Partida Rol por web

Los Viajeros descansaron en el "Dragón Rosado". Yoshi había conseguido alojamiento para todos en el mismo lugar, en dos habitaciones contiguas, provistas de cómodos futones y unos baúles en los que guardar las cosas durante un día completo. Estaban demasiado cansados para apreciar los detalles, las paredes de las estancias estaban drecoradas con árboles y brotes del color de las cerezas. La iluminación era de tonos anaranjados, pequeños faroles estaban instaldos en las columnas, que eran de madera. Cada esquina estaba provista de un jarrón con flores frescas que llenaba el lugar con un aroma agradable. Pudieron quitarse el polvo del camino en los baños, refrescarse y restañar las heridas del largo viaje, relajar los músculos tensos y cuidar de sus pies maltratados. Limpios y tras una cena generosa y caliente, que nada tenía que ver con las raciones que llevaban comiendo durante varios días, se fueron a dormir y cayeron agotados enseguida.

El amanecer llegó, tal vez, demasiado temprano para gusto de todos. Habían llegado a Sakurairo, el lugar en el que se iba a celebrar el festival de Primavera que, según se había enterado Yoshi, tendría lugar al día siguiente. Habían llegado con un día de adelanto a pesar de todos los problemas que habían tenido por el camino y eso les recordó la importante misión que tenían por delante: conseguir una medicina para Meemu, la pareja de Gob, el goblin. Todos los bártulos estaban guardados en un baúl y las habitaciones de la posada les había costado todo lo que tenían. Era el mejor precio que podían conseguir para una ciudad tan grande en pleno apogeo de la celebración y a la hora a la que habían llegado, bien entrada la noche.

Por el momento, se reunieron todos en la sala común para tomar un desayuno. Unos llegaron más pronto, otros unos minutos más tarde, alguno se quedó dormido más tiempo de la cuenta. Pero allí estaban todos, de nuevo, era hora de decidir qué hacer durante el día.

Shiso tenía un debate interno. Le habían dado su palabra a Gob de que una vez llegaran a Sakuraio, comprarían la medicina que necesitaba Meemu y se la llevarían. Sin embargo, ellos habían hecho aquel viaje para presenciar aquel festival. Si se marchaban ese mismo día de regreso a la casa de Gob, se perderían el inicio del festival, pero de no hacerlo, podía ser que Meemu empeorara y quien sabe si llegarían a tiempo.

Debían tomar una decisión y debían tomarla cuanto antes. No obstante, lo primero que debían hacer era vender los objetos que habían ido acumulando. Sin duda alguna en algún comercio local podrían hacerlo. Necesitaban dinero para proseguir con el viaje. Pues tendrían en algún momento que regresar o continuar hacia adelante y por desgracia, sin dinero iba a serles muy complicado. Por lo tanto estaba claro que antes de ir a ver a Gob y Meemu tenían que hacer dos cosas, primero encontrar el medicamento y segundo vender todo lo que no iban a necesitar.

- El festival es mañana. - Dijo al fin Shiso tras un tiempo de silenciosa reflexión. - No me gustaría perdérmelo, pero hicimos una promesa a Gob. - Resopló. - ¿Qué opináis? ¿Tenemos que partir cuanto antes o podemos quedarnos a ver el festival?

Kosuke se había despertado pronto y, de hecho, seguramente se había despertado demasiado pronto, teniendo en cuenta lo cansado que había llegado el día anterior, aunque le daba la sensación de que reposar durante una hora en el confort de una habitación valía por toda una noche a la interperie. Pero, en cualquier caso, no había sido capaz de volver a conciliar el sueño, especialmente, porque el peso de algo que debía hacer y todavía no había hecho le pesaba en la conciecia. Y por eso mismo había terminado por levantarse, tomando el diario que se había propuesto rellenar al comienzo del viaje y, al menos, por fin manchando de tinta las páginas. Y sus dedos, un poco, también.

Y después, se reunió con el resto en la sala común, aunque fue incapaz de decir mucho hasta que en su estómago no hubo al menos un poco de comida. Aún así, lo que dijo Shisho fue suficiente para que tuviera que romper su silencio.

—Yo no llegué a verlo. ¿Realmente puede esperar? Admito que tampoco me gustaría perderme el festival, pero... —Frunció el ceño. Era plenamente consciente de que, por mucho que le apeteciera, había algunas cosas que estaban por encima—. Aunque supongo que, hagamos lo que hagamos, primero habrá que preocuparse de vender todo para poder comprar la medicina. Creo que decir que ahora mismo estamos en números rojos es optimista.

El Dragón Rosado, quizá en otro momento de su vida Kazuki hubiera encontrado algo gracioso que decir acerca del nombre, otro momento menos agotador y en el que sus pies no parecieran tener consciencia propia. Era una conciencia dolorosa, despertada con cada pisada, y a duras penas llegó a agradecer a Yoshi antes de preguntar por un baño. Sólo por no complicarse luego la vida llevó sus cosas a una de las habitaciones y después bajó hasta los baños comunes con su ropa de viaje. 

Le costó horrores contenerse al llegar al recinto, quería arrancarse la ropa del cuerpo y lavar el exceso de polvo para poder sumergirse en la piscina termal. Sin embargo la costumbre fue más fuerte y se desnudó tranquilamente, doblando sus prendas y colocándolas en el estante de "ropa a lavar", pero no sin echar miradas ansiosas al vapor que se elevaba desde el agua calente a la noche templada. Se sentó en uno de los banquitos y se volcó encima medio balde de agua tibia, sintiendo como el agua arrastraba parte del cansancio de sus músculos junto con la tierra del camino. Con un trapo fregó las partes donde el barro se resistía y se enjuagó con el resto del balde, temblendo de anticipación por lo que seguía.

Luchó con las ganas de correr y zambullirse, caminó hasta la piscina natural y entró tranquilamente, y una vez dentro se sumergió de cabeza y nadó hasta la orilla opuesta. Dejó que el calor relajara sus músculos, que hiciera remitir poco a poco las punzadas en los pies, y mirando las estrellas entre el vapor dejó escapar un largo suspiro de alivio. El día había terminado, habían llegado a Sakurairo y con tiempo de sobra para el festival, el día había terminado, pero el viaje no hacía más que comenzar. Dejó que su mente vagara por los recuerdos del viaje hasta ahora, por sus compañeros, por las experiencias vividas, y no pudo más que sonreir.

Cuando sintió que de relajarse más se dormiría salió del agua y se secó con una toalla, se puso una bata provista por la posada y con la misma fue a cenar con sus compañeros. La comida fué abundante pero la charla escasa, todos estaban cansados y en didtintos estados de relajación, cuando su estómago estuvo satisfecho se retiró a la habitación y se durmió nada más apoyar la cabeza en la almohada. 

Al día siguiente se despertó temprano, pero aprovechando que estaba por primera vez en días en una cama un poco más cómoda que el el suelo del bosque remoloneó hasta que su vejiga lo expulsó de entre las sábanas. Encontró su ropa limpia en la puerta de la habitación y tras vestirse y pasar por el baño, se acercó a la sala común donde encontró a sus compañeros.

Saludó y escuchó a sus compañeros mientras comía unos bollos, y tras lamerse la miel de los dedos intervino - Antes de comprar la medicina debemos intentar vender las cosas que Gob nos dejó para conseguir el dinero, eso nos llevará parte del día. Tenemos casi un día de viaje hasta lo de Gob, eso si no los pierdo como hice anteriormente, después de todo nos tomó dos días llegar aqui y sé que podría haberlo hecho mejor.

Tomó un sorbo de té y continuó - Si conseguimos la medicina antes del mediodía podemos estar de vuelta antes de mañana por la noche, eso nos dejaría dos días de festival para disfrutar... - pareció pensar en algo y asintió - tampoco es necesario que vayamos todos, yo pienso ir ya que para mi es más importante entregar la medicina a Meemu que el festival, puedo ir en representación del grupo. 

Yoshi guió por las atestadas calles que presagiaban el festival al destrozado grupo. El "Dragón Rosado" no era ninguna cosa extraordinaria, pero era decente y la mujer que lo atendía le recordaba a su abuela Aiko. Aceptó con renuencia los agradecimientos y se preparó para asearse cuando todos los demás hubieron terminado. De algún modo, no se sentía cansado. Haber llegado al final de la primera etapa de su primera ruta levantaba su espíritu. Se sentía con ganas de recorrer la ciudad de noche, pero de algún modo se contuvo. No era razonable y, dada la cantidad de dinero que se movería aquellos días, no solo acudirían mercaderes y curiosos al festival. También algún bandido que otro.

Cenó en un lado de la mesa, intentando no atiborrarse. Era el secreto de un buen sueño reparador. Comer poco y hacerlo pronto. Después de la comida, salió al balcón de su habitación y se sentó en la barandilla, observando el paisaje de tejados, chimeneas, faroles y risas que se alzaba hasta el horizonte. En el interior solo se escuchaba el rasgear de la plumilla de Kosuke, registrando lo que había ocurrido en sus primeras jornadas de viaje. No tuvo conciencia de la hora que era cuando finalmente se arrastró hasta su camastro. Kosuke también se había dormido.

Quizás por ello, fue de los últimos en salir de la cama para ir a desayunar. Cargó con sus útiles de escritura y su canuto para la mensajería. Preparó el cartel en el que anunciaba, escrito en límpidos caracteres y claras imágenes que ofrecía sus servicios como escriba, y bajó con los demás. Saludó con la mano, no queriendo interrumpir la conversación que mantenían los demás. Solo cuando se hizo un largo silencio, aclaró su garganta, limpió su boca con una servilleta y dejó a un lado el bocado de arroz que a punto estaba de llevarse a la boca.

- Lo primero es vender lo que tenemos. Hasta que no tengamos el dinero, no tendremos que preocuparnos de llevar medicina alguna. Igual tardamos un día, o igual tardamos más. Luego tenemos que comprar la medicina. También convendría buscarla, al mismo tiempo que vendemos los objetos, para saber cuanto necesitaremos. Y también necesitaremos dinero para reequiparnos. Igual tenemos que quedarnos algunos días más de los que pensábamos en la ciudad.

Hablar siempre la hacía sentir fuera de lugar. Los demás le miraban y se sintió azorado. Se rascó un inexistente picor en la nuca.

- Yo... iré a la oficina de correos, a recoger cualquier carta que vaya en nuestra dirección. Aunque eso no nos dará dinero. Me quedaré a la puerta de la oficina, donde estén los escribas, e intentaré ganar algo de dinero escribiendo las cartas, documentos o lo que salga. Y en cuanto a ir y volver a... Gob... supongo que también podemos alquilar un caballo, aunque sea solo por una jornada. Eso reduciría mucho el viaje, ¿no creéis?

Minako no recuerda muy bien cómo llegaron a la posada. No es algo inusual, muchas de las largas caminatas que suponían el día a día de su familia terminaban con los más cansados andando medio dormidos, casi de manera automática. Recuerda haberse aseado y haber cenado, pero no está muy segura de en que orden fue, ni exactamente qué pasó.

La comodidad de la habitación hace que se le peguen las sábanas, y se despierta más tarde de lo que es habitual en ella. Despertarse con la salida del sol es lo común para una familia de granjeros, después de todo, pero la verdad es que posiblemente esta haya sido la cama más cómoda en la que ha dormido en toda su vida. Sabía que había otras formas de pasar la noche que no eran una caravana, una tienda de lona o dormir al raso, pero una cosa es saberlo y otra muy diferente experimentarlo por una misma. Ha dormido tan profundamente que su pelo está ingobernable, y mientras baja a desayunar se lo va recogiendo en una coleta alta.

- Buenos días, saluda mientras se frota los ojos. Todo el mundo está ya allí, reunido alrededor de una mesa. En ciertos aspectos no son diferentes de una familia.

- Gracias por elegir este lugar, Yoshi. Creo que no había dormido tan bien en años, dice con una sonrisa mientras empieza a comer con ganas.

Escucha atentamente todo lo que el resto dice. Son buenas ideas, no hay razón para objetar nada. Asiente con la cabeza a lo que sus compañeros van proponiendo. Cuando termina vuelve a hablar con su tono pragmático habitual.

- Estoy de acuerdo, en todo. Cuando acabe de desayunar haré un inventario a ver qué tenemos. Me refiero a nuestras cosas, aunque igual también sería buena idea hacer lo mismo con lo que nos dio Gob. Tenía tantos trastos e hizo el hatillo tan rápido que no tengo ni idea de lo que hay dentro. Se encoge de hombros. ¿Alguien sabe realmente lo que el goblin les dio? 

Después mira al joven cartero, que acaba de sugerir alquilar una montura para hacer el viaje más rápido.

- Buena idea también. Podríamos trabajar para el propietario del caballo, si nos deja. Estoy acostumbrada a tratar con animales grandes, mal no se me dan, y puedo reparar herraduras, estribos... el mantenimiento normal para animales de granja. Con eso podríamos conseguir algo de dinero, o al menos que el dueño nos haga un mejor precio en el alquiler.

- Lo primero es vender los objetos. - Dijo el viejo Shiso. - Puedo ir yo mismo junto con alguno de vosotros. Con Kosuke por ejemplo. - Miró entonces a Yhosimoto. - Ves a la oficina de correos y haz lo que tengas que hacer. - Luego se dirigió hacia Minako y Takeshi. - Minako, podrías intentar encontrar un buen caballo. ¿Puedes acompañarla, Takeshi?

Shiso se había erigido en el líder del grupo. No iba a imponer nada y tampoco iba a ir en contra de la decisión de la mayoría. Le gustaba escuchar lo que todos tenían que decir y lo que opinaban, para así poder tomar las mejores decisiones. Sobre todo si les afectaban globalmente a todos. Lo cierto era que no necesitaban ir todos a todas partes, con ello sólo lograrían perder el tiempo. Por ello era buena idea dividirse. Al menos lo era en la cabeza de Shiso.

- Pero antes de todo ésto, vamos a acabar de desayunar tranquilamente. - Sentenció el viejo. - Al fin tenemos algo de respiro y tenemos que disfrutarlo. Luego, si quieres... - Le dijo a Minako. - ...puedes hacer el inventario y luego ya iremos cada uno a hacer lo que tenga que hacer. ¿Estáis de acuerdo? Estoy abierto a sugerencias...

 Minako, podrías intentar encontrar un buen caballo. ¿Puedes acompañarla, Takeshi?

 Luego, si quieres... - Le dijo a Minako. - ...puedes hacer el inventario y luego ya iremos cada uno a hacer lo que tenga que hacer. ¿Estáis de acuerdo?

- De acuerdo, contesta la chica sin poner objecciones. Cuanto antes sepamos lo que nos queda antes sabremos lo que nos hace falta.

Ha terminado de desayunar y entre la buena noche y la buena comida no puede evitar sentirse muy bien. La ciudad parece mucho más hermosa hoy que ayer, aunque lo cierto es que anoche casi no pudo ni verla.

Ahora empieza a tener ganas de verla de noche, con los faroles y las luces, pero esta vez espera poder disfrutar algo, no como ayer.

Pero "la obligación antes que la diversión", como dice su padre. Cuando vives del campo hay que saber aprovechar el día. Termina de desayunar y recoge su plato muy ordenadamente, sin darse cuenta de que ese es trabajo de los posaderos, que la miran extrañados. Luego termina de colocarse la ropa y el pelo, todavía estaba un poco alborotado de anoche.

- Voy a los establos, con Hai-iro. Veré que tenemos y luego iré a buscar monturas, si hay.

Se para y mira a Takeshi. Yoshi ha sugerido que vayan juntos, pero ella no dice nada. Simplemente se para un momento y le mira, como esperando que el muchacho haga algo.

Takeshi asintió ante la pregunta de Shiso y fue terminando su desayuno, cuando Minako se levantó y lo miró, le sonrió y también se levantó - Te acompañaré - dijo, y tras salir de detrás del asiento le ofreció el brazo en jarra - es una hermosa mañana para pasear y visitar a Hai-iro. - Ya fuera que Minako aceptara el gesto, o se lo tomara como una broma y le pegara por atrevido, lo cierto era que salir a la calle con ella sería agradable.

Yoshi enrojece cuando Minako le da las gracias y se limita a encogerse de hombros, sonriendo levemente.
Iba a decir algo, pero todos intervenían y no encontraba el coraje para interrumpir a nadie. Yoshi observó a todos y los escuchó con atención mientras hablaban, sin mirarles más que de reojo. Solo levantó la mirada de su plato cuando Shiso empezó a dar ordenes. Tenía algo en la voz que hacía obedecer. Quizás edad.

Yoshi asintió.

- En cuanto termine mi desayuno, lo tengo todo listo.

Los demás parecían también a punto de lanzarse al trabajo. Yoshi apuró su desayuno. No quería parecer un perezoso a los ojos de sus nuevos compañeros. Era la hora de ganarse el jornal. De buena gana hubiese comido más, pero quería causar una buena impresión. Se levantó y saludó con una inclinación de cabeza al resto de comensales.

- Ruego me disculpéis. Supongo que no seré el único escriba que ofrezca sus servicios en la plaza. Tengo que darme prisa o perderé oportunidades de negocio. Si me buscáis por cualquier motivo, estaré en la plaza. Si no estoy allí, dejaré informado aquí del lugar al que me he dirigido.

Se incorporó y desplegó una pancarta blanca con tres ideogramas escritos en negro, escritos de arriba a abajo, donde se leía "Escribano". Ajustó las varillas a unos ojales de su mochila y salió con paso firme a la calle.

Afuera, Yoshi respiró hondo, tratando de echar fuera la ansiedad.
Su primer día de trabajo real.

Oró en silencio porque el día fuese provechoso.

Todos habían acabado de desayunar. Aquella noche a cubierto en una cama mucho más cómoda que el frío suelo y aquel desayuno, habían revitalizado al viejo. Ya ni siquiera le dolían los pies y lo que era más importante, estaba de mucho mejor humor y con ganas de ponerse en marcha.

- ¿Estamos listos? - Preguntó. - Estas muy callado Kosuke. ¿Vendrás conmigo a vender el material de Gob?

Y es que Kosuke no se había pronunciado ni a favor ni en contra. Sisho esperaba que aceptara acompañarle. No le gustaba que recayera sobre él toda la responsabilidad de vender los objetos a buen precio. No era el mejor regateando, por lo que una ayuda sería de agradecer. Además, si sacaba poco dinero de las ventas, no quería ningún tipo de suspicacia. No creía que pensaran que se había quedado algo, sería muy desagradable, pero podía pasar y sino pasaba rompería lael harmonía del grupo. Por eso era mejor que fueran dos, los testigos de la transacción.

─¡Ah, sí, disculpa! ─Exclamó llevándose una mano a la nuca y frotándose un poco. Aunque había escuchado todo lo que habían dicho, se había quedado un poco transpuesto─. He empezado a escribir la crónica de nuestro viaje y estaba pensando en... No importa. Sí, voy contigo, y será mejor que nos pongamos con ello cuanto antes. Me gustaría pensar que no va a costarnos más de la cuenta venderlo, pero...

Pero no estaba tan seguro, especialmente porque no era que estuvieran vendiendo mucho de algo, si no cosas más bien variadas, de modo que era poco probable que pudieran vender todo a la misma persona. Así que tendrían que ir de aquí para allá, y seguramente regatear en cada intercambio. Carraspeó bajito y miró al resto de sus compañeros. Parecía que todos ellos estaban ya preparados y listos para marchar para cumplir sus tareas, así que se fue despidiendo de ellos uno a uno mientras se apresuraba también por liquidar el desaytuno.

─De acuerdo, ya estoy listo ─Asintió, finalmente levantándose y desesperezandose por tercera vez esa mañana─ ¿Vamos a ello entonces, Shiso?

Esperó al líder del grupo y después se dispuso a marchar con él. Al menos, como poco, también sería una buena oportunidad de ver el mercado.

- Si, no perdamos más tiempo. - Dijo el viejo Shiso.

Recogió sus pertenencias y se despidió uno a uno de sus compañeros de viaje. Los volvería a ver muy pronto, pero se le hacía raro alejarse de tantos de ellos, después de haber pasado todo aquel tiempo juntos. Una vez realizadas las pertinentes despedidas, miró a Kosuke y asintió con la cabeza, dando así la orden para iniciar la marcha.

Sin más, Kosuke y Shiso se marcharon. Tenían por delante una importante y difícil misión, vender todo aquello a un buen precio, algo que no iba a ser tan fácil como podría parecer en un principio. Fuera como fuera, debían sacar al menos el suficiente dinero como para comprar la medicina y unas cuantas provisiones para los próximos días. Por suerte al menos, el hospedaje estaba ya pagado.

Cargados con las cosas de Gob, Sisho y Kosuke se dirigieron al mercado. El día había amanecido soleado y calentaba sin llegar a abrasar, recuperados del viaje del día anterior, se sentían mucho más animados. No tardaron demasiado en llegar al corazón de la ciudad de Sakurairo, a esas horas el mercado estaba en pleno funcionamiento. 

Las calles estaban llenas de gente que iba y venía, comprando, vendiendo o sencillamente, paseando. Las tiendas tenían sus escaparates abiertos, sus tenderetes en la misma puerta, sus productos dispuestos sobre tarimas. Por la calle por la que ellos caminaban abundaban las flores y su fresco aroma flotaba por donde ellos caminaban. Cada pocos metros, un cerezo de flores rosadas dejaba caer sus pétalos mecidos por el viento. A los pocos minutos, una vez atravesaron la calle, alcanzaron el mercado de una plaza circular. En su centro, un enorme cerezo se retorcía hacia el cielo, sus ramas oscuras en contraste con las flores rosadas. Era el cerezo más grande que habían visto jamás y no era un cerezo común, no tenía la forma ovalada de cualquier árbol sino que tenía la forma de un dragón.

El día había amanecido soleado y calentaba sin llegar a abrasar. Recuperado del viaje del día anterior, Yoshi se sentía mucho más animado. No tardó en llegar al corazón de la ciudad de Sakurairo, a esas horas el mercado estaba en pleno funcionamiento. 

Las calles estaban llenas de gente que iba y venía, comprando, vendiendo o sencillamente, paseando. Las tiendas tenían sus escaparates abiertos, sus tenderetes en la misma puerta, sus productos dispuestos sobre tarimas. Por la calle por la que caminaba abundaban las flores y su fresco aroma flotaba por donde pasaba. Cada pocos metros, un cerezo de flores rosadas dejaba caer sus pétalos mecidos por el viento. A los pocos minutos, una vez atravesó la calle, llegó al mercado de una plaza circular. En su centro, un enorme cerezo se retorcía hacia el cielo, sus ramas oscuras en contraste con las flores rosadas. Era el cerezo más grande que habían visto jamás y no era un cerezo común, no tenía la forma ovalada de cualquier árbol sino que tenía la forma de un dragón.

Hacia él se acercó una anciana con bastón para preguntar por sus servicios.

Hai-iro estaba en perfectas condiciones, bien cuidado y bien alimentado. Se dejó cuidar por Minako durante un rato. Los dos jóvenes salieron a la calle a buscar monturas. El día había amanecido soleado y calentaba sin llegar a abrasar, recuperados del viaje del día anterior, se sentían mucho más animados. No tardaron demasiado en llegar al corazón de la ciudad de Sakurairo, a esas horas el mercado estaba en pleno funcionamiento. 

Las calles estaban llenas de gente que iba y venía, comprando, vendiendo o sencillamente, paseando. Las tiendas tenían sus escaparates abiertos, sus tenderetes en la misma puerta, sus productos dispuestos sobre tarimas. Por la calle por la que ellos caminaban abundaban las flores y su fresco aroma flotaba por donde ellos caminaban. Cada pocos metros, un cerezo de flores rosadas dejaba caer sus pétalos mecidos por el viento. A los pocos minutos, una vez atravesaron la calle, alcanzaron el mercado de una plaza circular. En su centro, un enorme cerezo se retorcía hacia el cielo, sus ramas oscuras en contraste con las flores rosadas. Era el cerezo más grande que habían visto jamás y no era un cerezo común, no tenía la forma ovalada de cualquier árbol sino que tenía la forma de un dragón.

Se desviaron, preguntaron y llegaron hasta unos establos dónde se alquilaban monturas. En un panel de madera había una serie de precios, por horas o por días.

Shiso quedó admirado ante la inmensidad de aquel mercado. Nunca antes había estado en un mercado tan grande y con mayor variedad de productos que aquel en el que se hallaba en esos momentos. Si tenía que encontrar algún producto en concreto, tenía que ser por fuerza en aquel lugar, pues si no estaba allí, difícilmente lo encontrarían en otro lugar. No obstante, ellos buscaban algo muy concreto, una medicina para paliar la enfermedad de Meemu. Pero antes debían vender todos aquellos productos que Gob les había entregado para sufragar los gastos de dicha cura.

El viejo y Kosuke, comenzaron a ofrecer sus productos a los tenderos. Los primeros objetos salieron de sus manos rápidamente a cambio de una buena suma, una suma correcta. No obstante, cuando tan solo les restaron los objetos más comunes, el intercambio se volvió más complejo. Lo cierto era que Shiso no era demasiado bueno con el regateo. Los tenderos en cambio, sabían mucho de aquel arte y o bien no mostraban interés para acabar ofreciendo una miseria, o bien simplemente su falta de interés era cierta y no deseaban comprar nada de lo que portaban consigo.

Pronto Shiso supo que invertirían un buen rato en la venta de todo lo que llevaban consigo, pues no estaba siendo fácil darle salida a todo aquello. Al fin y al cabo... ¿Quién iba a comprar un guante desparejado? Pero no debían rendirse, pues cuanto más sacasen, más tiempo podrían seguir viajando y por supuesto, tenía que bastarles para comprar la medicina y para sus gastos futuros. No era una labor fácil y a él no se le daba demasiado bien. Esperaba que Kosuke supiera negociar un buen precio, pues de lo contrario, iban a sacar muy poco dinero.

- Creo que a partir de ahora, deberías llevar tú la voz cantante en las transacciones que intentemos. - Le dijo el viejo a su compañero. - A mi me ven como un viejo idiota al que es fácil estafar. - Sonrió. - Y quizás así sea. Esperemos que tú tengas más suerte con éstos tacaños vendedores...

Minako vio el gesto de Takeshi, pero sin saber muy bien lo que el muchacho pretendía, optó por no hacer nada. La inexperiencia de la chica en tratar con gente que no fuese de su familia la hacía preferir ser muy prudente en cuestiones sociales.

Se dirigió a su habitación, se arregló un poco, recogió sus cosas y caminó junto con su compañero hacia los establos. Durante el camino, al darse cuenta de que la ciudad estaba en mitad de una celebración, decide atar un pañuelo alrededor de la punta de su lanza. No puede envainar el arma, pero sí puede hacerla menos amenazadora. Tampoco lo ata con mucha fuerza, sigue sin saber muy bien qué esperar en una población que para ella es muy grande.

Al llegar a los establos y ver que Hai-iro está bien el humor de Minako mejora aún más. Tras el buen descanso y con la llegada de una mañana tan bonita, parece que nada pudiera salir mal.

Durante unos minutos se dedica a cuidar al burrito y Takeshi puede ver una faceta de la chica que no deja ver demasiado a menudo. Acaricia y habla al animal con dulzura, casi se podría decir que con un comportamiento que queda un poco fuera de lugar con lo que ha dejado ver hasta ahora. Dándose cuenta de que su compañero lleva un rato allí parado sin hacer nada, se despide del burrito y se dirige hacia él, recuperando un poco de su seriedad habitual.

- Mucho me temo que en estas ciudades yo... no me muevo muy bien. Creo que es la segunda o tercera vez que estoy en una, y nunca ha sido por mucho tiempo. ¿Igual es mejor que te encargues tú de hablar o negociar con los propietarios del establo? ¿O estamos los dos en la misma situación?

A pesar del tono serio, todo en su expresión facial y corporal indica que está completamente relajada.

Yoshi encontró un agradable rincón, bajo la que pronto sería la sombra de un gran cerezo a la puerta de la oficina de correos. Desplegó su anuncio, buscó un lugar cómodo donde sentarse y se preparó, poniendo sobre sus rodillas su mochila dada la vuelta. Tenía una superficie plana y dura, un hueco para depositar el tintero y las plumas y pequeñas tiras de seda para sujetar él papel.

Apenas había terminado de colocarse y apenas había comenzado a sonreír, tal y como su madre le había recomendado, cuando llegó su primera clienta.

- Hola jovencito. No recuerdo haberte visto aquí antes.

Yoshi se sonrojo y explicó a la anciana que ella era su primera cliente. La anciana quedó encantada y también con él precio y la calidad que Yoshi empleó en escribir su carta.

- Aquí tiene señora. Espero que sea de su agrado.
- Oh, lo es, lo es. Contaré a mis conocidos que eres un buen escriba.

Y se alejó, en dirección a la oficina de correos.

Yoshi se sintió bien con las monedas que había conseguido ganar. No pensó que la anciana tuviese tal efecto y tan raudo.

Otra anciana, más alta y flaca que la anterior pero con una amabilidad similar en la mirada se le acercó.

- ¿Eres él nuevo escriba?

Antes de darse cuenta, tenía gente esperando. Apenas tuvo tiempo de engullir unos pastelitos de arroz que otra clienta, la tabernera, sobrina de su primera clienta le hizo llegar como parte del pago.

Comenzaba él día a decaer cuando Yoshi plegó su toldo. Cinco cartas. Le dolía la mano, pero era un dolor agradable.

Se apresuró. Quería adquirir cinco resmas de papel para sustituir las que había empleado y acudir a la oficina postal antes del cierre para recoger él correo que estuviese en su ruta.