Partida Rol por web

El inspector Smythe se detuvo en la entrada del Gran Salón y le echó una mirada a los hombres y las mujeres que se encontraban en su interior. Aunque por su vestimenta cualquier observador poco experimentado habría asegurado que pertenecían a la clase alta, para él, cuya experiencia y buen ojo le permitían adentrarse más allá de lo evidente, no era ni mucho menos así. Muchos de los allí presentes deseaban aparentar mucho más de lo que eran en realidad y todavía no se habían deshecho del "polvo del camino".

Smythe sabía que entre ellos se escondía un asesino por las pruebas que tenía, sino también por la respuesta de todos ellos a su presencia. Sería una tarea difícil descubrir quién de entre todos era el hombre... o la mujer, pero la emoción de la caza era precisamente lo mejor de su trabajo. Smythe esbozó una ligerísima y casi imperceptible mueca de satisfacción y terminó de entrar con sus largas zancadas en el bar.

-Lamento mucho importunarles de este modo, pero mucho me temo que ha sucedido una tragedia -les dijo usando un tono sosegado y neutro -. Sir Roger Watersdown ha muerto.

Smythe sabía que las primeras reacciones ante una muerte podían ser determinantes en algunos casos para poder encontrar al asesino. Muchos se esforzaban en reaccionar de modo exagerado y antinatural, mientras que otros, incapaces de sentir auténtica lástima, simplemente permanecían completamente "asépticos". La inmensa mayoría, sin embargo, mostraba algún tipo de sorpresa. Solo quedaba ver cómo reaccionaban los "ilustres invitados".

Ante la falta de información por parte del inspector, el doctor se apresura a preguntar:

-¿Qué le ha pasado? en el último chequeo que le hice tenía buena salud.

El inspector Smythe, sin inmutarse, introduce una mano en el forro interior de su abrigo y saca un bloc de notas. Lentamente, ante la mirada de todos los presentes, empieza a pasar una hoja tras otra, hasta que se detiene en una de ellas.

-Entonces usted debe ser el doctor Praktiss, si no me equivoco. ¿Es usted su médico particular?

El detective deja que las hojas del bloc de notas regresen a su sitio y fija su vista en el médico, a la espera de su respuesta.

De manera calmada y sosegada, viendole a los ojos, manteniendo la compostura pese a la dura situación:

-Así es, soy el Dr. Malcolm K. T. Praktiss, el medico particular de Sir Roger Waterdown, además de amigo personal. Aun no nos ha dicho cual ha sido la causa de su muerte. 

Acompaña esta ultima frase con un leve movimiento de manos abriéndose, que reafirma la idea de grupo 

Smythe no pierde la compostura ante la segura actitud del doctor. Es evidente, piensa, que se trata de un hombre con ideas muy claras sobre las cosas, con una fuerte determinación y que sabe mantenerse firme a pesar de las circunstancias. No es la primera vez que trata con personas así y se cree perfectamente capaz de manejarlas.

-No, no se lo he dicho, doctor -le responde lacónicamente -, pero ya llegaremos a eso.

Smythe mira a los demás invitados, esperando sus reacciones. Por el momento, marca mentalmente al doctor como sospechoso, aunque sea solo por disponer de la actitud adecuada, y pasa de nuevo las páginas del bloc de notas para poder añadir una "X" al lado de su nombre.

¿Muerto? ¿El señor Roger Watersdown estaba muerto? No podía creerlo, era algo totalmente inesperado. No es que alguna vez no hubiese soñado con ello, pero... ¿qué podía haber sucedido? Desde luego si ese detective estaba allí, con nosotros, nada bueno, quizás pensase que... no, no podíamos ser sospechosos. En fin, ahora tocaba poner cara de pena y demás...

Me acerco al detective tras la presentación del doctor.

- Mi nombre es Eiaguielle, secretaria del señor Roger Watersdown, ¿qué ha sucedido? - en mi cara se refleja la pena por su muerte - es una lástima, señor, una verdadera lástima, era un buen hombre.

El detective se giró hacia la joven que acababa de acercarse a él. Era atractiva, sin duda alguna, pero su rostro lleno de sorpresa y sus apenadas palabras bien podían ser una simple treta.

-Encantado de conocerla, señorita... Aminmund -replicó Smythe, mirando de nuevo su bloc de notas y pasando varias páginas -. Sí, aquí está. Usted trabajó con la difunta Señora Watersdown, si no me equivoco, y continuó como secretaria de Sir Roger tras su muerte. Precisamente para eso estamos aquí, para descubrir lo sucedido.

Después añadió otra cruz.

Ali bebía distraída y bastante aburrida un vasito de jerez dulce importado. Estaba ensimismada en sus pensamientos y observando sin demasiado interés al resto de visitantes de aquel gran caserón.

Por el rabillo del ojo, captó movimiento en la puerta de la habitación y se giró en el taburete de la barra observando al recién llegado.

El resto de invitados estaban dispersos por distintas butacas de la habitación, pero a pesar de la calma, no todos parecieron captar la llegada del caballero.

El hombre tenía un aspecto muy interesante, avanzaba con seguridad y mirando a los allí reunidos con suspicacia. Algo en el instinto ďe Ali para las historias se activó así que prestó atención a las palabras del hombre cuando al fin habló. Iba directo al grano.

Los ojos de Ali se abrieron por la sorpresa, pero no dijo nada. Una sonrisa de placer y un gesto de expectación se dibujaron en su rostro y corrió a sacar un bloc de notas de su bolso.

Aquello prometía ser material de primera, no podía perderse detalle.

Comenzó por anotar una breve descripción de los allí reunidos, incluído el inspector.

A medida que los aludidos comenzaban a presentarse, anotaba sus nombres sobre la descripción correspondiente. Sobre el inspector escribió tres interrogantes y golpeó ritmicamente el papel con su cara estilográfica.

Intercaló su presentación justo tras las palabras del inspector.

¿Sucedido?... luego hay algo que esclarecer ¿no es así? ¡Que interesante! ¡Oh! disculpe. Soy Dame Allison Bigh, escritora y conocida del fallecido ¿Y usted es?

" Oh, vaya, cuando revisé mi correspondencia esta mañana, lo que menos me había imaginado era algo como esto, y mucho menos en una noche como esta." pensó Rog, y se llevó disimuladamente la mano al rostro. Sus dedos callosos, pero de uñas perfectamente esculpidas, cubrieron sus párpados y su boca. Con una expresión como aquella nadie notaría la pequeña sonrisa involuntaria que esbozó, y pasado aquel milisegundo crítico, volvió a su cara de poker habitual, como un actor justo antes de subir al escenario, y dió unos sólidos tres pasos hasta llegar a ERA.

- Una tragedia, sin duda.- llevó su mano a la nuca de la muchacha, con especial cuidado de no entorpecer su peinado, y la atrajo hacia sí, a modo de consuelo. Acto seguido dirigió su mirada al inspector, pero no le dijo nada, el brillo azul debajo de los parpados de Rog era fácilmente reconocible especialmente en este salón.

A medida que hablaba, los movimientos en los invitados se sucedían uno tras otro. El doctor Praktiss y la señorita Aminmund habían reaccionado con rapidez, lo cual no significaba nada en sí mismo, pero para el detective, que siempre intentaba descubrir todo lo subyacente a cualquier acción, no le pasó desapercibido.

Dame Allison Bigh escribió:

-Es un placer, señorita Bigh. Soy el Inspector Smythe, de Scotland Yard, y como usted muy bien dice, hay algo que esclarecer.

Smythe conocía a la escritora de nombre, aunque jamás había leído ninguno de sus libros. En realidad, no le gustaban las novelas de misterio. Le parecían tremendamente aburridas. Pero estaba claro que para aquella mujer, una situación como aquella le resultaba de enorme interés. Smythe, por su parte, disfrutaba con el reto de descubrir los hechos, del análisis deductivo, pero no compartía la fascinación por el crimen que su interlocutora sí parecía sentir.

Más interesante le resultó el comportamiento del hombre que se acercó por detrás de la señorita Aminmund. Su comentario le resultó frío, indiferente, y el movimiento de su mano con el que atrajo hacia sí la cabeza de la secretaria, calculado al milímetro.

Smythe lo miró directamente a los ojos y supo al instante a quién estaba mirando.

-Supongo que usted será el señor Roger Astird, el hijo "recuperado" del difunto Sir Roger, ¿no es así? -le preguntó, sin apartar la mirada.

Smythe miró fijamente a Roger Astird. Parecía un hombre astuto y claramente atrevido. Sin duda alguna, alguien a tener en cuenta. Pero no era el único. En aquella habitación había más gente, y muchos intentaban pasar desapercibidos. Smythe se giró hacia otro de los hombres. Elegantemente vestido y con una mirada que parecía no perderse ningún detalle, el detective dio un paso hacia él.

-Usted debe ser el señor Bates, abogado de Sir Roger -le dijo, seguro de no haberse equivocado. Si había algo que sabía hacer muy bien el entregado detective era juzgar a la gente, e identificar a un abogado no era una de las cosas más complicadas de hacer.

-Prosper Alvin Bates. - se presentó Pro cuando el inspector se refirió a él. Intentó estrecharle la mano al hombre, si se dejaba. - Soy el abogado de Sir Roger, como usted muy bien ha dicho. - explicó, dándole la razón al Inspector Smythe. Miró a su alrededor, a la gente que los acompañaba. Todos estaban algo intranquilos, algunos más que otros. Prosper guardaba las apariencias, pero aún así dejaba ver que aquella situación lo tenía un poco alterado. - Por favor, Inspector. No nos tenga más tiempo en vilo... cuéntenos lo que le ha sucedido a Sir Roger.

Sí, inspector, por favor, de detalles de lo ocurrido.

Dijo la escritora recuperando su bloc de notas y su estilográfica y con un nada pudoroso gesto de expectación.

Smythe volvió a poner dos cruces más en su libreta y después miró a la señorita Bigh y al señor Bates. Estaban impacientes, y eso no era una mala señal. Podía indicar que eran inocentes... o también, que deseaban que todo aquello terminase lo más deprisa posible.

-Discúlpenme, se lo ruego -les dijo Smythe -. Cuando alguien muere, a los detectives nos gusta conocer todo lo que rodea la vida del fallecido, y en este caso, al haberse producido en esta casa, ustedes forman parte de ella. Tengo el máximo interés en comunicarles todo cuanto sé, pero antes, necesito saber con quién estoy hablando.

Dicho esto, Smythe se giró hacia los invitados que aún no se habían presentado. Eran lo que parecían ser un matrimonio, puesto que estaban sentados juntos y una mujer. Con ellos, Smythe habría completado la lista de invitados que le había proporcionado el mayordomo.

Allí se encontraba parada una mujer rubia, de unos veintitantos usando un vestido blanco largo que dejaba su espalda descubierta, al escuchar al inspector referirse a ella, dirigió su mirada al hombre con la libreta.

-Perdón por no presentarme, mi nombre es Miranda T. Shetes, amiga del fallecido Sir Roger, es solo que me encuentro anonadada por lo sucedido... Siempre bromeábamos de que el iba a morir antes que yo, pero no esperaba que fuera tan pronto. El viejo Roger era una buena persona, no puedo creer que haya... - paró para contener un sollozo- ... y mientras estábamos aquí.

Smythe observó a la mujer rubia mientras hablaba. Poseía una belleza de esas que obligaban a uno a volver la cabeza aunque fuese únicamente para ver cómo se alejaba y lamentarse por ello. Claro que él ya la conocía, pero no era su trabajo facilitar las cosas.

-Es un placer, señorita Shetes. Mi mujer y yo tuvimos la ocasión de ver su última película y he de decir que está sencillamente encantadora -le dijo el detective, mostrándose inesperadamente afable... aunque sin salirse excesivamente de una actitud profesional. Internamente, se preguntó si aquellas lágrimas serían tan reales como parecían.

Sin duda alguna las 7 de la tarde era una hora más que propicia para tomar un buen whisky de malta. Sir Roger era un gran anfitrión y siempre que el joven banquero lo había visitado había disfrutado de licores de buena calidad. Sin embargo, pese a disfrutar de esos pequeños placeres cuando visitaba la mansión Watersdown, Donald tenía la sospecha de que aquella invitación era diferente, algo no le olía bien.

Acompañado por su bella esposa, se encontraban en el Gran Salón de la mansión en una especie de reunión de la cual Donald no tenía constancia de cual sería el objetivo de la misma. Tenía asuntos importantes que atender con Sir Roger y aguardaba con impaciencia su llegada. Mientras tanto, observaba al resto de invitados con poco interés y se mantenía al margen de cualquier conversación a excepción de pequeñas frases cruzadas con su mujer:

-Espero que no se retrase Sir Roger, querida mía, no sería la primera vez que se olvida de la puntualidad.- ,al decir esto Donald suspiró con cierto enfado mientras tomaba un trago de aquel delicioso licor.

No tuvo que aguardar mucho más pues el mayordomo de la mansión hizo su aparición. Donald se giró de forma elegante, como acostumbraba siempre que recibía a un cliente, sin embargo, el anuncio hizo que su rostro se endureciera ante una incómoda sorpresa:

-¿Inspector? ¿Qué demonios...?- 

De pronto apareció el tal Smythe y con una simple frase dejó a todos los presentes helados. Cómo era posible, cómo podía ser que el viejo Roger estuviera criando malvas. Donald recorrió la sala con la mirada observando a los presentes, sin duda era una noticia terrible para sus negocios y sus ojos se detuvieron un instante en el vástago de Sir Roger, el que sería el heredero legítimo de su fortuno y quizá su nuevo cliente. 

Donald cogió la mano de su mujer con fuerza mientras el resto de invitados comenzaba a lanzar preguntas e impresiones. El joven banquero observó con atención al inspector y vio como anotaba en su pequeña libreta tras cada intervención. Sin duda alguna algo andaba muy mal:

-Disculpe inspector, mi nombre es Donald Brooks y ella es mi mujer, Florence Wing Brooks.- ,Donny inclinó la cabeza mostrando un semblante formal, como si fuera una mera presentación en una reunión social, -No he podido evitar observar que ha tomado nota tras cada presentación lo que me da a entender que no estamos aquí de forma casual. Además acaba de decir que Sir Roger ha "muerto" y lo ha hecho "en esta casa"... Me gustaría saber qué más tiene que anunciarnos inspector, no soy hombre de medias verdades.-

Al decir esto volvió a tomar un sorbo de whisky y se quedó contemplando al inspector esperando con expectación su respuesta. Su mano había soltado delicadamente la de su amada esposa y ahora descansaba en su hombre derecho. Donald buscó sus ojos para tranquilizarla pues imaginaba que estaría cuanto menos contrariada por aquella noticia.