Partida Rol por web

En septiembre de 1944, durante la Segunda Guerra Mundial, tuvo lugar la operación Market Garden, que trataría de situar a aproximadamente cien mil hombres del ejército aliado en los Países Bajos, ocupados por Alemania. Su objetivo era tomar determinados puntos estratégicos para intentar poner fin a la guerra antes de las Navidades de ese mismo año. La operación se componía de dos partes: la operación Market, llevada a cabo por la 101.ª y 82.ª División Aerotransportada estadounidense y la 1.ª División Aerotransportada británica, y la operación Garden, llevada a cabo por el XXX Cuerpo del Ejército Británico, infantería mecanizada que, tras dar alcance a los diferentes puntos tomados por las Divisiones Aerotransportadas de la operación Garden y reemplazar a las tropas, los aseguraría.

Los DC47 (aviones Douglas de transporte) aguardaban en el aeródromo de la base británica.

Era la noche del 16 de septiembre de 1944. Érais parte de la gran operación que el Mariscal Montgomery y sus mandos y oficiales habían planeado: la caputra de una serie de puentes tras las líneas enemigas (operación Market, vosotros y el resto de brigadas), así como mantenerlos ocupados durante tres o cuatro días hasta que llegara "la caballería" (operación Garden) Market se planeó para ocupar con paracaidistas una serie de puentes tras las líneas enemigas, y mantener los puentes ocupados durante tres o cuatro días hasta que llegaran refuerzos de Garden.

Sí, en el río Rin, en su puente -especificaba el sargento Carradhie en una sala de operaciónes del aeródromo a parte de la brigada-. Es un punto clave para que las tropas aliadas lleguen a Arnhem desde el sur y refuercen las líneas en la ciudad. Una vez allí abajo, vuestro objetivo principal es el de tomar el control y salvaguardar el puente Reildörg hasta que lleguen los refuerzos blindados por la carretera sur. Sabemos que los alemanes, por el contrario, tienen órdenes de volar el puente si corren riesgo de verse copados o de perder la zona ante un ataque aliado. La forma de actuar y la rapidez es esencial.

Acto seguido, tras una debida arenga y siendo ya día 17 (de madrugada), el sargento os deseó suerte, y ordenó ocupar todos los Douglas, que estaban preparados ya para despegar. Lo primero sería viajar unos quinientos kilómetros y saltar en paracaídas en el norte de Bélgica, y desde ahí cruzar a los Países bajos. En ese país, los rios que quizás darían problemas eran los principales de la zona: el Mosa, el Waal y el Rin. Pero eso era otro cantar, primero había que descender.

El temor que más os preocupaba era un terror tecnológico del que habíais oído hablar... muy mal. El cañón "Flak", concretamente de calibre 88 mm, pieza de artillería alemana usada como arma atiaérea y también antircarro. Podía penetrar un blindaje de carro de combate a grandes distancias, y éso era la comidilla de toda la brigada en esos momentos.

Teniais ya los paracaidas colocados en vuestras mochilas, y subísteis poco a poco a los Douglas. En breves todos despegaríais a Bélgica para inicial el avance hacia el norte.

Poco a poco todos fueron entrando en esa lata de sardina con alas que decían que les tenía que llevar al otro lado del canal para dar lo que todos en la compañía llamaban "el gran salto". Lew nunca había volado antes de la instrucción y no estaba muy seguro de si le gustaba o no, lo que tenía claro es que odiaba saltar en paracaídas. Lo odió desde la primera vez y lo odiaría hasta el último día de su vida pero era el peaje a pagar para acabar la guerra antes de navidades, siempre según Monty y todas esas gallinas engalonadas que lo único que intentaban era repartirse la gloria en la historia.

Lew miró a los que iban a ser sus compañeros de vuelo. Habían algunos compañeros de instrucción, tipos duros pero buena gente con los que se sentía muy feliz de combatir, porque puestos a arriesgar la piel por alguien prefería hacerlo por esos muchachos. Habían caras de miedo, gente aferrada a sus rosarios y otros escribiendo a sus padres o novias. Cualquier cosa era buena para no pensar que esa noche tu lata de sardinas voladora podía ser aplastada sin compasión por uno de esos malditos Flak.... Para no seguir pensando más en ellos Lew se levantó de su asiento y levantó una mano pidiendo atención

"Por favor, un poco de atención. Soy Lew McAllister" dijo obviando el III para no dar pistas de su origen aristocrático " el matasanos de la unidad. Los chicos me llaman Mac...quedaos con mi cara por si necesitáis atención médica y no os preocupéis....nunca he perdido a un soldado que ha caído en mis manos" Lo dijo sonriendo a los chicos y con una ligera risa... nunca había tratado heridas de bala y esperaba que no tuviera que tratar muchas.... eso sería muy mala señal.

- Mientras subía en el Avión, miraba a los que eran mis compañeros en esta aventura, algunos  asustados, algunos altos otros algo más bajos, en eso llego a mi asiento, en lo persona algo asustado en una parte por el vuelo (si lo había hecho antes pero aun así me seguía preocupando cuando empezaba el vuelo) y la otra por el cañón Flak, había escuchado lo suficiente de el como para que lo tuviera en mente todo el vuelo, en eso uno de los compañeros se levanta de su asiento y se presenta, si quiero regresar a casa creo que sera buena idea mantenerme cerca de él, sonrío.

- Espero que eso siga así cuando regresemos digo riendo Yo soy Jhonatan J. Droniel, pueden llamarme Jhon, yo estaré en la primera linea seguramente, pero aun así evitare ser un paciente regular. - luego suelto una fuerte carcajada, posiblemente para intentar  liberar algo de la tensión que sentía en el momento.

Francis detestaba los aviones, lo cual era irónico, ya que había sido asignado a la División Aerotransportada. Volar no le ocasionaba ningún temor, lo que le molestaba era tener que depender completamente del piloto, sin poder hacer nada al respecto. Él prefería valerse por sí mismo, o bien, tener la posibilidad de colaborar con sus compañeros. Dentro de ese cacharro de metal no era más que un pasajero, suplicando que al menos la guerra le diera la oportunidad de entrar en combate, y poder probar su valía.

-Buenas a todos -dijo, levantando ligeramente su casco-. Mi nombre es Francis T. Woolridge, y seré el encargado de proporcionarles fuego de cobertura, y de eliminar blancos humanos a distancia. No me agrada la idea de tener que dispararle a la gente, como si fueran ciervos en un bosque; pero mi madre quiere que regrese a casa con vida. Le prometí que apenas viera a un Nazi asomando la cabeza, le dibujaría un bonito agujero entre los ojos.  

El doctor fue grabando las caras de esos muchachos en su memoria y preguntándose cuantos de ellos volverían a casa de una pieza.

"Jhon, espero que sepas que no hacemos precios reducidos por visitas frecuentes al doctor.... espero verte solamente a la hora del rancho soldado. De todos modos, yo solo soy un ayuda de campo asignado al Doctor Bradley. Le llaman el médico milagro porque ya ha conseguido salvar la vida a más de 1000 hombres en esta guerra.... Solo espero que los pilotos de esta lata de sardinas sean igual de buenos"

"Francis, espero que no falles....sino mi juramento hipocrático me obligará a atender a sus heridos....y eso me dará trabajo extra"

Por fin llegó el día de embarcar los aviones y participar en la guerra, al igual que todos los compañeros que estaban a su lado, y aunque no estaba muy cómodo en los aviones no le quedaba otra que subir y lanzarse en su objetivo.

Una vez situado en su lugar correspondiente del avión, John miro a los compañeros que tenía alrededor, al parecer muchos de ellos, al igual que él mismo, era la primera vez que entraban en batalla, algunos estaban aterrados y otros tenían la valentía de la ignorancia, John era de los primeros, si bien no se le notaba en la cara por dentro estaba bastante nervioso, sobretodo por las historias que contaban de las armas enemigas, en aquel avión eran blancos fáciles, solo esperaba por lo menos llegar a tierra firme, allí por lo menos tendría mas posibilidades.

Segundos después escucho como algunos de los soldados allí presentes se empezaban a presentar, así que hizo lo propio y sentado donde estaba dijo- Mucho gusto, mi nombre es John Dutton Frost, podéis llamarme Frost, mi trabajo es despejaros el camino de explosivos y abrir otros caminos, también soy el manitas del grupo, de nuevo encantado de conocerles.

Aunque la charla con los compañeros le quitó algo de tensión en el ambiente, seguramente en cuanto el avión se pusiera en marcha, los nervios de todos y la tensión del lugar volvería a aumentar.

Ya no había vuelta atrás, James subió al avión que les llevaría a la guerra y se sentó en el primer sitio que encontró libre. El avión iba repleto de soldados y aunque a simple vista no parecía que esos cacharros voladores pudieran levantar el vuelo, tendrían que confiar en llegar a su destino.

Sólo esperaba que el maldito cañón de los alemanes no acabase con su incursión sin oportunidad de entrar en batalla, pero ahí James poco podía hacer.

Yo soy James Morris y me encargaré de patear culos alemanes en el frente de la batalla. Dijo James levantando el fusil.

Los soldados vestían de verde reglamentario, con su habitual casco colocado y sus armas sobre sus brazos o piernas. En total érais unos treinta miembros en la escuadra, veinte de los cuáles viajabais en el avión. Todos vosotros formábais parte de la compañía Dresden del 506º Regimiento de Infantería de Paracaidistas de la 101ª División Aerotransportada.

Estábais todos sentados en el Douglas reformado con contrachapado antirráfaga, pero no anticañón. El único que "destacaba por su discreción" en el uniforme eran los francotiradores de la división. Con ciertas turbulencias y un tiempo que realmente no acompañaba, hubísteis de volar unas horas sobre el Paso de Calais antes de que todo el embrollo bélico aconteciera realmente. Hubo unas turbulencias inciales, lo cual hizo el primer mal trago en las gargantas de algunos, justo antes de acostumbrarse al vuelo cerrado y liso del resto de la trayectoria.  De Inglaterra salieron 1545 transportes aéreos motorizados C-47, remolcando 478 planeadores, protegidos por 1131 cazas y bombarderos Spitfire, Thunderbolt, Typhoon, Mustang y otros. La enorme flota formaba una tremenda lengua de más de quince kilómetros de anchura y unos cientocincuenta de longitud.

* * *

Amanecía.

Veíais el cielo bajo Dunkerke, y despues atravesásteis el triángulo entre Gantes, Amberes y Bruselas. El cielo se tornaba oscuro, y las numerosas refriegas desde tierra hacían que aquel manto aéreo de esperanza para muchos se agujerease en mitad del cielo. Numerosos cañones Flak comenzaron a reventar aviones a diestro y siniestro, fácilmente observables a través de las ventanillas del Douglas. Ametralladoras impactaban en vuestro lateral, y gracias al recubrimiento de protección no salísteis volando entre las nubes.

Parecían las primeras estribaciones del Infierno.

El Sargento Carradhie os instó a colocaros de pie, comprobar el paracaídas y repartir bajo la tutela de Dios suerte a todos "allí" abajo.

Una vez más, antes de abrir las compuertas del avión, os recordó vuestro objetivo: Tomar el control del puente Reildörg hasta la llegada de los refuerzos blindados por la carretera sur. La presencia alemana sería constante, y tal vez volaran el puente, si sospechaban peligros inmediatos. Acto seguido, ordenó a uno de los soldados que activara el mecanismoque hacía abrir la compuerta principal del avión, y una enorme ráfaga de viento, polvo y destellos (por las explosiones de otros aviones no muy lejos de vosotros) os golpeaba en la cara. También veíais que innumerables bombarderos aliados descolgaban de sus "panzas" metálicas proyectiles pesados a modo de contraataque en ciertas posiciones.

¡¡VAMOS, VAMOS VAMOS!! ¡¡SALTAAAAAAAAAAAAAAAAAD!! -gritaba el sargento haciendo que saltárais de uno en uno pero aprisa-. Allá, a lo lejos, otros dos aviones eran atravesados por el fuego terrestre pesado, produciendo tremendas deflagraciones en el ire. Uno a uno, fuísteis saltando en territorio belga sin saber muy bien si aguantaríais con vida al día siguiente.

Por fin había llegado el momento de pasar a la acción. Francis, como todos los demás miembros de la división, ya había practicado el salto con paracaídas; pero era la primera vez que debía hacerlo mientras recibía una lluvia de balas. Comprobó su equipo por última vez, y sin perder tiempo se posicionó en la puerta de salto. "Que ocurra lo que tenga que ocurrir", pensó un segundo antes de saltar.

En cuanto se abrió la puerta Lew cogió nerviosamente una cadena de la que colgaba además de sus chapas identificativas una pequeña cruz de oro.

"San Andrés protégeme... dejame al menos llegar al suelo de una pieza..."

Uno tras otro los miembros de su unidad fueron saltando mientras un intenso fuego antiaéreo se cernía sobre el escuadrón de transportes. Llegó su turno, tragó saliva y saltó al vacío mirando a los ojos de la muerte. A su alrededor se sucedían las explosiones, se oía el silbido de las balas y la metralla lanzadas por el enemigo como si no costaran dinero. Los alemanes estaban cazando patos...y los patos eran ellos.

El entrenamiento resultó ser efectivo y con gran pericia Lew aterrizó en una zona cerca de un pequeño bosque donde poder cubrirse mientras el resto del pelotón aterrizaba. Con un gesto convencido rasgó las cuerdas de su paracaídas y sacó su subfusil con la esperanza de no tener que abrir fuego contra nadie... Era médico y la muerte no era su negocio, pero mejor la muerte de un enemigo que la de un amigo....o la suya propia.

Mierda -piensa Francis mientras va descendiendo-, esto no pinta nada bien... nada bien... 

La lluvia de balas pasa rozando su cuerpo, algunas incluso agujerean su paracaídas. Aún está muy lejos del suelo como para desprenderse del mismo. Sin embargo aún no todo está perdido. Localiza una pequeña área, donde la lluvia de proyectiles es menor. Comienza a tirar de los cordeles y consigue maniobrar lo suficiente como para evitar el grueso de la balacera.

En cuanto toque tierra le daré un tiro en la cabeza a esos malidtos hijos de p....

-llego la hora, es lo primero que pienso cuando la compuerta se abre respiro profundamente, me levanto y me formo esperando mi turno, cuando llega, sin pensarlo dos veces por que se que retrocederia, salto. - Los veo abajo muchachos!.

El momento del salto había llegado, James por un momento se aferró a su asiento incapaz de moverse, pero al ver a sus compañeros saltar uno a uno se armó de valor.

El cielo estaba plagado de soldados descendiendo mientras una lluvia incesante de balas pasaban a su alrededor, con tan mala suerte de agujerear su paracaídas. Casi instintivamente, James trató de controlar el descenso precipitado zigzagueando como buenamente pudo para ir a parar a las ramas de un árbol.

Llegó el momento de saltar del avión, y en cuanto el sargento abrió la puerta se pudo ver el infierno en la tierra, humo y explosiones se podían ver por todos lados, por unos segundos John se quedó pensando en todos los compañeros que estaban muriendo por doquier en aquellas bolas de fuego que anteriormente eran sus vehículos de transporte.

Por fin llegó su turno de saltar, así que apretó el culo y se lanzó al vacío. Mientras caía solo podía ver balas y más explosiones por su alrededor, también los gritos de los demás soldados, muchos de ellos jamás llegarían a tierra, por suerte para él no tuvo muchos problemas a la hora de aterrizar y llegó a tierra lo mas suavemente que pudo dada la situación, momentos después se junto con los compañeros y se puso a cubierto de los disparos enemigos. 

La 101º Aerotransportada saltaba desde aquella manta negra del cielo, a la cual los alemanes rajaban poco a poco a base de balazos y cañonazos. Una ligera impresión al caer al vacío se apoderó de vuestros corazones, y vísteis en primera fila el devenir de ese día, desde las alturas. Aviones reventaban en el aire, siendo alcanzados y partidos en la mitad, o bien acribillando al piloto y haciendo caer el aparato al vacío... Muchos otros soldados como vosotros comenzaron a desplegar sus paracaídas, formando un conjunto impresionante de estelas blanquecinas descendentes. Notábais las balaceras a vuestra izquierda y derecha, mientras recortábais el viento como podíais.

Fue entonces cuando lo sentísteis sobre vuestras cabezas: el avión en el que viajásteis fue alcanzado por los antiaéreos alemanes, perdiendo dos de los cuatro motores, ambos de la misma ala. Si hubiérais tardado unos segundos más en saltar habríais sido desintegrados en la tremenda deflagración. El Douglar se partió por la mitad, cayendo sus partes al vacío y perdiendo toda fuerza motriz.

Entonces el caos pareció aparecerse como de la nada. Muchos de vosotros fuísteis tiroteados desde tierra mientras manejábais el cordonaje del paracaídas; por fortuna, algunos como Dutton, Francis y el sanitario "Mac" lograron tomar tierra sin demasiados problemas en una zona boscosa. Otros como Morris y Jhonatan tuvieron peor suerte: las balas pasaron rozándoles su cuerpo, internándose en sus paracaídas como si éstos fueran papel de cartulina. Luego comenzó el desgarro por el cortante viento acaecido, haciendo que los agujeros se abrieran más y más... ¡Y MUCHO MÁS! La situación era para ellos desesperante, y caísteis de manera dispersa en una zona boscosa del bosque de Anhmen... Morris y Jhonatan cayeron a unos 80 m al sur de sus posiciones, entre una densa maraña de árboles, estando ahora colgados de su paracaídas.

Una vez en el suelo, el ruido de morteros no muy lejos os hacía saber que los alemanes no andaban muy lejos.

En cuanto Francis posa los pies en el suelo, siente un inmenso alivio; por fin podrá valerse de sus propias habilidades en combate. Lamenta mucho el trágico final del avión que los transportaba, y de las personas que aún seguían allí; pero no vino a la guerra a llorar por sus camaradas caídos, sino a que los nazis paguen por cada vida arrebatada.

Hizo un gesto con la mano a sus compañeros Dutton Frost y McAllister, para indicarles que estaba bien. Luego oteó el horizonte, en busca del resto de sus compañeros, o de algún enemigo que pudiera estar aproximándose.

Lew no se podía creer su suerte. Llevaba un minuto en territorio belga y nadie le había disparado, seguía vivo y de una pieza aunque no podría decir lo mismo de muchos de sus compañeros de avión, abatidos como mosquitos por las dotaciones antiaéreas alemanas. Poco a poco algunos soldados británicos fueron aterrizando y se arremolinaron en torno a las partes más frondosas del bosque para tener algo de cobertura. En más de una ocasión estuvo a punto de disparar a soldados británicos pero pudo contener los nervios y no hacer ninguna tontería.

El sonido de los morteros era incesante pero por el momento no estaban castigando su posición. Estaba vigilando la aparición de tropas enemigas cuando a 80 metros vio varios paracaídas colgando de los árboles. Varios hombres de esos paracaídas estaban quietos pero otros se movían intentando llamar la atención de sus camaradas. Lew se volvió en busca de algún mando para informarle pero todos eran soldados rasos....

Había que tomarse una determinación y tenía que ser ya. Solo espero que el hecho de ser médico sirviera para que aquellos hombres colaborasen...

"Hay hombres heridos en esos árboles a 80 metros. Necesito fuego de cobertura y alguien que me ayude a bajarlos...Frost, conmigo... Woolridge asegurate de que nadie se nos acerque.....Ya!!, Moveos!!"

Estando a medianamente a cubierto con los demás soldados que habían caído en esa posición John podía ver aquella escena aterradora, el ver como los aviones aliados eran destruidos y como todos aquellos buenos soldados morían antes de poder hacer nada por salvar la vida estremeció el corazón de John, era algo que le costaría olvidar mientras viviera, pero no era el momento de ser pesimista.

A la distancia se podía divisar a dos de los compañeros del avión, estaban en peor situación que ellos, allí colgados del árbol eran como patos de feria para los enemigos, John escucho las órdenes del doctor del grupo y aunque no tenía la autoridad para darlas ahora no era el momento de ponerse a discutir el rango ni las órdenes dadas, había que sacar a aquellos chicos de allí antes de que los enemigos se dieran cuenta de la situación en la que se encontraban.

Sin decir palabra alguna John salió a la carrera detrás del doctor hacía donde se encontraban sus compañeros, tenían que hacer todo lo posible para sacarlos de allí con vida o al menos enteros.

Francis no perdió el tiempo, en cuanto escuchó las palabras del doctor, hincó una rodilla en el suelo y preparó su rifle; ya tenía la mira colocada, y ésta no necesitó de mucha calibración. Puso una bala en la recámara y apuntó; no sin antes cerciorarse de que él mismo no era un blanco fácil. 

-¡Los cubro, muchachos! ¡No levanten mucho la cabeza! -confiaba en que sus compañeros sabrían cómo dirigirse en el campo de batalla, pero no estaba de más darles un recordatorio.