Partida Rol por web

Tose. Quizá su cuerpo le concediese una tregua cuando la trifulca, pero ahora que todo ha pasado vuelve a resentirse de su pecho. Además, la fruta de Hera hace que su cuerpo se sienta raro y a pesar de la enfermedad, tiene calor. Opta por desprenderse del tribón, ya que está a cubierto, y el abrigo de lana. Usa el tribón a modo de almohada y el abrigo a modo de manta. Sabe que la sensación de calor no es una sensación real. Quizá esté también un poco febril. 

Quizá también podría beber un poco de agua.

Ébalo vuelve al carro al comprobar que los muertos están muertos de verdad, el prisionero ha tomado un camino honorable, si le preguntaran al espartano, él hubiera aceptado la oferta de inmediato. Ya por dudar nos pasó lo mismo con la diosa, no estamos muy finos en cuento a recabar información.

Con un salto se sube y se coloca junto a Hypatia y le guiña un ojo, no parece estar muy bien, Ébalo canta bajito mirándola a los ojos en la intimidad del carro, con un claro intento dramático más que romántico. Cura sus heridas y luego las suyas propias. Le pone una mano en la frente, parece que sigue febril, pero es fuerte, así que le asiente con la cabeza como diciendo que todo va bien y se separa un poco, dejando que ella se acerque si necesita calor.

Cuando la carreta se ponga en marcha, se pone a rezar, dando las gracias a Apolo por no fallarle ni una sola vez en el combate.

Nota que el carro se mueve un poco pero es más por el peso de alguien que el hecho de que se estén moviendo. Abre un poco los ojos para encontrarse con Ébalo a su lado. 

-¿Ébalo?

Le mantiene la mirada unos instantes antes de volver a cerrar los ojos. Puede notar como su cuerpo se va recuperando poco a poco. Nota lo mismo que en el antiguo templo de Apolo, en Midea. Se va sintiendo mejor.

-Gracias... 

Antes de que retire su mano por completo, la coge.

-Me gusta tu voz, Ébalo... es muy cálida.

Sin duda, es algo que no diría en condiciones normales... ni siquiera estando enferma. Algo tiene que ver el fruto de Hera y esos efectos secundarios de los que Ifianasa le ha hablado. Y aun así, por su cuenta y riesgo, ha comido uno de esos frutos sabrosos y divinos. Con suerte, la sacerdotisa se habrá quedado cerca de ella y evitará que haga tonterías.

Cansado tras aquel enfrentamiento e incluso conmocionado por el suicidio (¿Qué tipo de hombre que realmente mereciese ese nombre se quitaría la vida de aquel modo? ¿Quién querría para sí el status más vil y nimio de entre los espíritus? El suicidio era cosa de ancianos que no habían encontrado la muerte en la guerra de forma honorable tal y como estaba mandado o de mujeres enloquecidas.

Con el rostro ensombrecido por sus propias cavilaciones, escupió a un lado y se apoyó en el carro en silencio aguardando el momento de reanudar su camino.

Ébalo terminó de cantar para ella, comprobando que se le cerraban las heridas y al ver que le agarraba la mano al retirarla de su frente, la miro a los ojos, esta vez de verdad. Su corazón por alguna razón palpitaba desbocado. Hypatía estaba muy cansada y enferma, necesitaba descansar, le ofrece su muslo para que lo use de almohada y luego la cubre para que no coja frio. Envuelve a ambos con el toldo.

Sigo cantando con voz baja mientras le acaricio la cabeza para que coja el sueño una vez la carreta se pone en marcha. Le coloca el pelo detrás de la oreja para poderle ver bien la cara.

- Tu también me gustas Hypatia, eres valiente y fuerte... ojala no fuera un discolo...- niega con la cabeza- pero ahora tienes que descansar, duerme un poco - habla más para él que para ella. Con ella en su regazo, una vez esté durmiendo, cierra los ojos y mientras la mima, reza a su dios para que le de nuevas fuerzas.

Akintos se había confiado, suponiendo a Apandios bajo control bajó la guardia. El acto repentino del hombre por viajar al Hades pasó frente a él mientras su mente se enfoicaba más en lo que decía el general.

Observó como se desangraba, impotente, quizá con cierto temor a ser reprendido. Era otra oportunidad de obtener información que se les escapaba entre los dedos. Quizá Hera se estaba burlando de ellos ahora, como cuando les ofreció una respuesta y nadie fue capaz de articular una pregunta concreta.

-No es verdad... me escondí antes de acabar el combate y mira lo que consiguió la lluvia de ayer... - susurra cuando él comenta sobre su valentía y su fuerza.

A pesar de que su voz incita a dormirse, algo en ella impide que lo haga. Seguro que los frutos de Hera tienen algo que ver en todo eso. Se reincorpora un poco, quedando casi a la altura de sus ojos. Con su mano, acaricia gentilmente la mejilla de Ébalo. Le mira, sonrojada, y se acerca un poco a él con los labios entreabiertos. Carnosos y rojos, incitando a besar.

-Ébalo... - susurra su nombre, como ronroneando - Mis heridas se han curado... gracias a ti... - sus dedos se deslizan por su piel... - Debería compensártelo... siempre cuidas de mí...

Aun si haber escuchado una respuesta de mentor, el líder enemigo extrae una daga pequeña del dobladillo de su túnica y se acuchilla él mismo, en un intento de acabar con su vida. Por la reacción de todos los allí presente ninguno esperaba que hiciese eso, ni siquiera sus compañeros. 

Me deshago de mentor un instante y alza el vuelo y apunto con el arco a uno de los otros dos prisioneros a la cabeza:-Si queréis acompañarle a ver a Caronte, sólo tenéis que moveros. Anda alegra-me el día.-les digo a los dos prisioneros. 

Cubiertos por la tela, en una intimidad del todo inesperada, todavía con sangre y adrenalina de la batalla, Ébalo se siente muy atraído por aquella chica, poco sabe él de los efectos secundarios de esa fruta de Hera y tampoco le importan, pero quieren los dioses, caprichosos, que la siempre dura Hypatia se muestre cercana y atrevida.

No se cantarán grandes canciones sobre la prosa que el espartano utilizó para besar a la hija de Ptolomeo. No correrán ríos de tinta sobre pergaminos descubriendo los versos de amor que hacen a una mujer caiga rendida. No se escuchan palabras mágicas. Nada de eso pasará, porque cuando surge el momento, sobran las canciones, los versos y las palabras.

Ébalo la besa con pasión y sudor, la agarra por la cintura y la atrae hacia él, el sabor de su boca lo inunda y él lo devuelve. El mundo desaparece por un instante al cerrar los ojos. No es el momento, ni el lugar, pero quien es él, un pobre mortal, para contener lo divino. Así que deja que sus manos exploren curiosas, y su boca, se sacie de su droga.

A pesar de su comportamiento, sus labios besan de una forma torpe al principio. Quizá debido a que Ébalo es el primer hombre al que besa. Intenta aprender de Ébalo que, sin duda, ha besado a más mujeres que ella hombres. El algún rincón de su mente casi parece escuchar una vocecita que le dice que eso no es lo correcto, que se arrepentirá cuando todo ese deseo se haya desvanecido... pero la vocecita no consigue llegar a ella con la suficiente fuerza.

Las manos del guerrero dejan sendas de fuego en su piel que se eriza a su paso. Descubre de ella sitios que nadie ha descubierto aun. La piel de sus piernas es suave y tersa. Su cintura se percibe bajo la tela tan estrecha como su vestido deja ver. Y cuando esta por subir un poco más, las manos de Hypatia le detienen.

Deja sus labios unos instantes para tomar fuerzas.

-Ébalo... - susurra su nombre - Mi guerrero espartano... Creo que deberíamos detenernos...

Recobra los sentidos. Se ha dejado llevar por la debilidad y por el efecto del fruto... Aunque quizá ha sido más la vulnerabilidad que estaba sintiendo.

-Si continuamos, nos arrepentiremos... ¿no crees? Seguro que ni siquiera piensas en mí más que en una más de tu lista...

Se pasa las manos por el cabello y se lo arregla. Luego se cubre con el abrigo de lana.

-Lo siento...

Ahora que se siente un poco mejor, quizá sea mejor salir del carro...

- Yo.. er... no.... - no sabe que decir.

Ébalo todavía confuso por las emociones detiene a Hipatia que hace por incorporarse, con todas las cosas que trae Ischyros, no caben los dos en el carro, así que él se baja despacio y ayuda a comodar las cosas en el carro.

Aprovecha para coger la armadura que se ha apropiado para colocársela y hacer los ajustes necesarios, así tiene la cabeza ocupada, no mira a nadie en concreto, se mantiene concentrado en lo que hace y dándole vueltas a lo que ha ocurrido, no sabe si alguien lo ha visto, ha sido muy extraño. El Espartano intenta sin éxito calmarse, pero está sobre exitado y aprieta correas con fuerzas, evitando sobre todo mirar al carro.

Sabía que la fruta que Ifianasa nos había dado provenía de los dioses, pero no esperaba que sus efectos fuesen tan rápidos, las heridas a medio sanar empiezan a cerrarse y el resto parece que tienden a doler menos. Aunque por un momento como ya sintiera en la presencia de Hera una sensación se impone a las demás, sentía la necesidad de cuidar de mi sobrina. Es el mismo segundo en que veo a Ebalo en el carro .... debía hablar con ese muchacho, antes de iniciar cualquier relación debía de haber un consentimiento por parte de sus padres, padre en este caso que sino terminábamos este viaje no viviría.

- Tengo que hablar con ese chico. Musito para mi.

No había mirado a los prisioneros y mucho menos los había registrado, las extrañas palabras del líder bandido me ponen sobre aviso, aunque poco se podía hacer cuando se incrusta la daga en la ingle.

- Los cobardes y suicidas terminan en el Tártaro.

Niego con la cabeza mientras me alejo, poco podía hacer ya así que ayudo al traslado del botín y de los cuerpos. 

Al finalizar el combate el botín se estaba repartiendo, y al ateniense únicamente querían darle la coraza de cuero de mala calidad. Ante la pregunta de Ischyros contestó:

Si otro hombre que esté en vanguardia necesita el casco estoy acuerdo, en caso contrario, no creo que sea útil para gente que esté en la retaguardia, no siempre seremos víctimas de éstas vergonzosas situaciones.

Los hechos continuaban muy rápido, al parecer la paz y la guerra resultaban tan fugaces que la concepción misma del presente resultaba turbia para la mente del ateniense, no sabía en qué momento habrían de transmutar una en otra. Aquello le tenía la mente llena, por lo que estaba ajeno a los eventos en la carreta, más preocupado se encontraba de que alguna otra anomalia del exterior irrumpiera en su camino.

Mientras caminaba el gigante buscaba sanar sus heridas y consumir la semilla otorgada.

Al oír toda la conmoción, y sintiéndose un poco mejor, asoma la cabeza desde el carro para ver que es lo que sucede. Algo tiene que ver con los prisioneros que hayan podido atrapar. Se baja del carro ya que necesita un poco de aire fresco. También descansar, por sus pulmones, pero ahora se siente un poco más recuperada gracias al espartano y su vínculo con Apolo. 

Se acerca a Dareios, que es quien está más cerca. Tampoco quiere importunar a los guerreros y lo que estén haciendo. Parece que intentando conseguir información. Apoya una mano en el hombro de su hermano.

-Hermano, ¿qué sucede?

Las palabras de Talios son ciertas y estoy de acuerdo. Los cascos los repartí para dos en vanguardia y el único que no está en vanguardia de ellos es Anatolius, hermano del gigante, por lo que supongo que no desea cederlo a aunque el arquero sea de su propia sangre.

Aceptando sus palabras y sin desconocer la justicia de su reclamo, tomo los tres cascos y los sorteo, uno por uno, murmurando solo para mí el imbatible sistema de elección:

 - "Cape-nane-tene-tú-sa-lis-te-tú-en-el-nom-bre-de-Ze-us-y-la-ma-dre-He-ra."

Hago mentalmente el sorteo para cada objeto, para que solo sea el azar, la voluntad de los dioses, el que decida quienes han de quedarse con el equipo en cuestión. Finalmente tengo quienes se los deben quedar y les entrego los objetos como corresponde.

El grupo charlaba tras el cruento combate y se ponía de acuerdo mientras Ischyros recogía las armas y el general Spyridon lidiaba con uno de los prisioneros. Algunos descansaban y atendían sus heridas, como era el caso del gigante ateniense. Otros escuchaban el canto que cortésmente Ebalo le profesaba a la joven y bella Hypatia quien descansaba en la carreta; era prácticamente imposible no ser consciente de aquel canto, pues de cierto modo, la melodía provenía del mismo Apolo.

Entonces, tal como si la puñalada de la primera emboscada no hubiese sido lo suficiente dolorosa o no hubiese penetrado lo suficiente, el grupo volvió a ser sorprendido de forma ingenua. Y es que, dejando al jefe de los mercenarios como prisionero en completa libertad salvo por la presencia de Spyridon y Anatolius, este había tenido éxito en su intento de suicidio; a un a pesar de la rápida reacción del viejo general misceno. Gracias al acto de este ultimo, la daga no había penetrado del todo, y sin embargo, el mercenario ya se retorcía de dolor, lastimándose aun mas el mismo. Señal innegable de que el arma estaba envenenada.

Las palabras del general se perdieron en el viento, el mercenario sufría demasiado y por sus gestos, parecía tener intenciones de arrancarse la pierna con sus propias manos debido al dolor. Si querían que este les escuchase, tendrían que gritarle al oído. En cualquier caso, no era claro si aquel hombre iba a morir, de momento, solo parecía que la herida le quemaba la pierda, como si tuviese una braza al rojo vivo clavada en la ingle; por lo que la peor amenaza era que en su locura se matase el mismo o que se mordiese la lengua producto de los espasmos de dolor que sentía.

Fue entonces, en medio de la confusión que Ebalo hizo aparición de nuevo un tanto nervioso y con cierto aire extraño en su mirar y caminar. No era claro si alguien había visto lo que había sucedido, y si así era, no era claro lo que habría de suceder entonces, aunque quizá eso poco le importaba a espartano, su corazón latía fuerte. Y en la lejanía con el cielo despejado, el viento empezaba a soplar con algo de fuerza, mientras las hojas en el suelo revoloteaban. Por algún motivo, aquel breve momento parecía ser mas tenso que el mismo combate que habían enfrentado.

Ifianasa se acerca a ti con cierto temor, los gritos de aquel hombre la perturban y su rostro parece desencajado, como si algo hubiese pasado, como si en algo hubiese fallado ella. Tal parece que incluso podría llorar, lo cual es raro en la dura sacerdotisa que es ella.

-Hypatia- te dice con una vos entrecortada, -tu hermana, deberías acudir a ella pronto. Te necesita-. Es entonces cuando vez salir a Ebalo del toldo de la carreta, donde se supone tu hermana reposa debido a su enfermedad y las heridas de la batalla.