Partida Rol por web

Gustavo asintió a la propuesta de Patricia con un meneo de cabeza algo exagerado. Realmente se sentía abotargado. Demasiado como para pensar lúcidamente. Casi con toda probabilidad al día siguiente la cosa no mejoraría demasiado pero el trabajo material se llevaría parte de la jornada y no tendría que pararse a pensar más de lo necesario. No se sentía nada... creativo.

Más de una vez en los últimos meses había pensado en dejar el cuerpo de Policía y, para ser honestos, el motivo de mayor peso para no hacerlo era el hecho de que historicamente, él era de los que abandonaban a la primera de cambio. Sin embargo el trabajo como investigador era diferente. Se veía lo peor de la sociedad. Se vivía con ello. Codo con codo. Era normal quemarse.

Al salir de la comisaría respiró el aire frío y contaminado de Madrid y casi pudo exhalar una bocanada de humo de los coches que atestaban el centro. La boca de metro se abría hambrienta apenas unas decenas de metros calle abajo pero él prefirió calarse el cuello de la chaqueta, ajustarse la bufanda y caminar. Parecía que había llovido. El firme reflejaba las luces de las farolas y los semáforos lo que confería a la estampa un color propio de una ensoñación. Ópera, Plaza Mayor, Calle Toledo, Paseo de Pontones... hasta casa. Podría haber bajado por los Jardines del Palacio de Oriente pero no se sentía tan bien como para rodearse de un paisaje tan bucólico. Prefería el duro asfalto. O tal vez merecía el duro asfalto. Era un poco más largo pero así podría pensar... o, mejor aún, ese camino le permitiría no pensar. Mejor aún.

Tomó el teléfono móvil y llamó a su ex mujer. Varios tonos después el aparato se deslizó de nuevo a su bolsillo. Sin respuesta. Sólo quería hablar un poco con Adrián, su hijo. Estaría en karate... o inglés... o cualquier otra cosa de esas que hacen los niños después de clase. Al llegar al apartamento le saludó Atom con una efusividad excesiva. Gus le acarició para, acto seguido, regañarle por haberse hecho "sus cosas" en el pasillo. Y, justo a continuación, reprenderse a sí mismo por haberlo hecho. Al fin y al cabo, el animal se pasaba el día solo encerrado en casa. Un paseo de veinte minutos después, ambos, amo y perro, regresan al confort del hogar. Cada uno a su lugar: Gus al sofá y Atom encima de Gus.

El sueño vence.

Sobresaltado Gus se despertó. Los anuncios de la tele revelaban que debía de ser tarde y el reloj del teléfono móvil así lo confirmaba. Un whatsapp y varias llamadas perdidas indicaban que Elena le había intentado comunicar sin éxito. El mensaje era de una foto; Adrián y un examen con una calificación de 10. - Así se hace, campeón... - musitó Gustavo para sí.

La noche se saldó con un setenta por ciento del tiempo en el sofá y el treinta restante en una cama que parecía no querer que su usuario pegara ojo. Pero la mañana llegó y con ella, una ducha y un café, el día daba su pistoletazo de salida. El cuenco de Atom se llenó de bolas de comida para perros por obra y gracia del dueño que se despedía de él con un cariñoso...

- Si esta noche cuando vuelva te regaño por haberte cagado en el pasillo, muérdeme en las pelotas. Me lo merezco. ¿Te puedes creer que acabo de darme cuenta que anoche no cené?

Una vez que fichaba, Gutierrez cambiaba completamente de ambiente, pasando de la formal comisaria a las peores calles de la ciudad.

Vivía en el piso que había heredado de sus padres y que continuaba con la misma decoración de hacía cincuenta años; pero a él no le importaba ya que lo usaba para poco más que para dormir. Paqui, la del quinto, se sacaba un sobresueldo encargándose de dar una limpieza rápida semanal y hacer la colada y la plancha.

Gutierrez hacía casi todas las comidas en los bares del barrio, si es que a un bocata de calamares bajado con un cubalibre se le podía considerar cena, y era ya una cara habitual en varias de las partidas de mus y poker que se jugaban habitualmente.

Cuando la soledad se hacía más pesada de lo normal, lo remediaba con un trago extra y la ocasional visita a alguna de las putas con las que tenía más confianza.

Las mañanas comenzaban con una ducha y, ocasionalemnte, un par de aspirinas para pasar al carajillo y pincho en el bar de abajo antes de incorporarse al siempre noble cuerpo de seguridad de la ciudad.

Apenas llegó a su piso, lo primero que hizo Patricia fue poner a llenar la bañera. Mientras el agua llenaba la tina, guardó la compra que había hecho de pasada tras bajar del metro, camino a casa. Una pechuga de pollo precocida con unos vegetales al vapor (al menos eso decía el envase), sería su cena de aquella noche. Aunque la cocina era su momento de relax la mayor parte del tiempo, el caso de aquella mañana la había dejado extenuada incluso como para disfrutar de ese pequeño placer.

-Espera un momento, Church... -la gata no dejaba de contonearse entre sus piernas mientras Patricia alternaba entre el refrigerador y la alacena para dejar cada cosa en su lugar-. Ya va, ya va... sí, te haré todos los mimos que quieras, pero déjame terminar con esto! Bueno, qué más da... no hay nadie aquí que pueda regañarme si dejo las galletitas en la mesada, verdad? -con cariño se agachó y comenzó a acariciarla por debajo de la barbilla y entre las orejas.

La cena había estado pasable. Mientras terminaba de ver por enésima vez otra reposición de Friends, Patricia chequeó su móvil antes de acostarse. El grupo del insti estaba de fiesta (el after office había terminado en cena y la cena parecía que iba a convertirse en marcha) y el whatsapp no paraba de sonar. Con una sonrisa, silenció el grupo y se fue a la cama. Tal vez, la semana siguiente pudiera unirse a la fiesta. Siempre y cuando el caso de la rusa misteriosa terminara por aclararse.

-Vamos Church! la cama nos espera -agotada de aquella jornada y repasando mentalmente lo que le deparaba la siguiente, Monteros apagó las luces del estar, se lavó los dientes y se fue a dormir. Al otro día se levantaría como siempre, una hora antes de entrar al trabajo y correría con el desayuno como cada mañana, sobre todo porque había decidido que el apio ya no formaba parte de su nueva dieta.

Al día siguiente los detectives estaban alrededor de la mesa de autopsias. El cadáver estaba tapado con una sábana. El forense encargado del tema era Pedro Jimenez, un hombre metódico, muy tranquilo. Había solicitado el traslado desde su Galicia natal para estar cerca de su hija mayor, que pasaba por algún tipo de problema familiar del que nadie sabía nada concreto, aunque se rumoreaba sobre un caso de malos tratos. A sus casi sesenta años ya había visto tanta muerte que parecía sorprendente que conservase el buen humor. A todo te acostumbras, solía decir con una sonrisa de medio lado. En el escaso año y medio que llevaba en Madrid ya se había granjeado la simpatía de casi todo el mundo[1]

- He visto de todo en esta vida pero os aseguro que esto es, sin dudarlo, lo más... no sabría decirlo. La palabra que me viene a la cabeza es bizarro, pero con el significado inglés. 

Apartó la sabana con un movimiento profesional. Allí estaba de nuevo Adela con su esternon abierto como una compuerta personal. 

- Se han llevado el corazón. Pero nada de lo que me han enseñado de la escena del crimen encaja con esta carnicería. Veamos: lo primero es abrir el pecho. Se necesita material específico para hacer esto y aunque se puede comprar por internet (hoy en día todo se puede comprar en internet) también requiere saber usarlo. La persona que ha hecho esto no lo sabía usar. Alguien con experiencia no hubiera destrozado todo esto - señaló con su bisturí parte de la carne - ni habría fragmentado estos huesos. De cualquier modo, experto o no, esto tendría que ser una fiesta de sangre. El corazón lo arrancó casi de cuajo. Tendría que haber sangre hasta en el techo. Para limpiar todo eso se necesitaría un ejército de gente o muchísimo tiempo. Bastante más del que tenemos entre la hora de defunción y vuestra llegada. Estoy totalmente desconcertado.

Se giró para entregaros unos papeles:

- Hay más cosas que no tienen sentido. No encontré restos de ninguna droga en el cuerpo de la mujer. ¿Cómo la inmovilizó? Porque si no la drogó... estaba viva cuando le hizo esto. No hay otras marcas de pelea ni laceraciones, ni ninguna herida mortal. No hace falta tener mucha imaginación para entender que cuando te abren el pecho vas a defenderte con todo lo que tengas. ¿Y nadie en el vecindario escuchó nada? No es posible, no es posible.

Negó con la cabeza.

- No tiene sentido. Lo único que se me ocurre es que la matara en otro sitio y luego la llevase allí. La escena, por tanto, tuvo que prepararse después de llevar al cadáver. Pero la forma en que la encontraron, esa postura tan extraña, tuvo que aplicarse en el momento de la muerte para que el rigor mortis hiciese el trabajo. ¿Como trasladas un cadáver en la postura de la carta del ahorcado de un lugar a otro? Lo único que se me ocurre es que la matasen en el mismo inmueble y que ahora mismo alguien haya borrando todas las huellas de su apartamento... quizás deberíais pedir una orden y que los de la científica examinen todos los apartamentos del edificio. Eso le va a encantar al juez, no lo dudo.

Tapó nuevamente al cadáver.

- ¿Sabéis lo peor? El rostro y los ojos. No tengo pruebas científicas para demostrarlo pero cuando llegó habría jurado que la pobre mujer estaba viva mientras le hacían todo esto. Aunque eso es imposible: el shock de abrir el pecho sería tan grande que se habría desmayado al momento. No pudo sentir nada. 

Se encogió de hombros:

- Esto es una locura. Pediré una segunda opinión porque se salta todos los parámetros lógicos. He enviado muestras de sangre a otros laboratorios para ver si alguien conoce alguna droga que pueda no ser detectada por el procedimiento habitual. No sé si tenéis alguna pregunta más. Yo las tengo a millares, la verdad, no me gustaría estar en vuestros pellejos. Esto no tiene pies ni cabeza.

Patricia fue tomando nota en el móvil mientras Pedro hablaba. El tiempo que llevaban con él le había enseñado que primero debía dejarlo exponer toda su investigación y luego preguntar por cabos sueltos en vez de interrumpir a medida que se le ocurrían las preguntas. Aunque esta vez no tenía tantas. El caso la había dejado tan perpleja como al forense.

-Pedro ¿no hay signos de que pudieran haberle drenado la sangre? la escena del crimen apunta a que el asesino trabajó solo, el asesinato tiene que haberse cometido en el piso de Adela. Por cierto... -bajó la vista hacia el móvil, para chequear sus notas antes de seguir- ¿cuál es la hora estimada de muerte? no recuerdo si los de la científica nos dieron un preliminar la mañana de ayer.

-Respecto a lo otro... lo de la tortura en vida... -la carne se le puso de gallina de solo pensarlo. Hasta ayer todo indicaba que la difunta no se había enterado de nada, pero si lo que el forense estimaba era verdad, sus últimas horas debían haber sido un verdadero suplicio.

-¿Sería posible lograr algún grado de hipnosis que la obligara a mantenerse impasible mientras era sometida a semejante brutalidad? ¿Se puede vencer el instinto de autopreservación evitando el estado de shock que la llevara a la inconsciencia?

Gutierrez contuvo una mueca cuando Jimenez destapó teatralmente el cuerpo. Había visto, y provocado, sangre y contusiones pero el cuerpo abierto de esa manera, pese a estar limpio, y la posterior explicación pormenorizada de lo sucedido le iban a hacer necesitar un buen trago para dormir esa noche.

Tomó notas a boli en su libreta de alguno de los datos que daba el forenso, sabía que siempre podrían recurrir al informe completo si necesitaban un detalle concreto.

- ¿Sería posible que hubiesen cubierto una de las habitaciones completamente y luego se llevaran los plásticos? Como el asesino ese del programa que daban hace unos años; Pepe, el del bar, estaba siempre obsesionado con él.

Repasó las notas. Sangre, no drogas ni heridas defensivas, ¿viva? ¿segunda escena del crimen?... nada de eso le cuadraba y el caso cada vez se volvía más rocambolesco.

- La hora de la muerte se establece a las once y media de la noche. Según los de la científica había salpicaduras pero demasiado escasas para que estuviera viva. Yo no lo tengo tan claro, pero todo en este caso es demasiado raro. Drenarla... podría ser una opción. No lo había pensado. ¿Plásticos? También... vaya. Está claro que yo entiendo más de cadáveres que de asesinos. Pero tendría que haber puesto muchos plásticos para evitar que salpicase hacia el techo. 

Después meditó sobre el tema de la hipnosis:

- No soy un experto en ese área... me parece improbable conseguir semejante control de la mente si la intervención de algún tipo de droga. He visto casos de hipnosis muy fuertes, que hacían que los sujetos no sintieran dolor... pero nunca hasta ese punto. Quizás deberíais consultar con alguien más especializado.

Se dirigió hacia la mesa metálica donde tenía sus cosas y garabateo un nombre con un teléfono: 'Eduardo Indalez 91-xxx-xxx-xx'.

- Es un buen amigo mío y un experto en temas de autosugestión. De hecho en su juventud llegó a hacer un show como hipnotizador. Pero no se lo recordéis. Ahora es un reputado psiquiatra y le da bastante apuro recordar aquellos tiempos.- concluyó riéndose quizás de lo que él recordaba - El gran Fratini, se hacía llamar. Que jodío. Lo que nos reíamos con su espectáculo.

Cortés estuvo callado todo el rato. Jiménez se explicaba muy bien y al mismo tiempo que iban surgiendo las dudas evidentes, el propio forense las formulaba sin respuestas aparentes. Por otro lado, las hipótesis de los compañeros no tardaron en llegar; hipnosis, plásticos para recubrir la habitación...

- Sin embargo, lo que dice Jiménez tiene más sentido. ¿Por qué no chequearlo...? El hecho de que el asesino sea un vecino o tenga acceso a alguno de los apartamentos del edificio nos da una posibilidad. De cualquier modo, el asesinato tiene un carácter sobradamente teatral. El hecho de que la encontrásemos en su piso y de esa guisa tiene un significado. Eso es evidente.

El asunto de la hipnosis no le cuadró demasiado. Él mismo había estudiado psicología y, de hecho, había ejercido como psicólogo durante un periodo de tiempo no demasiado largo y, sin embargo, no creía que ese tipo de sugestión fuera posible hasta el punto de anular el instinto más básico del ser humano. Esos espectáculos a los que aducía el forense eran, por lo general, grandes circos de pulgas. Sin embargo calló ante la posibilidad de entrevistarse con un experto en la materia.

-Sí, no está mal corroborar eso Gus... pero ayer cuando hicimos el relevamiento preliminar de la escena, les pedí a los de la científica que rociaran el lugar con luminol y los alrededores del cuerpo lucían como un maldito test de Rorschach. Si no la mataron allí, han desangrado a alguien más en ese piso. Por eso tampoco veo factible la teoría de Gutierrez de los plásticos. Alguien que se toma tanto trabajo para dejar impoluto el lugar no sería tan descuidado de volcar la sangre contenida en los plásticos para luego tener que volver a limpiar...

Patricia se calló, pensativa. A medida que profundizaban en el caso, más absurdo parecía todo aquello. Sin embargo, un documental sobre faquires visto en su niñez acudió a su memoria-. Aunque suene descabellado, Gustavo tu deberías hablar con el profesional que nos ha facilitado Pedro por el tema de la hipnosis. Entre loqueros se entienden -agregó con una sonrisa.

-Pedro, podrías ver si hay marcas de que pudieran haberle extraído parte de la sangre? Y no sé cuan factible es esto... pero se puede determinar cuanta sangre perdió Adela antes de su muerte?

-Hablaré con Robledo para ver si nos autoriza a pedir la orden de registrar todo el inmueble -su sonrisa se borró. Tratar temas burocráticos con su jefe siempre era un dolor de estómago para Monteros-. También deberíamos dividirnos el resto de las entrevistas del día de hoy, que parece que a medida que vamos descubriendo algo, las ramificaciones crecen de manera exponencial y el trabajo se acumula.

- Claro. Dame tiempo e intentaré tener un informe al mediodía.- contestó el forense asintiendo.

- Sería más fácil mandar un par de uniformados para que llamen a los timbres y pregunten si dejarían pasar a la científicas. De esa forma, solo tendríamos que solicitar orden contra aquellos que se nieguen.

Gutierrez sabía que lo que mejor funcionaba con los mandamases era ponerselo fácil y mascadito.

- Doy por sentado que las marcas del luminol no tenían ningún patrón, ¿no, Monteros? Quiero decir, que con lo enrevesado que está siendo esta mierda, espero que no nos toque un zumbado como el de las cartas.

La experiencia de Gutierrez llegó en rescate de Patricia.

-Bien pensado eso de mandar a dos polis para que hagan el reconocimiento. Estaba temblando de tener que ir a encarar al jefe con este tema a esta hora de la mañana.

Monteros revisó las fotografías que había tomado con su móvil para responder la siguiente cuestión-. No vi un patrón, pero tampoco se me ocurrió buscarlo. Las fotos que tomé no sirven de mucho, porque estaba más enfocada en retratar el cuerpo y el ritual que lo rodeaba. Podemos pasar por el laboratorio antes de salir a la calle, a ver si los de la científica nos pueden dar una mano con ello.

- Por mi parte estuve buscando crímenes similares pero no encontré nada. Ni en las bases de datos policiales ni en esa maraña de ciber espacio. Mucho libro y mucha mierda... pero nada "real". Si estamos frente a un asesino en serie, como apuntaba Monteros "la agorera", este es su primer movimiento.

La mañana empezaba a ponerse interesante.

- Hagamos un listado y empecemos a cubrir frentes. ¿Cómo nos lo repartimos? Hay llamadas que hacer: Francia, registro de A Coruña... y también habría que localizar al ex que vive en Madrid. Lo mejor sería pegarnos el curro de oficina a primera hora y luego programar salidas en función de lo que vaya saliendo. ¿O qué...?

- Localizar al exmarido dos en Francia, localizar al exmarido uno el chalet de las afueras de Madrid, solicitar patrulla para pedir revisar apartamentos por científica, registo de Galicia, controlar al secretario para listado clientes, solicitar orden de registro para los apartamentos de Granada y Galicia de la víctima...

Gutierrez iba pasando las páginas de la maltrecha libreta mientras enumeraba todo lo que tenía apuntado pese a repetirse con Cortés en algunas.

- También hay que hablar con Carmona, el secretario de la víctima, tanto para ver si sabe algo de los pasaportes como para insistirle en si los abogados le han dado permiso para largarnos algo. También tengo pendiente que el tipo que trabaja en Moncloa me devuelva la llamada. ¿Alguna cosa más?

Miró a Monteros y añadió.

- No tengo problema en volver a llevar de copiloto y acercarnos al chalet, por el camino puedes ir haciendo alguna llamada.