Partida Rol por web

Anna Vixen no puede aguantar un minuto más entre aquella mugre y decide volver al pasillo para abrir la siguiente puerta del lado derecho del pasillo. Al hacerlo, unas escaleras de madera descienden hasta la oscuridad más absoluta. Un viento frío cruza el umbral y mueve el pelo de la actriz, mientras que el polvo le hace toser un par de veces.

La casa estaba hecha unos zorros, como bien habían dicho seguramente el último que allí habitó la dejó en aquel mismo estado tras morir y nadie más se ocupó de ella. 

Artie tenía razón, todo aquello no me daba buena espina, había algo allí que me daba escalofríos y como para afirmarlo cuando Anne abrió aquella puerta una corriente de aire frío salió de ella haciéndome sentir aún peor. Aún así me acerco tras ella para ver que había a continuación, sin embargo estaba demasiado oscuro como para ver nada.

- ¿Alguien tiene una linterna por casualidad?

Esperaba que sí, porque sin ella la verdad es que no me entraban muchas ganas de bajar, aunque... quizás hubiese un interruptor por allí. Espero a ver si alguien tiene algo para alumbrar y sino bajo un poco buscando un interruptor para encender alguna luz.

- ¡Ey, ey, ey! - Exclamó el detective. - Tengo un encendedor, pero ese no es el tema señoritas. - Sacó el mechero del bolsillo de su gabardina, se lo enseñó solo un instante a la señorita Hemingway y entonces lo volvió a esconderse en el lugar del que lo había sacado. - Si les parece, vamos por partes y en orden. Primero el primer piso, completo, luego ya iremos abajo o arriba. Con calma señores...

Sonrío divertida, parece que Artie está perdiendo el control de la situación. Rachel es un vendaval y yo....yo me estoy tomando esto como un juego un tanto siniestro. Así que avanzo despreocupada a la habitación de enfrente de la de la escalera y la abro.-Está bien Artie.....vayamos por partes, abrimos otra puerta y lo que hay es......

Anna sigue husmeando las habitaciones de la planta baja de la Casa Corbitt. La puerta que acaba de abrir, situada enfrente de la apestosa cocina, revelan un pequeño vestíbulo dispuesto para la puerta lateral de la vivienda. Allí podéis encontrar varios abrigos colgados, chanclos, sombreros y paraguas. También hay presentes varios sacos de carbón destinados, probablemente, a alimentar la estufa independiente del salón. Hay también una puerta que da al exterior. Está cerrada y, por algún motivo, la puerta parece resistente.

Con un bufido y golpeando con los tacones sobre el suelo de madera, la actriz abre la siguiente puerta. Esta vez es un trastero atiborrado de muebles viejos y otros objetos que pueden romperse para alimentar la estufa. No le apetece nada pasar la mañana moviendo de un lado a otro muebles viejos, así que se dirige a la última puerta de la planta baja. Otro trastero algo más grande, lleno de cajas y trastos, como un depósito de agua oxidado y una vieja bicicleta. En la parte derecha de la habitación, un inquietante armario con la puerta tapiada con tablones.

- ¡Oigan chicas! - Exclamó Artie con una sonrisa en los labios. - ¿Me lo está pareciendo o se lo toman como un juego? - Pensó sin borrar aquella sonrisa. - Vamos a tomarlo con calma. - Dijo entonces. - Me gustaría ver que hay tras ese armario. Es extraño que esté sellado de esta forma... - Se acercó al armario y trató de mirar por las rendijas, oler y escuchar e incluso palpar la puerta y los tablones del mismo. 

Utilizar todos los sentidos era a veces innecesario, pero el tacto podía aportar alguna sensación, frío, calor u otra cosa. Si olía a podrido es que algo se estaba descomponiendo en el interior. Un ruido extraño podía alertar de que algo no iba bien y por supuesto la vista sacaba de dudas a cualquiera. Lo que no iba a hacer era chupar el armario. De todos, el del gusto era el más inútil de los sentidos, eso era algo que Artie Gumshoe tenía bastante claro.

- Creo que tengo una palanca en el coche. - Iré a por ella.

- Está bien... - yo sola no iba a bajar por allí así que no me quedaba más remedio que resignarme y hacer lo que Artie había dicho, camino tras Anne que no para de abrir puertas a diestro y siniestro, entro en las salas mirando si alguno de los papeles que hay por allí podría ayudarnos en algo, pero sin detenerme demasiado. De hecho estaba mirando una pila de cajas cuando oí a Artie llamar nuestra atención.

- Oh, interesante hallazago, si está así de bien cerrado seguro que hay algo importante ahí dentro - mientras él va a por la palanca que dice tener en el coche me acerco al armario tal y como ha hecho él para ver si puedo atisbar algo en su interior.

Artie Gumshoe regresó al interior de la mansión portando consigo su fiel palanca. Ya la había tenido que utilizar en muchos otros momentos y en esa ocasión no iba a ser diferente. Con el paso de los años, se había dado cuenta de que era realmente útil llevar una serie de herramientas de precisión como aquella siempre a mano, y por su tamaño no quedaba que llevarla en el maletero del coche.

Se acercó al armario esgrimiendo orgulloso su arma. Sonrió al ver a la señorita Hemingway mirando entre los barrotes, como él mismo acababa de hacer instantes atrás. Esperó a que la curiosa Rachel acabara con sus indagaciones y cuando ésta se dio la vuelta y se fijó en el detective, éste se encontraba plantado frente a ella, palanca en mano golpeando con la punta de la misma sobre la palma de su mano.

- Es mi turno... - Dijo. - ...voy a ser todo lo cuidadoso que pueda por no forzar las puertas del armario...

Y entonces se puso manos a la obra, haciendo saltar una a una todas las tablas que habían clavado minuciosamente contra la puerta de aquel armario. Cuando por fin hubo acabado, se había quitado la gabardina y se había desabrochado varios botones de la camisa. Sudoroso, cansado y casi sin aliento abrió finalmente el armario.

Me quedo mirando a Artie haciendo su demostración de fuerza y le aplaudo cuando acaba-Bien hecho, chico-después me acerco por detrás de el y le pongo las manos en los hombros y echo un vistazo a lo que hay dentro del armario. Hasta ahora no habíamos encontrado nada.....a ver si había suerte.

De momento nada de lo que había en la casa llamaba especialmente su atención. Más allá del morbo de ver la descomposición de un lugar que bien podría ser el de cualquiera de los presentes. Le extrañó que hubiera algún acceso tapiado, ya que por lo demás parece que todo estaba en su sitio. ¿Por qué lo harían? O quizá se trataba de una reforma, o de esconder algo que no querían que fuera encontrado. En cualquier caso de momento poco más podía hacer. Se dedicó, mientras una de las mujeres iba abriendo las puertas y el detective desatascando la entrada, a observar con detenimiento los objetos y tratar de hacerse una idea de la clase de personas que vivían allí

Los tablones se rinden ante Artie y su palanca, emitiendo un crujido antes de romperse en una pequeña nube de astillas. En cierta manera, el interior del armario ha creado cierta expectación en los investigadores y ninguno aparta la vista de él, como si dirimieran telepáticamente quién iba a ser el primero en abrir la puerta.

Artie es quien, dejando caer la palanca al suelo para tener libres ambas manos, abre las puertas. En el interior, mantenidos a salvo del polvo y la humedad, tres libros encuadernados yacen depositados con cuidado, uno al lado del otro. Son, a juzgar por una rápida inspección de los cuatro allí asomados, los diarios de un tal W. Corbitt, tal y como se indica en la guarda del primer volumen. Están escritos en un inglés sencillo, aunque algo extraño a veces.

- Vaya... - Dijo Artie. - Es muy interesante. - Advirtió mientras hojeaba aquellos cuadernos manuscritos. - Si el señor W. Corbitt presenció algunos de los fenómenos extraños de los que se hablan, puede que ésta sea una fuente de información muy importante para nuestra investigación... - Dijo mientras hojeaba por encima uno de los cuadernos.

El detective empezó a leer algunos pasajes de aquel tomo, pero pronto se cansó. Entre que la letra no era demasiado inteligible, al menos para su gusto y que saltaba de un tema a otro, no podía hacerse una idea de como aquella lectura podía ayudarles durante el día de hoy. Igual si con más calma se leía los manuscritos uno por uno en su oficina, si podía sacar algo en claro.

- Llevémosnos los libros. - Dijo muy seguro de sus palabras. - No tenemos tiempo que perder con ellos ahora. - Se los ofreció al profesor y a las damas, igual los querían llevar ellos. De no ser así los dejaría allí mismo, al menos hasta acabar con la investigación de toda la casa. - ¿Sótano o primera planta? - Les preguntó.

Voraz como sólo un profesor puede serlo, escogió el primero de aquellos tomos y se decidió a hojearlo con sumo interés. La casa, tras varios propietarios de diversa índole, había ido a parar al ínclito Corbitt, que a fin de cuentas parecía el más decidido de todos a mantenerla y hasta habría consagrado sus exequias en sus dominios. Aun con la tenue iluminación que los rodeaba y la obvia necesidad de continuar explorando, decidió echar un rápido vistazo. Dejó pasar las páginas al azar, pero con sumo cuidado -acostumbrado al tratamiento de libros mucho más antiguos- y su ojos clínico observaba aquí y allá algunas palabras, por si algo pudiera interesarles especialmente

Sea como fuere, consideraba que era el más ducho de los cuatro para poder exprimir todo el jugo que contuviera aquella narración, y girándose hacia las damás (ya que Gumshoe había dado su opinión), se inclinó levemente. -Queridas mías, si no les importa me gustaría poder conservar estos manuscritos para poder estudiarlos más tarde, con tiempo -comentó solítico. Sus ojillos parecían cubrirse de un cierto halo de ilusión y nerviosismo, por si alguna quería quedárselos. Como buen caballero no se negaría, pero tenía aún la esperanza de que no fuera así

Si me permite Dr Warren-le cojo un libro, miro las fechas y las dos últimas páginas escritas. No busco nada concreto, sólo los últimos acontecimientos en la casa, Quizás nos pueda ayudar a saber lo que ha pasado aquí. Ya habrá tiempo de un estudio más meticuloso.

Parecía que sí que habíamos dado con algo interesante, y también parecía que el Doctor quería investigarlos él solo y por su cuenta, por encima de mi cadáver.

- Si no le importa, Dr. Warren, creo que podríamos dividirnos la tarea, no es un solo libro, sino varios, tres para ser exactos, así que me gustaría llevarme uno al menos sino supone eso algún problema - y si lo suponía me iba a dar igual, así que alargo la mano esperando a que deposite uno en ella.

Miro de reojo a los otros dos, la verdad es que me era un poco indiferente por donde continuar, así que no digo nada y lo dejo a su elección.