Partida Rol por web

El club de medianoche.

Epílogo

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10/05/2010, 13:09
Director

Tras los terribles acontecimientos que tuvieron lugar en la casa del árbol, los niños lograron escapar hasta el hospicio, aprovechando el festín que la despiadada criatura que habían creado se estaba dando.

Después de aquello, el club se disolvió y la casa del árbol nunca volvió a ser habitada.

Cada noche, al dar las doce en el viejo reloj del hospicio, los corazones de tres niños se llenan de culpas mientras el viento arrastra desde el bosque el dulce canto de quien una vez fue conocido como "El Niño del Bosque".

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10/05/2010, 14:52
Olivia

Olivia le repite -una y mil veces- a su hermano que no. Que no es cierto. Que nunca estuvo en el bosque aquella noche. Que son patrañas de Pablito y de Luismi. Que esos dos quieren que Manuel le tire de las orejas. Que ella es una chica buena y que se porta muy bien y que hace siempre las cuentas que le manda la hermana Asunción, aunque no sepa ni cuanto es dos por dos. Y que...

***

Le contesté que no podía creer lo que me decía, que se dejara de hablar pavadas. Pero él siguió y siguió con el cuento ese del Niño del Bosque.
Ahora que todo el mundo está desesperado, no me animo a decirles lo que sé. ¿Qué van a pensar? Mejor me callo.
-Tengo miedo -dijo de golpe.
Le pregunté de qué, pero él, no me contestó. Sonrió un poquito triste sin dejar de caminar y se fue.
Ahora, pienso que si en lugar de quedarme callada la boca, hubiera hablado, tal vez, no andarían todos así como andan, desesperados y yo no tendría que callarme lo que sé. Después, pasó un tiempo largo y no nos vimos. Hasta que una mañana, me lo encontré en el patio. Casi no lo reconocí. Tenía los ojos hundidos, la ropa le bailaba de grande.
-¿Estás enfermo? -le dije.
Él se puso mal, le empezó a temblar la boca y se tapó la cara con las manos. Esa vez, sí que me olvidé del enojo y seguí a su lado hasta que se tranquilizó.
-Me persigue el recuerdo -dijo, y yo le solté la carcajada en la cara. Estaba segura de que me había tomado por tonta.
-Me persigue el recuerdo, te digo -repitió.
Como insistía, le pedí que me contara. Él empezó a hablar.
-En cuanto me quedo solo, aparece. Es horrible.
Ahora, no me acuerdo de todo lo que me contó, pero fueron cosas raras, muy raras. Entre otras cosas, dijo que veía unos pies descalzos que flotaban en el aire y que oía una voz que lo llamaba y le avisaba que se lo iba a llevar. Era el Niño del Bosque, pero no era. Era Aquello.
-¿No habrás estado soñando? -le pregunté.
Él no sé si me escuchó porque se quedó callado, pensando. Tan lindo que era y tan triste que parecía...
-Los huesos le crujen cuando se mueve. ¡Te lo juro!
Mientras hablaba, ponía unos ojos que me hacían acordar a los de la gente esa que sale en las estampitas.
- Nadie lo sabe. Solamente tú.
Solamente yo. Y se fue y no volvió.
Ahora que las monjas dicen que me pasa esto o lo otro y que el médico de aquí o los remedios de allá, sigo acordándome de Él. Lo cierto es que con tanta historia, pensaba en Él de la mañana a la noche.
Ahora, pienso que si hubiera hablado en ese momento, si hubiese llamado a alguien del hospicio para que conversara con Él, tal vez, las cosas serían distintas. Claro que igual, ¿cómo ayudar a un chico que en lo único que pensaba era en el Niño del Bosque? O en Aquello…
Esa tarde, después de que me contó que se lo quería llevar el Niño del Bosque, se fue con la ropa bailándole en el cuerpo. Mis ojos no volvieron a verlo. No lo vi más. Nunca más. Esperé y esperé. Lo extrañé y lo extrañé. Hasta que no aguanté más y fui a buscarlo.
Cuando volví a la casita del árbol –lo que quedaba de ella-, me temblaban las rodillas. Apareció un duende y, entonces, le pregunté por mi amigo. No supo decirme nada.

Volví al orfanato y le pregunté a la hermana Asunción que todo lo sabe y no se le escapa una.

-¿Qué? ¿El? Nunca vivió acá.
Me quedé fría, según ella, allí no vivía Él.
Nunca vivió en el hospicio Él. Ni antes ni ahora. Nunca.

Así, que empecé a preguntar por Él a los chicos del orfanato.
- ¿De qué hablas? ¿Él? ¿Quién es Él?
- ¿Cómo que quién? Él, mi amigo.

Ahora, las monjas me miran raro. Y los otros niños. Y Manuel. Sé que si hablo, va a ser para peor. Mejor me callo, y en cuanto pueda, voy a buscarlo a la casita del árbol. O le pregunto al duende del bosque, otra vez. Pero, ahora, no voy a decir nada porque si no, van a empezar otra vez con la historia de que Él no existe, ni existió. Mejor no digo nada. Mejor no digo lo de los pies descalzos que veo flotando en el aire, ni de los huesos que crujen. Mejor, no les digo que de noche, alguien que tiene la voz de Él me llama y me llama.
Mejor no digo nada. Sí, mejor, me callo.