Partida Rol por web

El grupo se reunió en el jardín a las afueras del edificio donde habitaban, portando las mejores prendas que pudieron conseguir, algunos llevaban trajes ceremoniales y otros armaduras ceremoniales, incluso Ifianasa había arreglado sus ropas con vestimentas que le hacían resaltar de gran manera. Estaban listos para enfrentar aquel encuentro, que de cierta forma representaba una nueva batalla, una que al menos no sería mortal, o eso esperaban.

Fueron de nuevo escoltados por un pequeño grupo de soldados Dorios, quienes ahora mostraban una mejor apariencia en sus vestimentas, en general seguían portando sus armaduras, pero la tela de las ropas que vestían era claramente mas fina y las armaduras o eran nuevas o estaban finamente pulidas, tanto que los escudos reflejaban con intensidad los ya pocos rayos del sol que aun se mostraban entre las sombras del ocaso. A la par de que todos se encontraban bien aseados y peinados con una bella trenza con tela rojo escarlata. El camino que recorrieron era ya conocido y simplemente los llevaba por la gran puerta del palacio del rey, directamente al gran salón.

Allí, el rey, quien se encontraba de pie ante toda la nobleza Doria de la región, incluidos lideres militares, hablaba a su gente enalteciendo la celebración que estaba iniciando, y que ante la llegada de los héroes, dirigió sus palabras hacia ellos.

– Aquí están los héroes de Asine, que no se diga más que son micenos, pues sus actos han salvado a esta gran ciudad y han permitido que su lejano origen sea olvidado. Hoy son uno de nosotros, un ciudadano de Asine. Gloria a los héroes de Asine, que con su valor, su entrega y sus fuerzas vencieron en batalla singular a la gran bestia Carakginius, a quien ni siquiera el todo poderoso Poseidon pudo defender. ¡Gloria, Gloria! – gritó el rey a los nobles, quienes se unieron a él en exclamaciones de jubilo.

Los héroes fueron conducidos en medio de aplausos y vitoreos de los nobles hasta un lugar cerca del trono del rey, sobre el cual se habría de sentar este mismo, y en donde ya se encontraban las princesas. De nuevo, Melani estaba a la derecha, Haidee a la izquierda y Ava a los pies de su padre, muy cerca de los asientos que estaban reservados para los doce héroes. Ya antes habían recibido exclamaciones por sus actos, pero nunca de la nobleza, pues incluso en la mañana de aquel día, cuando los héroes vencieran a aquella bestia de los mares, los nobles habían sido un tanto apáticos. Y mientras tanto, un gran toro fue introducido al salón, el cual habría de ser sacrificado, dando así inicio a aquellos días de festejo.

El momento ha llegado y se encuentran, de pronto, ante nobles e invitados, todos vitoreando su hazaña heroica. Camina con la cabeza alta, pero sin mostrar soberbia. Aunque ella sea, quizá, la que menos ha hecho en esa batalla pues no se ha encarado directamente con el Carakginius. Así pues, deja el protagonismo a quienes realmente son merecedores de esos vítores y halagos. A aquellos que han enfrentado y sufrido físicamente los ataques del monstruo marino. 

Una vez junto a los asientos que se les han asignado, se mantiene junto al que cree que es el suyo, el más alejado del Rey y las Princesas, dejando que los generales y los guerreros ocupen los más cercanos al Rey. La verdad, es que no sabe como comportarse en ese tipo de eventos y el protocolo que se debe seguir. Así que hace uso de su lógica para actuar como debería.

Spyridon totalmente restablecido y descansado siguió a la comitiva para recibir los honores que se habían ganado. Como buen guerrero sabía el coste que solían llevar dichos banquetes, pero en este caso todos habían sobrevivido por lo que el general estaba doblemente contento.

Necesitaban un poco de descanso y... ¿por qué no? algo de atención y lujo... la recompensa del guerrero.

Dejó que Ebalo encabezara la marcha ya que era el héroe del pueblo y además, posiblemente era el que más iba a disfrutar de los elogios. La única preocupación del general era buscar el momento para volver a presentar ante el rey la petición de su propio monarca, pero de momento se centró en las celebraciones.

Atreo siguió a sus hermanos y amigos hasta la sala del banquete, donde decenas de personas les estaban esperando con sus mejores galas para aclamarles inducidos por el Rey de Asine. Pronto el discurso del Rey inundó la sala, haciendo que todos los presentes se enardecieran de tal forma que pronto un corro de aplausos y vítores les rodeó, saturando sus sentidos.

El joven Atreo no supo muy bien cómo reaccionar, pero asintió varias veces ante las aclamaciones y felicitaciones, buscando algún sitio donde esconderse de todo ésto. - ¿Será posible que me encuentre más cómodo delante del terrible Carakginius que aquí rodeado de éstos nobles? - pensó abriendo y cerrando los puños. Pronto su hermana le enseñó el camino y se sentó en la mesa lo más cercano que pudo a la Princesa Ava sin ocupar los puestos más cercanos al Rey, por deferencia a sus superiores.

La miró y suspiró suavemente, sonriendo a la joven muchacha. - ¿Se vendrá con nosotros al final? Ojalá... -

El ateniense estaba disfrutando de lo lindo con todo aquel jolgorio, sin duda se merecían todas las recompensas posibles tras la titánica tarea que habían realizado. Así pues, Talios desfiló con la mayor altanería posible, respondiendo a los vítores con saludos a la multitud; el mejor que nadie sabía que iba a pasar mucho antes de que pudieran disfrutar de otra celebración así, si es que llegaban a verla, claro.

Es por ello, que a la hora de sentarse no tomó uno de los sitios más cercanos al monarca, pues sabía que sus compañeros micenos tomarían esos asientos para discutir con el rey sobre su cometido, asunto que el jonio prefería delegar en personas más hábiles para las palabras, como su hermano, junto al cual pensaba sentarse.

Tras pedir a los sastres de la princesa Haidee que trajeran tela azul de Atenas para confeccionar una capa para mi y mi hermano, añadí un poco de agua en un cuenco y le ofrecí de beber a Mentor:-Sé que es poco agradecimiento por tu consejo antes de nuestra batalla contra Carakginius pero es un comienzo.-le dije acercándole el cuenco:-Me gustaría que vinieras conmigo al banquete de esta noche y celebrar con nosotros esta victoria.-dije tras apoyarme en el alféizar de la ventana en la que se encontraba Mentor.

Me preparé para el banquete, abroché los cierres de la coraza ceremonial, coloqué y abroché las hombreras y la falda de tiras de cuero y tela estaba en su sitio. Dado que no podíamos llevar armas abrochó el cinto sin ninguna funda. Los sastres llegaron a nuestro aposento con las capas azules para que las vistiéramos en el banquete. Me até la mía al alrededor de los hombros y el broche de Atenas a un lado del cuello. La extendí de un golpe para dejar ver todo su esplendor y le pedí a Mentor que se posara en mi hombro para ir al banquete.

Un grupo de soldados dorios nos escoltó ante el banquete y pronto nos vimos rodeados de nobleza doria. Con Mentor sobre mi hombro caminamos hasta el lugar donde estaba el Rey Karsten y sus hijas. Noté cómo el búho de los dioses se agitaba ante la presencia de tanta gente:-Tranquilo amigo mío, siéntete libre de extender tus alas y alzar el vuelo cuando lo desees.-le dije entre susurros al Consejero de Atenea.

Vestido con las ropas que nos prestan, revestido con la armadura ceremonial, y llevando la capa que nuestros amables anfitriones nos han proporcionado, cierro la comitiva de los "héroes de Ansine". Al igual que nosotros, las gentes se han engalanado para recibirnos, los soldados han pulido y abrillantado sus armas y armaduras, la ciudad parece ahora menos opresiva, que lo que había sido en nuestra salida matutina.  

Mantengo el gesto adusto a nuestro paso, no habíamos combatido como héroes de la ciudad, sino como presos con la única opción de vencer o morir, no tenía sentido cambiar de parecer ahora, que habíamos vencido al destino. El rey nos alaba con sus palabras, y los nobles aplauden nuestros actos, ... pero estaba seguro, que esto se volvería contra nosotros ... , sin darnos oportunidad de hablar, cosa que agradecía en sobre manera, somos conducidos al lugar donde se llevaría acabo el festín.

Los asientos son ocupados, los diferentes estratos están conformados tanto en la posición a la mesa, como en los atuendos portados. Era de esperar, que Ebalo ocupase la diestra del rey como héroe y comandante nominal de la victoriosa tropa, y Spyridon la siniestra, como representante de Micenas. Sin tener claro la posición a ocupar, espero que el resto de la comitiva tome asiento, antes de hacerlo yo mismo.

Ebalo disfrutaba mucho con todo esto y tras colocarse sus ropajes de forma estratégica, de modo que se le vieran el mayor número de cicatrices posibles, pues aunque entre guerreros esto no significa nada, el pueblo necesita aferrarse a cosas que entiendan y sean simples. Como hace poco había podido disfrutar con algunas esclavas que se divirtieron tocándolas.

A Theron le dijo que no se preocupase, pues aunque no era hombre de echarse atrás ante nada, un discurso frente a un rey puede resultar intimidante, sobre todo cuando no se poseía la poca vergüenza que tenía el espartano, así que le aseguró que estaría al lado de él para apoyarle en todo momento.

Cuando se cruzó con Atreo le entrega un regalo que tenía atesorado como recuerdo de un "amigo" caído, le obsequió con una de las tres plumas del increíble grifo que guardó tras el combate en el templo de Apolo. Era una gran pluma de color azul intenso, a todas luces de un tamaño poco usual. Había sido testigo del interés de la princesa en su compañero y quizás un presente como este, con una gran historia detrás, haga que ella tenga en mejor estima a nuestro arquero favorito.

También terminó los preparativos usando uno de los Odres de vino que tenía en su habitación y troceando la Fruta de Hera que le quedaba. Con una risas malignas imposible de controlar, de espaldas al general para que no lo abroncara, dejó la fruta macerando dentro del vino y se lo cruzó sobre la espalda, seguro que le daría buen uso. Se imaginaba a Hera con los brazos cruzados mirándolo y con cara de enfado, pero disimulando una sonrisa.

Ya llegando, fue caminando despacio, no tanto para parecer que tengo una atrofia, pero sin prisas, mejor dicho. Es nuestro baño de multitudes y puede que sea el último para muchos de nosotros, pues no todos tienen la Magnificencia del Dorio. Al llegar soy el primero en arrodillarme por todos, hincando una rodilla y con la cabeza bien alta.

-No somos dignos de tantos elogios, mi rey- aunque realmente si pensaba que eran dignos- sólo cumplimos con nuestro deber y la ley.

Y hasta aquí llega mi papel de "general", ahora pienso divertirme el resto de la noche, que gente más seria se encargue de los pormenores de la misión.

El camino hasta donde el Rey, las princesas y la nobleza de Asine nos esperan es incómodo para mí pues no estoy acostumbrado a este tipo de atención. Escuchar las palabras del regente donde no solo nos elogian sino que nos aceptan como parte de Asine e invitando a olvidar que somos pertenecientes de Micenas.

"Yo jamás olvidaré de donde provengo ni que es mi padre el que se pudre en una mazmorra mientras nosotros recibimos elogios."

Mi semblante es severo pues mi deber no es algo que pueda ser dejado de lado. No por mí, por lo menos. He pasado toda mi vida intentando ser un orgullo para mi padre. He intentado, con cada uno de mis actos y omisiones, demostrarle a Ptolomeo que no se equivocó al engendrarme aun fuera del matrimonio. Soy un bastardo, lo fui en mi concepción y lo seré hasta el día de mi muerte, pero intento a diario que mis actos demuestren que me gano mi espacio a pulso y que mi valor no está definido por esa palabra que usan para denominarme sino por mis actos, que no puedan ser negados por hombres ni dioses.

Veo al Rey Karsten y mantengo un semblante serio, signo de respeto y de formalidad. Ebalo contesta con falsa modestia pero asiento pues es lo que nos gustaría transmitir. Hemos sido nombrados héroes pero no hemos hecho más que superar el juicio injusto que el rey puso sobre nosotros. Le hemos demostrado, dioses mediante, que somos dignos de ser oídos y que no merecemos morir en sus mazmorras como tenía intención de hacernos sufrir.

Mantengo silencio y un porte orgulloso, esperando a que llegue el momento de hablar, mientras mi mirada se desvía ligeramente hacia la princesa Haydee y luego a la princesa Melani. Ambas son muy similares, pero solo una de ellas es requerida por el rey de Micenas. Una debe acompañarnos pues es la única forma de que mi padre vuelva a ser libre.

Los nobles ocuparon sus asientos o posiciones, al igual que la alta jerarquía militar de Asine, los héroes de Micenas, ahora nombrados como héroes de Asine habían también ocupado su posición, con Ebalo muy cerca del rey, y estrategicamente muy cerca de la princesa Haidee. Quizá lo lógico habría sido ocupar la posición a la derecha con más renombre, pero aquello lo ubicaría con una barrera natural para comunicarse con el rey, la antipática princesa Haidee.

La entrada de los héroes fue muy vitoreada, aunque ninguno resalto más que otros, salvo quizá Ebalo, por el hecho de ser Dorio, y algo lejos en segundo lugar Ifianasa, la sacerdotisa de Hera y Talios, solo por su descomunal tamaño. El Dorio incluso tenía sus propios planes para con aquel festejo, aunque no era claro el destino que habría de tener todo aquello, incluso en los días posteriores. Otro que también resalto fue el jonio Anatolius, y no por el mismo sino por la presencia de su búho, el cual era muy peculiar y parecía observar fijamente a las personas que le rodeaban, causando una cierta incomodidad y curiosidad en todos ellos. Más aun cuando al sentarse el jonio, el ave parecía hablarle mediante sus cantos.

Ebalo fue el primero en inclinarse ante el rey, y quizá el único que lo hiciera con tanta pasión entre los héroes. Sus palabras fueron bien recibidas por la nobleza, y el mismo rey le devolvió las palabras resaltando sus actos y la alegría de tenerlos con ellos.

– Los dioses se gozan esta noche sin duda. Pues hemos mostrado nuestra templanza ante la adversidad, hemos derrotado la melaza que ahonda en las anchuras del mundo. Hay gozo en el Olimpo sin duda, pues la sangre de los dorios ha mostrado su valor y su orgullo. Ninguna tempestad nos derrumbara, ninguna calamidad nos derrotará, por que somos dorios, y nosotros no nos inclinamos ante otros, aun cuando fuese una bestia de los mares – inicio el rey tras ponerse de pie de nuevo y hablar a la audiencia allí reunida, la cual le aclamaba a gritos a casi cada palabra que pronunciaba.

– Asine se ha alzado en gloria y la historia que hoy a acontecido, se desarrollará por la eternidad en muchas obras que harán de esta historia un mito, por las eternidades, una leyenda. Los vientos soplan hoy a nuestro favor, y nuestras hazañas ya se narran en los lejanos confines del mundo, no hay mayor epopella en la historia de toda la Argolida que la legendaria batalla en las costas de Asine, donde los héroes de Asine derrotaron a la temible bestia Carakginius. No la hay incluso en toda la Helade –. Las palabras del rey de Asine se prolongaron por mucho tiempo, hablando siempre del poder de los dorios y en especial de Asine, pero en sus palabras nunca mencionó a Micenas, casi indicando que no pensaba dar crédito a la sangre micena en todo aquello.

Tras sus palabras llegó un sacerdote, el sumo sacerdote del templo a Poseidon, un hombre encorvado y viejo que había perdido la vista de su ojo derecho. Tras el gran toro que habían traído momentos antes fue llevado hasta el centro de todo, y allí, aquel anciano levantó una plegaría los dioses, especialmente a Poseidon para que escucharan sus deseos y fuesen con ellos misericordiosos. Un joven guerrero dorio llevó hasta el sacerdote una gran vasija adornada bellamente, cuyo contenido fue derramando por sobre los cuernos de la formidable bestia, la cual estando atada firmemente y siendo sostenida por fuerte guerreros, no podía detener lo que estaba por acontecer. El liquido escurrió por sus cuernos hasta llegar a su vientre y de allí al suelo. Se trataba de un aceite, probablemente de olivo, el cual a su vez estaba mezclado con polvo de oro, lo que le daba una tonalidad dorada sumamente brillante. Dicho líquido fue entonces derramado sobre el lomo del toro hasta llegar a su cola.

Dos jovenes sacerdotisas se acercaron al lugar vestidas solo con una fina túnica y sobre sus cuerpos fue derramado un fino vino de olor penetrante. Estás a su vez llevaban flores, adornos y cebada tostada. Los adornos fueron colados sobre la bestia al tiempo que dos jóvenes guerreros se acercaban al sumo sacerdote, el primero de ellos llevaba un hacha de bronce y oro, mientras que el segundo portaba una bella vasija de gran anchura sobre la cual habría de ser derramada la sangre del animal. Las doncellas iniciaron entonces las abluciones y el esparcimiento de la cebada.

Fue en ese momento cuando el joven con el hacha de bronce y oro segó los tendones del cuello del gran toro debilitandole. En ese momento la audiencia exclamó a gritos, de forma casi gutural, enalteciendo el momento y mostrando su devoción y compromiso con el sacrificio. Solo entonces el sacerdote de Poseidon sacó de entre sus vestiduras un cuchillo para rituales, con el cual degolló a la bestia en un fino y ágil tajo.

Después de que la oscura sangre le salió a chorros y el aliento abandonó sus huesos, lo descuartizaron enseguida, le cortaron las piernas según el rito, las cubrieron con grasa por ambos lados, haciéndolo en dos capas y pusieron sobre ellas la carne cruda. Entonces el anciano sacerdote las quemó sobre la leña preparada con antelación y por encima vertió rojo vino mientras los jóvenes guerreros cerca de él sostenían en sus manos tenedores de tres puntas, a representación del tridente de Poseidon. Después de que las piernas se habían consumido por completo y que habían gustado las entrañas cortaron el resto en pequeños trozos, los ensartaron y los asaron sosteniendo los puntiagudos tenedores en sus manos.

Esto duró cerca de una hora, y hubo cánticos rituales en todo momento. Luego que la parte superior de la carne estuvo asada, la sacaron y se sentaron a comer, y unas jóvenes nobles de gran belleza se levantaron para escanciar el vino en copas de oro. Así, acercaron comida a todos los presentes, presentado el corazón asado del toro al rey Karsten, el cual lo devoró al instante. Y así dio por concluido aquel ritual, el más importante de todos, pero solo el primero de muchos.

Una vez el ritual concluyó por completo, el rey se puso de pie de nuevo y con una corta serie de palabras agradeció a los dioses por haber recibido su tributo. A su vez, dio indicaciones para que todos los presentes pasaran al patio interior del palacio, donde habrían de llevarse los festejos en aquella y todas las noches siguientes.

Fue en aquel momento, mientras el rey y los nobles a su alrededor se retiraban, que la princesa Melani, hija y mano derecha del rey Karsten se acercó a ellos. Su rostro ya no mostraba odio, o al menos no en la intensidad que vieran el día anterior, no obstante, la tristeza y oscuridad en su rostro seguían allí, siendo una característica clara de su personalidad.

-  El rey me ha ordenado que les oriente respecto a las actividades que sucederán en estos días próximos, y el los cuales ustedes habrán de ser protagonistas. Por tanto, no pueden faltar a ellos y aparte tendrán deberes que cumplir, a los cuales espera mi padre, no fallen – las personas en los alrededores ya habían desocupado sus asientos y platicaban con cierta seriedad formal mientras muchos ya tomaban un pasillo lateral para acceder al lugar de los festejos.

- Cada noche se realizará un festejo como al que ahora asistiremos, aproximadamente al mismo momento del día. No deben faltar a ellos, y deben permanecer hasta ya muy entrada la noche, más allá de la media noche, y preferentemente deben hacerlo después de que el rey se retire.

Todos los días se realizarán tres rituales, uno al despuntar el sol, otro cuando el sol esté en su punto más alto y uno final al caer el sol, tal como se ha realizado ahora. No pueden faltar a ninguno ni llegar tarde a ninguno, pues todos serán elevados a los dioses, para enaltecer su victoria, para agradecer a los dioses por su apoyo y para solicitar su misericordia, especialmente a Poseidón.

Habrá banquetes tras los rituales de la mañana y del medio día, a estos pueden no asistir, y en su caso, podrán comer en sus habitaciones. Finalmente, el rey anunciará en la cena que está por realizarse, que se llevaran a cabo juegos dedicados a los dioses. El rey desea que participe cada uno en al menos una prueba, también para honra a los dioses -.

La princesa, que se había sentado junto a ellos, ahora se ponía de pie mientras observaba como ya la mayoría de los presentes habían abandonado aquellas instalaciones, incluyendo al rey y las otras princesas. -Antes de partir, quisiera agradecerles por lo que han hecho hoy. Estoy en deuda con ustedes-. La princesa no dio lugar a explicaciones ni preguntas, y escoltada por dos de sus guardias personales se marchó al festejo.

El jonio contemplaba abstraído toda aquella ceremonia, que si bien parecía muy elaborada, nunca había sido muy fanático de los rituales, por lo que se limitó a esperar y a intentar que no se notara su desconocimiento de lo que allí realizaban. Por otro lado, escuchó las petulantes palabras del rey, que parecía olvidar el denigrante trato que sufrieron al llegar a su ciudad, y que por si fuera poco, no pensaba ni pedir disculpas por el mismo, algo que teniendo en cuenta su posición, era fácil adivinar.

Por último, una de las princesas vino a notificarles sus "deberes", pues parecía que no tenían suficiente con haber salvado miles de vidas donde todos ellos habían fracasado. Así pues, y asegurándose de que disfrutaban de cierta privacidad, se giró a sus compañeros y les dijo:

-Creo que todos los aquí presentes recordamos las palabras de la diosa, tenemos que partir cuanto antes, no podemos demorarnos con celebraciones, si alguien va a presentar el tema del matrimonio concertado, será mejor que lo haga lo antes posible; no obstante, si alguien al igual que yo piensa que merecemos personalmente una recompensa, quizás debamos pedirle al rey algunas armas o armaduras nuevas que suplan a las nuestras -dijo esperando cierta complicidad de sus compañeros, pues aquel pueblo le debía mínimamente eso- quizás quieran guardar nuestras viejas armas a modo de reliquias y se avengan a tal generoso ofrecimiento -concluyo dando alguna idea a aquel que quisiera plantear dicha petición, y en caso de no haber nadie, la haría él mismo por muy rudo con las palabras que pudiera resultar...

Durante el tiempo que duro el ritual estuve contemplado aquella escena, no tenian ni idea de que la ira de Poseidon caeria sobre todos nosotros. El toro qie utilizaron para el ritual era un buen ejemplar, fuerte y con mucha vitalidad. Inutilmente derrochadas en aquél ritual. Deje que el tiempo fluyera y que la noche acabara. Intercambie algunas palabras con algunos nobles que vinieron a hablar, con absoluta indiferencia pero manteniendo el protocolo. Una vez acabó la noche y el ritual, la princesa Melani se acercó a nosotros a explicarnos el protocolo y nuestros "deberes". Cuando hubo terminado nos quedamos unos instantes alli reunidos y mi hermano rompio el silencio. .-Razón no te falta hermano. Nuestra misión tiene prioridad y, siendo un poco avariciosos, nos merecemos una recompensa. Secundo la idea de mi hermano.- comente a nuestros amigos y le indique a Mentor que diera un vuelo y se relajara.

Como bien sabíamos, para el rey no éramos mas que meras comparsas que habían acompañado al "héroe" Ebalo, en la victoria sobre Carakginius. Tendría que ser cosa nuestra, demostrar que no solo los dorios habían combatido contra la sagrada bestia de los mares, pero al mismo tiempo debíamos medir nuestras palabras para no parecer una amenaza. Los sacrificios terminan, con mas sangre derramada para apaciguar a los dioses, no era suficiente la nuestra para lograr el perdón.

Cuando los nobles y el rey se retiran, la princesa nos explica lo que se espera de nosotros durante estos días. Cada cual tenía su razón para seguir en la ciudad y en los banquetes en nuestro honor.

- Debemos tener cuidado con nuestras peticiones, Talios, por muy héroes que seamos ... niego con la cabeza, mientras pongo cara de desagrado ... no somos reconocidos como tales por el rey, en su caso solo Ebalo. Me encojo de hombros. - Aun así, bien sois libres de exigir una recompensa. Miro a Spyridon, sonriendo. -Ebalo, me a proporcionado un discurso para atraer la atención del pueblo dorio, pero general esta en su mano que lo use.

Habiendo escuchado los consejos de la princesa, sobre nuestros deberes como invitados principales del rey, estaba claro que aunque no viésemos a los barrotes, estábamos encerrados.

- No creo que pongan problemas para que nos movamos por la ciudad, pero no creo que faltar a un evento sea asequible para nuestra estancia aquí.  Señalo a los atenienses. - Como han remarcado, debemos buscar una salida de la ciudad, debemos visitarla para saber como salir de ella, tanto por tierra como por mar.

.-Sabias palabras General.-dije ante la contestación de Theron:-Tras realizar el ritual de la mañana, algunos podremos ausentarnos del banquete. Me presento voluntario para hacer una visita a la ciudad, conocer sus entresijos y encontrar una forma de salir.-dije dando un paso al frente y llevando el puño al pecho.  

La ceremonia fue impactante para el cazador, hecha con todo el pompo y boato del que un Rey podía presumir, y allí en Asine aquello era mucho. A pesar de todo, aquello se le hizo en cierta medida largo y tedioso, sobretodo porque la ceremonia iba dirigida a Poseidón, aquel que les iba a dar para el pelo en cuanto pusieran un pie en el mar, en lugar de a su deidad favorita, Artemisa. A pesar de las palabras que Atreo le había dirigido a la Diosa Oscura en las celdas, su corazón estaba con Artemisa, sí o sí.

Atreo secundó la propuesta de Talios, pensando en conseguir una armadura completa de cuero que le protegiera pero que no le impidiera los libres y ágiles movimientos a los que él estaba acostumbrado, y un arco de batalla de buena manufactura no estaría de más y flechas....muchas flechas de buena punta.

Se ofreció a salir con Anatolius, prefería eso a estar encerrado en el Palacio.

- Yo iré contigo, Anatolius. -

Mi expresión durante las palabras del Rey fue de un muy claro desagrado. No me gustaba el matiz que le daba al hecho de que fueron los "héroes de Asine" los que vencieron y que fue la "sangre doria" la que se impuso a la adversidad. Solo uno del grupo tiene es dorio y no recuerdo que haya sido el que más sangró.

Pero me contuve, más que nada pues no quería atraer más atención de la estrictamente necesaria antes deque el grupo pudiese hablar de lo que se nos viene en el futuro. Es un momento de muchas interrogantes y causar mayor animadversión de la que tenemos actualmente es algo muy poco recomendable.

Observo el rito con el toro sin ninguna expresión en mi rostro. Sé que el rito es necesario para intentar apaciguar la ira de los dioses, especialmente la de Poseidon. Le miré con atención, sin perder ningún detalle pero no me emocionó con esos asuntos. Es Ifianasa la sacerdotisa y a mí nunca me han interesado demasiado esos asuntos. Creo en Zeus padre y le sigo con devoción, pero los detalles de su credo no es algo de mi interés.

Guardo sepulcral silencio mientras la celebración continúa. Incluso, cuando la princesa Melani nos habla, apenas le correspondo con la mirada. Solo cuando se ha ido y el resto comienza a hablar, le respondo al grupo:

 - "Juro por Zeus y todo el Olimpo que la próxima vez que se llene la boca con la gesta de los Dorios, le dejaré en claro a todo su pueblo que fueron héroes de Micenas, Atenas y un dorio quienes derrotaron a Carakginius. No dejaré que la sangre de Ptolomeo sea ignorada por un cobarde que obtuvo su victoria por espadas extranjeras."

Entonces hablan de estar en las celebraciones y la importancia de conocer la ciudad y los recursos que podamos obtener de ella, así como del rey a modo de justa recompensa. Brindo mi opinión del asunto:

 - "Si me quiere dar una espada o una armadura, feliz las recibiré, pero no me arrodillaré ante él por baratijas."

Miro a Anatolius y Atreo antes de contestarles:

 - "Yo iré con ustedes también. Necesito algo de aire fresco después de tanto encierro."

La verdad es que me gusta moverme por las ciudades. Creo que siempre he tenido un don de averiguar cosas y creo que este es un momento útil para ello. Si podemos aprender algo de esta ciudad, podremos tener un plan de contingencia decente por si las negociaciones con Karsten fallan. Sigo pensando que jamás nos dará a una de sus hijas y, después de todo lo vivido acá, creo que para él dejarnos con vida como "héroes", prisioneros en Asine es suficiente premio por nuestra victoria. Yo no me conformaré con eso.

[Pjtanizado]

- La ira y la necesidad no deben ser nuestra bandera – dijo Lykaios tras las palabras de Ischyros, -no venimos aquí a pavonearnos como héroes micenos ni a enaltecer a la sangre de nuestro padre- continuó poniendo énfasis en la palabra “nuestro”, como una clara indirecta para el bastardo del grupo.

Esas fueron sus únicas palabras pronunciadas a viva voz, como las de la mayoría de sus compañeros, las siguientes fueron solo pronunciadas para su grupo de compañeros, en un tono que era claramente audible para ellos, pero que dificultaría el entendimiento a aquellos que intentasen escucharles a la distancia.

- Hera nos ha indicado la importancia de los tiempos, pero también del éxito de nuestra misión. Centrarnos en solo una parte de los hechos, puede llevarnos al fracaso- dijo mirando al gigantesco ateniense Talios.

- Desde mi perspectiva, tenemos actualmente tres opciones, marcharnos sin nada, seguirle el juego al rey e intentar concertar este matrimonio por la vía diplomática o bien robarnos a la princesa y escapar sin ser vistos – al menos para Lykaios, quien sentía que su conocimiento estaba por encima de todos, salvo quizá de la sacerdotisa, tenía plena fe en cual de aquellas opciones era la más adecuada, aunque sabía también que sus opciones dependían de la marea de los acontecimientos y que por ello, habrían de cambiar con ellos.

- Cualquiera de aquellas opciones requerirá de planificación y en ningún caso deberíamos actuar con premura o bien con necedad. De momento es mejor seguirle el juego al rey, por humillados que puedan sentirse; una vez tengamos claro que haremos, solo tendremos que esperar el momento justo para llevarlo a cabo- puntualizó sin dejar en claro que opción le parecía mejor a él, probablemente esperes de que otro plantease sus planes, o bien lo hiciesen los generales.

Empezaban ya a quedarse muy solos y seguramente el rey se impacientaría ante su ausencia, o bien llamarían demasiado la atención con su llegada. La sacerdotisa de Hera no solo tenía claro todo ello, si no también el importante hecho de que, así como había dicho Lykaios, el rey jugaba un juego, pero lo que Lykaios no decía, o bien no sabía, era que ellos eran parte de ese juego y que, de un modo u otro, estaban no solo obligados a jugarlo, sino destinados a hacerlo. El rey de Asine era realmente parte de un juego mayor al que apenas empezaban a conocer.

De las palabras de Lykaios, podría haber dicho mucho, pero bien sabía que las suyas propias estarían movidas por el amor y no por la justicia. Por ello las omitió por completo casi como si hubiesen sido pronunciadas sin intención alguna. -Huir no podemos, pues muchos no habremos de hacerlo- dijo la sacerdotisa en voz baja, casi como una oración secreta.

-Robar a la princesa puede llevarnos a una guerra. Al menos, mientras allá esperanza, debemos seguir el plan original. No debemos contrariar al rey entonces, seamos los héroes que el desea e intentemos obtener toda la información que necesitemos. Y no olvidemos que, si bien el rey de Micenas puede ser algo tonto, Zorba, su consejero, no lo es. No podemos llevar a la pequeña Ava con nosotros y hacerla pasar por la bella y alegre princesa Haidee. Incluso sería difícil si lo intentásemos con su triste y poco amigable hermana gemela- la sacerdotisa detuvo en ese momento sus palabras, un heraldo del rey había llegado buscándoles.

-El rey solicita su pronta compañía. La cena está por empezar- les señaló sin dejar su posición a la espera de que los héroes se pusiesen en marcha junto a él.