Partida Rol por web

Nada más acceder al interior de la posada se fijaron en el mesonero. Se trataba de un hombre de mediana edad, calvo y con una frondosa barba cana. Estaba vestido de forma bastante más elegante de la que el local requería y le estaba entregando a unos clientes una cerveza y un par de dados de seis caras, seguramente para que jugaran a las apuestas. Para cuando se percató de la presencia de los cuatro viajeros se giró hacia ellos.

- Muy buenas caballeros y señorita. - Saludó cordialmente y sonriendo. - Bienvenidos a la Posada del Oro Negro. ¿Qué desean tomar? - Les pidió.

-Una jarra de vino- intervino el pícaro apoyándose sobre la barra.

-Ando buscando a un amigo que juraría que acababa de entrar por la puerta...-dijo mirando hacia todos lados en busca del fugado.

-Un tipo así grandulón, malcarado... con barba trenzada...-con una mano indicaba la altura aproximada y con la otra dejó la bolsa de monedas sobre la barra, jugueteando con ella.

- ¿Un tipo corpulento, rubio y de barba trenzada? - Preguntó de forma retórica, pues acto seguido respondió de forma contundente. - Estuvo aquí consumiendo. Luego salió. Parecía que esperaba a alguien. ¿Sabe? - Tampoco esperó reacción por parte de Alder, siguió hablando. - Y sí, acaba de entrar y ha salido por la puerta trasera de forma apresurada.

Entonces señaló con la mirada hacia una de las mesas. En ella se encontraban tres tipos sentados y sí, les estaban observando de forma inequívoca y tratando de disimular.

- Estuvo hablando con esos tres y cuando le llevé un servicio, escuché que iba a ir a la Posada del Hombre Feliz... - Susurró. - Es la competencia, ya sabe...

—Os dije que todo esto era una pérdida de tiempo —gruñó Ragnar—. ¿Y ahora qué vais a hacer, ir detrás de él o preguntar a esos tres gilipollas que harán como que no saben de lo que estamos hablando? Me estoy hartando, ¡demonios! No voy a seguir haciendo el imbécil.

A Chester le dolía la cabeza. Una cosa era estar dispuesto a encarar la tipo rubio y otra cosa corretear detrás de él. Estaba cansado de tantos sin sentido.

—No—le dio la razón a Ragnar—. Si quieres huir que le den.

-Bueno, pues. Supongo que es buena hora de que os marchéis al bote a descansar o lo que sea- Se encogió de hombros suspirando y negando con la cabeza.

No tenía sentido discutir ni tratar de convencer de nada a nadie. Todo el mundo tenía muy claras las cosas bajo su prisma y discutir solo sería una pérdida de tiempo.

-Es muy temprano para mi, así que iré a tomar algo...-dijo despidiéndose del resto con la mano levantada pero sin mirar hacia atrás mientras se encaminaba a la puerta.

Ragnar se negaba a seguir persiguiendo sinsentidos, Chester le apoyaba en tal decisión. Le hubiera gustado enfrentarse al tipo rubio cara a cara, pero no iba a estar persiguiéndole por todo. Y es que Chester se había convertido en un valiente. ¿Cómo no serlo teniendo a un rudo bárbaro de su parte? Y mientras tanto Alys, permanecía pensativa. Estaba cansada realmente y le iría bien una buena cama. Desde luego, unos arrumacos del hombre oso le ayudarían a dormir a pierna suelta.

Alder se despidió y fue a dar una vuelta. "Iré a tomar algo", dijo. Parecía que él no estaba cansado, pues dijo ser muy temprano. Al salir por la puerta de la taberna, los tres tipos que se sentaban en aquella mesa y que disimulando más bien mal, le estaban vigilando, empezaron a cuchichear entre ellos algo nerviosos tras la partida de Alder.

Alder salió de la posada con una clara intención, atrapar de una vez a ese maldito tipo rubio y ver que diablos estaba sucediendo allí. Con paso firme puso dirección a la taberna "El Hombre Feliz". Sólo esperaba que el mesonero no le hubiera mentido en eso, pues volvería a hacer el ridículo. Por otra parte, no entendía en que diablos estaban pensando sus compañeros de viaje. Lo cierto era que ya se había cansado de ellos con respecto a su actitud.

Fuera como fuera, las indicaciones que le habían dado acerca de la localización de la posada, fueron desde luego muy acertadas, pues antes de llegar a la posada, cuando ya se vislumbraba el cartel a unos ciento cincuenta metros, localizó de espaldas y caminando tranquilamente, al tipo que tantos problemas les estaba dando. Por suerte, parecía que no le había detectado.

Y allí estaba el causante de tantos dolores de cabeza, caminando desprevenido por un solitario callejón; rogando al pícaro que probase sus filos con su espalda. Y aquella invitación no podía ser símplemente ignorada.

Alder no pretendía matarlo si no más bien incapacitarlo para amarrarlo bien y lo que hacer después con él ya sería decidido con calma. Y así se dispuso a hacerlo.

Sigiloso como de costumbre, se deslizó hasta la  espalda del rubio hombretón y se dispuso a hincarle sus dos hojas en la espalda. Y bien podría haberlo hecho de no haber pisado un apestoso zurullo de algún vagabundo que le hizo resbalar en el último momento, logrando a penas dibujar dos surcos rojizos en aquella pared de carne.

- ¡Aaaah! - Gimió dolorido Adolphus. - ¿Pero qué?

Aquel tipo, que portaba un tajo bastante importante en la espalda, se giró hacia Alder mientras desenvainaba su espada y le miró con rabia. Al descubrir de quien se trataba sonrió levemente. 

- Has cometido tu peor error al no acabar conmigo, ¡sabandija! - Exclamó. Entonces, sin mediar más palabra lanzó un ataque que el bueno de Alder pudo esquivar sin demasiada dificultad.

Alder maldijo mil veces al vagabundo que había plantado su apestosa mierda en medio del camino, pero no lo maldijo mucho más que a sus inútiles compañeros.

Él no era un combatiente de uno contra uno. Su combate se basaba en la distracción ofrecida por un tercero, en prestar apoyo a alguien más poderoso desde la espalda y a deslizar dagas entre las comisuras de armaduras... 

Pero sus compañeros no parecían dispuestos a esos menesteres. El bárbaro tenía la cabeza ocupada en montar a la clériga cual pony en celo, la clériga, embelesada por el almizcle del kislevita parecía sentir la necesidad prioritaria de llevarse a la boca el "músculo que más crece" de Ragnar y el Mago parecía haber tomado la indecisión y los temblores como camino en la vida...

Que Kelevmvor se los lleve a todos juntos...

Con su rival ya alertado de su presencia, desecho la idea de atacar con sus armas. Al contrario, inició un falso ataque con la daga, que paró en seco para lanzar una estocada con la espada corta, que logró colarse en la defensa del cultista, sin causar mucho daño

-¡Depón tus armas y prometo no hacerte tanto daño!

- ¡Aaaah! - Gritó Adolphus cuando la hoja de Alder cortó a la altura del tobillo haciéndole trastabillar. 

Entonces, desde casi desde el suelo se repuso y lanzó una estocada hacía Alder que le arañó en el estómago provocándole un buen tajo, que hubiera sido mortal de no ser por la armadura que portaba. 

- ¡Será lo último que hagas, mequetrefe! - Le amenazó. 

Una nueva finta del imperial surgió efecto, no tanto así un nuevo ataque, que se perdió por varios centímetros lejos del cuerpo de Adolphus quién sí había logrado herir a Alder.

Unos pocos ataques más como los del rubio y Alder yacería muerto en aquel sucio callejón.

Adolphus aprovechó el fallo de Alder para tratar de ensartarle desde la espalda hacia el estómago, sin embargo, un movimiento reflejo en el último momento impidió que Kuftsos le atravesara de lado a lado.

- ¡Ríndete y te daré una muerte digna! - Gritó. - ¡Siervo del caos!

Achinando los ojos, sorprendido por lo que acababa de salir de la boca de aquel tipo, Alder tomó distancia de un salto hacia atrás y cejó en sus ataques, si bien se mantuvo en guardia.

-Vamos a ver, pues creo que aquí hay alguna suerte de malentendido... porque yo habría jurado que el siervo del Caos aquí eras tú... ¿Es algún tipo de extraño sentido del humor de los cultistas o vas en serio...?

- ¡Ninguno de tus bulos servirá para salvarte, engendro! - Respondió Adolphus de forma violenta tratando de acabar con Alder. 

Siguió sus pasos y levantó su espada con la intención de acabar con un servidor del caos.

Una nueva finta surtió efecto, no así el ataque que la siguió.

-Si no crees mis palabras, tengo pruebas que lo demuestran. ¿Puedes decir tú lo mismo?

- ¡No me confundirás con tus subterfugios, cultista! - Exclamó el intransigente y misterioso personaje que estaba tratando de matarle.

Y no dejó en su empeño. Un nuevo espadazo voló muy cerca del cuello de Alder, pero éste pudo agacharse a tiempo para evitar que le cercenara la cabeza. El metal golpeó sonoramente contra la pared e hizo saltar chispas.

Después de un rato, aquellos tres tipos extraños y realmente sospechosos, se pusieron en pie y se dirigieron a la parte trasera del salón con la clara intención de largarse del local. Antes de salir, echaron una última mirada atrás, tratando de disimular, para buscar al otro trío al que parecían haber estado examinando durante el rato que pasaron todos en la taberna.

Una nueva finta surtió efecto, no así el ataque que la siguió.

El combate parecía ir decantándose hacia el que ahora parecía no ser cultista.