Partida Rol por web

Antes de salir hacia Santiago, que era donde estaba el hospital donde todo había sucedido, Gustavo y Aldara se pasaron por el Registro Civil nuevamente para dejarle un encargo concreto a Prudencio: obtener toda la información posible sobre las propiedades que Aldara había heredado posteriormente. Puede que aquello no tuviera nada que ver con el posterior devenir de la vidente pero en estos momentos no podían estar seguros de qué valía y que no. El funcionario aceptó sin excesivo entusiasmo la orden y les dijo que por la tarde les informaría de sus pesquisas.

Eso les permitió a ellos coger la autopista para ir a la capital gallega, que se encontraba a menos de una hora de la Coruña. No eran todavía las 10:00 cuando ya estaban aparcando en un parking el centro de Santiago. Pese a ser una de las ciudades más importantes de Galicia la urbe no era excesivamente grande y no habían tenido ningún problema en localizar el hospital de la Rosaleda. No era demasiado grande si se comparaba con cualquier hospital público. Y eso era porque, precisamente, la Rosaleda era una clínica privada de tamaño medio. El hospital principal de la ciudad - y de la comarca - era el CHUS, un enorme conglomerado de edificios que se encontraba en la entrada de Santiago. Quizás fuera una suerte que su caso se hubiera tratado en la Rosaleda ya que el CHUS era totalmente nuevo, mientras que aquel edificio por el que entraban ahora pese a estar convenientemente modernizado seguía siendo el mismo en el que, décadas antes, se habrían sucedido las irregularidades que constaban en los expedientes.

Los agentes salieron a la superficie por la escaleras del parking para comprobar que el habitual cielo blanquecino gallego había dado paso a un poco de tregua y algo de luz solar parecía colarse por entre los jirones de nubes. De cualquier modo, clamaba al optimismo.

Con paso decidido ambos agentes entraron al complejo y se dirigieron al mostrador principal. Con un gesto rápido, mostraron las placas discretamente a las recepcionistas y directamente preguntaron por el departamento de administración. Era poco probable que los expedientes antiguos estuviesen en el mismo edificio pero en caso de que pudieran tener acceso a algún gestor documental y material escaneado de aquellas fechas quizá lo pudiesen consultar desde un terminal sin dar demasiados rodeos. Claro que aquello quizá era mucho pedir.

De lo contrario, si el archivo se encontraba allí físicamente bien podrían, una vez más, adentrarse en un océano de polvorientas carpetas y comenzar a bucear en busca de un nombre: Adelaida Menéndez Garrido... y su madre adoptiva, Illyna Martyvona.

No tuvieron complicado que los condujeran hacia la zona administrativa donde les atendió la jefa de personal, Beatriz Romal. La mujer se vio un poco sorprendida por la visita de dos policías que actuaban tan lejos de su área pero tras un par de llamadas de corroboración quedó claro que alguien le había indicado que debía colaborar en todo lo que fuera posible.

- Los datos que nos solicitan son muy antiguos y no están digitalizados.- dijo confirmando los peores temores de los agentes - Será complicado... además en esa época hubo muchas irregularidades.

Mientras hablaba los condujo a una sala donde había un montón de dossieres. Empezó a rebuscar por fechas. Les entregó un par de cajas mientras ella misma repasaba otra. Bucearon entre la documentación durante casi una hora antes de que la mujer murmurase:

- Qué raro...- sacó una ficha llena de fechas y nombres - Esto es un historial de decesos y aquí figura el de Adelaida Menéndez Garrido, una niña de apenas 8 meses. Pero ustedes me dicen que buscan una adopción ¿no? Eso es improbable.

Con manos expertas rebuscó entre las carpetillas de la caja.

- No figura. No está el informe completo. Sólo el dato del índice. - miró las cajas - Si se ha traspapelado podría llevarnos días el encontrarlo. Pero sigue siendo un acta de defunción, no un informe de salud para adopción...

- De acuerdo...muchas gracias... tras eso miro a mi compañero ...lo veo, creo que aquí hay algo que no concuerda y la niña es la clave, tenemos que buscar el informe nosotros, necesitamos una orden...y comprobar con una prueba los restos de esa supuesta niña, quizás aunque esto sean dos casos que puedan ser diferentes, veo una conexión necesaria entre todo.

- En serio... - espetó Gustavo. - ¿De verdad crees que exhumando un supuesto cadáver de hace cincuenta años vas a resolver un asesinato? Yo creo que aquí hay algo turbio... eso es evidente. Sin embargo no estoy seguro que tenga relación con la muerte de la vidente o, más aún, de la conocida periodista.

El detective se volvió de nuevo a la funcionaria que tan diligentemente les estaba echando una valiosísima mano.

- Me pregunto... aunque sé que es poco ortodoxo, ¿no sería posible hablar con alguien que trabajase aquí en aquella época? El certificado de defunción también podría estar falsificado si es que esa niña jamás murió y hallarlo sólo nos daría un papel en la mano y ninguna respuesta. Sin embargo un testimonio...

La petición quedó flotando en el aire... 

La mujer asintió.

- No es tan extraño. Pueden visitar al doctor Miranda. Está ya retirado pero siempre contaba mil batallas sobre la época cuando dirigía el hospital el difunto Santellán.- bajó un poco el tono de voz - En realidad a nadie le gusta hablar de esa época. Sucedieron muchas irregularidades.

Una luz se encendió para Cortés. ¡Había escuchado ese nombre antes! Cuando llamó a este hospital le pasaron con el director que le había contado algo parecido a lo que ahora le decía la jefa de administración¹.

- Miranda ya está retirado y va mayor, pero tiene una capacidad mental prodigiosa. En aquella época no era más que un interino pero siempre contaba que vio cosas que le remueven la conciencia. Hace unos años unos tipos de un periódico se interesaron por el tema y hablaron con él, pero luego la cosa quedó en aguas de borrajas. Quizás haya pasado mucho tiempo. Les diré una cosa: como personal de este hospital yo lo prefiero así. El tiempo todo lo cura ¿no? ¿para qué reabrir heridas? Claro que si hay una investigación policial eso ya es otra cosa...

- De hecho, eso sería perfecto... Entienda que no pretendemos reabrir un viejo caso ni buscar culpables a aquellas irregularidades. Pero en el seno de aquella situación se dieron circunstancias que quizá nos puedan ayudar a clarificar un caso actual. Poder tener un testimonio de primera mano nos sería de gran ayuda, señora Romal.

Al policía se le iluminó la cara visiblemente. La posibilidad de tener un careo con alguien que hubiese vivido aquella época y que esta persona tuviese información o, peor aún, recuerdos certeros de aquella época y más concretamente del caso de Adelaida se antojaba de lo más peregrina. Tanto que incluso parecía absurdo haberse desplazado nada menos que hasta Galicia para encontrar que aquello era otro callejón sin salida.

Y sin embargo el nombre del doctor Miranda arrojó un pequeño halo de luz que parecía funcionar como un proverbial clavo ardiendo al que agarrarse.

- ¿Nos facilitaría su dirección? - dijo casi en un tono de ruego.

Aldara miró a su compañero extrañada, había pasado de no creer nada de mi teoría, a estar más que entusiasmado con la idea...pensaba el como había llegado a ese punto y se me vino a la mente la imagen de él y yo cenando ayer...no creo que fuera eso, pero...¿y si lo fuera, qué se supone que hago yo?.

- No hay ningún problema. Como les digo no es un tema que nos agrade demasiado airear pero después de todo han pasado muchos, muchos años. Y Miranda es un buen hombre. A mí me trató como una hija cuando hubo en momentos difíciles en este centro. Nada que ver con lo sucedido,- se apresuró a aclarar - me refiero a muchos años después. Cosas personales. Sé que él quería arrojar luz sobre lo sucedido durante la dirección de Santellán. Y más hablando con la policía. Aunque ustedes no tengan nada que ver de forma directo con lo que pudiera pasar en aquellos tiempos, de los que probablemente todo habrá prescrito, le darán un poco de paz a su memoria.

La mujer cogió una tarjeta y escribió una dirección por la vuelta de la misma:

- Está en una residencia de la tercera edad a la entrada de la ciudad. Es un lugar bonito, con amplios jardines, lo he visitado un par de veces. Denle recuerdos de mi parte.

Fuera o no fuera un punto muerto al menos tenían un mínimo recorrido hasta él.

No les llevó ni veinte minutos llegar al lugar indicado. La residencia, a las afueras de la ciudad, tenía unos elegantes jardines amurallados que la separaban del ruido de la carretera cercana. El día era nublado pero apacible así que varios ancianos disfrutaban del fresco en el mismo. No fue complicado dar con el doctor Samuel Miranda, ni tampoco que éste accediese a hablar con ellos una vez se identificaron. Realmente el hombre parecía ansioso de contarle al mundo lo que había pasado tantas décadas atrás. Aunque se le veía débil físicamente, sin duda debido a algún tipo de enfermedad grave, su mente estaba intacta.

- Recuerdo bien aquellos tiempos. Demasiado bien para mi desgracia. Se cometieron muchas, muchas irregularidades. Santellán era algo más que un malvado sin escrúpulos. Era un imbécil que debía favores demasiado grandes para ser pagados. Hay gente que nunca tiene suficiente ¿sabe? Y se embarra en la mierda para obtener diamantes. Maldito malnacido. ¡Cuántas familias habrán sufrido por su culpa! Mis hijos me dijeron: déjalo estar papá. Hay gente demasiado poderosa, ¿qué vas a arreglar ahora? Y lo dejé estar porque temía por mi familia, claro. Pero ahora ya son mayores y yo solo un vejestorio retirado en una residencia, aquejado de un cáncer que sólo va a empeorar. Y muchos de los que en aquel momento dominaban la situación están bajo tierra. Así se pudran sus huesos...

- Su epifanía moral tardía, es interesante, pero no venimos a escucharla...para esas familias es tarde...y para castigar al resto también...

- De lo que yo quiero hablar es de como esos crímenes han degenerado en otro aún mayor... le muestro la fotografía de la adivina ...si sabe algo sobre esto, cualquier cosa, puede conseguir que al menos esto tenga justicia...¿se ve capaz?.

El hombre palideció ante la fotografía.

- He visto muchos accidentes en mi vida y la muerte a diario. Pero nunca había visto nada semejante. Pero... ¿qué tiene que ver eso con lo que sucedió en el hospital hace décadas? Eso es... monstruoso.

Tenía lo que quería, su total atención...- Adelaida Menéndez Garrido, una mujer con ciertas dualidades corpóreas por lo que comentan... le explico de forma extensa las contrariedades que surjen con los registros, y por ende con su resolución de lo ocurrido con los niños ...no me parece una casualidad, ni que no tengan relación...¿qué puede decirnos sobre ello?...es muy importante cualquier dato que nos alumbre, las pistas se reunen con el tiempo, pero es el tiempo aquello que nos preocupa.

Gustavo torció el gesto ante el implacable abordaje de Aldara. En realidad la estrategia que él tenía en mente implicaba mucha más delicadeza y amabilidad y, sobretodo, prácticamente ningún tramo de la parte morbosa de aquel crimen. Verdaderamente, poder llegar a saber hasta dónde se ramificaba el pasado de Adelaida, su madre rusa y todo lo que rodeó su extraño proceso de adopción no tenía, a priori, por qué pasar por las circunstancias de su postrer asesinato. Simplemente al agente no le parecía bien. Aquello podía desestabilizar al anciano más de lo aconsejable y, además de el mero hecho de empeorar la salud del anciano, provocar la reacción contraria a la de la obtención de la información.

Sin embargo calló. Por su mente pasaron varias preguntas que prefirió esperar a formular. Una de ellas, si bien no la más pertinente, era si Aldara Seoane solía conducirse con ese talante tan agresivo en el resto de casos. Ese tipo de cosas trascienden y en una Comisaría se acababa por saber rápidamente quién cojeaba de qué pié. Y quizá era él que no estaba al tanto de esos chismorreos pero le chocó profundamente el saber qué poco sabía de la que ahora mismo era su compañera.

- Necesitamos que haga memoria, Señor Miranda. Entenderá que el asunto es de una gravedad enorme. ¿Qué puede decirnos de esta mujer... de Adelaida Menéndez Garrido?

Más que una pregunta, en verdad quiso que funcionara como una postilla al discurso de su compañera. Algo más amable. Necesitaba que el interpelado supiese que allí también estaba el "poli bueno".