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El Festival del Unicornio (Finalizada)

6b).- Epílogo para Karlack

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15/10/2013, 19:22
Director

Aquella recompensa final del Magíster había sido más de lo que esperaba. Casi hacia una menudencia la de la noche anterior y dejaba en calderilla insignificante el sueldo de Theonil, ahora por primera vez desde que había acudido a aquel maestro herrero para que le tomase medidas para la armadura y había entregado casi todo lo que había ahorrado en su dura vida de trabajador, Karlack volvía a sentirse un hombre rico. Parecía que había despertado de su sueño con la dulce Gaëlle, con un buen saco de tesoros para hacer olvidar a la chica. Era momento de pensar qué hacer con el resto de su vida.

El encuentro con el demonio le había dado confianza en sus habilidades marciales superiores, había sobrevivido a un rival más que digno, tampoco el unicornio negro era ninguna menudencia. Si alguna vez había dudado de que tuviera madera de aventurero, esa duda estaba disipada. Podía permitirse buscar fortuna en el tipo de empresa arriesgada – casi suicida – que caracterizaba a esa clase de mercenario, si lo deseaba había un futuro brillante para él allí.
 
No sólo eso, entre lo que tenía ahorrado y aquellos tesoros, podía permitirse encantar su espada, una vez que volviera a alguna ciudad principal, como el mismo Mercaoriente que había mencionado esa elfa, la Teniente Recta, como la gran ciudad más cercana a Zoquejo y a la que partiría hoy la principal caravana que se marchaba del festival. U otro objeto mágico parecido, que le diera un empujón extra en su ascendente carrera como aventurero y le ayudase a hacer más seguro un camino que no lo era en absoluto.
 
Por otro lado aquello era una pequeña fortuna. Suficiente, si lo deseaba, para comprarse una posada en un algún lugar aislado del camino, donde tuviera cierto peligro pero un potencial grande, u otro negocio interesante y arriesgado. Y establecerse, sentar la cabeza y vivir tranquilo en un mismo lugar, sin tanto viaje ni una pesada armadrua puesta todo el día.

Seguramente sus riquezas serían suficientes incluso para atraer a una futura señora Rowder, tal vez tan bella como Gaëlle, o tal vez no; seguro que menos interesante, desde luego, pero al fin y al cabo las chicas interesantes son las que dan problemas y quebraderos de cabeza, las que complican la vida y embrollan la cabeza. Eso es justamente lo que las hace interesantes.
 
Lo que quedaba claro es que ese era el primer día del resto de su vida. Y no simplemente como algo literal.
 

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06/11/2013, 12:25
Karlack Rowder

Karlack se unió un tiempo a Evea. Ayudados por el dinero de la recompensa comenzaron a labrarse un nombre entre los aventureros.

Karlack invirtió su dinero en una hoja mágica. Una espada liviana como una pluma pero tan fuerte que podía cortar el metal como si fuese mantequilla.

Hacía una pareja perfecta, el guerrero aguantaba las embestidas de sus enemigos gracias a su fuerte armadura, mientras que su nueva espada y las flechas de Evea iban acabando con ellos de forma letal.

Pero como todo lo bueno en esta vida, tarde o temprano se tenía que acabar. 

Hubo un momento que se separaron. Evea eligió su camino y el guerrero el suyo.

Montó su propia compañía de aventureros. Aceptaban todo tipo de trabajos. Allí donde hubiera un monstruo, allí iban a su caza. Pronto amasaron una buena fortuna entre las recompensas y los tesoros adquiridos.

Pero tan pronto lo conseguía como hacía que desapareciera de sus manos. La bebida y las mujeres tenían la culpa. La bebida le ayudaba a olvidarla y las mujeres le ayudaban a recordarla. Recordar que ninguna de ellas sería nunca como aquella bruja.

De vez en cuando los caminos de Evea y el suyo se cruzaban y se ayudaban mutuamente. Celebraban sus triunfos bebiendo y poniéndose al día de sus últimas aventuras, también recordando viejos tiempos. Cuando Karlack ya había bebido bastante cantidad siempre se le escapaba la misma pregunta.... ¿sabes algo de ella? Después se levantaba tambaleándose y se quedaba dormido en el primer sitio donde se tumbara.

Una noche de estas en las que se emborrachó como nunca, los componentes de su grupo le dieron una paliza y le robaron todo lo que tenía. Le dejaron sólo con la ropa interior, tirado en un puerto de una gran ciudad. Se llevaron sus armas, su armadura, su dinero, su dignidad, sus ganas de seguir luchando.

Ahora deambula por los barrios bajos de esa ciudad mendigando un plato de comida y un trago de vino. Sucio, maloliente y solo, completamente solo.