Partida Rol por web

Andáis durante varias horas huyendo de Luaf por el camino indicado. La anterior batalla os ha desgastado mucho e irremediablemente tenéis que parar a descansar. Buscáis un sitio ligeramente oculto fuera del sendero y dormís ahí haciendo vuestras guardias.

A la mañana siguiente os levantáis y desayunáis rápidamente. A lo lejos en la dirección por donde habéis venido hay una gran columna de humo; todo ha sido para nada, pues parece que han quemado el poblado. Vuestra ayuda al poblado ha hecho más daño que bien.

De todas formas, hay que seguir. Antes de que partáis hacia el norte, algo llama la atención de Tánathil. Echa su mano a la bolsa y comprueba que Orfen quiere comunicarse con él.

Tánathil contesta a la llamada, pues no hay razón para hacer lo contrario. Orfen aparece en el reflejo del cristal.

"Buenos días. La caravana con vuestro oro está proxima a la ruta del norte, a un día como mucho. ¿Cúal es vuestra posición? ¿Creéis que podéis llegar?"

- Varias horas al norte de Luaf. Somos menos de los que empezamos Orphen. ¿Tienes información de por dónde se desplaza el ejercito de Leidreran? No nos gustaría encontrarnos con ellos - la cara de Tánathil esta ensombrecida por dos anchas ojeras de cansancio y falta de sueño.

Mordía distraidamente un trozo de cecina mientras Babroth trataba mis heridas con ungüento, cuando desde la entrada a la tienda veo moverse a Tanathil y extraer el espejo. Tras hacer su pregunta a Orfen añado: Además de ser pocos estamos malheridos. En nuestro estado actual no se si podremos encontrar el paso antes de un día, ni siquiera sabemos a cuanto estamos a un ritmo normal. Si al menos tuviesemos al grifo... Lamento tu perdida, elfo.

-Déjame ver tus heridas -digo acercándome a Xsii'tsz-. ¿Por qué no me lo has pedido antes?

Examino sus heridas con ojos hinchados y rojizos. Es probable que haya pasado mala noche pensando en compañeros caídos.

- Si Orphen, no estamos en buenas condiciones tampoco - transmito al espejo.

- Gracias Xsii. Me apena no poder darle un digno enterramiento - digo girándome al lagarto, que me sorprende con sus delicadas condolencias.

Lestar se aproxima a Xsii y empieza a deshacer los vendajes puestos por los hombres de Leidreran. No tenían mucha idea de que hacian, por suerte se puede remediar y mejorar el estado del lagarto.

Xsii se encuentra algo mejor después de la ayuda de Lestar.

Orfen se lleva las manos a la cabeza.

"Joder, que complicado se vuelve todo..." - Dice mientras escucháis como mueve unos papeles con prisa. - "Vale, aquí está Luaf... no estáis muy lejos de la carretera. La caravana entrará a la carretera sobre el atardecer, seguramente os encontraréis por el camino. El carruaje al que tenéis que subir lo lleva un enano, un gnomo, un anciano y un tiefling. Les avisaré de quienes sois, pero antes debo saber esto: ¿Cuántos quedáis?"

El anuncio de La máscara ocre llamó tu atención. Las puertas de la mansión de Noftia se abrieron para ti y otros 6 extraños, todos entrasteis imaginando que sería un especie de entrevista sencilla, cuando en realidad fue una prueba ilusoria. Una vez fuera de la alucinación, se presentaró Orfen, quien es tu contratista y es conocido como La máscara ocre, un ladrón buscado en casi todos los mundos.

Además le acompañaba Aloria, una mujer extraña de una raza que nunca habías visto antes. Afirmaba ser la última argéntea, una estirpe extinta de los Akari; poderosos creadores de artefactos mágicos. Ella era la archimaga de la ya olvidada civilización, su único cometido era devolver a su gente a la vida.

Una vez hechas las presentaciones te mostraron el prisma argénteo, un artefacto capaz de cumplir cualquier deseo, pero para ello necesitaba una gran fuente de magia pues si alguien decidía usar la gema, a parte de agotar sus reservas mágicas consumiría parte de su vida.

Necesitaban recuperar un artefacto que fue sustraído de Argéntea, la tierra natal de Aloria: El libro de la luz. Había que recuperarlo y llevarlo de nuevo a Argéntea, que ahora era un desierto ártico. Allí, junto a otros artefactos, podrían canalizar la magia suficiente para que la piedra pudiese revivir a los argénteos y cumplir tu deseo.

Pero no todo iba a ser fácil, pues primero había que robarlo para después transportarlo por diferentes mundos hasta llegar a Argéntea y poder usarlo. No podían usar grietas por la facilidad del rastreo de los jueces, la única solución era juntar a un grupo apto para un viaje por los mundos. Además, la situación de guerra inminente no auguraba nada bueno, iba a ser peligroso.

Tras convencerte de que aquello era real y de que aceptases la misión, te designaron a un grupo de apoyo, tu objetivo era ayudar al grupo principal que iba a robar el libro. 

Tu primera tarea era escoltar el oro de Orfen y llevarlo a Meridian, la capital de Leidreran. Para ello, te emparejaron con un tiefling llamado Kythos, un humano anciano llamado Fausto y un enano llamado Drotir. Fuisteis a Ostrevia, recuperásteis el oro y os unisteis a una caravana de comerciantes que se movía hasta vuestro objetivo final.

El anuncio de La máscara ocre llamó tu atención. Las puertas de la mansión de Noftia se abrieron para ti y otros 6 extraños, todos entrasteis imaginando que sería un especie de entrevista sencilla, cuando en realidad fue una prueba ilusoria. Una vez fuera de la alucinación, se presentaró Orfen, quien es tu contratista y es conocido como La máscara ocre, un ladrón buscado en casi todos los mundos.

Además le acompañaba Aloria, una mujer extraña de una raza que nunca habías visto antes. Afirmaba ser la última argéntea, una estirpe extinta de los Akari; poderosos creadores de artefactos mágicos. Ella era la archimaga de la ya olvidada civilización, su único cometido era devolver a su gente a la vida.

Una vez hechas las presentaciones te mostraron el prisma argénteo, un artefacto capaz de cumplir cualquier deseo, pero para ello necesitaba una gran fuente de magia pues si alguien decidía usar la gema, a parte de agotar sus reservas mágicas consumiría parte de su vida.

Necesitaban recuperar un artefacto que fue sustraído de Argéntea, la tierra natal de Aloria: El libro de la luz. Había que recuperarlo y llevarlo de nuevo a Argéntea, que ahora era un desierto ártico. Allí, junto a otros artefactos, podrían canalizar la magia suficiente para que la piedra pudiese revivir a los argénteos y cumplir tu deseo.

Pero no todo iba a ser fácil, pues primero había que robarlo para después transportarlo por diferentes mundos hasta llegar a Argéntea y poder usarlo. No podían usar grietas por la facilidad del rastreo de los jueces, la única solución era juntar a un grupo apto para un viaje por los mundos. Además, la situación de guerra inminente no auguraba nada bueno, iba a ser peligroso.

Tras convencerte de que aquello era real y de que aceptases la misión, te designaron a un grupo de apoyo, tu objetivo era ayudar al grupo principal que iba a robar el libro. 

Tu primera tarea era escoltar el oro de Orfen y llevarlo a Meridian, la capital de Leidreran. Para ello, te emparejaron con un tiefling llamado Kythos, un gnomo llamado Specullo y un enano llamado Drotir. Fuisteis a Ostrevia, recuperásteis el oro y os unisteis a una caravana de comerciantes que se movía hasta vuestro objetivo final.

El anuncio de La máscara ocre llamó tu atención. Las puertas de la mansión de Noftia se abrieron para ti y otros 6 extraños, todos entrasteis imaginando que sería un especie de entrevista sencilla, cuando en realidad fue una prueba ilusoria. Una vez fuera de la alucinación, se presentaró Orfen, quien es tu contratista y es conocido como La máscara ocre, un ladrón buscado en casi todos los mundos.

Además le acompañaba Aloria, una mujer extraña de una raza que nunca habías visto antes. Afirmaba ser la última argéntea, una estirpe extinta de los Akari; poderosos creadores de artefactos mágicos. Ella era la archimaga de la ya olvidada civilización, su único cometido era devolver a su gente a la vida.

Una vez hechas las presentaciones te mostraron el prisma argénteo, un artefacto capaz de cumplir cualquier deseo, pero para ello necesitaba una gran fuente de magia pues si alguien decidía usar la gema, a parte de agotar sus reservas mágicas consumiría parte de su vida.

Necesitaban recuperar un artefacto que fue sustraído de Argéntea, la tierra natal de Aloria: El libro de la luz. Había que recuperarlo y llevarlo de nuevo a Argéntea, que ahora era un desierto ártico. Allí, junto a otros artefactos, podrían canalizar la magia suficiente para que la piedra pudiese revivir a los argénteos y cumplir tu deseo.

Pero no todo iba a ser fácil, pues primero había que robarlo para después transportarlo por diferentes mundos hasta llegar a Argéntea y poder usarlo. No podían usar grietas por la facilidad del rastreo de los jueces, la única solución era juntar a un grupo apto para un viaje por los mundos. Además, la situación de guerra inminente no auguraba nada bueno, iba a ser peligroso.

Tras convencerte de que aquello era real y de que aceptases la misión, te designaron a un grupo de apoyo, tu objetivo era ayudar al grupo principal que iba a robar el libro. 

Tu primera tarea era escoltar el oro de Orfen y llevarlo a Meridian, la capital de Leidreran. Para ello, te emparejaron con un humano anciano llamado Fausto, un gnomo llamado Specullo y un enano llamado Drotir. Fuisteis a Ostrevia, recuperásteis el oro y os unisteis a una caravana de comerciantes que se movía hasta vuestro objetivo final.

-Solo nosotros tres, Orfen -digo con pena-. Van nos abandonó, el drow nos traicionó y Vel y Krieg han... han... -mi voz va bajando de intensidad hasta que finalmente muere en un silencio de agonía y dolor.

La caravana continuaba como siempre rumbo a Meridian por la carretera al norte de las montañas.

Es una caravana inmensa, con multitud de comerciantes provenientes de Veran y Ostrevia con sus respectivos mercenarios custodiando las mercancias. Hace unos días que habíais dejado atrás la antigua Veran, que se encontraba derrotada y subyugada por las fuerzas de Leidreran. La carretera del norte era llamada el paso del oro; era la ruta principal para transportar mercancias valiosas entre Ostrevia y Leidreran.

Drotir lleva el carro, controlando con maestría a los dos caballos que tiran.

Como todos los enanos es fuerte y algo orgulloso, pero además es muy afable y optimista. Vuestro viaje ha estado acompañado de miles de anecdotas inverosímiles sobre un primo suyo llamado Boldogi, afirmando hazañas como que mató a un titán estrangulándolo con sus manos. Todo lo que dice es bastante ridículo pero hace el camino más entretenido.

Vuestro carro era uno como otro cualquiera. Tenía una carpa que os resguardaba del Sol a los que estábais atrás. En esa misma parte trasera estaban vuestros víveres y un cofre con 500 monedas de oro destinadas para el grupo al que ibais a ayudar.

Ya es mediodía y estáis a pocas horas de empezar el camino del norte, cuando algo os llama la atención.

El espejo de reflejo viajante vibra; Orfen quiere hablar con vosotros. Es un artefacto singular que permite hablar con cualquiera que tenga otro espejo, siempre que se hayan conectado previamente.

Orfen se queda unos segundos en silencio.

"Esta misión es complicada y se volverá aún más peligrosa según pase el tiempo. Pero debéis continuar, estáis a unas cuantas horas de la caravana. A partir de ahí todo será más tranquilo. Ahora tengo que avisarles a ellos, hablaremos en otro momento."

-Descuida Orfen. Nos vemos -me despido moviendo la manita.

Specullo estaba tumbado en el interior del carro con los ojos cerrados, tratando de encontrar comodidad entre tanto traqueteo y tan poco cojín. Cuando se percató de la vibración abrió un ojo, observó que sus acompañantes no lo habían oído o simplemente habían decidido hacer caso omiso.

- Bueno, parece que alguien está nervioso... ni que trasportar un montón de oro por unas tierras en guerra fuera una mala idea, ¿eh? - comentó el gnomo con sorna mientras se incorporaba para alcanzar el espejo.

En cuanto agarró el pequeño objeto dorado, vio una cara.

- ¡Cuánto tiempo Orfen! Qué pasa, ¿no podías pasar ni un día más sin ver esta cara verdad? - bromeó el pequeño lanzando su mejor sonrisa al espejo.

Todos os arremolináis alrededor del gnomo.

Esta vez Orfen no porta su máscara. La faz del humano expresa seriedad, aunque el gnomo consigue que haga una media sonrisa por un segundo.

"Escuchadme, hay un cambio de planes. El grupo al que vais a entregar el oro necesita algo más; os necesita a vosotros. Los cuatro pasaréis a formar parte de ese grupo, por lo que una vez lleguéis a Meridian cruzaréis el portal hacia Korst con ellos. Del grupo principal solo quedan un elfo, un lagarto y un gnomo, estan a pocas horas del camino que tenéis cruzar, así que prestad atención porque pueden aparecer en cualquier momento."

El humano aclara su garganta y sigue.

"Evitad a los soldados de Leidreran a toda costa, al parecer los andan buscando. Si seguís haciéndoos pasar por comerciantes no debería haber problemas, pero no bajéis la guardia. En cuanto al oro... pertrecharos rápidamente en Meridian e id al portal primigenio. Una vez lleguéis a Korst tenéis que ir a Yzravil, la capital de Berio. Allí tengo unos contactos que os ayudarán a irrumpir en el castillo y obtener el libro. Os daré más detalles cuando estéis allí. Y por último, decidle a Drotir que ataje por las montañas cuando estéis todos."

Orfen se despide y su imagen se esfuma.

La imagen de Orfen se esfuma del cristal.

Sin tiempo que perder, continuáis el sendero durante horas hasta abandonar el bosque e incorporaros a una gran carretera que sin duda debe ser la por la que van las caravanas.

Ya es más de mediodía.

Podéis ir al este o al oeste.

-¿Alguno sabe cuál era el camino?

- ¡Oye, espera! ¡¿cómo qué...?! - Specullo intentó parar al humano, pero sin éxito. Irritado, se llevó la mano a la cara - Y se queda tan fresco... - suspiró - Es decir, que pasamos de una mera misión de escolta a unirnos a un grupo de aventureros que, además de ser prófugos del ejército más grande de este lado del continente, es propenso a perder integrantes... no sé a vosotros, pero ese "solo quedan" se me ha atragantado en el gaznate.