Partida Rol por web

El sacerdote echó un vistazo general a la posada en cuanto cruzó por la puerta, el ambiente era el típico de una taberna local, bastante agradable, lástima de la precariedad del edificio, que parece que había vivido tiempos mejores, y le restaba calidez al lugar. Víctor se quitó el abrigo y se lo dio, junto con su maleta, al chico que atendía en la puerta —Muchas gracias—

De entre los pocos lugareños que había en el local le llamó la atención un sacerdote que rápidamente reconoció a Víctor y le lanzó un saludo. Víctor respondió de la misma forma. No lo conocía --¿trabajará en alguna parroquia local?-- se preguntó el sacerdote --quizás vaya a hablar con él más tarde-- se propuso mentalmente mientras se dirigía a la mesa donde les esperaba el señor Klint.

Una vez el grupo se sentó y escuchó el relato del investigador Víctor comprendió la desazón que le invadía al señor Klint. Por un momento no supo qué decir. --¿Olaus Klint había soñado su propia muerte?-- pensó por un momento --... pero, no sólo él, sino también otras personas ¡esa misma noche! ¿Un macabro aviso? y, ¿Qué tenía que ver la obra teatral con todo esto?-- demasiadas pregunta sin respuesta.

—Señor Klint, hace tiempo le hubiera dicho que mucha gente tiende a buscar interpretaciones o señales inexistentes en sueños o situaciones cotidianas donde el azar ha colocado dichas casualidades — le dijo al señor Klint —..y que además, suelen exagerar y a preocuparse en demasía si estas interpretaciones son funestas, pero, ahora mismo, le recomiendo que no se separe de nosotros, y que estamos aquí para ayudarle— Víctor intentó así que Klint se mostrara más colaborativo.

Alex escuchó todo lo que decía y no sonaba nada bien. Una representación sangrienta, sueños comunes que parecían que iban a hacerse realidad aquella noche durante la función. Desde luego no sonaba nada prometedor aunque por suerte no había muchas personas allí, aparte de ellos mismos, por lo que no habría muchas victimas si todo lo que decía Klint era cierto.

-Quizás Kumari y yo deberíamos ir a echar un vistazo por la posada y las habitaciones para asegurarnos de que no hay nada ni nadie escondido-propuso el detective-, quizás así estaremos más seguros.

Kiran torció el gesto al ver al sacerdote que saludó a Simonsson. Por suerte, la mesa a la que les dirigió Klint estaba lo suficientemente alejada del clérigo. Con uno tenía suficiente.

Para distraerse, cumplió con los protocolos apropiados de un criado: tomar y guardar el abrigo de Alex, retirarle la silla…

Tras escuchar el testimonio del detective y las dudas formuladas por sus compañeros, se dirigió a Eamon de nuevo.

—Calma, ¿o acaso no te parece lo suficientemente insólito que dos o más personas compartan el mismo sueño? Si vas a mostrarte escéptico, que sea con las casualidades.*

Alex propuso explorar la posada y las habitaciones, por lo que Kiran se cuadró e hizo ademán de acompañarla.

Olaus escuchó el batallón de preguntas que la emocionada escritora le lanzaba, alzando una mano para restar importancia a su disculpa por atosigarle a preguntas. A decir verdad al detective no le importaba, y trató de contestarlas todas. Asintió a la primera de ellas, confirmando que temía que algo así ocurriera allí esta noche, tal vez no teniéndolo a como víctima, pero sí a alguien de la posada. Si había allí un vaesen capaz de influir en los sueños de los huéspedes, bien podría atacarles. 

—Creo que los sueños son una especie de advertencia —le dijo a Lotta—. La única variación del sueño fue que en el suyo era a él a quien asesinaban. Por lo demás eran idénticos. No, los huéspedes de aquella noche no están presentes. Sí que vi al cura y al que está hablando con Harjula durante la cena, pero deben vivir cerca porque no se quedaron a pasar la noche en la posada. Quizá sepan algo, o hayan oído rumores. A los otros tampoco volví a verlos y, francamente, traté de olvidar ese horrible sueño hasta que encontré la octavilla de la obra — Klint solo pudo encogerse de hombros y negar con la cabeza ante la cuestión sobre el supuesto amigo que lo apuñalaba en el sueño—. Le juro que no lo había visto en mi vida.

No todos compartían el entusiasmo de Lotta, Eamon se mostró escéptico ante la historia que el inspector privado les contaba. Fue el criado de Alex, Kiran, quien apuntó al detalle del sueño compartido, Oalus no incidió más sobre ese aspecto pero se mostró de acuerdo con el criado asintiendo con la cabeza. Eran demasiadas casualidades: el mismo sueño, el nombre de la obra, la octavilla...

—Gracias, padre —le respondió a Victor, encontrando algo de consuelo en sus palabras—. Confío en que juntos podamos resolver este misterio y, ciertamente, prefiero pecar de exceso de confianza que lamentar no haber actuado.

Al grupo también le extrañó que no hubiera demasiada gente para asistir a la supuesta función que iba a interpretarse, de hecho ni siquiera había nada preparado para interpretar la obra, ni un escenario, ni una tela en la que proyectar las sombras, ni ningún otro indicio de que allí fuese a tener lugar función alguna. Alex propuso ir a inspeccionar el resto de la posada y las habitaciones junto a su criado para asegurarse de que no hubiera nadie escondido.

—Me parece buena idea. ¿Quieren hacerlo ahora o después de la cena? 

Eamon se levantó inmediatamente de la mesa, no era persona de carácter perezoso así que propuso ponerse inmediatamente en marcha. 

-Bien, ya que parece que han decidido seguir adelante, propongo que empecemos a inspeccionar inmediatamente, no hay razón para esperar. No parece que vaya a haber ninguna obra de teatro aquí. Lo mejor es ir en parejas, cualquier peligro que podamos encontrar es mejor enfrentarlo acompañado. 

-Creo que será mejor que lo hagamos ahora, discretamente. ¿No crees, Kiran?-le preguntó la opinió a su "sirviente"-. Los demás continuad como si nada, si hay algo o alguien detrás de esto es mejor que no llamemos la atención. Solo tardaremos unos minutos y volveremos a reunirnos aqui para contarlos lo que descubramos-propuso el detective.

—Perfecto, yo me quedaré aquí cenando con el señor Klint..— dijo Victor a sus compañeros —..y, si no le importa señor Klint, me gustaría invitar a uno de mis hermanos a que comparta mesa con nosotros— añadió el sacerdote, haciendo un ligero gesto con la cabeza para señalar al otro clérigo que había en la taberna, y que le había saludado al entrar.

—Si es párroco de algún lugar cercano tal vez pueda proporcionarnos algo de información— explicó esto mirando a sus compañeros de La Sociedad como intentando obtener su visto bueno, comprendía que traer un desconocido al grupo podría suscitar ciertas inquietudes.

Alex y Kiran se pusieron inmediatamente en marcha para explorar la posada, seguidos de Eamon, que se apuntó en ese momento para ponerse manos a la obra de inmediato. La planta baja de la posada, además del comedor, contaba con una barra tras la que se encontraba la cocina, el dormitorio del personal, cuya puerta estaba cerrada, y un almacén al que solo podía accederse desde la cocina o el exterior, cuya puerta daba a la parte trasera del establo, donde había otro almacén.

Subiendo las escaleras junto al dormitorio se accedía directamente desde el comedor a la planta superior de la posada, donde había varias habitaciones, incluyendo las de sus propietarios. La escalera daba a un ancho pasillo a cuya derecha había cinco habitaciones, y solo tres a la izquierda, dos de ellas, las más pequeñas, al fondo y separadas de la otra, algo más grande. Al final del pasillo, en el techo, una trampilla daba acceso al desván. 

El padre Simonsson optó por quedarse con Klint y la señorita Sjöberg, buscando algo de información a través de los presentes en la posada, y optando por empezar por su homólogo en el salón, el otro representante del clero que había presente.

A Lotta le parecía muy buena idea que sus compañeros inspeccionaran la posada con discreción, pero ella prefirió mantenerse en su sitio porque, si se levantaban todos, seguramente levantarían suspicacias en los pocos parroquianos que había. Así que se quedó junto a Victor y el inspector terminando lo poco que quedaba de su cena.

Echó un rápido vistazo alrededor, preguntándose cuál sería la mejor manera de abordar al resto de presentes. Saber porqué estaban allí, si les interesaba la obra o simplemente estaban de paso. La escritora enarcó una ceja al conocer las intenciones de Victor y, sin much discreción, bufó por lo bajo. Un sacerdote podía aguantarlo, dos ya le parecía un exceso.

Observó por un instante al hombre que hablaba con Harjula, si había estado presente el día del sueño conjunto quizás pudiera contarles algo. Pero Lotta no sabía muy bien qué disculpa podía buscar para acercarse a él. Ante todo discreción... Era el pensamiento que tenía en mente.

Sus ojos se fijaron en la joven que temblaba en la otra mesa. Le resultaba extraño que estuviera sola en un lugar tan apartado y quizás con ella sí pudiera hablar. Al menos podía ofrecerle un poco de conversación y Lotta no podía negar que sentía curiosidad por saber si la muchacha tenía interés en una obra que aparentemente no parecía haber despertado intriga en demasiada gente.

—Si me disculpan —dijo, excusándose ante Victor y Klint.

Tras dejar su servilleta sobre la mesa se acercó a la que ocupaba la joven temblorosa.

Se quedó de pie frente a la muchacha mostrando una sonrisa que intentaba ser tranquilizadora.

—Disculpe mi atrevimiento —dijo, mostrándose todo lo agradable de lo que era capaz para no asustar a la joven—. ¿Se encuentra bien? La he observado al llegar y tengo la impresión de que se ha resfriado. ¿Se encuentra sola? ¿Quiere que le pida algo caliente?

Como siempre, Lotta no podía evitar lanzar preguntas sin dejar casi que su interlocutor pudiera responderlas.

—Por el momento no veo nada fuera de lugar, a excepción del lúgubre estado de la posada —dijo Kiran, esperando que Alex expusiese algo que él no era capaz de percibir a simple vista.

Agradecía la compañía de Eamon. En caso de peligro, era mejor ser varios. A la hora de buscar también podrían beneficiarse de un par de ojos más con los que explorar la posada.

El vagabundo, por su parte, descubrió que Kiran se abría y era mucho menos estoico cuando estaba junto a Alex, aún sin perder una cierta reverencia servicial.

—¿Qué habitación deberíamos explorar más a fondo? Por el momento no parece haber nada fuera de lo común.

- Tampoco yo veo nada extraño. No creo que podamos pasar a las habitaciones de los huéspedes, pero deberíamos dar una vuelta por si viéramos algo extraño. Intentemos subir al desván, a ver si es posible. Si no creo que iré a dar una vuelta al rededor de la posada y echaré un ojo a los establos que hay fuera-comentó la detective. Estaba tranquila por que no esperaba de pronto descubrir las habitaciones llenas de Vaesen o algo por el estilo, pero todo estaba demasiado tranquilo. Si alguien o algo pretendía hacer una matanza allí esa noche, desde luego no lo parecía.

-Si aqui dentro no hay nada tu y el señor Eamon podeis ir a echar un vistazo al invernadero por si hubiera algo escondiendose allí, no me gusta esto-dijo distraida mientras trataba de ver o escuchar algo extraño proviniendo de las habitaciones mientras cruzaba el pasillo en dirección a la trampilla que llevaba al desván.

En cuanto Alex, Kiran y Eamon se dirigieron a los pisos superiores, Lotta, el señor Klint, y Víctor se pusieron a cenar. Tras dar gracias a Dios por los alimentos servidos Víctor dio buena cuenta de ellos. El sacerdote miró de reojo un par de veces hacia la mesa donde se encontraba el otro cura esperando el momento menos molesto para acercarse a hablar con él.

En un momento dado, hacia el final de la cena, Lotta se excusó para ir junto a otra de las personas que en ese momento ocupaban el comedor de "El Gato de la Bruja", parecía ser una muchacha de aspecto algo enfermizo. Hecho que aprovecho Víctor para intentar hablar con el otro sacerdote.

—Señor Klint, si no le parece mal, invitemos a mi compañero de fe— dijo retóricamente el sacerdote  —Si me disculpa, será sólo un segundo— Víctor se levantó y se acercó a la mesa donde estaba el otro cura, intentando no perder de vista al señor Klint.

—Buenas noche, mi nombre es Victor Simonsson..— dijo formalmente en cuanto llegó a la mesa —..estoy con unos amigos y me gustaría que nos acompañase si no es molestia, no me resulta cómodo verle solo ¿Acepta mi invitación?—

La joven se alarmó en cuanto sintió la voz de Lotta cerca de ella, sobresaltada como si la escritora la hubiese pillado desprevenida. Rápidamente se llevó una mano al bolso y lo apretó con fuerza, dirigió su mirada hacia ella, luego a ambos lados, se agitó nerviosa en su asiento, se reacomodó, se rascó la cabeza, volvió a mirar a ambos lados y habló tartamudeante para responder por fin a Lotta.

—¿Qué? ¿Y-yo? Estoy per-perfectamente, ¿p-por qué lo dice? —La mujer pestañeaba convulsivamente y se rascaba la cara, con los ojos mirando a todos lados menos a Lotta—. No es necesario, estoy bien, gracias. E-estoy bien, ¿va-vale? Gracias. Estoy bi-bien.

El sacerdote alzó la cabeza y miró a Victor, tenía una de esas miradas severas que tenían algunos párrocos, como si escrutasen el interior de tu alma y pudieran ver todos sus pecados. Se trataba de un hombre de unos sesenta años que lucía una gruesa mata de pelo blanco y estaba pulcramente afeitado, las arrugas de su rostro reflejaban que solía fruncir el ceño con asiduidad. Asintió con la cabeza, recogió su plato de guiso y su vaso de vino y se dirigió a la mesa que ahora solo ocupaban Victor y el detective Klint, que saludó al anciano sacerdote con un gesto de cabeza.

—Acepto vuestra invitación —dijo el cura—, pero solo de compañía. Todavía me queda guiso y vino, y tirar la comida es un pecado horrible. Casi tanto como el exceso.

El hombre tenía una voz fuerte, grave, acostumbrada a dar sermones, aunque parecía algo tomada. Tosió varias veces de mala manera para confirmar que la tormenta le había enfermado, aún así no dio muestras de debilidad ni en su forma de hablar ni en su posición corporal.

—Soy el padre Niels Klarhed, de la Iglesia de Billby —se presentó una vez en la mesa junto al detective, que hizo lo propio. Victor recordó haber visto el campanario de una iglesia sobresaliendo entre los árboles a su llegada.

Cruzaron el pasillo hasta la trampilla, dejando atrás las distintas habitaciones. Algunas de ellas tenían las puertas cerradas, pero otras estaban abiertas y desde el exterior pudieron ver que ni siquiera tenían sábanas, por lo que dedujeron que eran las habitaciones libres. Reconocieron su equipaje en ellas, y vieron a Sven poniéndole las sábanas a una de las camas. El asistente estaba preparando las habitaciones que ellos iban a ocupar.

Tiraron de la cuerda de la trampilla y una escalera plegable se armó ante ellos. El desván está lleno de baúles, cajas, libros y ropa vieja, en la parte opuesta a donde estaba la trampilla había unas cortinas que ocupaban toda la anchuar del espacio e impedían ver lo que había detrás. Tras las cortinas pudieron ver unas sillas dispuestas para el público y un pequeño y rústico escenario conformado por una caja de madera sobre la que había una mesa con un mantel verde. Sobre la mesa había un sofisticado teatro de sombras que consistía en farolillos, figuras de papel pegadas a palitos y pantallas de tela intercambiables. Todo ello conectado mediante raíles y mecanismos bastante curiosos. Una manivela servía supuestamente para mover las luces, figuras y los fondos, pero el sistema parecía tan complejo y delicado que daba miedo tocarlo por si se pudiera estropear.

Victor esperó a que el sacerdote se acomodara en su mesa para empezar a hablar con él. —La iglesia de Billby, creo que pude ver su campanario desde el camino mientras llegábamos hasta aquí. Nosotros venimos de Upsala, sabe. Dígame, padre Klarhed ¿Qué tal se portan los parroquianos por aquí? ¿Tiene mucho trabajo? sé que es muy complicado llevar la palabra del señor hasta estos rincones— Víctor no esperaba que le respondiera a esa pregunta, sólo intentaba iniciar una conversación con la que generar algo de confianza.

—Nosotros hemos venido por la representación de sombras chinescas, "El Baile de los Sueños" creo que se llama. ¿Viene usted mucho por aquí?..— siguió hablando Víctor —.. me gustaría saber si ha valido la pena hacer tantos kilómetros para verla, si tengo entendido, no es la primera vez que se hace.—

Eamon se adelantó y se acercó al escenario. Comenzó a caminar lentamente alrededor de las sillas y el escenario con una pose entre sorprendida y preocupada. 

-Parece que finalmente sí había un teatro, ¿pero qué hace este pequeño escenario aquí escondido? Aquí apenas caben 10 personas. Esto no huele nada bien, si no era una broma, ¿qué clase de juego es este? Debemos avisar a los demás para que lo vean.

Ante la actitud tan defensiva y titubeante de la joven y llevada por su habitual curiosidad, aunque también por su terquedad e impulsividad, Lotta no hizo caso a la muchacha y sin pedir permiso se sentó frente a ella.

—De verdad que no tiene buena cara —dijo, intentando mostrar preocupación pero sobre todo amabilidad en sus palabras y en sus gestos—. Por propia experiencia sé lo frustrante que es cuando uno se encuentra enfermo y no hay nadie para cuidarlo. Porque está usted sola ¿verdad?

Lotta miró a su alrededor intentando imaginar si alguno de los presentes pudiera acompañar a la muchacha pero, después del tiempo pasado durante la cena y que nadie se había acercado a ella, descartó por completo esa idea.

—¿Le ha pasado algo? —Se acercó más a la muchacha como si buscara intimidad para las confidencias—. La noto muy nerviosa y preocupada... Si teme estar en peligro o tiene miedo de alguien o... de algo... Puede decírmelo sin problemas. ¿Tiene que ver con la representación de hoy?

Quizás estuviera resultando demasiado agresiva y lanzada con su actitud con la muchacha; la manera en la que la había abordado podía ser tomada como una agresión, pero Lotta estaba convencida de que la joven estaba temerosa de algo y quería saber si tendría que ver con lo que podía suceder en la posada.

—Realmente se sorprendería, padre Simonsson —respondió en tono severo—. Quizá no contemos con una congregación tan grande como la que pueda tener usted en una ciudad como Upsala, pero nuestros parroquianos son muy fieles. El dueño de esta posada, Samuel Harjula, es uno de los más devotos.

El padre Klarhed miró serio a uno y otro mientras daba un pequeño sorbo a su vino y se llevaba una cucharada a la boca. Escuchó las siguientes preguntas de Victor y se limpió con la servilleta antes de responderlas. Cuando le preguntó si venía mucho por allí asintió con la cabeza, aunque no pareció saber nada sobre la obra teatral.

—No me suena tal cosa pero supongo que es cosa de Sofia, la hija de Samuel —el párroco negó con la cabeza—. Esa niña cogió todo lo malo de su madre, una mujer pagana e impía, una amante del ocultismo y las artes. Le encantaba el teatro y esas blasfemias. Solo el arte dedicado a Dios debería ser considerado tal, así lo dice la Biblia. Afortunadamente Samuel está al cargo de la muchacha y no me cabe duda que la meterá en vereda. Ya le ha prohibido hacer nada que no sea cuidar la posada. Yo mismo le aconsejé que tuviera mano dura al respecto. El trabajo dignifica, saben ustedes. Dios no nos quiere ociosos. Y supongo que algún día Sofia tendrá que tomar el relevo de Samuel en la posada.