Partida Rol por web

El eco del Diablo

El Infierno Horizontal

Cargando editor
31/03/2016, 12:08
Director

INTRODUCCIÓN

 

Cargando editor
31/03/2016, 12:09
L'Hexagone

Las oficinas de "L'Hexagone" ocupaban dos pisos unidos de una finca bonita pero destartalada en primera linea frente al parque des Buttes-Chaumont. El periódico tenía una larga historia y era sólido como una roca. Pero como decía Charles -uno de los compañeros que firmaba con el pseudónimo “La Hiena”- cada fin de trimestre su jefe, Jérôme -“El Coprolito del Punk”- sufría un infarto de miocardio o dos pero sí o sí, aunque fuera a base de puñetazos, cuadraba las cuentas.

Digamos que el periódico tenía una “mala salud de hierro” y era uno de los pocos con tirada en papel y trabajadores profesionales que sobrevivían con el aporte de los suscriptores y sin publicidad.

Jérôme y su mujer, Renata, que era la encargada de la administración, estaban reunidos esta vez con Charles mientras Mats y Vanessa ultimaban sus cuentas antes de que les llegara su turno.

El periódico tenía como norma no generar ganancias. Por sus estatutos se hacía una cena y una donación con los beneficios cada trimestre. Desde que Mats trabajaba ahí, las cenas se limitaban a un par de rondas de cervezas en el pub de la esquina.

Cargando editor
31/03/2016, 12:12
Vanessa Corneille

Vanessa había sido monja y todavía se hospedaba en el convento donde se ordenó. Era una empedernida lectora de todo tipo de libros extraños y andaba metida siempre en movimientos de teología feminista.  Si no la conocías su actitud podría parecer un tanto sobrada con su sonrisilla socarrona. Pero era respetuosa al extremo aunque dura como una piedra. Tenía varias palizas en su currículum y algunas estancias en la cárcel. En una de ellas conoció al jefe y la unió a la troup.

-Buf. Estoy realmente hasta el coño de cuentas. A cada sitio que voy la gente alardea de espontánea y no hacen más que discutir sobre los estatutos y el omnipresente dinero.

Movió su cabeza fingiendo un escalofrío.

-Bah, ¿no piensas a veces que si nos subiéramos a una caja de madera a arengar en cualquier callejuela llegaríamos a más gente? Bueno, en realidad eso lo he intentado un par de veces, con resultados… -puso una mueca-…ambiguos.

Cargando editor
31/03/2016, 13:52
Mats Bergstrøm

Esta mañana, el estridente alarido de mi despertador me ha arrancado de mis dulces sueños. Su furioso sonido resonaba por todo el pequeño apartamento, que se encontraba en una semioscuridad grisácea debido a que esta madrugada, antes de derrumbarme en la cama tras mis habituales actividades nocturnas al otro lado de la red, había cerrado a cal y canto las persianas y echado las cortinas para que la luz de la mañana no me impidiese dormir un rato. Me he incorporado sobresaltado y he golpeado el interruptor del ruidoso objeto, pequeño pero matón, antes de ducharme y tragarme a toda prisa un café que achicharraba para coger la bicicleta y venir a la oficina. Cada vez paso más tiempo delante del ordenador por las noches, lo que me ha hecho ir atrasando el despertador cuarto de hora a cuarto de hora. Actualmente no tengo tiempo ni de remolonear cinco minutos en la cama si quiero llegar a tiempo al curro. Algún día tendré un accidente por culpa de la mezcla de la falta de sueño y las prisas.

Con las cuentas del periódico delante y Vanessa protestando una vez más a mi lado, casi me río al imaginarme a mí mismo partiéndome la crisma al resbalar con una pastilla de jabón en la ducha, lo que ni siquiera tiene sentido, pues uso gel de baño. Miro a través de Vanessa unos segundos, con la cara apoyada en la mano, como si estuviese escuchándola. Cuando se hace evidente que espera mi respuesta, me veo obligado a tratar de recordar lo que acaba de decirme, con la esperanza de que, de algún modo, haya quedado registrado en mi cabeza hueca mientras pensaba en las musarañas.

Bueno… —murmuro, tratando de ganar tiempo, sin levantar la cara de la columna de mi brazo que la soporta. Afortunadamente, logro acordarme. Me encojo de hombros—. Las casas se hacen con ladrillos, Vanessa. Puedes tener la idea más chupi y más guay del mundo, pero al final vas a tener que dejarte de hostias porque necesitarás materia prima. Y por desgracia, en este mundo todo funciona con dinero. Pero para eso estamos nosotros, chica. Para cambiar el mundo.

Río quedamente mientras doy un gran sorbo a un vaso de plástico lleno de café, no tan caliente como el que me he tomado a primera hora, pero que me hace sentir las zonas de mi boca que se han quemado. Tanteo mis encías y mi paladar con la lengua mientras escucho, ahora sí, a Vanessa. Me hace gracia su forma de hablar, entre resabiada y espontánea.

Sí, pero, ¿le decías a la gente lo que quería escuchar? —le pregunto, imaginándome a Vanessa vestida de monja, predicando el infinito amor de Dios desde encima de una caja más grande que ella—. ¿O lo que necesitaba escuchar? Mira, yo creo que, aparte de un mensaje potente, la clave de la persuasión consiste en convencer a la gente de que haga algo que ya quería hacer en un principio. Pero si todo falla… —Una sonrisa se dibuja en mi cara—. ¿Has visto en YouTube al flipado ese que toca el saxofón en el metro de Nueva York mientras baila de una forma loquísima*? —pregunto, juntando y separando las manos, imitando el baile del susodicho—. Tendríamos que inventarnos una coreografía como esa. Yo podría soltar un speech mientras tú te pones al lado, tocando el saxofón y bailando así. ¡Seguro que lo petábamos!

Cargando editor
31/03/2016, 20:05
Vanessa Corneille

-La pregunta sería ¿sobrevive la idea feliz a la materia prima con la que ha sido llevada a la práctica? Bueno. Sabemos la respuesta. -Sonrió buscando por los cajones y mirando a un lado y a otro -¿Dónde hay una revolución que haya funcionado? Porque yo solo veo cuentas y más cuentas.

Luego soltó una risilla y se encogió de hombros.

-Les dije la verdad Mats. Miraron a otro lado. Literal, tío. Tenemos mucho que aprender del saxofonista.

Buscó el video en el ordenador.

-¿Cuántas visitas ha tenido? ¡Casi doscientas mil! No me extaña, la verdad.

Y cuando el saxofonista sincopado se puso a orbitar alrededor de sí mismo, Vana se echó a reír estrepitosamente.

Cargando editor
31/03/2016, 20:08
Charles Lurçat

La puerta del despacho del jefe se abrió y soplando en su puño apareció Charles. Se hizo con una silla y la hizo rodar hasta ellos.

-Chicos, creo que esta vez no nos llega para la cerveza. Jérôme va a tener que volver a la extorsión de personalidades de las finanzas para no cerrar el chiringuito.

Miró a Mats rascándose con un dedo la cabeza.

-Mats ¿Cómo llevas eso de vaciar cuentas de bancos? ¿Estás desfasado o podemos contar contigo?

Notas de juego

Cuando escriba dos post en un turno, los publicaré seguidos para no confundir.

:-)

Cargando editor
31/03/2016, 21:08
Mats Bergstrøm

Vanessa no tarda mucho en buscar el vídeo que le he mencionado. No puedo evitar reír con ella cuando vuelvo a ver al inagotable saxofonista bailando y brincando de un lado a otro con energía mientras toca su instrumento a toda velocidad. Desde luego, hay gente con carisma, gente especial que destaca entre las masas por su talento, por su gracia o por ambas cosas.

Ese tío es un crack. ¿Sabes que su banda se ha hecho muy famosa, y hasta ha publicado discos? —explico, fantaseando con la improbable idea de que alguna vez mi propia banda y yo llegásemos a tanto—. Tendríamos que contratarlo… Creo que la clave de su éxito está en sus pantalones. ¿O son mallas? Sí, eso es, nos pondremos unos pantalones-malla y…

No me da tiempo a terminar el comentario jocoso. La puerta tras la que hasta hace unos momentos estaba teniendo lugar la reunión se abre. Por ella sale Charles, pasándonos una silla rodante que yo atrapo. La sonrisa que me ha provocado el vídeo que acabo de ver aún permanece en mi rostro, pero flaquea al oír lo que dice el recién llegado. No me gustan las palabras de mi compañero, que parece preocupado.

¿Tan mal vamos? Pero… Con la previsión de gastos que hicimos el pasado trimestre, parecía que iríamos algo más desahogados…

No lo entiendo. Por más que pienso, no se me ocurre ningún motivo por el que nuestras condiciones pudiesen haber empeorado aún más. Observo a Charles, tratando de hacerme a la idea de la gravedad del asunto a raíz de su expresión.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Me atrevo con mi primera tirada, va: Percepción + Empatizar, que es lo que me parece más apropiado para intentar evaluar la situación a partir de las emociones que me transmite Charles y su lenguaje no verbal. La dificultad no la pongo, porque no la sé XD. Saco un 10.

Cargando editor
31/03/2016, 22:30
L'Hexagone

Charles no era duro en el sentido de Vana. Ella era perfectamente capaz de mantenerse firme pero Charles veía las cosas como una ocasión. Miraba con fascinación a cada problema como una oportunidad. Le gustaban los giros y podía admirarse con los fracasos. Y esa cara que tenía de pasárselo bien de “veremos cómo de interesante se va a poner esto” era un indicio de que se avecinaba un nuevo desafío potencialmente peligroso para el periódico.

Pero también era preciso en su forma de hablar incluso dentro de la ambigüedad. Por supuesto no le estaba pidiendo a Mats que robara para ellos pero con la broma hacía referencia a algún que otro as en la manga que jugar. Y él conocía al jefe más que nade en el periódico. Y le admiraba.

Notas de juego

¡Bien por la tirada! Las dificultades de este sistema son relativas al personaje y la situación. Para calcular la dificultad la pregunta sería ¿Cómo es de difícil hacerlo para este personaje en esta situación? Como Mats conoce a Charles le sería fácil, dificultad 9. Esta es la tabla de niveles de  dificultades.

7 muy fácil, 9 fácil , 11 normal, 13 complejo, 15 difícil, 17 muy difícil y 20 extremadamente difícil.

Cuanto más se supere el nivel, más completo será el éxito y al revés.

Cargando editor
31/03/2016, 23:14
Mats Bergstrøm

Enarco una ceja, tratando de analizar a la bomba de relojería andante que es Charles. Conociéndolo como lo conozco, no sé si tomarme su críptica expresión, a medio camino entre la consternación y el alborozo, como una mala noticia o como una peor. «¿Qué estará maquinando este ya?», me pregunto, sin conseguir que la sonrisa dubitativa e incrédula acabe de borrarse de mi faz.

Oh, oh… ¿Robar bancos? ¿Qué tramas ahora? A mí que me registren. —Levanto ambas manos a la altura de los hombros, como preparándome para ser cacheado, al mismo tiempo que le guiño un ojo a Charles, aunque en mi rostro se advierte cierta tensión. Hago un gesto con la cabeza hacia la puerta del despacho del que acaba de salir—. ¿Podemos ir pasando ya, o nos tienes que poner al corriente de algo?

Entre una cosa y otra, tengo ganas de saber ya de qué va la cosa.

Cargando editor
01/04/2016, 11:27
Charles Lurçat

-¿Recuerdas ese juicio de hace seis años, el Rolexgate?

El periódico lidiaba con una o dos demandas por año. A cada una le ponían un nombre pintoresco y aunque lo inteligente era esquivarlas había cierto prestigio en ser demandado. Sobre todo si el juicio se ganaba. El récord lo tenía precisamente Charles con seis. A parte estaban las pequeñas denuncias que no iban a ningún sitio y otras muchas multas administrativas que se llevaban una parte importante del presupuesto.

-¿Te acuerdas que lo ganamos y por eso pudimos seguir tirando del hilo?

Pues no lo ganamos. Sólo escurrimos el bulto hasta ahora negociando los plazos. Nos quedan doscientos mil euros y tenemos que pagar ya.

Sonrió, de verdad le parecía divertido. En cambio Vana miró al cielo.

-Ah sí, claro, me ha dicho que pases tú ahora. Solo tú Mats.

Cargando editor
01/04/2016, 12:50
Mats Bergstrøm

Mi quijada de descuelga de sus goznes cuando Charles me anuncia que el litigio Rolexgate, del que ya ni siquiera me acordaba y que daba por ganado desde hace seis años, todavía nos persigue.

¿Cómo que no lo ganamos? —inquiero, con mis ojos azules abiertos como platos, lo que me da una expresión demente, mientras continúo escuchando boquiabierto las explicaciones de mi compañero—. ¿Doscientos mil euros? Joder, tío. ¿Y cuánto hace que lo sabemos? —Por «sabemos» me refiero en realidad a Jérôme y su esposa Renata, obviamente. Me parece un dato demasiado importante como para habérnoslo ocultado durante tantos años, pero estoy tan perplejo que no acierto a expresar este pensamiento en voz alta. Y Charles sonriendo, encima. De repente, soy plenamente consciente del porqué de su sobrenombre, «la Hiena»—. Yo de verdad que flipo. ¿Te parece gracioso, Charles?

Entonces, como escaqueándose, el divertido Charles me dice que los jefes me están esperando. Solo a mí. Me quedo allí sentado unos segundos, en completo silencio, y mi mente empieza a funcionar a toda velocidad. La conmoción del momento me hace elaborar toda clase de posibilidades funestas. «Estás despedido», me dice, muy bajito, la voz de mi cabeza, entre todo el tumulto de pensamientos e ideas, palabras que intento ignorar mientras me levanto como un resorte, sin pronunciar palabra, y cruzo a grandes zancadas los pocos metros que me separan de la puerta del despacho. Ni siquiera llamo antes de entrar.

Hola —saludo a los allí presentes. Para mi propia sorpresa, mi voz sale tan grave que casi parece un ronquido, o el gruñido de un animal. Este suele ser el primer síntoma de mis estallidos de furia, que mis amigos conocen tan bien. Me siento antes de ser invitado, cruzado de brazos, y poso mis ojos sucesivamente en Jérôme y Renata. Hago un esfuerzo por controlar los nervios que atenazan mi estómago, y pregunto en un tono aparentemente despreocupado—: ¿Y bien?

Notas de juego

Chan-chan, chan-chan... Se acerca un asesinato... XDDD. Una pregunta: en el caso de que reciba una mala noticia, ¿qué tendría que tirar para controlar mi ira? ¿Carisma, Introspección? ¿Combinado con Engañar, o quizá con Reaccionar? ¿O sería un caso de resistir daño a mi Psiché? :P

Cusa, me encanta cómo narras y escribes. Es todo tan real, que ya estoy completamente enganchado a la partida XD.

Cargando editor
01/04/2016, 14:11
Jérôme Achard

A veces parecía que el jefe y su mujer compartieran pensamientos. Eran como una misma persona que puede estar en dos sitios a la vez y aun así formaban la pareja más independiente que uno se podía imaginar.

Una mirada de Jérôme fue suficiente para que su mujer, toda una dama del rock de cincuenta años, se levantara y saliera del despacho.

Ambos quedaron solos. El jefe se encendió un cigarro.

-Este trimestre necesitamos un poco de liquidez y quería que me acompañaras a pedirle el favor a un colega. Está un poco loco, pero es un buen amigo. Quería conocerte desde hace tiempo y creo que es la ocasión ideal para llevarte conmigo.

Notas de juego

Para controlar la ira se me ocurren varias tiradas. Para un observador externo tienen resultados parecidos pero implican diferentes matices para el personaje:

Introspección más Reaccionar. Si la ira es un impulso que le nace pero que quiere reprimir porque sabe que es algo malo o impropio.

Carisma más Reaccionar. Si lo que trata de evitar es perder la compostura.

Carisma más Engañar. Si lo que quiere es que no se note que está iracundo.

Cargando editor
01/04/2016, 15:10
Mats Bergstrøm

Escruto de hito en hito a Jérôme, mi jefe, sin desviar mi mirada de sus ojos oscuros. Hace salir tácitamente a su mujer, Renata, que cierra la puerta detrás de ella, dejándonos solos.

Escucho atentamente a Jérôme, intentando decidir cómo debo sentirme, mientras me habla acerca de un extraño plan que involucra a un «amigo» suyo que, supuestamente, no está muy bien de la cabeza. ¿Y quién lo está, hoy en día? Finalmente, evaluando la información que Jérôme acaba de darme, llego a la conclusión de que no había para tanto, lo que me tranquiliza un poco.

¿«Un poco de liquidez»? —pregunto, con una sonrisa irónica que deja ver todos mis dientes, y se me escapa una única carcajada seca. Me paso una mano por el pelo—. Pues espero que ese amigo tuyo esté lo bastante loco, y forrado, como para regalarnos doscientos mil euros así, por las buenas. ¿Cómo es que no sabíamos esto, Jérôme? ¿Es que no te hemos demostrado que puedes confiar en nosotros? Seis años, colega… —Hago una pausa para permitirme respirar hondo y relajarme. Mi tono es más de frustración y decepción que realmente de enfado—. A ver, puedo entender que quisierais intentar solucionar las cosas sin alarmismos innecesarios, pero tío, doscientos mil euros son poca broma, y no creo que se puedan sacar de la manga así como así. Me parece que nos tendríais que haber advertido, por lo menos. —Me muerdo los labios, bajando la mirada. Concentro mi vista en mis manos, que descansan ahora sobre mis muslos. Entrelazo inconscientemente los dedos de ambas manos antes de volver a levantar mis ojos—. En fin. Bueno, y ese amigo que dices, ¿crees que realmente nos puede ayudar? ¿Y quién es, a todo esto?

¿Cómo vamos a salir de esta?

- Tiradas (1)

Notas de juego

Pues lo que tiraré será Carisma + Reaccionar, porque Mats piensa que es razonable y está justificado enfadarse en su situación y desea expresar su desacuerdo, pero lo que no quiere es que se le vaya de las manos y ponerse a berrear como un becerro. Supongo que la dificultad será altita, sobre todo teniendo en cuenta que soy Emotivo 2…

Bueeeno, saco un 12. Supongo que es suficiente como para mantener el control, aunque sea a duras penas. Si crees que no he interpretado correctamente el resultado, dímelo y lo cambio, porfa.

Cargando editor
01/04/2016, 17:40
Jérôme Achard

Su jefe no se alteraba ante los enfados de Mats. Tampoco se los tomaba a broma.

-Mats, no lo tomes como una falta de confianza. Sólo hago mi trabajo. Y no se si te has dado cuenta pero soy cojonudo en esto.

Pegó una calada a su cigarro.

-Así funciona la opresión: el objetivo del castigo no es otro que la censura.

Otra calada, lo separó de su boca y miró el rojo de la combustión.

-Si no os dije nada con esa demanda fue para evitar que tuviera éxito. Te parecerá una chorrada pero aunque te creas inmune cada golpe de estos cierra huecos de la celosía. Hasta que te dejan ciego en tu torre. Quería evitar a toda costa que os autocensurárais.

Luego golpeó dos veces el cigarro contra el cenicero de cristal.

-Sí, a toda costa. Si tenemos que cerrar este chiringuito ya montaremos otro. No te tienes que preocupar por eso.

Y miró a Mats fijamente hasta haberse cerciorado de que al menos por ahora no habría más problema con eso.

-Nos puede ayudar y mucho. Pero ese tío tiene sus propias reglas. Te tiene que ver primero y hasta que no te acepte no puedes saber una mierda de él. Así que vienes a ciegas. Con los ojos tapados y todo. Vive en la clandestinidad.

Cargando editor
01/04/2016, 19:33
Mats Bergstrøm

A medida que Jérôme va respondiendo una a una a todas mis dudas, mi desconcierto va cediendo. Tiene razón. Tiene razón en todo lo que dice. No sé cómo no me había dado cuenta. Jérôme es un tipo muy listo, sin duda el más listo de la redacción, y probablemente el periodista más inteligente del país. Mientras me explica los motivos de su decisión de no contarnos nada acerca de la pérdida del juicio, me encuentro a mí mismo asintiendo, sin decir nada.

«Es verdad —me digo a mí mismo—. Si hubiésemos sabido lo que se nos venía encima, nos habríamos acobardado, y probablemente no habríamos conseguido los éxitos que hemos tenido en estos seis años». ¿Cómo es que Jérôme nunca se equivoca? Desde que lo conozco, nos ha sacado de mil y un aprietos, y no puedo olvidar el apoyo que tuve de su parte cuando me vine abajo tras la muerte de mi madre.

Mierda. Ahora soy yo el que se siente mal por no haber confiado en él.

Perdóname, Jérôme. Es que ya sabes… Soy un poco bocazas —trato de disculparme, apartando la mirada y rascándome la parte de atrás de la cabeza—. Tenía que haber tenido más fe en ti…

Sin embargo, cuando Jérôme empieza a hablarme de su extraño amigo, nuevas dudas comienzan a asaltarme. Cuando me ha dicho «un poco loco», no me imaginaba que quería decir «un gánster de los bajos fondos», porque desde luego, eso es lo que parece a juzgar por sus palabras. Aunque claro, tampoco es que nosotros seamos precisamente unos santos, y una parte de mí añora momentos de mi vida en los que era más atrevido, menos acomodado. Contra todo sentido común, siento curiosidad por conocer al amigo de Jérôme, conjeturando que quizá se oculte de la ley por cuestiones políticas. A Jérôme le pegaría tener un amigo así. Pestañeo rápidamente un par de veces antes de responder:

Okey, o sea… A ver si lo he entendido bien. Ojos tapados… Clandestinidad… —Voy contando con los dedos mientras enumero las virtudes de nuestro nuevo trato; ahora entiendo por qué Charles sonreía tanto. Me quedo pensativo unos segundos—. Todo ventajas. A ti te van las emociones fuertes, ¿no? Te seré claro: no me gusta. No me gusta nada la idea de ir con los ojos vendados a que me vea un tío a quien no conozco… Pero, ¿sabes qué? —Pausa dramática—. Tu palabra me basta. Si crees que servirá para poder seguir haciendo lo que hacemos, por mí como si me arrancas los ojos.

Hostia, no esperaba que me saliera una frase tan lapidaria.

Cargando editor
02/04/2016, 20:59
Bosque de Fontaineblau

Dos días después, a las once de la mañana del domingo, el coche de Jérôme  surcaba un camino pedregoso en las entrañas del bosque de Fontainebleau. Era un BMW de los años ochenta color mostaza que en una carretera normal ya resultaba un peligro; aquí amenazaba con desguazarse a cada bache.

Los muelles de los asientos chirriaban como un colchón viejo y las piedrecillas golpeaban el chasis haciendo una musiquilla que recordaba a una lavadora con monedas dentro.

Mats llevaba los ojos tapados con un pañuelo que dejaba pasar suficiente luz como para distinguir las sombras.

La música del radiocasette del coche subía y bajaba su volumen caprichosamente. Así fue el viaje durante más de una hora.

El jefe redujo la velocidad en una zona de sombra húmeda, una recta que se podía intuir cubierta por los árboles.

-No te asustes por la parafernalia. Pronto sabrás más de cómo se sienten los monos en un experimento.

Jérôme paró el coche y apagó la radio. El silencio hizo audible un cauce de agua cercano.

-Ya puedes quitarte la venda.

Estaban parados en una vereda junto a un riachuelo poco profundo. Al otro lado esperaba un viejo Land Rover con su conductor al volante. Apoyado en el capó otro tipo apuntaba a los periodistas con un rifle de caza.

Ambos cubrían su cabeza con un casco de moto. La visera opaca cerrada. La voz del del rifle sonó apagada tras el casco.

-Guardad silencio absoluto hasta que no digamos que podéis hablar. Dejad los móviles, las grabadoras, cualquier cosa tecnológica dentro de vuestro coche y venid hasta aquí. Ni una palabra. Ni un aspaviento o no pasaréis del río.  

Cargando editor
03/04/2016, 00:08
Mats Bergstrøm

Detrás del pañuelo que cubre mi visión, mis ojos permanecen abiertos, inquietos. Por enésima vez, inspiro profundamente por la nariz, intentando calmar la molestia psicosomática que siento en mis tripas al tiempo que trato de encontrarle sentido a todo esto. Con los ojos vendados, mi respiración parece sonar mucho más cerca, y trato de concentrarme en ella para evitar pensar que mi situación se parece a una peli de secuestros, una de esas en la que el secuestrado acaba muerto y los polis de turno lo encuentran semanas más tarde, casi irreconocible después de que los animales del bosque hayan dado buena cuenta de él. Sé que estoy en un bosque, o en algún entorno rural densamente arbolado, por la rápida sucesión de luz y sombra que se filtra a través del pañuelo que tapa mis ojos, así como por el mal estado de la vía, que hace que el coche de Jérôme pegue incluso más botes que de costumbre.

Empiezo a pensar que no ha sido buena idea prestarme a esto; hace ya muchos años que no soy ningún crío que se quemaría a lo bonzo por la causa. Por ello, es un milagro que haya conseguido estar calladito todo este rato. Pero tengo un límite. Impaciente, me inclino hacia delante en mi asiento, y mis manos buscan hasta encontrar el respaldo del conductor.

Jérôme. Eh, Jérôme —susurro, como si alguien aparte de mi jefe pudiese oírme en medio de ninguna parte—. Oye, una cosa… ¿Contigo esto fue igual? O sea, cuando conociste a ese tipo, ¿tuviste que pasar por lo mismo?

La respuesta de Jérôme, lejos de tranquilizarme, me pone los pelos de punta. ¿Experimento? Espero que solo sea una manera de hablar. Por si acaso, decido no hacer más preguntas. ¿Quién me mandaría a mí?

Al cabo de un rato que se me hace eterno, el coche se detiene. Jérôme me indica que ya puedo destaparme los ojos; no tiene que repetírmelo, y me deshago del pañuelo de un tirón impaciente. Parpadeo varias veces cuando la luz indirecta incide en mis retinas, a pesar de que nos hemos parado en un lugar relativamente fosco. Efectivamente, estamos en un bosque, de hermosos verdes y ámbares. Desorientado, miro a mi alrededor. Creo ver robles y pinos. Cerca de nosotros, al otro lado de un arroyo cantarín, hay otro coche parado. Uno grande, un todoterreno. Puedo ver a alguien dentro y a otro tipo que aguarda apoyado en el capó.

Nos está apuntando directamente con un rifle.

Abro la boca para gritar, probablemente «hostia puta» o algo por el estilo, pero mi garganta está tan seca que solo consigo tragar saliva ruidosamente. «¿En qué coño me has metido, Jérôme?», es lo primero que acierto a pensar. No soy periodista de guerra, y lo más cerca que he visto jamás un arma de fuego es en el Counter-Strike, allá cuando estaba estudiando la carrera. Sin embargo, antes de que el pánico me haga hacer ninguna gilipollez como abrir la puerta y salir corriendo, lo que sin duda acabaría conmigo convertido en el cadáver devorado por los animales que he imaginado antes, el tipo armado nos previene precisamente contra esa clase de comportamientos. Nos insta a que dejemos nuestros móviles y demás dentro del coche, salgamos y nos acerquemos sin hacer movimientos extraños. ¿Y quién soy yo para contradecir a un tío con un rifle? Con las manos temblorosas, me saco el móvil del bolsillo y lo tiro a mi lado antes de, muy lentamente, abrir la puerta del coche y salir, no sin antes asegurarme de que Jérôme haga lo mismo.

«Mantén la calma, Mats, solo están vacilando».

Estirar las piernas me sienta bien. Me enderezo cuan largo soy y dejo que mis brazos caigan relajadamente a ambos lados de mi cuerpo. Mis manos, no obstante, permanecen tensas, agarrotadas, y tengo que mover un poco los dedos para asegurarme de que no están paralizados.

«Si no haces ninguna tontería, todo irá bien».

Clavo una mirada furibunda al hijo de puta de Jérôme, que ni siquiera me mira. Él parece tan tranquilo. Siento un fuerte hormigueo en los labios, y noto como si mis piernas se hincharan y el pantalón me apretase cada vez más. Cierro los ojos y respiro hondo. Trato de racionalizar lo que me está sucediendo. Sé que estoy empezando a tener un ataque de pánico; ya me ha pasado antes alguna vez. En una reacción de huida, la sangre de todo mi organismo se está yendo a mis piernas, para permitirme correr más rápido. Por eso me da la sensación de que estas se hinchan, y el hormigueo en la boca está producido por la falta de riego. Ahora mismo debo de estar blanco como un muerto. Si sigo respirando, se me pasará.

«Tranquilo. Puedes hacerlo».

Dolorosamente despacio, echo a caminar hacia el riachuelo, al mismo ritmo que Jérôme. Mis ojos miran sucesivamente a los dos desconocidos, cuyas caras no puedo ver debido a que sus cabezas están cubiertas con sendos cascos de moto.

¿A quién coño hemos venido a ver? ¿A un terrorista? En todo caso, muy pronto saldré de dudas…

Cargando editor
04/04/2016, 15:14
Bosque de Fontaineblau

El agua corría tan helada que le dolieron los pies. No llegaba a cubrir ni hasta las rodillas pero el fondo era bastante resbaladizo e irregular y hubo que poner plena atención en cada paso.

Cuando pisaron la otra orilla el portón de atrás del todo terreno estaba abierto y el de la escopeta les invitó a entrar con un movimiento del cañón. Se tuvieron que sentar en el suelo de un habitáculo pensado para transportar animales, separado de la cabina del conductor por una malla metálica.

Cerraron con un portazo y el Land Rover se puso en marcha en cuanto se hubo sentado el copiloto. Enchufaron una música estridente que chirriaba por un altavoz del habitáculo. Guitarras y otros instrumentos indistinguibles se enzarzaban en una interpretación malsonante y molesta.

Jérôme recordaba en cada uno de sus gestos, más propios de un turista escuchando una audioguía que del hombre asustado que debía ser, que no se debía jugar al póker con él.

Este trayecto fue corto y campo a través. Acabó junto a una cabaña rústica con claras señales de abandono.

La puerta se abrió y sin dejar de encañonarles les hicieron salir del coche y entrar en la casa.  

Cargando editor
04/04/2016, 15:37
El antropólogo

Les esperaba un hombre de mediana edad, con gafas de pasta, suéter de lana, pantalón de cazador y botas militares. Tenía una expresión un poco agria y una pinta que la hiena definiría como “de antropólogo marxista a la francesa”.

Y junto a él lo que parecía una mesa de mezclas de un estudio de grabación con un ordenador portátil abierto y encendido y una impresora. Desde ahí, multitud de cables surcaban la habitación hasta otra mesa que junto a una silla permanecían fijas, hoscamente clavadas al suelo de madera.

De otra habitación adyacente mal cerrada salía olor a café. El antropólogo habló:

-Les voy a colocar unos electrodos y les voy a pedir que hagan una tarea sencilla en silencio. No es nada invasivo y están en su derecho de que les acompañemos de regreso si no quieren someterse a la prueba. Pero es indispensable para continuar.

Jérôme levantó una ceja, dio un paso al frente y el hombre armado que había entrado tras ellos y no dejaba de encañonarles, le indicó con el rifle que tomase asiento en la silla clavada. Sería el primero en hacer la prueba.

El antropólogo, meticulosamente, le fue poniendo ventosas en la frente y le encasquetó una diadema con electrodos en la cabeza. Luego vació con estruendo una caja de piezas de madera de un juego infantil de construcción sobre la mesa anclada y dio las instrucciones:

-Jérôme Achard: tiene que dejarse llevar por su imaginación siguiendo mis palabras.

Hizo una pausa, pulsó unas teclas y giró unos botones. Con ruido sordo la impresora se puso a escupir una tira de papel continuo con las gráficas de lo que parecía un electroencefalograma.

-¿Recuerda cuando era un niño y salía de casa para ir a jugar? Pues tiene que construir esa casa tal y como la recuerda de su infancia, con estas piezas. Tiene treinta segundos y empieza...

Sacó un cronómetro de bolsillo.

-¡Ahora!

Y el jefe se puso a construir con teatral ahínco algo que se parecía vagamente a un edificio residencial.

Cargando editor
04/04/2016, 17:47
Mats Bergstrøm

Con los labios sellados con tanta fuerza que tiemblan, hago lo imposible por apartar la mirada de la boca del cañón que apunta en mi dirección, pero me resulta del todo imposible. Cuanto más la miro, más me da la sensación de que tira de mí hacia su oscuridad, y de que, en cualquier momento, todo va a terminar con un sonoro estampido y el revoloteo de las aves al huir asustadas entre las copas de los árboles. Bañado en un sudor frío, succiono el aire entre mis dientes apretados al meter las piernas en el agua helada del río, pero sigo caminando, intentando no perder el equilibrio, más por evitar hacer movimientos bruscos que porque me importe lo más mínimo caerme. En el límite de mi visión periférica veo a Jérôme, que camina a mi lado, a un puñado de metros de mí.

Cuando llego al otro lado del cauce de agua, procuro mirar a cualquier parte que no sean ni los hombres que nos esperan ni el rifle de caza con el que nos dicen sin palabras cuál es nuestro lugar. Paso junto a ellos, sumiso, cuando nos indican mediante gestos que los acompañemos. Ni siquiera nos permiten sentarnos en los asientos traseros del vehículo, y nos meten en un transporte para animales asegurado en la parte de atrás. Todo este tiempo siento mi mente liviana y dispersa, como si realmente no estuviese aquí, como si no pudiera ni hablar, y lo que más me sorprende es que realmente me da igual si me vuelan la tapa de los sesos aquí mismo o no. Es el miedo lo que me atrapa. El miedo y lo que puede hacerles a las personas.

El todoterreno se pone en marcha, y para mayor comodidad nuestra, nos ponen una música estruendosa e infernal que suena a través de un altavoz. Sentado en el suelo del habitáculo de carga, abrazado a mis rodillas, miro a Jérôme con intensidad. Ni siquiera sé qué decirle o si quiero decirle algo, y aunque quisiera, mis mandíbulas están tan apretadas que parece que vayan a saltarme los dientes, lo que no me lo pondría fácil. Estoy acojonado, esa es la verdad. Ya no me importan L’Hexagone, el Rolexgate, Jérôme o su puta madre. Lo único que deseo es que esto se acabe pronto y largarme de aquí cuanto antes.

El vehículo para poco después, y nuestros amables escoltas nos sacan del habitáculo para llevarnos a punta de escopeta hasta una cabaña apartada. Encojo los ojos para verla mejor. Desde luego, tiene el aspecto de no haber estado habitada en años, aunque sospecho que esta impresión es solo una tapadera.

Cuando entramos en el destartalado edificio, que cruje a cada paso que damos, tengo que reprimir un ruidoso estornudo al filtrarse por mis fosas nasales el polvo de años. Un hombre ni muy viejo ni muy joven con pinta de progre modernillo y pretendidos aires de militar sale a nuestro encuentro. Lo que sucede a continuación es si cabe más surrealista que todo lo que ha pasado hasta ahora. Conectan a Jérôme a una máquina que parece una especie de polígrafo, con múltiples electrodos y sensores enchufados a un aparatoso «ordenador» central, y el progre empieza a darle indicaciones y a hacerle preguntas muy extrañas. Hago una mueca de extrema incomprensión cuando veo a mi jefe montando un rompecabezas contrarreloj para satisfacer las peticiones del extraño perturbado. Por más que lo intento, no consigo encontrarle la lógica a esta situación. ¿Qué coño de sentido tiene todo esto? ¿Acaso es solo una prueba dirigida a mí para ver cómo reacciono y comprobar si soy digno de…? ¿Digno de qué? Y entonces, las palabras de Jérôme acerca de unos experimentos cobran un repentino significado.

«Dios, esto es de locos», pienso. No merece la pena.

Notas de juego

¡Por fiiin! Estaba deseando la actualización ^__^. Aunque… Esto es muy creepy…