Partida Rol por web

«El océano es más antiguo que las montañas y está cargado con los recuerdos y los sueños del tiempo».

H.P. Lovecraft

Ateridos de frio y miedo salieron del faro y de la casa por la puerta desvencijada. Habían cogido lo poco que tenían útil a mano y abandonado la escasa seguridad del edificio ahora sumido en una impenetrable oscuridad, para salir al exterior.

No era difícil imaginar que en alguna parte habría un generado eléctrico, y que no podía estar muy lejos del edificio principal, en cualquier caso, el sendero hacia el sur parecía la única vía posible.

Las huellas que vieran cuando llegaron al islote ya habían desaparecido bajo la lluvia, pero el sendero era antiguo y bien visible.

Se sentían vigilados, no por uno, sino por mil ojos. La espesura parecía una esencia viva y hambrienta a su alrededor.

El silencio también los envolvía, solido y frio, ya no se oía aquel zumbido eléctrico, resultaba tentador pensar que la lluvia o una avería lo habían desconectado, pero eso, no es lo que nadie creía.

Sus almas sabían.

Croa.

Se sabían acechadas.

Croa.

Sus frágiles almas.

Croa.

Michael había recuperado su pistola, y Frederick tenía un revolver. Llevaba su ropa encima, aún mojada, y sus credenciales como agente.

- Me sobran balas -comenta pensativo-. Puedo darte la mitad si las necesitas, Frederick.

Las monedas sabía que estaban en posesión del anticuario, al que le ofreció 10 balas. La señorita Strand llevaba consigo un cuchillito y en cuanto a Jazzlyn, bueno, parecía llevar alcohol por dentro y en la botella, quizás debiera mantener un ojo sobre ella. Él era un hombre de acción, dejaría los detalles memorísticos a los otros miembros del grupo, más intelectuales. Su renovada seguridad se fue perdiendo como el aire al desinflarse un globo cuando le invadió la sensación de que los estaban observando.

- Cuando estéis listos -sugirió en alto-, marchamos a arreglar el generador y a buscar una salida de aquí. Yo iré el primero, así podré ir viendo si se nos echa algo encima y lo retendré. Que alguien vigile la retaguardia. Todos atentos.

Se colocó el sombrero y la gabardina para protegerse de la lluvia y comenzó a vigilar la zona en lo que sus compañeros acababan de prepararse.

El anticuario trató de echar un vistazo rápido a los bolsillos de los cadáveres, poniendo buen cuidado en no encontrarse con alguna de esas espinas que aparentemente aquellas criaturas podían disparar. También echó un ojo por si había alguna caja con material de interés en la tétrica escena en la que habían terminado, antes de seguir a los demás, escaleras abajo y hacia el exterior.

Frederik tomó las balas que le ofreció Mike, peor él tenía sus dos botellas preparadas y casi se sentía más cómodo con ellas por alguna extraña razón, así que ofreció la pistola a las damas por si alguna de las dos se podía sentir algo más protegida con aquel hierro encima. Aparte de eso también llevaba un cuchillo en el bolsillo, el que habían tomado en la cocina y le había alargado Mike. Por ahora pasó de recordárselo a Ingemar y Jazzlyn, ya que no creía que un arma cuerpo a cuerpo fuese lo más indicado para nadie que no fuese un suicida, y no quería verlas muertas...

La oscuridad y el permanente croar no apaciguaban su alma, el haber visto aquellos cadáveres tampoco. Se preguntaba si realmente tenía sentido el tratar de saber cómo había ocurrido aquello o ahora la mera lucha por la supervivencia era lo que mandaba. Tampoco era capaz de imaginarse sobreviviendo si se lanzaban al mar a ciegas, como parecía ser el anhelo de Mike.

- Como dice la señorita Brooks, tal vez tomar un bote y lanzarse al mar a la noche y sin saber qué dirección tomar o no contar con que alguien sepa que estamos aquí, tal vez sea una promesa de muerte. Quedarse quieto también, pero... Ahora mismo no sé cuál es la mejor forma de proceder, sinceramente.

Tomó el camino junto al resto de sus compañeros.

El camino de salida de la casa del faro le había dado tiempo y oportunidad de cumplir su extraño pero científico cometido: una botella de aguardiente había bastado para inundar el recipiente con tapa donde ahora reposaba la parte espinosa del ser. Transportar eso sería una carga, pero asumió esa carga... al menos por ahora.

Antes de salir, se aseguró seguir teniendo consigo los prismáticos, que podrían ser útiles para ir avistando los lugares adonde irían, si es que la pobre luz nocturna le permitía discernir algo. Y también el bisturí, fiel compañero que quizá le valiera la tan ansiada publicación científica cuando regresaran a la civilización... Si regresaban a la civilización...

-Es verdad lo del bote. De noche... no, no es seguro. Pero vamos, ¡nada es seguro aquí! Lo del generador, prefiero eso que seguir a oscuras, por supuesto.

Miró los movimientos de Jazzlyn, estaba preocupada por ella. Si lograba encontrar algo de comer en la cocina o la despensa antes de salir, se lo daría a ella, para hacer compañía a lo que quedara de licor en su sistema.

Y entonces Frederik ofreció el arma.

-Yo no... no sabría usarla, sería peligroso para todos -dijo mientras negaba con la cabeza. -Además, no podría llevar mi muestra, -pensó, pero no lo dijo, no entenderían.

La luz se había ido de repente, añadiendo mayor tensión a la ya de por sí asfixiante situación en la que se encontraban. Lo más probable era que fuese debido a que los fusibles habían saltado por culpa de la tormenta, pero Jazzlyn no pudo evitar pensar que quizá hubiese sido aquella criatura la que, intencionadamente, hubiese provocado aquel apagón con el fin de tenerlos a su merced. Aún así decidió guardarse para ella aquellos pensamientos, para no alarmar aún más al grupo.

Bajó con cuidado las escaleras hasta el piso inferior, dejando que, poco a poco, sus ojos se acostumbraran a la falta de luz, y siguió a los demás hasta la despensa y hasta la cocina, lugares en los que hicieron acopio de todo aquello que pudiese servir para hacer frente a aquel ser de pesadilla. La artista, una mujer normalmente alegre y habladora, acostumbrada a todo tipo de excesos, estaba ahora muda como una tumba. No habia nada de qué hablar ni nada de lo que le apeteciera hablar.

Ahora se encontraba en el exterior, armada con una de las botellas que había encontrado en la despensa, aferrándose a la falsa seguridad que está le proporcionaba, intentando ignorar la cruel verdad de que de poco le serviría si ese monstruo decía hacer de ella su presa.

Frederik había apurado los últimos momentos registrando los cuerpos y había encontrado una bolsa colgada del cuello de Cassidy con tres monedas de oro, que se guardó junto al resto, siete monedas en total.

Ingemar se había hecho con una fiambrera metálica que de momento serviría para conservar en alcohol su preciada muestra.

Jazzlyn se había hecho con otra botella, por alguna razón aún no la había vaciado para usar como arma, quizás no sea ese el uso que pretendía darle aún.

Mike había repartida las balas había recargado su propio revolver y asegurado sus escasa pertenencias.

Nadie parecía querer el segundo revolver, mientras Frederik se aferraba a sus botellas incendiarias, y su cuchillo de reserva, Jazzlyn permanecía desarmada salvo por la botella de alcohol, e Ingemar sostenía temblorosa un bisturí afilado mientras sujetaba con otra mano su extraño tesoro.

En seguida el sendero pasó delante de un cobertizo que no era otra cosa que una letrina al aire libre, y después, vieron delante dos cobertizos con puerta, uno más grande.

Al fondo el camino seguía hacía el sur, era la única vía que parecía atravesar la espesura hacía la punta sur del islote.

Mike observó los alrededores y reparó en los cobertizos con la puerta cerrada. Tal vez haya algo de interés ahí, pensó mientras observaba a sus compañeros cargados de botellas. Un cóctel molotov improvisado podría ser un buen arma, pero andar cargados les dificultaría el movimiento.

- Frederick -sugirió el agente-, si nadie quiere la pistola, úsala tú. He observado que tienes buen ojo para encontrar cosas, seguro que eres buen tirador.

Luego se dirigió al grupo. Todos tenían un aspecto lamentable, incluido él mismo. La cuestión aquí era asegurar su supervivencia y huir de allí lo antes posible. Mike sentía que tenía que escapar, que allí solo les esperaba la muerte y aquello le provocaba una ansiedad terrible.

- ¿Echamos un ojo a aquellos cobertizos? -comentó tras serenarse y señalar el lugar-, quizás encontremos algo de utilidad, aunque sea una pala para defendernos de esas criaturas a golpe y porrazo. Ya si encontramos unos chubasqueros, sería ideal.

Se giró en la dirección a la que quería ir con la esperanza de que lo siguieran.

Frederik había improvisado un hatillo bastante lamentable con el que llevar las dos botellas amarradas a la espalda, así que no tuvo problema en tomar la pistola. Seguía sin ser un gran fan de las armas de fuego, pero si nadie más se sentía preparado, le tocaría abordar ese papel.

- Si alguna de estas botellas y unos fósforos les hacen sentirse mejor...- Se paró al escuchar lo absurda que sonaba aquella frase en voz alta, peor es lo que había. - Pueden tomarlas.

Siguió a Mike hacia los cobertizos, pero al mismo tiempo pensó en que esto podían ser un buen lugar para tenderles una trampa.

- Tal vez convenga dar un rodeo para ver si tienen algún ventanuco o entradas traseras. No sea que nos lancemos a los brazos de... Esas cosas.- Susurró, tomando aire y tratando de apretar el peso de sus pasos para ver si aquello le transmitía algún tipo de energía extra a su decaído estado de ánimo.

-Sería bueno que miremos allí, si tenemos luz suficiente. -ingemar señalaba los cobertizos con la misma mano con la que empuñaba el bisturí, no del todo limpio de la sangre (o lo que sea que tenga en las venas) de la criatura. Aferraba, con la otra mano, la fiambrera que sería la justificación para todo lo que estaba viviendo.

Pero, aunque señalaba hacia allí, no avanzó primera, sino que dejó que los muchachos lo hicieran.

-Gracias Frederik pero no confío en mis habilidades para... -miró la botella-... eso. Pero si sabes disparar, es buena idea que tomes el arma -miró el arma que Mike le había ofrecido reiteradas veces. ¿Qué pasaba con este hombre?

La señorita Brooks cogió a regañadientes una de las botellas incendiarias, la sostenía en una mano, guardo una caja de fósforos en su bolsillo, mientras con la otra mano sostenía una botella de wiski casi llena.

Frederick se guardó otra caja de fósforos y la otra botella incendiaria, se aseguró de cargar su revolver, diez balas no parecían muchas teniendo en cuenta lo que habían visto.

La lluvia podría ser un problema a la hora de encender esas botellas, pero aparte de eso, no tenían más que palos y herramientas o pequeños cuchillos, así que tendrían que sacarle el mejor partido posible a lo que tenían.

Después de unos minutos escuchando y observando se convencieron de que no había nada en los cobertizos, abrieron primero el pequeño allí estaba el generador apagado, tenían un par de cables arrancados, nada serio, solo necesitaría dedicarle algo de tiempo.

En el segundo cobertizo, el más grande, descubrieron todas las herramientas, las piezas necesarias para arreglar la radio y lámparas para arreglar el faro. Aunque nada de eso funcionaría si no conseguirán arreglar el generador. Además también encontarron lámparas de aceite, que les permitirían ver algo mejor en la noche cerrada, aunque quizás también les hiciese más visibles a ellos y sin duda alguna requeriría ser cargada en al mano.

Cada minuto que pasaban allí afuera, rodeados de oscuridad, se hacía mas insoportable, el suelo parecía revuelto y pisoteado, los ruidos llegaban de todas direcciones y cada croar hacía saltar el corazón de aquellos pobres hombres y mujeres, mientras hundía más y más sus mentes en la desesperación.

Frederik miró aquellos cables rotos con incredulidad, más que nada porque parecía un arreglo sencillo, pero al mismo tiempo sabía que él no era muy ducho en actividades de mecánica o electricidad.

- ¿Alguien sabe arreglar estos cacharros?- Preguntó, lamentándose internamente de no ser capaz de ser más útil. Puede que con las herramientas tuviese más oportunidades de improvisar algo, pero también podía echar una mano a sus compañeros. Mientras, trataba de estar ojo y oído avizor a cualquier posible perturbación en la, ya de por sí malsana, atmósfera.

Tenía miedo de que los artilugios inflamables o sus cerillas se mojasen por la humedad ambiente y la lluvia, peor por ahora creía que valía la pena cargar con aquello.

Esperó junto al generador, a ver si alguien quería probar suerte, al menos trataría de ayudar con aquel mecanismo.

- Déjame echarle un vistazo -respondió Mike al anticuario-. Dame luz.

Aquello no parecía una avería muy seria. Había unos cables fuera de sitio, arrancados probablemente con la intención de dificultarles las cosas. Sin embargo, requería de atención y paciencia, algo de lo que carecía el agente en su estado de nerviosismo. Respiró profundamente y se puso a arreglar el problema. Dejó su fedora en un lugar cómodo y observó con detenimiento el generador. Una molesta gota de sudor le recorría la frente y las manos le temblaban. Respiró profundamente e hizo acopio de su temple natural. Tranquilízate, joder, son solo unos cables, ignora el croar de las ranas. Aquel sonido insistente e inagotable le sacaba de quicio, pero lo importante era sobrevivir.

Hizo un par de empalmes improvisados mientras Frederick le iluminaba con un fósforo y la máquina se activó de nuevo. No era su mejor obra, pero era funcional. La luz había vuelto. Recogió su sombrero y salió en compañía del anticuario.

- Ea -comentó Mike orgulloso-, un problema menos.

Mientras los muchachos se ocupaban del asunto eléctrico, Ingemar reflexionaba sobre la cuestión de las lámparas. No estaba a gusto en la oscuridad de aquel islote, pero era peligroso ser el único punto iluminado, y además, en movimiento.

-No creo que llevar las lámparas encendidas sea buena idea, pero llevarlas apagadas y encenderlas cuando sea necesario sí.

Guardó su bisturí y tomó una de las lámparas.

Pero entonces algo le llamó la atención...

Jazzlyn siguió al grupo como un autómata hasta los cobertizos, mientras la lluvia empapaba su pelo y su ropa, haciendo castañear sus dientes por culpa del frío. Aún así, aquello era el menor de sus problemas, comparado con la posibilidad de poder morir destripada a manos de aquel ser.

Una vez dentro, aceptó a regañadientes una de las botellas incendiarias que el anticuario había preparado. La idea era lanzarla contra la criatura si ésta aparecía.

- ¿Acaso tengo pinta de pitcher? - pensó, malhumorada, pero se abstuvo de decir nada. La situación era complicada para todos y no quería parecer la típica niña rica malcriada que se queja de todo.

Mientras esperaba a que ambos hombres terminaran de arreglar el generador, aprovechó para echar un vistazo a las lámparas, herramientas y lo que creía eran repuestos para la radio.

- Mike, ¿crees que podrías arreglar la radio que había en el estudio con esto? - preguntó después de que el agente de la ley hubiera terminado - Quizá podríamos pedir ayuda con ella, aunque eso supondría regresar a la casa - miró al generador un instante - ¿Creéis que la criatura volverá a romperlo otra vez? - Evitó preguntar si, en caso de que regresaran al faro, creían que alguno debería quedarse haciendo guardia en aquel lugar. Además, no creía que fuese a servir de mucho, dado lo peligroso que aparentaba ser aquel monstruo.

El agente se puso manos a la obra, era bastante hábil con los motores y sabía algo de electricidad, aquello era demasiado fácil, o lo hubiera sido en otro entorno. Finalmente consiguió arrancar el generador, se podía ver el brillo dentro de la casa de las luces que quedaron encendidas.

Ahora el ruido del motor se mezclaba con el viento y el crujir de las ramas. Eso haría difícil escuchar otra cosa, incluso tenían que elevar sus voces para entenderse mientras estaban cerca.

Jazzlyn había manoseado los repuestos, sin decidir que sería necesario, se sentía muy lejos de su mundo y empezaba a temblar de miedo y frio.

Mientras Ingemar había probado una de las lámparas, después la apagó para no llamar la atención de nada allá afuera, pero le dio tiempo a ver huellas aun en el barro, completamente humanas, de botas, que seguían por el sendero hacia el sur, hacia la espesura, el resto era ya barro removido.

Los protagonistas de esta historia, de la que puedo dar fe con mi propia vida, tenían muchas opciones frente a ellos, y la única certeza de estar acechados por el espanto, la locura y la muerte.

Mike había recuperado la confianza en sí mismo, aunque tenía una herida en su psique que tardaría en sanar, y le dejaría una horrible cicatriz. Nunca vería al mar con los mismos ojos, aunque ahora podía controlar sus ansias de huir de aquella isla. Ya fuera del cobertizo, reparó en el contenido del otro. Había piezas para arreglar la radio. Si antes había sido capaz de reparar el motor, quizás tuviera mejor suerte con el aparato dentro del faro, podrían pedir ayuda y así no estarían a la intemperie. Al fin y al cabo -pensó-, era lo que Jazzlyn quería. 

- ¿Qué os parece -preguntó al grupo- si intento arreglar la radio ahora que hay piezas? Quizás podríamos pedir ayuda, y así dejaríamos de oír este incesante croar, me está levantando dolor de cabeza.

Se masajeó la sien, la verdad es que aquello le estaba sacando de quicio, pero algo había que hacer, joder, no podían estar quietos esperando a la muerte venida de las aguas. El agente era un hombre de acción y pensaba actuar antes de morir por tener miedo, aunque hubiera que entrar en aquel faro de marras... otra vez.

- Yo... Podría... Podría quedarme vigilando el generador.- Frederik estaba aterido física y mentalmente. Sabía que aquello podía ser un suicidio... NO QUERÍA HACERLO... Pero estaba seguro de que sin alguien que arreglase la radio y se pusiese en contacto con el mundo exterior, morirían igualmente.

Aquellas matemáticas no le resultaban sencillas. Era más amante de la ficción poética que de la contabilidad. Pero parecía que ser lo que tocaba. Se apartó el dichoso mechón rebelde de la frente, tratando de conjurar una expresión seria, de control de la situación, peor no creía que lo hiciese mucho mejor que un crío de guardería que acaba de mearse encima y trata de disimularlo ante su profesora.

- No sé si se les ocurre alguna manera con la que les pueda avisar si algo... Algo viene a mi encuentro. Para que sepan...- 'Que voy a morir' pensó. -... Que la luz se puede volver a ir en cualquier momento, o que pueden ir a por ustedes.

Michael se giró al oír aquellas palabras de Frederick y le espetó lo siguiente:

- Si algo te ataca, dispara al cielo. Iré en tu ayuda.

Dicho esto, se giró hacia el otro cobertizo. Cogió las piezas de la radio y se dispuso a ir al faro.