Partida Rol por web

Mis ojos no paran de moverse en sus cuencas. Veo como los planes se comienzan a realizar pero, de pronto, cosas comienzan a salir mal. Dareios está siendo observado en demasía y, para colmo, Atreo es descubierto. Veo como las tropas se movilizan y siento la desesperación de saber que mi hermano puede ser atrapado.

Intento salir corriendo a ayudarle, matar a toda la puta Asine si es necesario para proteger a mi familia, pero los generales me detienen con gran sabiduría pues planeamos algo y debo dejarlo.

"Debo confiar en sus capacidades. Sabrá salir de ello."

Entonces, con el fuego encendido, sé que es la señal para salir. Miro a Spyridon y a mi tío y les hablo:

 - "Es hora de salir, pero si avanzamos directo hacia el trirreme, nos detendrán y no seremos de ayuda. No podemos dejar abandonado al resto. Debemos salvar a Dareios y a Atreo."

Akintos y Talios son más que capaces de llegar al barco por mar, pero me complica que el resto no sea capaz de sacarse de encima a los dorios. Me ajusto el casco de guardia dorio para salir junto con los generales y ver qué podemos hacer, cuando decidan un plan de contingencia.

Finalmente consigo hacerme con un par de espadas cortas en mal estado por lo que el disfraz está completo. Una vez repasado el plan partimos primero al ser los que vamos directos hacia el trimerre de la princesa. Atravesar los muelles no resulta muy difícil a pesar de los movimientos de los guardias pero llegamos a la guarnición de doce hombres que custodian los barcos. 

Todos estábamos nerviosos por lo que estábamos haciendo pero al parecer los nervios de Hypatia pudieron con ella, y dejó caer el saco con las piezas de equipo de todos, incluidas las mías. Todos palidecemos pero es Ifianasa, actuando como noble que se mete de lleno en su papel y abofetea a la joven y le ordena recoger lo que había caído, mientras que Arsenio consigue convencer a los guardias para que nos dejen pasar, pronunciando el nombre de la princesa Melani. A pesar del tropiezo llegamos al trimerre y conseguir una relativa seguridad. Les pido a Arsenio y Cirenio que vigilen a la guarnición por que me parece que no los hemos terminado de convencer:-Mientras vigilan, Lykaios y yo nos pondremos nuestro equipo y nos prepararemos para cualquier cosa.-digo mientras me oculto de la línea de visión de los guardias y me cambio. 

Cuando terminé asomé la cabeza para ver cómo le iba al resto y al parecer el plan seguía adelante. Atreo había prendido fuego al primer barco y se disponía a seguir con el segundo. Había visto salir a Talios y Akintos con velocidad hacia el agua y después de escuchar el tremendo ruido supe que las cosas empezarían a ponerse difíciles. Volví la mirada y entonces vi el sol y luego vi fugazmente a Atreo y media docena de guardias que se dirigían hacia él. Dos guardis avanzan hacia Dareios. Ischyros, Theron y Spyridon estaban a punto de salir del almacén:-Parece que la diosa fortuna nos ha dado la espalda y habrá que empezar a improvisar y asegurarnos de que todos llegan al barco. Estad preparados para cualquier cosa. Arsenio, Cirenio os tengo que pedir que estéis dispuestos a enfrentaros a vuestros compatriotas en caso de ser necesario.-comenté y descolgué el arco y saqué una de las flechas de punta de hierro para dejarla preparada. 

Ebalo se lanzó a la carrera tras la princesa, pero pronto se dio cuenta que no era tan ágil y veloz como ella, si quería detenerla antes de que se perdiera en el muelle, tendría que olvidar el sigilo, al menos parcialmente, y así lo hizo, el soldado Dorio corrió lo más que pudo para alcanzarla, y ya tras unas grandes cajas cerca del muelle logro detenerla.

La joven casi pega un grito sonoro del susto al ser jalada por la espalda, pero el dorio le tapo los labios con gentileza sonriendole para que no gritase e indicándole que era amigo de Atreo, a lo cual la princesa en momento pareció poner cara de disgusto pero luego se fue alegrando, aunque no era claro por que.

Para ambos era claro que alguno que otro de los ciudadanos le había visto. Por lo que no debían quedarse mucho allí. La princesa siendo consciente de esto y de la incertidumbre que ya le manifestaba Ebalo sobre sus intenciones, quien claramente le había reconocido, no tuvo más que contarle sus planes.

– Debo viajar con ustedes – exclamó meditando brevemente sus palabras – los dioses lo demandan – sentenció con un gesto que para Ebalo fue casi una clara mentira que ocultaba la emoción por un fuerte deseo personal. – Mi hermana ha preparado una embarcación para que huyan de la ciudad, ven sígueme, tus compañeros ya deben estar por abordarla – apresuró al dorio descendiendo por las paredes del muele hacia el agua con sigilo introduciéndose en esta e invitando a Ebalo a que la siguiese.

Cerca de allí, Ebalo pudo ver como unos ciudadanos hablaban con unos guardias y señalaban en la dirección en la que se encontraban tanto Ebalo como la princesa Ava.

Ifianasa, Hypatia, Anatolius, Lykaios, Arsenio y Cirenio se encontraban ya en el trirreme de la princesa Melani, con el cual todos habrían de escapar de la ciudad en las justas narices del rey y sus tropas. Todos llevaban con ellos la mayor parte de las pertenencias con las que pudieron cargar, incluyendo las cosas robas al rey, las pertenencias de aquellos que habrían de luchar o servir de señuelo, o las del mismo Ebalo quien seguía desaparecido, aunque solo aquellas que consideraron importantes.

Mientras Anatolius exploraba la embarcación y Lykaios observaba los alrededores, de la nada surgió Ebalo quien al parecer había llegado antes a la embarcación, por lo que de algún modo sabía el plan que tenían para escapar. El poeta dorio surgió de la nada con su clásica sonrisa coqueta, saludando primeramente a Hypatia, para desagrado de Ifianasa quien probablemente ya lo daba por muerto.

Pero no hubo tiempo de presentaciones, justo en ese momento el plan dio inicio. Un gran fuego estalló sobre una embarcación lejana llamando la atención de todos, y seguido de ello, empezaron los problemas.

Seis guardias avanzaban hacia Atreo quien había perdido su invisibilidad a medio muelle y se encontraba solo. Cerca de ellos entre aquellos guardias y otros seis, se encontraban Talios y Akintos refugiados en una embarcación probablemente listos para cargar. Mientras que a lo lejos, los demás deberían estar haciendo lo suyo, como el propio Dareios que pronto andaría saltando por el puerto de un lado a otro.

Mientras escondidos en una embarcación, Talios y Akintos esperaban, seis de los guardias que patrullaban el muelle se lanzaron contra Atreo quien ahora combatía solo y superado en número ampliamente. Por su parte, Talios y Akintos tenían que considerar que los otros seis guardias de aquella patrulla estaban junto a ellos observando la situación y que en cualquier momento podrían unirse al combate, sobre todo si ellos dos hacían aparición.

Justo cuando, tras hacer conciencia del peligro y los errores que no había que cometer producto de la tensión del momento, Ischyros exponía sobre su preocupación de un asalto frontal; vieron a Dareios empezar a saltar cual el mismo Dios Hermes de un tejado a otro, de un poste a otro, incluso de un guardia otro, el ágil joven se estaba burlando de ellos mientras poco a poco se acercaba al muelle. Los más de veinte guardias ya habían centrado su atención en él y dispersos en el puerto, intentaban darle alcance sin ningún éxito de momento.

Eso dejaba a Ischyros, Theron y Spyridon una vía libre momentánea directa al muelle, no obstante este seguía estando protegido por una docena de guardias, los cuales de momento estaban distraídos y dispersos, algunos que habían sido despachados a atender el fuego se habían parado a pocos metros al escuchar el escándalo en el puerto, otros tres se habían adelantado hacia el puerto para tener mejor noción de lo que sucedía. Por lo que, al menos de momento, la fuerza de doce guardias no estaba bien posicionada y con algo de suerte se le podría evadir librando muy poca batalla.

Todo está saliendo bien, pero los nervios le juegan una mala pasada, dejando caer la bolsa donde llevan la mayor parte de las pertenencias de todos. Sin tener cuenta su papel de esclava, pero viniendo bastante bien para la situación, se queda completamente blanca y paralizada... como una esclava temerosa de su torpeza. Por suerte para todos, Ifianasa consigue reaccionar antes que ninguno de los presentes ahí y se encarga de la situación. Aunque el golpe que se lleva no es de mentira. Con premura, recoge todo lo que ha caído y baja la cabeza. Ese lado de la cara le duele horrores y ayuda a que todo se vea más natural. Seguro que no le va a dejar una cara bonita cuando sea evidente el morado.

Sin levantar la vista, sigue a los demás hasta el Trirreme. Parece que han sorteado el primer problema. Ahora viene cuando los demás deben llegar a la nave. 

Sube al trirreme de la princesa lo más aprisa que puede con toda la carga que lleva, siguiendo a Ifianasa y a los demás. Una vez arriba, y tras asegurarse que ningún enemigo mira, se frota la mejilla y se queja.

-Va a dejar marca. Siento haberme puesto nerviosa.

Deja el saco en la cubierta de madera del trirreme para descansar. La verdad, es que es mucha equipación.

-No deberíais comenzar a equiparos hasta asegurarnos... podrían dirigir su atención hacia aquí - dice al ver que Anatolius y su hermano comienzan cambiarse la armadura y las armas. Pero son libres de hacer lo que consideren más necesario. La verdad es que si algo sucede, siempre es mejor tener las armas preparadas.

Es en ese momento cuando Ebalo reaparece en escena. Le mira con una mirada dura a pesar de su sonrisa coqueta. Aunque seguramente, no tan dura como la que le lanza Ifianasa. Aparta la mirada con un poco de desprecio y se fija en los acontecimientos del puerto.

Se da cuenta que la situación está complicada para los demás.

-Atreo está en problemas. Una guarnición de soldados va hacia él. Y también Dareios. 

Piensa una forma de ayudar, pero desde esa distancia, poco puede hacer.

.-Ebalo?-dije preguntando de manera estúpida:-Cómo has llegado? Es igual luego nos lo cuentas por ahora prepárate para entrar en combate, parece que nuestros compañeros están en problemas.-dije señalando en dirección a Atreo, pues era el que tenía problemas más urgentes. 

Ebalo, el gran escapista, compone una auténtica cara de desolación cuando le miraron con tanta dureza las mujeres del barco, esperaba dar una sorpresa y que todos rieran, pero parece que le culpan de algo, dolorido explicará que no estaba al corriente de los hechos que habían acontecido para llegar a esta situación, él más tarde, a su vez, demandaría tantas, o más explicaciones, pues poco comprendía de la algarabía surgida. El, que en otra época sería llamado como el guerrero-dramaturgo más grande de su momento, dirigió una última mirada dramática hacia el palacio allá en lo alto, cerrando los ojos y todavía reteniendo en su memoria parte del olor de la princesa, su fuerza vital y su pasión, antes que pasara a ser una más entre las historias de un poeta que todos considerarían, como mínimo exagerado, y en la mayoría de los casos, de inventada prosa, sobre un general y su princesa.

Abrió de nuevo los ojos lentamente, pues no es una persona que se aferre al pasado como cuervo lastimero. Con un suspiro, deja escapar un “lo siento” y le pide al viento lleve sus palabras al este, flotando, hasta el oído de quien le espera, a la salida de un túnel y que nunca le verá aparecer.

Sus compañeros se estaban armando así que buscó con la mirada su preciado escudo lo primero, y el resto de sus armas, la lanza y la espada. Había una salida para escapar sin pelear, mas no le iba a gustar a cierta persona que había depositado su confianza en él. Además, que significaría la piedra final sobre las mentiras vertidas sobre ellos, que justificaría cualquier acción posterior. De momento se arma a toda velocidad mientras se mantiene, extrañamente, enmudecido.

Ese era el momento que esperábamos, entre el fuego y las extrañas acciones sobre los tejados de Daerios, ese momento en que los guardias estaban lo suficiente distraídos como para salir de nuestro escondite y llegar hasta el navio. Me sentía orgulloso por las acciones de mis sobrinos, había que decir que esta oportunidad, era fruto de las triquiñuelas orquestadas tanto por parte de Daerios como de Atreo. - Ahora si sobrino, es nuestro momento. Los guardias que quedan, dudo de que dejen su puesto. Señalo a los que quedan en el muelle. -Sería imposible cruzarlo sin que nos vean, pero distraídos los que quedan, son asequibles para nosotros. Aun así es probable que tengamos que combatir, cuando eso suceda, todo será muy rápido, es posible que esa lucha atraiga sobre nosotros la atención y les demos tiempo a Daerios y Atreo a que lleguen hasta el trirreme. 

Salgo del escondite con paso decidido hacia el muelle, no quería combatir y solo lo haría si sentía que era necesario, me yergo antes de llegar a los guardias de Asine, sino nos buscaban y parecía que tenía que estar allí, no tendrían porqué detener mis pasos.  

Los movimientos de Dareios nos abren el camino que esperábamos pues la mayoría de las patrullas se han ido hacia donde está él o los fuegos de los trirremes lejanos, lo que nos da cierta oportunidad aunque no exento de peligro. Todavía hay enemigos en el camino y dudo mucho que nos dejen el paso por más caos que haya alrededor.

Escucho lo que dice mi tío y le respondo:

 - "Estoy de acuerdo, tío. Debemos movernos rápido y ser implacables. Lo ideal sería no llamar la atención pero debemos tener las armas prestas para usarlas en caso de que sea necesario."

Me pongo listo y agrego:

 - "Apenas lleguemos al trirreme, debemos prepararlo para zarpar pues el resto llegará huyendo de enemigos. Armaremos una defensa en su cubierta y zarparemos con enemigos dentro si es necesario pues es menos peligroso que esperar a que llegue todo el ejército."

Sin esperar más, me ajusto bien el casco de soldado dorio, para disimular un poco y bajo la cabeza para no mostrar excesivamente mi rostro, y salgo por la puerta en camino al muelle, acompañado de ambos.

Había sido descubierto.

Tras llegar hasta la embarcación sin haber sido percibido, un mal movimiento, el crujir sonoro de una tabla y derribar inadvertidamente una caja que se encontraba en precario equilibrio encima de otra hicieron que los guardias cercanos prestaran atención en la dirección que él se encontraba. El sol, enemigo de la noche, salió en ése momento y debilitó la resolución del joven arquero, y más aún cuando se percató que los soldados le miraban directamente, haciéndose señas unos a otros y avanzando hacia él con intenciones hostiles. Sin duda, el manto de la noche, la bendición de Artemisa le había abandonado.

Miró a un lado y a otro, pero estaba atrapado. No podía combatir contra todos, no podía pasar por el pequeño muelle y escapar, no con tanto soldado por el medio. Sólo quedaba el mar. Se le ocurrió un desesperado plan. O funcionaba o moriría...pero la fortuna sólo sonreía a los osados. Guardó y aseguró rápidamente sus armas y equipo mientras los soldados se acercaban a él con sonrisas crueles en sus rostros.

Se subió al borde sin dejar de mirar a los soldados, siempre de frente a ellos, y cruzando los brazos por delante de su pecho con las palmas abiertas, cerrando los ojos y concentrándose, simplemente dio un paso hacia atrás y se hundió en el agua entrando totalmente recto, de pie, en ella.

Cuando el impulso que llevaba lo llevó más allá de la quilla del buque que acababa de abandonar, repitió su petición de bendición a su Diosa*, para que, ahora que estaba de nuevo en un lugar más oscuro, bajo el agua y bajo las sombras de los buques, el poder funcionara con más efectividad. Estaba nervioso porque pensaba que sin tener tiempo de preparación, como hasta ahora había tenido siempre que lo había intentado, la Diosa no le escucharía. - Oh, Artemisa, escucha a éste cazador perseguido por bestiales depredadores, acógeme en tu manto y no permitas que me rastreen. -

Pero todos saben que los Dioses son caprichosos, y por alguna razón, a la Diosa le gustaba su acción y lo envolvió con su calido abrazo, volviéndolo de nuevo totalmente invisible a los ojos de sus cazadores. Esto era Atreo, capaz de convertirse de presa, a depredador, si es que así lo deseaba.

Al ver la quilla, impulsándose con sus brazos y piernas, comenzó a nadar por debajo de la quilla de la embarcación que acababa de abandonar, nadando en dirección contraria hacia donde estarían mirando los soldados y en dirección hacia el barco de la princesa, intentó aguantar la respiración para llegar a pasar por debajo de la siguiente embarcación, de tal forma que los soldados perdieran totalmente su pista y ni siquiera tuvieran linea de visión con él, aunque siendo invisible, no le hacía falta.

Sacando fuerzas de flaqueza, y del torrente de adrenalina que ahora mismo inundaba su cuerpo, buceó y nadó por debajo del agua con fuerza, pretendiendo llegar lo más lejos posible antes de tener que salir a la superficie. Si conseguía poner varias embarcaciones entre él y los soldados, ni el ojo más agudo podría descubrirlo.

Al salir a la superficie, nadaría con más cuidado, intentando no salpicar para no llamar la atención, con toda su concentración fija en llegar al barco de la princesa y encontrar una forma de escalar y subir a bordo....aunque siempre podía pegar un par de voces llamando a sus familiares y que le tiraran un cabo para subir.

El ateniense miraba impaciente los acontecimientos que rodeaban al joven Atreo, el cual parecía estar en un serio aprieto, mas antes de que acertara a hacer nada, parecía que el chico se tiraba al agua, por lo que Talios descartó entonces ir en su ayuda, diciéndole al joven escudero:

-Provoquemos un incendio aquí y luego marchémonos nadando hacia la embarcación de la princesa, parece que Atreo se ha zambullido, por lo que seguramente tome dicha dirección también -masculló esperando que su acompañante no tuviera ningún problema y estuviera de acuerdo en optar por la vía menos violenta, pues a fin de cuentas, el gigante seguía sin desear la muerte de aquellos guardias.

Theron e Ischyros estaban listos, y él también.

- Es el momento, movámonos e intentemos llegar al trirreme con el mínimo de lucha y ruido, aunque no creo que sea posible llegar sin algún enfrentamiento.

- De ser así, hemos de ser rápidos y silenciosos. Ischyros, ya que llevas algo de soldado dorio, abre el paso como si nos guiases. Sin dudas y sin pararte. Si te preguntas responde "cumplo órdenes de escoltar estos viajeros".

En su interior pidió que Ares y Hera guiasen sus pasos por el mejor camino para evitar el enfrentamiento.

Ante los ojos de Talios y Akintos, el hábil y escurridizo Atreo, se hecho al agua. Claramente no era tan tonto para combatir contra aquellos soldados, y no por que no pudiese ganarles a todos juntos, si no por que no tenían el tiempo para ello, y a cada momento que pasaba, serían más los soldados del rey que les atacarían. Al menos en la acrópolis había cerca de mil efectivos listos para la batalla, demasiados para ellos que apenas eran poco más que humanos.

Atreo se había lanzado al agua, y seguramente habría de intentar llegar hasta el buque de la princesa pues ya no podría ocultarse más a la luz de la luna. Incluso, debería ya hacerlo pues pronto deberían llegar los generales junto con Ischyros y Dareios, aunque no era claro como harían esto teniendo a tanto soldados bloqueandoles el paso.

Bajo la iniciativa de Talios, junto a Akintos lograron conseguir algo de madera y telas de la embarcación, aunque sin conseguir una forma de prenderle fuego, optaron por usar el poder de los dioses. Talios invocó la ira de Zeus, provocando que la noche se iluminara con el gran estruendo de un rayo que descendía de los cielos golpeando de lleno a la embarcación, suficiente para prenderla en llamas y causar gran confusión en las tropas quienes no sabían si era algo natural o si la imagen de aquel gigante guiando los relámpagos de los cielos a la embarcación no eran una manifestación de la ira de Zeus en su contra.

Akintos, aprovechando esto, convocó también su lazo divino con el Dios para generar un nimbo tormentoso que los ocultaba de la vista de todos, y enseguida procedió a lanzarse al agua, esperando que Talios hiciera lo propio.

Talios tras el, pudo ver como Atreo llegaba a la embarcación de la princesa y era auxiliado por alguien que le parecía no ser otro que el mismo soldado Dorio Ebalo.