Partida Rol por web

Dia 17 del Mes de Silha (4 Mes - Primavera) del Año 3721 de la IV Era.

El sol de esta mañana de primavera comenzo a iluminar la blanca ciudad de Emeth, de resplandecientes murallas y palacios de marmol blanco. Se decia que no habia ciudad que la igualase en belleza en todo Velkania y sin duda alguna era asi. Emeth la ultima de las grandes ciudades de la poderosa raza Alhyon que quedaba en pie... una raza reducida ahora a un pequeño Reino "El Reino Alhyon" en el Noroeste del continente de Velkania donde vivian los menos de 200.000 humanos de la raza Alhyon que quedaban.

En una enorme habitacion de mas de 100 m2, de uno de los grandes Palacios de la ciudad, sobre una enorme cama de roble y sabanas de seda, Aeryn Efnetker comenzaba a despertarse tras un reparador sueño

Aun con los ojos cerrados al no querer aceptar que ya era hora de ir levantándose para afrontar un nuevo, aburrido y rutinario día, dio media vuelta en la cama, hundiendo su rostro en la almohada.

Se quedó en esa misma posición durante unos largos minutos que dedicó a pensar en lo que le esperaba. Estaba harta de entrenar, de las formalidades que todo aquello de la vida de hija de Mariscal conllevaba, y demás cosas en las que llevaba sumergida ciegamente tantos años, pese a que su padre le repitiera que aun era "demasiado joven" para vivir emociones fuertes fuera de su hogar. Además de que no estaba muy bien visto, cosa que a ella le daba igual. A ella le seguían pareciendo demasiados años vividos o, al menos, los suficientes.

Definitivamente pronto lograría convencerle, largarse de allí y vivir su vida aprovechando tantos años de entrenamiento, con tal de cumplir su sueño y, de paso, satisfacer ese pequeño deseo de su padre de hacer como si tuviera un hijo varón.
Sonrió y se incorporó lentamente sobre el suelo.
Tras adecentarse, salió de la habitación dispuesta a llevarse algo al estómago que le sirviera como apoyo para aquel nuevo y largo día de, seguramente, todas esas tonterías que ser hija de un Mariscal conllevaba.
Algunas estaban bien. Eso de tocar música y cantar relajaba bastante, y más tras entrenar a escondidas, pero... ¿reuniones?, ¿bailes? ¿En serio? Eso no iba con ella, muy a su pesar de su madre y sus hermanas, por mucho que Aeryn lo sintiera. No iba con ella.

Caminó por los pasillos del palacio a paso tranquilo, elegante, preparándose mentalmente para el desayuno y todas las formalidades que conllevaba.

Los pasillos como el resto del Palacio Efnetker, construido en marmol blanco y otras tonalidades clara, mostraban las riquezas propias de la familia, grandes cuadros, estatuas, pero sin la obsesion de estar demasiado recargadas.

Lo cierto es que el Palacio, o mas bien el edificio principal, puesto que tambien contaba con caballerizas, casa para los guardias, almacenes y demas, era lo suficientemente grande como para albergar a medio centenar de familias, dividido en una planta baja, destinada a la cocina, los salones, los comedores y lugares de recepcion, y otras dos plantas superiores para habitaciones y pequeñas salas privadas.

Era tambien un lugar muy iluminado, gracias a la amplitud de pasillos y salas, a la altura del techo, cerca de los 4 metros de altura, asi como a los grandes ventanales de fino cristal que dominaban la fachada del efificio.

A esas horas de la mañana el palacio comenzaba a despertar y por los pasillos ya se escuchaba el ruido caracteristica de decenas de sirvientes haciendo las tareas.

Asi, cuando Minai te vio por los pasillos, vistiendo tan solo un blanco camison de noche y descalza, se hecho las manos a la cabeza

- Pero Señorita Aeryn... - Dijo nerviosa - Que hace asi vestida... y totalmente descalza!!! Si la Duquesa se entera me despellejara viva... Vamos corra, corra a sus habitaciones, ya he mandado llevar una de las bañeras para que se pueda asear, recuerde que hoy desayunan con la Dama Ivalyn y sus hijos...

Minai era algo asi como tu sirvienta particular, una chica apenas unos años mayor que tu, no de la raza Alhyon, si no mas bien una Vhulliana, llamados asi aquellos humanos tenian algun descendente Alhyon, lo cual no era raro que pasase, pues la Raza Alhyon era cada vez mas escasa y no siempre se casaban entre ellos. Tambien era dificil encontrar sirvientes Alhyon, en el Reino la mayor parte de ellos eran Vhullianos o de otras razas Humanas.
La chica, conservaba alguno de los rasgos propios de los Alhyon.. cabello rubio, ojos claros, pero le faltaba ese brillo especial, esa perfeccion de rasgos propios de los de tu raza, por supuesto tampoco era tan alta como una Alhyon, rondaria el metro setenta.

Entrecerró los ojos, culpándose internamente por haber olvidado un detalle tan importante como aquel; no era un día cualquiera, tenían visita. Eso era relevante, pero lo que su madre pudiera o no pensar sobre como iba vestida en su propia casa, por muy palacio que fuera, dejó de importarle haría ya un tiempo. No habían más que disgustos de su parte para con ella, así que no pasaba nada por un pequeño desliz como aquel.
En cambio, que se le hubiera pasado por alto que aquel día desayunaban con invitados... eso había sido un error. En casos como aquel había que guardar mejor que nunca las formas, pese a no tratarse de personas extremadamente importantes.
Lo que le faltaba. Suspiró y dedicó una media sonrisa a Minai de forma educada.
-Oh, muchas gracias por recordármelo. La verdad es que se me había pasado por completo...
Siento darte esos sustos, no se qué haría sin ti- dijo con toda la sinceridad y dulzura que pudiera salirle en forma de palabras. Le tenía bastante aprecio, aunque sabía que no era más que su trabajo, por todo lo que hacía por ella, y lo mucho que le facilitaba la vida, entre lo que cabía.
Le guiñó un ojo y volvió sobre sus pasos. Habría que arreglarse y vestirse a conciencia con tal de agradar a sus invitados. A ellos y, por qué no, a su madre, aunque fuera por un día. Sonrió para sus adentros.
Aquello de la apariencia y las formas siempre lo había llevado arrastrando, bastante descuidado. Era totalmente consciente de que por su propia belleza natural ya deslumbraba, por lo que no se molestaba en mejorarla ni acentuarla. Pensaba que no hacía falta, aunque seguramente no era del todo cierto.

Mientras volvía hacia su habitación, sintiendo sobre la planta desnuda de sus pies el frescor del suelo, una de esas cosas que en ese palacio llegó a convertirse en un inadecuado capricho, pero que tan libre le hacían sentir, empezó a pensar sobre lo monísimas que seguramente irían sus hermanas. Sólo por diversión, aquel día intentaría superarlas en dicho aspecto.

Ya de vuelta a la habitación, esperó pacientemente para que terminaran de preparar la bañera, mientras seguía dándole más vueltas a todo aquello e iba seleccionando de entre todo su vestuario el vestido más bonito y vivo, aunque discreto, que pudiera encontrar. Sabía que no era más que un desayuno; tampoco tenía que vestirse como si fuera a un baile o ceremonia importante.

Minai respiro aliviada tras ver que te dabas cuenta de tu error y volvías a tus aposentos sin ser vista por nadie importante. Ella sabia que no siempre actuabas así, un espíritu rebelde latía en tu interior, lo cual, a veces le ponía las cosas realmente difíciles.

Ya de regreso en tus aposentos, otras dos chicas, de la misma raza que Minae, Illarha y Fionn, habían traído la reluciente bañera de cobre y ahora se dedicaban a acarrear calderos de agua caliente para llenarla.

La bañera, como todas, no era demasiado grande, no al menos para poder estirar tu largo cuerpo, pero si lo suficientemente profunda para que cuando te metieras con ella con las piernas recogidas el agua te cubriese por completo hasta la altura del cuello.

Al lado de la bañera Minai fue depositando los diferentes jabones y sales, así como pétalos de rosa que hecho sobre el agua. Puede que las obligaciones a las que estabas sujeta resultasen de lo mas pesadas, pero desde luego, darse un baño en esta cálida agua, no era una de ellas.

Una vez finalizado el baño, Minai te ayudo a secarte , luego fue sacando vestidos y colocándolos encima de la cama (tenias tres grandes armarios solo destinados a tus vestidos) así como varios pares de elegantes y finos zapatos. (si lo deseas puedes determinar tu el color del vestido y demás, yo había pensado en uno blanco, pero al releer vi que señalabas un vestido vivo)

Por ultimo Minai cepillo tu esplendida cabellera, hasta que brillo por si misma, para por fin ir hasta las joyas y colocar sobre tu cuello, un precioso y fino colgante de diamantes y zafiros engarzados en oro blanco.

En uno de los grandes espejos que había en tu habitación, pudiste observar que estabas perfecta. Minai te observaba con una gran sonrisa y a punto de aplaudir.

Cuando llegaste al comedor privado de la planta baja, tus hermanas aun no habían llegado.

Tu madre, Elayn que aguardaba sentada en una de las sillas, elegantemente vestida, aunque tal vez con un exceso de joyas... colgantes, anillos y tiaras, todo en tonalidades claras, se puso en pie ante tu llegada y te obsequio con dos besos en la mejilla, desde luego parecía mas contenta de lo habitual, seguramente tu aspecto había ayudado.

Elayn era una mujer Alhyon, que a pesar de su edad, ya superaba los 70 años (recuerda que vuestra raza no se considera viejo hasta los 110 años, una de las razones por las que no se suele tener hijos nunca antes de los 40 años) seguía poseyendo una deslumbrante belleza, no al nivel de la tuya, pero lo suficiente para poder encandilar a los hombres que desease (Apariencia 15), si bien su belleza se sentía a veces como algo fría y sin la chispa de la juventud. Era también una mujer mas alta que tu, a decir verdad tu eras la mas pequeñita de la casa, rozaba el metro noventa y cinco, aunque mas delgada, desde luego habías heredado su cabello también, no así sus ojos que eran de un frio color gris.

Tras sentarse de nuevo te invito hacer lo mismo.

- Hoy estas especialmente hermosa hija, me alegro que te hayas decidido por ese vestido, desde luego te queda perfecto... estoy seguro que a los hijos de Lady Lyadrill quedaran deslumbrados por tu belleza... me gustaría que especialmente prestases atención a su hijo mayor Gareth... pronto lo ascenderán a Capitán y dicen que tiene un futuro de lo mas prometedor - Todo esto de lo dijo sin apartar su mirada de tus ojos.

Sonrió tras la reacción de su madre; tal como había pretendido que fuera. Si había algo que realmente se pudiera remarcar sobre lo que más le gustaba, era salirse con la suya e impresionarla. Cualquier mínima muestra de aprecio que no llevara consigo la decepción que solía mostrarle, era más que agradecida. Sabía que la quería, pero también era consciente de que no podía evitar contrariarla de mil formas diferentes y que eso mismo solía molestarle.

Suspiró tras sus palabras mientras empezó a tomar asiento en el lugar que, suspuso, le correspondiera. Ya estaba de nuevo intentando soltarle la indirecta de que iba siendo hora de prometerse para, próximamente, contraer matrimonio con alguien importante, a la altura de ella misma y su linage.

No le molestaba, puesto que sabía que era algo inevitable, pero quería dejar de pensar en ello mientras no fuera estrictamente necesario, y vivir un poco de su libre vida antes de hacer nada. Sabía de sobras lo que significaría ligarse de esa forma a alguien. Lo último que quería era vivir como su madre... Tan rígida y correcta: ante sus ojos, ella representaba la perfección personificada.

Por el momento, pensaba poner todos los baches y dificultades posibles antes de empezar a "negociar" aquel aspecto de su futuro.

-Buenos días, madre- fue lo único que añadió, con voz cortante y una media sonrisa, pese a dirigida con cariño, que decía bastante; dejando claro que no pensaba dignarse a responder ante sus últimas palabras respecto a aquel tal Gareth. Si tan genial era, que se prometiera con alguna de sus otras dos perfectas hijas. No tenía por qué ser precisamente ella.

Las siguientes en llegar fueron tus dos hermanas, Alanna y Ailish, las cuales siempre solían ir juntas a todas partes, Alanna era la mayor de las dos, acababa de cumplir 20, Ailish era un año menor. Saludaron a madre y después al verte tu aspecto te sonrieron fríamente. Habían heredado mas rasgos de vuestra madre que tu, las dos rondaban el metro noventa, sus cuerpos eran ligeramente mas delgados que el tuyo y sus ojos eran grises.

A decir verdad eran dos chicas realmente hermosas, apariencia 16, que destacaban allí donde iban, pero que desaparecían por completo si tu estabas cerca... era esa la razón por la que intentaban mantenerse lejos de ti y sus demostraciones afectivas eran casi siempre frías, no es que no te quisieran, es que los últimos años para ellas no habían sido fáciles teniendo una hermana como tu.

Ambas venían impecablemente vestidas también, finos trajes claros de seda y alguna que otra joya, tomaron asiento y esperaron algo nerviosas, lanzándote disimuladas miradas en tanto en tanto.

Tu padre llego por fin, cuando tu madre ya se empezaba a impacientarse, Elhar Efnetker, su verdadero apellido era otro, pero al casarse con tu madre había adoptado este por razones obvias, Mariscal del Reino, al mando de uno de los cuatro regimientos de caballería y uno de los hombres mas poderosos del reino. Era una figura realmente imponente, sobrepasaba ligeramente los 2 metros de altura, de larga melena y barba rubia, a la que ya empezaban a asomar las primeras canas. Sus ojos eran como los tuyos de un azul muy intenso, los cuales aun conservaban todo el brillo de su juventud, a pesar de que ya había sobrepasado los 70 años.

Al contrario que vosotras iba embutido en su dorada armadura de gala, llena de delicados grabados, entre los que destacaba el Unicornio, símbolo de vuestro Reino. A su espalda caía hasta el suelo una capa roja, en la que se veía el mismo símbolo sobre cinco franjas doradas que lo identificaba como Mariscal.

- ¿Donde están mis chicas favoritas? - Pregunto con una calidad sonrisa antes de obsequiaros a todas con un beso.
- ¿Sabes que hoy desayunamos con Lady Lyadrill y sus hijos verdad? - Le pregunto Elayn

- ¿Vaya? ¿de veras? - Dijo con el tono mas inocente que pudo poner - Pues tendréis que pedir disculpas en mi nombre a Lady Lyadrill... tengo una reunión de suma importancia en el Palacio del Rey a la que ya llego tarde

Tu madre enojada, intento replicar, pero tu padre ya se había dado la vuelta y tras guiñarte el ojo salió a grandes zancadas de la sala.

No devolvió la sonrisa a sus hermanas. Sabía que como mucho lo habrían hecho por educación y mero saludo, cosa que no le valía en absoluto. Siempre había echado de menos el afecto y cariño de sus hermanas, de unas hermanas... diferentes. Como su padre, que no se avegonzaran de tener más personalidad. Sin duda, su padre era algo así como un héroe para ella. No pudo evitar soltar un par de risitas por lo bajo, con tal de que su querida madre y hermanas no se dieran cuenta, al ver la facilidad con la que se escabulló de todo ese asunto, e incluso dudando de que esa reunión tan importante existiera. Pero al final deshechó ligeramente la idea. Si algo era su padre aparte de todo aquello, era responsable. Al fin y al cabo, había demasiado en sus manos.

Eso era otra cosa que admiraba profundamente de él. Sabía todo lo que conllevaba su día a día, y aun así sabía encontrar los momentos adecuados para irradiar esa calidez suya que tanto agradecía y echaba en falta en el resto de su familia la joven Dama.

-Buena suerte en esa reunión, padre- le dijo dulcemente poco antes de irse, con una amplia sonrisa en el rostro, como respuesta a su enérgico saludo. Y, tras él guiñarle el ojo, volvió a reír.

Al irse, desvió la mirada hacia su madre.

-¿Y cómo es ese tal Gareth?- preguntó entonces con toda la formalidad que le salió del alma, aunque sonriendo. En realidad no le importaba en absoluto, pero fue más que nada para desviar la atención de su padre y, así, que quizás su madre dejara un poco de lado el pequeño enfado y decepción que había sufrido al respecto. Sabía que si se interesaba mínimamente por el tema aquel al que tanto ella recurría, el del matrimonio, le complacería aunque fuera un poco, y eso ayudaría.

Tu madre que observaba con cara de pocos amigos como tu padre se escabullía de la reunión, volvió a centrar su atención en ti en cuanto escucho tu interés por Gareth,

- Oh, no seas impaciente... no es una buena virtud en una Dama - Respondió con lo mas parecido a una gran sonrisa en su inmaculado rostro.

Desde luego a las que no les hizo demasiada gracias fue a tus hermanas, las cuales se pusieron si cabe mas nerviosas, solían contar con tu poco interés en estos asuntos o alguna salida de tono en el momento menos oportuno, y que hoy estuvieses tan dispuesta a portarte correctamente no entraba en sus planes.

La visita de Lady Lyadrill no se hizo esperar, ella y sus dos Hijos, Gareth el mayor Gelleas apenas un chico de 16 años al que se le veía si cabe aun mas nervioso que a tus hermanas.

Lady Lyadrill era unos años mayor que tu madre, y estaba claro que la vida no la había tratado también como a esta, lo cual no quería decir que no fuese hermosa.. a su manera. De estatura media para los Alhyon, su cabello rubio se había ido obscureciendo con los años y la piel de su rostro parecía estar estirada hasta el limite. Esto no quería decir que no fuese hermosa... simplemente no estaba al nivel de tu madre o tus hermanas.

En cuanto a sus dos Hijos, Gareth embutido en su armadura de gala de oficial, era indiscutiblemente apuesto (apariencia 15) y ligeramente mas alto que tu madre, (claro que la armadura siempre sumaba algunos centímetros). Calculabas que rondaría los 30 años, claro que con aquel corte de pelo marcial y su aspecto envarado podría aparentar alguno mas de los que realmente tenia, tal vez no fuese mucho mayor que tu. Sus ojos eran también de un bonito color azul, los cuales desde que se posaron en ti, apenas si miraba a otra cosa que a tus ojos. Y estabas casi segura que debajo de aquella armadura se escondía un cuerpo fuerte y musculoso.

Gelleas por su parte, era bastante diferente a su hermano, bajito para un Alhyon.. calcularías que apenas si sobrepasaría el metro ochenta, lucia una larga melena rubia y sus ojos azules brillaban entre el nerviosismo aparente y cierto aire juvenil y travieso. Lucia un oscuro traje ceñido al cuerpo y botas de montar de caña alta.

Lady Lyadrill y tu madre hicieron las debidas presentaciones y luego unas sirvientas entraron en la sala con unas bandejas de pastelitos, frutas, café, te y vino especiado. Durante todo el tiempo que duro la visita Lady Lyadrill y tu madre no pararon de hablar de los grandes dones de sus hijos mayores, es decir Gareth y tu, olvidándose casi por completo de tus hermanas o Gelleas... Que si le esperaba un futuro inmejorable como oficial del Reino, que si era un hombre hecho y derecho, un hombre de honor... Que si tu hermosura solo era comparable a tus muchas habilidades (por supuesto aquí tu madre se corto de hablar de esas otras habilidades que tenias que solo hacían que avergonzarla... como esgrima o montar a caballo a horcajadas y no como una dama debe hacer) y así un largo etc.
Lo mas curioso al final del desayuno es que hermanas acabaron riéndose, casi saliéndose por completo del protocolo, y teniendo que pedir disculpas por ello en repetidas ocasiones. Al parecer, viéndose apartadas de la atención principal, Gelleas pudo ser el mismo y obsequio a las tus dos hermanas con toda su atención, solo ellas sabían que les contaba el chico para que se riesen tanto y en mas de una ocasión hacerlas sonrojar

Esbozó una media sonrisa nada más fijarse en Gareth. No por el hecho de que no la hubiera decepcionado encuanto a apariencia y porte se refería, que también, sinó por notar que este no podía dejar de posar sus ojos sobre ella. Más que intimidar o ruborizarla, le transmitía cierta diversión.

Pero esta se fue apagando a medida que pasaban los minutos, aburrida y ahogada entre tanta palabrería, tan formal y aburrida. Poca más atención había mostrado a Garret durante el resto del desyuno, aparte de algún que otro cruce de miradas y una media sonrisa por su parte cuando la joven Alhyon notaba que este desviaba la mirada hacia ella.
Aquel chico no le inspiraba interés alguno. No había dado ningún tipo de señal de poseer una mínima personalidad, cosa que parecía todo lo contrario a lo que mostraba su hermano, Gelleas...
Durante un par de segundos, llegó a sentir envidia de sus hermanas por estar gozando de la que parecía una excelente y divertida compañía de aquel chico, pero al instante se repitió a si misma que se alegraba de que al menos ellas lo estuvieran pasando bien. Al fin y al cabo la que se suponía que estaba teniendo suerte con todo aquello, al estar conociendo (supuetamente) a un tan magnífico partido, era ella, así que no tenía derecho a querer reclamar nada más.

Más de una vez llegó a deviar la mirada y su total atención de la mesa para posarla en cualquier otro lugar, sin preocuparse por ocultar su inmenso aburrimiento. Incluso para darlo a remarcar. No se podía creer que las madres pudieran llegar a ser tan pesadas adulando a sus propios hijos. Nunca venía mal un poco de modestia, ya que la verdad era que le daban bastante igual todos los rangos y propiedades que poseyera el chico. No quería prometerse con alguien insustancial, con un muñeco de plástico ni una marioneta de su madre, así que esperaba que por lo menos, antes de que acabara el desayuno o tras este, diera señales de vida. Por el momento ella pasaba de decir nada.
Si podía, sería incluso mejor pasar aquel mal trago de golpe y no volver a ver a ninguna de aquellas personas nunca más. Y es que prefería seguir dejando al aire aquello del compromiso y el matrimonio. Primero quería vivir un poco más su vida.

Cogió delicadamente un pastelito de a saber qué sabor al cual ni le prestó atención para comerlo tranquilamente, pese a que ya había comido tanto que poco más podría llegar a caberle.

En total la visita duro cerca de dos horas, al final de la cual, tras mas halagos vuestras madres prometieron volver a verse en breve.

Una vez a solas Elayn lanzo una mirada de muy pocos amigos a tus hermanas...

- Vosotras dos a vuestras habitaciones.. YA! - Se la veía realmente enfadada por el comportamiento tan poco elegante demostrado. Tus hermanas huyeron en desbandada por el pasillo.

Luego, tras un largo minuto no dijo nada, parecía estar respirando profundamente para calmarse

- ¿Otro chico que no esta a tu altura, Princesita? - Su voz sonaba muy fría, tal vez podrías engañar a otros pero tu madre, una experta aristócrata, rara vez se equivocaba al interpretar tu lenguaje corporal... - Al menos has sabido comportarte... lo que viniendo de ti es todo un avance - Hizo otra pausa - Tienes la mañana libre, después de comer, practicaras toda la tarde tus habilidades de baile y piano, pues según me han dicho, vas muy retrasada... ahora puedes irte.

Frunció el ceño tras las palabras de su madre, pero tras tomar aire y tranqulizarse, sonrió e hizo una leve inclinación de cabeza como despedida para irse.
Una vez en la puerta y fijándose cuidadosamente en que la madre le hubiera dado la espalda, esta le sacó la lengua. Puramente por desahogarse.
¿Cómo podía ser tan fría y dura con ella? ¡Era su hija! Y si no quería casarse con una estatua de mármol excelentemente decorada por fuera pero vacía por dentro, no era más que su problema.
Salió del comedor recorriendo los pasillos a paso tranquilo y casi pesado. Todo aquello le había quitado las ganas de hacer cualquier cosa. Y la simple idea de complacer a su madre después de todo lo sucedido ya no le hacía la menor gracia. Decepcionarla. De eso tenía ganas, ya que si intentaba lo contrario le salía tan horriblemente mal.

No pensaba asistir a clases de baile, pero ya se pensaría si más tarde daría las de piano. Al menos aquellas relajaban y eran mínimamente agradables. Pero por el momento quería salir a tomar el aire, dar un largo paseo a caballo por el bosque, a solas, y a encontrar algún lago o lo que fuera donde pudiera nadar libremente. De eso tenía ganas.

Nada más pensarlo, sonrió y se fue hacia las caballerizas, pidiendo que le prepararan la montura para partir.