaban hablando de comerse a un goblin? Bueno, mejor no saberlo...

La conversación terminó en cuanto Ursus reventó la puerta. Tras ello, Lixue volvió a concentrarse en lo importante: encontrar algo de utilidad pero teniendo cuidado en su búsqueda, tal como había advertido el elfo. Así pues, empezó a remover entre los utensilios que allí habían. A simple vista, y por cómo apuñalaba con sus garras y apartaba sin ningún tipo de pudor los cuerpos para registrar sus pertenencias, Lixue parecía... carente de empatía.

—Tal vez... ¿huir? de algo. Encerraron aquí —dijo finalmente, con su marcado acento y con alguna que otra pausa mientras trataba de traducir sus pensamientos al idioma de sus compañeros—. O encerrados aquí contra voluntad. La puerta cerrada... ¿por fuera?

Era curioso, pero había hablado más de lo habitual y más de lo que probablemente volvería a hablar en un tiempo. La conversación sobre comida parecía haberle hecho soltarse un poco más de lo normal.

Barnaby observó al nuevo miembro del grupo que parecía haber salido de la nada. Un elfo. Parecía ser algún tipo de guerrero o quizás fuera un mago. ¡Bah! ¿Quien sabe? Los elfos son siempre tan ambiguos y rarunos. Entonces el bárbaro volvió a su particular protocolo. Abrió al puerta de un puntapié y apareció una sala llena de cachibaches y mierda. 

—Puede que se trate de restos dejados por otros aventureros— dijo el bardo al mismo tiempo que examinaba los sacos de dormir y los petates sin tocarlos. Quería evaluar su tamaño ¿Eran las mochilas de enanos o de humanos?