Partida Rol por web

Así fue, como  Takeshi y Minako salieron por la puerta principal de la ciudad de Sakuraio, con dirección al bosque donde vivía aquella curiosa pareja de goblins. Esperaban que montados a lomos de aquel precioso animal, el viaje fuera más generoso con ellos, pues lo cierto era que, el camino de venida hasta la ciudad les había dejado casi extenuados. No obstante, no podía ser muy difícil ni peligroso. Al menos eso esperaban y deseaban.

Por suerte, parecía que los densos nubarrones que amenazaban tormenta sobre la ciudad, estaban siendo conducidos por el viento hacia las montañas. Los dioses, parecían tener a bien respetar el festival y respetar su viaje, aunque no podían tenerlas todas consigo. Hasta que no llegaran a casa de Gob y estuvieran de vuelta en la ciudad, no podrían saber que pasará a ciencia cierta, y es que la meteorología era una de las ciencias más inexactas y cambiantes de todas.

El paisaje ya lo conocían. Llanuras a ambos lados del camino y el bosque en el horizonte que ya se vislumbraba desde su posición. Algunos eran los viajeros que se cruzaban en el camino, todos ellos llegando a la ciudad. Algunos cansados que venían a pie, otros a lomos de algún animal o con algún carruaje. Las flores parecían disfruta del sol y desprendían su aroma embriagador y de momento todo estaba tranquilo y feliz. Sólo esperaban que siguiera así al final del viaje.

Takeshi montó a lomos del caballo y esperó a que Minako montara a su espalda, ya que habían acordado que él guiaría al menos hasta el mediodía. El día se presentaba agradable, la lluvia había dejado el terreno embarrado y con charcos en el camino y también había despertado los aromas de la vegetación, lo que llevaba una sonrisa al niño interno de Takeshi.

El joven era consciente de todo lo que lo rodeaba, la velocidad a la que el terreno se desdibujaba, los aromas de las hierbas y las flores, el movimiento de los músculos del caballo debajo suyo, los brazos de Minako alrededor de su pecho y su cuerpo pegado a su espalda, y el aroma de su cabello que aparecía en oleadas con cada vaivén de la cabalgada. Con el tiempo esas sensaciones lo llevaron a reflexionar sobre su futuro, y sobre lo que le despertaba Minako física y espiritualmente, y descubrió que quería conocerla más y disfrutar de su compañía.

Sonrió al pensar en lo fácil que le había resultado cortejar a sus vecinas, las costumbres de su aldea facilitaban la experimentación y tanto chicos como chicas estaban dispuestos a jugar al amor. Con Minako no era lo mismo y se notó nervioso a la hora de pensar que por primera vez en su vida le preocupaba un posible rechazo y sus consecuencias.

Al mediodía, cuando su estómago hizo sonar la alarma del hambre, redujo la marcha a un paso y buscó un espacio relativamente seco para almorzar. - Ese parece un buen lugar para comer- dijo llevando el caballo hacia un claro con unas piedras que parecían haberse secado y donde podrían sentarse a almorzar. Un lugar ideal para conversar mientras comían, y para que el joven comenzara a averiguar delicadamente si sus sentimientos eran correspondidos.

Sin embargo las apariencias engañaban, Takeshi bajó primero con toda la intención de ayudar a Minako a descender del corcel,  pero tan pronto puso el pie en una de las piedras resbaló debido al barro que se había ido salpicando en las plantas de su calzado. La joven lo vió desaparecer abrúptamente bajo el horizonte del lomo de caballo y escuchó un golpe seco y un quejido de dolor.

Al final se decidió que Takeshi y Minako fueran los que viajasen para llevar la medicina. Habiendo vivido de forma austera por necesidad, a ella no le importaba mucho perderse el festival. De hecho casi prefería ver de nuevo a Gob y a Meemu y comprobar si se encontraban bien. Cogieron el caballo y se pusieron en marcha. La preocupaba un poco el aviso de Yoshi de que quizás lloviese, habían cogido lo imprescindible puesto que no era muy buena idea sobrecargar al caballo, así que si empezaba a hacer mal tiempo se las tendrían que apañar como pudiesen.

Durante el camino nota que Takeshi está más callado de lo habitual. Normalmente es el más dicharachero del grupo, pero esta mañana parece sorprendentemente pensativo. Siendo Minako callada por naturaleza, el viaje transcurre casi todo en silencio.

No le han pasado por alto ciertas actitudes que el muchacho tiene ante ella. Es torpe socialmente, pero no tanto. Sin embargo, sin saber muy bien a que atenerse, prefiere pecar de prudente. Sonríe para sí misma cuando recuerda los consejos de su abuela sobre los peligros de quedarse a solas con jóvenes apuestos y con labia.

Al mediodía deciden parar para comer. El lugar elegido por Takeshi es un claro limpio y agradable. Es cierto que es un buen explorador, aunque se haya perdido alguna vez, piensa para sus adentros en tono de broma.

No termina esa reflexión cuando ve que el joven resbala y cae al desmontar él primero. El golpe no suena del todo bien.

- Takeshi!!! grita e intenta agarrarle del brazo, pero no llega a tiempo. El chico golpea el suelo y la mueca de dolor que hace es un poco preocupante.

- ¿Estás bien? Se baja del caballo lo más rápido que puede y se pone a su lado. Con un rápido gesto ata las riendas de la montura a una rama cercana. Ya sería lo último, que el caballo ahora se espantase y lo perdieran, y tras esto se agacha al lado de su compañero.

- Vamos, le dice mientras le coge el brazo y lo pasa por encima de sus hombros. Apóyate en mi. Con un brazo en Takeshi y el otro en la lanza, que usa como bastón, consiguen sin mucho problema avanzar unos pocos metros hasta un lugar donde pueden tumbarse con tranquilidad. Entonces lo ayuda a tenderse en el suelo.

-¿Estás bien? ¿Te has herido?

Desde el punto de vista de Takeshi, el horizonte que era la grupa del caballo se convirtió en un rápido borrón de Minako y cielo, y luego, por un momento, un universo de estrellas plateadas en un firmamento negro. La voz de Minako lo trajo un poco a la realidad, una realidad borrosa que adquirió un poco de claridad en forma de túnel y donde los sonidos parecían alejarse por momentos. Asintió apenas con la cabeza intentando enfocar su mirada donde la voz de la chica le indicaba que podía estar su rostro, y poco a poco fue atravesando las capas de dolor hasta que logró distinguierla.

La sonrisa estúpida y los ojos ligeramente nublados le dijeron a Minako que el asentimiento no era sincero, pero cuando lo levantó comprobó que afortunadamente no había sangre sobre la roca donde había caido, sólo era un golpe fuerte en la cabeza. La caminata hasta el parche de hierba despejó un poco la cabeza de Takeshi, y aunque la mueca de dolor seguía presente la joven pudo intuir una sonrisa en sus labios - Fíjate como... auch - se quejó el chico al tocarse la parte trasera de la cabeza - ha quedado la piedra - se miró la mano y la chica pudo ver un gesto de alivio al no ver sangre - Mi madre dice que tengo la cabeza muy dura. - Intentó reir pero nada más moverse el gesto de dolor se recrudeció y volvió a recostarse. - No dejes que me duerma. - dijo un poco más serio e incorporándose al notar cómo la cabeza se le iba al relajarse.

Lo cierto era que se había hecho daño. Le dolía el costado y le dolía huso sacro. Había caído por una empinada pendiente, se había goleado contra varias rocas y finalmente había chocado contra el tronco de un árbol, que era al final lo que le había detenido. Fuera como fuera, viviría para contarlo, lo que ya era mucho después de aquella estúpida caída.

La joven granjera descendió la pendiente a toda prisa, preocupada por el estado  de si compañero de viaje. El joven pelirrojo al alzar la mirada descubrió la preocupación en el rostro de Minako y aunque le dolía, trató de aparentar fortaleza y dejar de quejarase. Cuando Minako llegó a su lado, le ofreció la mano a Takeshi y éste agradeció el interés y la ayuda.

Al ponerse en pie, descubrieron que se encontraban junto a una charca. Más que una charca parecía un lodazal bastante profundo. El agua era muy turbia y crecían algunos juntos al rededor de la charca. Poco había faltado para que Takeshi no acabara sumergido en el lodo hasta el fondo.

Fue entonces cuando se percataron de que no estaban solos. Unos enormes ojos rojos les miraban desde un costado de la charca. Su dueño no era otro que una enorme rana verde que era por lo menos del tamaño de un humano. Enseguida, ésta se acercó hacia ellos con actitud ciertamente hostil. No sabían leer la expresión del rostro de una rana, nunca habían tenido que hacerlo, pero Takeshi como buen cazador había oído hablar de aquellos seres y de su hambre voraz. Minako nunca había visto tampoco una rana gigante, pero sus padres le habían contado como una de aquellas ranas se había comido el perro del granjero vecino señor Horinaki. Sin duda, aquella rana parecía hambrienta y ellos podían ser un buen bocado y lo peor de todo no era eso, sino que otras dos ranas salieron de los flancos dispuestas a pegarse un festín con los recién llegados al banquete.

Tras la caida, y adolorido como estaba, sólo les faltaba que unas ranas gigantes les imidieran llegar con Gob. Pensó en usar su arco, pero no tendría tiempo de prepara unsegundo tiro si fallaba, por lo que esperó a que la bestia se acercara para recibirla con un hermoso corte... si no se lo comían antes. - Cuídate Minako, nunca he cazado de estas así que no estoy seguro de como atacan.

No había terminado de asegurarse que Takeshi estaba bien cuando unas ranas les rodearon, con cara de pocos amigos. La situación la pilló un poco desubicada, y no estaba segura de cómo reaccionar. Aún así se coloca lo mejor que puede, espalda contra espalda con su compañero, y se prepara para defenderse.

Utilizando a su favor el alcance largo de su arma, mantiene a las bestias a una distancia segura, al menos tanto como le sea posible, confiando en que se desanimen antes de que haya demasiadas hostilidades.

Minako se abalanzó armada con su lanza tratando de ensartar a una de aquellas aguerridas ranas. El golpe falló por muy poco, pero falló. Entonces, una de aquellas bestias saltó sobre la joven, pero se pudo hacer a un lado para evitar ser rasgada por sus sucias y afiladas garras de rana.

Dos de aquellas enormes rodearon entonces a Takeshi. El joven se sintió vapuleado cuando comenzaron a lloverle golpetazos. Estaba débil, muy débil, pero aún así, con las suficientes fuerzas como para clavar su daga en el corazón de una de aquellas cosas. La rana dejó de moverse al instante. Había acabado con una de aquellas bestias y tendría una pequeña oportunidad de sobrevivir.

-Takeshi!!! ya era la segunda vez en poco tiempo que Minako gritaba el nombre de su compañero, pero esta vez estaba bastante más preocupada. Rodeado por las dos ranas, que parecían darse cuenta de que estaba debilitado, estaba en serios apuros.

Sin dudarlo se pone a su lado, intentando cubrir con su cuerpo el ataque de las bestias si fuese necesario. Ataca a una que se pone al alcance y el golpe impacta de lleno, pero no parece demasiado potente. El cuerpo resbaloso de la rana hace que sea difícil saber si el corte ha sido profundo o no.

Por lo menos la ha alcanzado. Puede que ahora su atención se dirija hacia ella, o que la herida sea suficiente para que desista y huya.

La lanza de Minako se clavó en la rana que pretendía comerse a Takeshi causándole una herida grave. Eso no evitó que aquel anfibio gigante se abalanzara sobre el pelirrojo. Por suerte o quizás por la herida provocada por la lanza, el golpe no llegó a alcanzar a Takeshi, de haber sido así, aquel joven cazador habría sido definitivamente cazado.

La otra rana saltó sobre Minako, quien desprevenida por tratar de salvarle la vida a su compañero, no vio como se le echaba encima el otro animal y recibió un severo golpe. La joven cayó al suelo dolorida y con unos severos arañazos en la espalda, aunque eso no impediría que pudiera continuar peleando. De hecho, debía hacerlo, pues de lo contrario, lo más seguro sería que ninguno de los dos saliera con vida.

Takeshi llegó a rodar a duras penas y recibió a la rana con un puntazo de su daga, pero esta vez el daño fue mínimo y no sabía si resistiría otro asalto.

- ¡¡Cuidado Minako!! - gritó, tarde, las garras del batracio se ensañaron con su espalda trazando unos surco sanguinolientos.

En una situación que empieza a parecer cada vez más peligrosa Minako golpea de nuevo con la lanza a la rana que ataca a Takeshi. Entre los dos logran herirla, pero el golpe no es tan preciso como antes, muy posiblemente por la herida que le han causado en la espalda.

Tampoco importaba. Unos arañazos más o menos no iban a impedir que cumpliera con su deber. En silencio, intentando no mostrar dolor en su rostro, se encara con la rana restante, esperando que al estar ahora superada en número el animal dude.

Finalmente, la rana fue brutalmente atraveseda por la lanza de Minako. En pocos segundos, aquel peligroso animal emitió un profundo croar, cerró los ojos y se tumbó de lado. Su pecho se hinchó varias veces hasta que finalmente su corazón se detuvo. Finalmente aquella amenaza había sido neutralizada.

No obstante, todavía quedaba un tercer anfibio en liza. Si no se deshacísn de el rápidamente y acometía contra Takeshi, con lo débil que se encontraba en esos momentos,  podía ser letal para él. La enorme rana se plantó frente a Minako, miró fijamente a la granjera y luego por encima de su hombro a Takeshi para final mete saltar por encima de Minako.

Aquel enorme ser abalanzó sobre Takeshi y éste interpuso sus manos por delante del rostro tratando de alguna forma evitar el impacto. Ya se temía lo peor cuando escuchó como algo enorme caía en la charca. Al abrir los ojos, pues los había cerrado,  fue testigo de como aquel animal había desaparecido en lo más profundo de la charca.

Estaban a salvo.  

Tan pronto como la rana se sumergió en la laguna, Takeshi se levantó con un quejido del suelo, sabía que tenía que recuperarse, pero primero tenía que asegurarse de que Minako estaba bien. - ¿Como te encuentras? - preguntó a Minako, preocupado por los cortes que la rana había dejado en su espalda. - No se mucho de medicina, pero quizá Shiso pueda preparar algo con alguna de las partes de la rana.

Además de las glándulas, la carne y la piel de la rana serían una buena mercancía de venta cuando volvieran a Sakurairo. Trabajó rápido y profesionalmente, y en pocos minutos había separado la carne de los huesos y tenía dos rollos de piel de rana casi perfectos. - Listo, volvamos al caballo. Espero que tengamos vendas y si no siempre puedo romper una camisa - Dijo incorporándose y tomando los dos bultos, no pudiendo reprimir una mueca de dolor - O usar esta, ya está hecha jirones - dijo intentando dibujar una sonrisa en su rostro que acompañara el chiste, pero sin mucho éxito.

Nada más acabar con la rana, Minako recuperó su lanza y encaró a en la dirección en la que la última que amenazaba de muerte a su compañero. Fue demasiado lenga. Aquel animal había saltado sobre Takeshi y Minako abrió los ojos de par en par temiéndose lo peor. Sabía que Takeshi estaba muy débil y cualquier golpe podía acabar con él.

También cerró los ojos. No quería ver el triste desenlace de su amigo, pero cuando escuchó el sonido del agua al salpicar, abrió los ojos y descubrió para su alegría, que la rana había decidido huir para conservar la vida. No pudo evitar sonreír y corrió a abrazar a Takeshi.

- ¿Estas bien? - Le dijo sonrojada cuando se dio cuenta de su atrevimiento y le soltó. - Pensaba que... - Suspiró, pero no dijo lo que pensaba. No quería.

Por suerte Takeshi se mostró de buen ánimo y por sorpresa para ella, comenzó a descuartizar allí mismo a las dos ranas. Se notaba cual era su oficio, pues no tardó demasiado en hacerse con su captura y enrollar su carne y cargarla en el caballo. Por suerte no había salido espantado tras lo sucedido.

Takeshi y Minako regresaron junto al caballo. El chico estaba todavía muy dolorido, pues las heridas eran muy recientes y habían sido muchas. De hecho, con cada movimiento que realizaba, quedaba constancia de que había quedado al borde de la muerte.

Fuera como fuera, al final cargaron la carne de rana en el caballo y Takeshi montó sobre el mismo. A las riendas del mismo se puso Minako y reemprendieron la marcha hacia la casa de los goblin. Sólo esperaban no tener más sobresaltos, pues de lo contrario, podía acabar todo realmente mal.

Pero la diosa fortuna quiso que llegarán a su destino sin más problemas y una vez allí, descabalgaron y ataron al caballo a un tronco de un árbol, cerca de una zona donde tenía hierba para pastar. Más tarde necesitaría algo de agua, pero primero irían a ver a Gob. Estaban ansiosos por ver cómo estaba y entregarle la medicina.

Penetraron en la cueva de Gob y siguieron la intrincada ruta de pasadizos naturales hasta que se abrió abre ellos la caverna donde vivían los goblina.Takeshi tenía entre las manos la medicina y Minako esperaba sonriente al otro lado de la puerta. 

Desde allí echaron un vistazo al interior de la vivienda de Gob. Nada había cambiado. La cavidad era baja, aunque bastante grande, y por todas partes se veían cacharros y cosas por el suelo, desordenadas, pero con un orden concreto. Estaban en casa de Gob y Meemu. A los pocos segundos un rostro conocido, el verde y preocupado rostro de Gob, apareció en el umbral de la entrada a la caverna. Alzó la mirada y se encontró con la de sus dos visitantes y entonces esbozó una leve sonrisa. 

- ¡Habéis vuelto! - Exclamó. - Pensaba que... - Meneó la cabeza quitándose aquella idea de la cabeza. - ¡Pasad, pasad!

Meemu se encontraba recostada en un rincón de la cueva. Estaba aparentemente dormida. Su tono de piel era muy pálido y su respiración muy débil. Nada más acceder al interior de la cueva Meemu comenzó a toser de forma muy fea. La tos era profunda y seca. Al escuchar los pasos en interior de la cueva se giró hacia Gob. 

- ¿Gob...? - Preguntó algo desconcertada. - ¿Eres tú?

Takeshi le ofreció el frasco con la medicina a Gob y sacó las instrucciones escritas por Shiso - Toma Gob, debes darle una cucharada por la mañana y una por la noche, en un par de días debería sentirse mejor y en una semana debería estar curada. Dale una cucharada ahora para que empiece a hacer efecto, la fiebre será lo primero en desaparecer. - tras darle el frasco y la hoja de papel se sentó en el piso, agotado y dolorido al punto del desfallecimiento. 

- Si me lo permites, quisiera descansar un rato, y si te apetece la carne de rana puedes tomar uno de los paquetes del caballo. Está fresca. - dijo mientras cerraba los ojos por un momento, un momento mas tarde dijo medio adormillado. - Sabes, puedes tomar los dos paquetes, dudo que llegue en buen estado a Sakurairo y tu le darás un mejor uso.