Partida Rol por web

El despertar de un héroe

Escena 2: El reencuentro

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04/05/2021, 21:43
Dungeon Master

Historia local que habéis escuchado desde niños:

Hace muchos años esta parte del reino estaba gobernada por un mago llamado Gygar, hombre de grandes y misteriosos poderes. Gobernaba las tierras desde su magnífico castillo 'El Mirador', ubicado al pie de las montañas del norte. Gygar murió después de un largo y pacífico reinado sin dejar sucesor. Durante el transcurso de los años nadie reclamó el castillo y este se transformó en ruinas. Ahora, siglos más tarde, todavía se pueden ver desde el pueblo las siluetas de los torreones destruidos. Siempre tentando a los buscadores de peligros, fama y fortuna...


Aleena sigue caminando hacia la entrada del pueblo, rememorando viejas historias y deseando de encontrarse con Sibril y Torgul. Ha pasado ya mucho tiempo y tiene que contarles muchas cosas. Atrás deja penurias, sinsabores y pesares. Adelante puede ver a gente paseando o haciendo sus quehaceres, pero hay una figura algo encorvada, que a duras penas puede mantenerse en pie. Se va aproximando hacia el camino y su silueta resulta extrañamente familiar.

...................................................

Torgul, que le cuesta mantenerse erguido, la cabeza le da vueltas y vueltas. Esta intenta hacer caer el cuerpo al suelo, pero la voluntad de Torgul lo impide. Algo ha visto que le ha dado fuerzas, esperanza, o puede que todo sea fruto de su envenenada imaginación. El alcohol y las drogas han hecho mella en él. Poco a poco, va avanzando hacia el camino, medio arrastrando los pies. La mirada prendada en la silueta que ve avanzar firmemente hacia el pueblo.

Notas de juego

Subís de nivel, de N2 a N3: Tenéis más PG y Aleena puede lanzar un 2º conjuro. Han pasado 4 años desde que cada uno pasó su particular prueba. Ya he modificado vuestra ficha, pero revisarla.

Aleena, tienes el brazo izquierdo echo una patata y de momento no puedes empuñar nada. Solo te sirve para rascarte una nalga y llevar un farolillo.

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05/05/2021, 23:14
Aleena

Aleena, cansada del viaje y con los huesos cantando de dolor como ocurre siempre que cambia el tiempo se acerca a su pueblo. En las cercanías observa una figura que le es familiar. Es la figura de Torgul.

Un nudo se genera en la garganta de la joven. La vergüenza de todo por lo que ha pasado, el tiempo sin poder hablar con ellos y el estar medio tullida hacen que se frene en seco. Por un momento está a punto de darse la vuelta y salir corriendo.

- Soy una piltrafa. Un peso muerto. No sirvo para nada. - piensa la clériga - mejor me voy - sentencia y comienza a darse la vuelta.

Pero entonces, observa que Torgul parece estar mareado. Se apoya a duras penas y ve como se tambalea. Parece que va a perder el equilibrio de un momento a otro. Así que va rápidamente a auxiliarle olvidando sus pensamientos anteriores. Antes de que se dé cuenta, ya le ha pasado su brazo por el hombro de la muchaha para ayudarle a mantener el equilibrio.

Su peso es considerable pero la clériga ha conseguido mantenerse en forma y es capaz de cargar con un hombre corpulento como es Torgul. Observa que está algo más que corpulento. No puede evitar percatarse que una incipiente barriga comienza a asomar por debajo de sus ropajes. Señal de que el descuido y la falta de disciplina campa en la vida de su amigo.

- ¡Te atrapé! - dice con un tono más serio de lo que le gustaría que hubiese sonado. Pero la cara abotargada del hombre no parece hacer sido capaza de percibir el matiz en la voz - ¡Tienes una manera muy extraña de dar la bienvenida a las viejas amigas! - le dice ahora controlando mejor su tono y consiguiendo un efecto algo más optimista.

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08/05/2021, 14:14
Torgul

El cuerpo de Torgul era tan ruinoso como los antiguos dominios de Gygar. Una vieja gloria de lo que un día fue, su caída había sido estrepitosa y sin freno, distaba eones de aquel muchacho imberbe que salió airoso y exhánime de la prueba para entrar en el cuerpo de la guardia de Threshold.

La gallardía y pasión iniciales, el ser intachable en su labor de guardia para demostrarse a sí mismo y a su padre adoptivo que era capaz de labrarse un nombre y un porvenir, habían dejado paso a algo parecido a un escombro humano, cuya mayor aspiración era poder dar un paso delante del otro sin tambalearse, amanecer en algún lugar sin que alguien le hubiera robado sus pertenencias, o con todos los huesos y dientes en su sitio.

Seguía tentando a su suerte hasta el extremo. Se sentía patético, ya no advertía que hubiera nada por lo que mereciera seguir en pié, nada por lo que luchar, por lo que levantarse cada día. Parte de la guardia de Threshold estaba corrompida, y él formaba parte de esa corruptela por mucho que le costase admitirlo, ¿dónde había quedado ese ideal de proteger a los más débiles, de no tener que replicar la situación de indefensión que viviera cuando su familia y la de Aleena fueron asaltados por unos desalmados?.

Sus compañeros estaban hastiados de tener que excusarle frecuentemente por su comportamiento, de no ser porque les pagaba las rondas y tenía información comprometida de algunos de ellos, su baza a jugar para poder mantenerse dentro de la guardia, seguramente ya le habrían dado la patada, y suponía que no tardarían en hacerlo, estarían esperando a que cometiera el siguiente error para ponerle en evidencia, y su testimonio poco tendría que hacer contra el de sus compañeros, ¿quién iba a creer en la palabra de un adicto a las tabernas que no recordaba ni en dónde había estado ni qué había hecho la noche anterior, salvo participar en altercados?. Estaba pendiendo de un hilo, en esa espiral de destrucción, suspendido sobre una encrucijada, aún pervivía en su interior la alocada idea de juventud de huir de Threshold, de escapar de allí con Aleena para vivir aventuras y proteger a los más desfavorecidos, jamás se imaginó que su final distaría tanto de aquello.

¿Aleena?, ¿eres tú?—Su mente le estaba jugando una mala pasada, entornó los ojos para apreciar sus facciones. Por un segundo creyó que la estatua de la cueva había cobrado vida, pero ese cuerpo se movía y le sostenía. Aún no había terminado de enfocar sus rasgos, pero su voz era inconfundible, era ella—¡Miradla!, ¡la hija pródiga!, ¡ha regresado al hogar!—exclamó tambaleándose y alzando su brazo alrededor como si se dirigiera hacia una multitud. Sus palabras, que olían a vino y aguardiente, se arrastraron con resquemor, para acto seguido dejar escapar una risa estentórea que fue crecendo y rebotando contra las paredes aledañas, carcajadas sarcásticas que destilaban una tremenda amargura. El destino parecía reírse de él al traerle a Aleena de vuelta en sus horas más bajas, en aquel estado deplorable y lastimero. Cuando hubo recobrado el aliento tras las convulsiones que le provocó la risotada, le espetó—¡Mírame, honorable hija de Ilsundal!, ¡enorgullécete, estás ante un guardia de Threshold!—la risa irónica volvió a hacer acto de aparición.

¡Tienes una manera muy extraña de dar la bienvenida a las viejas amigas!

Sus ojos se clavaron en los de su hermana adoptiva refulgiendo cargados de rencor—¡¿Viejas amigas?!, ¡¿esperas que te reciba con los brazos abiertos después de darnos la espalda, y no responder a ninguna de nuestras misivas?!, ¿es que no éramos lo suficientemente buenos para tí?, ¿así es como le pagas a Sibril los esfuerzos que hizo por darte un hogar?, ¡tú y tus malditos rezos!, ¡yo maldigo a tu dios!, ¡¿me oyes?!—gritó con la mirada perdida hacia el cielo—¡¿Estos son tus discípulos?!—escupió hacia el suelo con disgusto, para volver a dirigirse hacia la joven intentando desembarazarse de su brazo para caminar por su propio pié—¿Qué pretendes viniendo aquí después de tanto tiempo, hija de Ilsundal?—inquirió con gesto serio, esperando que le diera una respuesta al por qué de la ausencia de respuesta—¿Pretendes que Sibril vea en lo que te has convertido?—su mirada se tornó opaca reflejando una gravedad y una pena que le eran difíciles de domeñar en aquellas circunstancias—Llegas tarde—sentenció.

 

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08/05/2021, 23:57
Dungeon Master

El reencuentro de los hermanastros fue extremadamente amargo. La actitud del joven distaba mucho de como lo recordaba Aleena. Estaba demacrado, descuidado, sucio y ese olor... ¡por Ilsundal! ¿A que demonios olía? Arrugaste la nariz y te llevaste la mano libre para tapártela. Nunca habías visto a nadie en este estado de dejadez y eso que habías estado ayudando a los pobres que pululaban por los aledaños del templo. Un fuerte dolor en el corazón surgió de repente, al escuchar las palabras de tu hermanastro. Aunque sabías que posiblemente no lo decía en serio, te habían dolido muchísimo. Aún así, intentas cogerle con fuerza para que no se caiga.

Torgul, por su parte, estaba enfadado, histriónico y muy alterado. La vida había cambiado mucho desde que ella se marchó. Aún así te fijas en la muchacha, que ya no es tal, si no una mujer fuerte y guapa, decidida en sus convicciones. Vuelves a sentirte mareado y por inercia vuelves a extender el brazo para buscar un punto de apoyo, que encuentras en el hombro de Aleena. Huele muy bien, a flores frescas del campo, y te das cuenta de tu propio olor nauseabundo. Agachas la cabeza algo avergonzado. Dejas que te agarre de nuevo y te ayude a caminar.

Poco a poco, paso a paso, vais recorriendo las calles en dirección a la casa de Sibril. Una vez allí, un buen baño y un guiso caliente, puede que obren maravillas. Aleena está deseando llegar para ver a su padrastro y preguntarle por el estado de Torgul. ¿Cómo ha llegado a dejarse tanto? No se imagina qué le ha debido de ocurrir. Ni siquiera se ha fijado en tu brazo malherido. Torgul va pensando en todo lo que ha sufrido. ¿Qué hace ella aquí? ¿Por qué ahora? Cuando lleguéis a casa, habrá tiempo para hablar de todo lo acontecido durante estos años y... saber de la suerte de Sibril.

Notas de juego

Bien, recordar que han pasado 4 años desde la última vez que os visteis. Ya no sois niños, la adolescencia quedó atrás.

Aleena, debes de comunicarme qué 2 conjuros eliges para tener memorizados. Tienes el brazo izquierdo de palo. Puedes moverlo un poco y agarrar cosas que no pesen mucho, pero no puedes alzarlo. Por eso te dije que no puedes usar escudo o arma en esa mano. Además, sufres horribles pesadillas con lo ocurrido en el dungeon de Zanzer Tem.

Torgul, debes de bañarte, xD! Que huele hasta aquí, jejejejeje. Debes de hacerme una tirada de característica de CON. Si fallas, caes al suelo mareado y te va a tener que arrastrar Aleena, que encima tiene el brazo mal. Además, estás muy descuidado y sin afeitar; pareces un pordiosero. Debido a tu interacción que tuviste con la joya, la muerte de Sibril y al grado de alcoholismo que tienes, tu carácter ha cambiado y ahora eres muy irascible.

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09/05/2021, 12:40
Torgul

El guerrero se mordió su afilada lengua tras aquellas sentencias, reprendiéndose internamente por no haber sido capaz de domeñar su carácter irascible, le habían podido el rencor y la cólera que anidaban en su interior y habían explotado nada más verla, éstos estaban bien enraizados y se habían diseminado por todo su ser desde la primera carta sin respuesta que le enviase a su hermanastra, así como las que le siguieron después. Fue testigo de la desesperanza de Sibril, a quien la enfermedad le estaba consumiendo y cuyo corazón se partió al ver que ni aún en aquellas condiciones tan delicadas su hija adoptiva se dignó a responderles o a personarse junto a ellos. A Torgul le parecía una pantomima, el silencio y la ausencia prolongados a los que les había sometido adolecían de la compasión de la que hacian gala los fieles devotos de Ilsundal, de ahí que mostrase su rechazo tan abyecto, porque sus actos no comulgaban con los principios de su dios.

La inquina se apagó dejando un lecho de desconsuelo. Comenzó a desplazarse hasta su hogar casi a regañadientes, durante un instante dio un traspiés, lo que le hizo trompicar hacia adelante, pero milagrosamente consiguió mantener el equilibrio. El brazo de su hermanastra amortiguó su bamboleo, tal proximidad le permitió percibir mejor el cambio que habían experimentado sus delicados rasgos y el olor que se desprendía de su cuerpo. El atrayente aroma era como una primavera, una eclosión de matices dispares que no atinó a reconocer, pero que sosegaron levemente su rabia contenida, instaurando un dulce sopor. Fue entonces cuando observó su uniforme de guardia, plagado de restos de bebidas espirituosas, meados y restos de desechos—¡Estoy hecho un asco!, ¡huelo peor que un trasgo!—se lamentó, avergonzado por su flagrante dejadez.

 

- Tiradas (1)

Notas de juego

¿Y lo bien que hubiera estado que me arrastrase como un saco de papas hasta el hogar? xD

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13/05/2021, 00:07
Aleena

La recepción de su familia fue más doloroso que cien golpes de aquel horrible minotauro que la había lisiado.
Tragó saliva y dejó que su hermanastro escupiera toda la ponzoña que tenía acumulada.
La inquina y el veneno habían oscurecido el alma de su hermanastro. No tardó mucho en recordarle que no habían sabido nada de ella en tan largo tiempo. ¿Cómo contarle que había sido una prisionera? ¿Cómo contarle que muchas noches para irse a dormir con algo en el estómago había tenido que robar? ¿Cómo contarle que alguna de sus compañeras habían llegado más allá para conseguir un plato de sopa?
¿Hijas de Ilsandul? - resopló sardónicamente la clériga mientras ayudaba al hombretón a desnudarse y le preparaba un baño. Al menos las cosas de aseo seguían donde siempre. De hecho todo parecía estar donde siempre.

No conseguía ver a Sibril y ese último comentario de Torgul de que llegaba tarde le produjo un helor que le recorrió toda la espalda.

A pesar de tener un brazo prácticamente inutilizado, Torgul se dejó acompañar sin refunfuñar mucho hasta la bañera donde el agua ya estaba caliente. Estaba claro que el también agradecía quitarse ese hedor de encima. Farfullaba algo sobre estar desnudo, su honor y unos calcetines agujereados. Sinsentidos a los que Aleena no prestó atención mientras le frotaba fuerte para quitar las diferentes capas de mugre que se habían asentado unas sobre otras.

- Por Isandul! ¿ Cuanto hace que no te bañas ? - preguntó la joven asombrada y algo asqueada.

Después del baño, lo acompañó al camastro y lo dejó allí. Salió de su habitación. No tardó mucho en escuchar sus ronquidos indicándole que era la hora de dormir la mona.

Aleena salió fuera de la casa y en la oscuridad de la noche comenzó a llorar. A llorar amargamente. Por su hermano. Por su padre. Por sus hermanas. Por Juancho. Por Axel.

- ¿Qué estoy haciendo aquí? - preguntó al aire con los ojos humedecidos en lágrimas - Aquí no queda nada - continuó la muchacha. Después de una pausa en la que continuó llorando copiosamente añadió - Me voy de aquí. -

Dicho esto se introdujo en la casa y recogió sus bártulos. Se detuvo un momento y vio que los ronquidos de Torgul parece que se habían detenido. Eso podía significar que estaba durmiendo plácidamente o que estaba despierto.

Poco importaba, se sentía como una extraña, como que no pertenecía a este lugar. Se dirigió rápidamente hacia la puerta con sus bártulos con la intención de no volver a este lugar nunca más ...

Notas de juego

Camarero, póngame un hechizo de curación de heridas leves y un protección contra el mal.

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13/05/2021, 00:31
Dungeon Master

Aleena, rota por dentro, lloraba en el quicio de la puerta de la casa de su niñez. Era casi mediodía y el sol lucía alto en el cielo. Había regresado para encontrarse con su familia y en vez de eso se había encontrado a un Torgul distinto, irascible, alcoholizado y dejado. No había rastro de Sibril, aunque las palabras de su hermanastro habían sonado funestas en su cabeza. Mientras le bañaba, casi no habían cruzado palabra. La tensión se palpaba incluso en esos momentos. Aparte del cambio para mal de Torgul, también se había fijado en su paso a adulto; ya no era aquel chiquillo delgado. ¡Los dos habíais cambiado tanto!

Después de limpiarle bien para quitarle ese olor a pis de gato y a caca de loro, lo siguiente fue quemar la ropa que llevaba. No se podía hacer nada por ella, salvo desintegrarla y esparcir sus cenizas por el cementerio, ya que olían igual. El agua de la minúscula bañera parecía brea, de un color marrón diarrea. Iba a costar un quintal limpiarla después. Ayudaste al ebrio mortal a llevarle a la cama para que descansara y durmiera un poco. Cuando se despertara, seguro que necesitaría comer algo caliente y llenar el buche con algo que no fuera fuego valyrio. Sales de la habitación y la amargura te invade. Deambulas por el salón bastante rato, escuchando de fondo los ronquidos del durmiente. Las dudas acerca de qué haces aquí te carcomen, así que inconscientemente vas recogiendo tus cosas. No sabes si quieres preguntarle dónde está tu padrastro. Avanzas hasta la puerta y de repente te das cuenta de que la sonora respiración de Torgul ya no suena.

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Torgul, odiándose profundamente, se deja hacer por su hermanastra. Está muy dolido y roto interiormente, pero también se arrepiente de lo que le ha soltado hace unos instantes; no ha podido reprimirse. Le cuesta un mundo llegar hasta su casa, pareciéndole que ha recorrido kilómetros, en vez de unos cientos de metros. Una vez allí, Aleena le empieza a quitar la ropa, cosa que hace que le suban los colores a las mejillas por el cortazo. ¡Parece que tiene sangre en la venas en vez de orujo! La despacha con un ademán para que se de la vuelta, mientras se la intenta quitar él. Después se mete en la bañera, que ya tiene el agua caliente preparada. Aleena frota y frota para quitar las ronchas de mugre, pero se tiene que emplear a fondo. La verdad es que ya no te acuerdas cuándo fue la última vez que te bañaste. No cruzáis casi ninguna palabra. Al terminar, vuelves a pedirle que se de la vuelta y sales del agua emponzoñada para secarte y ponerte un camisón de lino. Te acompaña a la cama y te echas a dormir un rato. Aseado y con los músculos relajados por el agua caliente, enseguida caes en un sopor tranquilizador. Roncas a gusto, como hace tiempo que no roncabas. En tu cabeza no dejas de darle vueltas a la repentina venida de tu hermanastra.

Algo hace desvelarte y que salgas del reparador sueño. Un fuerte gruñido proveniente de tu estómago y varias punzadas de dolor han sido las culpables. ¿Hace cuánto tiempo que no comes? A tu mente viene la imagen del estofado que hace Grace en la Posada del Dragón Dorado; era el que más os gustaba a los tres. Estás en tu cama, en tu casa. ¿Habrás soñado que Aleena volvía? El dolor de tu cabeza golpea con mucha menos intensidad. Has oído algo en el salón, alguien está recogiendo cosas y anda hacia la puerta de salida. Reconoces los sonidos de los añejos tablones del suelo de la casa, cada uno tiene un sonido distinto para alguien que ha vivido tantos años escuchándolos desde el camastro. Puede que sí sea verdad y no un sueño que Aleena esté en el salón. Te levantas y sales de la alcoba. Ella está en el quicio de la puerta, de espaldas a ti, con todas sus cosas encima. Parece que se va a marchar. Ves delante de ella la calle con gente, bien iluminada, parece mediodía.

Notas de juego

Aleena: pues no es de noche como piensas, jajajajaja. Se te han humedecido tanto los ojos que lo ves todo oscuro y borroso, xD! Tampoco Torgul te ha contado nada aún, por lo que no sabes qué le ha pasado a Sibril, aunque puedes imaginártelo al no verle por allí.

Si queréis que avancemos la escena y demos por descontado que Torgul le ha contado su vida a Aleena mientras le bañaba, podemos hacerlo, llegando a la noche y tirando millas. No tengo problema en que vosotros vayáis marcando el paso y creando la historia. Aunque a mi me gustaría narrarlo, ya que es una escena bastante dramática. Lo dejo en vuestras manos.


Sí, hubiera estado gracioso si hubieras fallado la tirada. Me hubiera gustado ver cómo te arrastraba Aleena con su brazo bueno.


Hechizos escogidos, buena elección.

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15/05/2021, 19:10
Torgul

La sangre repiqueteó sobre las sienes de Torgul como un enjambre de alfileres cuando se incorporó del camastro. El rastro del sonido que los movimientos de Aleena imprimían sobre los tablones del suelo, al otro lado de la puerta, consiguieron captar su atención. Era la primera vez desde el fallecimiento de Sibril que la casa era habitada por una presencia que no fuera la suya. Ese lugar destartalado donde pernoctaba y se dejaba caer, si es que encontraba el camino de vuelta, había dejado de ser considerado un hogar desde la muerte de su padre adoptivo. El abandono y la dejadez anidaban en las paredes, sobre los muebles, y los irregulares tablones de madera, todo ello estaba cubierto por una voz de ausencia, que intentaba futilmente arrancarle un estertor de vida a una lumbre que olvidó el calor de las historias, el color de las risas y el pan caliente de un abrazo sentido, ese que alimenta el alma y la reconforta.

Torgul no habia tocado nada desde su partida, la habitación de su hermanastra se había quedado anclada en un tiempo remoto del que jamás regresaría. Desde que Sibril falleciera, la sola idea de internarse en los aposentosde Aleena le despertaba una mezcolanza de nostalgia y un fuerte resentimiento que le eran difíciles de gestionar, por lo que su puerta siempre había permanecido cerrada a cal y canto, como una barrera de contención ante sus propias emociones. En ocasiones, plantado con la botella delante de su puerta, giraba su rostro pegando la oreja sobre ésta, cerraba los ojos, aspiraba el aire y se imaginaba que aún se encontraba allí, tal y como hacía cuando estaban los tres y decidía entregarse a sus plegarias a puerta cerrada, completamente abstraída de los asuntos mundanos.

No obstante, a pesar de su apatía manifiesta y el resentimiento desmedido que virtió sobre su hermanastra como un jarro de agua fría, la joven se había mantenido allí, amortiguando con la suavidad del silencio su inquina. Le había llevado de regreso al que en tiempos mejores fuera su hogar, y en aquella actividad tan personal e íntima como eliminar la suciedad que recubría su piel, sin hacer preguntas, sin cuestionarle, parecía querer buscar con avidez al otro lado de esa capa de herrumbre y olor nauseabundos, al Torgul que había conocido antes de partir. Al tocarle, mirarle y buscarle sin decir nada, estaba realizando el mayor acto de cercanía y cuidados que el joven habría recibido en mucho tiempo, haciendo un claro llamamiento a una esencia perdida en alguna parte de su ser, derribando la barrera de su resentimiento. Tal gesto, que le invitaba a despertar de su letargo, le trajo sin embargo, un sopor al que no pudo renunciar, y que le había servido a su hermanastra para ganar tiempo y recoger sus cosas sin ser cuestionada, pero Torgul, se fuese o no de su vida definitivamente, no quería quedarse con un manojo de interrogantes abiertos sobre su desaparición.

El vértigo del agujero en su estómago, que reclamaba ser atendido, se contrajo repentinamente cuando salió de su habitación como una exhalación en dirección al salón, descalzo y ataviado con el camisón de lino. La luz del mediodía se filtraba de forma insidiosa hacia el interior cegándo sus ojos durante un instante. El contorno de la figura de su hermanastra, que le daba la espalda, estaba inundado en aquel resplandor exterior dotándola de un aparente halo sobrenatural. Estaba decidida a desaparecer por segunda vez de su vida, lo que disparó en el joven la necesidad imperiosa de evitar su marcha.

—¡Aleena, detente!—requirió, expulsando todo el aire de sus pulmones. Su voz sonó firme pero reflejaba una honda desesperación, dejando entrever la necesidad que tenía de volver a estar en presencia de su hermanastra. A pesar de ello, el orgullo volvió a hacer acto de presencia—¿Pensabas marcharte sin mediar palabra?, ¿has venido hasta aquí tan sólo para recoger tus cosas?, ¿los devotos que se entregan en cuerpo y alma a su dios tienen vetada la comunicación con su familia?—tras emitir tales cuestiones que sobrevolaron con un deje de amargura, su voz comenzo a tornarse temblorosa ante su desesperanza—¿Por qué, Aleena...?—se tomó unos instantes para domeñar su modulación, que revelaba el esfuerzo que estaba haciendo para controlarse y evitar su partida—¿Por qué no contestaste a nuestras cartas?, después de todos estos años, ¿qué es lo que has venido a buscar?—interpeló—Como ves, no he tocado tus cosas, siguen en el mismo lugar en el que las dejaste, y es lo único que no ha cambiado en todo este tiempo—afirmó.

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17/05/2021, 21:32
Aleena

La muchacha se detuvo en el porche de la puerta con sus pertenencias en la espalda. Las mismas con las que había venido. Ni siquiera se había acercado a su cuarto como pensaba su hermanastro.

La luna decreciente se abría paso entre las nubes. Unos leves reflejos plateados iluminaban tenuemente el parterre que tenía delante de su casa. La oscuridad total de hacía unos momentos se había iluminado por un momento. El momento en que Torgul había hablado. Luego las nubes volvieron a tapar la mermada luna atrayendo sobre ella de nuevo la oscuridad y los negros pensamientos.

Era tan evidente... que dolía a la vista al ver la casa en ese estado.
Era tan evidente... al oler la comida descomponiendose.
Era tan evidente .... al tocar la mesa o los utensilios y ver que todo estaba pegajoso de no limpiarse.
Era tan evidente .... que el silencio gritaba en su idioma. Haciendo ese lugar inhabitable.

Era evidente... que Padre, no estaba. Se había ido.

Una lágrimas comenzaron a brotar de forma silenciosa de la joven. Un dolor en la boca del estómago se había instalado allí. Un dolor provocado por un vacío. La pérdida se había acomodado en su vientre y no parecía que tuviese intenciones de marcharse pronto.

La soledad, con sus mil rumores desconocidos, vive en aquel lugar y embriaga el espíritu en su inefable melancolía.

El terror inicial había sido sustituirdo por el dolor y la soledad. Ya no sentía ganas de correr.

Sentía ganas de sacar ese dolor que había dentro de sí, pero el nuevo dolor por la muerte de su padre se había instaurado como una alfombra sobre otro dolor que ya arrastraba. El dolor del suplicio que había vivido los últimos años. No podía dejar que ambos se instalasen o la desgarrarían por dentro. Así que tenía que dejar escapar a uno de los dos.

Un grito desgarrador surgió de su garganta. Un grito capas de hacer alzar el vuelo de algunas aves que habían iniciado su sueño nocturno después de un duro día de buscarse la vida.

Una vez vió en un libro que le enseñaron en el templo una ilustración sobre un volcán y le contarón lo que estaba pasando. Como un volcán en erupción, la joven expulsó todo su dolor en forma de magma hecho de dolor. Su erupción durante un tiempo que no sería capaz de medir. Pero cuando terminó, un agotamiento se apoderó de ella. Las piernas se le aflojaron y en ese momento, su zurrón parecía pesar como si llevase una estatua de marmol gigante de aquellas que había visto en el templo. Finalmente le fallaron y cayó al suelo derrotada.

Se dobló sobre si mismo y como si estuviese rezando a un dios al que le debía prestar un respeto inmenso, su rostro se quedó a una distancia muy corta del suelo.  

Las lágrimas hicieron por fin su aparicion. Mientras miraba el suelo de madera del porche podía observar como salían de sus ojos para estrellarse en el suelo y formar una especie de redonda. Una. Otra. Y otra. Y otra.

El puño de su brazo bueno, comenzó a golpear los tablones con furia. La madera se quebraba y con ella se formaban astillas. Las cuales se clavaban en su mano sin percatarse de ello. Cuando su mano buena recordaba casi a un cactus con decenas de astillas clavadas pareció que por fin encontró algo de alivio en el dolor que su mano le transmitía. Agradecía ese nuevo dolor. Más llevadero. Más soportable.

- Todo aquello era un engaño - dijo al fin sin despegar su mirada de los tablones del porche - Nada más llegar nos encerraron. Nos han tenido prisioneras. Nos han hecho hacer cosas deleznables. Hemos pasado hambre, frío y otras penurias. - continuo con voz serena la clériga. - No podíamos salir. Nos tenían trabajando como esclavas. Muchas no lo consiguieron. - dijo tomando una pausa y recordando los rostros de muchas de sus compañeras - En ese maldito infierno. ¿Crees que nos iban a dejar comunicarnos con nuestros familiares para que supiesen cómo nos estaban tratando? ¡Ja! - una risa amarga surge de la clériga que sigue sin levantar ni un ápice su rostro de su posición.

- ¿Y tú? - dijo por fin volviéndose con odio en sus ojos - ¿Dónde estabas mientras a mí me esclavizaban? - continuó en un tono duro. - ¿Por qué no viniste a ver que es lo que pasaba? ¡Tres días! ¡Estaba a tres días de mi infierno! - se levantó de repente con una furia extraída de la rabia - Si tanto te preocupaba, ¿por qué no viniste a buscarme? Solo que te hubieses acercado a poca distancia del templo y te hubieses interesado, cualquiera te habría contado lo que hacían allí con nosotras. ¡Pero no! ¡¡El gran Torgul estaba demasiado ocupado enfadándose!! ¡¡¡Compadeciéndose de si mismo!!! - gritó con furia Aleena escupiendo saliva mientras se acercaba a Torgul con una ira en los ojos como no había visto nunca el joven en su hermanastra.

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17/05/2021, 23:27
Dungeon Master

El calor del mediodía, que no de la noche, descargaba toda su potencia a estas horas. El astro rey estaba en su punto más alto, iluminando todo con sus rayos solares, que no lunares. La gente de la calle, buscaba refugio ante el intenso calor y se refugiaba en las pocas sombras que había en los porches de algunas casas. Era principios de verano y salir a estas horas significaba perder algún kilo de lo que uno sudaba. Las campanas del templo empezaron a repicar, dando las tres de la tarde, que no las tres de la noche. Todo el mundo se dirigía a las posadas y tabernas a comer o a sus casas.

Dentro de una de ellas, dos personas estaban frente a frente, a pocos metros una de otra. En el salón, un joven que había tenido mejores tiempos, miraba severamente a la mujer que en el quicio de la puerta se retorcía de pena. Su figura, bastante bella, se recortaba oscura tras la poderosa luminosidad dorada, que no plateada, que había tras de sí. El salón estaba en penumbra, ya que las contraventanas estaban medio cerradas. El ambiente estaba fresco, todo lo contrario que en la calle, a escasos centímetros de la agachada figura de la joven. Después de soltar de su interior lágrimas de dolor y angustia, la joven se incorporó y su tez cambió a una más severa. El combate de reproches había empezado y saltaban de un joven a otro sin ningún miramiento. Tenían mucho que decirse y no habían empezado de la mejor manera. Aún así, soltar todo lo pernicioso que uno se guarda dentro viene bien para el alma, ya que calma el espíritu. Seguramente después de escupirse todo lo que deben de reprocharse mutuamente, llegue la paz interior, y con ella, el momento de reconciliarse.

Pero de momento, dos tensas miradas se enfrentan en duelo. Las lenguas están preparadas para disparar a matar y hacer el máximo daño posible, no en forma de corte o herida, si no atacando donde más duele, al corazón y a los sentimientos. Esta batalla iba a requerir de mucha energía que luego habría que recuperar. De nuevo el sonido de las campanas cortó la tensa situación. La hora de comer. El estómago de Torgul rugió, comulgando con el sonido de las campanas. A los dos os vino la imagen de los tres comiendo en el salón de la casa o en la Posada del Dragón Dorado degustando el famoso guiso de Grace, que tanto os gustaba a los tres. El sonido de las risas de esos momentos flota lejano en vuestras mentes...

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20/05/2021, 18:33
Torgul

El repicar metálico y rítmico de las campanadas de la iglesia se instauró entre ambos como mediador del estallido. El sonido frío, reverberante y cíclico que se extendía desde la lejanía filtrándose por los recovecos de la casa, fue incapaz de amortiguar el crujido seco de los tablones del suelo cuando Aleena, que yacía a sus pies deshecha en un amasijo de lágrimas y de astillas, descargó su desesperación sobre ellos. Torgul conocía muy bien ese estado, la manera en que un dolor percutiente, inasible y difuso era silenciado utilizando otro más concreto, visceral y localizable, siendo el cuerpo el canal o el chivo expiatorio, con la finalidad de ejercer un cerco para ensordecerlo, y establecer unos límites reconocibles y densificados que reclamarían su atención cuando la sangre golpease con fuerza, y los músculos de la zona se entumecieran e inflamasen en cada uno de los puntos en las que las astillas se habían enclavado, forzando el anestesiamiento de sus emociones tras su descarga, empero no serviría más que de contención pasajera hasta que ese vacío rugiente e irresoluble volviera a emerger desde el centro de su vientre y se volviera a diseminar. Aquel gesto de descarga le era demasiado familiar.

Él mismo había llevado hasta el extremo su propia envergadura con el ánimo de exorcizar a sus demonios internos sin conseguir más que un ínterin hasta que volvieran a salir de sus entresijos. En cada uno de los escalones circulares de la sólida espiral de autodestrucción que había urdido sobre su cuerpo, reflejo de su dejadez, habia colocado una piedra de negación de sus emociones más doloras. La pérdida de Sibril y la ausencia de Aleena, la frustración y el vacío, difusos e imposibles de asir, eran proyectados sin freno hasta el borde de una botella, cuya decantación era como el oleaje del mar, llevándose hacia el interior los recuerdos, o bien los exteriorizaba desde los nudillos de sus puños sobre cualquiera que se interpusiera en su camino cuando había perdido el control por haber bebido de más.

Cuanto menos tiempo pasaba sobrio, menos tenía que recodar qué es lo que había perdido y de qué manera. Ese ensordecimiento era cada vez más contínuo. Cuando llegaba al punto álgido de sus episodios de furia incontrolada, ya fuera dentro o en los aledaños de una taberna como un dechado de ebriedad, o estando sobrio, siendo expulsados contra cualquier maleante o criatura que se encontrase en los alrededores y que fuera considerada amenazante para los habitantes de la aldea, en cierto momento de su explosividad, rozaba el delirio y se buscaba a sí mismo en los ojos de sus oponentes, deseaba acabar con el Torgul que había caído en la autocompasión lastimera, en una suerte de apatía e indiferencia por lo que le rodeaba, por su falta de autocontrol y sus excesos desenfrenados, se había perdido, y al parecer, por las declaraciones de su hermanastra, no había sido el único cuyos ideales y aspiraciones se habían corrompido hasta la médula, siendo cubiertos por la desesperanza.

- Todo aquello era un engaño - dijo al fin sin despegar su mirada de los tablones del porche - Nada más llegar nos encerraron. Nos han tenido prisioneras. Nos han hecho hacer cosas deleznables. Hemos pasado hambre, frío y otras penurias. - continuo con voz serena la clériga. - No podíamos salir. Nos tenían trabajando como esclavas. Muchas no lo consiguieron. - dijo tomando una pausa y recordando los rostros de muchas de sus compañeras - En ese maldito infierno. ¿Crees que nos iban a dejar comunicarnos con nuestros familiares para que supiesen cómo nos estaban tratando? ¡Ja! - una risa amarga surge de la clériga que sigue sin levantar ni un ápice su rostro de su posición.

No podía creer que una orden supuestamente intachable como la de Ilsundal hubiera caído presa de la corrupción sin que nadie hubiera dado la voz de alarma. A qué clase de acuerdos y tretas habrían llegado para evitar que todo se destapase, lo desconocía, pero si Aleena se había fugado, eso significaría que quizás la estarían buscando para evitar que diera fe de lo que se cocinaba en el interior de la organización, si es que alguien se atrevería a creer en el testimonio de una de sus integrantes sin prueba alguna. Porque bien podrían alegar que la expulsaron por no cumplir sus normas.

Tal revelación era algo que no haría sino aumentar el recelo del guardia por la orden que le había sustraído a su hermanastra, al inducir en ella su aislamiento, primero de forma voluntaria enarbolando una fingida fe y caridad por los desfavorecidos que distaba mucho de ser como prodigaban, y después de forma forzosa al impedir que pudiera ponerse en contacto con ellos, teniéndo que huir.

Su mirada se tornó acerada y oscura, contrajo su mandíbula y sus puños con fuerza, presionando sus uñas sobre el interior de sus palmas hasta provocarse heridas cuando su hermanastra afirmó que le habían obligado a hacer cosas deleznables, temiéndose lo peor, pero sin atreverse a preguntar si la habrían forzado de malas maneras, no quería apremiarla a que le diera más detalles sobre lo ocurrido, por lo traumática que podría haber sido una situación así. Durante un instante rogó a Vania que hiciera justicia si alguien la había tocado uno solo de sus cabellos, porque de no hacerlo iría él mismo al encuentro de aquellos desgraciados. Sólo entonces atinó a comprender que se rompiese de esa manera delante de él, había cargado con un peso imposible de digerir, y que había estallado por los aires.

 

- ¿Y tú? - dijo por fin volviéndose con odio en sus ojos - ¿Dónde estabas mientras a mí me esclavizaban? - continuó en un tono duro. - ¿Por qué no viniste a ver que es lo que pasaba? ¡Tres días! ¡Estaba a tres días de mi infierno! - se levantó de repente con una furia extraída de la rabia - Si tanto te preocupaba, ¿por qué no viniste a buscarme? Solo que te hubieses acercado a poca distancia del templo y te hubieses interesado, cualquiera te habría contado lo que hacían allí con nosotras. ¡Pero no! ¡¡El gran Torgul estaba demasiado ocupado enfadándose!! ¡¡¡Compadeciéndose de si mismo!!! - gritó con furia Aleena escupiendo saliva mientras se acercaba a Torgul con una ira en los ojos como no había visto nunca el joven en su hermanastra.

El joven permitió que sus reproches salieran despedidos de su boca sin refrenarlos, dejó que le golpeasen, a fin de cuentas, al confesarle todo aquello la joven había dejado al descubierto su fragilidad y su derrota, la misma que él experimentaba al no ser capaz de estar ni un solo día sin acercarse a una botella.

Su mirada se ensombreció cuando le replicó con voz grave—¿Acaso dudabas de que no iría a buscarte?—inquirió alzando ambas cejas, sorprendido ante sus preguntas—¿Dudabas de que no me plantaría en la puerta, estando tan sólo a tres días de camino, preguntando por mi hermanastra porque no daba señales de vida?, ¿que no querría que Sibril, enfermo como estaba, con la salud extremadamente delicada y anímicamente destrozado por tu ausencia, pudiera verte antes de...?—un nudo se abrió paso en su garganta, haciendole incapaz de terminar la frase, inundado por un pesar que refrenó la confesión de los hechos, incapaz de decirle que no fue la enfermedad la que se llevó a Sibril, si no su flagrante negligencia durante una noche de desfase, cuando debía haber permanecido a su lado, protegiéndole, evitando que un desalmado acabase con él de la forma ruin en que lo hizo por un puñado del vil metal. Decidió desviar el tema.

—Cuando llegué a la puerta preguntando por tí, los guardias que estaban apostados frente a ella me recibieron de forma poco amigable. Así que antes de empezar a montar en cólera de forma poco diplomática, en mi insistencia, conseguí que una de tus hermanas de la orden saliera a mi encuentro tan sólo para afirmar con rotundidad que no querías saber nada de nosotros, que ellos eran tu única familia, que me olvidase de volverte a ver, cerrándome la puerta en las narices sin permitirme una réplica ni hacerte llegar ningún mensaje. ¿Qué hubieras hecho tú en mi lugar, Aleena?, ¿insistir?, ¿para qué?, si estaba claro que la falta de respuesta a las misivas era un indicativo de que tal era tu voluntad, que ese era tu hogar, y no el fuego de éste, un plato caliente, y la calidez que Sibril siempre te ofreció—expresó con gesto apesadumbrado.

—Alrededor del templo no había más que pobreza, nadie allí mencionó nada de que os estuvieran forzando, pero a tenor de tu confesión...es posible que comprasen su silencio por un plato de comida. Y si te has fugado de allí con la firme intención de destaparles, lo más posible es que te estén buscando—afirmó, preocupado por su devenir—No te voy a negar que después de la pérdida de Sibril ya no me quedaba nada por lo que luchar, no sólo es tu orden la que adolece de valores y de ética, Aleena—dejó caer, tomando asiento cerca de la mesa, para coger un vaso en el que quedaban restos resecos de bebida, y colmarlo con lo poco que quedaba de una botella que recogió del suelo de mala gana, volcándola repetitivamente hasta apurar la última gota en el vaso, pero sin acercarlo hacia sus labios—Sin tu presencia y sin Sibril, tuve que buscar otro tipo de compañía...—confesó alzando el vaso como si brindase en su nombre, para apurar el culo dejando el vaso de forma plomiza sobre la mesa—Sí, lo admito, soy la vergüenza del cuerpo de la guardia de Threshold, pero créeme cuando te digo que el vicio de la bebida es de los menos deleznables que verás dentro de aquellos que lo conforman. Mi ebriedad, en cierto modo, me ha mantenido al márgen de asuntos tan turbios de los que seguramente me arrepentiría de por vida—Quizás no mucho más de lo que me arrepiento por no haber podido hacer nada por Sibril...—caviló para sí, recorriendo el canto del vaso con la yema del índice de su diestra, para llevarselo a la boca y saborear los restos de aguardiente que aún quedaban impregnados a su pared, para fijar la vista en ella de forma reflexiva.

—Y ahora, dime, otrora honorable hija de Ilsundal...—dijo con cierta ironía—¿Qué vas a hacer?, ¿hacia dónde piensas partir?, ¿crees que no te echarán de menos allí después de tu fuga?, ¿y si tus amiguitos de la orden y sus largos tentáculos dan contigo?, ¿piensas defenderte tu sola?—inquirió dando a entender su preocupación por su bienestar, pero manteniéndose en todo momento alejado de ella en su asiento, su orgullo le había impedido acercarse para ver el estado de su mano, había decidido que experimentase aquel dolor físico, que bloqueaba momentáneamente dolores más arraigados y difusos.

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21/05/2021, 19:00
Aleena

Ante la última frase de su hermano una sarcástica carcajada surgió de la garganta de Aleena. Mientra miraba a su hermano, levantó su brazo izquierdo tullido. Una débil capa de musculatura apenas cubría ese brazo y costaba levantarlo horrores. Por supuesto no podía levantar nada de peso con ese brazo. Unos curvas nada naturales daban forma a su antebrazo que es el que se había llevado la peor parte del impacto recibido por el minotauro. Sus huesos habían soldado mal porque no habían recibido un tratamiento adecuado.

- ¿Defenderme sola? - continua mientras dirige una mirada a su brazo izquierdo alzado - Apenas puedo hacer las tareas cotidianas. No creo que pudiese enfrentarme a los largos tentáculos de Ilsundal.

La rabia habia descendido notablemente y había sustituida por un cansando enorme. La liberación de contar todo aquello había sido como dejar de cargar con una enorme roca que llevaba a sus espaldas. Las confesiones que tanto había practicado a otros en su templo había resultado un bálsamo para su corazón. Lástima que nunca le hubiesen dicho a ella que se confesase.
La reacción de Torgul la sorprendió en parte. Esperaba que le gritara y que se enzarzaran en una interminable discusión de reproches mutuos. Pero no. Había decidido ponerla otra mejilla. Eso estaba bien. Su religión le había enseñado que el camino de la rabia no lleva a nada bueno. El perdón es el camino de la salvación del alma.

- Cuéntame - dijo al fin en tono más calmado - ¿ Que ha pasado con Sibril ? - dijo mientras recogía su zurrón lo introducía en el interior de la casa y lo dejaba en alguna parte dejando claro que de momento no se marchaba.

- A ver si puedo preparar algo caliente mientras me lo cuentas todo. ¿Me ayudas? - le dijo a su hermanastro y se dirigió a la cocina y con el brazo bueno comenzó a buscar las cosas necesarias para preparar una infusión de hierbas.

Observa su mano derecha llena de astillas todavía y sangrando lentamente. Se detiene, levanta la cabeza, cierra los ojos y comienza una letanía de ruegos a su dios Ilsundal. Rogándole que le cure la herida. Inmediatamente un fulgor dorado cubre su brazo expulsando las astillas como si una mano invisible las estuviese quitando, cerrando sus heridas y deteniendo finalmente la pequeña hemorragia que se había provocado.

- Tiradas (1)

Notas de juego

He lanzado el hechizo de Curar heridas leves sobre mí misma

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23/05/2021, 20:00
Dungeon Master

Empezasteis a hablar, suavizando el tono y relajando la tensión. Poco a poco, fuisteis acercándoos el uno al otro, imperceptiblemente, inconscientemente. Torgul se sentó en la mesa, esperando que Aleena le acompañara. Pero esta se dirigió a la cocina para preparar algo de comer. Allí, a parte de multitud de cacharros sucios y sin fregar, había multitud de botellas de licor vacías. No había ni rastro de comida, hierbas o especias, pero sí algunas moscas y cucarachas. Al parecer, Torgul no había comido muy a menudo en casa. Tocaría una buena limpieza en lo que una vez fue un hogar alegre. Aleena vuelve al salón, observando a su hermanastro sentado, que apura el culo de algún licor que quedaba en una botella tirada. Oye cómo le ruge el estómago, a lo que el suyo responde de igual manera, hermanándose en complicidad y hambre. Aún tenéis que contaros muchas cosas, pero parece que la cosa puede esperar alguna hora más. Quizás con el buche lleno, todo se vea de otra manera.

Notas de juego

Perdón por actualizar tan tarde. Estas próximas semanas las tengo complicadillas, aunque intentaré no faltar y llevar el ritmo habitual.

Como os comenté, si queréis seguir dialogando y exprimiendo la escena dramática, NO esperéis a que yo actualice, ya que poco puedo aportar o añadir. Hablad entre vosotros hasta que decidáis que ya os habéis contado todo lo que queréis. Sino, esta situación durará así varios turnos, alargándose la escena más de lo necesario. Cuando vea que ya habéis escupido todo o vosotros mismos lo narréis, es cuando yo avanzaría la escena. Este es un buen ejemplo en el que mi intervención no es necesaria.

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26/05/2021, 19:04
Torgul

- ¿Defenderme sola? - continua mientras dirige una mirada a su brazo izquierdo alzado - Apenas puedo hacer las tareas cotidianas. No creo que pudiese enfrentarme a los largos tentáculos de Ilsundal.

Los ojos del guardia se desviaron desde el sucio y opacado vaso con el que jugueteaba entre las manos, para quedarse fijos sobre el brazo de su hermanastra. Llevado por sus ataques de explosividad y enardecimiento, y la insidiosa resaca, que no le daba tregua y le impedía dar un paso sin sentir que se le nublaba la vista, no había sido capaz de darse cuenta de que Aleena había cargado con su peso únicamente sobre el lado derecho durante todo el trayecto. La deformidad de la extremidad izquierda se hizo aún más evidente cuando la elevó, permitiendo que sus amplias vestiduras se ciñesen al son del movimiento, desvelando un contorno irregular.

El joven se removió en su asiento, sus manos apretaron el vaso con fuerza como reacción a su rabia contenida. Pese a querer permanecer impasible demostrando cierta frialdad, haciendo gala de un orgullo que no podría sostener por mucho tiempo, sus ojos no podían ocultar el impacto que le causó ver a su hermanastra en aquellas condiciones. Su estómago le dio una fuerte sacudida, que no supo determinar si se trataba del hambre canina que le acuciaba, o de un reflejo visceral inconsciente, que clamaba por resarcir a Aleena del daño que le habían provocado -Fuiste a buscar a tu dios entre cuatro paredes, lejos de quienes te querían, haciendo oídos sordos a los ecos de las desgracias y los peligros que hay en este mundo, ¡e ironías de la vida, encontraste un nido de alimañas inhumanas!- sus labios se torcieron en una mueca de disgusto- No hay lugar que no esté exento de las iniquidades de los hombres, por desgracia eso es algo que se aprende a la fuerza, y rara vez sin consecuencias...- expresó con un tono cargado de amargura -Tu dios no pudo protegerte lo suficiente, y no me sorprende en absoluto en vista de tu confesión, las paredes del recinto hacen oidos sordos a las súplicas, si es que de verdad escucha a sus devotos...- espetó sin poder disimular una abyecta aversión hacia todo lo referente a Illsundal, que se trastocó al recibir como un jarro de agua fría la pregunta sobre su padre adoptivo, mientras Aleena hacía ademán de moverse para poner algo de orden en aquel amasijo destartalado que constituía la cocina, gesto que interpretó de forma inequívoca como una llamada al diálogo. Desconocía si habría conseguido refrenar sus ganas de huir porque aún pervivían en ella los recuerdos del pasado, que la instaban a recuperar un tiempo perdido, o el hecho de saberse vulnerable y desprotegida ante la que fuera su orden. El caso es que allí estaba, delante de él, intentando recobrar una normalidad perdida, y el vacío en su estómago era tan evidente como el suyo.

El guardia permaneció enclavado en su asiento, calibrando el impacto que podría tener la respuesta que le iba a dar en torno a los hechos que propiciaron la muerte de Sibril. Tales meditaciones fueron interrumpidas por una letanía sibilante y un suave halo de luz dorada que brotó para recobrar las heridas que su hermanastra se había infligido - ¿Es esto una prueba del poder de su fe?- se preguntó alzando ambas cejas sin poder esconder su asombro e incredulidad, sin duda era una muestra del potencial que tenía escondido, revelado ante sus ojos como respuesta al cuestionamiento de Ilsundal -Parece que después de todo, tu dios no está tan sordo como parece, ¿o quizás sólo le apetece llevarme la contraria?- expresó con una media sonrisa, levantándose de su asiento en dirección a la joven, con el fin de examinar mejor su mano. 

-A no ser que tu dios sepa materializar comida, cosa que, permíteme que afirme con rotundidad, dudo mucho que pueda superar al estofado de Grace...- planteó casi como un desafío, mientras su estómago volvía a rugir desenfrenado y su lengua empezaba a salivar en el interior de su boca -Mucho me temo que lo único que encontrarás para llevarte a la boca son las moscas y las cucarachas que perviven sobre restos de comida encostrados. Y quizás en la Posada del Dragón Dorado, alrededor de una comida caliente y decente, pueda dar respuesta a tus inquietudes- sugirió haciendo un ligero ademán con la cabeza en dirección a la puerta. Su intención no estaba lejos de evitar que Aleena le soltase algún reproche al revelarle lo sucedido, pero siempre sería una reacción más cohibida al encontrarse rodeada de miradas ajenas, y tal vez el hecho de volver a la posada y probar el estofado de Grace, a modo de viaje evocador, le trajese mejores recuerdos en comparación con el frío recibimiento que le había dado.

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28/05/2021, 15:54
Aleena

Tras las palabras de Torgul sobre su dios no puede menos que reponder sinceramente - Tienes razón. Ilsundal no parece muy razonable o tener las orejas muy grandes. - respira hondo - Cuántas veces me habré hecho la misma pregunta que tú. ¿Cómo es posible que un dios pueda dejar que nos hagan estas cosas a sus adoradores? ¿Cómo puede escuchar a los que nos subyugan impunemente? - de nuevo un silencio dejó que invadiese el lugar - Cada noche le preguntaba por qué. Al menos una pista. Pero nunca obtuve respuesta. Pero lo que sí era un hecho es que siguiendo sus directrices. Odorándolo. Te concedía poder - dijo mientras dejó que su mano se volviese a iluminar para mostrarle a su hermanastro que era un poder patente que podía controlar a voluntad.
- Adorarlo. Eso es todo lo que tengo claro que le parece bien. Pero claro, ¿Quién somos nosotros para comprender a un dios? Es como que una hormiga se interese por los intereses de un ser humano. En fin.... es un misterio insondable. ¿Qué le vamos a hacer? - dijo con una sonrisa que destilaba amargura.

Podía materializar comida. Bueno, no ella, pero era posible crear comida adorando a su dios. De todos modos ese detalle no lo diría ahora. No quería empequeñecer más al actual Torgul. Bastante golpes le había dado la vida. Un solo aspecto era suficiente para saber que su sufrimiento no había sido menor que el que ella había pasado. Ya habría momento de enseñarle un festín mágico más adelante cuando fuese una gran sacerdotisa. Porque una gran sacerdotisa podría hacer cambiar las cosas en aquel maldito templo del que no pensaba volver a mentar nunca más hasta que se lo mereciese. Y para merecérselo habría que hace cambios muy profundos porque el mal estaba fuertemente arraigado en aquel lugar. Esa era su meta pero mientras resolvía algunos detallitos como que le estaba persiguiendo media hermandad para sacrificarla.

La mención de esa posible comida caliente hizo que le hiciese la boca agua.
- Bien, pues si aquí no vamos a encontrar nada para comer, ya estamos tardando en ir a por ese estofado. Me muero de hambre y las cosas se entienden mejor con el estómago lleno - dicho esto se quedó esperando a Torgul para dirigirse a la Posada del Dragón Dorado.

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02/06/2021, 21:42
Dungeon Master

Torgul había obviado a propósito la pregunta sobre Sibril que Aleena le había hecho. Era una respuesta dura, que sabía que le haría mucho daño a la joven, pero ya madura, sacerdotisa. ¿Qué mejor que comer juntos el estofado de Grace para romper la tensión y digerir los malos sentimientos producidos por el reencuentro? Todo el mundo sabe que con el buche lleno, la vida se ve de otra manera, y vosotros lo sabíais muy bien. La Posada del Dragón Dorado era el sitio idóneo para ello, ya que el plato principal de la cocinera hacía las delicias de cualquiera. Allí pasasteis muy buenos ratos los tres, cuando las preocupaciones no os atormentaban como ahora.

Torgul fue a la habitación y a los pocos minutos salió vestido, con un traje que hace mucho tiempo había sido de calidad, pero que ahora necesitaba de más de un remiendo. Los dos os dirigisteis hacia la puerta a la vez, chocando el uno contra el otro al intentar salir. Torgul sonrió y se echó a un lado para que Aleena saliera, cosa que hizo. Después salió él y cerró la puerta de la casa, y al girarse se encontró con el sol de frente, porque era mediodía, cuando más apretaba el astro rey. No había nadie por las calles debido a las altas temperaturas. Los dos apretasteis el ritmo hasta llegar a la famosa posada, que se encontraba en el centro del pueblo.

Es un gran edificio de madera de forma rectangular, con grandes vigas y ventanales en todas las paredes. A estas horas hay un gran bullicio en el salón, que está lleno de rubicundos pueblerinos y de otros aventureros que comen, beben, se ríen y divierten espléndidamente. El ambiente está algo cargado por los olores, humo de pipa y ruido ambiental. Las camareras danzan de un lado a otro con gran agilidad portando enormes bandejas llenas a rebosar de jarras y comida. Estáis en la puerta y os habéis quedado mirando si hay algún sitio libre. La mirada de ambos vuela hasta la mesa en la que siempre os sentabais, ¡que por fortuna está libre! Los que estaban allí sentados se están levantando para irse, mientras un camarero está retirando los platos y las jarras para limpiarla.

Cuando vais a entrar os fijáis en el típico tablón de anuncios que hay en la entrada de todas las posadas que se precien de ser buenas posadas. Allí, un pequeño cartel está clavado y lleva la firma del gobernador de la ciudad.

"Se ofrece una recompensa de 1.000 monedas de oro a la persona que capture a Bargle, el mago traidor. La muerte de varias personas recaen sobre él como principal sospechoso. Tiene que ser entregado a las autoridades para su interrogatorio. Se cree que habita en el castillo El Mirador, ubicado al pie de las montañas del norte."

Los dos habéis escuchado desde pequeños las historias que cuentan sobre este sitio, historias de monstruos al acecho en las ruinas y custodiando valiosos tesoros. Ninguno de vosotros ha estado en ese lugar, pero lo que sabéis de él no es nada halagüeño. Se llega por un camino que sale del pueblo por el norte y que lleva directamente al castillo. Habrá unos catorce kilómetros hasta allí.

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05/06/2021, 21:29
Torgul

El aire que emanaba desde el umbral de la entrada le recibió como un preámbulo de lo que habitaba en el interior. Un oleaje de risas, de voces coreando, de entrechocar de vasos, cubiertos y platos, o de retazos de conversaciones sibilantes acompañadas de miradas subrepticias y fugaces, suspendidas entre la densidad del humo de una pipa, competian por restarle espacio a las emanaciones que se desprendían de los platos que eran distribuidos desde la cocina hasta las mesas.

El tumulto de voces despreocupadas, que buscaban entre sus cuatro paredes una vía de escape entre los brazos de lo anodino, un lugar bullicioso donde ahogar sus penas o refugiarse, donde gestar contactos, acuerdos informales o quién sabría qué clase de ardides alrededor de un cálido condumio, le propinaban una sacudida de nostalgia capaz de competir con la que le daba la boca de su estómago cada vez que se adentraba en su interior para saciar su sed y su hambre. El lugar donde se reunían los tres seguía allí enclavado, ajeno al paso del tiempo y las desgracias que habían acontecido desde la última vez que estuvieron allí. Sería la primera vez en mucho tiempo que se vería acompañado de alguien que no fuera la comitiva de guardias a la mesa.

Al apostarse en la entrada pudo reconocer algunas de las caras que se encontraban comiendo opíparamente, tanto en las mesas como apoyados sobre la barra, a los que saludó desde su posición con un leve asentimiento de cabeza. Por los gestos contrariados con que le observaban y cómo susurraban entre sí, percibió que parecían sorprendidos de que fuese más adecentado que la última vez que le vieron.

Durante un breve instante, la boca y la lengua del joven, la primera caliza hasta entonces, y la segunda ampliamente cuarteada y que al rozar el interior era como si se estuviera paseando un serrucho entre sus paredes, se tornaron húmedas al pasar cerca de él una de las camareras del local portando una enorme jarra, y de no ser porque el cartel que habia junto a la entrada le llamó poderosamente la atención, posiblemente no se hubiera contenido y el recipiente con todo su contenido habría acabado formando una cascada hacia la desembocadura de su boca. Empero, estaba en presencia de Aleena, y tras sus sonoros reproches a cerca de su dejadez manifiesta, debía comportarse con algo más de decoro de lo habitual-Ya habrá tiempo de paladear ese vino cuando estemos sentados a la mesa...-Sus ojos regresaron de vuelta, imantados por el nombre que figuraba en el cartel, y que propició que asiera el anuncio del gobernador con una incontrolada vesania. Tuvo que armarse de un vestigio de su adormecido autocontrol para que aquel gesto no fuese secundado por otro más explosivo dirigido sobre lo primero que pillase, y que pusiera en evidencia que el nombre que había reflejado en él le estaba provocando un arranque de cólera.

Aferrándolo con tal gesto seco y una mueca de disgusto reveladora, se lo llevó hacia el interior, domeñando el fuego que se había abierto paso desde sus entrañas, y que se estaba diseminando al punto de cegarle. Tal irritación no fue amortiguada ni tan siquiera por la algarada del ambiente. En su ceguera iracunda, se olvidó hasta de sus buenas maneras, pues se adentró sin dar paso previamente a Aleena. Cuando llevaba dados varios pasos, siendo consciente de su falta, se frenó en seco y se giró sobre sus talones hacia su hermanastra, tratando de no revelar la afectación que le había provocado el mensaje que había colgado junto a la puerta-Disculpame, Aleena, no sé en dónde me he dejado los modales, pero ten por seguro que daré buena cuenta de ellos cuando estemos sentados a la mesa-alegó, haciendose a un lado para dejar que pasase por delante de él y recortase los pocos metros que quedaban hasta llegar a la mesa que se acababa de despejar.

Arrancar el anuncio de cuajo y sin miramientos, no constituíta sino la firme decisión de ser él, y no cualquier otro caza recompensas o buscador de tesoros, fama y gloria, quien le diera caza. No se trataba de bañarse en todo lo anterior, ni tampoco de limpiar su nombre, que había sido cuestionado en sus últimos años, aquel era un asunto personal.

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06/06/2021, 11:00
Aleena

El calor pega fuerte en el exterior de camino a la posada. Pero ya está habituada a los caminos y a la intemperie. - Hay cosas peores - se dice a sí misma pensando en el calvario por el que ha pasado.

Al llegar a la posada Aleena observa el letrero de la recompensa del mago en su entrada. Se detiene allí y los recuerdos de Zanzer, de su torre, de Suko-Tar el Minotauro, de Axel, de los ancianos prisioneros se agolpan en su cabeza. De nuevo, como un torrente esas imágenes acuden a ella sin que pueda evitarlo. Todo aquel evento la ha traumatizado de por vida pero la joven no es consciente de ello porque no sabe ni que significa la palabra traumatizar. Pero eso no evita el hecho de que así sea.

Afortunadamente, esta vez no le produce uno de esos mareos que en otras ocasiones le han sobrevenido. En esta ocasión y en parte gracias a la presencia de su hermanastro mantiene la entereza. Recupera el control rápidamente.

Todo este trasvalse no es percatado por Torgul que ha entrado en el local como una tromba olvidándose de ella. Lo cual es muy conveniente para la muchacha. Unos instantes después vuelve a aparecer el muchacho por la puerta balbuceando una disculpa por haberla dejado atrás.

Aleena ni lo menciona. Le dedica una sonrisa y agradece mucho que Torgul haya tenido este despiste. Al entrar en el local observa que todo está igual que cuando se marchó. Es como si no hubiese pasado el tiempo en este local. Los mismos taburetes en la barra, las mismas mesas y sillas. Los mismos objetos decorativos colgados en las paredes. El mismo olor de comidas irreconocibles pero agradable. El mismo sonido de algarabía y bullicio. Seguramente producido por muchas de las mismas voces que ella recuerda. Los parroquianos de posada suelen ser gente más fiel que los parroquianos en los templos.

La clériga espera que Torgul sea quien le diriga dentro de la posada. Y puedan ya hablar del tema que les ha traído aquí. Que Sibril ya no está entre nosotros.

Notas de juego

No me queda claro si he visto que Torgul ha hecho con el cartel. Así que lo he obviado.

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06/06/2021, 13:05
Grace

Avanzáis hasta la mesa y os sentáis una vez que el camarero ha terminado de limpiarla. Los recuerdos os invaden, chocando de frente con las sensaciones que cada uno tiene en ese momento. Torgul está muy ofuscado por lo que ha leído en el panfleto y lo que significa, mientras que Aleena está intentando desplazar los recuerdos de Zanzer a lo más profundo de su memoria. Cada uno mira fijamente la mesa de madera, pensativo, triste... Pero justamente aparece alguien conocido por los dos.

-"¡Será posible! No me lo puedo creer." Chilla alguien a vuestro lado.

Los dos os giráis rápidamente hacia la persona que habla tan fuerte y con esa personalidad tan histriónica. Sí, es Grace. La mujer, ya bastante entrada en años, agarra fuertemente a Aleena por los brazos y la levanta de la silla sin apenas esfuerzo. La mujer no ha perdido su vigor.

-"¡Por las barbas de mi difunto marido, pero si eres Aleena! ¡Qué mayor estás, cuanto has crecido! Ya eres una jovencita en edad de casamiento, por lo que veo, y muy guapa, además. Tendrás toda una cohorte de mozos detrás tuya siguiéndote a todos los lados. ¿Quién será el afortunado? ¡Jajajajajaja!" Su risa resuena por encima del ruido del salón, mientras mira de reojo a Torgul y le guiña un ojo.

La mujer es rolliza, pero fuerte. Antiguamente fue aventurera, según dicen, y con lo que ganó construyó este local. Tiene muy buen carácter y siempre os ha tratado como si fuera una madre que nunca tuvisteis.

-"A ver, gírate, que te vea bien. Te veo algo escuchimizada, pero tienes los músculos fuertes... y buenas caderas. Eso viene bien para tener muchos hijos, porque los tendrás, te lo digo yo, que tengo buen ojo para estas cosas. Veo que después de tanto tiempo has venido por fin a sacar a Torgul del pozo en el que se ha hundido. Eso está muy bien, el pobre ya está en los huesos." Dice mirando a Torgul con desaprobación.

Mira fijamente de arriba a abajo al joven soldado.

-"Por lo menos te has adecentado hoy, cosa que me alegra ver. Las últimas veces parecías un deshecho humano, más una boñiga de vaca que un soldado de la guardia. Bueno, no quiero ser pesada y cortaros la conversación. Ahora mismo os traigo un buen guiso y unas buenas bebidas, que no quiero que os muráis de hambre ni sed en mi local." Dice alegre.

Se da la vuelta y se marcha a toda mecha hacia la cocina. Los clientes, que ya la conocen, se apartan raudos a su paso. Vosotros, después del huracán que ha sido la presencia de Grace, os quedáis mirándoos el uno al otro. Las preocupaciones han desaparecido de repente. Las mejillas de Aleena se han tornado rojizas por los comentarios de la posadera sobre ella y a Torgul le ha pasado lo mismo cuando le ha guiñado el ojo. ¿Qué querría dar a entender la vieja?

La mano derecha de Torgul, que está apoyada encima de la mesa, sigue aferrando el arrugado papel que había en el tablón de anuncios. Papel que no ha logrado leer del todo Aleena, ya que se quedó bloqueada al leer: "... Bargle, el mago traidor."

Notas de juego

Aleena, el anuncio lo ha cogido Torgul del tablón de anuncios y se lo ha quedado. Tú, al estar justo al lado, has visto cómo lo arrancaba con furia.

Pues poco puedo actualizaros, ya os comenté que estas escenas de diálogo entre PJ no necesitan de mi actualización, sois vosotros los que debéis de darle continuidad.

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09/06/2021, 22:04
Torgul

Torgul se quedó con el dedo alzado y los labios entreabiertos con la esperanza de poder tomar el turno de palabra, sin embargo, no encontró espacio alguno entre los vocablos que eran ametrallados sin resuello por parte de la mujer, que parecía no necesitar el aire para tomar fuerzas y seguir dando continuidad a su imparable verborrea.

El índice que había mantenido erguido se fue retrayendo a los pocos segundos así como su boca, que se selló, derrotada ante la imposibilidad de poder dar alguna réplica dentro de aquel circunloquio estridente, dando paso a una expresión de incredulidad y turbación, cuando Grace se puso a examinar con el ojo clínico de una matrona trotaconventos la anatomía de Aleena - Llevo demasiado tiempo sin tener compañía más allá de los guardias. Casi había olvidado sus dotes nada indirectas como alcahueta. Mama Grace nunca pierde una oportunidad...- El guardia suponía que el hecho de que Grace no hubiera podido tener hijos propios, se extrapolaba a la necesidad de volcar su afecto en aquellos que atravesaban las puertas de Threshold en condiciones de horfandad o desamparo, y eso también se extendía a la apremiante necesidad de que las féminas casamenteras del lugar tuvieran una descendencia de la que ella había sido privada por causas naturales.

Tras guiñarle un ojo para insinuarle, si es que aquello podía considerarse una insinuación, pues poco le faltaba a la anciana para sacar a un párroco de alguno de los armarios de las cocinas y que les oficiase un casamiento allí mismo, el joven no pudo evitar su perplejidad ante el desparpajo con que Grace, o mamá Grace como la llamaban "sus niños", revelaba lo primero que se le pasaba por la cabeza sin medir las consecuencias, o quizás, siendo plenamente consciente del efecto que podrían provocar, pues si algo tenía la dueña del local era la capacidad de no cohibirse y poner en su sitio a cualquiera. Lo que el guardia no podía negar era que había mirado con otros ojos a la devota de Ilsundal desde su reencuentro, y que la más que calurosa e histriónica bienvenida parecía casi una voz de alarma, si alguien no se había enterado aún de que Aleena había regresado a Threshold, poco le faltaba, si el joven pretendía que pasase desapercibida para evitar que alguien relacionado indirectamente con su orden pudiera identificarla, había conseguido el efecto contrario.

Aquel bochorno parecía no tener fin, si no había tenido suficiente con la disección de las curvas de Aleena, la dueña del local decidió cambiar el foco y poner de relieve su falta de aseo y cuidado personal, colocándolo a la altura de un excremento de bóvido. De no ser por el cariño que le guardaba, por cómo les había acogido tanto a ellos como a Sibril en su local, y el desparpajo que siempre gastaba, cualquiera en su posición seguramente habría tomado represalias ante su osadía, por lo que no pudo más que resoplar mientras ponía los ojos en blanco y aguantaba el chaparrón, como un niño recibiendo una severa reprimenda de su madre por un comportamiento díscolo y desaprobatorio. Grace siempre velaba por el bienestar de "sus niños", y las paráfrasis que soltaba no eran más que la manera que tenía de expresarle que debía cambiar el rumbo que estaba llevando hasta ahora, manteniendo una evidente esperanza en que Aleena tomase partido y promoviese algún cambio en sus hábitos.

Cuando se alejó en dirección a las cocinas en busca de viandas con que colmarles, Torgul exhaló un suspiro lenitivo. Siguió a la anciana con la mirada hasta que desapareció de su vista, y acto seguido realizó un escrutinio visual alrededor en busca de caras nuevas. Quizás por su profesión, siempre guardaba algo de recelo hacia los desconocidos y las intenciones que les habrían traído hasta el lugar.

Sus iris terminaron sobre el contenido de la nota que yacía bajo su mano, y ascendieron para buscar los de Aleena. Lo último que habría esperado al dirigirse hacia posada, era encontrarse de bruces con el anuncio del asesino de su padre adoptivo. Intentó dar un quiebro momentáneo a aquel asunto, dándose tiempo para encontrar la manera de confesarle los hechos que acaecieron la noche en que perdió a Sibril -Mamá Grace es una experta en etiqueta y tiene un don de gentes sin igual, no hay duda de que sabe cómo hacer que uno se sienta como en casa...- expresó con cierto sarcasmo y una media sonrisa, aludiendo a la forma en que la anciana la había examinado con el ánimo de buscarle un marido.

Apoyó los codos sobre la mesa y entrelazó los dedos bajo el mentón en actitud cavilante para retomar la palabra mirándola con franqueza -La última vez que estuvimos aquí fue el día antes de tu partida. Comimos y bebimos en tu honor, pero he de confesar que tu marcha jamás me dio buena espina, me dejó un sabor agridulce, me hizo caer en la cuenta de que la realidad poco o nada tiene que ver con los sueños e ilusiones de unos niños que se querían comer el mundo. Siempre fuiste el ojito derecho de Sibril. Tras marcharte me comentó lo orgulloso que se sentía de tu decisión. Y yo no quise quedarme atrás, al poco de marcharte me esforcé con todas mis fuerzas para salir airoso de todas las pruebas que conllevaban ingresar en el cuerpo de la guardia del gobernador. Pruebas que te pueden costar la vida- y unos calcetines de gatitos...- se dijo.

-Nuestro padre adoptivo jamás lo dijo abiertamente, pero sólo había que verle la cara para comprobar cómo le afectó el que te marcharas. Aún así, se siguió volcando conmigo, pero su salud se fue mermando. Le costó hacerse a la idea de que ya no tenía fuerzas ni tampoco la destreza de antaño para poder llevar a cabo sus piezas. La última que salió de sus manos la tengo justo aquí-Torgul se retrajo sobre el asiento y desanudó la vaina que pendía de su cinto para disponerla sobre la mesa y permitir que su hermanastra la examinase.

-La vaina y la empuñadura han sido labradas por sus manos- las yemas de sus dedos giraron la empuñadura para dejar al descubierto las siglas de su padre adoptivo -Si conseguí salir de la última prueba que me granjeó la posición que ahora ostento fue porque siempre le tuve presente. Se lo debía- tras unos minutos se volvió a ajustar el arma, apoyándose de forma desgarbada sobre el respaldo de su asiento -Las cosas habrían sido muy diferentes de haber estado aquí, Aleena. Seré honesto, la noche en que le perdí, esa noche...no sé que te habría sucedido a tí de estar también bajo el mismo techo- dejó caer con un halo de consternación, para volver su mirada hacia el fondo, con la esperanza de que un plato caliente y algo de beber le facilitasen la tarea de hablar de Bargle.