Partida Rol por web

El grupo salió de la granja por la puerta en la que Olaf estaba apostado montando guardia. El cielo estaba ya oscuro y pronto sería noche cerrada, pero al menos la lluvia había perdido intensidad y los truenos de la tormenta se escuchaban más lejanos. Además, la luna estaba en cuarto creciente y les bastaría para poder ver bien por donde caminaban, aunque un par de antorchas serían sin duda de ayuda.

Astrid olisqueó el aire y murmuró algo.

—Parece que la tormenta va hacia el norte —dijo—. Bueno... ¿por dónde proponéis que empecemos? ¿Vamos todos juntos o nos dividimos?

-Es mejor explorar en pequeños grupos o en parejas. Se divide el terreno a explorar y cada uno se ocupa de su zona. Así hay menos posibilidades de obviar un rastro o de estropearlo.

Aun era reticente a creer que tras la tormenta cualquier rastro hubiese sobrevivido, pero no perdían nada por intentar encontrarlo. De todas formas, creía que debían asegurarse de que todo estuviese en su lugar antes de poder regresar al calor de la hoguera.

Tenía un mal presentimiento.

Fygrod asintió a las palabras de Mara.

—Estoy de acuerdo —dijo—. Y ya de paso, uno de los grupos podría acercarse a hablar con aquél granjero, a ver si nos cuenta algo...

— Astrid, Dewa y Mara, explorad por el camino más cercano a la granja y luego acercaos hasta allá, tal vez el granjero se muestre más amigable con vosotras. Fygrod y Gungnar conmigo, seguiremos hasta el límite de las granjas a ver si conseguimos algo —indicó, dividiendo a su vez al grupo en dos.

Siguiendo las órdenes de Gunnar, el grupo se dividió y cada uno partió en la dirección convenida. Mara y Dewa tomaron el camino de la granja que según Fygrod estaba habitada, teniendo cuidado de abrir bien los ojos mientras se acercaban a ella.

A la luz de la luna, buscar un rastro que seguir no era tarea fácil. Pero Mara tuvo suerte y se fijó en algo que le llamó la atención. Al borde del camino, había un grupo de matorrales rotos, como si alguien hubiera salido del sendero y se hubiera abierto paso a través de las plantas. Y al mirar al suelo, distinguió algo de color claro. Al agacharse a ver de qué se trataba, se sorprendió. Era un diente, y por la forma parecía un diente enano.

Dewa caminaba con paso tranquilo detrás de Mara, notando la tierra húmeda y fría bajo los pies. Seguía percibiendo aquella sensación de intranquilidad en el ambiente, como si el bosque que lindaba con el sendero estuviera perturbado por algún motivo. Le parecía escuchar de vez en cuando susurros provenientes de la espesura, aunque no era capaz de discernir si realmente estaban ahí o sólo se lo estaba imaginando...

Entonces se dio cuenta de que Mara había visto algo un poco más adelante, al borde del camino, y se agachaba para examinarlo. ¿Un rastro, tal vez?

Siguiendo las órdenes de Gunnar, el grupo se dividió y cada uno partió en la dirección convenida. El capitán skaldi se alejó junto a Fygrod y Gungnar, con los ojos bien abiertos para que no se le escapara nada. No tardaron en alcanzar la linde del bosque que había al borde del camino, mientras las gotas de lluvia les caían aún sobre los hombros. No percibieron nada inusual, aparte de los ruidos de la noche y de la ligera brisa que movía las copas de los árboles.

Gungnar parecía inquieto al lado del capitán skaldi.

—Tengo un mal presentimiento, aunque no sé muy bien de dónde viene —dijo.

La luz no ayudaba demasiado a descubrir posibles rastros en el camino, pero estaba de suerte. Sus ojos captaron algo inusual a un lado de camino. Hizo una señal a sus compañeras de exploración y se acercó rápidamente a donde los matorrales estaban rotos.

-Alguien ha salido del sendero por aquí - susurró, pendiente de una posible amenaza.

Observó el suelo y encontró algo más. Un diente. Lo tomó y se lo enseñó a Dewa y a Astrid.

-Parece enano.

— Del bosque, seguramente —respondió el skaldi—. La nigromancia es un tema que pone nervioso hasta al más resiliente.... pero tenemos una misión, y la cumpliremos —el capitán soltó un suspiro y entornó los ojos hacia el bosque, pero era inútil, la oscuridad y el clima hacían imposible visualizar aunque sea un ápice de lo que estaba más allá.

— No creo que consigamos nada más —dijo, mirando a Fygrod especialmente, a ver si el explorador había logrado divisar algo más—. Y no es una buena idea adentrarnos en el bosque solos. Lo mejor será que regresemos y demos una repasada en el camino de vuelta... Gungnar —encaró ahora al enano—, ¿podrías hablarme un poco de la atalaya de Kaz-Umzur y de la comitiva que nos espera allí? Me gustaría saber un poco más acerca de los emisarios que nos esperan y también del capitán Snorri.

Sin perder tiempo, Glyrhel e Ylva cogieron todo lo que necesitaban y recorrieron en sentido contrario el camino que les había llevado hasta la granja. Al llegar a la bifurcación donde el camino volvía a dirigirse al sur, comprobaron que el grupo de Gunnar ya no estaba allí, aunque en el suelo embarrado pudieron ver sus huellas recientes. El grupo, como había dicho Olaf, parecía haberse dividido en dos.

Ylva se agachó y pudo darse cuenta con facilidad de que su padre, Fygrod y Gungnar habían tomado la dirección de los bosques cercanos, seguramente para examinarlos. Dewa, Mara y Astrid, por su parte, habían ido hacia la granja en la que según los exploradores aún quedaba algún habitante. 

Estaban comprobando las huellas cuando vieron acercarse tres figuras. Eran Gunnar, Fygrod y Gungnar, que volvían.

Gungnar estaba a punto de responder a la pregunta de Gunnar, cuando vieron dos pequeñas figuras en el camino. Eran Ylva y Glyrhel, y la hija del capitán estaba examinando las huellas del suelo.

Dewa y Astrid se acercaron a Mara cuando esta les comunicó su hallazgo. La guerrera skaldi cogió el diente extrañada y se lo acercó a los ojos para verlo de cerca.

—Sí, es enano —dijo confusa—. ¿Qué demonios hace aquí un diente enano? No creo que lo perdiera ninguno de los soldados de la capitana Agga. Y de ser así, la lluvia lo hubiese arrastrado, ¿no os parece?

Dewa echó un vistazo al diente con el ojo fruncido. 

—¿Puedo...? —preguntó, tendiendo la mano a Astrid.

La guerrera le entregó el diente y la druida lo miró de cerca. Un segundo más tarde, negó con la cabeza y miró al bosque.

—No me gusta... Me da escalofríos —dijo—. Tengo un mal presentimiento, creo que deberíamos volver.

–Parece que ya han ido por ahí Dewa, Astrid y la chica esa...¿Mara? ¿Sarah? Espero que Astrid no asuste más a...

Ylva estaba a punto de virar para seguir los pasos de Dewa, Astrid y Mara cuando, al levantar la cabeza, vio a su padre con los otros dos guerreros. Aquello la chafó un poco, pues esperaba poder tener un rato para hablar con su amigo. Pese a todo, la expresión que puso al ver a su padre distaba mucho de la preocupación, por lo que parecía que simplemente habían salido a seguir examinando el terreno después de la charla con Runi.

— ¿Te molesta si continuamos esta conversación en unos momentos? Me gustaría tener unas palabras con mi hija —preguntó el capitán skaldi al enano en su tono más amistoso. Inmediatamente después, Gunnar avanzó hacia Ylva y Glyrhel.

Luego de acercarse a ellos, Gunnar puso una mano sobre el hombro de su hija, y miró a ambos intercaladamente.

— ¿Entonces Runi les ha dado el visto bueno? —preguntó, refiriéndose a... bueno, a lo que sea que hubiesen hablado con él. Gunnar sabía que acabaría enterándose de una manera u otra, bien por Ylva o por el mismo Runi.

–Ups...–se dijo Ylva al oir a su padre decir que quería hablar con ella. Su primer pensamiento fue "la he líado", aunque no tenía muy claro en qué. Afortunadamente, no parecía que esa fuese la situación, de modo que la sonrisa de circunstancias se convirtió rápidamente en una sincera. 

–Sí, padre. Todo bien–. La joven no quería entrar en demasiado detalle, pero tampoco quería mentir a su padre. Rápidamente intercambió una mirada con Glyrhel, sin saber muy bien que hacer. No tardó en decidirse. Si Runi quería contar algo, era mejor que lo hiciese él mismo. – Veníamos a ver si podíamos hablar con el campesino mientras buscabais el rastro, pero ya veo que Astrid ha ido con las chicas. ¿Encontrasteis algo vosotros? 

Glyrhel, imitando a Ylva, se había puesto en cuclillas para poder seguir mejor las indicaciones que daba a medida que iba desgranando la historia que había quedado plasmada sobre el tapiz del suelo. El muchacho asentía de vez en cuando para indicarle que había comprendido, aunque sin la experiencia de su amiga difícilmente podría conseguirlo.

Entonces vieron aproximarse a Gunmar y compañía. Glyrhel se puso en pie como un resorte y levantó la mano a modo de saludo soltando un nervioso:

- Hola.

Tras aquello aguardó en un tenso silencio mientras padre e hija hablaban sintiéndose algo incómodo, como si fuera un espectador de una conversación que no estaba seguro de si debía escuchar. Por si acaso dio un pasito hacia atrás creando una barrera infranqueable de aire de apenas un metro que quizá les sirviera para conseguir una ilusión de intimidad.

Glyrhel acababa de saludar de forma nerviosa a Gunnar, cuando tanto el chico como Ylva se volvieron hacia los matorrales que había al borde del camino húmedo. Ninguno de los dos estaba seguro de qué había sido, pero no tenían ninguna duda de que habían visto moverse algo.