Habían conseguido desenterrar el cuerpo maldito, no eran más que un montón de harapos y huesos, si falta algún pedazo nadie podría adivinarlo dado el estado en que se encontraban. Eamon estaba agotado, sudoroso, tenía todo el cuerpo lleno de tierra y barro y las manos doloridas. Se sentó en un rincón y mientras el resto discutía qué hacer con los huesos, él cerró los ojos un momento tratando de descansar, no tenía energía para pensar en nada más que un plato de caldo caliente y una cama.

Sam Harjula y su hija aparecieron en la entrada de la despensa cuando salieron de la cueva cargando los huesos de Oscar Hjort en un saco. El posadero no recordaba nada de lo acontecido, pero aún así les pidió disculpas por su comportamiento, del que Sophia le había puesto al corriente. Se ofreció a prestarles su carro y el mulo que tenía en los establos para ir a Billby. La iglesia estaba a dos kilómetros al sur de la posada, por lo que la distancia no era muy grande. Una vez puesto al corriente de lo sucedido, y tras asentar el estómago, el padre Klarhed aceptó acompañarles y dejarles un trozo del camposanto en el que enterrar los restos. 

Los investigadores, junto a el padre Klarhed y Sami, se dirigieron en el carro del posadero al lugar. La lluvia había cesado y el cielo oscuro de la tormenta parecía despejarse, el sol despuntaba al alba tras una larga noche y, aunque la carretera estaba cubierta de barro, consiguieron llegar en no mucho tardar a Billby. Allí cogieron las palas nuevamente y acabaron una tumba para el descanso de Oscar Hjort. El padre Simonsson pronunció unas palabras y bendijo tanto los restos como la tierra sagrada que iba a acogerlos. Mientras llevaban a cabo esta labor pudieron ver al espíritu de Oscar Hjort observándoles desde lejos con expresión agradecida, desapareciendo cuando Victor terminó de hablar y dieron por concluido el sepelio. 

La paz que experimentó Víctor al terminar el rito y ver sonreír al espíritu de Oscar Hjolt fue indescriptible, pudo sentir como si le quitaran un losa de de más de cien kilos de encima. Dio gracias a Dios y casi esbozó una sonrisa, su cuerpo soltaba toda la tensión que tenía acumulada relajándose.

—Bien.. creo que esto se ha acabado..— dijo a los asistentes, al tiempo que lanzaba una mirada de orgullo hacia sus compañeros. A continuación dirigió su discurso hacia el posadero —Sami, eres un hombre de fe, pero me gustaría que reflexionases sobre tu comportamiento en el pasado y todo lo que ha traído. Desearía que ese comportamiento cambiase en un futuro inmediato. El alma de un buen hombre no se forja siguiendo sólo a su religión, hay que saber escuchar también a nuestro corazón, si no, corremos el riesgo de caer en el fanatismo— dicho esto se preparó para volver a la posada "El Gato y la Bruja" para intentar explicar a los demás lo ocurrido, o por lo menos, aquellas partes que se puedan contar.

Nunca había sido muy creyente en la fe cristiana pero, cuando por fin consiguieron dar seputltura a los huesos Hjort y sobre todo cuando vio el agradecimiento en la expresión del espectro, Lotta se sintió en paz. Todo había terminado por fin y todos podrían descansar de una vez y retomar sus vidas en calma. Al menos casi todos ya que uno de los huéspedes desgraciadamente sufriría el descanso eterno.

Había sido su primera aventura desde que había llegado a La Sociedad y se alegraba de que esta hubiera terminado de manera satisfactoria. Había sido duro, cansado y por momentos había temido que el vaesen tuviera la fuerza necesaria para ir acabando con todos y cada uno de ellos. Pero no había sido así, y ahora la posada podría salir adelante.

Aunque tenía que darle la razón al sacerdote, la actitud de Sami tenía que cambiar. No solo en su férrea creencia en dios y todas esas cosas, sino también en el comportamiento hacia su hija. Pero seguro que la traumática experiencia que había vivido le serviría para cambiar su mentalidad y aceptar, de una vez por todas, que Sophia tenía otros gustos y otras aficiones muy distintas a las de él... pero que no eran incompatibles.

Lotta se sintió repentinamente cansada; toda la adrenalina de las últimas horas habia desaparecido de golpe y ahora lo único que quería era poder quitarse esa ropa sucia, asearse, tomar algo caliente y dormir durante horas. Un sueño que esperaba ver cumplido a corto plazo ahora que todo había terminado.

Kiran permaneció en silencio, sin despegarse de Alex. Estaba algo avergonzado y aún sentía que su deber era canalizar su rabia en otra cosa que no fuese golpear paredes. Durante el entierro, lanzó una última mirada al espectro. Tal vez de perdón, o quizá de comprensión. Ojalá él mismo pudiese deshacerse así de sus propios fantasmas.

Murmuró para sí una oración al difunto, tal y como le habían enseñado los misioneros cuando era niño. Todavía se sentía receloso hacia el cristianismo, pero era algo que formaba parte de su ser y ahora ayudaba a un alma en pena a encontrar la paz.

Al igual que algunos de sus compañeros, deseaba tener una charla con Sami y los parroquianos sobre su conducta con Sophia. La pobre muchacha había tenido que sufrir lo indecible, al igual que su madre.

Parece que habían llegado al fin de la historia. Todo el grupo estaba reunido en silencio en torno a los restos de Oscar Hjort mientras el padre pronunciaba unas oraciones. El espíritu de Oscar Hjort se desvaneció lentamente, parecía haber encontrado la paz. 

En ese momento a Eamon recordó a su abuelo, su padre y sus compañeros fallecidos, deseaba que hubieran encontrado la paz lo mismo que Oscar Hjort. Habrían recibido santa sepultura y enterrados en tierra sagrada? No lo sabía y eso carcomía su alma por dentro. Lo único supo hacer para calmar su espíritu fue recitar en silencio unas oraciones que él mismo se inventó en honor a sus familiares y compañeros fallecidos, deseando que estuvieran en paz en la otra vida. 

Sami aceptó las palabras del padre Simonsson, aunque todavía estaba confuso con lo ocurrido. Él había pensado que todo lo que ocurría en su posada era fruto del espíritu de su esposa que clamaba venganza por el mal comportamiento que él había tenido para con ella, pero finalmente no había tenido nada que ver. Aún así se sentía arrepentido y todavía muy asustado. Los hombres de su naturaleza no tardaban en volver a la misma senda que les marcaba la costumbre, como el río que vuelve a su cauce, pero al menos se mantendría durante un tiempo con un mejor trato hacia su hija Sophia. El padre Klarhed, era otro cantar. Frunció el ceño ante el consejo que le daba su homólogo y luego se dirigió al grupo. 

—No recuerdo muy bien lo ocurrido durante las últimas horas. Y me gustaría que me lo explicaran de nuevo. Pero sobre todo me gustaría saber qué fue lo que ocurrió con el buen Jonathan Gnejs. ¿Por qué estaba su cadáver todavía sangrante en aquella cueva en la que todos despertamos? —Les preguntó con desconfianza en la mirada. 

Víctor intentó dar una explicación al padre Klarhed, pero omitiendo algunos detalles. Ahora mismo los durmientes estaban en shock y había que tratar de ser convincentes y poder calmarlos.

—Padre Klarhed, lamento decirle que el señor Gnejs murió en la refriega que mantuvimos con el espíritu del cuerpo que acabamos de enterrar..— le explicaba atento —..puede que cueste entender, pero la supuesta maldición que parecía envolver a la posada era cierta, y nosotros descubrimos el origen y le hemos puesto fin. Lamentablemente, el señor Gnejs resultó mortalmente herido.., Dios sabe que hicimos todo lo posible para manteneros a todos a salvo, pero en la lucha contra las fuerzas del mal siempre hay almas inocentes que caen..— esto último le sonó algo rimbombante y exagerado, pero no llevaba nada bien lo de mentir, y en especial a otro sacerdote —..será enterrado con todos los honores—

Esperó que la escueta explicación hubiese satisfecho la curiosidad del párroco de Billby.

- Se que es duro-añadió Alex-, pero lo mejor es que traten de olvidar todo este suceso. Una vez enterrado no volverá a aparecer el espíritu y nadie más saldrá herido. Siento que el señor Gnejs no lo haya conseguido... hicimos todo lo que pudimos-dijo, casi para convencerse a si mismo que para el cura. Siempre era así. Encontrarse con una de esas criaturas, un Vaessen, era algo que te cambiaba por dentro. Nunca volvías a ser la misma persona... pero habían logrado salvar al resto, y sobre todo a aquella muchacha que tenía alma de artista del teatro. Quizás a partir de ahora podrían llevar una vida normal.

Aquel viejo sacerdote era todo un sabueso. Desconfiaba de ellos a pesar de que si no fuera por su presencia la posada hubiera ido de mal en peor y ¡a saber qué hubiera ocurrido con los pobres huéspedes que hubieran osado pernoctar allí! Habían acabado con un vaesen de la mejor manera posible, dándole eterno descanso para que no volviera a molestar más y el padre Klarhed solo parecía pensar en culparlos de una muerte que, por desgracia, había sido un accidente. Un accidente que de haber dado con los huesos del asesinado se hubiera convertido en una desgracia.

Para Lotta era lógico y normal que se quisieran conocer las verdaderas causas sobre la muerte del pobre Gnejs, pero ella consideraba que esa era misión para la policía y no para un sacerdote de pueblo. Para ella aquel hombre no representaba ninguna ley y menos la de un ser invisible. De todas formas, con la explicacion del padre Simonsson y las palabras de Alex, el sacerdote tendría que darse por satisfecho así que, para no decir algo indebido que pudiera poner en su contra al padre Klarhed, la escritora se mantuvo en silencio, asintiendo de vez en cuando para enfatizar lo que sus compañeros decían.

Kiran trató de contenerse. Después del entierro, se sentía mucho más tranquilo, pero el padre Klarhed todavía le crispaba los nervios. Tuvo que decirse a sí mismo que saltarle un par de dientes al sacerdote de un puñetazo pondría en un aprieto a Alex y al resto para sosegarse.

Klarhed solo es un pobre diablo. Es normal que se muestre escéptico, en su situación debe ser fácil de creer todo lo que acaba de ocurrirnos. Los demás me necesitan sereno y estable. Tengo que ser una roca.

Se limitó a lanzarle al sacerdote una mirada furtiva y furibunda. No era un golpe, pero si las miradas matasen estarían enterrando a un tercer cadáver.

Eamon escuchó en silencio las explicaciones de sus compañeros, era consciente de que era responsable de la muerte del señor Gnejs, pero no sentía remordimientos, aquella fue una lucha a vida o muerte, él mismo estaría ahora mismo enterrado de no haber matado al señor Gnejs. Ya había vivido ese tipo de situaciones muchas veces. 

-Padre, es mejor que olvide esta historia, hemos estado a punto de morir varias veces en la posada, cualquiera de nosotros podría haber acabado ahí enterrado hoy. La lucha contra las fuerzas del mal no es gratuita, siempre hay que pagar un precio. 

El padre Klarhed les miró con una desconfianza que aumentaba conforme su homólogo más trataba de explicarse, ni siquiera con el apoyo de Alex logró Victor convencer a aquel hombre de que allí había algo más que no le contaban. Además la insistencia del grupo en olvidar aquella pérdida le escamaba. 

—Llegaré hasta el fondo de esto —advirtió el párroco—. ¿Saben qué creo? Que ustedes han traído todo el mal a este lugar tranquilo. Me encargaré de que la diócesis le investigue, padre Simonsson. Ahora fuera de mi Iglesia. Y dejen tranquilo al señor Harjula, él es un buen cristiano.

Víctor sabía que no había nada que pudiese decir que cambiase la opinión del padre Klarhed, así que decidió guardar silencio y, tal como le había pedido, abandonar la iglesia.

—Lamento que piense eso de nosotros. A pesar de ello, quería agradecerle la ayuda prestada. Un placer conocerle padre Klarhed— dicho esto, el sacerdote se encaminó hacia el carro que los había traído con la intención de volver al cuartel general de La Sociedad. La misión había acabado con éxito y ahora sólo quería tiempo para descansar física y mentalmente.

- A otro perro con ese hueso padre Klarhed. Tanto víctor como el resto de nosotros nos hemos jugado la vida hoy. Es más, el padre Simonsson más que los demás-dijo recordando que ella misma había estado a punto de matarlo-. Así que investigue todo lo que quiera, pero más le vale agradecer lo que ha hecho por todos ustedes hoy-replicó enfadada.

Lotta se unió al enfado de su amiga y compañera. La actitud del padre Klarhed distaba mucho de las supuestas enseñanzas cristianas que tanto predicaba: el perdón, la comprensión... Todo palabras vanas aptas para los crédulos que escuchaban su sermón dominical.

—Y dé gracias que no hubieran sido más los muertos —dijo, sin ocultar ya la rabia que sentía—. Gracias a nuestra intervención la tragedia no ha sido aún mayor.

Pero la escritora era consciente de que no serviría de nada razonar con el sacerdote. El hombre estaba obcecado en su idea y, por mucho que ellos dijeran, no iba a salir de sus trece. Así que, imitando a Victor, Lotta salió de la iglesia con la intención de volver cuanto antes al cuartel general. Estaba cansada y lo único que deseaba era un buen trago y dormir.

El grupo cerró filas frente al padre Klarhed por el asunto del finado granjero, pero al párroco de Billby las explicaciones que habían dado no le servían y era, en cierto modo, comprensible. Se encontraba tranquilamente en medio de una cena amistosa en su posada favorita cuando de pronto apareció en una fría y húmeda cueva rodeando a los investigadores, y había creído ver un extraño espíritu aunque no podía asegurarlo. Fruto todo ello de una conmoción, según pensaba. Para las mentes simples era difícil ver más allá de lo que mostraban sus ojos o creer las cosas inauditas y era mejor aferrarse a lo que les era conocido, rechazando lo extraordinario con todas sus fuerzas. Era mejor creer que el grupo era una especie de confabuladores que habían emponzoñado la comida de la posada para dormirles a todos y se habían cargado a sangre fría a Gnejs, que creer en la venganza de un espíritu que, regresando como vaesen, había dominado sus cuerpos y sus mentes para herir a los demás. 

Pero nada podían decir o hacer que convenciera al párroco de que sus sospechas eran infundadas, de todos modos, nada más se les había perdido en aquel pueblo. Habían cumplido su misión con éxito y podían regresar a Upsala, al cuartel general de La Sociedad, y continuar sus investigaciones y pesquisas tras un merecido descanso que les ayudara a recomponerse. El encuentro con el retornado había sido duro, y no había estado exento de heridas físicas y mentales que necesitaban sanar.

Tomaron un carruaje y se pusieron en camino previo paso por la posada para recoger sus cosas y despedirse de los Harjula. Olaus Klint les acompañó en el viaje de regreso, el detective se mostraba agradecido por la ayuda del grupo y lamentaba no haber podido participar de los sucesos ocurridos al caer atrapado en el sueño del vaesen. 

El carruaje enfiló las calles de Upsala en la mañana de aquel mismo día. Estaban cansados, agotados. Algunos de ellos habían ido dando cabezadas en el viaje o se habían dormido directamente tras pasar toda la noche en vela. Se despidieron del señor Klint que dejó el carruaje antes y siguieron hasta el castillo de Gyllencreutz, a la espera de un nuevo misterio para La Sociedad.

Fin