Partida Rol por web

 Entre raíces y enredaderas, se abre una cueva, una apertura en la pard rocosa de la montaña. En las inmediaciones permanecen los cuerpos petrificados de algunos miembros de la partida de caza de sir Hugo el Audaz.

 Desde las inmediaciones de la entrada, entre las penumbras, el grupo ve una estrecha gruta que se adentra en las oscuras entrañas de la peña. Hilillos de agua serpentean por las paredes y convierten el suelo en un barrizal. Del interior surge una corriente de aire frío y húmedo con un fuerte olor animal. El suelo está cubierto por una espesa y baja capa de niebla.

Al llegar a la entrada de la guarida, la tensión podía palparse en el aire. Aquí y allá podían verse estatuas de piedra oscura, soldados al servicio del joven Torquemar, pero de él no se veían rastros. Seguramente, si aún estaba con vida, estaría en el interior de la cueva.

Aunque fuera aún era de día, en aquella madriguera no se podía ver mucho más allá de algunos metros. La oscuridad se volvía más intensa a medida que la cueva se ahondaba, así que no podían ver qué los esperaba más allá.

Antes de que sus compañeros decidieran aventurarse, la muchacha recordó que en las carretas tenían algunos artefactos que podían ayudarlos.

-Aguarden unos instantes- dijo en un susurro. -Iré por unas linternas para poder ver algo mientras avanzamos- sin esperar respuesta, salió rauda sin descuidar su cobertura y fue hasta la carreta en busca de dos linternas sordas. Con ellas podrían avanzar por el interior de la cueva sin caer en ninguna trampa ni delatar su posición.

¡Menudo fastídio! Jack pudo comprobar con las estátuas de los soldados de Torquemar que el maldito bicho no había tenido mejor idea que llevarse al joven Hugo a lo más profundo de su madriguera. ¿Qué importaba una o la otra? Parecía que la béstia tenía debilidad para los problemas.

Mientras Iasana se dedicaba a buscar algo con lo que iluminar la cueva, Jack se entretuvo examinando lo que tenía a mano.

 Mientras Iasana regresaba con las linternas, Jack agudizó sus sentidos para sondear la zona. Su mirada se perdió en las posturas de las estatuas de piedra. Había todo un muestrario. Algunas mostraban una actitud fiera y determinada, mirando hacia el cubil, otras parecían aterradas con las manos en alto en un intento de suplica o de rezo.

 Por desgracia, la zona cercana a la entrada del cubil, cubierta por una densa niebla no permitía hacerse una buena idea de la zona, pero a pesar de ella se podían notrar algunas profundaas huellas de la bestia, así como algunas pisadas profundamente hundidas y trabajosas, posiblemente dejadas por los humanos que tiraban de la estatua que el grupo viera antes.

El capitán , arma en mano tomó la responsabilidad de ocupar la vanguardia. Estaba ansioso por acabar y tomar la estatua del joven Torquemar con el corazón abatido. Torturado por sentimientos encontrados avanzaba delante asumiendo el mayor riesgo. El sentido del deber pugnaba y trataba de superar su dialéctico temor y trataba de imponerse sobre la profunda decepción que anidaba su corazón, oscureciendo sus nobles sentimientos con un hálito de negra sombra de duda. Su corazón no sólo lo animaba a ir adelante y recuperar la estatua del joven señor, su sentido de deber iba mucho más allá: era su responsabilidad acabar con el mal que amenazaba las tierras de su señor y su honor lo conminaba a derrotar a la bestia o morir en el intento. Pero una sombra le incitaba a abandonar todo honor y apelar el sentido común.

 Liam Davenport, hombre de acción, se puso en marcha abriendo paso, asumiendo el papel de líder como representante de la Casa de los Torquemar.

 Espada y escudo en mano empezó abriendo marcha hacia las tinieblas que cedían a regañadientes ante la cálida luz que derramaba la linterna que sostenía Iasana, pisando la densa capa de niebla. Cuando de repente...

  ...desapareció.

 Con un ahogado grito de sorpresa, acompañado por el apagado ruido de un cuerpo al caer en un agujero. Cuando el grupo se acercó para ver que había pasado vieron al capitán de la guardia hecho un lío de brazos y piernas en el fondo de un foso, el cual apenas se veía por culpa de la densa niebla. Afortunadamente no se había hecho demasiado daño... no por ir con el acero en mano.

Sólo les faltaba eso, no tenían suficientes peligros que encima la misma cueva ya representaba uno. ¿Acaso se trataba de una trampa? ¿O el foso era natural?
La presencia de esos tipejos lo complicaban todo. Por suerte Jack llevaba un poco de cuerda, destinada a inmovilizar a uno de los misteriosos habitantes de la cueva. Sólo esperaba que fuera lo suficientemente larga.

-Eh, Liam... ¿Estas bien?- Intentaba no levantar la voz, sólo faltaría que anunciasen su llegada- Cógete a la cuerda... Ahora te sacamos

  Al acercarse el grupo, con la lámpara que portaba Iasana, pudieron ver varias cosas, al fijarse con atención.

 El foso donde había caído Davenport era bastante profundo, unos cuatro metros, y parecía haber sido excavado recientemente. Jack sintió una escalofrío al fijarse en los detalles de la excavación, sin ser un experto en la materia apreció como los bordes y superficie del la tierra dura excavada se apreciaban unas marcas parecidas a zarpazos... pero unos zarpazos peculiares, cinco garras y anchas, de tres dedos de anchura cada una. No parecía ser una excavación muy vieja... posiblemente no más de unos días.

 Apremiado por ese descubrimiento, se apresuraron en sacar a Liam del foso, con la cuerda y la ayuda de Nuño, Liam estuvo liberado, masajeándose el trasero y el hombro por la caída sufrida.

- Maldita sea, demonios - se quejó el capitán - esto nos enseña que debemos ser precavidos.
El descubrimiento de Jack sólo sirvió para caldear más los ánimos, si cabe. Liam estaba sudando y temía que esos minutos fueran los últimos de su vida.
- Será mejor que continuemos.

El basilisco... tendiendo una trampa? como es posible? acaso es un ser de inteligencia excepcional como los dragones? Mientras meditaba esas cosas, Iasana se acercó al borde del foso para inspeccionarlo un poco más, por si había huesos o restos que pudieran indicar que el pozo aquel tenía algún objetivo distinto al de tenderle una trampa a quien se aventurara ahí dentro. También estaba la cuestión de aquellos seres "casi" humanos que había percibido. ¿Estarían bajo el dominio de algún poderoso hechicero? ¿Uno lo suficientemente bueno para dominar a la bestia y ordenarles que les tendiera una trampa? Demasiadas preguntas se agolpaban en su cabeza y, lamentablemente para ella, la única forma de averiguarlo era metiéndose de lleno en la boca del lobo.

-Sí, aunque seamos prudentes. Ya vemos que, o bien nos enfrentamos a un ser lo suficientemente inteligente como para tendernos una trampa, o a alguien que tiene poder sobre el basilisco. Cualquiera de las dos cosas sugieren un peligro mayor del que preveíamos.- En qué nos estamos metiendo???

 Iasana inspección a la luz de la lámpara las sombras que habían al fondo del foso. Era incierto pues entre otras cosas el pie de la lámpara ya proyectaba su sombra y al intentar ladearla la lúz decrecia amenzando con extinguirse. Pero aún así logró inspeccionar lo suficiente como para que no le pareciera que hubiera más rastros que los dejados por Davenport. No parece que llevase mucho tiempo excavado...

Para la mayoría, esas estatuas de piedra no eran más que rostros de desdichados que no conocían. No imaginaban sus vidas, sus risas, sus palabras o sus hechos. Pero para el enclenque joven de ojos saltones eran sus amigos. ¿Sus amigos? A decir verdad eran sus compañeros, un grupo de conocidos con quienes solía bromear, beber o llevar a cabo sus falacias más de voz que de hechos, pero para Raúl era lo más próximo a la amistad que había podido gozar.

Contemplaba tembloroso esos cuerpos inertes que recordaba moverse y alternar con él. Era plenamente consciente de que el peligro aumentaba, y que esas "esculturas" se lo recordaban, intuya que de seguir por la madriguera pronto él se añadiría a esa efímera colección. Ya no se trataba solo de una figura nunca vista de una extraordinaria y mística criatura como era un basilisco, lo que le había hecho huir la primera vez. No, sino de una lucha contra la bestia, contra unos hombres misteriosos muy reales y el aterrador desconocido que su mente no cesaba de darle formas.

Al ver desaparecer la tenue figura del capitán frente sus ojos, su corazón pareció estallar, era el resorte final de su voluntad. El capitán no estaba, alguna invisible criatura le había engullido en un parpadeo, algo les asediaba y cazaba en la oscuridad del lugar. Uno a uno. El horror se estaba materializando.
Ni siquiera vio el agujero, ni los momentos inmediatos a lo ocurrido, ni se asomó junto a sus compañeros para ver al capitán vivo y más o menos indemne. A la que se dieron cuenta quienes lo hicieron: Raúl... ya no estaba.

 A pesar del susto, lo acaecido no era suficiente para amedrentar a alos aventureros quienes prosiguieron en su avance hacia el interior del macizo rocoso, húmedo y lúgubre que era aquel antro.

 La gruta da paso a una caverna de gran tamaño con el techo abovedado cubierto de estalactitas con una salida en su lado norte. En el suelo, las estalagmitas, los charcos de agua y el barro entorpecen el paso y provocan algún que otro  resbalón. En un rincón de la caverna, se amontonan los desperdicios y la carroña, despojos de la alimentación del basilisco.

Esta vez Davenport tuvo cuidado de donde ponía los pies. Colocaba uno tras otro con precisión y levantando cada vez que el otro se afianzaba en el suelo irregular. Cuando llegó a la zona de la carroña se puso una mano en la nariz por el hedor, se detuvo momentáneamente con un gesto de repugnancia.

Jack avanzaba con su machete en mano. No tenía muy claro si era útil contra un monstruo, pero le ayudaba a concentrarse.
Además, si se tropezaban con alguno de los habitantes de la cueva, sería ideal reducirlo antes que pusiera la voz de alarma.

A su vez, no ahorraba miradas hacia sus compañeros, para esegurarse que seguían ahí.

La maga iluminaba el camino mientras se movía con prudencia. Sabía que allí adelante los aguardaba un peligro como pocas veces había enfrentado y no quería subestimarlo. Además, necesitaba llegar a la batalla final lo más calma posible pues era fundamental para el éxito de sus hechizos que su mente estuviera despejada y lista para reaccionar con rapidez.

Mientras iban adentrándose en la cueva, Iasana dio un vistazo alrededor y descubrió*, un tanto consternada que el trapero ya no se encontraba entre ellos. Era extraño, no recordaba cuando había sido la última vez que lo había visto en el grupo, pero tenía la sensación de que Raúl no podía haberse escurrido así sin más. Al menos no si era quién se suponía que era. Lo que faltaba, tener que vigilar nuestras espaldas también... esto se pone cada vez más... interesante. Aunque no quería desconcentrar a la compañía, tuvo que hacer notar la desaparición del muchacho.

-Hey chicos... creo que hemos perdido a Raúl en algún recodo...- dijo con tranquilidad, como si hablara del tiempo o de algo similar.

- ¡Maldito cobarde! - exclamó entre dientes ante las palabras de la mujer. No le sorprendió que aquel sujeto abandonara. Ya lo hizo cuando el joven Torquemada le necesitaba y lo vuelve a hacer porque el cobarde se descubre por sus acciones. LA verdad es que se alegraba de que así fuese, un elemento tan vil y egoísta es un lastre y se necesitaban los unos de los otros si querían sobrevivir. - Mejor así, Iasanna - replicó tratando de no elevar mucho la voz - si aparece la criatura procurad evitar su mirada - susurró en las sombras - debemos permanecer unidos para acabar con esa criatura legendaria - avanzó sigilosamente tratando de NO elevar demasiado su voz - El valor y el honor es lo que nos hace permanecer juntos, por eso el trampero ha huido porque carece de ambas virtudes. Espero que no nos la juegue.

Jack dejó ir una bocanada de aire mientras negaba con la cabeza. El joven Raúl había perdido su gran ocasión para redimir su culpa. Pero no se enfadó. Raúl no había apostado por ellos y quizás eso le hubiera salvado la vida... Aunque si se equivocaba y los aventureros salían airosos de esta lo más seguro era que el Capitán Davenport lo persiguiera hasta la tumba.

Jack se encogió de hombros y siguió el curso de la cueva. Ventajas de la vida en alta mar: Generalmente la gente que huye descubre rápidamente que el barco no es tan grande.

-Debemos ser silenciosos. Aún con la trampa... por el ruido de la caída, me refiero. Si viene alguien que no sepa cual es nuestra posición... ni cual es nuestro número...
Y siguiendo sus propios consejos, el marino empezó a cuidar el sonido de sus pisadas

 Los compañeros, quienes ya habían compartido unos días con el joven trapero, no se vieron especialmente sorprendidos por la actuación de este y centrarse en el peligro que entrañaba el cubil en si mismo... pues se podía palpar en el aire una densa sensación de angustia y temor. La tensión hacía que menudas gotas de sudor empezaran a perlar la frente de los aventureros mientras estos avanzaban hacia el interior de la cueva.

 Durante unos instantes pensaron en un avance silencioso, pero parecía bastante fuera de lugar al portar con ellos una linterna que alumbraba su paso.

 En cualquier caso la galería serpentea hacia el oeste y desembocaba en otra caverna de techos altísimos en la que destacaba un inmenso pilar natural situado en el centro. Al otro lado, en el límite de la iluminación de la linterna, un cajón de madera del tamaño de un hombre yace roto y astillado en el suelo, la tapa abierta desparramado su contenido.

 A lo lejoas, por un pasaje que se adivina más al oeste, se escuchaba el sonido del curso del agua, ¿un río subterráneo tal vez?