Partida Rol por web

Los investigadores llegan a las puertas del "Cielo Azul", un club nocturno en el que sirven alcohol ilegal. Un escalofrío os recorre el cuerpo porque el simple acto de entrar en él es una ilegalidad, pero por algún motivo, la policía deja en paz el local. Está "protegido", como se dice en la jerga callejera. Los hombres vais de esmoquin con una indispensable corbata, y las damas, con elegantes trajes de noche. Cielo Azul se trata del speakeasy de más prestigio en la ciudad, algo que os garantiza buena música, excelente compañía y genuina bebida de importación. Algo que bien vale el elevado precio de la bebida y la comida. "Un día es un día". O mejor dicho, "una noche es una noche".

Son las ocho en punto cuando empieza la primera actuación de la noche, que se alargará hasta el amanecer. Cruzáis una puerta azul sin letrero tras la que dos tipos blancos vestidos de esmoquin vigilan la entrada y expulsan a todo aquel que no lleve la ropa adecuada o no sea blanco. Tras estos dos "gorilas", unas escaleras con alfombra azul suben hasta el salón de baile, dispuesto de manera muy parecida a los cines de la época: a la izquierda queda el servicio de caballeros, así como la escalera que sube a un casino de lujo, y a la derecha, el servicio de señoras y la entrada al propio salón de baile. Ambos baños derrochan lujo con azulejos de mármol blanco y azul, numerosos espejos, al igual que relucientes grifos cromados y otros aparatos que no se suelen encontrar en otros lugares.

Os dirigís al salón de baile donde el encargado os sonríe al atravesar las puertas batientes hacia el área principal. Allí, hace una señal a alguien para que os acompañe mientras se disculpa por la muchedumbre. Allí dentro, los camareros no se detienen ni para respirar, y el jazz y el zumbido de las conversaciones llenan la sala por completo. El salón es bastante grande y, a lo largo de la parte de la izquierda se extiende una opulenta barra en la que puede verse a los camareros medio tapados tras las filas de botellas. Enfrente de la barra hay un escenario en el que se encuentra la banda, y el espacio entre ambos lo ocupa la pista de baile y una zona de pequeñas mesas redondas, rodeadas de sillas sin brazos y forradas de felpa. Cada una de las mesas dispone de una pequeña lámpara que desprende una iluminación más íntima, y del techo cuelga una serie de candelabros eléctricos que arrojan una ténue luz azul y dorada sobre los rostros de pulcros y pálidos hombres corpulentos, y de ambiciosas y bien vestidas jovencitas de pelo teñido.

Al Cielo Azul suelen acudir financieros y actores de teatro neoyorquinos, estrellas de Hollywood, políticos honrados y otros que no lo son tanto, hombres de negocios y gangsters de Chicago, magnates de los automóviles de Detroit, futuros herederos de las compañías navieras o ferroviarias de San Francisco, o de las petrolíferas de Texas y Oklahoma, los ricos y astutos y, también, gente corriente de todo el mundo. Todos pasan por aquí cuando llegan a la ciudad. Esta noche, la música la proporciona la banda "5 Estrellas", que toca una calurosa versión de Doctor Jazz.

No se podía decir que no fuera agradable distraerse de tanto en cuanto. Habían ganado un buen dinero con su último caso y aunque no habían descubierto prácticamente nada acerca de aquellas extrañas bestias aladas que le congelaban el alma a uno, al menos no habían tenido que cerrar el negocio. Cierto era que de tanto en cuanto venían algunas mujeres despechadas y me encargaban trabajos para descubrir a su marido con alguna amante, pero eso nunca era suficiente para pagar las facturas.

Fuera como fuera, aquella noche no estaba allí para pensar en aquello. Aunque realmente no sabía muy bien porqué estaba allí junto a sus tres compañeros de Tras el Telón. Habían recibido una carta anónima cítandoles allí aquella noche. Y ya que iban a un club speakeasy, se habían engalanado para la ocasión.

- No sé si quién nos ha citado está por aquí, pero venga o no... - Sonrió de forma pícara. - ...no me arrepiento de haber aceptado su invitación. - Soltó una carcajada y se dirigió a la barra. Se detuvo y se giró hacia Anna. - ¿Te pido una copa, encanto? - Le preguntó a la señorita Vixen.

Normalmente, al recibir una carta anónima como aquella hubiera aconsejado cautela o puede que incluso simplemente ignorarla. Pero desde hacía un tiempo, me había aficionado a ese icor maravilloso que era el alcohol. Era ilegal y sabía que no decía nada bueno de una persona recta como yo. Pero los horrores que habíamos vivido pesaban más y a veces era la única forma de alejar aquellas terribles imágenes. Por eso, cuando entraron allí y vio el ambiente, la música y sobre todo, el alcohol, no pude evitar sonreír. A mi lado, Artie parecía compartir el buen gusto de encontrarnos allí.

- Desde luego amigo que no puedo quejarme de estar aquí. Tal vez deberíamos buscar un sitio donde sentarnos y… esperar –

Lo cierto es que la carta no detallaba nada más aparte de que debíamos asistir a aquel lugar, que era algo muy interesante para nuestros “gustos” y que la paga sería sustanciosa. ¿Qué pasaría si al final nadie aparecía? Bueno, en el peor de los casos todo sería una broma pero al menos pasaríamos una agradable velada. Finalmente localicé una mesa libre y les hice señas al grupo.

- Caballeros, si me siguen, podemos tomar asiento y esperar a ver si nuestro… contratista se digna a aparecer -

El anfitrión de la cita, un misterio. Probablemente un tipo con ciertos recursos económicos que quiere que sigamos a su mujer, o a su amante. Quizá un tema relacionado con la mafia. Lo cierto es que al menos, la reunión no iba a ser en un aburrido despacho.

El local está a rebosar, pero en un rincón cercano a la barra, hay una mesa con espacio libre. Un desconocido está ocupándola, pero con un gesto de asentimiento, os indica que podéis ocuparla, excepto su silla de al lado, en la que pone una mano.

- Espero a alguien. - Dice.

El tipo es un hombre de constitución media, pero lo que más llama de su físico son las espesas cejas que parece que tenga una única línea negra  y peluda cruzándole el ceño. Permanece en silencio, aunque sin prestar demasiada atención a la música a pesar de estar mirando en dirección a la banda. Sus dedos no dejan de dar nerviosos golpecitos sobre la mesa. Hay algo de tensión y comportamiento remilgado en él.

Cuando vi como un hombre nos llamaba casi me sentí algo molesto. Al final, no iba a ser solo una agradable velada de relajación. Al menos esperaba poder tomarme esa copa. ¡Maldita sea que falta me hacía! Sin querer parecer descortés, me dirigí junto a mis compañeros hasta la mesa y tras ofrecerle mi mano, tomé asiento.

Me pareció curioso ver una silla de más pero pronto esa duda quedó resuelta cuando nuestro misterioso mecenas nos indicó que esperaba  a alguien. Una vez asentado, comencé a buscar un camarero con la vista, sentía la lengua como un estropajo ¡Dios, como necesitaba esa copa! Tras conseguir pedir una, me giré hacia el desconocido e intenté analizarlo para intentar entender a quien tenía delante. Gestos, postura, cualquier cosa que pudiera darme una indicación. Mientras, decidí romper el hielo.

- Ha elegido un sitio interesante para nuestro encuentro señor… -

Al menos me gustaría saber con quien hablo.

La experimentada mirada del Dr. Bedford sabe hacer un análisis "psicológico exprés". Clínicamente, carecía de valor, pero para hacer una rápida valoración de la persona que tiene delante, resulta de mucha ayuda. Ese tipo está claramente nervioso, sin ninguna duda.

Anna se había lanzado a la pista desde que entraron al lugar, hacía tiempo que no se lo pasaba así de bien y la mujer consideraba que ya le tocaba. Apenas escucho a Artie desde dónde estaba, pero se las arreglo para contestar, bocalizando para que al menos si no le escuchaba bien pudiese intuir por los labios.

-¿Quién puede resistirse a una copa? Gracias querido. -Tras lo que le mandó un beso desde su posición.

Sus amigos y compañeros, empezaron a buscar un lugar en el que esperar al extraño que nos había citado allí. Pero puesto que aún no había aparecido Anna decidió seguir bailando un rato más y de paso conversar por aquí y por allá a ver si se podía hacer con algún rumor interesante que le animase aún más la noche.

Sus pequeños ojos de ratón observaban todo con una curiosidad entre científica y antropológica, con un toque de llana curiosidad. Aquel lugar, a todas luces ilegal, formaba parte de la vida nocturna de la ciudad, y era algo que desconocía por completo. Su nivel máximo de riesgo había sido, cuando aún era un adolescente, enviar una carta a la Royal Society con un falso estudio sobre los extraterrestres. Y a pesar de que se había reído con ello, pasó unos cuantos meses con cierta paranoia por si sus padres se enteraban o esperando que algún día la policía se presentara en su casa para detenerle

Por lo tanto estar allí, rodeado de tantas mujeres y hombres dispuestos en un obvio estado de ebriedad al son de una música que más bien parecía el del rito salvaje de apareamiento le resultaba, cuanto menos, incómodo. Aun así no paraba de preguntarse qué clase de entretenimiento no se estaría mostrando. Se había vestido, como sus compañeros, de manera elegante; quizás incluso demasiado, pues si ya de por sí parecía algo estirado para el canon de la época, el hecho de llevar puesta una pajarita lo acentuaba aún más si cabe
-¿No sabemos nada de nuestro enigmático contratista? -preguntó en voz baja, nervioso, temiendo como cuando era joven que la policía irrumpiera en el local a las primeras de cambio. Pero en aquel caso sí era una amenaza real

Reconoces a ese tipo, es Leroy Turner, un excelente y joven trompetista. Actualmente parece pasar una mala racha, pero su talento es indiscutible. Lo has escuchado alguna vez en el Blue Moon y en otros locales que has frecuentado.

Los modales de aquel tipo no eran los mejores. Tenía que reconocerlo, pero el trompetista borracho no era tampoco el hombre más refinado del mundo y daba muy mala imagen a aquel club. Fuera como fuera, Artie no se sentía demasiado a gusto sentado junto a aquel hombre. Miraba como Anna bailaba. Estaba realmente en su salsa. Sólo por eso, parecía que había sido buena idea ir a aquel local. Todos necesitaban algo como aquello para despejar su mente, después de las últimas investigaciones que habian llevado a cabo.

- Voy a ir al servicio... - Le comentó a Henry y a Warren.

Artie se puso en pie y caminó por la sala tratando de esquivar a bailarines y borrachos, lo cual no era fácil, pues estaba a rebosar. Era evidente que el alcohol era un muy buen reclamo para su clientela. Fuera como fuera, el investigador llegó hasta la entrada del baño y desde allí se detuvo a observar en derredor en busca de algo. No sabía muy bien que, pero lo que no olvidaba era que habían ido allí, citados por alguien anónimo y no quería perderse nada, ni un solo detalle que pudiera dar algo de luz a ese asunto.

Desde el baño no percibes nada fuera de lo corriente, aunque quizá, lo correcto sería afirmar que en un lugar como aquel, nada es corriente. Sin embargo, observando a cierta distancia la mesa con tus compañeros, el extraño tipo nervioso y el trompetista borracho que intenta pasar, te das cuenta que la trompeta que porta el negro tiene cuatro vávulas, en lugar de tres, y sobre todo, un curioso acabado metálico y agrietado, que recuerda a la piel de una serpiente.

Artie regresó a la mesa sin haber conseguí nada de lo que buscaba. No parecía haber nada en aquella sala, salvo lo normal en una sala de fiestas ilegal, pero nada que llamara la atención a su instinto de investigador de lo... ¿paranormal? Si, suponía que de dedicaba ahora a eso.

Cuando llegó a la mesa, aquel extraño y etílico trompetista todavía trataba de descender del escenario. El pobre no era dueño de sus actos en esos momento, sino que era el alcohol el que mandaba sobre su cuerpo. Se acercó a él y le tendió una mano para ayudarle a bajar del tablado. 

Se fijó en su trompeta.

- Curioso instrumento. - Le dijo. - No había visto antes una trompeta de cuatro válvulas y ese curso acabado en piel de serpiente. - Le comentó por mera curiosidad.

El trompetista lanza un tímido "gracias" a Artie, haciendo caso omiso del resto de su comentario. Da un rodeo a la mesa y va hacia el escenario. Desde allí, el escenario, el líder de la banda empieza a anunciar algo, captando la atención de todo el público.

- Señoras y señores, esta noche tenemos entre nosotros al honorable señor alcalde. ¡Felicidades por su reelección, señor alcalde! El candidato reformista pensaba que ya le había ganado, pero nadie pudo derrotar a un buen hombre. ¡Esta canción se la dedicamos a usted!

El trompetista sube entonces al escenario. Su pantalón y chaqueta, arrugados y de color marrón, contrastan con las chaquetas blancas de la banda, de la misma manera que también lo hacen la extraordinaria fuerza e increíble precisión de sus notas, a medida que va uniéndolas para formar la pieza "Dead Man Stomp". Los ritmos son irresistibles, los músicos, de primera, y en un momento, casi toda la multitud baila con entusiasmo. El nuevo tema es un éxito.

- Para estar completamente borracho, no lo hace mal. - Les comentó a Warren y a Henry. 

El tipo con el que se habían sentado le daba mala espina. No le gustaba demasiado su compañía, aunque no sabía el porqué. Quizás eran sus modos o quizás su apariencia, pero fuera como fuera, algo no acababa de gustarle. Nada importante, desde luego, pero prefirió alejarse.

Fue al encuentro de Anna. No había visto nada raro en el local, así qué, hasta que no se encontraran con quién les había citado en aquel local, no sabrían que puñetas quería de ellos. Si es que venía... Fuera como fuera, Artie estaba dispuesto a aprovechar la noche.

- ¿Baila conmigo, señorita Vixen? - Le preguntó ofreciéndole la mano. Artie se consideraba a si mismo un buen bailarín, aunque las dotes danzarinas de Anna le superaban con creces. Intentaría estar a la altura.

Bueno, no cabe duda de que aquella presentación le había quitado al pobre Henry todo el peso de la culpa imaginaria que cargaba a sus espaldas por estar en un recinto prohibido. Estaba claro que si el alcalde en funciones estaba entre los asistentes, la policía no aparecería por allí. O de hacerlo, el propio alcalde sería su primer objetivo, ya que estarían contraviniendo órdenes y actuando en beneficio de otro. Estaba claro que aquel entorno de la política, aunque no le gustase, lo dominaba bastante más que la hosquedad innata de la gente de campo. Era una sociedad mucho más comprensible, aun cuando sus relaciones eran mucho más intrincadas

Y así, más relajado, se recolocó la pajarita y, por primera vez, sonrió abiertamente dispuestos a disfrutar de esa extraña música de notas, tonos y modulación tan cambiantes. Por unos segundos, hasta se le olvidó el motivo por el que habían acudido allí

- ¡Mierda! - Exclamó Artie al escuchar el disparo. 

Tardó unos pocos segundos en darse cuenta de lo que acababa de suceder. El gruñón que les había dejado compartir su mesa estaba muerto recostado sobre la misma. Un tipo pequeño y vestido de marrón le acaban de ejecutar.

Artie sacó su pistola y apuntó hacía aquel hombrecillo. No quería disparar, menos en un lugar como aquel y sólo lo haría si aquél tipo le amenazaba con su .45 o apuntaba a alguien más, pero esperaba poder intimidarle.

- ¡Tira el arma! - Le gritó sin demasiada convicción.