Partida Rol por web

El eco del Diablo

Velada en Orsay

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30/06/2017, 14:04
Director

Quiero invitar a Mats al Museo D'Orsay, allí tienen un café al que podemos ir luego de mirar las pinturas y esculturas y charlar. Sería de día. (Esto por supuesto si le gusta a él también, si no le interesa el arte puede ser a otro lado).

Queen_of_spades

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30/06/2017, 14:06
Director

Habían quedado en la misma escalinata del museo. El aire era fresco y a pesar de la gran afluencia no había ruido y se respiraba un ambiente de calma y tranquilidad.

Notas de juego

El primero en escribir es el primero en llegar. Vosotros decidís la hora.

:-)

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30/06/2017, 22:25
Clementine Ouvrard

El Museo de Orsay (en francés: Musée d'Orsay) es una pinacoteca ubicada en París (Francia), que se dedica a las artes plásticas del siglo XIX y, más en concreto, del periodo 1848-1914. Ocupa el antiguo edificio de la estación ferroviaria de Orsay y alberga la mayor colección de obras impresionistas del mundo, con obras maestras de la pintura y de la escultura como Almuerzo sobre la hierba y Olympia de Édouard Manet, una prueba de la estatua La pequeña bailarina de catorce años de Degas, Baile en el Moulin de la Galette de Renoir, varias obras esenciales de Courbet (El origen del mundo, Entierro en Ornans, El taller del pintor) e incluso cinco cuadros de la Serie des Catedrales de Rouen de Monet. Cronológicamente, este museo cubre la historia del arte entre los maestros antiguos (que están en el Museo del Louvre) y el arte moderno y contemporáneo (en el Centro Georges Pompidou).

Fuente: Wikipedia (https://es.wikipedia.org/wiki/Museo_de_Orsay)

La propuesta para el gigantón galovikingo era simple: salir a llenar de un poco de belleza nuestras almas para resguardarnos del frío glacial de la muerte y el horror que habíamos presenciado últimamente. De más estaba decir que quería conocerlo más en profundidad si es que íbamos a hermanarnos en esta causa común, en este grupo de resistencia que estábamos conformando los que habitábamos ahora en la casa Gresta.

No quise nada muy formal ni nada muy informal, propuse un museo, que era un lugar público con poco riesgo para nosotros, o eso quería creer. Además, mejor no dejarse atrapar por la paranoia y salir. Esperé a Mats en la escalinata del museo ansiosa por entrar y recorrer sus pasillos una vez más: era uno de mis lugares favoritos en el mundo entero.

Notas de juego

Una intro escueta pero creo que suficiente para comenzar :)

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01/07/2017, 02:15
Mats Bergstrøm

París amanece gris, como si el cielo y las aguas del Sena, que hoy parecen correr y ondular con especial ociosidad, se hubiesen puesto de acuerdo para vestirse a conjunto. Hay mercadillo en Quai Voltaire, y los árboles desnudos, de ramas frágiles que tiritan del frío, proyectan sombras difusas sobre los puestos uniformemente pintados de color verde carruaje, desde los que los comerciantes venden sus artículos con desigual grado de entusiasmo. Al otro lado del río se divisan las innumerables casas y palacetes barrocos, cuyas ventanas, con sus coloridos postigos aún cerrados, se me antojan ojos durmientes. Ni siquiera las nubes de vaho que huyen de mi boca parecen tener especial prisa por volar. Toda la ciudad desprende un aire melancólico, nostálgico, como si recordase algo que ya nunca volverá a ser igual. Sea como fuere, París parece estar hoy de domingo, yendo a cámara lenta, tomándose su tiempo, e incluso los sonidos son más apagados que de costumbre, menos estridentes, como si no quisieran perturbar a las calles en su resaca.

O tal vez solo sea impresión mía. Quizá soy yo el que me siento apagado; habiendo sentido tantas cosas en los últimos días, tanto miedo, tanta frustración, tanto dolor, a lo mejor son mis sentidos los que han decidido darme un respiro, sustituyendo todas esas emociones por un vacío de placidez tumefacta. Es bonito, creo, en cierto modo.

Fue una agradable sorpresa cuando, ayer noche, cuando ya estábamos todos asentados en la casa Gresta, la doctora Ouvrard me invitó a pasar hoy el día en el Orsay, conversando distendidamente acerca de pinturas y de la increíble arquitectura del museo, y la verdad es que agradezco el gesto. Lo cierto es que no soy un gran experto en las denominadas «artes del espacio», y Ouvrard va a llevarse un chasco si su idea es charlar con un erudito capaz de citar todos los estilos pictóricos y de identificar los referentes de un determinado lienzo, o de reconocer al vuelo el autor de una obra. En cambio, en lo que sí soy realmente bueno, o eso creo, es en disfrutar de la belleza sin pretensión alguna de codificarla, en transmitir lo que una obra me dice, en hacer entender cómo me hace sentir. Quizás en eso hallemos alguna conexión. Desde luego, lo que más me gustaría en el mundo sería poder pasar un día, solo uno, sin hablar de Vendela, de los soñadores y todas esas movidas… Aunque francamente, no creo que caiga esa breva.

La elegante doctora me está esperando en la escalera que conduce a la entrada principal del imponente y antiguo edificio, una pincelada distraída de vibrante color en una gran tela gris y desvaída. Sonrío al verla, una sonrisa de inocente picardía, que contrasta con mi densamente poblada barba y mis ojos gris-azulados, en los que se vislumbra cierta tristeza. Para animarme un poco me he puesto ese jersey tan mono que raras veces uso, el de los pinos y el reno, con esa textura suave como si siempre estuviera recién lavado, y un austero gorro de lana azul marino cubre mi cabellera roja. Aunque no era mi intención, me doy cuenta de que, viéndome, uno podría imaginarme como el niño que una vez fui, perdido en mitad de una multitud indiferente.

Hola. Qué frío, ¿eh? —saludo con desenfado a la mujer, soltando una bocanada de aire caliente que forma una densa nube de vaho. Después de darle un beso en cada mejilla, decido de pronto que me resulta apropiado empezar a tutearla—. Espero que no lleves mucho rato esperando… El metro funciona cada vez peor. —Una sonrisa de labios apretados—. Bueno, ¿qué? ¿Entramos?

- Tiradas (1)

Notas de juego

Tiro Introspección más Sincerarse para hacer un intento inconsciente y casi intangible de, de alguna manera, «expresar» o «transmitir» cómo soy a través de una primera impresión, casi sin palabras. Supongo que mi rasgo Emotivo 2 se aplicaría. Saco un 12.

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01/07/2017, 22:40
Director

Notas de juego

La dificultad "normal" es 11. En este sistema "Emotivo" a 2 bajaría dos niveles la dificultad de expresar cosas emotivas, es decir, algo emotivo "normal" de comunicar si el personaje es "emotivo a 2" le resulta muy fácil y algo difícil de comunicar le resulta normal ya que en el sistema "difícil" está dos niveles por encima de "normal".  Como Mats ha sacado un 12, Belgeval puede narrar cosas que serían difíciles de transimitir de como es Mats en una primera impresión, pero centrando la descripción a cosas emotivas y sin explicar cosas imposibles de transmitir en un primer vistazo.

Eso, por supuesto, no limita la impresión que tenga Clementine. Pues la percepción de los demás no sólo depende de lo que ellos expresen, sino también de cómo nosotros lo interpretemos.

No esperéis a que intervenga para seguir con la narración. Podéis escribir sobre los cuadros que encontréis o el museo. La interacción con otros personajes la llevaré yo.
 

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02/07/2017, 01:40
Mats Bergstrøm

Algo en mi talante y en mi lenguaje no verbal transmite una idea inconsciente de vulnerabilidad, pero también de apertura. Las manos en los bolsillos, los hombros ligeramente encogidos y una mirada directa y franca, casi ingenua, delatan a un hombre que, por una vez en mucho tiempo, parece pedir permiso y complicidad para ser pequeño y frágil, para no tener que ser quien no es, para sentirse libre por un momento. Como un niño que sale a la calle y pregunta sin miedo si algún otro niño quiere jugar con él, solo deseo salirme de los patrones rígidos de los adultos que no se muestran por no incomodar y no preguntan por no entrometerse.

Notas de juego

Uf. Difícil. Espero haberlo hecho bien.

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03/07/2017, 10:02
Director

Una ráfaga de aire frío y de nuevo la quietud. Parecía invierno, pero era primavera. Una nube solitaria anunciaba lluvias esta tarde.

Notas de juego

Perfecto.

:-)

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03/07/2017, 16:25
Clementine Ouvrard

Estaba esperando a Mats con mi sobretodo de paño color crema ajustado contra mí por mis brazos, había calculado mal el fresco del día, quizás debería haber sacado un abrigo más apropiado pero lo cierto es que llevar mi ropa desde el apartamento a la casa Gresta iba a tomar tiempo... Y no sabía si quería hacerlo de manera definitiva tampoco, esperaba que todo esto terminara, algún día. Así que no tenía más opción que apañarme con lo que había logrado poner en una valija.

Sonreí en cuanto lo vi aparecer y lo saludé devolviéndole los besos de rigor en cada mejilla -Hola. Qué bueno que has llegado -sonreí y no completé la frase que siguió en mi mente: "bien, qué bueno que has llegado bien". No quería teñir la tarde de un aire tétrico cuando lo que estábamos intentando aquí era hacer a un lado lo tétrico, justamente por unas horas. -Me alegra que estés aquí -agrego con total sinceridad, la verdad es que no tengo muchos amigos y los pocos que tengo no puedo verlos por todo este asunto onírico.

Miré las puntas de mis botas de montar y luego a la entrada, me da la impresión por un momento de que se relaja en mi presencia y se abre a la oportunidad de tener una conversación franca; yo que he descubierto una veta maternal que ignoraba y que se ha acentuado por la presencia de Édith en mi vida le froto un lado del brazo, como dando aliento, y sonrío con esa sonrisa que uso para que los niños que ingresan a Emergencias sientan que todo va a ir bien y que no hay nada qué temer -Sí, entremos -asiento y comienzo a caminar hacia la boletería. Una vez que pagamos e ingresamos al hall del edificio me paro a mirar la cúpula traslúcida de hierro y vidrio y suspiro -Este es uno de los pocos lugares en los que me siento como en casa -digo en voz alta y miro a mi acompañante mientras esbozo una breve sonrisa.

-Tengo que advertirte que soy muy mala rompiendo el hielo y socializando -digo medio en broma, medio en serio. Me meto las manos en los bolsillos del abrigo en donde tengo siempre al alcance de mi mano mi bisturí, no puedo dejar que me pase otra vez lo de la ambulancia... y le paso el dedo al filo, protegido de momento por la funda, meditativa. Pienso que si Mats supiera que lo tengo pensaría mal de mí y no lo culpo, pero ante situaciones adversas, medidas desesperadas. -Pero espero que podamos llegarnos a conocernos mejor ya que somos aliados -sostengo mientras camino hasta una de mis esculturas favoritas -Espero que podamos ser amigos, quizás...

Notas de juego

Oki doki dire y Belgeval. Ayer iba a contestar y cuando iba a publicar vi que Belgeval había agregado la descripción de lo que transmitía y quise agregar algo pequeño, luego vinieron visitas y bueno... aquí estoy al otro día XD Perdón por la tardanza.

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04/07/2017, 02:11
Mats Bergstrøm

Mi sonrisa se ensancha ante el afectuoso saludo de Clémentine, y su caricia en mi brazo, aunque breve, me resulta reconfortante. La veo abrazarse a sí misma, y entonces reparo en que quizá su indumentaria sea demasiado ligera para el inusualmente frío día de hoy.

Espera. —Me apresuro a quitarme la chaqueta granate oscuro que llevo por encima de mi jersey y se la paso a Clémentine por encima de los hombros—. ¿Mejor?

Clémentine y yo cruzamos la entrada principal del museo, que se encuentra debajo de un inmenso reloj con números romanos. Qué ominoso. Tras pasar la librería y tienda de curiosidades de rigor a la izquierda y guardarropía a la derecha, entramos en una gran sala con una escalinata, junto a la cual se encuentra la taquilla. Finalmente, después de desembolsar los doce euros de la entrada completa, la doctora y yo cruzamos una última puerta antes de entrar en las galerías y sumergirnos en el sereno ambiente del museo.

La verdad es que hace ya bastante tiempo desde la última vez que vine al Orsay —comento, examinando mis alrededores con admiración. La fría luz del día se cuela por las abundantes cristaleras, dándole a todo un aire tranquilo y ordenado, casi monacal—. Y curiosamente, también fue con un médico… Bueno, psicólogo, en realidad. Aunque las dos cosas se parecen, ¿no? La vocación de ambos es sanar a otros, después de todo.

Clémentine y yo paseamos tranquilamente por los amplios pasillos del museo, cuyos suelos están embaldosados con las mismas losas mates que las de las paredes, de colores crema y gris. Tengo que reconocer el buen gusto de que no hayan empleado mármol pulido; de lo contrario, el silencio de las galerías se vería interrumpido por los molestos chirridos de las suelas de goma. Pasamos por una zona jalonada por hileras de bustos de diferentes épocas, ojos fríos y eternos que, por algún motivo, me da la sensación de que nos miran con gravedad.

Oh, por favor, no te preocupes —respondo a Clémentine cuando ella me habla acerca de su escasa habilidad social—. Tú solo sé tú misma y ya está. No tienes que dar ninguna impresión ni quedar bien. Relájate. Habla si tienes ganas, y si no, pues no hace falta. —Le guiño un ojo—. A todos nos pasa un poco lo mismo, creo. En mi caso es por sobrecompensación. Combato mi fobia social hablando por los codos. Y a la que me descuido, se me escapa algún chiste fuera de tono. Así que quedas advertida tú también. Si me pasa, por favor, no pienses que soy un capullo. —Río. Cuando mi acompañante menciona el hecho de que le gustaría ser mi amiga, asiento, comprensivo, adoptando una expresión más seria. Parece que los dos estamos en la misma longitud de onda. Mostrarse sin miedo—. Clémentine… Si te sirve de algo, puedes considerarme tu amigo. Ya sé que no nos conocemos, pero por mi parte, hace mucho tiempo que dejaron de importarme muchos códigos y tonterías de lo que es socialmente aceptable. No sé si me explico bien… —Mis ojos se desvían momentáneamente hacia la pared, más allá de Clémentine, muestra de que estoy pensando cómo expresar lo que quiero decir—. Supongo que siempre he sentido que hay ciertas barreras que a mí no se me aplican. O que no me valen, no sé. Ciertas normas de una educación mal entendida. Por ejemplo: hay muchas personas que viven ahogadas por sus problemas, pero jamás hablan de ellos con nadie, porque no quieren molestar. O quizá porque tienen miedo de parecer débiles. En general, no nos damos cuenta de que hay muchos que nos ayudarían si supieran lo que nos pasa, si nos atreviéramos a salir del esquema «hola, ¿qué tal?», «bien, ¿y tú?», «no me quejo». —Mientras pronuncio estas frases tópicas, pongo los ojos en blanco y meneo la cabeza de un lado a otro, como si me aburriese lo que yo mismo estoy diciendo—. Creo que, entre muchas otras cosas, por eso quise ser periodista. Para vencer el terror inherente que nos provoca la comunicación. Pero estamos hechos para comunicarnos, ¿no crees? Así que bueno, lo que quiero decir es que conmigo puedes abrir la válvula tanto como quieras.

Sonrío otra vez, relajadamente. Espero no estarle dando el tostón a Clémentine con mis devaneos existenciales cuando, a lo mejor, lo único que ella quiere es mirar cuadros sin pensar en nada. Me encojo de hombros.

En fin. Mi madre me trajo algunas veces aquí, cuando era niño y ya de adolescente —digo de repente, conducido por un acceso de espontaneidad—. Mi memoria es un desastre. De una vez para la otra no me acuerdo de los cuadros que he visto, lo que supongo que es algo bueno, porque así siempre me sorprenden… Pero en cambio, tengo grabado lo que sentí la primera vez que entré. —Mis ojos se elevan hacia las bóvedas del techo—. Me pareció tan enorme y con tantas cosas que ver que, por un momento, me sentí como si fuese a caerme en todas direcciones a la vez…

Y en cierto modo, me sigue ocurriendo. Aunque el Orsay me resulta fascinante, también le encuentro algo de sobrecogedor, incluso inquietante. Me sucede en muchas estaciones de tren antiguas, y eso es lo que era el Orsay antes de convertirse en museo. Algo en su arquitectura tan ordenada, tan maquinal, me transmite la sensación de encontrarme en el interior de un mecanismo de relojería parado en el último instante antes de que algo suceda, antes de que algo termine. Como de inminencia suspendida en el aire.

Oye, tú córtame sin problemas si hablo demasiado, ¿eh? Con toda la confianza del mundo.

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04/07/2017, 21:20
Clementine Ouvrard

Agradecí con un susurro su gesto de caballero y me acomodé la chaqueta sobre los hombros, su voz me hacía entrar como en un trance y me relajaba, no me importaba que hablara mucho ni que yo escasamente participara, era agradable escucharlo y me gustaba ese entusiasmo a flor de piel que tenía.

Me reí con ganas cuando comentó lo de los psicólogos y los médicos, allí sí fue inevitable que dijera -Creo que ofenderías a varios médicos con ese comentario -lo miré de lado -No que me importe a mí especialmente -aclaro, por si acaso -Yo no dudo de los beneficios de la psicología, es más, estaba pensando hacer como segunda especialización psiquiatría -hago una pausa, quisiera preguntarle algo pero no sé si sería demasiado personal; opto por formular la pregunta de todas formas -¿Y por qué un psicólogo te trajo hasta aquí? -mi curiosidad siempre ganaba las apuestas.

La conversación siguió, sonrío ampliamente con el comentario y parafraseo a mi compañero meditativa -El terror inherente a la comunicación -desvío la mirada hacia otra escultura, una en mármol y bronce -Nunca mejor dicho. Creo que si publicaras un libro con ese título sería un éxito de ventas -sostengo mientras recorro las facciones de una la mujer de color que sirvió de modelo al escultor -Me gusta tu actitud -remarco  continuación y sonrío ampliamente.

Me paro un instante y giro mi cuerpo hacia él cuando me cuenta sobre su madre y lo que sintió al entrar por primera vez a este recinto. No puedo evitar alzar una ceja y tratar de desentrañar esa reacción tan peculiar, me hice la idea de que quizás había tenido un pequeño ataque de pánico. A cambio comento lo que yo sentí en la misma situación -Pues, recuerdo que la primera vez que vine estaba sola y fue un día de semana en el que había poco público... Tengo cierta inclinación a la soledad y no puedo dejar de notar que aquello que te pareció sobrecogedor a mí me resultó acogedor -me quedé pensando en ello unos segundos -Es más, me gustaba ponerme en esquinas y recovecos en donde nadie pudiera verme y quedarme allí admirando todo y observando a los paseantes -reflexioné, también analizando mi actitud -El orden me da tranquilidad -dije, llegando a una certeza sobre mí misma en ese instante.

Me río relajadamente cuando me dice que lo corte si habla demasiado -Está bien -lo miro a los ojos -Si me siento apabullada te lo diré -prometo. Y cambio de tema -Debe ser toda una aventura ser periodista, ¿No es cierto?

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08/07/2017, 01:38
Mats Bergstrøm

Cuando Clémentine me pregunta por qué mi viejo amigo, el doctor Werner, me trajo al Orsay, enarco una ceja con una sonrisa pícara.

¿Para qué va a ser? Pues para intentar seducirme, obviamente. —Se me escapa una risilla traviesa al recordarlo—. Pero yo no soy tan fácil. Hace falta mucho más que una velada romántica en el museo para conquistarme.

La doctora y yo continuamos charlando desenfadadamente. Sus cumplidos me hacen sentirme un poco azorado.

Muchas gracias, pero me limito a decir lo que pienso a raíz de mis propias experiencias, que no tienen por qué coincidir con las del de la esquina. —Me encojo de hombros, meneando la cabeza, y finalmente sonrío—. Aunque tengo que darte la razón. Me ha salido un eslógan de anuncio de teléfonos móviles. «Samsung. Conquer your inherent terror of communication*» —pronuncio teatralmente en un inglés altisonante, mientras hago un gesto con las manos como de extender un gran cartel invisible. Después vuelvo a cobijar mis manos en los bolsillos, escuchando atentamente a Clémentine.

Resulta curioso cómo las mismas experiencias pueden despertar sensaciones tan diferentes en las personas. Asiento sin decir nada mientras mi acompañante me explica cuáles fueron sus impresiones al venir por primera vez al Orsay. Aunque puedo entender su postura, para mí es bien diferente. Solo hablo cuando ella ha terminado con su exposición:

A mí el orden me hace sentirme confuso, desprotegido, porque no confío en él. Es como si no me permitiese ver las verdaderas amenazas. Y el orden excesivo me provoca vértigo. Me enjaula contra el peligro. Aunque… —Hago una pausa, dubitativo—. ¿Qué dirías que transmite un bosque? ¿Orden, o por el contrario, libertad? No es tan fácil de decir… Lo digo porque a mí, cuando era joven, me gustaba escaparme de casa e irme de excursión por el Østmarka, un bosque cerca de Oslo. Allí me sentía libre. Supongo que no soy muy amante de las estructuras excesivamente rígidas gracias a mi padre. —Río, aunque en mi carcajada se aprecia cierta amargura—. Soy todo lo que él no quería que fuera… Y se ha encargado de dejármelo claro toda mi vida. —Asiento, aparentemente reforzado—. Así que ya ves. Le salí rebelde. Por eso soy periodista y activista de día y ciberterrorista de noche. —Vuelvo a reír, con más ganas esta vez—. Sí, es emocionante. Sobre todo en un periódico independiente como L’Hexagone, donde puedes ir contracorriente sin cortarte ni un pelo. Luego nos caen mil pleitos, pero eso fortalece nuestra popularidad entre la gente a la que nos interesa llegar. —Sonrío con los labios apretados y los ojos centelleando—. Los abanderados del cambio social.

Es entonces cuando nos detenemos frente a un cuadro que me evoca muchas sensaciones. Se trata de La noche estrellada, de Van Gogh. A pesar de mi aparente amnesia para el arte, esta pieza siempre ha permanecido en mi recuerdo. Y es que hay algo en su atmósfera que me retrotrae a la antigua París, a las noches luminosas que eran antes de que mi vida cambiase, hace doce años. Ahora las sombras me parecen más extensas y oscuras que entonces, pero sigo viendo una innegable belleza en sus cálidas luces amarillas.

Lanzo un suspiro cargado de emoción.

Aquí está —digo quedamente, casi reverencialmente, como si me hallase ante el único motivo para visitar el Orsay—. Una obra poderosa, ¿no te parece? ¿Tú también lo sientes?

Notas de juego

*Samsung. Conquiste su terror inherente a la comunicación.

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10/07/2017, 02:00
Clementine Ouvrard

En un primer momento dudo de si me está haciendo una confesión, una broma o ambos. Luego decido tomarlo como una broma. Meneo la cabeza y sonrío divertida -Típico de psicólogo -afirmo y me quedo pensando -Pues yo soy bastante fácil -admito sin problemas -Pero tienen que impresionarme, mucho. Y no solo físicamente, sino intelectualmente.

Me río con su comentario sobre el eslogan y escucho luego su argumentación sobre el orden, me doy cuenta mientras habla de muchas cosas pero las más importantes son: 1) la visión de orden es distinta para todos y 2) es posible que Mats sea una representación de todo aquello que yo quise hacer en contra de mis padres y no pude. En cierta forma se gana mi admiración en ese momento y no puedo dejar de sentirme un poco mainstream en ese aspecto. El hecho de estar en proceso para escapar de mi jaula de cristal me alienta un poco a no sentirme mal conmigo misma. -Pues me alegro de que hayas podido escapar a la influencia opresora de los padres, yo no pude y soy médica, hija de médicos -me encojo de hombros -No es tan grave porque mi profesión me apasiona pero otros aspectos de la vida... Los estoy descubriendo ahora, que ya soy una mujer adulta -lo miré de reojo y luego desvié mis ojos a las pinturas.

Permanezco en silencio mientras habla y a su pregunta respondo -Depende de cómo se vea al orden en sí, voy a explicarte cómo lo veo yo -no sé si lograré explicarme pero lo intento -El orden natural del bosque es ser caótico -comienzo -Por eso da la sensación de libertad, porque es como debe ser. Al contrario, un bosque plantado por la mano del hombre, como algunos que hay en los alrededores de Versailles por ejemplo, da la sensación de error porque la ubicación de los árboles es demasiado simétrica: no sigue su orden natural. Así que a mí un bosque ordinario me da ambas sensaciones -finalizo.

Lo miro con una sonrisa en los ojos y en los labios cuando habla del diario en el que trabaja y me siento identificada con la pasión con la que habla de su profesión -A mí me moviliza la sed de conocimiento, la curiosidad suele ser mi gran talón de Aquiles -confieso sonrojándome un poco -En mi trabajo y en la vida diaria -aclaro y noto que estoy sintiendo calor, el microclima del interior del museo ha logrado volver a templarme. Me quito la chaqueta de encima y se la devuelvo a su dueño -Gracias, has sido muy gentil.

Me agrada el hecho de que le llame la atención más esta versión de la Noche estrellada y no la arremolinada, una vez más a mí me gusta más la más conocida. Me quedo unos minutos en silencio y luego digo -Es una pintura preciosa. Transmite una paz, una serenidad... -me quedo callada, meditativa. Quiero seguir pero no puedo, no encuentro palabras. -Que me parece perturbadora -digo finalmente, con un tono que parecería más frío de lo normal -Prefiero la otra, en la que todo parece estar en movimiento -me doy vuelta hacia él y sonrío, como disculpándome -Pero es todo producto de la subjetividad, me temo; como yo estoy en conflicto internamente me siento más afín a aquellas obras que no son tan apacibles, proyecto mis conflictos a mis percepciones: quizás a ti te guste esta porque haz alcanzado cierto nivel de paz.

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10/07/2017, 05:47
Mats Bergstrøm

Asiento con interés mientras Clémentine responde a todas las cosas que le voy planteando, coincidiendo conmigo en algunas, rebatiéndome otras. Y sin embargo, tengo la firme sensación de que en lo esencial estamos de acuerdo, que ambos sabemos ver que nuestras opiniones respecto a todo no son más que decisiones inconscientes tomadas a partir de la experiencia personal. Me resulta muy agradable la conversación que estoy teniendo con Clémentine. Pocas veces tengo la oportunidad de hablar a estos niveles sin que me dé la impresión de que la otra persona se limita a seguirme la corriente, que sus parcas interveniones cumplen una función meramente fática, o que directamente no entiende lo que estoy diciendo. Su observación respecto al asunto del bosque me hace sonreír.

Está en su orden ser caótico… ¿O es ordenado por simple azar? —inquiero con entusiasmo—. Da igual, supongo. Al final, orden y caos son las dos caras de una misma moneda, y nosotros caminamos por el canto. Unos caemos más de un lado y otros del otro, pero hay un poco de ambas cosas en todos. Puede parecer obvio, pero no te creas que la gente lo tiene muy en cuenta. Y una cosa sucede a la otra, siempre, del mismo modo que la dictadura cae a consecuencia de la revolución, que a su vez muere al ser instaurado el nuevo orden. Y la historia está formada por ambas cosas… Una de cal y otra de arena.

Tomo de sus manos mi chaqueta, doblándola sobre mi brazo, y respondo a sus palabras de agradecimiento negando suavemente con la cabeza.

¿Sabes? Admiro a la gente curiosa. A la gente que siempre quiere saber más, que nunca se conforma con lo que le dan. En eso te pareces mucho a mi amigo, Arthür. —Asiento, frunciendo los labios—. Él disfrutaría como un enano de esta conversación. Creo que él y tú os llevaríais muy bien.

Clémentine y yo nos detenemos a contemplar La noche estrellada. Los dos permanecemos en silencio durante unos instantes, que aprovecho para quitarme el gorro y guardarlo en uno de los bolsillos de mi chaqueta. A Clémentine, esta versión del cuadro le resulta inquietantemente pacífica, estática. La miro con el ceño fruncido cuando me lo dice, y luego vuelvo a mirar el cuadro, como viendo en él cosas que no había percibido hasta ahora.

Bueno, supongo que en circunstancias normales yo también preferiría el otro… —empiezo a explicar, cruzado de brazos y sin apartar la vista de la pintura—. Pero este tiene para mí un valor, digamos, sentimental. Sus luces me recuerdan a las noches de París antes de que mi madre muriese, y en sus sombras quietas veo también cómo me sentí después de que se fuera. —Mis ojos se encogen como dos ranuras color zafiro. Después, vuelvo a mirar a Clémentine—. Murió de cáncer hace doce años. Ella era mi mundo, mi esperanza y mi refugio… Un ángel incomprendido, un hilo fuera de sitio en un tapiz perfectamente ordenado y carente de alma. Ella era… —Río, y me muerdo el labio inferior, interrumpiéndome a mí mismo durante un instante—. Ella era algo así como el Yang para el Yin implacable que es mi padre. Era de aquí, de París. Y aquí volvió después del divorcio. Así que yo me crié a caballo entre Oslo y París. Venir aquí era como escapar de todo, ser libre para ser yo mismo, aunque entonces ni siquiera sabía qué significaba eso. Y cuando… Cuando pasó, me… —No termino la frase. Lentamente, camino hacia el banco que queda frente al cuadro y me siento, vista al frente y con los hombros ligeramente hundidos—. Me ha costado mucho llegar a alcanzar esa paz que dices. Y eso si es que la tengo. Pero si en algo me acerco, es en que al fin me he dado cuenta de que no vale la pena desvivirme por cumplir las expectativas de alguien que, de todos modos, tampoco va a quererme. —La sonrisa apretada vuelve a aparecer en mis labios. Probablemente me esté poniendo demasiado sentimental, pero no me importa—. Ahora vivo haciendo lo que yo siento que tengo que hacer, y esforzándome día a día por mejorar… esto. —Levanto un brazo con la palma de la mano mirando hacia arriba—. ¿Me da eso paz? Pues no sabría yo qué decirte. Desde luego, problemas sí que me ha dado, y más de uno… —Miro a Clémentine con expresión de cierta culpabilidad, aunque sonriendo—. Ahora sí estoy hablando demasiado, ¿no?

- Tiradas (1)

Notas de juego

He tirado Carisma + Sincerarse pues, para eso mismo, para sincerarme con Clémentine y contarle cosas de mí intentando no resultar invasivo. Se me ha olvidado añadir el modificador (+5), así que mi resultado sería 11. Y creo que mi Emotivo 2 se aplicaría :).

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12/07/2017, 13:16
Director

Enseñando este cuadro...

..a lo que parecía un nieto -un niño con orejas de soplillo y cara de empollón- Mats reconoció a “Moby Dick”, un malnacido sin escrúpulos, ahora jubilado, que hacía de intermediario entre empresarios y políticos. Estafador oportunista y conseguidor de todo tipo de caprichos que pudieran pagarse, había estado hace años en la mira de “la Hiena” por su implicación en asuntos de "corrupción de menores" pero se había librado de puro “milagro”: el único testigo, un niño que había sido llevado a amenizar "fiestas", se echó atrás diciendo que se lo había inventado todo.

Moby Dick -se llamaba Alfred Bassano- era un hombre de piel lechosa y pelo claro, ojos saltones y movimientos pausados. Debido al trabajo de Mats, no era nada extraño encontrarse con algún que otro “conocido”.

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19/07/2017, 03:39
Mats Bergstrøm

Antes de que Clémentine pueda tener oportunidad de responder a mis elucubraciones, puede ver con toda claridad cómo mi expresión cambia bruscamente. Todo mi buen humor se ha esfumado de golpe. Los ojos me echan chispas, y mi mandíbula está de pronto tan apretada que siento como si fuesen a saltarme los dientes.

No me lo puedo creer… —mascullo de repente. Le hago un gesto con la cabeza a mi acompañante para que pueda ver al objeto de mi indignación—. ¿Ves a ese hijo de puta de ahí, el que va con ese niño? Lo conozco. Lo estuvimos persiguiendo por corrupción de menores, pero el único testigo, uno de los niños abusados, acabó retractándose.

No digo nada más. Me levanto inmediatamente del banco en el que estaba sentado y me aproximo al cerdo de Moby Dick a grandes zancadas. Este no se va a salir con la suya.

Hola, Moby. Cuánto tiempo sin verte —lo saludo, con los brazos en jarras y una sonrisa feroz—. ¿Este es tu nietecito? ¿O tu sobrinito? —En ese momento, dejo de prestarle atención al cabrón de Bassano y me inclino, apoyando las manos en las rodillas, para encarar al niño—. Hola, pequeño. ¿Cómo te llamas?

No tengo la menor intención de permitir que este degenerado se salga con la suya y se vaya del museo con su presa, ya sea para él o para cualquiera de sus enfermos amigos.

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19/07/2017, 09:27
Alfred Bassano "Moby"

El hombre no se mostraba despreocupado como de costumbre. Por primera vez, Mats lo vio tenso. Puso sus manos sobre los hombros del niño quedándose detrás de él.

Su mirada buscó entre temerosa y agresiva a la del periodista.

-Es, es mi nieto. El pequeño de mi hijo, señor… Bergstrøm. Le encanta venir al museo.

Se inclinó.

-Este señor es un periodista… ¿Sabes que es hacker?

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19/07/2017, 09:28
Nicolas Bassano

El niño sonrió mirando a Mats.

-Me llamo Nicolas Bassano… ¿De veras es usted hacker?

Se acercó a Mats, hablando flojito y mirando a los lados, como temiendo ser descubierto.

-Yo también, estoy haciendo mis pinitos con algunas aplicaciones para seguir el tráfico y crackear contraseñas.

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2/2 Ya podéis postear... :-)

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21/07/2017, 02:14
Mats Bergstrøm

Ah, ¿sí? ¿Es eso verdad? —respondo sonriente al niño. Me alivia un poco saber que el degenerado de Bassano podría estar diciendo la verdad esta vez. Levanto la vista un momento para mirarlo con ojos intensos. Su preocupación me confirma que preferiría que la situación no se desmadrase. Me recreo en su miedo durante unos segundos antes de volver a mirar al chaval—. Te diría: «¡Qué malo eres!», pero sería algo tonto por mi parte, porque yo hago lo mismo. Supongo que todos hacemos cosas que no están bien, pero no se lo digas a nadie, ¿eh? —Le guiño un ojo—. Así que tan joven y ya eres todo un hacker… ¡Madre mía! Seguro que tu abuelo está muy orgulloso de tener un nieto tan listo… Tu abuelo y yo somos amigos, ¿a que sí, Moby? Dime, ¿tu abuelo es bueno? ¿Se porta bien contigo?

De momento, seré sutil. No habría nada que quisiera más que poner en evidencia al cerdo de Moby Dick, pero no será delante de un niño. Y menos de su nieto. Con todo, quiero asegurarme de que todo va bien.

- Tiradas (1)

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Esto no acaba aquí... Tiro Carisma más Empatizar para ver si algo inquieta al niño. Uso Carisma porque me muestro simpático con él, con la esperanza de que se abra. Saco un 7. Tsk.

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21/07/2017, 12:13
Nicolas Bassano

El niño miró a su abuelo y luego al periodista, al que le habó bajito.

-Mi abuelo es un héroe de la República, señor Bergstrøm. -Se notaba que se esforzaba en pronunciar correctamente su apellido- El mes que viene le van a condecorar. Pero no lo publique, por favor, que es secreto de Estado.

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21/07/2017, 12:15
Alfred Bassano "Moby"

Moby se inclinó, para hablar con su nieto y el periodista a la vez.

-No te preocupes, el señor Bergstrøm es un periodista de investigación y no se dedica precisamente a publicar homenajes ni naderías por el estilo.

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