Partida Rol por web

Sonrió ante las palabras de Jaali - ey Dorwas, parece que sigue queriendo hacer amigos - señala con el pulgar al mago.

Luego se arrepiente, con su dolor de cabeza lo último que desea es que se pongan a discutir

Sinbad entrecierra los ojos, pero no responde a las palabras falsas del mago.

Cuando se da la vuelta sonríe, para si. Alguna cosa le debe hacer gracia.

ey Dorwas, parece que sigue queriendo hacer amigos

Bethel, vosotros seguid con vuestras fiestas y siendo todos muy majos y muy simpaticos, que luego tendre que venir yo a salvar el dia como aquella vez en el Laberinto de Thaldarran. La amistad se demuestra con hechos, no con palabras. - le responde Jaali (*)

Pobre Bethel. El enano destruyo su carrera. - piensa con cierta compasion - Si en vez de beber todo el dia, se hubiera dedicado a estudiar, seria un mago medio decente, en vez de verse reducido a usar simples cantrips. En fin, cada uno hace lo que quiere. No soy su padre.

- Soy Diegen Wingsad, paladín de la Ciudadela Resplandeciente. Si puedo echar una mano, cuenta con ella, tronco. Si nos protagemos las espaldas, será más fácil durar en el desierto. Hoy por ti, mañana por mí.

Dorwas se acercó y le doy una poderosa palmada al muchacho en la espalda. Ale, chaval, si vienes recomendado por Ateela, bienvenido. le dice. Por cierto, ¿hermano, primo, hijo? pregunta señalando la dirección en que se fue la humana.

Espero que te guste la cerveza... añadió mientras se giraba en busca de su camello.

Había hecho caso omiso de las palabras de Jaali, sabía que a menudo era la única forma que el sorbetintas tenía para entabalar lo más parecido a una conversación que era capaz. De todas formas, comparaba a Jaali con una fulana de puerto tetuda, no le interesaba por la agradable charla que le podría proporcionar.

- ey Dorwas, parece que sigue queriendo hacer amigos - señala con el pulgar al mago.

Sonrió ante las palabras de Bethel mientras se recostaba en su camello, abriendose el chalequito para que el sol siguiera tostando su piel cubierta de cicatrices.

Ya sabes que el pobre no dá más de sí... igual por fin encontramos un gnoll simpático y agradable que decida comprarlo como concubina y nos lo quitamos encima de una vez... respondió.

Se giró en su camello y buscó con la mirada a Sinbad. Hey, colega, no te lleves demasiado lejos a nuestro amigo señaló con el dedo al dromedario aún me debe dos cervezas.

igual por fin encontramos un gnoll simpático y agradable que decida comprarlo como concubina y nos lo quitamos encima de una vez...

No es eso lo que hizo tu clan contigo, Dorwas? Tanto te gusto la experiencia que quieres que yo tambien la viva?  - le responde el mago mientras intenta controlar el camello, un tanto arisco

Dorwas se acercó y le doy una poderosa palmada al muchacho en la espalda. Ale, chaval, si vienes recomendado por Ateela, bienvenido. le dice. Por cierto, ¿hermano, primo, hijo? pregunta señalando la dirección en que se fue la humana.

Diegen se resiente de la palmada del enano, especialmente porque como el enano es bajo le da en la zona lumbar y no en la parte fuerte de la espalda. Le ha golpeado el enano con ganar de hacer daño para ver de qué pasta está hecho? Tanto si sí como si no, Diegen no se va a dejar amedrentar por nadie. Saca pecho, pone cara seria, y contesta: 

- Estamos en la Ciudadela Resplandeciente. Ateela es la sargento de mi unidad...

...y me salvó la vida.

Espero que te guste la cerveza... añadió mientras se giraba en busca de su camello.

Diegen sonríe y no dice nada. 

-Yessef!- Dice Sinbad de mal humor a su montura.

-¿Bebiste cerveza?!? ¡Ya he te he dicho muchas veces que el alcohol te provoca dolor de barriga!-

Exhala un suspiro de desesperación.

-Arf, bueno, allá tu ... solo espero tener el viento de cara.-

Raffius ha estado aquí y allá trasteando por la posada, investigando a los desconocidos, a los camellos, el sistema de impulsión de la cerveza de barril y en general, todas aquellas cosas que no le resultan completamente conocidas. En algunas cosas, pareciera que no ha cambiado nada. Pero en otras...

Raffius ha crecido, y eso es innegable, pero sigue siendo pequeño para alguien de su edad, y es que de alguna manera parece que la edad no se ceba con él, su crecimiento en todos los aspectos es más lento y menos acusado que en el resto de la gente. Si ya entonces, cuando la aventura del templo era un chaval de 14 años que aparentaba 12 y se comportaba como uno de 10, ahora es un joven de 17 años que aparenta 14... y se comporta como uno de 10.

No hay rastro alguno de vello en sus facciones, y sus mejillas siguen siendo más suaves que el pecho de una doncella. Es bajito, escuchimizado, pero ágil y rápido como una serpiente. Puede que no te vaya a ganar en un concurso de cabezazos, pero intenta perseguirle por un callejón repleto de gente. Su mirada sigue tan viva como entonces, parece que el fuego brillase en sus ojos cada vez que algo le llama la atención o despierta su curiosidad, lo que suele ocurrir una docena de veces cada hora y convierte su semblante en una especie de hoguera que despida violentas llamaradas de forma azarosa. Su pelo sigue tan revuelto como siempre, negro azabache, y parece indomable, imposible de peinar o tan siquiera de recoger de alguna forma decente. Y tan solo mide un palmo largo más que antes.

Sin embargo algo en él ha cambiado. Algo en sus modos, en sus hábitos, en sus reacciones. Algo tan intangible que es muy difícil de concretar. Eso si obviamos el cambio relevante, una voz a medio camino entre niño y hombre con habitual tendencia a los gallos y los gorgoritos.

...

El chaval, si es que este es un buen apelativo, se acerca repentinamente a la mesa cuando el extraño hace lo mismo. Sin sentarse, escucha con atención lo que tiene que decir ante lo cual sonrí alborozado.

- yo mismo, Garavel, contable y mano derecha de la princesa

- Soy Jaali, Mago del Colegio de Estudios Dimensionales

- Éste es Diegen. Es un magnífico seguidor de Sarenrae (...) Este es Dorwas, capaz de tumbar un árbol de una bofetada y de beber un barril de cerveza con la otra mano.

- Soy Diegen Wingsad, paladín de la Ciudadela Resplandeciente.

Raffius sonríe ante tanta educación, título y buen hacer nobiliario. No queriendo ser menos y consciente de la responsabilidad y la confianza depositadas en él, recurre a una presentación similar ante los que no le conocen para que se le trate con el respeto adecuado, pues no va a ser él menos que sus compañeros:

- Raffius, domador de dragones, cazador de grifos y salvador de princesas en apuros.

y salvador de princesas en apuros

Eso esta bien. Al fin y al cabo, en esta mision hay una... - comenta Jaali - Puede que si salvemos su pueblo, te pida matrimonio y todo!

Jaali tiene que reconocer que el ladronzuelo no le cae mal. No le cae especialmente bien, tampoco, pero es inofensivo. Ademas, es el unico que parece no rehuir su presencia.

------ESTO ES UN FLASHBACK------

La oscuridad de la noche había envuelto Katapesh con un manto de negrura que invitaba a los maleantes, a los rajabarbas, furcias, buscavidas, borrachos, ladrones, asesinos y vividores a llevar a cabo sus actividades con el incentivo del anonimato y la discreción.

Claro que Raffius no sabía nada de todo eso... Volvía a Katapesh tras 6 largos meses de viaje, aquí y allá y aunque su ansia aventurera parecía no acabarse nunca en cierto modo se alegraba de volver a Katapesh. Eso era lo más parecido a un hogar que tenía. Las bajas y achaparradas casas tenían una solidez mundana que invitaba al confort, al descanso, a la tranquilidad y al reposo. Y sin embargo el lado oscuro de Raffius ya le estaba mordiendo, incitándole a volverse a ir a descubrir las mil maravillas del mundo

Pero no esa noche, esa noche había quedado con Dorwas en una frecuentada posada de los barrios bajos y sabía a ciencia cierta que el enano iba a alegrarse más que de costumbre de verle. Y no en vano.

La posada, conocida como El Camello Borracho (un nombre que parecía describir muy bien la fauna que lo frecuentaba) se encontraba en lo peorcito de los barrios bajos de la urbe de Katapesh, o dicho de otro modo, era uno de los lugares donde Raffius se encontraba más cómodo, y es que parecía tener un halo protector o una suerte innata para que su inocencia no sufriera daño alguno allí donde gente más ruda perdía la cabeza, una mano o la vida, según.

El enano ya estaba allí esperándole, a la puerta como habían acordado, y parecía que acababan de llegar. Insólito el no tener que esperar... de algún modo, Raffius odiaba esa costumbre tan élfica. Sin parar un instante, Raffius le saludó con la mano desde la distancia. Cargaba un bulto de forma extraña, envuelto. Era demasiado grande para él, curvo, informe. Uno de esos bultos que Raffius hubiera reconocido como un ala de dragón joven, o alguna otra fantasía por el estilo...

Lo mismo sí que era un ala de dragón joven...

- ¡Eh grandullón! -le dijo al desprevenido Skar en tono jocoso. Lo cierto es que desde que le superaba en altura le había perdido algo de miedo y respeto al fortachón enano y solía tomarle el pelo con ello- Estás tan paradote ahí en medio que te había confundido con un cactus especialmente deforme. Vamos adentro, tengo mil cosas que contarte. ¿Sabías que en el norte hay un cruce especialmente mortífero entre escorpión y hiena?

------ESTO ES UN FLASHBACK------

¿Ya te ha salido el primer pelillos en esas pelotillas blancuzas que tienes entre las piernas? preguntó en el mismo tono bromista que el muchacho. Dentro de poco iba a tener que referirse como hombre o humano en vez de muchacho, apuntó mentalmente.

Dentro de poco tendría que sacar el saquito de monedas que estaba reservando para darle al chaval una noche no olvidaría en mucho tiempo. Su primer polvo con la mejor prostituta que el oro pudiese comprar en Katapesh...

¿Qué llevas ahí? ¿Por fin alguien se ha cargado a Jaali de una vez y me traes el cadaver para que me lo disequen y lo cuelgue en nuestro futuro hogar cuando nos retiremos? preguntó mientras levantaba la mano para pedir dos jarras de cervezas en unas jarras sucias y

malolientes que Dorwas aseguraba que era lo que les daba ese sabor tan bueno y peculiar.

------ESTO ES UN FLASHBACK------

El muchacho, como Dorwas lo había llamado, se sacudio la espesa y desordenada melena y se acercó al enano, al que sorprendió con un inesperado abrazo fraternal. O quizá casi filial.

- Te he echado de menos, compañero. Allá por el norte no hay muchos enanos gruñones como tú, y uno acaba reblandeciéndose.

Sin más demora, el pequeñajo se sentó en una silla y miró la jarra recién servida con respeto:

- Mucho quieres que beba yo, maldito borracho. Seguro que algo tramas para después. No vas a creerlo cuando te cuente mis andanzas por el norte. He visto cosas maravillosas, inauditas, pero por algún motivo la gente no suele creerme. ¡Vi volar un dragón! ¡Uno de verdad!* Claro, que estaba demasiado lejos como para distinguir claramente de que bicho se trataba en concreto... me pregunto si se dejarán domar, sería estupendo montar uno de esos y subir tan alto tan alto que lo veas todo diminuto, como el cuento ese de Ghul-ibn-er, ¿sabes cuál te digo?...

Ahhh, pero me desvío del tema, ¿sabes por qué he venido? Te daré una pista sutil -el muchacho finge pensar profundamente unos instantes- tiene que ver con ese paquete de ahí. Y no, no es Jaali. Lo cierto es que sí lo maté, golpeándole con un calcetín maloliente, pero cuando murió no dejó tras de si cuerpo, si no tan solo un humo negro que se convirtió en un buitre negro del desierto en cuanto se alzó un poco... Previsible, en cualquier caso Bueno, ¿qué me dices? ¿tanto te gusta ese orín de camello que no tienes curiosidad?

------ESTO ES UN FLASHBACK------

El enano sonrió escuchando las palabras de Raffius. Sabía que era como un califa, la mitad de lo que decía era mentira y la otra mitad inventado pero sabía que el muchacho no lo hacía con malicia, si no que a través de esos ojos curiosos el mundo sufría una transformación, pasando a ser todo bueno, inocente y con un toque infantil.

Sonrió más cuando el muchacho quiso urgirle y se dedicó a remover la jarra unos segundos ya que sabía que el muchacho sufriría más por ver su reacción que él por conocer lo que escondía.

Aunque hay que reconocer que es todo un detalle por parte del muchacho haberse acordado de mí. pensó mientras daba un trago a la jarra para seguir picándole.

Venga, va, ya no puedo más. concedió al muchacho.Si no es a Jaali a quien mataste con un calcetín maloliente, ¿qué demonios me has traído de tus viajes que sea más urgente que una buena jarra de cerveza?

------ESTO ES UN FLASHBACK------

Sin una sola palabra más, Raffius se aprestó a acercar el paquete a Dorwas y esperar a que lo abriese, impaciente. Ante la tardanza, comenta:

- Es para ti

Cuando el enano al fin abre el paquete se ve deslumbrado por un objeto que no pega nada con el ambiente mohoso y podrido en el que se encuentran ni con la cerveza de ínfima calidad que beben. Es una cimitarra de medidas perfectas para el enano que resplandece a la luz de las antorchas, reflejando luces y sombras bailarinas que hipnotizan como lo hacen las bailarinas de danza del vientre. Forjada en plata, qué duda cabe, es afilada como un cuchillo y está decorada con filigranas de gran detalle que representan tanto animales como formas curvilíneas abstractas. El tacto de la empuñadura, más sencilla pues está pensada para la comodidad, es suave y se adapta con facilidad a la mano y a los dedos tamaño morcilla del enano. Es un arma singular, digna de un noble.

- Me pareció adecuado que le pusieses tú el nombre. El mio sería... demasiado fantasioso, me temo.

Las mejillas del muchacho están coloridas, encarnadas, pero su sonrisa es amplia y decidida. La de quien sabe que hace un buen regalo

------ESTO ES UN FLASHBACK------

Dorwas, por una vez, se queda callado, sin saber exactamente qué decir.

Por un momento avanza a la velocidad de un halcón un pensamiento por su cabeza, el de a qué noble le habrá tomado prestado por error ese arma Raffius, pero es rápidamente olviado al ver la cara de expectación del muchacho.

El enano, en un rápido movimiento, se levanta y agarra a Raffius con su enorme manaza de un hombre, atrayendole para él y fundiéndose en un enorme abrazo.

Cuando escucha la voz diciendo. Cuidado, no vayas a ahogarme como aquél pequeño golem de madera que fue tragado por un dragón marino... suelta sus brazos y mira al muchacho a los ojos.

Es el mejor regalo que me han hecho nunca.

Me pareció adecuado que le pusieses tú el nombre. El mio sería... demasiado fantasioso, me temo.

Silverclaw, en honor al difunto Omar, creo que será adecuado, muchacho. nombró al arma mientras pensaba en la última frase del muchacho, parecía que estaba madurando.

Vamos. dejó caer unas piezas de cobre sobre la mesa antes de llevar al muchacho hacia la salida. Tengo que pasar por mis aposentos a coger una bolsa de moneda pero creo que otra copa nos sentará bien. Conozco un sitio exquisito, solo lo mejor de la ciudad. Se llama El Leopardo Dorado y esta noche será legen...

 Hace ya unas semanas que Jono permanece, más o menos, en compañía de Dorwas, Raffius, Bethel, Morbo y Jaali. Les sirvió de guía a través de las salvajes tormentas de arena que llevaban de Katapesh hasta aquí. Pero tras el viaje y una vez contactado con el presunto mayordomo de la princesa Almah, Garavel, la mujer del desierto había pasado el tiempo por las afueras de Solku, en compañía de su felina sombra, Jarael.

 La mujer parecía haber pasado unos años muy ajetreados en... en sus ocupaciones las cuales se guardaba de divulgar por que sí a los cuatro vientos. En cualquier caso algo en la joven había cambiado. Algo en su interior, la pequeña aura de autoconfianza y seguridad en si misma había aumentado. Como sinó hubiera sobrevivido a sus eternos vagabundeos por un desierto atestado de bandidos, rufianes y viles gnolls. Al parecer había cambiado su vara por una lanza, una lanza con más de una reparación en su asta o filo, esta hablaba claramente de uno años agitados.

 Cuando finalmente se congregaron los miembros que tenían que partir de Solku hacia su destino en Kelmarane, Jonova estaba allí, silenciosa y dispuesta, saludando parcamente a los desconocidos y asintiendo ante la llegada de los viejos conocidos. Finalmente la hora de partir había llegado.

 Sin añadir nada a los comentarios de unos u otros, la mujer del desierto se aupó al camello, al que se había pegado y había parecido que menos pánico sentía ante el compañero de la mujer. Siguiendo las órdenes se puso a la cabeza junto a ese nuevo componente, ese tal Simbad.