Partida Rol por web

Asiente a las palabras de Ifianasa.

-Gracias... ¿te quedarás junto a mí? - le pregunta antes de que se aleje para entregar los otros frutos.

Se acurruca en un rincón del carro. Se siente enferma y le duele todo el cuerpo, sin embargo, se lo piensa mucho antes de, al fin, darle un mordisco a la granada de Hera. Poco a poco, va dando cuenta del fruto antes de acurrucarse un poco más y cubriéndose para entrar en calor. 

El efecto de la fruta se va notando nada más acabarla y se siente un poco mejor. Parece que el calor vuelve a ella, pero no debe olvidar las advertencias de Ifianasa y recordar que los frutos de Hera también son peligrosos. Quizá haya tomado una mala decisión al comerlo, pero necesita recuperarse un poco.

Ifianasa corre a ver como estoy, pero le resto importancia. Miro mi cuerpo y veo que tengo muchas manchas de sangre encima, pero sé que ninguna de ellas corresponde a la mía. Solo son salpicaduras de las heridas de mis enemigos.

 - "Tranquila, no he recibido daño alguno. Gracias por tu preocupación."

Entonces mi hermano Dareios corre para que se fije en Hypatia, que parece haber sido herida por los enemigos. La busco con la mirada y veo que aún está con vida, lo que me tranquiliza de momento.

Cuando hemos reunido todas las cosas que se pudieron obtener por parte de los bandidos, tomo una de las corazas de cuero, un casco y una espada corta. Me acerco a Spyridon y le hablo:

 - "¿General, puedo disponer de estos pertrechos? Creo que me podrían ayudar mucho."

Espero su confirmación antes de ponerme aquel equipo, mientras lavo mis armas y las enfundo. La batalla ha terminado y no veo motivo para seguir teniéndolas fuera. Miro de reojo a los prisioneros, pero prefiero mantenerme al margen de lo que se hará con ellos. Temo que los más bravos del grupo decidan darles tormento, algo con lo que me padre no estaría de acuerdo.

Spyridon ya había regresado junto con el resto del grupo y contemplaba satisfecho los prisioneros capturados. De todas formas lo importante era curar las heridas y comprobar que nadie tenía nada grave. El ataque había hecho mella en los más débiles del grupo y eso era algo que no debía volver a repetirse.

Ifianasa saca una frutas curativas, lo que puede venir bien a aquellos que se encuentren peor.

- Rapartid estos frutos entre aquellos que hayan recibido más daño. - Spyridon agradece a la sacerdotisa el haber obtenido las granadas. - Gracias, Ifianasa, los dioses se muestran generosos.

De momento el general no toma ninguno de los frutos, a la espera de que todos los heridos se hagan con alguno. Solo tomará uno cuando todos tengan el suyo. De todas formas nota como la vitalidad regresa a su cuerpo mientras escucha a Ischyros.

- Por favor, ocúpate de hacer un inventario con el botín obtenido aprovechable y luego repartiremos según necesidades.

Tras ello se acerca a los enemigos, que ya han sido despojados de sus armas e inmovilizados.

- No estás en posición de negociar y te aseguro que, al final, estarás deseoso de contarme quien te ha enviado aquí. - Spyridon no era cruel, pero sabía que a veces era necesario emplear técnicas no muy agradables de usar. - Tienes suerte que no tengamos mucho tiempo que perder, así que te propongo otro trato: dime lo que sabes y decidiré si mereces vivir o morir rápidamente. Si no te sientes inspirado, podemos ayudarte a decidir, pero como te he dicho no vamos a perder demasiado el tiempo.

Observó a los otros dos prisioneros.

- Esto también va por vosotros. Hablad y puede que conservéis la vida.

Dareios observó con veneración aquel regalo de la misma Hera  que Ifianasa tenía en su primoroso regalo y se apartó dando a las dos mujeres un instante de intimidad. Tampoco había que ser muy listo para ver que había más cabezas que frutos así que, discretamente, se alejó para que tomasen las granadas aquellos que estaban más necesitados de la ayuda de los dioses mientras apoyaba la mano en su herida, ocultándola.

Después de todo no era de gravedad ninguna aunque lo mejor sería al menos limpiarla. Pero eso podía esperar, no podía ser quien se quedase como un niño quejándose mientras los demás hacían lo que creían necesario para el momento así que buscó a Lykaios con la mirada y acudió a su lado esperando poder ayudarle, decepcionado en su fuero interno por no haber podido luchar a su lado.

Aunque tampoco me ha ido mal por mi lado.

Akintos se encargó de terminar de amarrar las manos de los prisioneros y de presentarlos ante Spyridon. Por fortuna no era necesario transportar heridos de nuestro bando, incluso los que habían sido dañados con saña estaban siendo perfectamente tratados. Entre los cantos entoncados por Ébalo y los dones de Hera entregados a Ifianasa, el escudero pudo atestiguar que el estado de sus compañeros era aceptable y que al menos alguien cuidaba de ellos.

Cuando su mentor se dispuso a ordenar los quehaceres del momento, pudo ver como Ischyros era el encargado de inventariar los pertrechos obtenidos en justo combate.

Se acercó a su hermano cuando pasaba junto a él, que se mantenía firme junto a los prisioneros esperando instrucciones del general.
- Ischyros, ¿puedes separarme un aspis y unas jabalinas? necesito un escudo más resistente, je - le comentó mirándolo a los ojos. En aquél momento pudo percibir su espíritu, recto y orgulloso, habían compartido la misma sensación en aquella batalla.

- Esta emboscada ha sido demasiado simple - le susurró por lo bajo.

- Quién sea que nos quiere muertos, nos ha subestimado - finalizó para sus adentros, mientras recorría con la mirada al jinete caido, preguntándose si realmente hablaría por las buenas.

Una vez están todos los cadáveres despojados de sus pertrechos, Hypatia se acerca con una fruta de granada, cortesía de Hera para restablecer nuestras heridas:-Gratitud jovencita.-digo dándole un bocado a la fruta:-Está realmente jugosa y muy buena.-consigo decir entre bocados.

A continuación me reúno con el resto para ver que se decide hacer con los prisioneros. Cuando llego al carro veo a Spyridon en un interrogatorio amistoso con los prisioneros, uno de ellos, el jinete le propone un trato al general , el cual le escupe su propuesta, que se la meta por donde no brilla el sol y le hace una contraoferta. En ese momento enfundo la Parazonio y vuelvo a sacar el arco y una flecha del carcaj y disimuladamente voy oteando el horizonte para comprobar que ninguno de los enemigos vuelve. Con un silbido agradable le pido a Mentor que descienda:-Hola pequeño amigo, te lo has pasado bien?-le pregunto a Mentor y en ese momento me coloco detrás de los prisioneros. 

Cuando el gigante del Talio agarra al último de los enemigos, Ébalo le alza un pulgar a su amigo Akintos y va hacia al caballo muerto, con su espada corta las correas de cuero que usaba de riendas para guiar al caballo, con su afilada arma no tiene problemas y se las tiende a Akintos quien los ata para que el General los  interrogue.

Al pasar por el carro, coge unos de los frutos de Ifanasa y le guiña un ojo dándole un mordisco grande, tiene muchísima curiosidad a ver a que sabe. Sabe raro pero no es lo que esperaba, esperaba una explosión de sabor como a melón, no sé por qué, pero de todas maneras está bueno. ¿Porque no se podrá repetir? Mira de reojo los demás frutos con un brillo en los ojos, sin embargo hay pocos y tendrá que conformarse con uno sólo.

Mientras están haciendo inventario entre los caídos, Ébalo pide una armadura de cuero a Ischyros para poder dar rienda suelta a los movimientos que ha ensayado, pero que necesita un extra de armadura para entrar dentro de la guardia de los rivales. Pero él tiene otros asuntos en la cabeza, reúne a los cuatro que están mal heridos, puede que no sobrevivan a la noche con esas heridas. Sangran mucho.

En el combate Ébalo es tan fiero como cualquier otro, pero esto no es un campo de batalla, no tuvieron ninguna oportunidad, el espartano no está enfadado con ellos, tiene varias heridas pero no va a morir, hoy no. Y ahora tiene el poder para cerrar heridas. No cree que sea debilidad querer salvarles la vida, tampoco pide permiso para hacerlo, pues teme que no le dejen. Así que se pone a cantar en un tono bajo con los ojos cerrados y les da la suficiente fuerza para que puedan ver otro día y tengan alguna oportunidad.

- Apolo os ha dado opción de redención, espero que sea grande en el templo vuestra donación- la verdad es que su dios ha escuchado todas las estrofas, ahora está más seguro que era lo que tenía que hacer.

Una vez despojados los muertos de sus pertenencias había una pregunta realizada por Anatolius que no había sido respondida, ¿qué se hacía con los cuerpos?. - En lo que a mi respecta no merecen el honor de ser enterrados, eran simples bandidos y de haber obtenido ellos la victoria no serían piadosos con nuestros cuerpos. Repartíos como queráis sus equipos, por mi parte no quiero nada.

Por el contrario si que cojo el fruto que me tiende Ifianasa cuando se mueve entre nosotros, todo regalo de Hera tenía que ser tomado por lo que era, una bendición. Paso entre mis sobrinos y sobrina para ver sus estados, los chicos estaban bien pero al ver a Hypatia el alma se me cae a los pies. Acurrucada en el carro por un momento me había temido lo peor. - ¿Puedo hacer algo por tí para que estés mas cómoda?.

Cuando me auno al resto de compañeros puedo ver que aunque yo había fallado en mi intento, otros habían podido hacer prisioneros y el jinete que nos había acosado era uno de ellos. Tras ver el mal estado en que se encuentra Hypatia, tengo que refrenar mi mano para no golpear a esa escoria. 

- Es la palabra de Spyridon la que os mantiene ilesos. Miro con dureza a los prisioneros. - Pero si permanecéis callados o no cooperáis y no creo que dude en darme permiso para hacer justicia.

Atiendo a las palabras del general, reuniendo todas las piezas de equipo, revisando su estado y contándolas. Akintos se acerca y me dice de sus necesidades, a las que sonrío. Estoy seguro de que podrá quedarse con lo que pide pues es un guerrero capaz y se ha ganado lo que considere necesario para seguir cumpliendo como lo ha hecho hasta ahora.

Respondo a su última frase encogiéndome de hombros y con mi voz:

 - "Quizás pensaron que podrían con nosotros y, para serte realmente sincero, yo mismo me sorprendo un poco de que saliésemos victoriosos contra tantos guerreros. Quizás el poder de los dioses nos ha hecho muy superiores y ni siquiera nosotros hemos notado cuanto."

Cuanto he terminado de contar las cosas, me acerco a Spyridon y le hablo:

 - "Mi general, hemos conseguido dos Corazas de cuero rotas, dos Corazas de cuero un poco dañadas, una Coraza de cuero de calidad dudosa, tres Corazas de cuero en buen estado, dos Cascos un poco dañados, un Casco de mala calidad, dos Cascos sin daño y unas Grebas bien dañadas como piezas de armadura. Como armas hemos obtenido un Arco estropeado, un arco sin probleas, una Jabalina con daños, dos Jabalinas buenas, una Dori destrozada, una Dori dañada, dos Doris sin problemas, una Aspis con varias mellas, una Aspis de mala calidad, una Aspis sin problemas, una Kopis dañada, una Daga estropeada, dos Dagas claramente dañada, una Daga de muy mala manufactura, siete Dagas normales y tres Espadas cortas. También hay un Pelta roto, una Pelta con varios daños, una Pelta de mala calidad y un Pelta en buen estado. Aparte también hay doce Flechas de Madera utilizables, varios Dracmas y el cadáver de ese caballo. Es todo lo que hay."

Espero su respuesta para sacar lo que necesito y darle a Akintos también lo que pide, así como a cualquier otro que necesite algo de equipo para tener mejores posibilidades de cumplir nuestra misión con éxito.

El general asintió a Ischyros. Una vez más demostraba su capacidad de organización y responsabilidad.

- Gracias Ischyros. En la medida de lo posible, que cada cual tome lo que mejor le venga. Si hay algún conflicto, confío en ti para solucionarlo. - El general observó las grebas, desechándolas y uno de los cascos en buen estado. El casco podría aprovecharlo.

- Me gustaría quedarme uno de los cascos, pero si no hay suficientes y alguien lo pide, no quiero preferencias, sortealos.

Spyridon confiaba en la justicia divina y prefería que en caso de conflicto de intereses fueran los propios interesados los que se pusieran de acuerdo o dejar la decisión a los propios dioses.

No hizo referencia al cadáver del caballo. Suponía que si era aprovechable, alguien del grupo se ocuparía de sacarle partido.

Hizo un seña a su guardaespaldas, Akintos. Desgraciadamente para él, tenía pensado un trabajo más desagradable, pero sabía que su mano derecha era un hombre justo y no cruel. Aplicaría la fuerza necesaria, cosa que posiblemente Spyridon no iba a hacer. El general confiaba en que tener alguien a su lado que pudiera frenarle en un momento dado era importante. Su papel era hacer de hombre duro e inflexible, necesitaba alguien que le parase.

- Vamos a ver qué han pensado nuestros prisioneros y si deciden cooperar. En caso contrario vamos a tener que aplicar métodos que prefiero que el resto del grupo no vea.

Las palabras de Ischyros cargaban con verdad, quizá su ánimo y orgullo no le habían dejado verlo en un principio.

- Es posible... que nos hubiesen estimado correctamente... pero la dificultad dada por la fuerza del olimpo era algo difícil de mesurar en términos mortales - dudó sacudiendo la cabeza y respondiendo con un gesto de asentimiento a justo guerrero.

Spyridon tenía muy clara la visión de sus subordinados, había elegido para realizar el inventario a quien llevaba la justicia marcada a fuego en su ser.

Mientras su amigo reportaba el listado completo de lo hallado, el escudero buscó con su mirada al joven Atreo, el cual se había mantenido silencioso hasta el momento.
- Atreo, ¿crees que se podrá aprovechar algo del caballo muerto? - quizá su familiaridad con la supervivencia al aire libre le servía en aquella ocasión, y nada mejor que mantenerlo atareado para que fuese útil al grupo.

Tuvo que desviar su mirada pues su mentor requería su atención. Se acercó y tomó una de las dagas que Ischyros había inventariado - No es para mi... - aclaró.

Se mantuvo expectante, viendo que decidían comentar los prisioneros.

El gigante se alegra de que haya logrado capturar a otro y que alguien más capacitado le hubiera amarrado, luego se acerca al grupo

Disculpen, si se puede quisiera poder tener uno de esos frutos, en éste combate no he recibido mucho daño pero los combates anteriores ya han dejado algo de marcas en mí. También si se puede quisiera una coraza de cuero y casco, no importa que sean de mala calidad; como seguro han visto soy casi un titán, me gustaría poder mejorar esa capacidad para desmoralizar a futuros enemigos o prevenirme y defendeos en combates más complicados

Habiendo dicho eso, buscó ayudar a quién pudiera estando siempre activo

La sacerdotisa ifianasa asintió a las palabras de Hypatia antes de entregar los frutos a los otros héroes. La joven hija de Ptolomeo se encontraba en mal estado y claramente necesitaba un descanso prolongado; por tanto, al menos de momento, habría de viajar en la carreta junto a las demás cosas.

Al otro lado, el general Spyridon, que regresaba tras su intento infructuoso de capturar a otro de sus atacantes agradeció a la sacerdotisa al tiempo que delegaba ordenes entre los presentes para luego escuchar las palabras de Apandios y responderle de una forma tan dura y atemorizante que aquel supo claramente que Spyridon no jugaba.

-Es una lastima- le dijo aun semirecostado en el suelo. -Habría preferido hacer tratos con ustedes de buena gana. Como mercenario, se hacer negocios, pero también comprendo los riesgos de la vida en estás tierras- y mientras pronunciaba todas estás palabras, aprovechó la falta de atención que ponían en su persona para con rapidez tomar una daga pequeña de entre un dobles de sus ropas y clavársela a si mismo a la altura de la ingle. Las palabras de Spyridon habían causado un efecto distinto al esperado, sin opción, el ahora declaro mercenario había optado por una muerte dolorosa pero rápida.

Aquella situación nadie la esperaba, pues todos se encontraban atendiendo sus asuntos con el material recolectado de los caídos y con la sanación de sus heridas. Incluso el prisionero de Talios que se encontraba cerca de él, por su mirada, no había esperado que su líder emprendiera tal acción.

Siguiendo la orden del general, separo el equipo que todos me han pedido. Solo falta un casco, por lo que le hablo a Talios:

 - "Talios, va a faltar un casco, por lo que he considerado que eres el que menos lo necesita al ser casi un titán." -Digo citándolo a él mismo- "Pero si no estás conforme con mi decisión, haré el sorteo de los cascos. Lo dejo a tu decisión."

Finalmente me acerco a Spyridon para informarle que todo está listo. Las cosas han sido repartidas y el resto se mantiene en el suelo, separados por tipo de objeto, listo por si alguien quiete otra cosa.

Justo en ese momento, el líder de los mercenarios saca una daga con la intención de silenciarse a sí mismo.

Spyridon estaba hablando con el prisionero, presentando su oferta cuando de pronto es consciente de que tiene una daga escondida. Rápidamente intentar interceptar el movimiento del mismo pero éste consigue hacerse una herida.

Spyridon retira rápidamente la daga tras dar un golpe al prisionero y la observa fijamente. Es demasiado pequeña para hacer daño de verdad a un guerrero por lo que supone que debe haber algo más. Observa la herida que el prisionera se ha infringido.

- No has elegido el camino más rápido. - comenta fríamente el general. El prisionero ha atacado a sus compañeros e intentado matarlos por lo que no siente ni un mínimo de piedad por el mismo. - Si ésto tiene veneno, va a tardar un rato y no será agradable. - Spyridon está tranquilo, si los dioses no quieren que interrogue al prisionero se ahorrará un rato desagradable. Toma una de las granadas que han sobrado y vuelve junto al prisionero, esperando que el veneno vaya haciendo su efecto. - Solo dime quien te ha enviado y acabaré con tu sufrimiento liberando al resto de tus soldados capturados, no me interesan. Dí un nombre y pagaré tu tasa al barquero. Calla y dejaré tu cuerpo a los cuervos.

El general muerde el fruto descubriendo lo sabroso que está, mientras mira fijamente al enemigo.

Lykaios no había podido ayudar demasiado a su compañero para detener al bandido; pero bastante había hecho ya dadas sus habilidades marciales. Si seguía vivo era gracias al dinero que había hecho como mercader y que le había permitido equiparse mejor que muchos de sus compañeros. Algunos pensarían que no es justo que un torpe como él tenga mejor equipo, pero eso le daba igual.

Estaba ayudando a hacer acopio de las diferentes cosas que podían recoger de esos bandidos cuando escuchó lo que pasaba con el capitán de esos bandidos. Él creía que Spyridon iba demasiado rápido; pero no tenía potestad para hacerle cambiar de opinión y cuando se clavó la daga a sí mismo no pudo evitar sorprenderse.

Menuda devoción.

Nunca entendería a esa gente que necesitaba hacer todo rápido cuando el tiempo, la paciencia y la prudencia suelen dar mucho mejores resultados que las prisas y el querer hacer todo ya.